lunes, 23 de junio de 2014

Episodio CLXX

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Episodio CLXX

G
abriel y Dayuri, tras haber sufrido el viento  la onda expansiva del impacto del meteorito, y ver la nube de humo que salía del cráter, no pudieron evitar comentar la situación.

“Eso… ¿Ha sido Fidel?” se preguntaba anonadado el caballero de la rosa.

“El caballero de la tierra parece estar cumpliendo su papel en la función, algo que no se puede decir de ti”.

“¿Cómo te atreves? ¿Crees que por haber soportado uno de mis ataques ya puedes vencerme?”

“No creo que tenga problemas por soportar ni uno más de tus ataques”.

“¿De verdad crees saber el punto débil de mi técnica? Es más, ¿de verdad crees que existe un punto débil? Yo soy Gabriel, el caballero de la naturaleza, y con mi espada, puedo coger prestada la energía de todo el planeta. De esta forma, mi energía... ¡es infinita!”
El caballero de la rosa volvió a atacar con un movimiento brusco. Clavó su espada en el suelo, iluminándola completamente, y al extraerla asestó un espadazo al aire, liberando una gran cantidad de energía a través de su espada en forma de corriente de energía de grandes dimensiones, que por su tamaño, el Capitán Lardo no podía esquivar. Decidió cubrirse para tratar de recibir el menor daño posible. La onda le engulló y arrasó todo a su paso, hasta que un cambio de rasante hizo que saliera disparada al cielo y se perdiera en el firmamento. Dayuri apareció en medio de una humareda, con algunas quemaduras y rasguños nuevos, pero la misma sonrisa.
“Con que por eso dijiste que eras el más fuerte de todos los caballeros... Indudablemente, es un poder impresionante...”
“Alabarme no te servirá de nada”.
“Pero, la verdad es que te va a salir demasiado caro”.
“¿Qué dices?”
“Sí... El caballero de la rosa siempre había sido reconocido por todos nosotros por tener un estilo de manejar la espada superior a cualquiera de los demás caballeros. Sus movimientos, sus posturas, su fluidez, en realidad era como si el viento acariciara las rosas de un jardín, o como un las hojas de un boque otoñal cuando caen, bailando al son del viento. ¡Pero mírate ahora! ¡Por culpa de tu ambición, has destruido toda esa belleza! Tus movimientos son bruscos y muchos de ellos innecesarios, crees tener energía de sobra, y por eso la malgastas inútilmente. ¡Cualquier otro caballero con esa energía ya habría acabado conmigo con su propio estilo!”
“¡¿Qué dices ahora?! ¿Qué importa el estilo es una situación así? Los combates finales hay que ganarlos, sin importar cómo. ¿Estoy utilizando energía que no es mía para vencer? Sí, vale, es cierto. Pero eliminarte de este mundo es una causa más que justificada para hacerlo”.

“No has entendido nada, ¿verdad? A lo que me refería es que utilizar ese poder es precisamente lo que te hará perder este combate”.

Gabriel cayó en la provocación de su adversario, y quiso demostrar su superioridad por la fuerza una vez más. Clavó su espada en el suelo, en el mismo sitio que antes, pero ya no se iluminó tanto ni tan rápido como la última vez. A pesar de todo, el caballero no dudó en liberar la energía contra su oponente, que ahora, apenas tuvo que hacer ningún esfuerzo para aguantar el ataque.
“Ríndete, no puedes vencerme. Ya te lo he dicho antes, mi energía es infinita” continuaba insistiendo el caballero.
“Tu energía no es infinita ni mucho menos. Sólo hay que mirar alrededor para darse cuenta”.
El caballero de la rosa observó por el rabillo del ojo los alrededores. Todos los árboles se habían secado, el aire se había ido llevando las hojas según caían hasta que sólo quedaron un montón de ramas secas y frágiles. El suelo, hasta hace poco lleno de vegetación y vida, no era más que un trozo de tierra erosionado y muerto. La imagen que contemplaba ahora se parecía mucho a la que había imaginado antes de llegar, cuando fue teletransportado de forma remota a un lugar desconocido.

“¿Lo entiendes ahora? Incluso el planeta tiene energía limitada, y tú te has dedicado a robar y malgastar toda la que tenía este bosque. Ibas cambiando de lugar en el que extraer la energía para aprovechar los puntos de más vegetación, de más vida, de más energía, pero al final has terminado agotando todo. Ese es el primer punto débil de tu técnica”

“¡Tonterías!” El caballero clavó su espada en el suelo una vez más, pero no pasó nada. Algo asustado, pero manteniendo todavía una gran confianza, continuó clavando su espada en los alrededores, buscando una fuente de energía de la que poder alimentarse. Fuente de energía que no logró encontrar.

“Parece que lo empiezas a entender. El segundo punto débil viene de la mano de la segunda forma que tienes de extraer energía. Hablo del alcance de tu espada. Antes has comentado de manera acertada que no sólo puedes extraer energía de la tierra, también del aire, del agua, del viento, del Sol o de cualquier otra expresión de la naturaleza. Este hecho confirma que la energía de la que dispones sí es prácticamente infinita, pero no significa que puedas utilizar toda la con la misma facilidad. Cuanto más lejos está tu espada de la fuente de energía, más tarda en extraerse y acumularse en su interior. No es lo mismo clavar tu espada y sacar energía de una tierra fértil y llena de vegetación, que alzarla al cielo obtenerla de una estrella que está a millones de kilómetros de distancia. Por eso, lo único que tengo que hacer ahora, es derrotarte antes de que tengas la oportunidad de lanzar un ataque más con energía proveniente de lugares lejanos. Me has demostrado dejándote herir varias veces, que en el momento en el que extraes la energía debes permanecer inmóvil y quedas completamente desprotegido, por lo que te puedo asegurar que no tendrás tiempo suficiente para lanzar ni un solo ataque más”.

El caballero de la rosa estaba enmudecido por la trampa que le había tendido su adversario, y en la que había caído sin tener ni idea de lo que ocurría.

“Yo pensaba que él era el más atrevido e imprudente de todos nuestros enemigos, pero no, no es así. Es todo lo contrario… Es sólo una fachada, en realidad… es el más meticuloso de todos…”

“¡¿No lo entiendes?! ¡No puedes ganar este combate! ¡El que decía ser el caballero de la naturaleza ha renunciado a su propia naturaleza para ganar el combate! ¡Tu elemento te ha dado la espalda!”

Gabriel observó su espada. La mano le temblaba sujetando la empuñadura y el arma terminó por caérsele al suelo. La hoja se clavó en una tierra muerta sin una sola forma de vida de la que poder alimentarse. En ese momento, el caballero rememoró todas las ocasiones que había tenido para terminar el combate de manera rápida y fulminante con un uso adecuado de todo el poder que había estado disfrutando hasta hace un momento. Sin embargo, esa oportunidad pasó, y ahora estaba completamente derrumbado.

“Por eso tenías tantas ganas de que usase mi poder… ¡Éste era tu plan desde el principio!”

Lardo sonrió y salió al encuentro de su adversario, alzando su espada, que aunque partida por la mitad y sin punta, en sus manos seguía siendo un arma mortífera.

Gabriel estaba cabizbajo, lamentando su actuación, mientras su adversario se aproximaba con la espada al frente, cuando la imagen de Marta apareció en su cabeza, haciéndole saltar inconscientemente, librándose de una estocada mortal.

Ya en el aire, el caballero sobrevolaba la zona desesperadamente en busca de un lugar lleno de vida, de donde pudiera extraer nueva energía para ganar el combate, pero lo tenía extremadamente difícil. La mitad del bosque ya había dado toda su energía durante el transcurso del combate, y la otra mitad había sido devastada por sus propios ataques. Apenas quedaban árboles en pie, rosas en flor, o plantas sin marchitar. Por supuesto, había varias plantas con vida de manera aislada, pero su energía por separado no era suficiente como para ejecutar un ataque que pudiera hacer frente a semejante adversario.

La destrucción que él mismo había creado se reflejaba en sus ojos. Árboles derribados, flores marchitas, animales inocentes asesinados, madrigueras devastadas, todo por un supuesto bien superior que encima no había logrado alcanzar.

Al ver toda esa vorágine de muerte y desolación, el caballero de la rosa comprendió la gravedad de sus actos.

“Oh, no… Pero… ¿Qué he hecho? Se supone que esto es lo que tenía que proteger, pero en vez de eso, he hecho exactamente lo contrario, he colaborado en su destrucción”.

Antes de que se diera cuenta, Lardo apareció volando por encima de él y le derribó de un espadazo. Igual que ya no tenía energía para atacar, tampoco tenía energía para curarse. Sabía perfectamente que sin la energía natural no era rival para su adversario, y por cabeza sólo se planteaba una posibilidad.

“Perdón… – Pidió a toda la naturaleza, mientras caía en picado –  Perdonadme por haber tomado vuestra energía y vuestras vidas en vano… Prometo que cuando acabe este combate, me desharé de mi espada, y este poder no volverá a ser utilizado jamás, pero os pido, no… ¡Os ruego encarecidamente! ¡Os suplico! Prestadme vuestro poder una última vez”.

En ese instante se estrelló contra el suelo, levantando una nube de polvo que impedía a Lardo verle a simple vista. Como el ahora Coronel no era capaz de sentir la energía, tuvo que esperar a que el polvo se disipara.

La imagen que encontró al disiparse la polvareda era exactamente la que imaginaba. El caballero de la rosa empuñaba su espada, alzada, apuntando al cielo. Lentamente, muy lentamente, el brillo que obtenía la espada cuando estaba llena de energía iba apareciendo, aunque ahora tan sólo brillaban un par centímetros de la hoja, por encima de la empuñadura.

“Una vez más… – pensaba el caballero – Con un solo golpe bastará… No pido salir con vida, pues ya no soy más que un asesino que no merece vivir, pero por favor, permitidme lograr que todo esto no haya sido en vano…”

“Lo suponía… Como ya no tienes energía cercana que extraer, estás intentándolo con formas de vida lejanas, pero si me dejé golpear por ti la otra vez que hiciste esto fue sólo para comprobar el tiempo que necesitas para llenar tu espada. Ese tiempo que precisas es de un minuto completo, ¡¡que como ya te dije antes no vas a tener!!”

Lardo saltó hacia delante para ejecutar su ataque, y el caballero escapó hacia el cielo para evitarlo, sin mover su espada, que continuaba recogiendo energía muy despacio. Dayuri salió en su busca inmediatamente, dando un salto mucho mayor al suyo y derribándole de una patada. Su cuerpo salió disparado contra el suelo y se estrelló contra troncos de árboles que previamente habían sido abatidos por su propio poder.

Los duros y violentos ataques que sufría comenzaban a mermar sus fuerzas, pero no su voluntad. A pesar de estar tirado en el suelo entre ruinas de la naturaleza, su mano, aunque temblorosa, volvía a alzar su espada al cielo.

El antiguo Capitán aterrizó rápidamente y contempló aquella escena. La espada ya estaba cargada de energía a un cuarto de su capacidad, y su brillo se apreciaba a simple vista. Podría haber continuado humillándole, podría haberle rematado allí mismo, pero sus intenciones eran claras desde el principio, y en su lugar simplemente le dio una patada de la mano, despojándole de su espada, que cayó unos metros más atrás.

Gabriel se arrastró por el suelo lentamente, tratando de alcanzar la espada, pero cuando estaba a punto de alcanzarla, su oponente le pisó la muñeca, y alejó otro poco más la espada de un puntapié. Antes de que el caballero volviera a arrastrarse para alcanzarla, le agarró del cuello y le levantó del suelo, mientras observaba su afligida mirada.

“Con el paso del tiempo, la gente pierde la ilusión por la vida que tenía cuando no eran más que un niño. Yo sigo disfrutando de todo lo que hago como si fuera la primera vez. Mi ilusión más añorada era morir llevándome conmigo a un rival digno de mí, pero tú has resultado no ser más que un adversario cobarde y patético, cuyo supuesto gran poder no era más que una farsa”-

“Sí… Que necio he sido – farfullaba el caballero mientras trataba de zafarse del brazo opresor que presionaba su cuello – Me fue otorgado el poder de la destrucción precisamente a mí porque era quien más valoraba la vida, tanto de amigos como de enemigos, porque era quien más sabiamente lo podría utilizar… Pero no supe verlo… Pero lo he utilizado de forma incorrecta, acabando con las vidas de montones de plantas y animales que nada tenían que ver con nuestra lucha…”

“Ya es tarde para enmendar tu error. Acabaré contigo y esperaré un enfrentamiento mejor con el caballero del fuego a su llegada”.

Soltó el cuello de su víctima, que cayó de rodillas tosiendo, pero trató de ponerse en pie cuanto antes. Al hacerlo se dio cuenta de que la posición de su adversario había cambiado. Lardo había envainado su espada, pero mantenía su mano sujeta en la empuñadura.

Amakakeru Ryu no Hirameki” susurró Dayuri.

En un instante, desenvainó su espada a la vez que le asestaba un poderoso corte en diagonal, cruzando todo su pecho de una esquina a otra, con tanta fuerza, que además levantó el cuerpo del caballero por los aires, para terminar cayendo boca arriba, tras un fuerte impacto en la espalda.

“Esta es la técnica que utilizó la vez que nos enfrentamos a él en Arcadia… Es increíblemente rápida, no he podido ni reaccionar…”

“Mierda – se quejaba mirando su espada – Como está partida por la mitad, la potencia del ataque también ha disminuido y por eso sigues con vida…”

Gabriel había caído cerca de su espada, pudo agarrarla con la mano mientras su adversario estaba ocupado quejándose, pero en vez de alzarla al cielo para seguir acumulando energía, se quedó mirando su hoja, limpia y reluciente, con el brillo de la energía acumulada en la parte inferior, más próxima a la empuñadura.

“Enmendar mi error… – se decía mientras miraba su reflejo en su propia espada – ¿Acaso es la solución eso…?”

Sin estar muy seguro de lo que estaba haciendo, se puso en pie, tratando inútilmente de cubrir la herida que acaba de recibir de su adversario, y empuño la espada en posición de combate.

“Celebro que vuelvas a intentar atacar, será más digno por tu parte morir luchando aunque sea con un cuarto de energía en tu espada que seguir arrastrándote por un ataque final que no llegará nunca”.

“Jejejeje… – el caballero de la rosa se reía entre los delirios de su agonía – Los animales y las plantas son la mayor parte de la naturaleza, y ya no queda casi nada vivo a mi alrededor, es cierto, ¡pero las personas también formamos parte la naturaleza!”

Rápidamente, Gabriel comenzó a cargar energía, envuelto en un área blanca. Toda la energía que acumulaba iba siendo transferida a la espada, que vio cómo su brillo comenzaba a subir rápidamente, acercándose a la punta de la hoja.

“¡Imbécil! Si le das toda tu energía a la espada, ¡morirás!”

“¿Por qué iba a tener yo derecho a vivir si todo este bosque y los que habitan en él han perdido la vida por mi culpa? – le contestó, pero para sus adentros, sabía que sería un suicidio – Tengo que guardarme un poco de energía, la justa para realizar el golpe y ganar el combate. Después, poco importa lo que pase conmigo…”

Lo tenía bien claro, mas sus esperanzas de éxito se vieron menguadas cuando vio que a pesar de toda la energía que volcó en su espada, el brillo no había alcanzado el punto máximo, aunque se había quedado cerca. El caballero estaba seguro de que donando toda su energía sería suficiente y podría enmendar su error, pero para cuando se dio cuenta de que estaba equivocado ya era demasiado tarde. Un rodillazo de Lardo le impactó de pronto en la barbilla, arrojándole al suelo de cabeza.

“Iluso… Por muy caballero que seas, tu energía individual no se puede comparar a la de todo un ecosistema. Bastante que has conseguido llenar casi la mitad tú solo”.

Gabriel estaba tirado en el suelo otra vez, a punto de rendirse, cuando se dio cuenta de que había un rosa a su lado, completamente viva y en la plenitud de su belleza. El último golpe de su adversario le había mandado a una de esas pequeñas áreas aisladas del bosque que todavía conservaban algo de vida. En circunstancias normales, no sería una zona suficientemente amplia como para llenar su espada de energía, pero tal vez le sirviera para terminar de cargar la hoja al máximo.

No tenía tiempo que perder, pero por alguna razón, aquella rosa que tenía ante sus ojos, tan de cerca, le recordaba mucho a la que le regaló a Marta aquel día, la misma que sujetaba en sus manos en el momento de morir.

Su oponente todavía no se había percatado de sus intenciones, le creía ensimismado por el impacto de la derrota, pero en su cabeza había sentimientos contrarios luchando por tomar una decisión.

“Este bosque ya ha sido prácticamente destruido por mis egoístas acciones, ¿y ahora voy a volver a hacer lo mismo otra vez? ¿Voy a robar la poca vida le queda a esta rosa para salvarme yo? ¿Dónde queda entonces mi redención? Pero por otro lado, sino gano el combate, todo lo que he hecho hasta ahora habrá sido en vano… ¡¿Qué puedo hacer?!”

Los pasos de Dayuri se aproximaban lentamente. Había detectado algo raro y sabía que no podía ser nada bueno. Presa del pánico, el caballero clavó su espada en el suelo y logró finalmente llenar su espada de energía completamente, mientras la rosa que tenía delante se marchitaba ante sus ojos dando su vida por él.

Aquella visión fue demasiado para él. La rosa marchitándose, aun cuando pudo haberlo evitado, fue un reflejo demasiado claro de su pasado. Enloquecido, se puso en pie de un salto, portando su espada totalmente iluminada y llena de energía, preparada para dar el golpe final.

“Al final ha conseguido llenarla de nuevo – dijo el Coronel Lardo – Sin embargo, todavía no lo tiene todo ganado. Si quiere acabar conmigo de un solo ataque no podrá simplemente liberar la corriente de energía como otras veces. Requerirá de un golpe certero y poderoso si quiere que llegue a ser mortal. Un fallo y la victoria será mía…”

Pero el caballero ya tenía claras sus intenciones, que nada tenían que ver con las especulaciones de su adversario.

Todavía ciego de rabia por lo que acababa de hacer, Gabriel alzó su brillante espada, y un instante después la clavó en la tierra hasta el fondo.


“He aquí… ¡¡Mi redención!!”


Curiosidades!!!


Aunque ya salió en una ocasión anterior, recordemos que el Amakakeru Ryu no Hirameki es una técnica de Kenshin, que aprovecha la fuerza y velocidad al desenvainar la espada para asestar el golpe directamente

1 comentarios:

Jon dijo...

Muy entretenido el capítulo, aunque tratándose de un capítulo de lucha me ha faltado precisamente eso.

tras haber sufrido el viento la onda expansiva del impacto del meteorito,(de la onda)
“No creo que tenga problemas por soportar ni uno más de tus ataques”.(creo que hay que quitar el ni)
o como un las hojas de un bosque otoñal(sobra el primer un)
Qué importa el estilo es una situación así? (en una)
¿Voy a robar la poca vida le queda a esta rosa para salvarme yo?(la poca vida que le queda)

Un saludo a todos.