Ya he perdido la cuenta de cuantas rondas de combate van ya. Creo que esta es la... ¿quinta? En cualquier caso, lo que está claro es que lo que no vamos a olvidar ninguno será tanto este capítulo como los que vienen por delante ;)
Episodio CLXIX
M
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esa extrajo el
brazo que atravesaba el cuerpo de Fidel con un movimiento rápido y preciso. El
cuerpo del caballero se tambaleó y cayó al suelo redondo. Se quedó unos
segundos observándolo, buscando alguna reacción, alguna señal que le confirmara
que había ganado el combate, pero precisamente lo que se encontró fue una total
falta de ellas.
“No sangra…”
susurró.
En efecto, a
pesar de que el cuerpo del caballero seguía envuelto en el aura roja, no
debería suponer ningún impedimento para que la sangre de la herida saliese al
exterior, pues la propia mano de Mesa estaba completamente ensangrentada.
El cuerpo de
Fidel comenzó a responder. Se retorcía en el suelo, como otras veces, a la vez
que el aura se volvía inestable de nuevo, creciendo y tomando forma, ahora bien
definida, de la cabeza de un dragón.
“No puede ser…
Lo que estoy pensando no puede estar ocurriendo…”
La cabeza de
dragón formada por el aura roja abrió sus fauces y trató de engullir a Mesa,
que retrocedió rápidamente para evitar ser devorado. A partir de ahí, Mesa
confirmó sus temores.
“La energía del
caballero… Está aumentando otra vez…”
Poco a poco, la
cabeza del dragón fue perdiendo su forma una vez más, dejando tras de sí una
figura humana, en pie, completamente envuelta en el aura. Lo único que podía
verse del caballero de la tierra era su silueta. Nada podía confirmar que en
verdad él estaba ahí dentro.
“Creo que ya
comprendo lo que ha ocurrido – se dijo Mesa – El cuerpo del caballero bajo el
aura roja está sometido a una gran presión. A pesar de que con mi gran poder
conseguí atravesar el cuerpo, al retirar el brazo todo volvió a la normalidad,
siendo la propia aura la que tapona involuntariamente la herida, conteniendo la
hemorragia.
Sin embargo,
aunque no haya sangrado, los daños están ahí, eso es un hecho. Tal vez haya elevado
el multiplicado a siete, pero no su cuerpo ya no tiene fuerza alguna, es una
marioneta al servicio de su propia técnica.
Es como si ya
estuviera muerto, pero es un muerto que todavía es capaz de enfrentarse a mí.
Es posible que si logro atravesarle de nuevo, acertando en un punto vital, su
vida se extinga por completo y la técnica se desactive… Debo hacerlo, ¡le
atravesaré el corazón!”
No perdió un
segundo más. Mesa volvió a la carga, apuntando con su mano, con los dedos
extendidos y juntos, como si fuera una espada, directo al corazón del
caballero.
Estando a
escasos milímetros de su objetivo, el brazo de Mesa se detuvo por completo, o
mejor dicho, fue detenido por el caballero de la tierra, que le agarró con
fuerza antes de que lo lograra.
“No… No puedo
liberarme…” pensaba Mesa mientras trataba de zafarse del caballero con todas
sus fuerzas.
Con el otro
brazo, Fidel retiró el puño levemente, y acto seguido lo lanzó contra su
adversario. En un instante, la cabeza del dragón volvió a tomar forma,
utilizando el brazo que asestaba el golpe, y a la vez que el caballero
propinaba el puñetazo, el dragón abrió sus fauces y devoró a Mesa.
No se enteró de
nada. Vio abrirse la boca del dragón y un instante después ya estaba dando
botes por el suelo. Terminó boca abajo, con gafas llenas de polvo, y un
profundo malestar en su interior.
Pero ahora, el
caballero, o lo que quedaba de él, no iba a esperar a que levantase, se
limpiase las gafas y se sacudiese el traje. Salió volando a ras de tierra, alzó
el puño al frente, y el dragón volvió a hacerse realidad, abriendo ligeramente
el suelo allá por donde pasaba.
Mesa no tuvo
mucho tiempo para reaccionar. Echó las manos hacia delante y agarró con fuerza
las fauces del dragón que se abalanzaban sobre él, sin poder evitar que lo arrastrara
violentamente por los alrededores.
“Tan sólo es la
cabeza de un dragón formada por el aura roja de la energía de ese caballero,
pero aun así ha tomado sustancia, puedo tocarla y puede causarme daño...”
Antes de que
Mesa terminara de reflexionar, Fidel le propinó una patada, y en un instante,
la cabeza se desmaterializó del brazo para reaparecer en la pierna, surgiendo a
gran velocidad, hacia arriba, enganchando a su víctima y precipitándola por los
aires.
Tras flotar unos
segundos, el cuerpo de Mesa cayó al suelo en seco. Su espalda chocó brutalmente
contra la tierra y quedó paralizado durante unos instantes, con una mueca de
dolor. Allí, tirado en el suelo, recordó todas las ocasiones que había tenido
en el pasado, y también durante el propio combate, para acabar con la vida del
caballero cuando todavía era muy superior a él.
“Ya es…
Demasiado tarde – se dijo a sí mismo – Desde el momento en que se activó esa
técnica, ya no había nada que hacer… Acaso… Acaso tú… Shawn…”
El caballero dio
un salto, seguido de una voltereta hacia atrás en el aire, y cayó en picado
directo hacia el suelo. Volvió a extender el brazo al frente, y la cabeza del
dragón apareció de nuevo. Cuando su cuerpo impactó contra el suelo, se abrió
paso sin problema, avanzando hacia las profundidades.
Durante unos
segundos, se hizo el silencio. Sin embargo, a Mesa le parecía escuchar el
aullido del dragón emergiendo desde el subsuelo. En cuestión de segundos,
apareció ascendiendo desde el suelo, justo por debajo de donde descansaba su
objetivo.
“¡No me vas a
coger!”
Mesa ya había
sufrido otros ataques subterráneos del caballero de la tierra. Sabía en qué
consistían y cómo evitarlos. Rápidamente, se llevó los dedos índice y corazón a
la frente y se teletransportó hacia el cielo, huyendo del ataque.
Apareció en el
mismo punto, pero más elevado en el cielo, buscando el tiempo y la distancia
necesarios para elaborar un plan de ataque, pero sin perder de vista el
objetivo. Pero cuando miró hacia abajo, Fidel ya no estaba, a pesar de que su
movimiento había sido completamente instantáneo. Al momento, escuchó el ruido
de algo aproximándose, pero ya era demasiado tarde. El caballero de la tierra
atacó con todo su peso, asestando a su adversario una fuerte patada en la
espalda, con la cabeza del dragón materializada en su pierna.
El cuerpo de
Mesa fue arrastrado por Fidel hasta el suelo, donde lo estrelló violentamente
hasta sepultarlo por completo. Emocionado, el cuerpo del caballero, no se sabe
si por propia voluntad o controlado por su técnica, daba pisotones al suelo y
elevaba los brazos al cielo en señal de victoria.
La mano de Mesa
emergió del suelo como si de un zombi se tratara. Su cuerpo en general tampoco
es que estuviese en mucho mejor estado. Aunque había dominado durante todo el
combate, eso son significaba que no hubiese tenido que hacer ningún esfuerzo, y
el alargamiento innecesario empezaba a pasarle factura a él también.
“Jejeje – se
reía de sí mismo – Por un momento, yo también he sido víctima de la emoción.
Por un momento, me olvidé de que ya anulaste antes los efectos de mi Shunkanido, y pensaba únicamente en
disfrutar del combate.
Hasta ahora, mi
abrumador poder siempre ha logrado que alcanzase la victoria con extrema
facilidad. Ni siquiera los más grandes dentro de mi círculo pueden hacerme
frente. Derrotar a la teniente o al imbécil de Lardo no es más que un juego
para mí. No fue hasta mi enfrentamiento con el caballero del fuego que sentí
por primera vez el sabor de la derrota, y aun así, siempre he estado convencido
de que fue un acto fortuito el causante de aquel desafortunado resultado. El
factor sorpresa de la transformación y la repentina aparición de la chica
fueron claves ese día, al no tener tiempo de adaptarme a las circunstancias”.
Mientras
hablaba, el caballero volvió a parecer perder el control. De unas
identificables poses de victoria, pasó a llevarse las manos a la cabeza,
mientras temblaba sin cesar. El aura volvió a descontrolarse, creciendo
mientras se materializaba la cabeza del dragón. Sin embargo, ninguno de estos
sucesos alteró a Mesa, que continuaba su discurso.
“Pero hoy, las
cosas son bien distintas. Puede que no me hayas superado como crees, pero es
innegable que sí me has igualado, y en esta ocasión no hay excusa de por medio
que valga. Elapsam semel occasionem non
ipse potest Iuppiter reprehendere[1].
He tenido infinidad de ocasiones de acabar contigo, pero las he desperdiciado
todas, y ahora, tú, la marioneta que yo mismo he estado controlando todo este
tiempo, amenaza con privarme de mi último deseo. Pensé que esta vez sería igual
de fácil que siempre, pero, por primera vez en mi vida, me equivoqué.
En cualquier
caso, lo que quiero es darte las gracias, caballero. Verme en esta situación
tan desesperada ha desatado en mí un torrente de emociones que jamás pensé que
volvería a experimentar. La ilusión de ver que toda esa energía que has
adquirido hará que el Caballero Negro se vuelva lo más poderoso posible y que
mi esfuerzo no todo este tiempo no ha sido en vano. La incertidumbre de no
saber qué va a pasar, si voy a lograrlo o no, cuando antes se daba por hecho,
hará que, sin duda, desarrolle mi verdadero potencial. Vivir la emoción de un
combate final al límite de mis fuerzas será sin duda el broche final a mi
coronación. ¡Vamos! ¡Ven aquí, caballero! ¡Veremos quién es realmente el más
fuerte!”
Se lanzó al
ataque, sin esperar a que el caballero retomase el control. Al mismo tiempo, un
aura blanca le rodeó completamente. Sin embargo, la técnica respondió a su
acercamiento, volviendo a su forma original.
“Parece que de
vez en cuando trata de tomar el cuerpo del caballero, pero al entrar en combate
he interrumpido su intento”.
El cuerpo del
caballero se movió inconscientemente, bloqueando el ataque de Mesa. No
obstante, esto parecía estar ya previsto por el maestro, pues sin detenerse,
adelantó el otro brazo y atacó con fuerza el cuerpo envuelto en aura de su
adversario, que no pudo resistir la presión y salió rechazado hacia atrás.
Continuó su
ofensiva, aprovechando que su objetivo todavía flotaba por los aires sin
control. Voló hasta ponerse a su altura, pero cuando iba a golpearle, el
caballero reaccionó, propinándole una poderosa patada en el estómago. La cabeza
del dragón se materializó en su pierna, para después hundirse en el cuerpo del
profesor, antes de lanzarle por los aires.
La situación se
había invertido. Ahora era Fidel el que atacaba y Mesa el que acababa de
recibir un golpe. El caballero ascendió para seguir con su ofensiva, pero
cuando estaba llegando, Mesa lo derribó de una patada en el cuello, enviándole
de nuevo hacia el suelo.
No se rindió. Un
instante antes de estrellarse contra el suelo logró dar una voltereta en el
aire y caer, aunque a duras penas, de pie. Sin perder más tiempo, se impulsó de
nuevo hacia el cielo en busca de su adversario, una vez más.
Mesa salió a su
encuentro. Comenzó a descender tan rápido como pudo a la vez que preparaba una
patada directa al caballero. Fidel, instintivamente, copió su movimiento,
extendiendo su pierna hacia arriba. La cabeza se materializó de nuevo,
simulando un verdadero dragón rojo ascendiendo hacia los cielos.
Los dos
combatientes se alcanzaron mutuamente, y sus patadas se cruzaron, impactando
cada una en la mejilla del contrario. Por un instante, de manera casi
inapreciable, hubo un forcejeo entre ambos. Los dos intentaban dar el golpe
definitivo que decidiese el combate.
La longitud de
las piernas fue la clave. A pesar de que el caballero de la tierra era bastante
alto, Mesa lo era un poco más, sus piernas eran un poco más largas, y
finalmente eso le permitió hincar el ligero tacón del zapato en el cuello del
caballero, logrando además que todo su cuerpo retrocediera ligeramente, debilitando
la potencia del ataque contrario.
En apenas un
segundo, la situación cambió, y ya no era un choque de patadas, sino Mesa
aplastando a Fidel, llevándoselo consigo hasta que lo estrelló contra el suelo.
Sin embargo, debido a que el ángulo de la caída era casi horizontal, el cuerpo
del caballero no llegó a incrustarse en el suelo, sino que simplemente rebotó
varias veces en la superficie hasta detenerse.
Mesa descendió
suavemente, observándole sin perder detalle. Ya no se levantó al instante.
Tampoco se expandió su aura, pues ya no podía más, ni tampoco aumentó el
multiplicador de su energía. El caballero de la tierra se levantó lentamente,
mientras un suave humo rojo se escapaba de su cuerpo, perdiéndose en el cielo.
“Parece que al
fin se acabó… Su técnica se está deshaciendo”.
El cuerpo
envuelto en aura del caballero se retorcía. Cayó de rodillas, llevándose las
manos a la cara, tratando de gritar, pero ya no era capaz de articular palabra.
El único sonido que emitía eran unos alaridos propios de un monstruo.
“Está acabado,
ya no puede ni hablar… Como el aura también le cubre la cabeza, la presión que
ejerce sobre su cuerpo, al igual que tapona la herida, también distorsiona su
voz, por eso ya no se le entiende. Seguramente sólo esté gritando de dolor,
pero aunque estuviera diciendo algo realmente, lo que me llega no son más que
rugidos, como si de un animal se tratara. Me pregunto si mantendrá alguno de
sus otros sentidos… Es probable que su visión ahora mismo sea una nube de fuego
roja, que él único sonido que oiga sea el chisporroteo del aura, y que lo único
que sienta su cuerpo sea un calor insoportable. Si ese es el caso, tal vez se
mueva detectando la energía o por puro instinto. Ha vendido su alma para ganar
el combate y al final lo ha perdido todo. Un triste final para una vida
patética y absurda”.
Por un momento,
Mesa sintió lástima del caballero y cerró los ojos para no contemplar tan
horripilante escena. Antes de abrirlos de nuevo, giró la cabeza y miró al
suelo, para no tener que seguir viendo cómo Fidel terminaba de autodestruirse.
“¿Cómo? – Al
abrir los ojos, Mesa se dio cuenta de que algo había cambiado. Hasta hacía un
momento brillaba el Sol, pero ahora, todo a su alrededor estaba ensombrecido, y
aunque no estaba seguro todavía, creía saber el porqué, aunque deseaba estar
equivocado – Será…”
Alzó la cabeza
para mirar al cielo, y allí estaba. Un nuevo meteorito, más grande que el
anterior, descendía rápidamente, atraído por el humo rojo que salía del aura
del caballero.
“Ciervo herido,
peligroso enemigo – pensó – A pesar de que está condenado a muerte, da sus
últimos coletazos para llevarme con él. ¡No lo conseguirá!”
Saltó, directo
al cuerpo celeste que se le venía encima una vez más. Ya sabía que no tenía
fuerza suficiente como para detenerlo con sus propias manos, pero al menos
tenía que intentarlo. Trató de detener, una vez más, el asteroide con sus manos
desnudas, utilizando toda su fuerza. Cerró los ojos de la presión, tensó todo
su cuerpo, le salía humo de los dedos por el calor y se le marcaron las venas
en la frente, pero nada pudo hacer por detener el avance de aquella gran masa
de piedra ardiente.
“Ya he usado
antes dos veces el Kamehameha… Si lo
uso ahora otra vez podré detener el meteorito de nuevo, pero me quedaré
prácticamente sin energía… Pero si no hago nada, aunque los daños que sufriré
no serán letales, el castillo de la Fiera Deidad será destruido, y me han
encomendado custodiarlo… Parece que sólo me queda una solución…”
Apenas conseguía
frenar ligeramente el avance del meteoro, cuando decidió sostenerlo con una
sola mano y retirar la otra. En ese momento, el meteorito aumentó su velocidad,
mientras Mesa veía como se acercaba peligrosamente a tierra. Rápidamente, se
llevó la mano que le quedaba libre a la frente y posó sobre ella los dedos
índice y corazón.
“Je – sonrió
durante un segundo mirando la caballero, pero enseguida volvió la cabeza hacia
el meteorito y se puso serio – ¡Shunkanido!”
Mesa desapareció
completamente, llevándose el cuerpo celeste con él. Cuando desaparecieron, una
corriente de aire surgió tras de sí, llenando el vació que habían dejado.
Inmediatamente,
el caballero se elevó de un gran saltó y comenzó a buscar alrededor, pues sabía
que, por muy lejos que hubieran ido, todavía debería poder localizarlos a
simple vista.
No tardó en
hacerlo. El meteorito era demasiado grande como para no verse. Además, no
estaba muy lejos. Mesa tan sólo se había teletransportado fuera de la isla, y
ahora caía directo al mar.
A pesar de que
ya se había alejado bastante, seguía temiendo por la seguridad del castillo a
causa de la inminente explosión. Por eso, no huyó, no desapareció dejando todo
a su suerte. Él se quedó hasta el final, ralentizando en la medida de lo
posible la caída, hasta que finalmente el meteorito se estrelló, estando él en
el epicentro del desastre.
La explosión fue
fulminante. Aunque fue en el mar, en realidad no cambió nada. Había poca
profundidad a esa distancia de la isla, y el calor del meteorito evaporó las
aguas de alrededor, abriendose pasó hasta el fondo marino. Un destello surgió
de la posición en la que se encontraba Mesa, engulléndolo por completo,
mientras todavía gritaba al hacer fuerza para retrasar aún más el descenso. Un
instante después, el estruendo del impacto ahogó su grito, y una nube de fuego
envolvió al meteoro. Poco después era una columna de fuego que se perdía en el
firmamento, mientras las violentas olas generadas por la onda expansiva se
levantaban contra la isla.
Todos los
caballeros sintieron el temblor de la tierra, soportaron el viento de la onda
expansiva, contemplaron el fuego de la explosión, y se enfrentaron a las olas
que acechaban. Jonyo y Blackron, al estar en el acantilado, al lado del mar,
vieron como una ola gigante se abalanzaba contra ellos. Tuvieron que detener su
enfrentamiento para escapar volando, mientras observaban cómo el agua se lo
tragaba todo. Gabriel y Lardo, al estar en el corazón de la isla, el agua no
llegó a alcanzarles, pero sí un poderoso viento que les obligó a cubrirse la
cara y a esquivar varios escombros arrastrados por la corriente, al mismo
tiempo que descubrieron la columna de fuego en el mar. Por otro lado, Reik y
Shawn vieron cómo el lago recién destruido se volvía a llenar, aunque esta vez
de agua salada.
La explosión
dejó tras de sí un enorme cráter humeante. Sin embargo, el mar no alcanzaba a
llenarlo, porque la tierra se había levantado por encima del agua, formando el
borde del cráter, impidiendo que las aguas lo inundaran.
Allí, al fondo
del cráter, sumido en una montaña de enromes rocas, y bajo una gran presión, Mesa
respiraba aliviado por haber salvado el castillo y salir con vida, aunque tremendamente
debilitado, más por el esfuerzo que había hecho por minimizar los daños del
asteroide que por los daños de la explosión. Aprovechó esos instantes para reposar
y pensar qué hacer a continuación.
En cuanto cesó
la explosión, el caballero de la tierra salió volando a toda velocidad en
dirección al cráter. No se sabe si captó la energía de su adversario, si se
movió por instinto, o si simplemente no concebía la posibilidad de que pudiera
ser derrotado por algo así, pero el caso es que sabía perfectamente que seguía
vivo.
Una vez estaba
sobre el cráter, cayó en picado hacia su interior, penetrando entre la nube de
humo que todavía lanzaba varias bocanadas al cielo. Al alcanzar el fondo,
penetró en la tierra, pero no fue hacia Mesa. Continuó descendiendo en línea
recta, pasando de largo la profundidad a la que se encontraba su adversario, y
una vez estuvo tan abajo como creyó necesario, se detuvo de repente, cargó
energía durante unos instantes, y poco después liberó todo lo que había
acumulado, formando una onda expansiva que apartó la tierra alrededor, originando
una caverna subterránea artificial.
Fue todo un éxito.
La tierra y las rocas apartadas quedaron comprimidas por la presión, dando
lugar a unas paredes, suelo y techos sólidos y resistentes, que impidieron que
el experimento cayera por su propio peso. La onda expansiva también alcanzó la
posición en la que se encontraba Mesa, desplazando todo lo que estaba a su
alrededor y dejándolo libre, cerca del techo de la recién nacida gruta.
Al principio, no
se había dado cuenta de lo que pasaba. Su cuerpo simplemente comenzó a caer. Él
detuvo la caída levitando y observó a su alrededor, buscando averiguar lo
ocurrido, y fue entonces cuando descubrió al caballero, en pie, en el suelo de la
caverna, con su aura como única fuente de luz en toda la zona, esperándole.
“Es la hora del
final – comenzó Mesa mientras se llevaba las dos manos al costado – He estado
guardando la energía que me quedaba para una ocasión como ésta – las dos manos
estaban con las palmas abiertas, los dedos ligeramente flexionados, una frente
a la otra, como si sostuvieran una esfera imaginaria – Es indudable que has
obtenido un poder indigno de tu categoría, y capaz de hacerme frente, pero no
pasarás de aquí – entre sus manos comenzó a surgir una bola de energía
blanca con el reborde azul, que fue
creciendo hasta que tuvo que contenerla con las manos para controlar su tamaño –
¡Plaudite, acta est fabula[2]!”
Desde la posición
del caballero, Mesa era una sombra iluminada por los destellos de la bola de
energía que se escapaban entre sus dedos. Independientemente de si quedaba
juicio o no dentro de aquella aura roja que lo envolvía completamente, lo que
parecía quedar de sobra eran ganar de continuar. Rápidamente, Fidel saltó al
encuentro de su adversario, en el momento en el que éste había logrado acumular
toda su energía y el brillo de su onda estaba en su punto máximo.
“¡¡¡Kamehameha!!!” exclamó Mesa en cuanto vio
saltar a su adversario, y echó las manos hacia delante, liberando su ataque
final.
La onda salió
proyectada con gran potencia. Su tamaño era muy superior al de las ocasiones
anteriores, pero eso no intimidó al caballero de la tierra, que continuó su
avance sin temor alguno. Extendió el puño hacia delante, y la cabeza del dragón
rojo apareció en su brazo, directa hacia la onda, contra la que chocó,
produciendo un forcejeo.
“Tal vez
nuestras fuerzas se hayan igualado gracias a que multiplicaste por siete tu
poder, pero eso sólo se aplica en circunstancias normales, donde la energía está
repartida por todo el cuerpo. Ahora, enfrentándote a una onda de energía sobre
la que he plasmado todo mi poder, esa igualdad se rompe y vuelvo a ser
completamente superior – el Kamehameha
de Mesa, enfrentado contra el morro de la cabeza del dragón, comenzó a ganar
terreno rápidamente, acercando a Fidel de nuevo hacia la superficie – Ahora que
el aura ha cubierto todo tu cuerpo, ya no puedes aumentar más tu multiplicador.
Las técnicas prohibidas hay que usarlas con cuidado”.
La cabeza del
dragón estaba a punto de estrellarse contra el suelo de la gruta, cuando empezó
a cambiar de color. De rojo pasó a naranja, y detuvo el retroceso, manteniendo
la distancia pero sin ceder más. Un instante después, de naranja pasó a
amarillo, y comenzó a recuperar terreno, equilibrando de nuevo el choque a su
altura inicial. Finalmente, de amarillo pasó a dorado, y la cabeza del dragón
abrió sus fauces, engulló la onda de Mesa y la destruyó de un mordisco,
sorprendiendo inesperadamente a su adversario.
“No puede ser… –
Mesa no comprendía nada. En un instante, se puso a calcular la energía actual
de su oponente, mientras el ahora dragón dorado avanzaba hacia él – Su multiplicador
ha vuelto a aumentar… Ocho… Nueve… ¡¡Ha aumentado hasta diez!!”
Fue lo último
que pudo decir. En ese mismo instante, la cabeza del dragón dorado se estrelló
contra su pecho y le arrastró hacia arriba, estampándolo contra el techo. El
impacto fue especialmente fuerte en la cabeza y Mesa cayó inconsciente, pero la
ofensiva del caballero no había hecho más que empezar.
Empezando por el
brazo que le quedaba libre, lanzó un nuevo puñetazo, que volvió a materializar
la cabeza del dragón, hundiendo la cabeza de Mesa en el techo de la gruta. A
partir de ahí, comenzó una lluvia de golpes alternando las dos manos, en el que
cada uno se generaba una nueva cabeza.
Los impactos se
fueron sucediendo por todo el cuerpo de Mesa, ya indefenso, y comenzaron a
agrietar el techo de la gruta. Salían sin parar de los brazos del caballero,
empujando a su objetivo a través de la tierra y de los escombros que el meteorito
había dejado a su paso. Uno, otro y otro, se llevaron por delante a Mesa, golpeándole por todos lados, arrastrándole hacia arriba, así hasta un centenar de golpes,
en el que el último consiguió finalmente atravesar la tierra y alcanzar la
superficie, portando a su víctima entre sus fauces, mientras su esbelta figura
dorada brillaba en el cielo.
[1] Ni siquiera Júpiter puede
recuperar una oportunidad perdida.
[2] ¡Aplaudid! ¡La función ha
terminado!”
Curiosidades!!!
El ataque final del caballero de la tierra es una mezcla entre el Gomu Gomu no Storm de Luffy en One Piece y el Rozan Hyaku Ryu Ha de Shiryu en Caballeros del Zodiaco.
Las dos frases en latín del capítulo son del videojuego Virtue's Last Reward: Como buen profesor de filosofía, Mesa tenía que hablar en latín :p
1 comentarios:
He de darte la razón cuando en la introducción del capítulo dices que es uno de esos capítulos que recordaremos. Muy bueno si señor, en algunos momentos mi mente me trasladaba algún capítulo de dragon ball.
eso son significaba que no hubiese tenido que hacer ningún esfuerzo(eso sólo)
“Je – sonrió durante un segundo mirando la caballero, pero enseguida volvió la cabeza hacia el meteorito y se puso serio(mirando al caballero)
Allí, al fondo del cráter, sumido en una montaña de enromes rocas(enormes rocas)
lo que parecía quedar de sobra eran ganar de continuar(eran ganas de)
Un saludo a todos.
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