domingo, 1 de diciembre de 2013

Episodio CLX

Este es el último capítulo de este año!! Ya os he dicho por whatsapp el motivo :) Continuaremos en Enero ^^
Tamaño: 6'6

Episodio CLX
R
eik se había quedado con la miel en los labios, y ahora, reposaba en silencio frente al cadáver de Jezabel, reflexionando sobre su comportamientos durante los últimos momentos.

“Al final… Perdí. Perdí contra mí mismo. Perdía el control de mis actos y traté de matarle antes de que se suicidara. En el fondo, no había ninguna diferencia entre mi comportamiento y el de Fidel… Qué vergüenza. Yo, el caballero del hielo, sucumbiendo ante el calentón de matar yo mismo a mi presa… ¿Les estará pasando lo mismo a los demás?”

Se concentró, tratando de detectar las energías de sus compañeros, y vio claramente que junto a cada una de ellas se encontraba una energía más, la de sus adversarios.

“Parece que he sido el primero en terminar. Los demás siguen en medio del combate… No me voy a meter en un combate ajeno, que cada uno se busque la vida. Ahora tengo la oportunidad de terminar con esta batalla absurda y encontrar un nuevo camino”.

Quería irse sin mirar atrás, pero no pudo evitar girarse para observar el cadáver de la teniente una vez más. El cuerpo estaba doblado sobre sí mismo, exhibiendo una mueca deformada de su boca. En la sien derecha se observaba una herida del tamaño de una moneda, y un río de sangre manchaba su cara. La pistola se había caído de su mano derecha, que ahora, descansaba sobre su rodilla, con la palma mirando hacia arria, mientras que la mano izquierda colgaba inerte. Junto a su pie, se encontraba la pistola con la que se había quitado la vida, y en la parte delantera de su chaqueta estampada con un ratón animado, se encontraban sus insignias militares.

“No voy a decirle nada a un cadáver”.

Ahora sí, miró hacia el frente, y emprendió su marcha. Sin embargo, a los pocos metros notó algo extraño y se detuvo. Se quedó quieto, y escuchó un extraño silbido proveniente de detrás de él.

Inmediatamente, se dio la vuelta y desenvainó su espada. Algo extraño le ocurría al cadáver de la teniente. Un extraño humo rodeaba su cuerpo. Salía de las cuencas de sus ojos y de su boca, que de pronto no eran más que tres oscuros agujeros sin nada en su interior. El misterioso humo tiraba ligeramente del cuerpo hacia arriba, y la cabeza ondeaba ligeramente entre aquel extraño gas.

El humo se acumulaba sobre los restos mortales de la teniente formando, en un primer momento, una masa uniforme. Sin embargo, sin llegar a adoptar una forma humana, en el humo se fue dibujando el rostro de la teniente, mientras que le crecían unos pequeños brazos a los lados. Cuando el humo terminó de salir del cuerpo, los últimos extractos quedaron en la parte inferior de la nube, con una suave punta que imitaba una cola.

“¿Pero qué… coño…? ¿No te habías muerto, maldita zorra?” preguntó el caballero anonadado.

“Y en efecto, he muerto – contestó el ente ectoplásmico con una extraña voz con eco – ¿Es que no lo ves? Ahí está mi cadáver. Pero no he muerto de forma normal, recuérdalo”.

“La pistola…” recordó Reik al ver que todavía reposaba sobre la rodilla del cuerpo.

“Efectivamente. Esa pistola no era un arma normal. La bala que dispara acaba con tu cuerpo, como cualquier otra, pero antes de hacerlo, encierra tu alma en su interior para que no mueras, y cuando se destruye la libera”.

“Las almas no son más que una pequeña cantidad de energía que contiene nuestra personalidad, nuestra conciencia, nuestra esencia, y que tienen una tenue luz propia. Yo las he visto varias veces. Cuando ha muerto alguien, esa cría estúpida las rodaba para apropiarse de su poder. Y nunca jamás han sido de otra manera. Sin embargo, tú eres un verdadero fantasma”.

“Salta a la vista que la pistola tiene más efectos que impedir la muerte del que se dispara con ella. El humo que me envuelve encierra mi alma, permitiéndome ganar el control de la energía que la forma, por eso mi rostro está reflejado en el humo y puedo hablar. También me otorga este aspecto clásico de fantasma. No obstante, como cualquier herramienta, sus efectos son por tiempo limitado. En una hora, el humo se disipará en el aire, liberando mi alma, y yo moriré completamente”.

“¿Entonces qué pretendes? ¿Darme un susto?”

“No he terminado. ¿De verdad piensas que cometería un acto tan arriesgado sin una estrategia previa? Si he renunciado a mi cuerpo y arrebatado la libertad a mi alma, está claro que es para conseguir otro cuerpo – el fantasma de la teniente comenzó a repasar de arriba abajo el exuberante cuerpo del caballero del hielo, que a pesar de sentirse observado, no llegó a incomodarse – Sí, exacto. Tu cuerpo. Con esta forma, tengo la capacidad de arrebatar el cuerpo de mi adversario y adueñarme de él, y nada me produce más placer que conseguir el cuerpo de la persona que más me odia en todo el planeta. Te arrebataré la vida y viviré en tu cuerpo, para que tu alma permanezca en un estado de tormento y desesperación eterno, al saber que ahora sirve a su peor enemigo”.

“Incluso después de muerta, pretendes atormentarme. No te saldrás con la tuya. Antes de servirte a ti, prefiero entregarle mis poderes al Caballero Negro. Si te apoderases de mi cuerpo, Mesa te obligaría a darle el elemento hielo a Blackron, así que tu plan es un completo fracaso incluso antes de empezar”.

“Te equivocas de nuevo, caballero. Yo no obedezco órdenes de nadie que no sea el Capitán Lardo. Me da igual Mesa, me da igual el Caballero Negro, incluso me da igual el Señor Oscuro. Con tu cuerpo, me infiltraré entre los caballeros, acabaré con todos ellos desde dentro, en silencio, sembrando la discordia, minando su confianza, haciéndoles temer dar la espalda a aquellos a los que llaman compañeros. Puede que hasta se maten entre ellos, lo que sería un espectáculo mucho más gratificante para mí. Después, le llevaré sus cabezas a mi Capitán, y juntos acabaremos con Mesa y el Señor Oscuro”.

“Una persona como tú, que no tiene ilusión ni ambiciones propias, que vive en la sombra, detrás de otra persona, con la única intención de servirla por siempre, no es necesaria en este mundo, no vas a aportar nada al resto de seres vivos, ni siquiera esa destrucción y muerte que tanto pretendes, porque en realidad no serás tú quien la haga, sino Lardo. Lo que tienes que hacer es desaparecer, como había dicho yo desde el principio, y me encargaré de que así sea”.

“Disfrutaré mucho viendo tu alma torturada cuando me apodere de tu cuerpo” dijo el fantasma, y se lanzó volando contra el caballero.

“Vale, vamos a pensar – el caballero del hielo analizaba la situación – Ha dicho que el humo morado envuelve su alma, y que al disiparse, ésta se liberará en una hora. Lo único que tengo que hacer es disipar el humo cuanto antes y se morirá ella sola. Supongo que Verónica, que poseía el poder del viento, podría resolver esto rápidamente, pero yo tendré que pensar otra cosa…”

El fantasma de la teniente se abalanzó sobre él. No llevaba ningún arma, no tenía ninguna posición de combate, tan sólo era una cabeza y unos brazos de humo morado directos a cazar a una presa.

“Joder… ¿Y ahora qué hago? Espectros, fantasmas… ¿por qué siempre me tocan a mí los enemigos raros? Primero una versión oscura de mí mismo intenta suprimir mi voluntad, y ahora un fantasma de mi peor enemiga quiere adueñarse de mi cuerpo, sin olvidar que ya una loca consiguió controlarme con un beso en la frente. ¿No puedo tener un adversario normal como los demás? Parece que tendré que experimentar… Al menos al espectro contra el que me enfrenté la última podía golpearle… ¡Vamos a probar!”

Según venía su objetivo, extendió el puño para golpearle. Sin embargo, el ente atravesó su brazo, y después todo su cuerpo, provocando un escalofrío en el caballero. Tras atravesarle, se quedó volando de un lado para otro riendo maliciosamente.

“¡Jajaja! ¿Es que no te acuerdas? ¡Soy un auténtico fantasma! Ninguno de tus ataques puede hacerme daño alguno, ni los físicos, ni los elementales, ni los energéticos. Por ende, tu estúpida técnica de reducir la velocidad de los átomos que forman mi cuerpo también ha dejado de funcionar. Aunque es cierto que los gases también están formados por átomos, su distribución es tan dispersa que es imposible conseguir que afecten a la estructura gaseosa al completo. ¡Y todavía falta el toque final! ¡¡Estás acabado caballero!!”

“¿El toque final? ¿De qué está hablando? – el caballero se notaba extraño. Algo había pasado desde que el fantasma atravesó su cuerpo. Era como si hubiese perdido parte de sus ganas de luchar, como si de pronto estuviese harto de tanto combate y lo que de verdad le apeteciese fuera ir a descansar, a tomarse un poco de tiempo para él. Sin embargo, aquella idea le rondó por la cabeza nada más que un instante, y enseguida regresó a su objetivo actual. Fue entonces cuando descubrió un residuo del humo morado que soltaba el fantasma de la teniente revoloteando por ahí, y lo despejó con unos manotazos – Que asco…”

La teniente observaba todo cuidadosamente, manteniendo esa sonrisa malévola, mientras daba vueltas alrededor del caballero, buscando la oportunidad de volver a atacar.

“Bueno, con calma – pensaba Reik – Tal vez no haya podido alcanzarla ahora, pero lo mismo se aplica para ella. Es un fantasma que sólo puede revolotear como un pajarito mientras espera a su verdadera muerte. El tiempo está de mi parte, y tiene que haber algún punto de su cuerpo que pueda atacar – reflexionaba mientras analizaba su apariencia gaseosa – La boca… Puede que sea eso. Al fin y al cabo, se comporta la misma forma que una boca real, es un agujero, ¡y dentro puede estar mi camino hacia la victoria!”

Intentó llevar a cabo la idea que tenía en mente. Cuando la teniente volvió a atacar, lanzando un grito pavoroso, el caballero extendió su espada y la introdujo por la boca, buscando acertar en algún punto tangible, pero todo fue en vano, y la misma escena volvió a repetirse. El fantasma atravesó espada y caballero, al igual que haría con una pared, y volvió a quedarse dando vueltas en el aire.

El caballero volvió a sentir esa sensación, pero ahora un poco más intensa. Sintió  que estaba cansado, pero no físicamente, estaba cansado de luchar, cansado odiar, cansado tanto de hacer como de recibir daño. Por primera vez se le pasó por la cabeza la idea de acabar con todo, de rendirse y descansar en paz, para siempre. Fue entonces cuando volvió a ver parte del humo morado del fantasma a su alrededor, y entonces comprendió todo.

“Esto que me está pasando… ¡es cosa tuya!” exclamó mientras volvía a dispersar el humo.

“Veo que por fin te has dado cuenta, caballero. En efecto, el humo que forma mi cuerpo contiene una sustancia venenosa llamada Negative Hollow. Esta sustancia no produce ningún tipo de daño físico en la víctima, y por tanto tampoco es mortal. Lo único que hace es drenar la voluntad del individuo, poco a poco, hasta que elimina todos los deseos, las ilusiones, las intenciones, los intereses, las ansias, y por último, la esperanza del sujeto, convirtiéndolo en un contenedor sin nada más dentro que ganas de morir.

Será entonces cuando me apodere de tu cuerpo, devorando tu alma con el poder del fantasma, y no hay forma alguna de que puedas evitarlo. Tu subconsciente sufrirá por toda la eternidad, sellado dentro de tu propio cuerpo, por no haber sido capaz de cumplir su objetivo cuando estaba a un paso de lograrlo, ¡¡yo te convertí en lo que eres ahora, tú eres mío, y ahora, reclamo tu existencia!!”

Aquellas palabras calaron en el alma del caballero, y él lo notó, pero a estas alturas desconocía si de verdad le había afectado el discurso, o si ya estaba bajo los efectos del Negative Hollow.

El fantasma de Jezabel volvió al ataque. Reik intentó defenderse de nuevo, pero sus bandazos al aire con la espada no sirvieron para ahuyentar al espíritu maligno que trataba de atormentarle. Una y otra vez, la teniente pasó por el cuerpo de Reik, dejando aquella sustancia venenosa a su paso, que penetraba por los poros de su piel rápidamente, anulando su voluntad.

La fuerza de voluntad del caballero estaba claramente mermada por el veneno. Recuerdos trágicos que creía haber olvidado resurgían de nuevo. Dolor que creía haber superado afloraba por su mente como un volcán. Parecía como si estuviera de nuevo en aquel día, sufriendo como si todo acabara de ocurrir.

Revirir toda esa angustia estaba siendo demasiado para Reik, que cerró los ojos y se tapó los oídos, tratando de escapar de su propio pasado, una vez más. De pronto, se vio flotando dentro de sí mismo, en un mundo totalmente blanco, sin cielo ni tierra, ni nada. El caballero pensó que probablemente su cuerpo ya había caído pasto de las garras de la teniente, y por un momento, respiró aliviado, todavía bajo los efectos del veneno.

“¿Qué está pasando? – Dijo una voz con un extraño eco – ¿Me has ganado para terminar así? ¿De verdad vas a permitir morir de esta manera?”

Una figura humana exactamente igual a él, pero completamente oscura, y con los ojos rojos, se mostró ante Reik.

“¡¿Qué clase de basura eres tú?! ¡¿Vas a perder a manos de alguien que ya está muerto?! ¡No pienso tolerar que esa puta se apodere de nuestro cuerpo! Si acaba contigo, yo resurgiré, y si lo hago, aunque gane, tú no podrás sobrevivir. Eres el caballero del hielo, y tu atributo es la determinación. Te dejo una última oportunidad para que demuestres que mereces haberme derrotado y seguir existiendo. Vence, o muere”.

El fantasma de la teniente vio que era el momento de arrebatar el cuerpo del caballero, y se lanzó a por él sin dudar un instante, y en ese momento, Reik levantó una barrera de hielo inconscientemente, tratando de detener a su oponente de la forma que fuera posible, por desesperada que fuese.

“¡Tus sucias barreras no pueden detener a un fantasma! – gritaba la teniente mientras continuaba avanzando – ¡Es hora de decir adiós caballero!”

Sin embargo, algo ocurrió. El fantasma se detuvo de repente, y el caballero pudo ver perfectamente lo que había ocurrido. Un rayo de luz del sol se había reflejado en el hielo, concentrándose, y al alcanzar al fantasma, había logrado disipar levemente el humo que lo componía, sacando a la luz algo escondido en su interior, el corazón de Jezabel, ahora paralizado por la luz.

“Eso… Eso es mi puerta hacia la victoria… El espectro me ha ayudado, porque si yo desaparezco, él también lo hará, pero al fin y al cabo, me ha ayudado. ¡Tengo que acabar con esto!”

Quitó la pared de hielo, e inmediatamente cogió la espada para atacar al corazón, pero no se dio cuenta de que al hacerlo, también eliminó el reflejo de la luz, y el humo volvió a cubrir al órgano, protegiéndolo de nuevo, e inhabilitando el ataque de Reik, que refunfuñó enfadado.

“Vaya, parece que has descubierto el punto débil de mi técnica en el último momento. Sí, para mantener viva la personalidad, o diría más bien la esencia de la persona que muere dentro del fantasma, es necesario su corazón, que cuando se enfría y pierde la poca sangre que le queda, la técnica se deshace, por eso sólo dura alrededor de una hora.

Pero eso ya da igual, porque sólo tengo que pasar a través de ti una última vez para poder introducirme en tu cuerpo y devorar tu alma. Tus ánimos ya han sido reducidos a niveles ínfimos, y aunque tu cuerpo esté en plenas condiciones físicas, no podrás utilizarlo adecuadamente”.

“Así que podríamos decir, que el combate se decidirá en el próximo ataque”.

Los dos se miraron mutuamente. Sabían que, pocos segundos después, uno de los dos ya no estaría allí, y querían guardar una última imagen de su oponente antes de derrotarlo.

Un instante después, los dos saltaron al ataque. Reik creó un pequeño cristal de hielo en su mano, y reflejó el sol en él, buscando apuntar hacia el fantasma, que volaba de un lado para otro, evitando el contacto con la luz del sol, mientras continuaba avanzando sin que Reik pudiera hacer nada.

Viendo que su estrategia había fallado, arrojó el cristal de hielo al suelo, el cual se rompió en pedazos. Saltó, cogiendo la espada con las dos manos, y fue al encuentro final.

“Me alegra ver que afrontas tu muerte con valentía, ¡¡utilizaré tu cuerpo para matar a todos tus compañeros como recompensa a este acto!!”

“La única persona que va a morir… ¡Eres tú!”

El caballero del hielo utilizó la hoja de su espada para reflejar la luz del sol contra el fantasma, que al estar tan cerca, recibió en rayo concentrado y con mucha intensidad, disipando gran parte del humo y sacando a la luz el corazón de Jezabel, que fue atravesado por la espada del caballero en un instante.

“Ahora ya sí que puedo decir que no tienes corazón” dijo el caballero mientras lo extraía del interior del humo”.

“No… No... – sollozaba el fantasma de la teniente mientras su envoltorio gaseoso se deshacía – ¡¡No voy a morir!!”

Rápidamente, y en un descuido del caballero, Jezabel descompuso el cuerpo del fantasma y se introdujo en el cuerpo de Reik, que no pudo hacer otra cosa que ver cómo los resquicios de aquel humo morado le invadían metiéndose por su boca, su nariz, sus oídos, e incluso las cuencas de sus ojos.

“¡Joder! ¡Me he descuidado!” decía mientras se quejaba, impotente, al saber que ya no tenía nada que hacer.

“¡Wajajajaja! – Escuchaba a la teniente en su interior – Ahora que he entrado en tu cuerpo, ya no necesito mi corazón. Tan sólo soy energía, y utilizaré lo poco que queda del fantasma para devorar y suplantar tu alma”.

El alma de Jezabel, envuelta parcialmente en el humo morado que antes emulaba la forma del fantasma, avanzaba a toda velocidad por el cuerpo de Reik, hasta que llegó al núcleo, donde encontró una llama blanca ardiendo intensamente, pero a la vez transmitiendo una calidez tenue y sobrecogedora.

“¡Se acabó, caballero!”

Por primera vez en su vida, el caballero del hielo sintió verdadero miedo a morir, y deseó con todas sus fuerzas estar vivo. Cuando el brazo de humo morado entró en contacto son el alma de Reik, ésta se intensificó  y comenzó a crecer, a la vez que desprendía una luz mucho más intensa y agresiva.

“¿Qué…? ¿Qué está pasando…? La luz… La luz me está engullendo…”

Poco a poco, la luz del alma de Reik fue eliminando el humo morado, y tras eso, a la ahora indefensa alma de la teniente.

“Noooooo… Nooooooooooo… Si tan sólo, tan sólo hubiera… Hubiera pasado a través de su cuerpo una última vez…” gritó antes de desvanecerse por completo.


Tanto el alma de la teniente como todo aquel humo morado que la envolvía se desvanecieron en el aire, desapareciendo de una vez y para siempre. Reik, agotado tanto física como mentalmente, cayó al suelo de espaldas de la impresión de ver todavía estaba vivo, y sonrió.

Curiosidades!!!

El truco de dispararse en la cabeza y no morir viene del videojuego Persona 3, donde precisamente los personajes deben pegarse un tiro en la cabeza para sacar las invocaciones con la que atacan.


Lo de un fantasma con corazón como punto débil viene del Luigis Mansion, videojuego que parodia a Los Cazafantasmas en el que Luigi debe iluminar con una linterna a los fantasmas cuando están desprevenidos para que muestren su corazón y poder absorberlos y sellarlos.


Negative Hollow es el ataque principal de Perona, personaje de One Piece, que tiene los mismos efectos que aquí, sólo que además inmediatos.


Jezabel es homenaje al personaje Mistoban de Dai no Daibouken (en España Las Aventuras de Fly) y sus muertes son casi iguales.


Y bueno, por último, el aspecto del fantasma sería similar al de un Haunter, pero esto ya ha sido casualidad, no estaba preparado.


domingo, 24 de noviembre de 2013

Episodio CLIX


Tamaño: 6

Episodio CLIX
E
l aura negra que envolvía a Blackron se iba haciendo cada vez más y más intensa. Según lo hacía, los elementos oscuros empezaron a manifestarse. En primer lugar, un torrente de agua negra emergió del mar, estrellándose a la izquierda de su invocador. Después un tornado de viento oscuro apareció entre las nubes y se quedó detrás del Caballero Negro. Una llama negra se prendió en al aire y levitó hasta quedarse a su derecha, y por último, un feroz rayo negro descendió de los cielos, impactando justo entre los dos combatientes. Ésa era la señal.

“Será infantil… Sólo está marcando paquete” pensó el caballero del rayo.

El rayo negro se desvaneció e un instante, y con él, el resto elementos oscuros, y los dos jóvenes salieron al ataque. Blackron adelantó su primer movimiento, y proyectó un chorro de agua negra contra el caballero del rayo.

“¡No pienso dejar que me atrapes con esa mierda!”

Se echó hacia un lado para evitar el agua, pero su contrincante insistió, redirigiendo el chorro para perseguirle. Jonyo aumentó su velocidad, dejando atrás aquella corriente de agua negra, y siguió avanzando hacia su objetivo.

“Estoy sorprendido – pensaba – Parece que el entrenamiento con aquella armadura tan pesada de Shawn sí que sirvió para aumentar mi velocidad. Puede que no hasta niveles estratosféricos, pero sí lo suficiente para marcar la diferencia en combate. ¡Tengo que aprovecharlo ahora que todavía es un factor sorpresa!”

Trató de no esforzarse al máximo, para poder seguir sorprendiendo a su contrincante a lo largo del encuentro, y aumentó su velocidad únicamente en la cantidad necesaria para librarse del agua negra que le perseguía, sin dejar demasiada distancia, para que pareciera que no podía hacer más.

El Caballero Negro no pudo hacer otra cosa que ver cómo su ofensiva era completamente inútil, y su antiguo compañero de acercaba a él, espada en mano, directo al ataque.

Cuando Jonyo blandió su espada para atacar a su adversario, el Caballero Negro alzó una mano al cielo, y un tornado de viento negro se formó a su alrededor, envolviendo a su amo, y protegiéndolo de cualquier golpe.

La espada del caballero impactó en el viento negro, que giraba a gran velocidad, y fue rechazada por la fuerza centrífuga del elemento. Jonyo también fue arrastrado levemente y perdió el equilibrio durante un instante, momento que aprovechó su oponente para deshacer el escudo de viento y reaparecer en posición de ataque, y ejecutando un espadazo en horizontal.

Inconscientemente, el caballero del rayo dio un salto con el único pie que todavía controlaba, y se libró del corte fatal. Después dio una voltereta hacia atrás en el aire, y al aterrizar se impulsó hacia delante, para reiniciar la ofensiva.

Blackron le veía venir, y estaba preparado. Una suave corriente de viento negro comenzó a acumularse en su espada. Tras eso, dio un espadazo horizontal al aire, y un haz de viento negro con forma de luna en cuarto menguante salió disparado hacia el caballero.

“Eso es… Getsuga Tenshou… Está tratando de frenarme de cualquier forma, porque sabe que soy más rápido que él… Y yo me estoy atreviendo a reservar mis fuerzas contra un oponente tan colosal… ¡¡No puedo permitírmelo!! ¡¡Daré el máximo!!”

Jonyo aumentó su velocidad, y fue de cabeza contra la técnica de su adversario, enfrentándola directamente con la espada. Las dos fuerzas chocaron, y se inició un forcejeo entre el caballero y el ataque de viento negro.

La fuerza del Getsuga Tenshou arrastró los pies del caballero varios metros, pero Jonyo puso todas sus fuerzas en su espada y consiguió mantenerse de pie. Sin embargo, el poder de la técnica del Caballero Negro continuaba empujándole sin que pudiera hacer nada, hasta que la energía que lo componía se diluyó y terminó desvaneciéndose. El caballero del rayo quedo a escasos metros de caer por el acantilado, y cuando vio que no había sucumbido ante el Getsuga Tenshou, cayó de rodillas de cansancio y emoción.

“Lo… Lo he resistido…”

“No te eches flores, Jonyo… No has aguantado el impacto del ataque, ni has conseguido romperlo. Simplemente lo has retenido hasta que se ha dispersado la energía que lo componía. Es algo que le pasa a todos los ataques energéticos o elementales.

“Me da igual – respondió mientras se ponía en pie – El caso es que no has logrado tumbarme”.

“No te preocupes – Blackron comenzó a acumular viento negro de nuevo en su espada – Te tumbaré ahora, y ya no podrás levantarte”.

“¡¡Ahora!!” pensó Jonyo.

En el momento en que Blackron se dispuso a ejecutar su ataque, el caballero del rayo se movió a toda velocidad, alcanzó a su oponente en un instante, y consiguió acertarle un puñetazo en la mejilla cuando iba a desatar su ataque. El caballero se quedó unos segundos con el puño encajado, esperando una respuesta del cuerpo de su adversario, pero no consiguió moverlo ni tirarlo al suelo. Finalmente, el propio Caballero Negro agarró del brazo a Jonyo y apartó su puño.

“No aprendes Jonyo – dijo mientras se limpiaba un pequeño hilo de sangre que caía derramaba por el labio – Ni siquiera sabes usar tus propios poderes, y por eso sigues siendo inferior a mí. A pesar de ser el más rápido de todos los caballeros, pones tanta fuerza en tus ataques que la tensión que generan tus músculos disminuye considerablemente tu velocidad, y acabas yendo más despacio que algunos de tus compañeros, sin alcanzar tampoco la potencia que consiguen desatar ellos. Por renunciar a ti mismo, te has quedado en un quiero y no puedo y ahora no despuntas en nada”.

“No digas tonterías, ¿de qué me sirve acelerar más si con la presión dinámica que se produce al aumentar la velocidad no puedo moverme libremente? Cuanto más rápido vas, más pesa tu cuerpo, y por ende también es más complicado mover el puño tenso y rígido para el ataque. Tal vez pudiera propinar algún golpe a esa velocidad, pero sería tan suave, que un adversario tan poderoso como tú ni siquiera se daría cuenta de que le han tocado.

Si voy a mucha velocidad y poca fuerza, ¿de qué me sirve alcanzar a mi objetivo si no puedo dañarle? Y si voy a poca velocidad pero con mucha fuerza, ¿de qué me sirve la fuerza si no soy capaz de alcanzado a mi objetivo? Me ha costado mucho alcanzar el equilibrio perfecto entre las dos cosas, y que un primer golpe no te haya hecho daño no servirá para que me convenzas de que estoy equivocado”.

“Está bien… Te voy a enseñar el verdadero poder de la velocidad, el poder de tu elemento, ¡el poder del rayo negro!”

Blackron, que todavía sujetaba al caballero por el brazo, lo arrojó violentamente al cielo, saltó, y le golpeó en el estómago para inmovilizarle momentáneamente. Después le dejó caer. El caballero quedó unos instantes sin respiración, el tiempo suficiente como para que Blackron pudiera invocar su ataque.

“El rayo negro es un elemento muy difícil de controlar – comentaba mientras alzaba una mano al cielo y comenzaba a acumular energía en su cuerpo – Y siendo la primera vez que lo utilizo, lo más probable es que no acierte a la primera, así que iré a lo seguro…”

El caballero del rayo levantó la mirada. En un pestañeo, un rayo negro cayó del cielo, fulminante, muy cerca de él. Pocos segundos después, cayó otro, por detrás del Caballero Negro. Finalmente, Blackron terminó de cargar energía, lanzó una onda de energía negra hacia arriba, que fue engullida por las nubes, y estas liberaron una tormenta de rayos negros que asolaron el lugar.

Jonyo no tuvo tiempo ni de reaccionar. La velocidad de aquellos rayos negros fue fulminante, su fuerza ineludible, y su poder abrumador. Sacudieron brutalmente toda la zona alrededor del caballero del rayo, buscando acertar por pura inercia, atravesando rocas, tierra y aire, y también al propio caballero.

No tardó en notar los efectos del rayo negro sobre su organismo. Esperaba sentir una descarga eléctrica de gran poder, sin embargo, no sintió nada, es más, dejó de sentir. En unos instantes, el caballero del rayo perdió la vista, y quedó sumido en la más absoluta oscuridad, a pesar de que ningún rayo le había alcanzado en los ojos. Después, perdió el equilibrio y cayó al suelo, pero no sintió el golpe al caer. Ni el golpe, ni nada. No era capaz de percibir su propio cuerpo. El olor de la tierra era lo único que le confirmaba que de verdad había caído al suelo, pero también dejó de percibirlo poco después. Ya sólo le quedaba el estruendo de los rayos negros sacudiendo la zona, y finalmente también terminó por desaparecer.

Sin embargo, él sabía que no estaba muerto. Sabía que esos rayos negros no habían acabado con su existencia, porque todavía podía hacer una cosa. No podía ver, oír, oler, ni moverse, pero seguía siendo capaz de pensar. Pensaba en lo que había ocurrido, y en la manera de salir de aquella terrible situación. Pensar era lo único que probaba que estaba vivo.

Aunque Jonyo no lo sabía, la lluvia de rayos negros había cesado. Blackron permanecía de pie, observan el cuerpo inanimado del caballero, que yacía en el suelo, sin ninguna evidencia de lucha que hubiese podido tumbarlo. A pesar de que su adversario estaba indefenso, el Caballero Negro no se movió, no comenzó ningún ataque, no aprovechó para ganar. Se quedó inmóvil, en silencio, esperando.

Poco a poco, el caballero del rayo, fue recuperando sus facultades de la misma inexplicable forma por la que se habían ido. Empezó moviendo los dedos ligeramente, percibió el olor de su propio aliento al respirar, escuchó el sonido del viento, y la imagen del mundo volvió a aparecer en la pantalla de sus ojos. Estaba ligeramente conmocionado, pero en unos instantes recordó todo lo que había ocurrido y se levantó dando un sobresalto, buscando heridas en su cuerpo, llevándose la mano a la espada para protegerse del siguiente ataque, buscando por todas partes a un adversario que no se había percatado que tenía delante. Al ver que su cuerpo estaba intacto, se tranquilizó, y fue entonces cuando descubrió la figura de antiguo amigo, firme y desafiante, pero a la vez calmada y serena, frente a él, en el mismo sitio que estaba cuando ocurrió todo.

“¿Qué ha pasado? – Preguntó el caballero – No sentí ninguna descarga eléctrica cuando me alcanzaron esos rayos negros. Es más, no sentí nada, todo desapareció”.

“Esa es precisamente la habilidad del rayo negro. Como bien sabes, la electricidad es la base de cualquier organismo. Todos los órganos se comunican con el cerebro mediante impulsos eléctricos a través del sistema nervoso. El rayo negro desestabiliza la electricidad del cuerpo, cortando la comunicación del organismo. Por eso, aunque el cuerpo esté físicamente sano, se anulan todas las funciones vitales, porque las órdenes del cerebro no llegan a su destino y no pueden procesarse. Al mismo tiempo, las respuestas a estímulos de los órganos que el cerebro debe interpretar, tampoco son capaces de alcanzar la base del sistema, por lo que aunque tus ojos vean el mismo infierno, tu cerebro sólo puede mostrarte una pantalla en negro. Aunque tus oídos estén escuchando una horrible melodía, tu cerebro vive en el silencio. Aunque tu nariz esté oliendo un cadáver, tu cerebro no lo sufrirá, y aunque beses a la novia de tu mejor amigo, tu cerebro seguirá insípido”.

“Ya veo… Un poder abrumador, sí… Pero de ser cierto, entonces no entiendo una cosa, ¿por qué no me has atacado ahora que había perdido todos mis sentidos?”

“Sólo era un ataque de exhibición, a cortesía de la casa. Matarte cuando estás indefenso no tendría gracia. No serías consciente del sufrimiento que te pienso incurrir en el momento de tu muerte. Además, todavía tienes algo por hacer antes de morir”.

“Algo… ¿Por hacer?”

El caballero del rayo no entendía a lo que se refería su adversario, pero tampoco tuvo tiempo de pararse a pensar, pues, de inmediato, Blackron se abalanzó contra él. El caballero volvió a golpearle, buscando el punto óptimo que le permitiera utilizar toda su fuerza a la mayor velocidad posible. Echó el brazo para atrás, y golpeó al caballero Negro según venía, pero él ni siquiera se molestó en esquivar el golpe, sino que lo recibió, lo resistió, y continuó su ofensiva.

“¡Pierdes el tiempo!”

Blackron le agarró de los codos, para impedir nuevos puñetazos, y le asestó un rodillazo en el estómago. Jonyo se encogió de golpe, pero ver a su adversario apabullado no le impidió continuar golpeándole sin cesar.

Comenzó con un puñetazo en la barbilla, de arriba abajo, para levantarle, y un instante después le lanzó a un lado con una patada en el costado. Instintivamente, el caballero del rayo disparó una onda de energía, ahora que le separaba cierta distancia de su objetivo, pero Blackron volvió a cubrirse con un tornado de viento negro, y la onda salió desviada por la fuerza centrífuga.

“Otra vez ese viento negro… Pues ahora verás… – el caballero recurrió a la fuerza de su elemento. Invocó un rayo, que cayó a su lado, y en el instante en que impactó, Jonyo arrancó un trozo del centelleante elemento, y lo lanzó directo contra el tornado oscuro que envolvía a su adversario – ¡Lanza del Relámpago!”  

El rayo avanzó a la misma velocidad que cuando cae del cielo. Fue más rápido que un pestañeo. Aquel pedazo de rayo disolvió el tornado de viento negro y se abrió paso hasta Blackron, en el impactó violentamente, tumbándolo en el acto, donde se quedó tirado varios segundos, con múltiples espasmos.

“Hala… – el caballero del rayo no salí de su asombro – Lo he tirado por pura rabia, no me esperaba que fuese a funcionar, pero… El tornado de viento negro se ha desvanecido… Si mi Lanza del Relámpago ha conseguido vencerlo, eso sólo puede significar que iba a una velocidad superior a la giraba el viento. Entonces, ¿y si estoy equivocado? ¿Y si la estrategia que he llevado hasta ahora no era la correcta? ¿Y si pruebo a hacer eso?”

Las reflexiones del caballero eran tan profundas, que dieron tiempo a que Blackron se recuperara de los espasmos y se pusiera en pie, aunque todavía algo aturdido.

“Olvidé que ese ataque era demasiado rápido. Incluso yo, el mejor de los mejores, puedo cometer un error”.

“Está bien, probaré – Jonyo seguía enfrascado en sus propios pensamientos – Le daré una oportunidad a esta teoría, combatiré por encima de mis creencias, ¡lo haré!”

Blackron volvió a lanzarse al ataque, pero en aquel momento, la velocidad a la que avanzaba, a Jonyo le parecía lenta, muy lenta.
El caballero redujo su fuerza al mínimo, aligeró su peso, liberó todas sus tensiones, y por primera vez, renunció a todo lo demás para ir lo más rápido que pudiera. Un segundo después, la nariz del Caballero Negro estaba ensangrentada, y él tirado en el suelo, sin estar seguro de lo que había ocurrido.

“¿Qué cojones ha pasado? – se preguntaba Blackron mientras trataba de detener la hemorragia – Sólo vi una luz en el puño de Jonyo, cuando todavía estaba lejos de mí, y de repente, pasó esto…”

“Estoy tan sorprendido como tú, – le contestó Jonyo, que no dejaba de mirarse el puño y sonreír – pero por fin lo he comprendido. He comprendido… El verdadero poder la velocidad. Ese golpe, el que ha hecho que tu nariz sangre, ha sido el más débil que he dado en toda mi vida, pero por alguna razón, al aplicarle mi velocidad máxima, se ha vuelto extremadamente poderoso”.

“Veo que por fin lo has conseguido”.

“¿Cómo? ¿Esto es cosa tuya? No me digas que eso que dijiste antes que me faltaba por hacer, ¿era esto?”

“Cualquier sustancia, por diminuta o inofensiva que parezca, se vuelve temible cuando viaja a determinada velocidad. Si te cae una gota de pintura desde el espacio, el impacto que recibes equivale a un disparo de pistola. Si caes al mar desde un avión, el agua será más dura que el hormigón. Es normal que tus golpes, por poca que sea la fuerza que les apliques, se vuelvan tan poderosos al utilizarlos a velocidad máxima”.

“Que ciego he estado todo este tiempo… Tenía la fuerza que buscaba delante de mis narices, y jamás me paré a pensar siquiera en cómo utilizarla… Pero, dime, ¿por qué? ¿Por qué me lo has dicho? ¿Por qué me has ayudado? Pensaba que querías matarme”.

“Y es cierto, pero, al igual que tú, no me basta con cualquier victoria. Para demostrar que era, soy y seguiré siendo superior a ti para siempre, necesito vencerte al máximo de tu poder, y ese máximo acaba de alcanzarse ahora. Tú me diste el poder de tu elemento sin oponer resistencia, y no quiero deberle nada a nadie, así que yo he hecho que despiertes todo tu potencial. ¡La verdadera batalla comienza ahora!”

“Entiendo… Así que ya estamos en paz… No obstante, para mí, esto sigue sin ser suficiente. Yo quería derrotarte estando en posesión de todos los elementos oscuros, pero mis compañeros no van a perder, así que tengo que conformarme con acabar contigo a este nivel, a pesar de que no hayas conseguido todavía tu poder al completo”.

“Jejejeje…” reía maliciosamente.

“¿Qué te parece tan gracioso? ¿Es que piensas que puedes matarme en tu estado actual?”


“No, es que me hace gracia tu inocencia, porque aquí llega… ¡mi siguiente elemento oscuro!”

domingo, 6 de octubre de 2013

Episodio CLVIII

Al fin el capítulo que estoy seguro llevabais esperando mucho tiempo. La verdad sobre el caballero de la rosa. Espero que satisfaga vuestras expectativas.

Tamaño: 6'5

Episodio 

CLVIII
E
l caballero de la rosa alzó la empuñadura vacía de su espada, y ordenó la reagrupación de los pétalos, que todavía seguían pululando por ahí sin control, después de que su ataque resultara inútil.

Los pétalos retornaron poco a poco a su lugar de origen, y fueron recomponiendo la hoja de la espada en su totalidad. Una vez recompuesta, Gabriel la clavó en el suelo con fuerza, y una intensa aura blanca envolvió la espada. El aura se transfirió de la espada al caballero, y mientras avanzaba por su cuerpo, iba curando rápidamente todos los cortes que le había hecho su adversario en su último y desesperado intento de atacar.

“Se ha… Curado completamente… – dijo el Coronel Lardo – Estaba casi muerto y ahora está en plenas condiciones otra vez… Jejejeje… Muy bien… Así la diversión podrá continuar…”

Cuando el caballero de la rosa sanó por completo, el aura blanca desapareció de su cuerpo, pero no de su espada, que seguía clavada en la tierra. Miró fijamente a su adversario, y extrajo la espada de la tierra a la vez que ejecutaba un espadazo de arriba a abajo. La energía concentrada en la tierra, al dejar de estar en contacto con la espada, salió disparada hacia delante, de forma rápida y descontrolada. Tanto, que Dayuri sólo pudo apreciar una nube de luz abalanzándose sobre él un instante antes.

La corriente de energía, avanzaba a ras de tierra, abriendo el suelo a su paso, y engulló al Coronel Lardo, arrastrándole por el suelo dando vueltas, hasta que la corriente chocó contra un tronco, donde estalló, liberando a su presa, e incendiando el árbol.

A pesar de estar dolorido por haber sido arrastrado por el suelo y golpeado, Lardo se levantó del suelo embriagado por una gran excitación.

“Jejeje… Si lo llego a saber, te cuento la historia de esa putilla antes – murmuró mientras preparaba su espada para el combate – ¿No me digas que tú fuiste el pringado que la dejó allí sola? Pues tengo que darte las gracias. Todavía recuerdo sus gemidos de placer, el aroma de sus tetas, el sabor de los jugos de su coño chorreando… Mmmmm…” recordó relamiéndose los labios.

Gabriel estalló en cólera. Volvió a clavar la espada en el suelo, y en un instante, ésta estaba envuelta de nuevo en un aura de energía blanca. Sin embargo, ahora, el caballero no liberó la energía de la espada, sino que se lanzó al ataque con ella en mano.

Mientras avanzaba, Gabriel alzó la espada. El aura blanca que envolvía la espada fue absorbido por la hoja, que comenzó a brillar intensamente hasta convertirse en una espada de luz.

Su adversario advirtió el peligro que suponía el caballero en esos momentos, y por primera vez en su vida, decidió esquivar los ataques y observar, en vez de saltar él también al ataque, para evitar una muerte prematura.

El caballero de la rosa avanzaba sin ningún tipo de estrategia ni control. Intentó un corte horizontal que Lardo evitó saltando, y la fuerza del espadazo era tan intensa, que se produjo una onda expansiva que cortó el tronco de varios árboles cercanos. Saltó para perseguirle, y asestó un espadazo vertical con tanta fuerza que ni él mismo podía frenar. Su enemigo se dio cuenta de eso y sólo tuvo que apartarse para evitar el golpe. El caballero avanzó con la espada hasta tocar el suelo, donde se liberó la mayoría de la energía concentrada, provocando una explosión que arrasó los alrededores.

El Coronel Lardo se encontraba ahora detrás de él, así que Gabriel aprovechó el giro que tenía que hacer para tenerlo de frente, para asestar un nuevo espadazo horizontal. Sin embargo, en medio de la ejecución de su ataque, la energía que iluminaba la espada se desvaneció. Dayuri lo vio y supo que ahora podía enfrentarse sin problema al caballero, por lo que bloqueó el ataque con su espada y se produjo un leve forcejeo.

“Estás muy cabreado desde que te he contado lo de esa chica… ¿Marta, decías que se llamaba? Si la conoces, ¿puedes conseguirme una cita con ella para volver a follármela? Estoy seguro de que ella tampoco se ha olvidado de mí”.

Un grito, esa fue la única respuesta que Dayuri obtuvo del caballero. Un grito, acompañado de un nuevo aumento de su fuerza, de su cólera, de su odio, y de su determinación.

Al mismo tiempo que mantenía el forcejeo, agarró a su adversario del brazo para que no pudiera escapar, y aprovechó para dar un cabezazo en la frente del Coronel, que no esperaba un movimiento así, y retrocedió la distancia suficiente para que el caballero de la rosa pudiese escapar del forcejeo.

“Ha renunciado completamente a su estilo… – murmuraba Lardo mientras la brecha que le había provocado el cabezazo soltaba un chorro de sangre – No… Ha renunciado incluso a sí mismo…”

A Gabriel no le faltó tiempo para clavar de nuevo su espada en el suelo, cargarla de energía y volver directo a por su objetivo. Dayuri le veía venir perfectamente, pero no se movía: En esta ocasión había decidido no evitar el ataque. Había descubierto lo que tenía que hacer.

A pesar de que el caballero de la rosa se acercaba, espada en mano; a mitad de camino dio un espadazo al aire para liberar la fuerza encerrada en la espada en forma de corriente de energía una vez más. La corriente volvió a avanzar a ras de suelo, abriendo un surco en la tierra a su paso, levantando piedras, derriban árboles y asesinando animales inocentes hasta llegar a su objetivo.

En el último momento, Dayuri se cubrió para minimizar los daños. Sin embargo, eso no fue suficiente contra un poder tan abrumador como el que poseía ahora el caballero. En un primer momento, la corriente de energía tan sólo le hizo retroceder unos metros, arrastrado, pero aún de pie. Pero, a medida que avanzaba el ataque, la presión de la corriente era cada vez mayor, y terminó rompiendo la guardia del Coronel, que volvió a ser arrastrado por el suelo y quemado por la energía de la corriente.

Ver a su enemigo tirado por el suelo gracias a un ataque suyo, pareció suficiente para calmar, al menos un poco, las ansias de destrucción del caballero, que esperó pacientemente a que Dayuri terminase de incorporarse de nuevo al combate, eso sí, sin quitarle el ojo de encima.

“Muy bien, Gabriel – dijo sonriendo levemente al levantarse del suelo – Ya has conseguido lo que querías, ya me has alcanzado con tu ataque. Me alegra ver que te has calmado un poco, así que al fin puedo preguntártelo. Esa fuerza nueva que exhibes ahora, no es tuya, ¿verdad? ¿De dónde la sacas? O mejor dicho… ¿Quién eres en realidad?”

Entonces hubo un pequeño silencio. Los dos se miraban fijamente a los ojos, mientras el caballero de la rosa jadeaba, decidiendo qué hacer en sus pensamientos.

“Está bien… Tú me has revelado la verdad sobre Marta, así que, aunque seas su asesino, mereces el mismo trato que me has dado. Te lo contaré todo… Escucha atentamente, porque estas serás las últimas palabras que escucharán tus oídos”.

“Al fin… Revelará su verdadera esencia…” pensó Dayuri.

“Cuando ocurrió lo de Marta, hui de la ciudad. No podía seguir viviendo allí. Todo me recordaba a ella. El instituto, su calle, su casa, la propia ciudad… Todo estaba inundado de su olor. El único lugar en el que podía refugiarme era en mi coche, el lugar donde cometí el mayor de los errores de mi vida. Tenía pensado pasar el resto de mi vida en ese vehículo, para no olvidar nunca lo que había hecho, y así redimirme por mis crímenes.

Pero ellos ya estaban al corriente de todo lo que había pasado, y tenían otros planes para mí. Por eso mandaron a Reik a por mí. Lo primero que hizo el cabrón fue reventarme el coche… Como me jodió… Pero, tengo que reconocer que hizo bien. Yo pretendía utilizar el coche para martirizarme eternamente por no haber podido salvarla, en vez de seguir adelante, porque daba igual lo que hiciera, ya no podía recuperar a Marta ni volver atrás. Por eso destruyó mi coche. Él quería librarme de esa carga antes que nada, porque sabía que no podría avanzar con ella a cuestas.

Recuerdo lo que hablé con Reik. Me habló de los elementos. Él tenía el hielo, pero el tema de mi elemento fue algo complicado desde el principio. Reik me preguntó claramente si había algo que hubiese estado conmigo desde el principio, protegiéndome, y está claro que eso fue la rosa. Pero, lo mires como lo mires, una rosa es una planta, no un elemento, así que a mí nunca terminó de convencerme esa teoría, por mucho que me encante su belleza y su aroma.

Otro de los requisitos que puse para aceptar convertirme en caballero fue que me dejaran solo el mayor tiempo posible, y eso incluía los entrenamientos. A pesar de que me dieron una espada y yo nunca había manejado una en toda mi vida, en los combates que acepté entrenar con Reik, siempre alababan mi técnica. No tenía fuerza, no tenía velocidad, no aguantaba mucho, pero tanto Peter como Reik decían siempre que había algo oculto dentro de mí, porque la espada parecía una parte más de mi cuerpo, y me movía suavemente, como una hoja arrastrada por el viento, que no realizaba movimientos innecesarios y que mi precisión era milimétrica. Sin embargo, a pesar de todos esos halagos, no conseguí tumbar a Reik en ninguno de esos combates de entrenamiento. Siempre era yo el que acaba derrotado, sin importar lo que hiciera ni cuanto entrenase.

Me preguntaba cada día cómo era posible algo así. Si tan bueno era, si tan bien me movía, ¿por qué no podía ganar nunca? Pasaba el tiempo y no era capaz de hallar la respuesta. Para mantener mi mente ocupada, tanto de los fantasmas de ahora como de los del pasado, me puse a escribir poesía. No dejaba de pensar en que eso fue lo único bueno que saqué de lo de Marta, así que intenté obligarme a probar suerte. Al principio me topaba con la hoja en blanco y, aunque tenía un torrente de emociones en mi interior, no era capaz de plasmarlos en una hoja de papel.

Al cabo de un año, fui a visitar la tumba de Marta. Ellos me dijeron que no estaba preparado, pero me daba igual que fuera cierto o no. Era el aniversario de su fallecimiento, y nada ni nadie me lo podía impedir.

Me llamó mucho la atención, cuando llegué al cementerio, el hecho de ver a algunas personas rezando sobre las tumbas de sus seres queridos, a pesar de que hace mucho que se demostró la inexistencia de cualquier tipo de Dios. Supongo que, en ciertas situaciones, la gente necesita creer en alguien superior que le permita calmar su alma en pena, o comunicarse con los seres queridos que ya no están con ellos. En cualquier caso, ése no era para nada mi caso, y al llegar a la tumba de Marta, rezar por ella ni siquiera se me pasó por la cabeza.

Me puse de rodillas, y clavé la espada en la tierra, justo delante de mí, para que me recordara donde estaba yo y donde estaba ella, cada uno a un lado de la tierra. Había traído la rosa conmigo´, la misma rosa que le regalé aquella noche, la misma que apretaban con fuerza sus manos inertes cuando la encontré colgando de aquella ventana. Cuando caímos desde el hospital, ahí estaba, entre sus dedos pálidos, fresca, a pesar de los días que habían pasado. No pude resistirme, y aproveché que el rigor mortis todavía no se había apoderado de mi amada, para llevarme ese último recuerdo de ella conmigo.

Ahora era el momento de devolvérselo. Aquella rosa había estado conmigo desde entonces, durante todo el tiempo que estuve perdido en la vida. Ahora que había encontrado un nuevo camino, ya podía devolvérsela a su dueña. Puse la rosa al pie de su lápida, cerré los ojos, y comencé a recordarla.

No sé cuánto tiempo estuve allí, pero la verdad es que se me pasó volando. Repasé en mi mente todos los meses maravillosos que pasamos juntos. Todos sus besos, sus caricias, su sonrisa, el aroma de su cabello, el brillo de sus ojos, cuando venía a verme por sorpresa, incluso cuando se enfadaba por alguna gilipollez. Todo lo que rodeaba a Marta era pura felicidad para mí.

Abrí los ojos, y ya era de noche. Ya no quedaba nadie más que yo en aquel inhóspito lugar, y la única luz que había era la tenue luz de la luna en cuarto menguante. Bueno, la luna, y algo más que yo no esperaba encontrar… Mi espada.

Mi espada, todavía clavada en la tierra frente a la tumba de mi amada, estaba envuelta en una extraña aura blanca, y emanaba un suave resplandor. En aquel momento pensé que la energía que envolvía la espada era la energía de Marta. Al fin y al cabo, ¿qué iba a pensar en esa situación? La hoja estaba clavada en el suelo sobre su tumba. Tal vez hasta estuviera en contacto con su ataúd. Pero no lo era. Era algo mucho más grande. Sin embargo, quiero pensar que, aunque no era su energía, sí que fue ella quien me dio este poder como regalo”.

“¿Qué poder? Dilo de una vez”.

“Cuando agarré la empuñadura y extraje la espada… En ese preciso instante lo comprendí. Comprendí mi verdadera esencia y mi verdadero poder. ¡El caballero de la rosa nunca existió! ¡Yo soy Gabriel, caballero de la naturaleza! ¡Y mi fuerza es no elemental!”

“¿No elemental?”

“El poder del resto de caballeros proviene de su elemento afín. Sin embargo, mi fuerza proviene de la energía vital de los seres vivos, es una energía pura y limpia, que no responde a ningún fenómeno más que la propia existencia, ¡a la vida! La rosa sólo es una representación más de la propia naturaleza, y mi poder había escogido representarse en esa forma por el significado especial que tenía para mí por mi relación con Marta.

El Caballero Negro lo sabía, y por eso nunca trató de arrebatarme mis poderes. Los elementos oscuros nacen de la esencia contraria a sus correspondientes originales, por tanto, el efecto contrario a una energía que proviene de la vida, es la muerte. La muerte no es más que el fin de la vida, el cese de toda actividad, de toda existencia, de todo… Por eso, el Caballero Negro sabía que no podía obtener ningún poder de mí, y por tanto, tampoco trató de arrebatármelo.

Mientras que Arturo saca su fuerza del fuego, Fidel de la tierra, Verónica del viento, Isabel del agua, Jonyo del rayo y Reik del hielo, yo obtengo fuerza de cualquier ser vivo que exista en la naturaleza. Los árboles, las plantas, los animales, los peces, los insectos, los seres humanos, el cielo, la luna, incluso el Sol y las estrellas son parte de mi fuerza, al pertenecer todos al milagro de la vida. Por poder, puedo sacar energía incluso de ti, que eres mi enemigo, y participarías en tu propia derrota”.

“Buah… Tanta historia para que al final me cuentes que tienes el mismo poder que esa niñata insolente…”

“¿Te refieres a Mireia? ¿Te atreves comparar mi fuerza con la suya? Para tu información, Mireia no tiene ningún poder, es su espada, que es especial, nada más. Ella necesita que muera alguien para acumular la energía de su alma en la espada, y al igual que yo, si la usa, la pierde. Sin embargo, yo tengo a mi disposición la fuerza de todo el universo, una fuente infinita contra la que nadie puede siquiera soñar con enfrentarse y salir victorioso, mientras que si ella gasta su fuerza, tendría que volver a recolectar almas durante mucho tiempo para igualar lo que yo puedo hacer en un instante. Sí, tal vez durante un ataque, ella iguale mi poder y pueda ganar a cualquiera, pero si el día que ella utilice su fuerza, falla el golpe, morirá.

La intensidad de mi fuerza es algo que yo mismo tardé en comprender. Cuando saqué la espada de la tierra aquella vez, se me ocurrió la estúpida idea de dar un espadazo al aire para ver qué ocurría. La fuerza acumulada en la espada se liberó, destruyendo la mitad del cementerio, y ni tan siquiera entonces fui consciente de su verdadero poder.

Evidentemente, el incidente del cementerio levantó las sospechas de Reik, de Peter, y sobre todo de Shawn. Ese es el motivo por el que no quiso entrenarme cuando estuvimos en su isla. Él sabía que yo no necesitaba ningún entrenamiento, y que podía acabar contigo, con el Señor Oscuro, o con cualquier adversario que se cruzase en mi camino sin apenas esfuerzo.

Saber que a mí, alguien que había prometido no matar bajo ninguna circunstancia, me había sido otorgado el poder absoluto de la destrucción, era algo que no podía soportar. Así que decidí ocultar esta fuerza a mis compañeros, y disfrazar mi propia existencia, fingir que tan sólo servía para crear efectos adversos a través de las rosas de colores, que era un simple poeta con miedo a que mi conciencia no pudiera soportar llevar la carga de haber asesinado a alguien, un cobarde, si lo prefieres… Me daba igual, con tal de que la verdad nunca saliese a la luz.

Así que juré con sobre la rosa que devolví a la tumba de Marta que jamás utilizaría este poder, aunque me fuera la vida en ello. Sin embargo, últimamente, he visto las vidas de mis compañeros en peligro en demasiadas ocasiones, y no he podido evitar utilizarlo, no para salvarme a mí, sino para protegerles a ellos, simplemente, porque no quiero que muera nadie más.

Pero ahora, tengo un móvil más poderoso que mi propia vida, una razón para romper mi promesa y utilizar todo mi poder sin miedo al daño que pueda causar. Por primera vez en mi vida, lo haré… ¡¡Te mataré!!”

El caballero clavó su espada en el suelo, que se recargó en un instante, y se lanzó de nuevo al ataque. Dayuri, lejos de asustarse, sonrió, y se lanzó también al ataque.

“Me alegra ver que sales a buscar a la muerte, en vez de esperar a que ella venga a por ti. Al menos tendrás algo de dignidad antes de morir”.

“El único que va a perder aquí eres tú, caballero de la naturaleza. Un poder tan patético como el tuyo no sería capaz de vencerme jamás”.

El Coronel Lardo dio un espadazo rápido y ligero, pero en vez de atacar al cuerpo del caballero, fue a por su mano, algo que él no se esperaba. Con el espadazo, cortó los tendones de la mano del caballero, que ya no pudo sostener la espada, la cual cayó y el aura que la envolvía se desvaneció.

“Sin importar lo infinita que resulte ser tu energía, cuando dependes de tu espada para canalizarla y realizar los ataques, te conviertes en el rival más débil, ¡adiós!” exclamó preparando un segundo ataque.

Lanzó una estocada directa al corazón del caballero, pero éste, de un acto reflejo, detuvo la hoja de su adversario agarrándola con la mano que le quedaba libre, cortándose con su desdentado, oxidado y nauseabundo filo, pero evitando un final peor.

Lardo intentaba que su espada avanzara hacia el cuerpo de su oponente haciendo presión, cortando más aún la mano del caballero hasta desgarrarla, pero Gabriel aguantaba perfectamente el dolor y mantenía el arma quieta. Dayuri no comprendía cómo podía estar aguantando la presión que él ejercía con todo el cuerpo con una sola mano, hasta que, de pronto, la misma aura blanca que envolvía la espada, ahora envolvía su cuerpo.

“Que estúpido eres… Puedo traspasar la energía de la espada a mi cuerpo en menos de un segundo, incluso puedo recoger yo mismo la energía natural, pero no me gusta hacerlo para no sobrecargar mi cuerpo. Precisamente, el ligero cambio de aspecto que ves en mis párpados y en mis ojos se produce al introducir la energía natural en mi organismo. Cualquier idiota se habría dado cuenta de que la espada es una mera herramienta para nada imprescindible.

Ya te lo dije… – apretó el puño con el que sujetaba la espada de su adversario y partió la hoja por donde la tenía sujeta – Nadie puede enfrentarse al poder de la naturaleza. Ahora, ¡¡muere a manos de tu propia espada!!”

Con un rápido movimiento, Gabriel clavó el trozo de espada que había partido en el pecho de su adversario, con tanta fuerza, que tiró al suelo a su adversario, y la punta, que atravesó el cuerpo y asomaba por la espalda, se clavó en la tierra, dejándole ensartado en una vorágine de dolor.

“Ahora ya puedes descansar en paz… Marta”.

Curiosidades!!!


El rol que interpreta el caballero de la rosa en este capítulo es el mismo que Shun de Andrómeda en Caballeros del Zodiaco en su combate contra Piscis, que también ocultaba su verdadera fuerza para evitar enfrentamientos innecesarios.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Episodio CLVII

Después de unas largas vacaciones con mucho calor de mierda y varios viajes, Los Caballeros vuelven con la tercera parte de los combates finales :D

Tamaño: 6'5


Episodio CLVII
M
esa observaba cuidadosamente la transformación del caballero de la tierra. Aunque externamente lo único que había cambiado era el aura roja que le envolvía, él se había dado cuenta de que el cambio más grande estaba en su interior, en su energía, en su poder.

Saltaba a la vista que Fidel no estaba acostumbrado a esa forma. Durante el cambio, el caballero esbozó un par de alaridos, sufrió varios calambres y su rodilla cayó al suelo un par de ocasiones, pues no siempre era capaz de mantenerse en pie y controlar la energía al mismo tiempo.

Tras unos minutos de calibración que Mesa aprovechó para colocarse las gafas y sacudirse un poco el traje, el caballero de la tierra ya había logrado estabilizar su transformación, y esperaba ansioso alzarse contra su oponente con una sonrisa en la boca.

Mesa le dio a un botón de la montura de la gafas, y el cristal de las lentes se convirtió en una pantalla que irradiaba una luz verde de fondo, cubierta de números y letras amarillas. Desde aquel visor, Mesa analizo el nuevo estado de Fidel. Un contorno amarillo rodeaba al caballero mientras un porcentaje de carga en una esquina aumentaba poco a poco hasta completar el análisis. Tras eso apareció una cifra en pantalla, momento en el que Mesa pareció entender la situación.

“Ya veo… – señaló decepcionado –Tu poder, exactamente, se ha duplicado, pero ese aura roja que te rodea no ha generado ningún cambio en tu cuerpo, es decir, no te has convertido en SuperGuerrero como tu compañero, ni en nada parecido. Simplemente esta es una de esas estúpidas técnicas que multiplican tu fuerza durante un breve lapso de tiempo y cuando se pasan los efectos te dejan un largo tiempo muy debilitado. Patético…”

“Bueno, pero si te mato antes de que se pasen los efectos no habrá ningún problema, ¿no?”

“Si una técnica barata como esta bastase para derrotarme a mí o a cualquier miembro de la organización, todos habríamos sido derrotados hace mucho tiempo. Probaré tu técnica y demostraré su ineficacia. Ahora es mi turno de atacar” sentenció y comenzó su ofensiva, lanzándose hacia su objetivo.

El caballero no quiso seguirle el juego a su adversario y saltar él también al ataque, se quedó quieto, espada en mano, esperando la llegada de su objetivo, que avanzaba cargando el puño. Un instante antes de que Mesa alcanzara su posición, posó la mano en el suelo y levantó una barrera de piedra que protegía su cuerpo. Mesa no podía ni quería dar marcha atrás, así que siguió adelante y golpeó la pared de piedra que le separaba del caballero, destrozándola en pedazos. Sin embargo, fue toda una sorpresa para él encontrarse el otro lado vacío, sin rastro del caballero de la tierra.

“¡¡Me ha engañado!! – Pensó Mesa – ¡No quería protegerse sino evitar que descubriese que iba a desaparecer!”

Fidel emergió de la tierra, detrás de él, portando su espada, pero con un pequeño añadido. En la punta de la hoja, había clavado un bloque de piedra cuadrado de un par de metros de lado, pretendiendo utilizar la espada como si fuera un potente martillo.

Mesa escuchó el estruendo del caballero al salir del subsuelo y se giró de inmediato. Fidel ya estaba ejecutando el ataque, y aquella mole de roca se acercaba a su cuerpo a toda velocidad. Logró cubrirse antes de que la piedra le golpeara, pero sus dimensiones, mayores que las de su cuerpo, volvieron inútil cualquier tipo de resistencia. El bloque de piedra sacudió con fuerza todo el cuerpo de Mesa, arrastrándole sin remedio por los aires.

El caballero de la tierra no había quedado satisfecho con ese golpe, sabía que necesitaba mucho más, y ahora tenía delante una buena oportunidad para rematar la faena. Salió volando a toda velocidad, persiguiendo el cuerpo de su adversario, que avanzaba por el aire sin control, y volvió a golpearle con el pseudo martillo, ahora golpeando de arriba abajo. Además, el caballero no se limitó a propinar el martillazo para catapultar a su oponente como la vez anterior, sino que descendió a la par que el cuerpo de Mesa, empujándole a toda la velocidad que pudo, hasta aplastarlo ferozmente contra el suelo.

El impacto consiguió incluso romper el martillo casero que había hecho el caballero, reventando el bloque de piedra en grandes pedazos de escombro que sepultaron el cuerpo de Mesa en medio de una nube de polvo. Fidel, ahora con la hoja de su espada libre de nuevo, la envainó lentamente.

“Es increíble… – se decía a sí mismo el caballero de la tierra, mientras observaba el aura roja que rodeaba sus manos – Incluso yo estoy sorprendido de los resultados”.

Se hizo el silencio, y el caballero escuchó un murmullo entre las rocas. Era muy débil, pero conseguía hacerse paso a través de las rocas. Fidel se imaginó el origen y la causa del murmullo y se acercó a investigar.

“Jeje… Ese panoli debe estar gimiendo de dolor. Voy a asomarme…”

Se acercó a la montaña de escombros y posó la oreja en un hueco entre varias piedras, intentando escuchar al otro lado.

Bang…” fue lo único que logró identificar.

“¡Mierda!” exclamó el caballero y salió corriendo de allí.

Attack!!!” se escuchó ahora sin necesidad de arrimar la oreja.

Una intensa luz empezó a salir de los huecos entre los escombros, dando paso, un instante después, a una gran explosión. A Fidel no le había dado tiempo a alejarse lo suficiente y la onda expansiva le tiró al suelo de cara. La explosión levantó y dispersó todas las rocas acumuladas por los alrededores, precipitando varias sobre el castillo de la Fiera Deidad, rompiendo ventanas, abriendo boquetes en las torres, y un par de ellas también golpearon al caballero, que se cubría la cabeza con las manos. Finalmente, en el epicentro de la explosión quedó un cráter no muy profundo, en cuyo centro se encontraba Mesa de pie, con varios signos de deterioro en su ropa.

“Vas mejorando. Ya tienes nivel para dañar mi traje. Quizá para la próxima vez ya puedas herir mi cuerpo”.

Fidel, por primera vez en su vida, no entró en la provocación de su adversario. No tenía ganas de hablar. El tiempo iba en su contra y él lo sabía, así que se lanzó al ataque. Su nueva fuerza no había sido suficiente para enfrentar a su oponente, así que debía poner sus esperanzas en otra cualidad.

Avanzó, en un principio, a la misma velocidad que lo hacía habitualmente, cuando todavía no había activado su última técnica, para después dar un fuerte acelerón y sorprender a Mesa con un codazo en el esternón, que impacto justo en medio de la corbata.

El impacto paralizó un instante a Mesa y cortó momentáneamente su respiración. Fidel continuó atacando, ahora con un combo mucho más completo, y con pleno uso de sus nuevas facultades.

Aprovechando que su rival estaba momentáneamente paralizado, le agarró de la chaqueta y salió volando llevándose a su enemigo consigo. Ya en el aire, cambio su trayectoria, descendiendo directamente hacia el suelo, para estrellar a su oponente contra él.

Mesa volvió a reaccionar cuando estaban en el aire, pero cuando se quiso dar cuenta, el caballero ya había cambiado de dirección. Al ver que avanzaba de cabeza a tierra, y que su adversario estaba literalmente pegado a él, no tuvo que complicarse mucho. Un fuerte derechazo impactó en el estómago del caballero en un instante. No fue muy fuerte, pero sí con la fuerza suficiente como para hacer que una persona se retuerza de dolor unos segundos.

Fidel sabía que iba a ser golpeado, sabía que iba a sufrir daños, sabía que iba a ser duro, pero también sabía que podría resistirlo. Al recibir el golpe, en vez de soltarse para llevarse las manos al estómago de forma inconsciente, canalizó su rabia hacia las manos y agarró la chaqueta de Mesa con más fuerzas todavía, el cual no tardó en darse cuenta de que su estrategia había salido al revés de lo que tenía planeado. Sin embargo, eso no apagó los ánimos del profesor, que continuó golpeando al caballero con el puño y con la rodilla, una y otra vez, pero cuanto más golpeaba, más se aferraba el caballero a sus hombros, hasta tal punto que le causaba auténtico daño.

El tiempo de Mesa se agotó, y los combatientes se acercaban inexorablemente al suelo. Mesa esperaba que el caballero le soltase en el último instante, y así poder teletransportarse a un punto seguro, evitando el impacto fatal. Para hacerlo, tenía que llevarse el dedo índice y corazón a la frente, pero sólo podía mover el codo, debido a la presión que ejercía Fidel sobre sus hombros, impidiéndole alcanzar su frente con la mano.

“No va a ser fácil – pensaba Mesa – para conseguir evitar el golpe tengo que llevarme la mano a la cabeza, decidir el lugar de escape y ejecutar la técnica entre que me suelte y toque el suelo… No creo que tenga ni medio segundo… Pero lo conseguiré”.

Estaba preparado. Miraba al suelo esperando el momento en el que Fidel soltara su cuerpo para poder hacer un teletransporte. Sim embargo, el caballero no se comportó como Mesa esperaba, no soltó a su objetivo, y se estrelló con él, es más, continuó avanzando por el interior de la tierra, arrastrando a Mesa con él.

“Mierda, como es su elemento, no le provoca daños, sino que lo fortalece – reflexionaba Mesa mientras las piedras del subsuelo impactaban contra su cuerpo según era arrastrado – No tenía ninguna intención de soltarme desde el principio…”

El caballero de la tierra arrastró a Mesa por el interior de la corteza terrestre durante varios minutos, provocándole múltiples heridas leves y moratones, hasta que se topó con una cueva subterránea, donde dejó caer a su adversario al fondo de la gruta.

“¡Esto no es suficiente para alguien como él! Esto… ¡¡Esto no es nada para alguien como él!! ¡¡Tengo que seguir atacando!!”

El cuerpo de Mesa avanzaba muy despacio por la gruta a los ojos del caballero y su recién adquirida velocidad, así que voló hasta alcanzarle y, de una patada en el pecho, le lanzó contra la pared de la gruta subterránea. El cuerpo de Mesa impactó con fuerza en la roca, haciendo un agujero con la forma de su silueta.

“Puede salir de aquí en cualquier momento con el Shunkanido, pero para hacerlo tiene que posar dos de sus dedos en la frente, ¡no puedo darle tiempo para lograrlo!”

Bajó a tierra en un instante y posó las manos sobre el suelo. El hueco en la roca que se había quedado clavado Mesa apenas un momento antes comenzó a cerrarse, apresando sus extremidades por completo y parte de su cuerpo, dejando visible tan sólo su cabeza y parte del pecho, mientras que el resto permanecía atrapado bajo presión.

“¿Ha parado? – Pensó Mesa cuando se dio cuenta de que la roca no continuaba aprisionándole – ¿Por qué? Creía que iba a encerrarme totalmente en la roca”.

“¿De qué me sirve darte el golpe de gracia si no estás delante para verlo?” contestó el caballero a su duda, sin necesidad de que la preguntara en voz alta.

“Je… ¿Crees que con medio paralizarme un poco ya puedes atacarme libremente? – Mesa trató de hacer fuerza para liberarse de la roca, pero todo se quedó en un intento – No tengo más que hacer el… – probó de nuevo, un poco más fuerte, pero siguió sin poder hacerlo –  Que hacer el… ¡Un momento! ¿No será qué…?”

“Se ha dado cuenta, tal y como lo esperaba de él… Pero lo que he hecho… ¡¡Sigue sin ser suficiente!!”

Sacó su espada, y empezó a cortar la pared al otro extremo de la gruta en bloques de piedra gigantes que iba lanzando contra su adversario según los extraía.

Ahora que Mesa sabía las intenciones del caballero de la tierra, lo primero era liberarse de la prisión pétrea en la que se encontraba. Viendo como la primera roca gigante se dirigía hacia él, comenzó a hacer fuerza de nuevo para tratar de soltarse, pero la presión a la que había sido sometido su cuerpo era descomunal.

“No podrás liberarte, Mesa – se decía a sí mismo el caballero mientras continuaba cortando el otro extremo de la gruta – He mandado parte de mi energía a esas rocas que te mantienen inmovilizado para reforzar su resistencia. No van a romperse tan fácilmente”.

Mesa continuaba aumentando la fuerza de sus brazos tanto como podía. La pared que lo aprisionaba comenzaba a dar signos de debilitamiento. Aparecieron algunas grietas, y la movilidad de sus extremidades en el interior de la pared aumentaba poco a poco.

La primera roca gigante estaba a punto de tocar a Mesa, cuando sus brazos y piernas se iluminaron un instante al ser rodeados de un aura blanca, y de un tirón se liberó de la roca que lo aprisionaba, arrancándola desde dentro.

“Si él puede utilizar la habilidad defensa crítica – pensó Mesa al liberarse – ¡¡yo puedo utilizar golpe crítico!!”

“Puede que te hayas liberado, pero ya es demasiado tarde para ti” susurró el caballero.

En efecto, la primera roca gigante se abalanzó sobre Mesa, pero el aura blanca alrededor de sus brazos todavía no se había disipado. Sin pensarlo dos veces, echó el puño hacia delante y partió la roca en dos. Las dos mitades cayeron a los lados, y estallaron en pedazos al estrellarse contra el fondo de la gruta.

Antes de que Mesa pudiera reaccionar, nuevas rocas se abalanzaron sobre él. Ahora un poco más pequeñas, pero igualmente letales y en grupos. Continuó destruyendo las rocas una a una sin ningún impedimento, pero pronto se encontró con un nuevo problema. Los pedazos de las rocas que destruía se estaban amontonando bajo sus pies, a pesar de que se encontraba flotando en el aire. Tener que lidiar con trozos de piedra para moverse le restaba velocidad, y Fidel lo sabía, por eso no dejaba de cortar la pared al otro lado y mandarle nuevos proyectiles.

Mesa intentaba avanzar, salir del montón de rocas que no hacía más que aumentar, pero el caballero cubría todos los huecos con nuevos lanzamientos gracias a su doble velocidad, obligando a su adversario a mantenerse al otro lado.

Los escombros cubrían a Mesa hasta la cintura. Una nueva roca venía hacia él, y al echar brazo hacia atrás para coger impulso para golpearle, su codo rozó los escombros, ralentizando su movimiento. Esa pequeña diferencia de tiempo fue suficiente para que la roca le alcanzara en el hombro izquierdo, incrustándose contra el montón de escombros, y dejando atrapado el brazo izquierdo de Mesa.

“¡Es el momento de salir de aquí! – Pensó al ver que el aura blanca de sus brazos se había desvanecido en el instante en que su brazo había quedado atrapado – ¡Shunkanido!”

Todavía le quedaba libre el brazo derecho, e inmediatamente, se llevó la mano a la frente para realizar la técnica. Sin embargo, ahora que había la parte izquierda de su cuerpo estaba sepultada, los pedazos de roca le llegaban al pecho, y al mover el brazo, lo arrastraba entre ellos, muy lentamente para su velocidad habitual.

Esa ralentización dio tiempo para que el caballero de la tierra encajara otra roca en el hombro derecho de Mesa, echando para atrás su brazo un instante antes de que sus dedos alcanzaran su frente, y sepultándolo también.

Mesa, que ya sólo tenía la cabeza y la parte superior del pecho, no pudo hacer otra cosa que mirar al frente, donde se encontraba Fidel, que le devolvió una mirada de odio antes de lanzar una última gran roca que lo encerrara para siempre.

A pesar de que ya estaba completamente sepultado, el caballero no quería correr riesgos, y continuó apilando rocas al fondo de la gruta, para aumentar la distancia que separa a su adversario de la libertad. Una vez quedó satisfecho, se acercó al comienzo de la montaña de rocas, y se sentó sobre una de las que estaba al pie del montón.

“Ahora, escúchame bien, Mesa. Te explicaré la situación. Voy a volar la gruta para que se derrumbe y te aplaste para siempre, y no puedes hacer nada para evitarlo. Estás inmovilizado, por lo que no puedes golpear las rocas para salir. Tampoco puedes utilizar el Shunkanido, porque me he encargado personalmente de separar tus manos para que no puedas tocar tu frente. Tu única esperanza sería utilizar el Big Bang Attack para tratar de levantar las rocas y abrir un agujero a la superficie, tal y como hiciste hace un rato, pero te diré una cosa sobre esa estrategia…

Estamos a más de cien metros bajo el suelo. Si ejecutas un ataque como ése aquí abajo, la onda expansiva no conseguirá salir a la superficie, sino que rebotará al no encontrar una vía de escape, multiplicando los daños que ocasionaría fuera, y provocando un terremoto que arrojaría todavía más rocas sobre ti. Si el peso y la presión que sientes ahora mismo ya son fuertes, imagínate cuando tengas toda la cueva encima, o si se te ocurre disparar. Morirías a manos de tu propio ataque. Ni siquiera alguien tan fuerte como tú tiene poder suficiente como para enfrentarse al poder de la tierra, que es el poder del planeta.

Es decir, no tienes escapatoria. Tu destino es morir aquí, sepultado, lentamente, a causa de la falta de oxígeno, para que puedas reflexionar, arrepentirte, y desear cambiar todo lo que has hecho para salvar tu miserable vida. Incluso los tipos más duros se derrumban al ver cara a cara a la muerte. Pero tranquilo, te daré una salida honorable. No me quedaré aquí para ver cómo mueres, te dejaré solo para que tu recuerdo no se mancille con tus últimos momentos.

Este es mi regalo de despedida, porque, por mucho que me pese, tenías razón en lo que dijiste al comenzar el combate. Tú me diste una razón para vivir, para luchar, para seguir adelante sin importar lo duro que fuera el camino, porque ahora tenía un objetivo, acabar contigo. Tengo que reconocer que de no ser por eso, nunca habría podido llegar a ser tan fuerte como soy ahora, y por ello debo darte las gracias, aunque seas mi enemigo”.

Alzó el brazo, apuntando con la palma de la mano al techo de la caverna subterránea, y disparó una ráfaga de pequeñas ondas de energía, que desestabilizaron la estructura de la cueva, la cual comenzó a derrumbarse.

“Con esto estamos en paz. Discúlpate con Peter y con Isabel cuando vuestras almas se encuentren. Adiós, Mesa”.

Y en el más absoluto silencio, el caballero de la tierra, envuelto aún en la misteriosa aura roja que le había provocado la victoria, se levantó, y saltando de roca en roca, fue avanzando hacia la superficie, pocos segundos antes de que la gruta terminara de venirse abajo, y sepultase a Mesa para siempre.