Normalmente, cuando una persona decide tener un hijo, se hace bajo la premisa, en circunstancias normales, de que tú no vas a ver morir a esa persona, sino que esa persona te verá morir a ti. Sin embargo, cuando decides aumentar la familia con un miembro no humano, tienes que cargar con el sufrimiento de ver morir a ese miembro con tan corta esperanza de vida, sin que puedas hacer nada. Y si en el futuro decides volver a traer otro, tendrás que pasar por lo mismo, así una y otra vez.
Hoy, tú decidiste irte. Lo hiciste a tu manera. Sin hacer ruido, sin decírselo a nadie, tumbado y tranquilito. No querías molestar. Para cuando nos dimos cuenta ya te habías ido. No nos dejaste despedirnos de ti.
Sinceramente, no creo que me hubiera despedido de ti. Hacerlo hubiera significado aceptar que ya no se podía hacer nada y tanto tú como yo íbamos a luchar hasta el final. Estoy seguro de que nunca te rendiste, pero tu cuerpo no aguanto tanto. Superaste un cáncer, evitaste llegar a quedarte ciego, te volvió el cáncer y lo volviste a superar, aunque ya con dificultades, pero lo conseguiste. Un mosquito te trasmitió un parásito, estuviste ingresado a vida o muerte, perdiste movilidad en las patas de atrás, se te lleno el hígado de líquido, y cuando ya estabas levantando cabeza, tu cuerpo dijo basta.
Llegaste a mí por un capricho del destino, por una enfermedad mal diagnosticada, un error del que nunca podré decir suficientes veces gracias. Durante mucho tiempo estuviste esperando en la puerta a que tu antigua familia viniera a llevarte de vuelta a casa. Esperabas en la puerta, pacientemente, aguardando la oportunidad de que sonara el timbre y fuera para ti, pero eso nunca pasó, y terminaste aceptándonos como tu nuevo hogar.
Te encantaba el frío, y en la nieve eras feliz. Sobre todo lo pasaste en grande el día de la gran nevada de 2009, retozando por la nieve, con Álvaro, y también saliendo a jugar con tu amigo Zar.
A pesar de que Pikachu fue una niña mala, nunca le arrancaste la cabeza, y eso que muchas veces te dio razones. Llegó un momento en que cuando la veías, salías corriendo jaja.
Tenías buen ojo para las personas. Gruñiste a Mireia nada ver acercarse a ti, pero le dabas besitos a Fernando, a pesar de que no le gustaba que le chupases las piernas.
Nos acompañaste en todos los eventos. A tu lado, vimos a Casillas, alzar la Eurcopa, la Copa del Mundo y la Décima. El día de la Undécima ya estabas debilitado y preferiste quedarte durmiendo en otra habitación. Siempre que había un partido importante, aparecías al otro lado del sofá reclamando mimos, como si notaras que aquella cosa verde extraña que ocurría dentro del televisor era importante, pero que sin importar qué fuera, no podía ser más importante que tú.
Me acompañaste a dar una vuelta el día que me quedé solo en Nochevieja. Fuimos a pasear a menos cinco para vivir esos minutos, por primera vez, desde el exterior, y experimentar el cambio de año por los gritos de júbilos de las personas que vivían alrededor.
El día que hice la fiesta en casa, tú fuiste parte de ella, y no te faltaron mimos ni halagos de ninguno de los invitados.
Viniste conmigo al pueblo cuando me quedé tirado con una sola asignatura en la Universidad. Subiste una buena montaña y te bañaste en el río, pero te daba miedo el puente colgante, pensabas que te ibas a caer.
Una vez, incluso viniste conmigo al trabajo. Te llevé un viernes a propósito porque ese día nunca vienen los jefes, y justo ese día vinieron, además los cuatro. Mi sorpresa fue mayor cuando vi cómo cada uno de ellos se quedaba anonadado con tu persona, y su única pregunta a partir de ese momento fue cuando ibas a volver.
Un día te enfadaste mucho porque le dimos un trozo de pizza a tu amigo FrozenChou sin saber que a ti también te gustaba. Primero intentaste robárselo, y cuando lo recuperó, fuiste a arrancarle la cabeza como si el pobre tuviera la culpa de que se lo hubiéramos dado a él en primer lugar jaja
También has tenido tus momentos duros. Como buen Chow, eras de carácter indomable. Me mordiste varias veces a lo largo de tu vida, la mayoría intentando darte algún tipo de medicación. Ahora tendré la mano marcadas por cicatrices durante el resto de mi vida, pero, ¿sabes una cosa? Mi mano duele, pero no es lo único que duele.
No te podía explicar que todas esas cosas asquerosas que te daba eran para que te pusieras bien, pero supongo que algunas de ellas te hicieron polvo por dentro. Por ello, sólo te ruego que en ese último instante que estuviste en este mundo, no pensaras mal de nosotros, y confiaras en que todo lo que hicimos fue siempre con el objetivo de que estuvieras a nuestro lado, antes, ahora, y siempre.
La historia no te recordará, nosotros lo haremos. Y no te preocupes, porque como decía el negrito al final de la peli de Gladiator: Volveremos a vernos, pero aún no...