Pufff... Menudo mes... Primero, mi nota del examen no tenía ningún error, se juntó que el tío es un cabrón con que fallé todas las del test típico que dudas en dos. Entonces me fui al pueblo de vacaciones solitarias a pensar un poco, donde empecé este capítulo en el portátil, pero al volver, después de pasar el word al ordena de casa, a la semana se me jode la placa base ¬¬ así que me he tenido que no he podido continuar hasta que me he pillado uno nuevo. Pero bueno, ya está aquí, el capítulo 148 desde mi nuevo ordena con un i7 3770, una GTX 660, 8GB de RAM y un disco duro de 2Tb.
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Episodio CXLVIII
Los
tres caballeros que quedaban en la costa volvían caminando lentamente hacia la
playa, donde yacía el cuerpo de Peter cuando, apenas unos segundos después de
que se hubiera marchado Fidel, volvió a escucharse el murmullo de los soldados
acercándose.
“¿Otra
vez? – Se preguntó Gabriel – Creía que Fidel había acabado con todos”.
“Puede
que sólo fuera la primera oleada – opinó el anciano – Y si ya van dos, puede
haber cientos, puede que no paren hasta que se agoten vuestras fuerzas.
¡Marchaos! ¡Deprisa! ¡Olvidaros de mí! ¡Sé que si simplemente os abrís paso y
cruzáis a través de ellos apenas perderéis tiempo y energía! La única razón por
la que queréis destruirlos a todos es para que no me maten a mí también”.
“¿Marcharnos?
¿Otra vez? – Dijo Jonyo – ¡No pienso volver a hacerlo!”
“¿Cómo
otra vez?” el sacerdote no entendía nada.
“Es
cierto, no es la primera vez que pasamos por una situación como esta – explicó
el caballero de la rosa – Cuando estuvimos en Nexus ocurrió algo parecido. Otro
amigo, Kevin, murió delante de nosotros sin que pudiéramos hacer nada para
evitarlo”.
“Y
lo peor de todo – continuó Reik – fue que tuvimos que escapar como ratas cuando
acabó todo porque unos civiles nos rodearon, inculpándonos sin prueba alguna, y
claro, a esos no podíamos darles un escarmiento, habría sido abusar...”
“Eso
debió molestar mucho a Reik – pensó Gabriel para sus adentros – Al fin y a
cabo, a él le acusaron injustamente de haber matado a sus amigos”.
“Resumiendo,
aquella vez no pudimos despedirnos adecuadamente de nuestro compañero, encima
que gracias a él salvamos el culo – dijo Jonyo – Y ahora no vamos a permitir
que ocurra lo mismo, ¡arrasaremos a esos monstruos y después nos encargaremos
de Peter!”
El
pelotón de soldados ya era visible a simple vista. Se acercaba cada vez más y
más, pero los caballeros no desenvainaron sus espadas ni se pusieron en posición
de combate.
“Parecen
tantos como antes – trataba de fijarse el caballero de la rosa – Puede que
incluso más”.
“No
sé vosotros, pero por lo menos, yo no pienso perder ni un segundo más con esta
basura” aseveró el caballero del hielo.
“¡Eso!
¡Marchaos! – Insistía el hombre – ¡Fui yo el que decidió venir hasta aquí!
Conocía los riesgos”.
“Tranquilo,
no se refiere a eso. Vamos a hacer lo mismo que cuando derrotamos a la teniente
por primera vez”.
“Sí,
pero esta vez con ataques no elementales, que si no a ver cómo participa éste”
dijo Reik señalando a Gabriel.
“No
fui el único que no participó en ese ataque – se defendió el caballero – Fidel
tampoco lo hizo. Fue cosa vuestra y de Arturo”.
“¿Y
qué ibais a aportar Fidel y tú a un
ataque elemental? ¿Pétalos y piedras?”
“¿Podéis
dejar la discusión para otro momento? – Les dijo Jonyo – Tenemos cosas más
importantes que hacer”.
“¡Es
cierto! ¡Mario, rápido, ven aquí!” le gritó el caballero de la rosa.
“¿Yo?
¿Para qué?”
“¡No
hay tiempo para explicaciones! ¡Esos soldados mugrientos ya casi están aquí!”
El
anciano confió en las palabras del caballero, y avanzó tan rápido como
buenamente pudo hasta su posición, mientras ellos se dedicaban a concentrar
energía. Al llegar, le pusieron entre ellos tres, rodeándole, y cada uno posó
una mano sobre su cuerpo. En ese momento, los cuerpos de los cuatro comenzaron
a iluminarse hasta que finalmente, una cúpula de energía les envolvió y comenzó
a expandirse, engullendo a todos los soldados y pulverizándolos con tal sólo alcanzarles.
Al
ver que no podían hacer nada, los soldados trataron de huir inútilmente. La
cúpula de energía continuó creciendo hasta tragarlos a todos sin dejar rastro,
para luego disiparse y dejar ver que ni los árboles, ni los animales, ni nada
de lo que había por allí aparte de los soldados había sido destruido.
“¿Qué
ha pasado? – Preguntó el sacerdote – ¿Cómo es que vuestro ataque no ha
destruido nada? Y tampoco me ha afectado a mí”.
“Por
eso te he dicho que vinieras – le respondió Gabriel – Al tocarte, hemos cogido
un poco de tu energía, y también hemos usado energía del entorno, y ningún
ataque formado total o parcialmente por tu propia energía podrá hacerte daño
jamás”.
“Utilizar
la energía de tantos seres distintos a la vez requiere de un gran control y por
eso hemos preferido hacerlo entre todos – continuó Jonyo con la explicación –
Bueno, por eso y porque así podíamos poner energía de cada uno de nosotros
también, claro”.
“Ya
nos hemos librado de la basura – Reik dio por terminada la conversación –
¡Vamos a por Peter!”
Los
caballeros corrieron hacia el cuerpo inanimado de su compañero, que yacía sin
vida boca abajo, chamuscado, envuelto en cenizas y hollín.
“¡No
puede ser! ¡No puede haber muerto! – Jonyo se negaba a creerlo – ¡No de esta forma!”
El
caballero del rayo agarró el cuerpo y le dio la vuelta, con la esperanza de
encontrarse un atisbo de vida al otro lado. Sin embargo, lo único que consiguió
fue ver el rostro de Peter con los ojos en blanco y la lengua fuera. De la
impresión, el caballero se echó para atrás. Mario le puso la mano en el hombro,
le miró fijamente, y negó con la cabeza.
“La
vida es así, hijo. No podemos elegir cuando ni donde nacer, sólo podemos elegir
qué hacer con el tiempo que se nos ha dado, y con la muerte pasa lo mismo. Muy
pocos son capaces de elegir su propia muerte, y los que lo hacen, tampoco
eligen la muerte que les gustaría. Muchos desean morir durmiendo, para no tener
que hacer frente a su terrible destino, otros heroicamente, dando la vida por
sus seres queridos, o defendiendo aquello en lo que creen, pero la mayoría no
logran sus objetivos, y terminan viendo su final en una cama de hospital,
rodeados de tubos y cables, agonizando de una grave enfermedad, sabiendo que
dejan atrás a sus seres queridos y todos los sueños que nunca se atrevieron a
convertir en realidad. Es entonces cuando la desesperación se apodera de ellos
y comienza su verdadero tormento.
Pero,
aunque no lo parezca, este caso es el más común. La mayoría de las veces la
muerte viene sin avisar, sin dejarte tiempo a que te prepares ni a que puedas
decir ni hacer nada para irte más tranquilo, sin que tus seres queridos puedan
despedirse de ti ni hacer contigo todas esas cosas que estabais dejando para un
día de estos. Esta es, sin duda, la peor muerte de todas”.
“Puto
Mesa… – susurraba Jonyo cerrando el puño con fuerza – Se va a enterar…”
“Tranquilo
– le dijo Reik – Fidel ya ha ido a por él. Deja que se encargue de todo. Ya nos
hemos repartido los enemigos. Si vas ahora, luego no podrás hacer nada contra
el Caballero Negro, y todo lo que hemos conseguido hasta ahora no habrá servido
para nada”.
“¿Entonces
vamos a dejarlo estar?” preguntó el caballero de la rosa.
“No.
Yo he dicho que Fidel ya se encarga de Mesa, no que no podamos hacer nada.
Podemos hacer otra cosa”.
“¿El
qué? – Volvió a preguntar Gabriel – ¿Y por cierto, como es que Fidel se ha ido
volando? ¿No se supone que no podía?”
No
muy lejos de allí, el caballero de la tierra, avanzaba por la isla campo a través,
corriendo lentamente mientras jadeaba sin cesar.
“Joder…
No he durado volando ni diez segundos… Puta presión de mierda… ¡Mesa! – Gritaba
al aire – ¡Sal de una vez! ¡He venido a por ti!”
Por
mucho que gritaba, el caballero no obtenía ninguna respuesta. Además, estaba un
poco cansado después de gastar tanta energía en el Final Shine Attack para derrotar a los soldados, y en volar bajo la
presión de la isla. Fidel temía que todo eso pudiera perjudicarle en su combate
y decidió tomarse un descanso en cuanto pudiera.
Caminó
unos minutos más, hasta que dio con un pequeño río con un montón de piedras
redondeadas tras haber sido arrastradas por la corriente a un lado de la
orilla.
“Esto
me viene genial. Un buen bañito con el calor que hace es justo lo que necesito
para ir bien fresco al combate”.
El
caballero se bañó en el río sin ningún tipo de ropa, aprovechando que estaba
solo. Se quedó un rato en el agua tranquilamente, sintiendo como trataba de
llevarle la corriente, y como los pececitos le tocaban confundiéndole con comida.
Al salir se secó con el calor del sol, volvió a vestirse y se tumbó en una gran
roca para disfrutar un poco más de su propio elemento y del resto de la
naturaleza, como último respiro antes de librar su batalla final. Se encontraba
tan a gusto que, sin darse cuenta, terminó quedándose dormido sobre aquella
roca.
En
la costa, los caballeros habían enterrado a Peter en la playa, junto al barco
que consiguieron en su ciudad, o mejor dicho, lo que quedaba de él. A pesar de
que Shinkan Mario quería hacer una cruz con dos trozos de madera del barco,
Reik se negó a que se utilizaran símbolos religiosos en su presencia, y
terminaron clavando un trozo del mástil en la tumba en su recuerdo.
“¿Y
ya está? ¿Esto es todo lo que podemos hacer?” se quejaba Jonyo.
“Bueno,
ya es más de lo que pudimos hacer con Kevin”.
“Pero…
Aun así… Lo que me pide el cuerpo es ir a reventar a todos esos cabrones”.
“Debes
tranquilizarte – volvió a hablar el anciano – Eso es precisamente lo que
quieren que hagáis. Sin embargo, habéis sabido mantener la calma y no caer en
la provocación como vuestro compañero. A veces hay que pararse un momento a
mirar hacia el pasado y recordar a todos los que, gracias a ellos, estamos
aquí. Si os hubieseis ido con esto dentro había repercutido en vuestro
enfrentamiento. El factor psicológico también es muy importante, no debéis
ignorarlo. Dime, Jonyo, ¿a que ahora te sientes mucho mejor?”
“Pues
la verdad es que sí. No habría podido perdonarme dejar atrás a otro compañero
caído en combate”.
“Bien
dicho – le dijo el caballero de la rosa – Son ellos los que tienen que esperar
por nosotros, al fin y al cabo, son los que quieren destruirnos”.
“¿Estamos
listos, entonces?” preguntó Reik.
“Sí,
cuando queráis” dijo Jonyo.
“Yo
me quedaré por aquí – dijo el sacerdote – Os deseo suerte”.
“Siento
que ninguno pueda quedarse contigo – se lamentaba Gabriel – pero nuestros
oponentes podrían usarte de escudo humano o amenazar con matarte si se ven
acorralados”.
“No
os preocupéis por mí. Ya os dije que sabía perfectamente lo que hacían cuando
decidí venir. Sobreviviré, y vosotros también”.
“Nos
vemos a la vuelta – le dijo el caballero del rayo estrechándole la mano – Muchas
gracias por todo”.
“Venga,
vámonos o cuando lleguemos se van a haber muerto de aburrimiento” dijo Reik.
“Vete
ya si quieres, al fin y al cabo, aquí nos separamos los tres” dijo el caballero
de la rosa.
“Sí,
será mejor que vayamos cada uno a un punto de la isla para que los efectos de
los combates no interfieran en los del resto” opinó Jonyo.
“Jejeje
– el Señor Oscuro estaba en la terraza superior del castillo de la Fiera
Deidad. No tenía prismáticos, ni monitores que le informaran de la conversación
de los caballeros, sin embargo, se enteraba perfectamente de lo que estaban
hablando – Tienes toda la razón, caballero del rayo. ¡Activad el dispositivo de
transporte!”
“¡A
sus órdenes!” escuchó a sus espaldas.
“Bueno,
entonces nos vemos aquí mismo para ir a recoger a Arturo, ¿vale? – Dijo el
caballero de la rosa después de estrechar la mano a sus otros dos compañeros –
Ya veremos quien es el primero que llega”.
“Pues
yo, por algo soy el caballero del rayo” fanfarroneó un poco.
En
ese momento, el cuerpo de Jonyo se iluminó rápidamente y tras saltar un rayo de
luz hacia el cielo, desapareció.
“Menuda
prisa, ya se ha ido…” dijo Gabriel.
“No…
¡No se ha ido!” exclamó el caballero del hielo y su cuerpo también se iluminó y
se desvaneció e un instante.
“Mierda,
no me digas que...”
El
caballero de la rosa se dio cuenta de lo que ocurría, pero ya era demasiado
tarde. Su cuerpo también se iluminó y desapareció e un instante, dejando solo
al anciano sacerdote.
“Parece
que han partido hacia su prueba final. Entonces es hora de que yo parta hacia
la mía…” concluyó.
El
cuerpo del caballero de la tierra también se iluminó y se desvaneció, pero seguía
durmiendo y no se dio cuenta.
Jonyo
apareció en lo alto de un barranco, desorientado. No sabía lo que había pasado.
“¿Qué
ha ocurrido? Estaba hablando con estos cuando de repente… Un momento… Este
lugar me suena…”
“Así
es… – el Caballero Negro estaba delante
de él en el límite del precipicio – Nuestro último encuentro fue en un lugar así,
¿recuerdas? He escogido este sitio para ti por eso”.
“Blackron…”
Reik
apareció a la orilla de un gran lago. Se mantenía alerta, pues sospechaba lo
que había ocurrido, cuando de pronto algo le atacó.
Extendió
la mano con rapidez y agarro aquello que venía a por él. Cuando lo tuvo bien
sujeto, vio que se trataba de un látigo. Siguió la cuerda con la mirada, y al
otro lado encontró a la teniente.
“Me
alegro de que hayas detenido mi ataque – le dijo – De haberte alcanzado,
significaría que no eres un rival que merezca la pena”.
El
caballero no la contestó. Se limitó a sacar su espada y apuntó a la teniente
con ella.
Gabriel
apareció en un bosque lleno de vida, con montones de árboles, flores, vegetación
y animalillos correteando por ahí.
“¿Nos
han teletransportado? ¿Dónde estarán los demás?”
“No
te quejes tanto. Al fin y al cabo, hemos seguido vuestras propias preferencias.
Cada uno tiene al rival que ha elegido”.
El
hombre encapuchado apareció caminando y se acercó al caballero de la rosa
sonriente.
“Tú
eres…”
Por
último, Fidel se despertó de su pequeña cabezadita muy contento, y dispuesto a
encontrar a Mesa cuando, para su sorpresa, vio que se encontraba a la entrada
del castillo de la Fiera Deidad. Sobresaltado, se puso de pie, tratando de
descubrir cómo había llegado hasta ahí.
“¿Eh?
¿Qué pasa aquí? ¿No seguiré durmiendo? – Se pellizcó la mejilla para asegurarse
de que estaba despierto – Si yo estaba en un río echándome la siesta…
“Bienvenido
a tu ejecución”.
Desde
el interior de la fortaleza, una figura elegante y bien vestida salió al
exterior, portando una copa de pacharán entre los dedos y un puro encendido
entre los labios. Al verla, al caballero de la tierra ya no le importaba cómo
había llegado hasta ahí, porque ese era el destino que estaba buscando desde el
principio.
Satisfecho
de haber conseguido llegar hasta su objetivo después de tantos impedimentos,
Fidel desenvainó su espada y se puso en posición de combate.
“Duerme
bien, Arturo – el caballero de la tierra recordó la última imagen que tenía de
su amigo. Tendido en el suelo, con el pecho atravesado, envuelto en aquella
barrera de energía esperando por recuperarse. Ni siquiera pudo verle la cara
por última vez, ni pedirle disculpas por todo lo que le había hecho pasar –
Cuando despiertes, probablemente todo habrá acabado, aunque seguramente yo ya
no esté aquí para celebrarlo contigo, amigo”.
1 comentarios:
Excelente capítulo, que me ha dejado con ganas de mucho más, se va acercando el final, por una parte esperado y por otra no deseado, sabiendo que esto se acaba. Ha habido unas cuantas frases que me han gustado mucho.
No os preocupéis por mí. Ya os dije que sabía perfectamente lo que hacían cuando decidí venir(
lo que hacía)
Un saludo a todos
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