lunes, 7 de agosto de 2006

Episodio XXXII

Título: N/A

Tamaño: 5'5

Dedicado a: Iván del Barrio

Episodio XXXII

J

ose, Norris y Eddy rodearon la superficie de combate hasta llegar a donde se encontraban los caballeros y la teniente.

“Caballeros, venimos a ayudaros” dijo Eddy.

“No sé a quien pretendes ayudar en ese estado” dijo Peter señalándole.

Eddy se observó, las secuelas del combate contra Jonyo aún pasaban factura en su cuerpo.

“Puede que no esté en mi mejor momento, pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras esa mujer destruye la ciudad”.

“Muerto no servirás de nada – replicó Peter – como he dicho antes, Jonyo y tú iréis al hospital a que os curen. Yo mismo os acompañaré para cubriros en caso de peligro. Al resto os deseo suerte. Esa mujer es el mismo demonio y contra ella toda ayuda es poca”.

Peter marchó con destino al hospital seguido de Jonyo y Eddy, quedando el resto de caballeros rodeando a la teniente, apoyados por Jose y Norris.

“¿Habéis acabado ya de hablar? – dijo la teniente bostezando – empiezo a aburrirme”.

“Si lo que ha dicho Peter es cierto – dijo Arturo – debemos atacar con toda nuestra fuerza desde el primer instante. Norris, Jose, os agradecemos vuestra ayuda pero si os veis en peligro retiraros inmediatamente. No quiero ver morir a más personas”.

“¿Por quién nos tomas? – dijo Norris sacando un cuchillo – no vamos a echar a correr sólo porque el oponente sea más poderoso que nosotros, os recuerdo que vosotros también lo sois y nos hemos enfrentado sin miedo”.

Jose observó su brazo escayolado y apretó con fuerza el puño que le quedaba sano.

“Aún no me he recuperado del todo, pero parece que tendré quitarme esto”.

Alzó el puño que tenía sano y golpeó a la escayola provocándola una grieta que se extendió por toda ella terminando por romperse en mil pedazos. Después realizó varios movimientos de muñeca, codo y dedos además de algún estiramiento.

“Parece que todo está bien” dijo satisfecho.

“Si ya estamos todos listos – dijo Fidel - ¡al ataque!”.

Todos se lanzaron contra Jezabel procurando no dejar ninguna zona desprotegida por la que pudiera atacar o escapar. Los caballeros atacaron con su espada al frente para clavar una estocada en su objetivo, Norris con el cuchillo y Jose con un puñetazo.

“Eso es, atacadme todos a la vez – dijo Jezabel – así será más divertido”.

Los ataques contra la teniente llegaron todos a la vez. En el momento del golpe, la teniente desapareció quedando todos sorprendidos y confusos.

“¿Dónde está?” pensaron todos.

“Demasiado fácil” se escuchó desde todas partes.

La teniente apareció sobre Arturo, golpeándole con un codazo en la nuca que hizo que cayera al suelo. Los demás se giraron rápidamente al escuchar el golpe con el fin de comenzar una nueva ofensiva, pero antes de que pudieran hacerlo Jezabel ya había vuelto a desaparecer.

“Es muy rápida” pensó Gabriel.

De nuevo, la teniente apareció, esta vez junto a Norris, al que derribó sin problemas de un rodillazo en el estómago volviendo a desaparecer en un instante.

“Estamos cayendo como moscas” pensó Fidel.

La teniente continuó apareciendo y desapareciendo y así, uno a uno, fue atacando, fue atacando y derribando a todos los que se enfrentaban ella. Tras derribarlos a todos, desapareció de nuevo y apareció en el punto en el que había comenzado el combate. Los caballeros comenzaron entonces a levantarse poco a poco.

“Somos seis contra uno” pensó Norris mientras se levantaba.

“Y nos ha derribado a todos” pensó Arturo.

“Sin ni siquiera usar la espada” pensó Reik.

“Kevin, Eddy, espero que regreséis pronto – pensó Jose – os necesitamos”.

A varios kilómetros de allí, Suso y Mesa estaban frente a frente, sonriéndose con superioridad el uno al otro.

“Ey, Mesita, todo este rollo de ondas de energía y de truquitos para engañar al contrario está bien, pero aún no nos hemos enfrentado cuerpo a cuerpo, así que, ¡allá voy!” dijo Suso y se lanzó contra él.

“¿Mesita? – pensó él - ¿Cómo te atreves? Esto te costará caro”.

Mesa también se lanzó contra Suso. Ambos avanzaban rápidamente el uno contra el otro. Suso atacó con un puñetazo de frente pero fue rechazado y enviado al cielo de una patada en la barbilla, dio varias vueltas en el aire y al final consiguió estabilizarse.

“Atacándole así no conseguiré tocarle nunca – pensó Suso flotando boca abajo en el cielo – Ya lo tengo, de esta forma podré atacarle sin problemas”.

Suso retomó su ofensiva volando rápidamente hacia su adversario.

“Que testarudo, sabe que no conseguirá nada atacando así pero sigue insistiendo. Merece una lección”.

De repente, Suso se quitó la gabardina y la lanzó desplegada contra Mesa.

“Pretende ocultarse tras la gabardina y atacarme aprovechando que no le veo, pero no le servirá de nada”.

Mesa lanzó una onda de energía contra la gabardina haciéndola estallar, pero la explosión generada fue mayor de lo esperado.

“Es extraño, una simple gabardina no puede crear un fuego tan grande. Aunque, es posible que tuviera explosivos y los haya dejado en ella aposta, al fin y al cabo, es un ladrón, puede tener cualquier cosa. Sí, no puede haber otra explicación. Ahora nos separan fuego, llamas y humo y me es imposible determinar su posición a simple vista. Se lo ha montado bien, seguramente atacará antes de que se disipe la explosión pero no cuenta con un factor fundamental, su energía. Es demasiado grande como para ocultarla, y más aún habiéndola obtenido de esa forma, no puede ser capaz de dominar su poder, por lo que sé perfectamente donde se encuentra” pensó mirando a un determinado punto.

Mesa alzó el brazo, apuntó al lugar del que provenía la energía de Suso y comenzó a cargar una onda de energía.

“Se acabó el juego – dijo Mesa – desaparece”.

En el momento en que Mesa se disponía a lanzar la onda, un cuchillo asomó desde el fuego de la explosión, avanzó rápidamente por el aire y se clavó en el hombro de Mesa, obligando a este a detener su ataque.

El cuchillo atravesó la chaqueta del traje y después la camisa, para al final clavarse profundamente en el hombro. Una vez clavado, la herida desprendía algo de vapor.

“Ha logrado alcanzarme”

La explosión se disipó y pudo observarse en el cielo la figura de Suso, sonriendo felizmente como un niño.

“Uuups, he fallado – dijo con una maquiavélica sonrisa – el próximo te atravesará la cabeza”.

Mesa se observó, la manga de su chaqueta negra comenzaba a teñirse de rojo y su brazo apenas respondía.

“Sabía tus intenciones desde el principio, si te hubiera atacado yo, me habrías rechazado fácilmente, y todo habría sido inútil, pero no podías prever el cuchillo, ya que no tiene no tiene fuerza vital”.

Suso comenzó a reír salvajemente ante la situación de su adversario. Por otro lado, Mesa, después de estar unos segundos cabizbajo y en silencio, levantó la vista, se sacó el cuchillo del hombro y de nuevo volvieron a emerger vapores.

“Jajaja – reía Suso – al atravesar el fuego de la explosión, el cuchillo se ha calentado, ese vapor que ves debe ser tu sangre evaporada y debes de tener una buena quemadura además de la herida”.

Mesa arrojó el cuchillo y comenzó a mover el hombro poco a poco, para comprobar su movilidad con la herida.

“Abandona – dijo Suso con firmeza – con una herida así no aguantarás nada y el combate no tendrá gracia”.

“No cantes victoria tan pronto, esto aún no ha acabado”.

En Petoria, los caballeros continuaban intentado hacer frente a la teniente con todas sus fuerzas mientras la gente huía despavorida en todas direcciones.

“¡Muere!” exclamó Fidel saltando hacia el cielo.

Alzó su espada en el aire e intentó asestar un corte vertical a la teniente aprovechando la velocidad de la caída. La teniente desapareció en el momento del golpe y Fidel aterrizó en el suelo clavando la espada en el suelo, rápidamente, la sacó y comenzó a buscar a su objetivo a su alrededor. La teniente apareció en el aire, sobre Fidel y le golpeó con la punta del zapato en la nuca haciendo que cayera al suelo de bruces.

“Aún tienes mucho que aprender, caballero”.

Gabriel apareció de frente y lanzó varias rosas contra Jezabel, la cual las esquivó fácilmente moviendo la cabeza y la cadera. Después agarró a Gabriel por el cuello de la camisa y vio que su espada estaba envainada.

“¿No desenvainas tu espada ni en una ocasión así? Sólo conseguirás que te maten”.

“Métete en tus asuntos” contestó Gabriel.

“Los jóvenes no aprendéis nunca, mereces morir”.

“Quizás sabemos más de lo que piensas, ¿qué tal si te mueres tú?” dijo una voz desde detrás.

Reik apareció detrás de la teniente, espada en mano y se dispuso a hacerla un corte en la espalda. Jezabel soltó a Gabriel y en un instante se agachó, Reik realizó su ataque sin golpear nada más que al aire y pasando la punta de su espada a escasos milímetros de los ojos de Gabriel. Después, la teniente se elevó y pateó a Gabriel en el tronco, saliendo éste disparado contra el revuelo de gente. Sin perder un instante, cogió su látigo y lo utilizó contra Reik, enrollándolo en su cuello y tirando con fuerza. Reik intentaba liberarse con todas sus fuerzas, pero sus esfuerzos eran en vano.

“¡Quizá esto te baje un poco los humos!” exclamó la teniente.

Pulsó un botón que había en el mango y una corriente eléctrica surgió recorriendo todo el látigo electrocutando a Reik hasta que quedó sin conocimiento. Tras haberle derrotado, empezó a dar vueltas al látigo junto con el cuerpo de su adversario hasta que se decidió por desprenderse de él. Cayó brutalmente contra el suelo aplastando a varias de las personas que intentaban huir.

“Jajaja, te está bien empleado” dijo la teniente.

Jezabel comenzó a reír obsesivamente en el cielo. Sin que nadie lo esperase, los altavoces de toda la plaza emitieron el chirrido de encenderse.

“¡Ciudadanos de Petoria, escuchadme!” exclamó una voz con firmeza.

“Esa voz....” dijo Arturo.

“¡Es Kevin!” exclamó Jose.

Por un instante, el revuelo de gente que había en la plaza pareció calmarse un poco y todos se pararon a escuchar.

“Queridos ciudadanos, os habla Kevin, vuestro jefe de la Guardia Petoriana. Como habréis podido comprobar por vosotros mismos, estamos sufriendo un ataque externo de extrema gravedad que ha puesto en serio peligro la seguridad de la ciudad y de los que vivimos en ella, es muy probable que si no logramos expulsar a los intrusos nos destruyan completamente y por ello debemos actuar con eficacia. Por ello, os pido que no os dejéis llevar por el pánico, con ello lo único que conseguís es hacérselo más fácil al enemigo. Sois Petorianos, distintos de los habitantes del resto del mundo que confían su seguridad a un ejército formado por mercenarios y tecnología de destrucción, vosotros habéis sido entrenados para defenderos con vuestra propia fuerza, para no tener que depender de ese ejército. Nunca nos hemos metido en conflictos de otros países, ni hemos pedido ayuda cuando hemos atravesado alguna dificultad, siempre nos hemos valido por nosotros mismos para salir de las adversidades. Sin embargo miraos ahora, corriendo por doquier como insectos insignificantes que no saben ni sobrevivir. ¡Ciudadanos de Petoria! Deteneos por un momento, replantearos vuestra posición, si queremos eliminar esta amenaza, debemos hacerlo todos juntos, defendamos la ciudad que tanto esfuerzo ha costado crear, para que nuestros descendientes puedan disfrutar de ella al igual que lo hacemos nosotros ahora”.

Tras terminar el discurso, hubo un silencio durante unos segundos en toda la plaza que fue roto por el impacto de objetos contra el suelo. Los habitantes de Petoria que había en la plaza estaban soltando cualquier pertenencia que tuvieran encima y al momento comenzaron a murmurar entre ellos.

“Casi me olvido de quien soy en realidad”.

“Kevin tiene razón, huyendo no arreglaremos nada”.

“Si queremos la paz, luchemos por ella”.

“Protegeré a mi familia y a mi ciudad”.

Poco a poco, los ciudadanos de Petoria fueron fijando su mirada en la teniente, que se encontraba en cielo, observándolo todo.

“¿Qué creéis que vais a hacer?” preguntó Jezabel.

Una vez todos se vieron liberados de su miedo y fijaron su mirada en su objetivo, alzaron el brazo con la palma de la mano abierta en dirección al punto en el que se encontraba la teniente.

“¿Qué va a ocurrir?” pensó Arturo.

En aquel momento, las palmas de los habitantes de Petoria se iluminaron levemente y todos lanzaron una onda de energía contra la teniente. En un solo segundo, la plaza estaba llena de centelleantes ondas que avanzaban desde todas direcciones para destruir a su objetivo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Menuda zorrona que es la mujer, jajaja, no se como van a derrotarla o mejor dixo a tocarla aunque sea solo un poco.

Estas empezando a escribir como los que escriben novelas... y no me gusta xD, xq asi tng q sperar con mas ilusion todos los capitulos, sigue asi y encontraras muxas puertas. Un saludete.

Anónimo dijo...

Muy bueno el capítulo, como de costumbre. Parece que las cosas se le ponen dificil a Mesa, y eso no es bueno. Mesa debe ganar ¬¬ xD. Bueno, esperamos ansiosos el próximo capítulo. Un saludo

Anónimo dijo...

ola joder no te resulta lioso con toda la trama de la historia porque ahora tienes que pensar cosas para el combate de suso con mesa de la teniente contra los caballeros y el pueblo para que se curen los heridos en los combates,pero bueno supongo que con tanto tiempo libre que tenemos en verano hay tiempo de sobra para pensar bien en las historias.
un saludo a todos.(Jon).

Enrique P. Mesa García dijo...

Si yo fuera ustedes me lo haría mirar. Seguro que algún médico puede ayudarles.

Enrique P. Mesa García dijo...

Y bueno, ¿cómo sigue?

Alejandro dijo...

Jajaja as enganchado a Enrique Mesa???? ya te dije que no iba a reaccionar mal, jiji, es divertido k t critiquen si sabes llevarlo bien...
Para Enrique (ruben si no kieres borrame el comentario) los anteriores capitulos estan en :
http://manaruben.live.msn.com/
yo soy eddy, y el silenciador d alitosis creo que es uno de tecnologia...

Anónimo dijo...

Señor Enrique Mesa, si me permites hablarte asi claro está. Los caballeros no solo es una sátira de los profesores pues aunque no lo creas, los alumnos también son una sátira de sus actitudes. Todos los que están reflejados tienen las actitudes que Rubén ve en ellos.

En los tiempos que corren siempre es bueno que hagan sátiras para así sacar la mejor de la sonrísas de la gente. Te recomiendo que leas todos los episodios que ha hecho, pues aunque no sea un escritor con nombre, se puede ver un claro avance en la forma de explicación.

No sabrás quien soy yo, pues no te he tenido nunca como profesor. Solo he tenido de profesores a Mario Salvatierra y a Angela, aunque la verdad el mejor de todos es Salvatierra lo siento, :P.

Yo en los caballeros soy Reik, caballero del hielo. Muchos me han tachado de prepotente y muchas más cosas, pero yo les pregunto... ¿acaso me conoceis para juzgarme? En fin... en resumidas cuentas, aunque parezca dificil de creer, estas cosas son necesarias. Con esto no digo que tú digas que son innecesarias claro está. Bueno espero que si los lees, sean de tu agrado y te ayuden a evadirte del mundo actual. Sin nada más que decir.

Daniel López

Siento si me he excedido escribiendo.

Azure dijo...

Gracias por vuestra colaboración Alejandro y Daniel, y a todos los q pongáis algo de aquí en adelante, la dirección es errónea, es culpa mía, es http://manaruben.spaces.live.com, afirmo lo q dice Dani y añado que la sátira va acompañada de todo nuestro respeto, xq los caballeros somos todos (hasta yo q no salgo xD) y el verdadero fin de esta novela es tener un recuerdo que nos una a todos nosotros y al instituto.

Suso dijo...

Como siempre otro impresionante episodio de los caballeros espero el proximo en brebe.....da do que no tengo tiempo en estos momentos no me excedero y tan solo te felicitare sige asi ermano.
*********SUSO**********

Anónimo dijo...

Me sorprende que suso sepa tanto xD.