domingo, 6 de julio de 2014

Episodio CLXXI

Siempre he querido saber el tiempo que me ha llevado escribir la historia, y hace unos días casualmente descubrí que word (supongo que las nuevas versiones) tiene una función de contador que estaba un poco escondida. Según dicho contador, ahora mismo este último volumen lleva más de 70.000 minutos escribiéndose, yo que sería igual a más de 1.100 horas, es decir, 48 días seguidos :O

La verdad, no sé cuan fiable es este contador, pues a pesar de que pone "tiempo de edición" no sé si es el tiempo en el que he estado escribiendo o el que el documento ha estado abierto, pues de ser así, estaría muy inflado, porque muchas veces cuando tengo el capítulo a medias y me bloqueo o simplemente quiero tomarme un descanso, me pongo a hacer otra cosa pero el documento sigue abierto en el ordenador para retomarlo en cuanto sea preciso. Seguramente haga algunas pruebas para el siguiente capítulo para comprobar eso y así ya hacernos una idea, no sólo del tiempo que ha llevado escribir lo que va de volumen, sino también los anteriores y la historia completa ;)

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Episodio CLXXI

L
as olas embravecidas sacudían con fuerza el acantilado, sobrevolado ahora por los dos combatientes, quienes a lo lejos podían ver el fuego de la explosión. Durante unos instantes se olvidaron de sus propios problemas, y observaron juntos lo que ocurría no tan lejos de su posición.

“Espera que ese destello fuese mi señal – finalmente Blackron rompió el silencio – pero parece que el caballero de la tierra le está complicando un poco las cosas a Mesa”.

“Fidel lleva demasiado tiempo preparando ese combate. No va a perder tan fácilmente. Puede que no sea muy fuerte, pero le echa un par de huevos a las cosas y eso también es importante. Morirá de agotamiento antes de permitir ser derrotado”.

“Exacto. Morirá. Igual que tú”.

A pesar de que el mar seguía revuelto, ambos notaron como los efectos de la onda expansiva se iban reduciendo poco a poco. Las olas, aunque altas y violentas todavía, ya no llegaba de ellas por encima del acantilado más que un suave salpicar, y su fuerza continuaba bajando.

“Quiero ver esa técnica definitiva de tu elemento con la que piensas derrotarme. Hace mucho que no me río y esto me vendrá bien”.

“Es una técnica que llevo perfeccionando todo este tiempo, pero había dos inconvenientes que la volvían prácticamente inútil. Exige una concentración máxima, y sólo puedo hacerla con los ojos cerrados. La energía que ponía en ejecutar la técnica no podía ponerla en el ataque, así que me servía únicamente para defenderme, y por otro lado, es necesaria una velocidad superior a la de tu oponente para que funcione.

Ahora, gracias a mi Velocidad Extrema, con la que alcanzo una rapidez inigualable y no necesito apenas aplicar apenas energía para causar un gran daño, esos dos inconvenientes deberían estar solucionados, y la técnica debería ser perfecta. Yo también tengo ganas de comprobar si es cierto”.

Acto seguido, el caballero se puso en posición de combate, cerró los ojos, y se quedó quieto, esperando a que su adversario tomara la iniciativa.

“Está bien – dijo Blackron cuando adivinó las intenciones de su adversario – ¡Acepto el reto!”

El Caballero Negro se lanzó de un salto contra su adversario. No quería humillarle demasiado en esta ocasión, mas viendo que, en efecto, continuaba con los ojos cerrados, así que simplemente proyectó un puñetazo directo a su nariz, esperando poder reírse un poco unos segundos más tarde.

Sin embargo, las cosas no le fueron como esperaba. Con los ojos cerrados, Jonyo se cubrió mínimamente, lo justo para que su brazo rozara el de su adversario, desviando su ataque a un lado, mientras con el otro puño le asestaba un feroz golpe en la mandíbula. El cuerpo de Blackron cayó al suelo, presa de la confusión.

“¿Cómo has podido? Aunque detectando mi energía supieras que estaba ahí, pasar a anticipar mis movimientos y contratacar con los ojos cerrados es otra historia”.

“Es precisamente cuando cierro los ojos cuando se activa mi habilidad, y se pone de manifiesto la técnica definitiva de elemento rayo” dijo el caballero mientras abría los ojos suavemente.

“No entiendo nada… Si no has hecho nada…” seguía preguntándose cual era esa susodicha técnica según se levantaba.

“La técnica suprema de elemento rayo no es ningún ataque ofensivo ni una defensa impenetrable, es la capacidad de ver más allá de lo que la otra persona puede ver incluso de sí misma”.

“¿Incluso de sí misma? ¿Insinúas que me conoces mejor que yo mismo?”

“Cuando cierro los ojos se activa, como si fuera un sentido más, y puedo ver toda la electricidad que me rodea, sólo la electricidad. Tu cuerpo, como el de todos los seres vivos, se comunica por dentro por medio de electricidad. El cerebro manda órdenes a los órganos a través de pequeños impulsos eléctricos, y muchas veces, están órdenes están por encima de la consciencia del sujeto. Al igual que no estás pensando en cada momento que tienes que respirar, ya que tu cuerpo lo hace solo, hay otros detalles, dentro de una batalla, que también realizas sin darte cuenta. Afilar la mirada sobre el punto de ataque, tensar el músculo para cargar la ofensiva, sobresaltarte cuando eres sorprendido, todos ellos son algunos ejemplos de cosas que pasan sin que puedas evitarlo, pero no dejan de ser movimientos de tu cuerpo, que funcionan con electricidad, y es precisamente toda esa electricidad la que yo veo cuando cierro los ojos, y la que me permite saber lo que vas a hacer incluso antes de que tú mismo lo hayas decidido del todo”.

“Ahora entiendo… Así que mis propios actos reflejos me delatan… Si lo que dices es cierto, ningún enemigo hasta ahora podría hacerte frente, ¿cómo es que no lo has usado antes?”

“Como ya te dije, había dos inconvenientes. Requiere una concentración máxima que apenas me deja tiempo ni fuerzas para devolver el golpe, pero gracias a ti y a la Velocidad Extrema, por fin he perfeccionado mi habilidad suprema”.

“Saber que intentas decirme que acabo de cavar mi propia tumba hará que cuando te derrote el sabor de la victoria sea más placentero todavía”.

“Jeje, no cuentes con ello, porque con este primer ataque he descubierto que puedo ampliar todavía más el alcance de mi habilidad. Las posibilidades que me aporta esta gran velocidad son prácticamente infinitas. Creo que ahora puedo alcanzar los puntos ciegos de una persona, ¡voy a probar!”

El caballero se movió a gran velocidad, desapareciendo a simple vista. A pesar de que no se le veía, seguía por allí, buscando la oportunidad perfecta para probar su nueva teoría.

“Si crees que me voy a amedrentar por tu ataque de antes, estás muy equivocado. Soy Blackron, el Caballero Negro, y no me rindo ante nada ni ante nadie. Desarrolla todas las habilidades que quieras, porque yo las superaré todas y terminaré aplastándote”.

Se concentró, siguiendo el claro rastro de energía que dejaba el caballero, y cuando sintió que venía hacia él, se giró en la dirección en la que le sentía llegar. Sorprendentemente, un instante después, recibía un rodillazo en la nuca sin poder hacer nada por evitarlo.

El violento impacto tan cerca del cerebro le hizo marearse durante un instante y cayó de rodillas, mientras el caballero daba una voltereta en el aire para continuar la ofensiva. Blackron necesitaba unos segundos para recuperarse y ser capaz de hacer frente a Jonyo, pero como veía que no se los iba a conceder, zarandeó su espada por encima del él para espantar al caballero, como si fuera una mosca, que se alejó temiendo ser alcanzado por la espada negra, precisamente por estar siendo manejada sin control ni patrón de ataque alguno.

“Parece que lo que contabas no era ninguna fantasía – dijo Blackron cuando se puso de nuevo en pie – No obstante, como ya he dicho antes, encontraré la forma de superarlo”.

“No hay nada que superar. Esta habilidad es insuperable. Puedo adelantarme a todos tus movimientos y además atacarte desde ángulos que no puedes ver. Da igual lo que intentes, ya has perdido”.

El Caballero Negro, lejos de desanimarse, comenzó a cargar energía, envolviéndose en un aura oscura, y acto seguido salió al ataque, tomando la iniciativa del combate, pero sin una idea clara de lo que hacer a continuación. Jonyo volvió a cerrar los ojos, esperando su llegada.

“Si mis pensamientos se reflejan en actos reflejos que no puedo controlar, ¡entonces no pensaré mis movimientos!”

El caballero del rayo esperaba pacientemente una reacción en los impulsos eléctricos de su contrincante que le permitiera adivinar su próximo movimiento, pero estas señales no llegaban. El circuito eléctrico que rodeaba su cuerpo permanecía inalterado, fuera de los movimientos que necesitaba para realizar las funciones vitales.

“Pretende dejar la mente en blanco al atacar para confundir mi visión, pero se le olvida que si él no toma una decisión conscientemente, lo hará inconscientemente”.

En efecto, la señal llegó, los músculos del brazo que sujetaba su espada se tensaron de golpe, y Blackron atacó con un fuerte espadazo vertical que el caballero evitó de un salto. La espada impactó contra el suelo, provocando una explosión de fuego negro.

Dejar la mente en blanco también le había requerido al Caballero Negro reducir su concentración en el combate, y ahora que había fracasado en su intento estaba a merced de su adversario. Jonyo no tuvo ni que buscar un punto ciego en su objetivo, simplemente se acercó a gran velocidad y le asestó un golpe en la espalda, tirándole al suelo violentamente.

Pero algo cambió en ese último golpe. El caballero del rayo sintió un retortijón en el brazo tras el impacto y tuvo que retirarse unos metros algo preocupado. No había golpeado mal ni estaba herido, tampoco perduraba el dolor, se había ido tan rápido como había venido, pero ahí estaba, y no debía pasarlo por alto. Era un aviso, aunque no supiera todavía de qué.

“Jejeje – el Caballero Negro se había dado cuenta de lo ocurrido – ¿Pensabas que podías someter a tu cuerpo a tanta presión con los ataques a Velocidad Extrema y salirte gratis? Si continúas así, tus músculos acabarán desgarrándose”.

“Pero si no lo hago,  perderé el combate. Simplemente tengo que hacerlo rápido”.

“Y no olvides que el agua negra sigue haciendo efecto dentro de ti, aunque todavía no lo notes”.

“Lo sé, no me había olvidado”.

En ese momento, las nubes volvieron a dejar paso a la luz del Sol, que bañó con su calidez el campo de batalla, reactivando los efectos del hielo negro en el brazo del caballero, que comenzó a dolerse del calor, tratando de ocultar su brazo de la luz.

“Parece que se te acumulan los problemas, Jonyo – El Caballero Negro salió al ataque mientras pensaba una nueva estrategia – Mi plan de antes no ha funcionado, pero eso no quiere decir que esté sin ideas. Dejar la mente en blanco no ha funcionado, pero tal vez esto sí lo haga… Si no me equivoco, antes ha dicho algo muy interesante”.

Espada el mando, Blackron emulaba su ataque anterior. Todavía dolorido, el caballero tuvo que dejar el problema de su brazo con el hielo negro para otro momento y centrarse en el ataque que se le venía encima. Cerró los ojos y comenzó a analizar las pautas de su adversario, que una vez más, pretendía golpearle con la espada.

Esperó hasta el último momento para evitar el golpe, saltó, y vio cómo su adversario se puso a dar vueltas, girando a toda velocidad, buscando acertarle inútilmente. Preparó la pierna para dar una patada en la cara a su objetivo, cuando una extraña fuerza que no fue capaz de detectar le envolvió de repente y mandó de vuelta al suelo rechazado.

“¿Cómo? ¿Qué ha pasado? No he detectado ningún ataque por su parte” dijo sobresaltado en el suelo, ya con los ojos abiertos.

“Tal y cómo me imaginaba” susurró Blackron sonriente.

“¿Qué has hecho? He visto perfectamente tu cuerpo debajo de mí, dando vueltas, pero nada más. Tampoco has hecho ningún ataque energético, porque entonces lo habría detectado normalmente. Ha sido más bien, como viento… Espera, ¡un momento!”

“Parece que ya te has dado cuenta. Eso que has sentido ha sido mi tornado de viento negro. Cuando estaba dando vueltas como tú dices tan sólo lo estaba invocando. Tú técnica sirve para prever los movimientos del adversario en función de los impulsos eléctricos que traen las órdenes del cerebro a los músculos, pero como los elementos no son seres vivos propiamente dichos, no tienen electricidad y no puedes detectarlos. Puedes llegar a detectar que voy a realizar un ataque elemental por la pose de mi cuerpo, pero no de que tipo ni forma, y al estar obligado a cerrar los ojos para no confundir los sentidos, tampoco puedes ver por dónde te viene el ataque, por lo que tu técnica definitiva se vuelve completamente inútil”.

“¡No!” El caballero se negaba a aceptar que había encontrado un agujero en su estrategia.

“Para asegurarnos, ¡probemos otra vez!” exclamó.

Blackron volvió a salir al encuentro del caballero del rayo, que cerró los ojos de nuevo, tratando de verificar que el error había sido suyo y no de su habilidad. Desde la distancia, vio como el Caballero Negro daba un espadazo a la nada.

“Esa pose… ¡Tiene que ser un Getsuga Tenshou! – pero a pesar de haber supuesto cual era el ataque que iba a recibir, en efecto, no detectaba nada más. La ráfaga de viento negro con forma de media luna avanzó sin que Jonyo pudiera verla, y le arrasó completamente, lanzándolo por los aires – ¡Mierda! ¡Él tenía razón…!”

“¡Ahora te mandaré uno que sí podrás detectar! – dijo mientras extendía el dedo y proyectaba un rayo negro sobre él - ¡Jajaja!”

Así fue. Al tratarse de un rayo, electricidad pura, aunque oscura, Jonyo lo veía perfectamente, lo veía más claro que ninguna otra cosa, pero ahora mismo se encontraba descolocado en medio del aire, y no podía maniobrar con total normalidad. A pesar de todo, ya había probado los efectos que ocasionaba el rayo negro en su propio cuerpo, por lo que trató de esquivarlo con todo su empeño, pero no pudo evitar que le alcanzara en un brazo, que nada más ser alcanzado cayó desplomado como si ya no tuviera vida.

“¡Vamos! – el caballero se golpeaba en el brazo suavemente, tratando de restaurar las conexiones sinápticas de su brazo, mientras continuaba cayendo al suelo – ¡Despierta!”

No se había dado cuenta, pero en el suelo le esperaba su adversario para rematarle. Estaba tan centrado en la recuperación de su brazo y tan afligido porque hubiese derrotado la habilidad que tanto le había costado perfeccionar, que no pudo verlo, y cuando iba a caer al suelo, el Caballero Negro le asestó un espadazo que atravesó su torso de un extremo a otro, dejándole una herida en línea horizontal a la altura del estómago, para finalmente catapultarle por el aire hasta caer al suelo, muy cerca del borde del acantilado.

“Es curioso… – decía el Caballero Negro mientras se acercaba caminando a su debilitado adversario – Con las habilidades que has demostrado en este combate, si hubiera sido otro, sin importar quién, tu victoria habría sido ineludible. Jezabel, Lardo, incluso Mesa habrían caído ante ti sin poder hacer nada, pero has tenido la desgracia de toparte en tu camino con el único enemigo que podía hacerte frente. Recuerda esto, tú has perdido por una sola razón. Porque yo era tu oponente”.

El Caballero Negro llegó hasta Jonyo, todavía tirado en el suelo y sangrando, y le agarró del brazo que había sido afectado por el hielo negro. Le levantó, sujetándole por ese brazo, asegurándose de que quedaba expuesto a la luz del Sol, y además le apretaba con todas sus fuerzas, mientras se deleitaba con el gesto de dolor de Jonyo.

“Te duele, ¿verdad? Si ya en circunstancias normales estrujarte el brazo resultaría doloroso, no me quiero ni imaginar con los efectos del hielo negro. Sólo posar el dedo levemente sobre la piel ya igualaría lo que estoy haciendo, así que ahora debes de sentirte atrapado entre un montón de escombros”.

“Es extraño – pensaba Jonyo para sí mismo – El brazo me duele, pero me duele normal. Ya no siento ese ardor asfixiante de antes ni noto que me esté haciendo más daño de lo normal. Es como si los efectos del hielo negro hubieran desaparecido. Y lo que es mejor, parece que él no se ha dado cuenta. ¡Lo utilizaré a mi favor! Estoy herido por su corte con la espada y algo débil, pero creo que todavía puedo hacer más…”

En ese instante, el caballero empezó a exagerar sus gritos, fingiendo morirse de dolor, tratando de darle a su adversario el espectáculo que buscaba. Blackron cayó en su trampa. Poco a poco, se echó a reír más y más, sin dejar de apretar el brazo de su antiguo amigo, pero perdiendo toda atención.

“¡¡Ahora!!” pensó Jonyo.

Sin pensarlo dos veces, el caballero del rayo le estrelló la suela de la bota en la cara a su oponente, que no vio venir el golpe y le pilló con la boca abierta, en medio de una carcajada. El golpe estuvo a punto de desencajarle la mandíbula, pero por suerte para él no terminó así, ni tampoco le saltó ningún diente, aunque terminó con la boca ensangrentada.

Acto seguido, el caballero del rayo avanzó hacia él y le dio un golpe a Velocidad Extrema con el mismo brazo que le había estado sujetando. A pesar de que el impacto certero en el estómago terminó de derribar al Caballero Negro, Jonyo se resintió, los calambres volvieron a su brazo y la el corte que acaba de sufrir comenzó a dolerle mucho.

“Mierda… Con una herida así, si utilizo mi Velocidad Extrema, la presión que sufre mi cuerpo me destroza la herida. Si vuelvo a hacerlo, podría incluso abrir más el corte…”

Blackron no tardó en ponerse en pie, con una mano sujetándose la boca, de la que no paraba de brotar sangre. Sin embargo, más que por el daño que acaba de recibir, estaba más preocupado por lo que había ocurrido.

“¿Cómo es posible? Deberías estar retorciéndote de dolor en ese brazo, pero aun así has logrado incluso atacarme con él…”

“Yo tampoco lo entiendo, pero el caso es que los efectos del hielo negro han desaparecido. Que yo recuerde, desde que el rayo negro me alcanzó antes. Espera… ¡Claro! ¡Ha tenido que ser eso! El efecto del rayo negro es anular el sistema nervioso, cortando las conexiones sinápticas de los nervios, que impiden que se comunique con el cerebro, pero al hacerlo, también desactivaste el funcionamiento anormal que provocaba el hielo negro y sus sensaciones extremas. Digamos que el rayo negro reseteo el sistema nervioso de mi brazo, o por lo menos, es la única explicación que se me ocurre” decía mientras abría y cerraba la mano, expuesta al Sol, para asegurarse de que todo seguía en orden.

“Mierda…” se lamentaba el Caballero Negro de su error.


“¡Negro o no, el rayo es mi elemento, y no había forma de que estuviera contra mí!”

1 comentarios:

Jon dijo...

Me ha gustado el capítulo, algo corto y con poco avance como siempre digo pero se va desarrollando la historia y aunque sea poco a poco llega el desenlace final. Ya nos dirás si son ciertos esos 48 días aunque a bote pronto soy escéptico.

y muchas veces, están órdenes están por encima de la consciencia del sujeto(estas órdenes)

Un saludo a todos.