viernes, 14 de septiembre de 2007

Episodio LIII

Joder, como cuesta llenar páginas con los párrafos de los combates... Otra cosa, sólo espero que os pispéis de que ha salido el capítulo, porque tengo una movida con el msn, yo uso el 7.5, pero ahora me quieren obligar a actualizar al 8 y si no no me dejan iniciar sesión. Estoy en trámites de buscar una solución, pero no pinta bien la cosa. ¿Qué? ¿Que por qué no me pongo el 8 y ya está? Pues porque no me gusta, y punto en boca xD. Supongo que al menos al web si me conectaré.

Título: Fidel vs Wancho

Tamaño: 8'6

Dedicado a: Víctor Macho


Episodio LIII

T

emblándole las piernas, cubierto de hollín y bastante debilitado, poco a poco, Fidel fue levantándose. Aún no había cesado del todo el silbido de los oídos y tenía trastornada la visión, puesto que veía doble y rojo por la sangre que venía de su cabeza. Sin embargo, la fuerza de voluntad del caballero era más fuerte que todos sus males y, apoyándose en la espada que le había acompañado siempre, logró finalmente ponerse en pie.

“¡¿Qu-Qué?! – Exclamó Wancho – ¿Cómo es posible que seas capaz de levantarte después de recibir dos de mis Pedos Atómicos de lleno?”

Fidel no contestó, no tenía todavía fuerzas para hablar. Se limitó a continuar respirando hondo a la vez que recuperaba fuerzas.

“Me ha pillado totalmente desprevenido – pensó – No esperaba que esas cosas fuesen a explotar. Si me vuelve a acertar de lleno, se acabó.

“Sea como sea, no importa. Ahora estás demasiado débil como para hacer nada. Bastará con darte unas cuantas veces más para acabar contigo, ¡prepárate a morir!”

Se colocó de nuevo con el culo en pompa y comenzó a disparar un mayor número de proyectiles gaseosos contra el caballero. Fidel, incapaz de enfrentarlos, se limitó a esquivarlos saltando de un lado para otro. Los proyectiles que impactaban en el suelo y en las rocas no explotaban, pero los que chocaban contra los árboles sí. Por desgracia, el caballero estaba demasiado pendiente de evitar que le diesen como para fijarse en aquel pequeño detalle. Al escuchar las explosiones de los proyectiles que daban en los árboles daba por supuesto que todos explotaban. A los pocos minutos las copas de todos los árboles a espaldas del caballero estaban en llamas.

“Como siga así lo único que voy a conseguir es salir ardiendo yo también” pensó Wancho.

Los puntos que recorría el caballero para evitar los ataques eran pocos y en una zona muy cerrada, continuando casi el mismo patrón de conducta.

“¿Qué hace? Se mueve por la misma zona… ¿intentará ahorrar energías?”

Después se fijó que detrás del caballero sólo un pequeño grupo de árboles había resultado dañado por sus ataques.

“Así que era eso, quiere proteger el medio, pues muy bien. A ver… está yendo prácticamente en círculos alrededor de esos árboles – pensó mientras observaba su itinerario a la vez que seguía disparando – Por lo que si en vez de apuntar a él apunto a…”

Fidel continuaba esquivando los proyectiles mientras recuperaba sus fuerzas y pensaba algo que hacer.

“Si sigo huyendo de un lado para otro me acabará pillando, tengo que atacar, pero… ¿cómo?”

Al llevar varios minutos haciendo el mismo recorrido, había automatizado sus movimientos. Como de costumbre, saltó hacia el árbol de al lado para que el Pedo Atómico de Wancho impactara sobre el mismo árbol ya quemado. Para su sorpresa, en esa ocasión no vino hacia él ningún proyectil, pero saltó igualmente hacia el árbol de al lado, cuando vio como se acercaba rápidamente hacia él el proyectil que debía haber ido hacia al árbol anterior.

“¡No, mierda! – Exclamó – ¡Me ha pillado desprevenido! ¡No tengo tiempo para esquivarlo!”

En un acto reflejo, se cubrió con su espada y cerró los ojos. El ataque dio en la hoja y no estalló, únicamente se notó el correspondiente mal olor de cualquier ventosidad. A los pocos segundos, Fidel abrió los ojos sin saber qué había pasado y aterrizó en el suelo un momento después.

“¡Oh, no! – Pensó Wancho para sus adentros – Le ha dado en la espada. Yo también, que mala suerte tengo. Espero que no se haya dado cuenta…”

“¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué no ha explotado? Por la cara que tiene ese tipo, parece que las cosas no han salido como esperaba en esta ocasión. Sin embargo, no soy capaz de adivinar el motivo que ha impedido explotar ese proyectil. Piensa Fidel, piensa, ¿qué has hecho ahora que antes no hayas hecho?”

“No puedo cambiar de estrategia, sino notará que ha cambiado algo, ¡he de seguir atacando!”

Se volvió a colocar en posición y comenzó a disparar a diestro y siniestro en todas direcciones, intentando intimidar al caballero. Fidel, inseguro por no saber el motivo de aquel pequeño golpe de suerte, decidió ponerse a la defensiva y saltó a la copa de un árbol más alejado mientras observaba aquella horrible escena de destrucción. Todos los árboles de alrededor estaban en llamas.

“Como te atreves… Ellos no tenían la culpa de esto… Lo pagarás caro”.

Uno de los proyectiles alocados iba directamente hacia él, y del odio que invadía su corazón en aquel momento lo disipó de un espadazo de forma inconsciente, lo que le hizo reaccionar.

“Otra vez… claro… ¡la espada! Ahora sí que estás perdido”.

Saltó de la copa del árbol en el que se encontraba y fue volando en picado hasta su objetivo.

“¡No! ¡Lo ha descubierto! ¡He de derribarle antes de que me alcance!”

Nervioso y aterrorizado, Wancho volvió a concentrar todos sus ataques en la figura del caballero, quien los iba disipando con un ligero movimiento de espada a la vez que avanzaba más y más.

“¡No! ¡No avances más! ¡Muérete ya!”

Fidel destruyó con su espada el último ataque de su adversario que le impedía avanzar. Aprovechando la caída en picado, cargó una pierna y le dio una fuerte patada en el trasero, que le mandó de cabeza contra un árbol.

“Se acabó”.

Cuando Wancho se giró, la punta de la espada de Fidel estaba delante de sus ojos, amenazando con atravesarle la cabeza si hacía cualquier movimiento.

“A pesar de que seas un enemigo, sé que no eres dueño de tus actos, y por ello no quiero matarte. Ríndete y te perdonaré la vida”.

“Va-vale, me rindo…”

En la playa, las olas chocaban contra el arrecife sobre el que estaba sentado Bill. La noche había hecho subir la marea y el mar azotaba con mucha fuerza las piedras, salpicando hasta grandes alturas. En un arrebato, las gotas llegaron hasta las gafas del chico, obligándole a sacar una gamuza para limpiarlas.

“Tan cuidadoso como siempre, ¿no?”

“Sí” respondió sin dejar de mirar las estrellas.

“¿Es que no piensas combatir?”

“Si lo hago perderás. Está muy bien todo eso que has dicho cuando estaban esos caballeros delante, pero ahora que se han ido puedes volver a poner los pies en la tierra. Me conoces y te conozco desde hace mucho tiempo, sabes soy más poderoso que tú. Además, Mi Señora me ha dado nuevas habilidades que reducen tus escasas posibilidades a cero. Abandona ahora que estás a tiempo y salva tu miserable vida. Como hace tanto que te conozco te haré una proposición. Huye de la isla. Diré que intentabas escapar y te caíste por un barranco, encontrándote con un horrible final”.

“¡Estás loco si de verdad piensas que aceptaré algo semejante!”

Shin se lanzó al ataque. Corrió por la arena hasta acerarse a los arrecifes. Saltó a uno de ellos y en el aire sacó una daga de cada manga. Al aterrizar se puso en posición, esperando a su enemigo, pero seguía en el mismo sitio, mirando las estrellas.

“¡No me tomes el pelo!”

Saltó a través de los arrecifes hasta llegar a él y le atacó directamente con una de las dagas. Al impactar contra su cuerpo se escuchó un sonido metálico y rebotó. Shin le miró con odio.

“No sé de que te sorprendes. Al fin y al cabo, tú me ayudaste a perfeccionar esta técnica, el Muro de Hierro, con el objetivo de proteger a la princesa de ataques de armas de fuego. Es normal que pueda seguir utilizándola. Seguro que te acuerdas también de otra cosa… ¡también sirve como técnica ofensiva!”

Fue sólo un simple puñetazo en el estómago, pero a Shin le dolió como si le hubieran disparado con un cañón. Desgraciadamente, el dolor no fue en lo único que notó la diferencia. La fuerza con la que fue impulsado hacia atrás también era fuera de lo común. Voló unos metros por el aire hasta caer entre los arrecifes, arañándose con las piedras para finalmente caer al mar.

“¿Qué? ¿Un bañito?”

Shin salió del agua tan rápido como pudo. Tenía arañazos en el hombro y se le había clavado una piedra afilada del fondo en una pierna. En cuanto pudo se la extrajo y la tiró de nuevo al mar. Después se puso en pie y notó que le empezaba a costar respirar.

“Lo notas, ¿verdad? Aunque estemos en verano, el otoño está ya muy cerca, y por las noches empieza a refrescar. A veces hasta hay tormentas como la de esta mañana. Claro que, si te bañas en el mar con ropa, la sensación de frío se acentuará aún más. Ahora no puedes cambiarte de ropa, así que el frío debe recorrer hasta el último rincón de tu cuerpo. Tu enfermedad no tardará en hacerse ver y destruirte. Cada movimiento que haces te acerca más a la derrota. Hazte un favor a ti mismo y abandona”.

En el campamento de Miss Jewel, Arturo y Gabriel continuaban con su intrusión.

“Vale, por ahora no hemos matado a nadie. Todos están fuera de combate, pero despertarán en algún momento, ¿qué haremos con ellos si acabamos con Miss Jewel? No sabemos cómo anular el embrujo”.

“Tranquilo, Arturo, ya he pensado en eso. Y tengo preparado algo especial para sacarle la información a esa mujer, pero es algo que aún está en fase experimental y no puedo saber durante cuanto tiempo funcionará”.

“¿Qué es?”

“Es algo que Jonyo me ayudó a crear sin saberlo. Esperaba tener tiempo para perfeccionarlo, al igual que para crear más poemas y una larga lista de cosas más, pero no hemos tenido ni un segundo libre. Sólo espero que sea tiempo suficiente”.

“Vale, pero, ¿qué es?”

“¡Cuidado, más guardias!”

“¡Otra vez lo mismo no!”

Fidel continuaba apuntando a su pequeño oponente sin perder detalles de sus movimientos.

“Levántate”

Wancho obedeció sin rechistar. El caballero no le proporcionaba ningún punto descubierto por el que pillarle desprevenido, escapar y preparar una contraofensiva, así que fue levantándose poco a poco, sin dejar de mirarlo a los ojos.

“Así que creías que con unas simples ventosidades ibas a poder con un caballero, que iluso. A cualquiera le hubieras pillado desprevenido la primera vez, pero habría terminado descubriendo tu truco”.

“¿Ah, sí? – dijo Wancho sonriendo – Pues tu amigo, el caballero del fuego, destruyó a la primera mis proyectiles con sus llamas. Adivinó mi estrategia desde el primer momento. No tuve nada que hacer”.

“¿En serio?”

“Pero es extraño, aquel caballero vio como tú te quedabas a combatir contra mí, pero no te dijo nada sobre mis técnicas, a pesar de que las conocía perfectamente. Puede que no quisiera que lo supieras, puede que quisiera verte perder, para poder llevarse así toda la gloria de derrotar a Mi señora, ¿no crees?”

“Intentas confundirme. Arturo nunca haría una cosa así”.

“Entonces responde a una pregunta, caballero, ¿por qué está temblando tu espada?”

Fidel miró su espada y notó que temblaba levemente.

“Eso es por sujetarla tanto tiempo en la misma posición. El músculo empieza a notar la presión y quiere relajarse”.

“No me vengas con cuentos. Yo te diré por qué está temblando. Estás temblando porque lo sabes. Sabes que en todos los grupos hay un ocupante débil, al que se le encargan las peores tareas mientras los demás van a por los peces gordos. El miembro débil hace el trabajo sucio, lo que los demás no quieren hacer, pero como le hacen la pelota de vez en cuando, se cree útil y obedece. ¡Es exactamente tu caso!”

Fidel dudó por un segundo y bajó la espada. Wancho aprovechó la ocasión, saltó hacia su cabeza y se enganchó en su cuello con las piernas, poniéndole el trasero en toda la cara.

“¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! ¡Apestoso!”

“Es culpa tuya por bajar la guardia, ¡estúpido! Por muy caballero que seas, no podrás aguantar un ataque a esta distancia, tu cabeza volará en pedazos y yo lo celebraré abrazado a Mi Señora con los demás subordinados alabándome”.

“¡Idiota! Si disparas a esta distancia tu también saldrás herido, incluso puede que mueras”.

“Jajaja, no me importa. Ninguna desgracia es comparable a perder el respeto de Mi Señora”.

Fidel intentaba por todos los medios quitarse a Wancho de encima, pero su determinación era lo que le daba las fuerzas suficientes para poder seguir agarrado férreamente a su cuello. Podía verlo en sus ojos de psicópata y en la marca de labios de su frente, que brillaba con gran intensidad. Nada le haría cambiar de parecer.

En el forcejeo, Fidel pudo mirar a su alrededor. Vio que los árboles que habían estado ardiendo hasta ese momento estaban prácticamente apagados, aunque todo su follaje había desaparecido y el ramaje estaba negro, lleno de hollín y hojas carbonizadas.

“Al menos, el bosque no se ha incendiado” pensó.

“¡Es el final! ¡Muere, caballero! ¡¡¡Pedo Atómico!!!”

El sonido de una ventosidad sin apenas fuerza surgió del interior del trasero de Wancho, y un horrible hedor recorrió las fosas nasales del caballero, provocándole ganas de vomitar, pero no hubo ninguna explosión.

“¿Qué es esto? Casi prefería la explosión” pensó revolviendo la cabeza intentando disipar el mal olor.

“¡Oh no! Se me ha acabado el efecto de la fabada de anoche”.

“¡Qué bien! ¡Un golpe de suerte, ya era hora!”

“No cantes victoria, caballero, sigo agarrado a tu cuello, puedo partírtelo y acabar contigo en un segundo”.

“No lo harás, porque ya he encontrado la manera de que te quites de encima”.

Fidel empezó a hacerle cosquillas en los dos costados, consiguiendo un efecto inmediato. Wancho comenzó a reír y reír. Al principio intentó aguantarse, tensando los músculos y agarrando al caballero con más fuerza, aunque no tardó en ceder y soltarse para poder calmar aquella risa incontrolable.

“Muy bien, ahora te cerraré la boca”.

Mientras estaba recuperándose aún de las cosquillas, Fidel aprovecho para darle un buen derechazo en la nariz y una patada en la mejilla, tirándole al suelo de inmediato.

“Has intentado utilizar a Arturo y a los demás para confundirme, creyendo que perdería la confianza en ellos. No te lo perdonare”.

“Puajjj – dijo Wancho de rodillas mientras escupía algo de sangre – No te confundas, yo no tengo la culpa de eso. Has cometido dos errores. El primero fue dudar de tus compañeros sin pruebas. El brote del que salió aquella conversación fue totalmente fortuito. Sólo tuve suerte. Todo lo que te dije era verdad. Arturo me derrotó con un solo movimiento la otra vez, y todos los grupos tienen un miembro más débil que el resto. Además, el único culpable de dudar de tus compañeros no es otro más que tú. Reconócelo, ¡la verdad ha llamado a tu puerta!”

“¡No!”

“¿A quién intentas engañar? ¿A mí? ¿O a ti?”

“¡Cállate!”

“De todas formas no importa, porque vas a morir aquí”.

“No digas tonterías, todavía me quedan algunas pinzas en el bolsillo y ya sé cómo evitar tus Pedos Atómicos. No te quedan más armas, eres tú quien ha perdido”.

“Éste es el segundo error. El combate no acaba aquí. Mi Señora me ha otorgado nuevas fuerzas”.

Insectos de todos los tipos comenzaron a surgir del interior de la tierra, de entre los árboles, del aire… Y todos iban en la misma dirección. Ríos negros de hormigas, cucarachas, escarabajos, termitas, abejas, moscas, cigarras, grillos… Todos desembocaron en el cuerpo de Wancho, posándose sobre toda la superficie de su cuerpo, convirtiéndole en una mera silueta, de no ser por los dos pequeños huecos por los que asomaban los ojos del hombre.

“Ugh – dijo Fidel dando unos pasos hacia atrás – Nunca me han gustado los bichos”.

“Míralos. Todas estas preciosidades están bajo mi control, ¡y me ayudarán a derrotarte!”

Wancho comenzó a avanzar, y Fidel a retroceder.

“No quiero tocar esos bichos, ¡aléjate de mí!”

Fidel lanzó varias ondas de energía mientras continuaba alejándose. Una bandada de moscas formó una pantalla protectora delante de Wancho y se llevó el impacto de las ondas, muriendo decenas de ellas en cada golpe, pero que se iban rellenando con moscas nuevas que venían del cielo.

“Wajajajaja, te tenía por un caballero, pero veo que no eres más que un cobarde”.

“Todos tenemos nuestras debilidades, pues ésta es la mía”.

“Está bien. Para ponértelo más fácil, no me cubriré completamente con mis amigos hasta que la situación lo requiera. ¡Dispersaos!”

Todos los bichos se separaron de Wancho, pero se mantuvieron relativamente cerca, según el entorno. Las abejas se posaron en las ramas de los árboles junto con las moscas, las hormigas formaron hileras en el suelo, los escarabajos se posaron en los troncos de los árboles, las cucarachas se acoplaron en las pequeñas grietas del suelo, asomando la cabeza. Cada tipo de insecto se colocó donde más le convenía.

“Uf, eso está mejor. Hay que combatir con las fuerzas de uno mismo, no depender de insectos, o de personas, según de quien hablemos…”

“¿No me has entendido o qué? Dije que no me recubriría si no era necesario, pero de alguna forma tengo que luchar. ¡Venid a mí, escarabajos!”

Todos los escarabajos que había posados en los troncos de los árboles se arrejuntaron sobre los dos brazos de Wancho, creando una película que doblaba el volumen de los mismos. Los escarabajos se colocaron todos con el caparazón mirando hacia fuera, creando una vista homogénea.

“¡A ver si puedes con estos brazos, caballero!”

Wancho se lanzó al ataque y cargó uno de los puños cubiertos de escarabajos contra el caballero.

“Aunque parezcas cachas con esos escarabajos cubriéndote los brazos, no significa que lo seas”.

Fidel se lanzó también y cargó uno de sus puños. Ambos chocaron y durante unos segundos se produjo un equilibrio. Sin embargo, Fidel no tardó en ceder, el ataque de Wancho le abrumó, se llevó por delante su puño y llegó hasta su rostro, donde fue golpeado con toda la flota de caparazones de escarabajos.

“¿Cómo es posible que este enclenque me gane en fuerza? No he podido igualar su golpe…”

“Wajajaja, estás perdido, caballero – dijo mientras continuaba su ofensiva – ¿Es que no sabes nada de biología? La parte trasera de un escarabajo es famosa por su dureza, eso es lo que multiplica mis fuerzas”.

“Puñeteros bichos… Pues no, lo mío es la geología, ¡mira! ¡Earthquake!”

Fidel dio un puñetazo al suelo y se produjo un leve terremoto. Toda la tierra se revolvió durante un instante. Las grietas se juntaron y separaron a su antojo y las cucarachas que había dentro de ellas fueron todas aplastadas no sin antes hacer sonar el estrepitoso sonido de su caparazón al romperse. Las que estaban asomando la cabeza en la superficie se partieron en dos y la cabeza quedó tirada en el suelo.

“¿Ves?”

“Gusano… ¡ésta no te la perdono!”.

“¿Gusano? No es un insulto muy apropiado para que lo digas tú precisamente”.

Wancho golpeaba sin cesar. Fidel intentó cubrirse, y lo consiguió en un principio, pero sus guardias eran rotas con la dureza de los golpes de su oponente, quedando al descubierto con unos pocos ataques. Probó entonces a sacar su espada, pero el resultado fue el mismo, el ataque tenía tal potencia que se la tiró de las manos a la primera. Fidel ya no tenía con que defenderse. Wancho aprovechó entonces para desahogar toda su ira sobre el caballero, destrozando su cuerpo a golpes sin ninguna piedad. Según le golpeaba, el caballero iba retrocediendo poco a poco, hasta que se topó con la espalda pegada a un árbol. Que el caballero estuviera acorralado no sirvió para frenar la ira de su contrincante, es más, estaba aún más contento por no tener que moverse para seguir golpeando, así que pudo aumentar la fuerza de sus golpes. El impacto de Fidel contra el árbol tras recibir cada golpe era tan fuerte que empezó a resquebrajar el tronco, después se hizo una grieta que fue haciendo cada vez más grande hasta que el árbol cayó hacia atrás. El impacto del árbol contra el suelo asustó al pueblerino, por lo que dejó de atacar y se retiró unos metros. Apoyado en el pedazo de tronco que salía del suelo había quedado Fidel, sentado de mala manera.

“Ugh… No puedo moverme”.

“Haaaa, haaaaaaaa – jadeaba Wancho – Parece que me he pasado un poco. Bueno es igual, el fin justifica los medios. Y mi fin es complacer a Mi Señora en todos los sentidos…”

“Tengo que… levantarme… Esto no es nada…”

“No te esfuerces, porque antes de que lo consigas, ¡te voy a rematar! ¡¡¡Muere!!!”



PD: Ahora en serio, ¿quién es el/la que entra aquí poniendo ManaRuben en Google? Es que me hace ilusión saberlo xD

PD2: Gran final el del San Andreas, lo terminé después de publicar la otra vez :p

4 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buen capitulo accion, intriga muy wapo espero cn ansia el siguiente

Fdo: wancho
P.D. alguna vez he usado el google para meterme aki a lo mejor ese ke dices soy yo xD

un saludo

Anónimo dijo...

por cierto se me olvidaba gracias por dedicarmelo:P

Anónimo dijo...

Buen capitulo, espero que los proximos superen a este =P, jejeje, asi que no tardes en escribir el siguiente ^^

Anónimo dijo...

yo siempre utilizo el google pa meterme en tu blog desde siempre,weno que el capitulo ha estado bien pero me gustaron mas los dos anteriores venga sigue asi
Un saludo a todos