Seguimos tirando de borradores con un nuevo capítulo y un nuevo combate. Aunque esta vez del borrador he tirado poco, porque todo lo que tengo en el borrador es para partes más avanzadas del combate. Esta vez he tirado más de documentación de volumenes anteriores, y cada vez que lo hago me doy más cuenta de lo que molan Los Caballeros xD Y eso que los he escrito yo jaja, pero claro, lo que puse en 2006 pues ahora mismo no lo tengo muy claro. Cuando acabe quiero leerlo todo yo a ver que tal.
PD: Para más información sobre la escena que se relata en este capítulo, revisad el Episodio 60
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Episodio CL
E
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l hombre encapuchado saludó tímidamente al caballero de la rosa.
Gabriel supo inmediatamente de quien se trataba, sin embargo, no desenvainó su
espada, ni se colocó en posición de combate. Se sentía relajado y despreocupado,
a pesar de que se encontraba delante de uno de los oponentes más poderosos del
lugar.
“Tú eres... El Capitán Lardo… Así que era cierto que seguías con
vida”.
“Comandante. Ahora soy Coronel Lardo. He sido ascendido”.
“¿Ascendido? ¿Te meten una paliza de muerte y encima te ascienden?
Me sorprende el criterio de tu jefe”.
“A mí me sorprende lo calmado que estás sabiendo lo que te
aguarda”.
“¿Por qué nos habéis teletransportado?” ignoró la amenaza de
Dayuri.
“Era lo justo. Vosotros elegisteis el oponente, así que nosotros
hemos escogido el escenario. ¿Te gusta? Lo he elegido pensando expresamente en tus
habilidades”.
El caballero de la rosa volvió a observar el bosque a su
alrededor. Aparte de las plantas y los árboles llenos de hojas; ardillas,
conejos y demás animales correteaban libremente, mientras las mariposas y las
abejas disfrutaban del néctar de las flores, y los rayos del sol se abrían paso
entre las ramas inundando la zona con su luz. El bosque estaba tan lleno de
vida que parecía sacado de un cuento.
“No sé de qué estás hablando”.
“¿Sabes? Me alegro de que tus otros compañeros tuvieran objetivos
concretos y te dejaran sólo para mí – Ahora era él el que ignoraba su
comentario – Te seré sincero, en primer lugar prefería encargarme de Arturo
para vengarme de la humillación que sufrí en Nexus, pero como no ha aparecido
me he tenido que decantar por ti. Por cierto, ¿dónde está?”
“No lo sé – mintió, al igual que el caballero de la tierra a Mesa
– Yo no me meto en los asuntos de los demás. Estará donde haya querido estar”.
“A eso me refería. En el fondo, me alegro de que las cosas hayan
salido así, porque de haber venido, habría ido derecho a por él movido por la
venganza, cuando tú eres un rival mucho más interesante”.
“Sigo sin saber de qué estás hablando”.
“La última vez estabas dispuesto a morir y a dejar morir a tus
compañeros con tal de no utilizar tu verdadera fuerza. Que sepas que si hoy
escoges el mismo camino el combate no durará mucho”.
“Yo no soy un asesino. Soy el único miembro del grupo que nunca ha
matado a nadie. Entre Fidel y Jonyo acabaron Miss Jewel, pero Fidel ya tenía
algún tanto apuntado de antes, según me han contado, Reik se cargó a Snape, y
Arturo ya lleva más de uno en su historial. Sin embargo, como acabo de decir,
yo nunca he acabado con la vida de ninguno de mis enemigos, y ahora no va a ser
la excepción. Mis rosas producen diversos estados alterados y mi Senbonzakura provoca innumerables cortes
pero siempre superficiales, para poder debilitar a mi contrincante sin tener
que arrebatarle la vida. Ya vi a la muerte con mis propios ojos en aquella
ocasión, y tuve suficiente para una vida”.
“No mientas. Usaste tu rosa blanca contra Duckman. Que tuvieses la
suerte de que no muriera no significa que no le hubieses matado”.
“Ahora que no hay nadie delante, puedo decirte la verdad sobre
aquel día. Todo eso de la rosa blanca fue un paripé. Como contenedores, las
rosas no pueden almacenar material que supere su propia volumen. Una vez
alcanzan su capacidad máxima, se llenan y dejan de absorber, como cualquier
otro contenedor. Era del todo imposible que una sola rosa blanca robase toda la
sangre de un cuerpo, pero sirvió para asustar a ese tonto.
Desde entonces siempre me he sentido culpable por engañar a todos
en mi presentación, pero sé que no me habrían perdonado tener piedad con un
enemigo que vino a quitarles la vida, por eso llegué incluso a utilizar una
rosa blanca en mí mismo cuando Arturo necesitó una transfusión en Arcadia por
tu culpa, para que todos vieran que eran inofensivas, pero nadie se dio cuenta
nunca, así que yo también lo dejé pasar.
Es posible matar a alguien con rosas blancas, pero habría que
clavar un montón en el cuerpo del objetivo para chuparle toda la sangre, o al
menos, la necesaria para que cesen las funciones vitales”.
“Ya veo… ¡Entonces me centraré en sacarte tu arma más poderosa!
Pero si no la usas… Ni siquiera podrás quitarme la capucha”.
“Mi arma más poderosa… ¡Es la poesía!”
Gabriel sacó un ramillete de rosas de varios colores con una mano,
y con la otra, agarró aquellas que eran de color rojo y las lanzó contra su
adversario.
“¡¿Rosas rojas normales sin ningún poder especial?! – Exclamó
mientras se llevaba la mano al interior de la túnica – ¿Te burlas de mí?”
Lardo desenfundó por debajo de la túnica y, de un espadazo
horizontal, cortó las rosas rojas, que cayeron al suelo mientras sus pétalos,
arrancados por la energía cinética de la espada al pasar, revoloteaban por el
aire. Después trató de moverse para iniciar su ofensiva, pero descubrió que
tenía clavadas dos rosas amarillas en los pies, de las cuales no se había
percatado.
“Lo tenía todo calculado… Primero me ha lanzado esas rosas
inútiles para que me las quitara de encima. Al desgarrarlas con la espada, los
pétalos se han esparcido delante de mí, bloqueando parcialmente mi área de
visión, y ha utilizado esos puntos muertos a través de los pétalos para clavarme
estas rosas amarillas en los pies sin que me diese cuenta”.
Gabriel no había perdido el tiempo. Ya se estaba desplazando hasta
su contrincante, armado con su espada. Sus movimientos eran tan suaves y
fluidos que parecía una flor más en el bosque. Las hojas de los árboles se
movían al son de sus pasos, los pétalos de rosa, todavía en el aire, bailaban
alrededor de su caballero y las flores se giraban hacía él como si fuera el
mismo sol.
Dayuri descubrió que, a pesar de que no podía mover las piernas,
sus brazos todavía respondían. El efecto de las rosas amarillas paralizantes aún
no le había invadido por completo. De un espadazo, cortó el tallo de las rosas
y en un instante recobró la movilidad.
La espada del caballero de la rosa ya se encontraba demasiado
cerca como para esquivarla, pero aunque hubiera podido, él habría preferido
enfrentarse directamente a su oponente. Veía la maniobra de esquiva como un
signo de debilidad, un acto de cobardía, una mancha para su orgullo, y saber
que Gabriel le había quitado la posibilidad de optar por ella en esa escaramuza
le puso muy contento.
El caballero de la rosa venía con la espada de frente,
pretendiendo dar una estocada, así que Dayuri no podía simplemente bloquearlo.
En su lugar, puso su espada en vertical en medio de la trayectoria del ataque
del caballero, y al llegar, se produjo una fricción entre ambas hojas según
avanzaba la espada de Gabriel. Ahora que ya había contacto, el ahora Coronel
Lardo pudo empujar hacia un lado el arma de su oponente, dejándole
completamente desprotegido.
Pese a que Dayuri pretendía desarmar al caballero de la rosa
arrojando su espada al suelo, Gabriel la agarró con fuerza y evitó que se
desprendiera de su mano. No obstante, no pudo hacer nada para evitar el
contraataque de Lardo, que le rajó de arriba abajo con aquella espada mellada y
mugrienta.
El caballero sentía más una sierra desgarrándole el pecho que una
espada cortándole. Pequeños trozos de carne salieron disparados y un chorro de
sangre bañó la túnica que cubría al Coronel Lardo.
Gabriel cayó al suelo sollozando. Su espalda dio un golpe seco
contra la tierra y rápidamente, los animales corrieron a esconderse al ver a su
protector derrotado. Lardo se aproximó a él caminando lentamente.
“Parece que esto es todo. Te mueves muy bien, pero en tu estado no
tienes nada que hacer contra mí. Te niegas a mostrarme tu esencia, que es la única
manera de salvar tu vida, pero con un único ataque ya has quedado fuera de
combate. Aunque lo usaras ahora, de poco te serviría. Me decepcionas otra vez,
caballero. Parece que tendré que ir tras el caballero del fuego para disfrutar
de un combate digno”.
El caballero de la rosa sonrió y sacó una rosa verde de la manga.
Dayuri adivinó sus intenciones nada más ver la rosa y trató de detenerle, pero
no le dio tiempo. Gabriel clavó la rosa en su propio cuerpo y la herida comenzó
a curarse rápidamente, permitiéndole ponerse de nuevo de pie.
“Por suerte Peter me ayudó a crear unas cuentas rosas curativas
con su poder antes de morir. Si lo llego a saber hago muchas más… – pensó mientras
se levantaba – Todavía me quedan unas cuantas, pero no deja de ser un parche
temporal… No aguantaré así mucho tiempo”.
“Así que tienes rosas imbuidas con el poder curativo de Peter… Me
alegro. Así podré jugar contigo un poco más. Pero ten cuidado, utilízalas bien,
que ya no puedes hacer nuevas”.
“¡Cállate! ¡Es culpa tuya! ¡Tú lo sabías! Seguro que se lo dijiste
a Mesa y por eso Peter ahora está muerto”.
“Piensa bien lo que dices. Yo sabía eso desde el principio y nunca
dije nada, ¿por qué iba a hacerlo ahora? Fue culpa vuestra, Mesa vio a Peter
usar sus poderes por las cámaras de vigilancia cuando os acercasteis a la isla.
Yo no tuve nada que ver”.
“No te creo. Mesa es tu compañero, ¿por qué no ibas a poder habérselo
contado?”
“Creo que nuestros conceptos de compañero difieren en gran medida.
Si yo le hubiese contado eso a Mesa, habría matado a Peter mucho antes, por eso
no se lo conté. Iba en mi contra. Yo no pongo por delante los intereses de otro
frente a los míos”.
“¿Y qué ganas tú estando Peter con vida?”
“¿No es evidente? Peter servía para curaros. Mientras estuviera
con vida, podía destrozaros una y otra vez sin preocuparme, y estar seguro de
que volveríais a por más. Me divertí mucho con vosotros, primero en Arcadia,
después en Nexus… Pero ahora eso se acabó. Si no tengo cuidado, podría heriros
de gravedad. Sin alguien para curaros moriríais sin remedio, y yo perdería un
caballero con el que divertirme. Esa es la razón por la que nunca le dije nada
a Mesa”.
“No lo entiendo… Pensaba que todos los miembros de la organización
perseguíais el mismo objetivo y que eso era lo que os unía”.
“Vuelves a equivocarte, caballero. Todos los miembros estamos
dentro por el simple hecho de que pertenecer a la organización nos facilita
alcanzar nuestros propios objetivos. Mesa tiene esa ridícula de meta de lograr
el estudiante perfecto, ¿de verdad crees que yo tengo un fin tan estúpido? Mis
instintos son mucho más… salvajes”.
“¿Y qué es lo que quieres tú?”
“Lo único que quiero es luchar sin cesar. Combatir hasta morir
cortado, y que mi vida expire antes de que mi cuerpo toque el suelo”.
“Entiendo. Por eso no le dijiste nada a Mesa… Podría haber
eliminado a alguien que pudiese ayudarte a cumplir tu objetivo. Pero siento
tener que decirte una vez más, que conmigo no encontrarás eso. No me importa quién
seas ni lo que hayas hecho, ¡no te mataré! ¡Y nada de lo que digas podrá hacerme
cambiar de opinión!”
“Dejando a un lado el hecho de que puedas matarme, ya sabes lo que
busco de ti. Quiero ver tu auténtica fuerza, tu esencia pura. Como no me la has
enseñado, no puedo hacerme una idea de su alcance, pero no creo que aun usándola
fueses capaz de matarme si el caballero del fuego en su forma de SuperGuerrero
no fue capaz de hacerlo”.
“No me interesa saber si soy capaz de matarte o no, ¡pero voy a
empezar quitándote esa túnica!”
Ahora fue el caballero quien inició la ofensiva y se lanzó contra
su adversario. Mientras avanzaba, echó un vistazo a las rosas que llevaba
encima, poniendo especial atención en una de ellas.
“Tengo rosas rojas, blancas, púrpuras, verdes, turquesa,
amarillas, negras… Es curioso, nunca he tenido rosas azules. También tengo… –
Su mirada se detuvo al descubrir una rosa de color rosa entre todo el ramo – ¿Una
rosa original? No puede ser, si esas son las… ¿De dónde habrá…? – En ese
momento lo recordó todo – ¡Ya me acuerdo! ¡Se trata de esa rosa! ¡Con esto tal
vez lo consiga!” exclamó y lanzó una oleada de rosas blancas contra su
adversario.
“¿Una tanda de rosas blancas? ¿Continúas riéndote de mí?”
Dayuri no se molestó en esquivarlas. Sabía que iban a extraerle
una mínima cantidad de sangre que no iba a afectar a su rendimiento, así que no
malgastó sus energías en un ataque así.
En efecto, las rosas blancas atravesaron la túnica y se fueron
clavando en su cuerpo, extrayendo sangre del cuerpo del Coronel hasta que sus pétalos
se teñían completamente de rojo, para después desprenderse por su propio peso.
Ni la velocidad ni la fuerza de Lardo estaban cambiando en absoluto.
“¡Ahora!” pensó Gabriel cuando su enemigo se estaba acercando
demasiado.
El caballero lanzó la rosa de color de rosa camuflada entre las
rosas blancas, esperando que al ser también de un color claro, su adversario no
la distinguiese.
Sin embargo, había utilizado el mismo truco contra Duckman para
clavarle la rosa blanca, y Dayuri conocía los detalles. Sumado a su buena
vista, no le fue difícil descubrir la rosa oculta entre la multitud. No se
sorprendió de ver una rosa escondida para tratar de engañarle como hizo con
Duckman, pero sí se sorprendió al ver su color.
“Esto no tiene sentido… Está claro que quiere alcanzarme con esa
rosa, pero es una rosa de color rosa, sin ningún efecto. Entendería que
quisiera dormirme con una rosa turquesa, paralizarme con una amarilla o
atravesarme con una rosa negra, pero lanzarme una rosa original sin ningún
poder más que las espinas del tallo no tiene ningún sentido. ¿Será una trampa
para ver si me atrevo a dejar que me la clave? Poco importa, porque no me voy a
arriesgar”.
Levantó su espada y cortó la rosa en pedacitos con varios
espadazos para asegurarse. Un instante después, cuando los trozos de los pétalos
estaban aún en el aire, comenzó a salir un extraño gas rosa del interior de los
pétalos hasta que se volvieron blancos.
“¿Qué es esto? ¡Pero si era una rosa original!”
“Te equivocas. Y no te
culpo, pues es un error muy común. Como tú mismo habrás deducido, mis rosas
originales no tienen ningún efecto añadido porque efectivamente son originales,
y todas las demás tienen un poder adicional. Sin embargo, el color original de
una rosa no es el rosa, ¡sino el rojo! Las rosas no se llaman rosas por ser de
ese color, sino el color se llama así por ser abundante en la flor aunque no
sea el original. Tenía miedo de que lo descubrieras porque antes te tiré auténticas
rosas rojas originales, pero al igual que a todos, te ha engañado tu propia semántica”.
“De todas formas, he destruido la rosa, ¿por qué se ha liberado su
efecto?”
“Los efectos siempre se liberan al destruir la rosa. Aunque
clavarla sea la manera más efectiva de realizar mis ataques, cuando rompes un
contenedor, lo que guarda en su interior sale fuera, ¿verdad? En el caso de mi
rosa turquesa, que lleva un líquido, si se rompe, el somnífero cae al suelo y
pierde toda su utilidad. Si hablamos de mi rosa verde, que está llena del poder
de Peter, si se rompe ejecuta la técnica curativa del mismo modo que cuando se
clava, pero al estar alejada de la herida a sanar, también pierde toda su
efectividad, y lo mismo pasa con la rosa amarilla, al sacar la electricidad estática
al exterior, si no alcanza a nada, se pierde. Pero esa rosa de color rosa tenía
almacenado un gas. Los gases se dispersan por el aire con rapidez, con que lo
inhalases era suficiente. Daba igual que la cortaras o que se te clavara, su
efecto estaba asegurado”.
“Entonces, ¿para qué te has molestado tanto para ocultarla entre
las rosas blancas? Con lanzármela directamente habría bastado”.
“No. Corría el riesgo de que simplemente la esquivaras. De haberlo
hecho, entonces sí que habrías arruinado mi estrategia. Colocarte en una
situación de presión en la que hubiese tantos proyectiles que no pudieras
evitar todos era la mejor opción para garantizar mi éxito”.
“¿Pero qué es este gas? – Tenía sus sospechas de que era dañino, y
trató de alejarse de él, pero había inhalado un poco y le había resultado
agradable, así que empezó a inspirar más y más, dejándose llevar – Huele como a…
mujer”.
“Exactamente. Es una rosa muy especial. Sólo tenía una y además es
imposible volver a crearla, por eso no me podía permitir el lujo de fallar. La
conseguí en Arcadia, cuando estábamos enfrentándonos a Miss Jewel. La habíamos
encerrado en una barrera con nosotros dentro para evitar que escapara, y trató
de defenderse usando una técnica llamada Eau
de Toilette[1]. En
ese momento, yo utilicé una rosa blanca para absorber su efecto e impedir que
nos atrapara”.
“Ah sí… Lo recuerdo. Yo rompí después esa barrera. Era muy débil”.
“¡Era una barrera doble que bloqueaba tanto salida como entrada! –
Defendió el caballero a su compañero difunto – Ese tipo de barrera gasta mucha
más energía y además es menos eficiente al tener que volcar energía en dos
direcciones opuestas. ¿Recuerdas también los efectos del Eau de Toilette?”
“¿Oler bien? Yo que sé…”
“El Eau de Toilette era una técnica que utilizaba Miss Jewel para
someter a sus víctimas antes de lavarles el cerebro. El perfume se introduce
por las fosas nasales, viaja hacia sus pulmones y de allí pasa al
sistema circulatorio, invadiendo
así el resto del cuerpo. Provoca que el organismo segregue endorfinas, la
persona se siente tranquila, anula su predisposición a la violencia, calma sus
deseos de destrucción, templa su espíritu y elimina sus ansias, terminando en
un trance de extremo placer en el que el sujeto fantasea despierto, perdiendo
todo contacto con la realidad. Para ti, que te gustan las mujeres incluso más
que a mí, es la técnica perfecta”.
Gabriel se dio cuenta de que estaba
hablando solo. El Coronel Lardo no había sido capaz de escuchar sus últimas líneas.
Se encontraba sumido en sus fantasías sexuales, que eran tan prohibidas e
impronunciables que de conocerlas, ninguna mujer se acercaría jamás a él.
La charla había servido para dar
tiempo a que el Eau de Toilette
terminara de disiparse, y no afectara así al caballero de la rosa al acercarse.
Ya no quedaban resquicios del perfume en el aire, y tenía libre para continuar
su estrategia
“Ahora… – susurraba mientras se
acercaba caminando a su adversario, espada en mano – Aunque no puedas oírme,
permanece tranquilo, porque no te mataré”.
[1] Eau de Toilette = Colonia (lit: Agua de Baño)
Curiosidades!!!
El arte de combatir con rosas pertenece al Caballero de Piscis en Caballeros del Zodiaco, aunque sólo son suyas las rosas rojas, blancas y negras. Las otras me las he inventado yo :P
1 comentarios:
jajaja que de cosas se te ocurren para los ataques. Imaginación máxima. Cada vez va quedando menos para el final, veremos quien sobrevive.
Entre Fidel y Jonyo acabaron Miss Jewel,(con Miss Jewel)
Mesa tiene esa ridícula de meta de lograr el estudiante perfecto,(ridícula meta de)
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