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Episodio
CLVIII
CLVIII
E
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l caballero de la rosa alzó la
empuñadura vacía de su espada, y ordenó la reagrupación de los pétalos, que
todavía seguían pululando por ahí sin control, después de que su ataque
resultara inútil.
Los pétalos retornaron poco a
poco a su lugar de origen, y fueron recomponiendo la hoja de la espada en su
totalidad. Una vez recompuesta, Gabriel la clavó en el suelo con fuerza, y una
intensa aura blanca envolvió la espada. El aura se transfirió de la espada al
caballero, y mientras avanzaba por su cuerpo, iba curando rápidamente todos los
cortes que le había hecho su adversario en su último y desesperado intento de
atacar.
“Se ha… Curado completamente… –
dijo el Coronel Lardo – Estaba casi muerto y ahora está en plenas condiciones
otra vez… Jejejeje… Muy bien… Así la diversión podrá continuar…”
Cuando el caballero de la rosa
sanó por completo, el aura blanca desapareció de su cuerpo, pero no de su
espada, que seguía clavada en la tierra. Miró fijamente a su adversario, y
extrajo la espada de la tierra a la vez que ejecutaba un espadazo de arriba a
abajo. La energía concentrada en la tierra, al dejar de estar en contacto con
la espada, salió disparada hacia delante, de forma rápida y descontrolada.
Tanto, que Dayuri sólo pudo apreciar una nube de luz abalanzándose sobre él un
instante antes.
La corriente de energía, avanzaba
a ras de tierra, abriendo el suelo a su paso, y engulló al Coronel Lardo,
arrastrándole por el suelo dando vueltas, hasta que la corriente chocó contra
un tronco, donde estalló, liberando a su presa, e incendiando el árbol.
A pesar de estar dolorido por
haber sido arrastrado por el suelo y golpeado, Lardo se levantó del suelo
embriagado por una gran excitación.
“Jejeje… Si lo llego a saber, te
cuento la historia de esa putilla antes – murmuró mientras preparaba su espada
para el combate – ¿No me digas que tú fuiste el pringado que la dejó allí sola?
Pues tengo que darte las gracias. Todavía recuerdo sus gemidos de placer, el
aroma de sus tetas, el sabor de los jugos de su coño chorreando… Mmmmm…”
recordó relamiéndose los labios.
Gabriel estalló en cólera. Volvió
a clavar la espada en el suelo, y en un instante, ésta estaba envuelta de nuevo
en un aura de energía blanca. Sin embargo, ahora, el caballero no liberó la
energía de la espada, sino que se lanzó al ataque con ella en mano.
Mientras avanzaba, Gabriel alzó
la espada. El aura blanca que envolvía la espada fue absorbido por la hoja, que
comenzó a brillar intensamente hasta convertirse en una espada de luz.
Su adversario advirtió el peligro
que suponía el caballero en esos momentos, y por primera vez en su vida,
decidió esquivar los ataques y observar, en vez de saltar él también al ataque,
para evitar una muerte prematura.
El caballero de la rosa avanzaba
sin ningún tipo de estrategia ni control. Intentó un corte horizontal que Lardo
evitó saltando, y la fuerza del espadazo era tan intensa, que se produjo una
onda expansiva que cortó el tronco de varios árboles cercanos. Saltó para
perseguirle, y asestó un espadazo vertical con tanta fuerza que ni él mismo
podía frenar. Su enemigo se dio cuenta de eso y sólo tuvo que apartarse para
evitar el golpe. El caballero avanzó con la espada hasta tocar el suelo, donde
se liberó la mayoría de la energía concentrada, provocando una explosión que
arrasó los alrededores.
El Coronel Lardo se encontraba
ahora detrás de él, así que Gabriel aprovechó el giro que tenía que hacer para
tenerlo de frente, para asestar un nuevo espadazo horizontal. Sin embargo, en
medio de la ejecución de su ataque, la energía que iluminaba la espada se
desvaneció. Dayuri lo vio y supo que ahora podía enfrentarse sin problema al
caballero, por lo que bloqueó el ataque con su espada y se produjo un leve
forcejeo.
“Estás muy cabreado desde que te
he contado lo de esa chica… ¿Marta, decías que se llamaba? Si la conoces,
¿puedes conseguirme una cita con ella para volver a follármela? Estoy seguro de
que ella tampoco se ha olvidado de mí”.
Un grito, esa fue la única
respuesta que Dayuri obtuvo del caballero. Un grito, acompañado de un nuevo
aumento de su fuerza, de su cólera, de su odio, y de su determinación.
Al mismo tiempo que mantenía el
forcejeo, agarró a su adversario del brazo para que no pudiera escapar, y
aprovechó para dar un cabezazo en la frente del Coronel, que no esperaba un
movimiento así, y retrocedió la distancia suficiente para que el caballero de
la rosa pudiese escapar del forcejeo.
“Ha renunciado completamente a su
estilo… – murmuraba Lardo mientras la brecha que le había provocado el cabezazo
soltaba un chorro de sangre – No… Ha renunciado incluso a sí mismo…”
A Gabriel no le faltó tiempo para
clavar de nuevo su espada en el suelo, cargarla de energía y volver directo a
por su objetivo. Dayuri le veía venir perfectamente, pero no se movía: En esta
ocasión había decidido no evitar el ataque. Había descubierto lo que tenía que
hacer.
A pesar de que el caballero de la
rosa se acercaba, espada en mano; a mitad de camino dio un espadazo al aire
para liberar la fuerza encerrada en la espada en forma de corriente de energía
una vez más. La corriente volvió a avanzar a ras de suelo, abriendo un surco en
la tierra a su paso, levantando piedras, derriban árboles y asesinando animales
inocentes hasta llegar a su objetivo.
En el último momento, Dayuri se
cubrió para minimizar los daños. Sin embargo, eso no fue suficiente contra un
poder tan abrumador como el que poseía ahora el caballero. En un primer
momento, la corriente de energía tan sólo le hizo retroceder unos metros,
arrastrado, pero aún de pie. Pero, a medida que avanzaba el ataque, la presión
de la corriente era cada vez mayor, y terminó rompiendo la guardia del Coronel,
que volvió a ser arrastrado por el suelo y quemado por la energía de la
corriente.
Ver a su enemigo tirado por el
suelo gracias a un ataque suyo, pareció suficiente para calmar, al menos un
poco, las ansias de destrucción del caballero, que esperó pacientemente a que
Dayuri terminase de incorporarse de nuevo al combate, eso sí, sin quitarle el
ojo de encima.
“Muy bien, Gabriel – dijo
sonriendo levemente al levantarse del suelo – Ya has conseguido lo que querías,
ya me has alcanzado con tu ataque. Me alegra ver que te has calmado un poco,
así que al fin puedo preguntártelo. Esa fuerza nueva que exhibes ahora, no es
tuya, ¿verdad? ¿De dónde la sacas? O mejor dicho… ¿Quién eres en realidad?”
Entonces hubo un pequeño
silencio. Los dos se miraban fijamente a los ojos, mientras el caballero de la
rosa jadeaba, decidiendo qué hacer en sus pensamientos.
“Está bien… Tú me has revelado la
verdad sobre Marta, así que, aunque seas su asesino, mereces el mismo trato que
me has dado. Te lo contaré todo… Escucha atentamente, porque estas serás las
últimas palabras que escucharán tus oídos”.
“Al fin… Revelará su verdadera
esencia…” pensó Dayuri.
“Cuando ocurrió lo de Marta, hui
de la ciudad. No podía seguir viviendo allí. Todo me recordaba a ella. El
instituto, su calle, su casa, la propia ciudad… Todo estaba inundado de su
olor. El único lugar en el que podía refugiarme era en mi coche, el lugar donde
cometí el mayor de los errores de mi vida. Tenía pensado pasar el resto de mi
vida en ese vehículo, para no olvidar nunca lo que había hecho, y así redimirme
por mis crímenes.
Pero ellos ya estaban al
corriente de todo lo que había pasado, y tenían otros planes para mí. Por eso
mandaron a Reik a por mí. Lo primero que hizo el cabrón fue reventarme el
coche… Como me jodió… Pero, tengo que reconocer que hizo bien. Yo pretendía
utilizar el coche para martirizarme eternamente por no haber podido salvarla,
en vez de seguir adelante, porque daba igual lo que hiciera, ya no podía
recuperar a Marta ni volver atrás. Por eso destruyó mi coche. Él quería
librarme de esa carga antes que nada, porque sabía que no podría avanzar con
ella a cuestas.
Recuerdo lo que hablé con Reik.
Me habló de los elementos. Él tenía el hielo, pero el tema de mi elemento fue
algo complicado desde el principio. Reik me preguntó claramente si había algo que
hubiese estado conmigo desde el principio, protegiéndome, y está claro que eso
fue la rosa. Pero, lo mires como lo mires, una rosa es una planta, no un
elemento, así que a mí nunca terminó de convencerme esa teoría, por mucho que
me encante su belleza y su aroma.
Otro de los requisitos que puse
para aceptar convertirme en caballero fue que me dejaran solo el mayor tiempo
posible, y eso incluía los entrenamientos. A pesar de que me dieron una espada
y yo nunca había manejado una en toda mi vida, en los combates que acepté
entrenar con Reik, siempre alababan mi técnica. No tenía fuerza, no tenía
velocidad, no aguantaba mucho, pero tanto Peter como Reik decían siempre que
había algo oculto dentro de mí, porque la espada parecía una parte más de mi
cuerpo, y me movía suavemente, como una hoja arrastrada por el viento, que no
realizaba movimientos innecesarios y que mi precisión era milimétrica. Sin
embargo, a pesar de todos esos halagos, no conseguí tumbar a Reik en ninguno de
esos combates de entrenamiento. Siempre era yo el que acaba derrotado, sin
importar lo que hiciera ni cuanto entrenase.
Me preguntaba cada día cómo era
posible algo así. Si tan bueno era, si tan bien me movía, ¿por qué no podía
ganar nunca? Pasaba el tiempo y no era capaz de hallar la respuesta. Para
mantener mi mente ocupada, tanto de los fantasmas de ahora como de los del
pasado, me puse a escribir poesía. No dejaba de pensar en que eso fue lo único
bueno que saqué de lo de Marta, así que intenté obligarme a probar suerte. Al
principio me topaba con la hoja en blanco y, aunque tenía un torrente de
emociones en mi interior, no era capaz de plasmarlos en una hoja de papel.
Al cabo de un año, fui a visitar
la tumba de Marta. Ellos me dijeron que no estaba preparado, pero me daba igual
que fuera cierto o no. Era el aniversario de su fallecimiento, y nada ni nadie
me lo podía impedir.
Me llamó mucho la atención,
cuando llegué al cementerio, el hecho de ver a algunas personas rezando sobre
las tumbas de sus seres queridos, a pesar de que hace mucho que se demostró la
inexistencia de cualquier tipo de Dios. Supongo que, en ciertas situaciones, la
gente necesita creer en alguien superior que le permita calmar su alma en pena,
o comunicarse con los seres queridos que ya no están con ellos. En cualquier
caso, ése no era para nada mi caso, y al llegar a la tumba de Marta, rezar por
ella ni siquiera se me pasó por la cabeza.
Me puse de rodillas, y clavé la
espada en la tierra, justo delante de mí, para que me recordara donde estaba yo
y donde estaba ella, cada uno a un lado de la tierra. Había traído la rosa
conmigo´, la misma rosa que le regalé aquella noche, la misma que apretaban con
fuerza sus manos inertes cuando la encontré colgando de aquella ventana. Cuando
caímos desde el hospital, ahí estaba, entre sus dedos pálidos, fresca, a pesar
de los días que habían pasado. No pude resistirme, y aproveché que el rigor
mortis todavía no se había apoderado de mi amada, para llevarme ese último
recuerdo de ella conmigo.
Ahora era el momento de devolvérselo.
Aquella rosa había estado conmigo desde entonces, durante todo el tiempo que
estuve perdido en la vida. Ahora que había encontrado un nuevo camino, ya podía
devolvérsela a su dueña. Puse la rosa al pie de su lápida, cerré los ojos, y
comencé a recordarla.
No sé cuánto tiempo estuve allí,
pero la verdad es que se me pasó volando. Repasé en mi mente todos los meses
maravillosos que pasamos juntos. Todos sus besos, sus caricias, su sonrisa, el
aroma de su cabello, el brillo de sus ojos, cuando venía a verme por sorpresa,
incluso cuando se enfadaba por alguna gilipollez. Todo lo que rodeaba a Marta
era pura felicidad para mí.
Abrí los ojos, y ya era de noche.
Ya no quedaba nadie más que yo en aquel inhóspito lugar, y la única luz que había
era la tenue luz de la luna en cuarto menguante. Bueno, la luna, y algo más que
yo no esperaba encontrar… Mi espada.
Mi espada, todavía clavada en la
tierra frente a la tumba de mi amada, estaba envuelta en una extraña aura
blanca, y emanaba un suave resplandor. En aquel momento pensé que la energía
que envolvía la espada era la energía de Marta. Al fin y al cabo, ¿qué iba a
pensar en esa situación? La hoja estaba clavada en el suelo sobre su tumba. Tal
vez hasta estuviera en contacto con su ataúd. Pero no lo era. Era algo mucho más
grande. Sin embargo, quiero pensar que, aunque no era su energía, sí que fue
ella quien me dio este poder como regalo”.
“¿Qué poder? Dilo de una vez”.
“Cuando agarré la empuñadura y
extraje la espada… En ese preciso instante lo comprendí. Comprendí mi verdadera
esencia y mi verdadero poder. ¡El caballero de la rosa nunca existió! ¡Yo soy
Gabriel, caballero de la naturaleza! ¡Y mi fuerza es no elemental!”
“¿No elemental?”
“El poder del resto de caballeros
proviene de su elemento afín. Sin embargo, mi fuerza proviene de la energía
vital de los seres vivos, es una energía pura y limpia, que no responde a
ningún fenómeno más que la propia existencia, ¡a la vida! La rosa sólo es una
representación más de la propia naturaleza, y mi poder había escogido
representarse en esa forma por el significado especial que tenía para mí por mi
relación con Marta.
El Caballero Negro lo sabía, y
por eso nunca trató de arrebatarme mis poderes. Los elementos oscuros nacen de
la esencia contraria a sus correspondientes originales, por tanto, el efecto
contrario a una energía que proviene de la vida, es la muerte. La muerte no es
más que el fin de la vida, el cese de toda actividad, de toda existencia, de
todo… Por eso, el Caballero Negro sabía que no podía obtener ningún poder de
mí, y por tanto, tampoco trató de arrebatármelo.
Mientras que Arturo saca su
fuerza del fuego, Fidel de la tierra, Verónica del viento, Isabel del agua,
Jonyo del rayo y Reik del hielo, yo obtengo fuerza de cualquier ser vivo que
exista en la naturaleza. Los árboles, las plantas, los animales, los peces, los
insectos, los seres humanos, el cielo, la luna, incluso el Sol y las estrellas
son parte de mi fuerza, al pertenecer todos al milagro de la vida. Por poder,
puedo sacar energía incluso de ti, que eres mi enemigo, y participarías en tu
propia derrota”.
“Buah… Tanta historia para que al
final me cuentes que tienes el mismo poder que esa niñata insolente…”
“¿Te refieres a Mireia? ¿Te
atreves comparar mi fuerza con la suya? Para tu información, Mireia no tiene
ningún poder, es su espada, que es especial, nada más. Ella necesita que muera
alguien para acumular la energía de su alma en la espada, y al igual que yo, si
la usa, la pierde. Sin embargo, yo tengo a mi disposición la fuerza de todo el
universo, una fuente infinita contra la que nadie puede siquiera soñar con
enfrentarse y salir victorioso, mientras que si ella gasta su fuerza, tendría
que volver a recolectar almas durante mucho tiempo para igualar lo que yo puedo
hacer en un instante. Sí, tal vez durante un ataque, ella iguale mi poder y
pueda ganar a cualquiera, pero si el día que ella utilice su fuerza, falla el golpe,
morirá.
La intensidad de mi fuerza es
algo que yo mismo tardé en comprender. Cuando saqué la espada de la tierra
aquella vez, se me ocurrió la estúpida idea de dar un espadazo al aire para ver
qué ocurría. La fuerza acumulada en la espada se liberó, destruyendo la mitad
del cementerio, y ni tan siquiera entonces fui consciente de su verdadero poder.
Evidentemente, el incidente del
cementerio levantó las sospechas de Reik, de Peter, y sobre todo de Shawn. Ese
es el motivo por el que no quiso entrenarme cuando estuvimos en su isla. Él
sabía que yo no necesitaba ningún entrenamiento, y que podía acabar contigo,
con el Señor Oscuro, o con cualquier adversario que se cruzase en mi camino sin
apenas esfuerzo.
Saber que a mí, alguien que había
prometido no matar bajo ninguna circunstancia, me había sido otorgado el poder
absoluto de la destrucción, era algo que no podía soportar. Así que decidí
ocultar esta fuerza a mis compañeros, y disfrazar mi propia existencia, fingir
que tan sólo servía para crear efectos adversos a través de las rosas de
colores, que era un simple poeta con miedo a que mi conciencia no pudiera
soportar llevar la carga de haber asesinado a alguien, un cobarde, si lo
prefieres… Me daba igual, con tal de que la verdad nunca saliese a la luz.
Así que juré con sobre la rosa que
devolví a la tumba de Marta que jamás utilizaría este poder, aunque me fuera la
vida en ello. Sin embargo, últimamente, he visto las vidas de mis compañeros en
peligro en demasiadas ocasiones, y no he podido evitar utilizarlo, no para
salvarme a mí, sino para protegerles a ellos, simplemente, porque no quiero que
muera nadie más.
Pero ahora, tengo un móvil más
poderoso que mi propia vida, una razón para romper mi promesa y utilizar todo
mi poder sin miedo al daño que pueda causar. Por primera vez en mi vida, lo haré…
¡¡Te mataré!!”
El caballero clavó su espada en
el suelo, que se recargó en un instante, y se lanzó de nuevo al ataque. Dayuri,
lejos de asustarse, sonrió, y se lanzó también al ataque.
“Me alegra ver que sales a buscar
a la muerte, en vez de esperar a que ella venga a por ti. Al menos tendrás algo
de dignidad antes de morir”.
“El único que va a perder aquí
eres tú, caballero de la naturaleza. Un poder tan patético como el tuyo no sería
capaz de vencerme jamás”.
El Coronel Lardo dio un espadazo
rápido y ligero, pero en vez de atacar al cuerpo del caballero, fue a por su
mano, algo que él no se esperaba. Con el espadazo, cortó los tendones de la
mano del caballero, que ya no pudo sostener la espada, la cual cayó y el aura
que la envolvía se desvaneció.
“Sin importar lo infinita que resulte
ser tu energía, cuando dependes de tu espada para canalizarla y realizar los
ataques, te conviertes en el rival más débil, ¡adiós!” exclamó preparando un
segundo ataque.
Lanzó una estocada directa al
corazón del caballero, pero éste, de un acto reflejo, detuvo la hoja de su
adversario agarrándola con la mano que le quedaba libre, cortándose con su
desdentado, oxidado y nauseabundo filo, pero evitando un final peor.
Lardo intentaba que su espada
avanzara hacia el cuerpo de su oponente haciendo presión, cortando más aún la
mano del caballero hasta desgarrarla, pero Gabriel aguantaba perfectamente el
dolor y mantenía el arma quieta. Dayuri no comprendía cómo podía estar
aguantando la presión que él ejercía con todo el cuerpo con una sola mano,
hasta que, de pronto, la misma aura blanca que envolvía la espada, ahora envolvía
su cuerpo.
“Que estúpido eres… Puedo
traspasar la energía de la espada a mi cuerpo en menos de un segundo, incluso
puedo recoger yo mismo la energía natural, pero no me gusta hacerlo para no sobrecargar
mi cuerpo. Precisamente, el ligero cambio de aspecto que ves en mis párpados y
en mis ojos se produce al introducir la energía natural en mi organismo. Cualquier
idiota se habría dado cuenta de que la espada es una mera herramienta para nada
imprescindible.
Ya te lo dije… – apretó el puño
con el que sujetaba la espada de su adversario y partió la hoja por donde la
tenía sujeta – Nadie puede enfrentarse al poder de la naturaleza. Ahora, ¡¡muere
a manos de tu propia espada!!”
Con un rápido movimiento, Gabriel
clavó el trozo de espada que había partido en el pecho de su adversario, con
tanta fuerza, que tiró al suelo a su adversario, y la punta, que atravesó el
cuerpo y asomaba por la espalda, se clavó en la tierra, dejándole ensartado en
una vorágine de dolor.
2 comentarios:
UUOO. No me ha decepcionado =D. Mu buen capítulo, este y el anterior la verdad. La verdad es que el anterior el final ha sido lo que ha sido muy bueno, en eso coincido con Jon.
Perdón por el retaso en leer y comentar, pero entre buscar curro, que como siga así, me voy a tener que meter a prostituta para poder pagar el piso, y arreglar ordenadores a la gente no tengo tiempo de na.
Un saludo
Un capítulo perfecto, un poco de combate, una muy buena historia, nada más que decir. Sin duda alguna este capítulo está en top ten de entre todos ellos.
derriban árboles y asesinando animales inocentes hasta llegar a su objetivo.(derribando)
porque estas serás las últimas palabras que escucharán tus oídos”.(estas serán)
Un saludo a todos.
P.D. Perdón por el retraso en leerlo
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