miércoles, 21 de noviembre de 2007

Episodio LXI

Dados los últimos acontecimeintos, es decir, a que he sacado a la luz la única corrupción que existía en esta, nuestra historia, y por fin puedo dormir tranquilo, he querido recompensaros a los lectores haciendo de este capítulo algo más de lo que se pretendía en un primer momento, alargándolo lo más posible para así devolveros el favor de no cancelar el proyecto y también que las escasas líneas que restan para finalizar el volumen sean unas cuantas más. Ahí va.

Título: Lardo vs All

Tamaño: 11'6

Dedicado a: Todos aquellos que habéis leído eso

PD: El próximo pre-desenlace, tengo escrito bastante ya que este alargamiento no estaba pensado en un primer momento y lo he separado en dos capítulos independientes, así que estará en un par de días ^^.

Episodio LXI

C

lap, clap, clap… El sonido de un aplauso seco y sin ganas llamó la atención de los caballeros, que hasta ahora contemplaban el cadáver de su compañero.

“Mi enhorabuena, caballero – dijo el Capitán Lardo mientras continuaba aplaudiendo – Has sabido tomar la decisión final. Nunca pensé que fueras capaz de matar a ese otro caballero, y sin contar con la opinión de los demás. Desde luego, tienes lo que hay que tener”.

“Eso es mentira – interrumpió Fidel – Todos estábamos de acuerdo en esa decisión, pese a que nos dolía. Cuando Jonyo y yo atacamos a Miss Jewel dábamos por perdido a Reik, por eso decidimos que era mejor impedir que hubiera más víctimas. Bastante hemos sufrido nosotros, no queríamos que nadie pasara lo mismo. Todos tuvimos que tomar la decisión final”.

“Si queréis apoyaros unos a otros para repartir la culpa hacedlo – insistió Dayuri – Pero sigo pensando que sois tan asesinos como yo”.

“Ya estás empezando a dar donde duele – dijo Gabriel – Me parece que vamos a tener que darte tu merecido”.

“Jajajajaja, ¿pero os habéis visto? Estáis tan débiles que hasta una mosca podría con vosotros. Se ve que los vasallos de aquella a quien acabáis de quitar a vida no eran tan inútiles como ella decía. La otra opción es que vosotros no sois tan fuertes como os pintan”.

“Yo no he luchado – saltó Jonyo – Estoy perfectamente y puedo enfrentarme a ti”.

“Es cierto, tú estás bien. Pero con uno no tengo ni para empezar”.

“¿Cómo te atreves? ¡¿A que te…”

“Calma Jonyo – dijo Arturo – recuerda lo que nos pasó la otra vez con Mesa. Será mejor hacerle caso y atacar todos a la vez”.

“Escuchad un momento – murmuró Peter a los pocos que se encontraban cerca – Quiero deciros una cosa. No puedo levantar la voz porque si no él me oirá, así que prestad atención, y aseguraos de decírselo luego a Jonyo y a Fidel. Reik ha muerto y no le podemos resucitar, pero aún podemos darle un último homenaje. Nada más morir, los órganos se paran, pero el cerebro permanece activo, sólo muere cuando el sistema circulatorio ya no es capaz de enviarle más oxígeno para seguir funcionando, y mientras conserva un poco, sigue con vida. Durante ese corto período de tiempo, puedo usar mi poder de curación para restaurar su cuerpo y que al menos no esté en este estado tan lamentable, pero si se apaga el cerebro, mi poder no surtirá efecto, puesto que nada podrá dar la orden de cerrarse a las heridas”.

“¿Cuánto tiempo tenemos?” preguntó Arturo.

“Normalmente son unos 10 o 15 minutos después de la muerte, pero con la herida que tenía del combate y la que le has hecho ahora, no creo que a su cerebro le pudiera llegar mucho oxígeno, así que calculó que no aguantará más de 3 o 4 minutos, 5 como mucho”.

“Cinco minutos…” susurró Shin para sí.

“Caballeros, por favor dejadme combatir a vuestro lado – dijo Bill – Me siento responsable por la muerte de vuestro amigo. Si hubiera llegado antes quizás hubiéramos podido evitarla”.

“Me gustaría rechazar tu oferta, decir que tenemos todo bajo control y que te preocupases de recuperarte, pero creo que toda la ayuda que podamos recibir será poca”.

“Gracias, Arturo”.

“Me gustaría decir lo mismo, pero no puedo ni moverme, pronto me reuniré con vuestro amigo”.

“¡Shin!” exclamó la princesa.

“Lo siento princesa, pero no creo que me quede mucho más tiempo”.

“¡Es hora de erradicar todo el mal que acecha esta tierra!” exclamó Arturo.

Los caballeros se lanzaron contra el Capitán Lardo, cada uno desde una dirección distinta y Bill les siguió de cerca.

“Arturo – dijo Gabriel mientras avanzaban – Tú eres el que está más débil de todos. Quédate detrás. Nosotros nos ocuparemos de todo. Bill cubrirá tu puesto”.

“Genial – respondió Arturo reduciendo la velocidad – Ahora soy un estorbo…”

Por distancia y velocidad, Fidel llegó en primer lugar, atacando con un fuerte puñetazo en el estómago. Dayuri no se molestó en esquivarlo, es más, lo recibió con mucho entusiasmo; entusiasmo que se desvaneció de golpe al notar el Capitán que el ataque del caballero no le había obligado ni a mover un dedo.

“Venga, caballero. Seguro que puedes hacerlo mejor. Quizás cambiar de aires un poco te relaje un rato”.

Agarró el brazo que el caballero aún mantenía su estómago y le lanzó hacia los cielos, enviando una pequeña onda detrás como regalo. Fidel la vio mientras se elevaba, aún no había recuperado el equilibrio por lo que decidió cubrirse. La onda chocó en sus brazos cruzados sobre la cara; sin embargo, no explotó, en su lugar envolvió su cuerpo como si de una burbuja de energía se tratase.

“¿Qué es esto? No puedo moverme… Y tampoco puedo volar… ¡Me caigo!”

“¿Te gusta? – Dijo mientras empezaba a verle caer – Es una prisión de energía. Ahí dentro no puedes hacer nada que requiera el uso de energía, y moverte no es una excepción. Pero no te preocupes, con un impacto fuerte explota y eres liberado”.

“¡Sácale de ahí ahora mismo!” escuchó gritar a alguien a su espalda.

Gabriel estaba ya a escasos metros del Capitán, apoyado por Bill.

“¡Vamos! ¡Ataque en equipo!”

Bill salió en primer lugar, con la guardia baja y sin cubrir ningún punto de su cuerpo.

“¿Tú qué eres? ¿Un escudo humano?”

El Capitán, desconocedor de las habilidades de su antes aliado Bill, le golpeó con relativa suavidad, obteniendo como resultado no sólo no hacerle nada y escuchar un sonido metálico que le desconcertó, sino hacerse daño en los dedos por el impacto.

“¿De qué está hecho el cuerpo de este tipo?”

“¡Ha funcionado! ¡Aprovecha ahora que está despistado!”

Gabriel apareció por encima de Bill, dispuesto a darle una fuerte patada. Lejos de lo que esperaba, el Capitán agarró su pierna, le balanceó un poco y terminó estrellando su cabeza contra el cuerpo de Bill, que aún no había desactivado el Muro de Hierro.

“¡Aiba! – Exclamó Bill – Creo que debí haberlo quitado…”

El impacto fue tan fuerte que ocasionó una fuerte herida en la cabeza de Gabriel, abriéndole el cráneo y soltando mucha sangre, que mancho las ropas de Bill. El cuerpo del caballero cayó al suelo y Dayuri lo alejó de una patada.

“Espero que no hayas caído inconsciente, aún no he acabado contigo”.

Bill, culpable de haber herido al caballero de la rosa de forma involuntaria, quiso reparar su error intentando derrotar al Capitán.

“¡Ahora verás! ¡Haré que tus venas estallen!”

Golpeó a Dayuri en el cuello con el filo de la mano, y escuchó un leve sonido de algo espachurrándose.

“Se acabo, ahora la sangre no te llegará al cerebro y morirás”.

El Capitán retiró el brazo de Bill. Podían apreciarse algunos puntitos rojos por la zona en la que la mano había golpeado con más fuerza, mientras que los alrededores habían cogido un tono entre morado y rosado.

“Mmmmm, parece que me han hecho un chupetón… Me gusta”.

“Se ve que si quiero que mis golpes tengan el mismo efecto en él, tendré que golpear varias veces en el mismo sitio”.

“Dime una cosa, chaval. Eso de que hagas que tu cuerpo se vuelva duro como el hierro, ¿también se aplica a tus cabellos engominados y peinados de punta?”

“Sí, ¿por qué lo preguntas?”

“Por nada, por nada” susurró mientras escuchaba a Jonyo acercarse por detrás.

Agarró a Bill estrellándole la mano en la cara y ejerciendo presión sobre ambos lados de la sien con el pulgar por un lado y con los otros por el otro. Cogido de esa manera, lo lanzó de cabeza contra el caballero del rayo, que se aproximaba a su espalda. El caballero lo vio y trato de redirigir su posición, pero a la velocidad a la que avanzaba era imposible, sólo consiguió que al frenar fuese un blanco más fácil, pero el impacto fuese más leve. La cabeza de Bill chocó contra su pecho, habiéndose convertido sus cabellos en auténticos pinchos que atravesaron la ropa y la carne del caballero, incrustándose en su cuerpo hasta que el cuero cabelludo lo permitió.

“Suerte que tiene el pelo corto” pensó Jonyo mientras sentía el dolor.

Tras retroceder unos metros por el impacto ambos cayeron al suelo, Jonyo retorciéndose y Bill, de nuevo, sintiéndose culpable por haber sido el arma del delito.

“Haznos un favor a todos y apaga eso de una vez” dijo Jonyo.

Una vez se libró de todos, saltó hacia el caballero de la tierra, que continuaba cayendo, dio una voltereta en el aire y golpeó de chilena a la esfera de energía que le envolvía, como si de una pelota se tratase, yendo directamente hacia Shin.

“Gol…” pensó el Capitán.

“No… puedo moverme” pensó angustiado.

Kekkai” dijo alguien a su izquierda.

Peter se puso en medio y desplegó una barrera de energía transparente con destellos naranjas, protegiendo a Shin. La esfera de energía que contenía al caballero de la tierra chocó contra la barrera, rebotó y se estrelló contra el suelo, levantando una nube de polvo y un montón de tierra que afortunadamente la barrera también pudo contener. Con el impacto, Fidel fue liberado, la esfera le envolvía impidiéndole moverse, pero no servía como escudo, por lo que quedó parcialmente inconsciente.

“Y ahora tú” dijo mirando a Arturo, el único que quedaba en pie, y empezó a colocarse en posición.

“Esta haciendo lo mismo que la otra vez” pensó Arturo.

El Capitán Lardo sacó su descompuesta espada llena de pequeñas mellas y con algunas zonas oxidadas. Retrasó una de las dos piernas, que mantuvo estirada y la que quedó delante la flexionó para una mejor sujeción al suelo. Extendió un brazo con la mano medio abierta que le sirvió de mirilla para enfocar de manera aproximada su objetivo. Después, colocó su espada mirando hacia el frente, sirviéndose de la mano para calcular la trayectoria adecuada. Arturo le vio y se puso en guardia.

“Va a atacarme de la misma forma que cuando me atravesó con esa espada mugrienta. – Pensó – Y de nuevo, estoy sólo ante el peligro, los demás están tirados por el suelo. Si me da otra vez estando tan débil, la doctora no podrá hacerme otra transfusión po lo del grupo sanguíneo. ¡No puedo permitirme ningún fallo!

Dayuri estuvo unos segundos quieto, observando y siendo observado. De pronto, y con la misma velocidad que la otra vez, se lanzó contra el caballero de frente.

“¡Lo veo!”

Desenvainó su espada en el momento preciso y la colocó en medio, bloqueando el ataque del Capitán. No obstante, la debilidad del caballero se hizo notar. La espada de Dayuri continuó avanzando raspando la de Arturo, siendo la fricción tal que salían chipas. La punta de la espada iba directa al rostro del caballero sin que éste pareciera poder evitarlo.

“¡Canchal!” exclamó una voz.

Unas rocas abruptas y puntiagudas emergieron del suelo que pisaba el Capitán, obligándole a saltar para que no le atravesaran las piernas. Sin embargo, no pudo evitar que le hicieran algún corte en la espinilla.

“¿Quién anda ahí? – preguntó furioso – ¡Nadie puede interrumpirme cuando me divierto!”

“¡Fidel!” exclamó Arturo al verle.

El caballero de la tierra estaba allí, manchado de tierra por el último golpe y con una herida en la cabeza.

“¡Deja a mi compañero!” exclamó y se lanzó contra él, espada en mano.

“Otra vez tú, creía que con servir de pelota te había bastado, pero veo que quieres más”.

“Arturo, ayúdame con tu poder”.

“Vale”.

“¡Caos Granítico!”

Un montón de rocas de granito salieron de las profundidades, desde la mismísima cámara magmática de la tierra y empezaron a arrejuntarse en el cielo en la misma

zona.

“¡Daidendan1!” exclamó Arturo.

Un fiero chorro de fuego emergió de los labios del caballero dirigido hacia las rocas.

“Habéis perdido el juicio... Os atacáis entre vosotros”.

Los pedazos de granito comenzaron a calentarse, primero emitieron vapor, después se fueron poniendo rojos y finalmente comenzaron a fundirse. Entonces Fidel junto sus dos manos y las rocas fundidas comenzaron a mezclarse formando un sólo cuerpo.

“¡Aquí está! – Exclamaron los dos caballeros al unísono – ¡Nuestro Dragón de Magma!”

La figura de roca fundida se lanzó contra el Capitán, que trató de mantener sus fauces con las manos desnudas. Al entrar en contacto con aquella masa de lava, empezaron a soltar vapor.

“Quema…” pensó Dayuri.

“Si pretendes esperar que las rocas se enfríen y endurezcan de forma natural, pierdes el tiempo – dijo Fidel – El granito se origina en la cámara magmática, con un lento proceso de fusión de tres minerales y su posterior enfriamiento. Es la roca magmática por excelencia, no va a ceder”.

“Jejeje, entonces haré otra cosa…”

Soltó las mandíbulas del monstruo de lava, que al no frenar de estrelló de bruces contra la tierra. Acto seguido se subió a su cabeza, se quitó la camisa, la enrolló y la colocó entre las fauces del monstruo, como si de un caballo se tratase, y empezó a domarlo.

“¡¿Qué hace ese loco!? – Exclamó Arturo – ¿Es que no se quema?”

“Mucho peor que todo eso es otra cosa… Estoy perdiendo el control del Caos Granítico”.

“¿Qué dices? No puedes no controlar algo que no está vivo, sólo es un montón de lava con la forma de un dragón”.

“Yo tampoco lo entiendo, pero parece que empieza a obedecerle a él”.

Pronto pudieron ver cómo el monstruo venía hacia ellos con el Capitán sobre él sonriendo como un niño jugando en un parque. Los caballeros no tuvieron más remedio que evitar retrocediendo, el ataque que ellos mismos habían originado. Tras ello la llameante figura volvió a estamparse contra el suelo, dando un bocado de tierra que se derramó después de sus fauces para poder seguir persiguiendo a sus objetivos.

Los caballeros optaron por defenderse lanzando algunas ondas de energía que al chocar con el dragón rebotaban tras impactar contra una barrera invisible que envolvía al dragón.

“¿Qué pasa? No le estamos dando”.

“Creo que sé que ocurre. Ha hecho lo mismo que me hizo a mí antes. Ha recubierto mi Dragón de Magma con una fina película de energía, así es cómo lo controla. Por eso sólo se ha quemado antes al sujetarlo y ahora estando sentado encima no le pasa nada”.

“Habrá que hacer algo, ¿no? Anula el ataque”.

“Si lo hiciera no podríamos sacarle provecho, tengo una idea mejor”.

Fidel se adelantó y encaró al Capitán.

“¡Eh, payaso! ¡Estoy seguro de que eso es todo lo que sabes hacer! ¡No podrías hacer que ese bicho me comiese ni aunque te llevara la vida en ello!”

“Ese es tu plan…” murmuró Arturo.

“Intenta provocarme, que idiota… Bueno, le seguiré la corriente, a ver que pretende”.

Fidel se mantuvo quieto hasta que la boca del dragón de lava estuvo delante de su cabeza. Entonces retrasó el puño, hizo que un cúmulo de tierra lo recubriera y lanzo un fiero puñetazo contra las entrañas de su creación usando todo su poder. El puñetazo atravesó la fina capa de energía y penetró en la lava. En ese momento el caballero gritó.

“¡Aaarggghhh! – Se quejaba – ¡La tierra no ha servido para nada!”

“Siente la fuerza de tu propio ataque, caballero” dijo el Capitán.

Dayuri pudo apreciar que el caballero no era capaz de sacar el brazo del ardiente magma, se revolvía en dolor, pero sonreía.

“¿Eres masoquista, caballero? Desde luego a los jóvenes no hay quien os comprenda…”

De pronto la cabeza del dragón comenzó a iluminarse acorde con la sonrisa del caballero.

“¡Vete al infierno, Capitán Lardo!”

La cabeza del dragón explotó desde el interior por una onda de Fidel, liberando todo el magma sobre el Capitán, además de una explosión y una nube de humo.

“¡Bien hecho Fidel!” le felicitó Arturo.

Al disiparse la nube de humo pudieron ver al Capitán Lardo con algunos pedazos de roca fundida sobre el cuerpo, se le había quitado la sonrisa de la cara.

“Te has cargado mi camisa…”

“¿Qué?” dijo Fidel.

“La camisa que usaba como rienda para sujetar al dragón, te la has cargado al hacer explotar esa onda”.

“¿Eh?” respondió.

“Me parece que no sabes lo que has hecho” dijo y se lanzó a por ellos.

Fidel quiso defender a su compañero herido y desenvainó su espada y empezó a atacar al Capitán, que evitaba sus estocadas sin ningún esfuerzo.

Mientras el Capitán burlaba a Fidel a su antojo, Gabriel se levantó del suelo. En un primer momento trató de volver a atacar, pero el dolor le obligó a detenerse y llevarse la mano a la cabeza, de la cual fluía un río de sangre tras su terrible traumatismo.

“Ugh… Será…”

No muy lejos estaban Jonyo y Bill, en condiciones semejantes.

“Eh, vosotros, venid aquí, tengo un plan”.

“¿Un plan?” murmuró Bill.

“Sí, pero necesito vuestra ayuda. Escuchadme”.

Una patada en el costado herido bastó para que el Capitán tumbara en redondo al caballero del fuego mientras bloqueaba un ataque de su compañero. Entonces Fidel enfureció y amenazó al Capitán.

“¡Te mataré!”

“Jajaja. Suena divertido. Adelante – dijo mostrando el pecho – Dejaré que me ataques una vez”.

Fuera de sí, Fidel se dispuso a atacar al Capitán con un corte en la yugular. Para su sorpresa, a pesar de que Dayuri no ofrecía resistencia ninguna, su espada se detuvo al tocar el cuerpo de su objetivo, y por más fuerza que hacía no pasaba de ahí.

“No lo entiendo, ¿qué pasa? ¿Qué has hecho?”

“Yo no he hecho nada. El motivo por el que no has conseguido cortarme es simple. Cuando chocan dos energías la más débil es la que resulta herida. Básicamente, la energía que desprende mi cuerpo inconscientemente es mayor a la energía que has creado al atacarme con esa espada”.

Fidel no daba crédito a lo que estaba escuchando y su cuerpo se quedó congelado de terror.

“¿Y tú eres quien quiere derrotar a Mesa? Ni con diez vidas entrenando lo conseguirías. Ahora fuera de mi vista”.

“Estilo Hiten Mitsurugi Ryu2. Técnica Amakakeru Ryu no Hirameki3”.

De un solo movimiento desenvainó su espada y cortó de un tajo todo el torso de Fidel en diagonal ascendente, de izquierda a derecha. El caballero cayó al suelo tras quedar unos segundos petrificado en pie.

“Dos menos. Quedan tres”.

“¡Sí! ¡Y yo soy uno de ellos!” escuchó gritar por detrás.

Jonyo apareció por detrás con los puños en guardia dispuesto para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

“Sin espada, ¿eh? Jugaré a tu nivel”.

El Capitán Lardo envainó su espada y también se puso en guardia. Prefirió atacar él y, cuando lanzó un gancho hacia el caballero, éste cerró los ojos y evitó el golpe. Pensando que pudiera ser un momento de suerte, Dayuri reiteró en su intento y volvió a atacar al caballero, y de nuevo esquivó todos sus ataques. Al dar el último, Jonyo aprovechó que su oponente bajó la guardia, dándole un fuerte golpe en el estómago.

“Bien – pensó – Ya soy capaz de atacar, al menos una vez, mientras capto los impulsos eléctricos de los músculos del rival. Voy mejorando…”

Dayuri trató de contraatacar, dolido por haber dejado que le alcanzasen. Atacó con un puñetazo al frente y el caballero lo evitó saltando. Al saltar vio que detrás se escondía el caballero de la rosa, ahora enfrente de él, portando dos rosas blancas en las manos.

“Dos rosas blancas, inofensivas”.

Gabriel lanzó las dos rosas, y el Capitán las esperaba sonriente. Desde el cielo, Jonyo emitió dos rayos, dirigidos uno a cada rosa, que las alcanzaron un segundo antes de llegar a su objetivo, convirtiéndolas en rosas amarillas.

“¡No!” exclamó el Capitán.

Las ahora rosas amarillas se clavaron en ambos lados del pecho del Capitán, y no tardaron en hacer notar sus efectos.

“Creo que las conoces bien. Son rosas amarillas paralizantes – dijo Gabriel – Viste cómo usamos una hace un momento, así que ya sabrás qué te está pasando”.

“No me subestimes, caballero. Esto no es suficiente para alguien como yo”.

Dayuri tensó los músculos y comenzó a emitir energía. Las dos rosas comenzaron a desprenderse de su cuerpo, saliendo cada vez más el tallo de su pecho.

“Se libera…” dijo Jonyo.

“¡Tekkai!” escuchó esta vez.

Bill le agarró por detrás utilizando todas sus fuerzas y su Muro de Hierro activado. Abrazado desde la espalda hasta el pecho y con los brazos retenidos, Dayuri continuaba tratando de liberarse por la fuerza.

“¡Rápido! – Exclamó Bill – ¡No aguantaré mucho!”

“Calma, será sólo un momento... – susurró Gabriel mientras desenvainaba su espada – Senbonzakura”.

La hoja de la espada de Gabriel fue dividiéndose poco a poco en mil pequeños pétalos de color de rosa, los cuales, según se desprendían de la espada, volaban alrededor del Capitán y Bill, como si estuvieran siendo transportados por el viento. Una vez se dividió la espada en pétalos, en las manos del caballero sólo quedaba la empuñadura. De forma repentina y como un tornado que aparece en medio de la calma sin que nadie lo espere, los pétalos se arrejuntaron sobre el Capitán y quien le mantenía quieto. Desde todas direcciones, como si de un abrazo de la naturaleza se tratase, provocándole centenares de cortes por todo el cuerpo a gran velocidad sin que ninguno pudiera hacer nada por evitarlos. Al ser cortes rápidos, el Capitán estuvo unos segundos quieto, sin que pareciese ocurrirle nada, y de pronto todas las heridas estallaron lanzando diversos chorros de sangre. Las dos rosas amarillas también fueron destruidas, y con ellas, sus efectos. El ataque sólo afectó a la parte delantera del cuerpo del Capitán, mientras que fue Bill quien recibió el ataque en su espalda. Sin embargo, éste no tuvo ni un rasguño en su cuerpo. Únicamente sus gafas estallaron en centenares de pedazos. Por último, los pétalos regresaron a la espada de Gabriel formando de nuevo su hoja.

“Sabía que el Muro de Hierro le serviría para inmunizarse de mi Senbonzakura, Bill no ha sufrido daños – analizaba el caballero – Sin embargo, una gran parte de la efectividad del ataque se ha perdido por mi falta de experiencia. Aún no soy capaz de concentrar todo su poder en un cuerpo tan pequeño. Apenas ha recibido una décima parte del daño que puede llegar a causar. Supongo que el tener la parte trasera cubierta también ha influido, pero aún así sería una quinta parte en el mejor de los casos”.

Bill dejó suelto al capitán, que cayó al suelo de rodillas.

“Parece que hemos ganado” comentó Bill al verle caer ante sus ojos.

“Y yo creo que he sido demasiado amable con vosotros”.

Dayuri se levantó del suelo. Tras palparse por todo el cuerpo, vio que toda su parte delantera había recibido pequeños cortes, dañando su imagen.

“He querido dejaros ventaja para que jugásemos un rato, pero se ve que habéis aprovechado para hacer cuanto habéis podido. Así que basta de juegos”.

Agarró a quien tuvo más cerca, en este caso fue Bill. Tras cogerle del mismo modo que la había cogido él antes, salió volando con su presa atrapada y fue directo a las profundidades marinas.

“¡¡¡A ver si ese cuerpo férreo te salva de esto!!!” exclamó un segundo antes de entrar en el agua.

Tras sumergirse dejando un notable chapuzón empezó a descender metros y metros arrastrando consigo a su condenado.

“¿Qué pretende? Con la sal del agua le deben escocer las heridas, pero no parece importarle”.

De pronto notó como se le partía un hueso de la pierna.

“¡Arg! ¡Era eso!”

La presión del agua pasaba factura al cuerpo de Bill, a pesar de tener activado el Muro de Hierro. Según descendía, notaba como se le iban rompiendo más y más huesos, temiendo por su columna vertebral.

“Lo entiendes, ¿verdad? Jajaja – reía el Capitán – Tu defensa no es rival para la fuerza de la naturaleza. Puede que con ella aguantes más, pero llegará un momento en el serás tú quien ceda, no el mar”.

En la superficie, Jonyo y Gabriel esperaban noticias de alguno de los dos. De pronto, el Capitán apareció con Bill a cuestas y lo arrojó al suelo, inconsciente.

“¿Lo has matado?” preguntó Jonyo.

“Ha tenido suerte, llegamos al fondo antes de que su columna vertebral sucumbiera a la presión”.

“O sea que le hubieras matado si hubieras podido” conjeturó Gabriel.

“Dejaré ese detalle a tu elección, puesto que eres el siguiente”.

El Capitán se lanzó contra Gabriel, quien, aún con la espada en la mano tras el último ataque, trató de usarla para defenderse. Mientras se acercaba, Dayuri desenvainó la suya y al llegar ambas chocaron. Las mellas y el óxido de la espada del Capitán crearon chispas en la fricción de ambas espadas, chipas que salpicaron accidentalmente en los ojos del caballero de la rosa, provocando su cese en el forcejeo. Al ocurrir aquello, las ansias de destrucción del Capitán se redujeron a una decepción total y se quitó de encima a su oponente de un manotazo. El choque contra el suelo teniendo la herida de antes en la cabeza hizo el resto.

“Quedas tú”.

“Aunque esté sólo, sabes que no puedes tocarme. Puedo esquivar cualquiera de tus ataques. Lo hice antes y lo volveré a hacer ahora”.

“Ah, sí… Eso… Está bien. Evita esto si puedes”.

Dayuri se lanzó contra el caballero del rayo con el puño hacia el frente. Jonyo cerró los ojos y se concentró, calculando la trayectoria del impacto a través de los impulsos nerviosos de los músculos, como de costumbre.

“Será ahí” pensó.

Ahí fue. El Capitán Lardo le golpeó con fuerza en la mejilla, rompiéndole varios huesos de la cara. Para su sorpresa, no sólo consiguió darle en esa ocasión, sino que toda la lluvia de golpes que vinieron después, dieron en el blanco, dejando poco a poco al caballero fuera de combate.

“Creo que sabes lo que está pasando, pero por si acaso te lo explicaré. Aunque seas capaz de adivinar cuales serán mis ataques, si son más rápidos que tu velocidad para esquivarlos, detectarlos no te sirve de nada. Ha estado bien, caballero, ¡pero se acabo!”

Dicho esto, dio un codazo en la nuca al caballero como golpe de gracia y le dejó inconsciente al instante.

“Y ahora que nadie puede detenerme, me encargaré de vosotros” dijo señalando al lugar donde se encontraban Peter, la princesa y Shin.


Daiendan = Lanzallamas Gigante

Hiten Mitsurugi Ryu = Corte Honorable de Espada del Dragón Volador

Amakakeru Ryu no Hirameki = Destello del Dragón Volador

2 comentarios:

Anónimo dijo...

joder vaya paliza que nos ha dao en el momento final,aunque bueno tmb era de esperar siendo el capitan,por cierto cuanto tiempo se supone que ha pasado en todo el combate??incognita y por cierto ha estado muy bien la lucha esta me ha gustado bastante
Se ve que los vasallos de aquella a quien acabáis de quitar a vida no eran tan inútiles como ella decía(la vida)
Soltó las mandíbulas del monstruo de lava, que al no frenar de estrelló (se estrello)
Un saludo a todos

Anónimo dijo...

Esto empieza a tomar forma... el final se acerca!!!!!!!! ¿Quién salvará a los caballeros, a peter y la princesa? Dios!!!! publica el siguiente por favor, que esta ha tardado en salir un poquillo la verdad =P.

Va siendo la hora de morir (me encanta esa frase)