Episodio CLXX
G
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abriel y Dayuri, tras haber sufrido el viento la onda expansiva del impacto del meteorito, y
ver la nube de humo que salía del cráter, no pudieron evitar comentar la
situación.
“Eso… ¿Ha sido Fidel?” se preguntaba anonadado el caballero de la
rosa.
“El caballero de la tierra parece estar cumpliendo su papel en la
función, algo que no se puede decir de ti”.
“¿Cómo te atreves? ¿Crees que por haber soportado uno de mis
ataques ya puedes vencerme?”
“No creo que tenga problemas por soportar ni uno más de tus
ataques”.
“¿De verdad crees saber el punto débil de mi técnica? Es más, ¿de
verdad crees que existe un punto débil? Yo soy Gabriel, el caballero de la
naturaleza, y con mi espada, puedo coger prestada la energía de todo el planeta.
De esta forma, mi energía... ¡es infinita!”
El caballero de la rosa volvió a atacar con un movimiento brusco.
Clavó su espada en el suelo, iluminándola completamente, y al extraerla asestó
un espadazo al aire, liberando una gran cantidad de energía a través de su
espada en forma de corriente de energía de grandes dimensiones, que por su
tamaño, el Capitán Lardo no podía esquivar. Decidió cubrirse para tratar de
recibir el menor daño posible. La onda le engulló y arrasó todo a su paso,
hasta que un cambio de rasante hizo que saliera disparada al cielo y se
perdiera en el firmamento. Dayuri apareció en medio de una humareda, con
algunas quemaduras y rasguños nuevos, pero la misma sonrisa.
“Con que por eso dijiste que eras el más fuerte de todos los
caballeros... Indudablemente, es un poder impresionante...”
“Alabarme no te servirá de nada”.
“Pero, la verdad es que te va a salir demasiado caro”.
“¿Qué dices?”
“Sí... El caballero de la rosa siempre había sido reconocido por
todos nosotros por tener un estilo de manejar la espada superior a cualquiera
de los demás caballeros. Sus movimientos, sus posturas, su fluidez, en realidad
era como si el viento acariciara las rosas de un jardín, o como un las hojas de
un boque otoñal cuando caen, bailando al son del viento. ¡Pero mírate ahora!
¡Por culpa de tu ambición, has destruido toda esa belleza! Tus movimientos son
bruscos y muchos de ellos innecesarios, crees tener energía de sobra, y por eso
la malgastas inútilmente. ¡Cualquier otro caballero con esa energía ya habría
acabado conmigo con su propio estilo!”
“¡¿Qué dices ahora?! ¿Qué importa el estilo es una situación así?
Los combates finales hay que ganarlos, sin importar cómo. ¿Estoy utilizando
energía que no es mía para vencer? Sí, vale, es cierto. Pero eliminarte de este
mundo es una causa más que justificada para hacerlo”.
“No has entendido nada, ¿verdad? A lo que me refería es que
utilizar ese poder es precisamente lo que te hará perder este combate”.
Gabriel cayó en la provocación de su adversario, y quiso demostrar
su superioridad por la fuerza una vez más. Clavó su espada en el suelo, en el
mismo sitio que antes, pero ya no se iluminó tanto ni tan rápido como la última
vez. A pesar de todo, el caballero no dudó en liberar la energía contra su
oponente, que ahora, apenas tuvo que hacer ningún esfuerzo para aguantar el
ataque.
“Ríndete, no puedes vencerme. Ya te
lo he dicho antes, mi energía es infinita” continuaba insistiendo el caballero.
“Tu energía no es infinita ni mucho
menos. Sólo hay que mirar alrededor para darse cuenta”.
El caballero de la rosa observó por
el rabillo del ojo los alrededores. Todos los árboles se habían secado, el aire
se había ido llevando las hojas según caían hasta que sólo quedaron un montón
de ramas secas y frágiles. El suelo, hasta hace poco lleno de vegetación y vida,
no era más que un trozo de tierra erosionado y muerto. La imagen que
contemplaba ahora se parecía mucho a la que había imaginado antes de llegar,
cuando fue teletransportado de forma remota a un lugar desconocido.
“¿Lo entiendes ahora? Incluso el
planeta tiene energía limitada, y tú te has dedicado a robar y malgastar toda
la que tenía este bosque. Ibas cambiando de lugar en el que extraer la energía
para aprovechar los puntos de más vegetación, de más vida, de más energía, pero
al final has terminado agotando todo. Ese es el primer punto débil de tu
técnica”
“¡Tonterías!” El caballero clavó su
espada en el suelo una vez más, pero no pasó nada. Algo asustado, pero
manteniendo todavía una gran confianza, continuó clavando su espada en los
alrededores, buscando una fuente de energía de la que poder alimentarse. Fuente
de energía que no logró encontrar.
“Parece que lo empiezas a entender.
El segundo punto débil viene de la mano de la segunda forma que tienes de
extraer energía. Hablo del alcance de tu espada. Antes has comentado de manera
acertada que no sólo puedes extraer energía de la tierra, también del aire, del
agua, del viento, del Sol o de cualquier otra expresión de la naturaleza. Este
hecho confirma que la energía de la que dispones sí es prácticamente infinita,
pero no significa que puedas utilizar toda la con la misma facilidad. Cuanto
más lejos está tu espada de la fuente de energía, más tarda en extraerse y
acumularse en su interior. No es lo mismo clavar tu espada y sacar energía de
una tierra fértil y llena de vegetación, que alzarla al cielo obtenerla de una
estrella que está a millones de kilómetros de distancia. Por eso, lo único que
tengo que hacer ahora, es derrotarte antes de que tengas la oportunidad de
lanzar un ataque más con energía proveniente de lugares lejanos. Me has
demostrado dejándote herir varias veces, que en el momento en el que extraes la
energía debes permanecer inmóvil y quedas completamente desprotegido, por lo
que te puedo asegurar que no tendrás tiempo suficiente para lanzar ni un solo
ataque más”.
El caballero de la rosa estaba
enmudecido por la trampa que le había tendido su adversario, y en la que había
caído sin tener ni idea de lo que ocurría.
“Yo pensaba que él era el más
atrevido e imprudente de todos nuestros enemigos, pero no, no es así. Es todo
lo contrario… Es sólo una fachada, en realidad… es el más meticuloso de todos…”
“¡¿No lo entiendes?! ¡No puedes
ganar este combate! ¡El que decía ser el caballero de la naturaleza ha
renunciado a su propia naturaleza para ganar el combate! ¡Tu elemento te ha
dado la espalda!”
Gabriel observó su espada. La mano
le temblaba sujetando la empuñadura y el arma terminó por caérsele al suelo. La
hoja se clavó en una tierra muerta sin una sola forma de vida de la que poder
alimentarse. En ese momento, el caballero rememoró todas las ocasiones que
había tenido para terminar el combate de manera rápida y fulminante con un uso
adecuado de todo el poder que había estado disfrutando hasta hace un momento.
Sin embargo, esa oportunidad pasó, y ahora estaba completamente derrumbado.
“Por eso tenías tantas ganas de que
usase mi poder… ¡Éste era tu plan desde el principio!”
Lardo sonrió y salió al encuentro
de su adversario, alzando su espada, que aunque partida por la mitad y sin
punta, en sus manos seguía siendo un arma mortífera.
Gabriel estaba cabizbajo,
lamentando su actuación, mientras su adversario se aproximaba con la espada al
frente, cuando la imagen de Marta apareció en su cabeza, haciéndole saltar
inconscientemente, librándose de una estocada mortal.
Ya en el aire, el caballero
sobrevolaba la zona desesperadamente en busca de un lugar lleno de vida, de
donde pudiera extraer nueva energía para ganar el combate, pero lo tenía
extremadamente difícil. La mitad del bosque ya había dado toda su energía
durante el transcurso del combate, y la otra mitad había sido devastada por sus
propios ataques. Apenas quedaban árboles en pie, rosas en flor, o plantas sin
marchitar. Por supuesto, había varias plantas con vida de manera aislada, pero
su energía por separado no era suficiente como para ejecutar un ataque que
pudiera hacer frente a semejante adversario.
La destrucción que él mismo había
creado se reflejaba en sus ojos. Árboles derribados, flores marchitas, animales
inocentes asesinados, madrigueras devastadas, todo por un supuesto bien
superior que encima no había logrado alcanzar.
Al ver toda esa vorágine de muerte
y desolación, el caballero de la rosa comprendió la gravedad de sus actos.
“Oh, no… Pero… ¿Qué he hecho? Se
supone que esto es lo que tenía que proteger, pero en vez de eso, he hecho
exactamente lo contrario, he colaborado en su destrucción”.
Antes de que se diera cuenta, Lardo
apareció volando por encima de él y le derribó de un espadazo. Igual que ya no
tenía energía para atacar, tampoco tenía energía para curarse. Sabía
perfectamente que sin la energía natural no era rival para su adversario, y por
cabeza sólo se planteaba una posibilidad.
“Perdón… – Pidió a toda la
naturaleza, mientras caía en picado – Perdonadme por haber tomado vuestra energía y
vuestras vidas en vano… Prometo que cuando acabe este combate, me desharé de mi
espada, y este poder no volverá a ser utilizado jamás, pero os pido, no… ¡Os
ruego encarecidamente! ¡Os suplico! Prestadme vuestro poder una última vez”.
En ese instante se estrelló contra
el suelo, levantando una nube de polvo que impedía a Lardo verle a simple
vista. Como el ahora Coronel no era capaz de sentir la energía, tuvo que
esperar a que el polvo se disipara.
La imagen que encontró al disiparse
la polvareda era exactamente la que imaginaba. El caballero de la rosa empuñaba
su espada, alzada, apuntando al cielo. Lentamente, muy lentamente, el brillo
que obtenía la espada cuando estaba llena de energía iba apareciendo, aunque
ahora tan sólo brillaban un par centímetros de la hoja, por encima de la
empuñadura.
“Una vez más… – pensaba el
caballero – Con un solo golpe bastará… No pido salir con vida, pues ya no soy
más que un asesino que no merece vivir, pero por favor, permitidme lograr que
todo esto no haya sido en vano…”
“Lo suponía… Como ya no tienes
energía cercana que extraer, estás intentándolo con formas de vida lejanas,
pero si me dejé golpear por ti la otra vez que hiciste esto fue sólo para
comprobar el tiempo que necesitas para llenar tu espada. Ese tiempo que
precisas es de un minuto completo, ¡¡que como ya te dije antes no vas a
tener!!”
Lardo saltó hacia delante para
ejecutar su ataque, y el caballero escapó hacia el cielo para evitarlo, sin
mover su espada, que continuaba recogiendo energía muy despacio. Dayuri salió
en su busca inmediatamente, dando un salto mucho mayor al suyo y derribándole
de una patada. Su cuerpo salió disparado contra el suelo y se estrelló contra
troncos de árboles que previamente habían sido abatidos por su propio poder.
Los duros y violentos ataques que
sufría comenzaban a mermar sus fuerzas, pero no su voluntad. A pesar de estar
tirado en el suelo entre ruinas de la naturaleza, su mano, aunque temblorosa,
volvía a alzar su espada al cielo.
El antiguo Capitán aterrizó
rápidamente y contempló aquella escena. La espada ya estaba cargada de energía
a un cuarto de su capacidad, y su brillo se apreciaba a simple vista. Podría
haber continuado humillándole, podría haberle rematado allí mismo, pero sus intenciones
eran claras desde el principio, y en su lugar simplemente le dio una patada de
la mano, despojándole de su espada, que cayó unos metros más atrás.
Gabriel se arrastró por el suelo
lentamente, tratando de alcanzar la espada, pero cuando estaba a punto de
alcanzarla, su oponente le pisó la muñeca, y alejó otro poco más la espada de
un puntapié. Antes de que el caballero volviera a arrastrarse para alcanzarla,
le agarró del cuello y le levantó del suelo, mientras observaba su afligida
mirada.
“Con el paso del tiempo, la gente
pierde la ilusión por la vida que tenía cuando no eran más que un niño. Yo sigo
disfrutando de todo lo que hago como si fuera la primera vez. Mi ilusión más
añorada era morir llevándome conmigo a un rival digno de mí, pero tú has
resultado no ser más que un adversario cobarde y patético, cuyo supuesto gran
poder no era más que una farsa”-
“Sí… Que necio he sido – farfullaba
el caballero mientras trataba de zafarse del brazo opresor que presionaba su
cuello – Me fue otorgado el poder de la destrucción precisamente a mí porque
era quien más valoraba la vida, tanto de amigos como de enemigos, porque era
quien más sabiamente lo podría utilizar… Pero no supe verlo… Pero lo he
utilizado de forma incorrecta, acabando con las vidas de montones de plantas y
animales que nada tenían que ver con nuestra lucha…”
“Ya es tarde para enmendar tu
error. Acabaré contigo y esperaré un enfrentamiento mejor con el caballero del
fuego a su llegada”.
Soltó el cuello de su víctima, que
cayó de rodillas tosiendo, pero trató de ponerse en pie cuanto antes. Al
hacerlo se dio cuenta de que la posición de su adversario había cambiado. Lardo
había envainado su espada, pero mantenía su mano sujeta en la empuñadura.
“Amakakeru Ryu no Hirameki” susurró Dayuri.
En un instante, desenvainó su
espada a la vez que le asestaba un poderoso corte en diagonal, cruzando todo su
pecho de una esquina a otra, con tanta fuerza, que además levantó el cuerpo del
caballero por los aires, para terminar cayendo boca arriba, tras un fuerte
impacto en la espalda.
“Esta es la técnica que utilizó la
vez que nos enfrentamos a él en Arcadia… Es increíblemente rápida, no he podido
ni reaccionar…”
“Mierda – se quejaba mirando su
espada – Como está partida por la mitad, la potencia del ataque también ha
disminuido y por eso sigues con vida…”
Gabriel había caído cerca de su
espada, pudo agarrarla con la mano mientras su adversario estaba ocupado
quejándose, pero en vez de alzarla al cielo para seguir acumulando energía, se
quedó mirando su hoja, limpia y reluciente, con el brillo de la energía
acumulada en la parte inferior, más próxima a la empuñadura.
“Enmendar mi error… – se decía
mientras miraba su reflejo en su propia espada – ¿Acaso es la solución eso…?”
Sin estar muy seguro de lo que
estaba haciendo, se puso en pie, tratando inútilmente de cubrir la herida que
acaba de recibir de su adversario, y empuño la espada en posición de combate.
“Celebro que vuelvas a intentar
atacar, será más digno por tu parte morir luchando aunque sea con un cuarto de
energía en tu espada que seguir arrastrándote por un ataque final que no
llegará nunca”.
“Jejejeje… – el caballero de la
rosa se reía entre los delirios de su agonía – Los animales y las plantas son
la mayor parte de la naturaleza, y ya no queda casi nada vivo a mi alrededor,
es cierto, ¡pero las personas también formamos parte la naturaleza!”
Rápidamente, Gabriel comenzó a
cargar energía, envuelto en un área blanca. Toda la energía que acumulaba iba
siendo transferida a la espada, que vio cómo su brillo comenzaba a subir rápidamente,
acercándose a la punta de la hoja.
“¡Imbécil! Si le das toda tu energía
a la espada, ¡morirás!”
“¿Por qué iba a tener yo derecho a
vivir si todo este bosque y los que habitan en él han perdido la vida por mi
culpa? – le contestó, pero para sus adentros, sabía que sería un suicidio –
Tengo que guardarme un poco de energía, la justa para realizar el golpe y ganar
el combate. Después, poco importa lo que pase conmigo…”
Lo tenía bien claro, mas sus
esperanzas de éxito se vieron menguadas cuando vio que a pesar de toda la energía
que volcó en su espada, el brillo no había alcanzado el punto máximo, aunque se
había quedado cerca. El caballero estaba seguro de que donando toda su energía
sería suficiente y podría enmendar su error, pero para cuando se dio cuenta de
que estaba equivocado ya era demasiado tarde. Un rodillazo de Lardo le impactó
de pronto en la barbilla, arrojándole al suelo de cabeza.
“Iluso… Por muy caballero que seas,
tu energía individual no se puede comparar a la de todo un ecosistema. Bastante
que has conseguido llenar casi la mitad tú solo”.
Gabriel estaba tirado en el suelo
otra vez, a punto de rendirse, cuando se dio cuenta de que había un rosa a su
lado, completamente viva y en la plenitud de su belleza. El último golpe de su
adversario le había mandado a una de esas pequeñas áreas aisladas del bosque
que todavía conservaban algo de vida. En circunstancias normales, no sería una
zona suficientemente amplia como para llenar su espada de energía, pero tal vez
le sirviera para terminar de cargar la hoja al máximo.
No tenía tiempo que perder, pero
por alguna razón, aquella rosa que tenía ante sus ojos, tan de cerca, le
recordaba mucho a la que le regaló a Marta aquel día, la misma que sujetaba en
sus manos en el momento de morir.
Su oponente todavía no se había
percatado de sus intenciones, le creía ensimismado por el impacto de la
derrota, pero en su cabeza había sentimientos contrarios luchando por tomar una
decisión.
“Este bosque ya ha sido prácticamente
destruido por mis egoístas acciones, ¿y ahora voy a volver a hacer lo mismo
otra vez? ¿Voy a robar la poca vida le queda a esta rosa para salvarme yo? ¿Dónde
queda entonces mi redención? Pero por otro lado, sino gano el combate, todo lo
que he hecho hasta ahora habrá sido en vano… ¡¿Qué puedo hacer?!”
Los pasos de Dayuri se aproximaban
lentamente. Había detectado algo raro y sabía que no podía ser nada bueno. Presa
del pánico, el caballero clavó su espada en el suelo y logró finalmente llenar
su espada de energía completamente, mientras la rosa que tenía delante se
marchitaba ante sus ojos dando su vida por él.
Aquella visión fue demasiado para él.
La rosa marchitándose, aun cuando pudo haberlo evitado, fue un reflejo
demasiado claro de su pasado. Enloquecido, se puso en pie de un salto, portando
su espada totalmente iluminada y llena de energía, preparada para dar el golpe
final.
“Al final ha conseguido llenarla de
nuevo – dijo el Coronel Lardo – Sin embargo, todavía no lo tiene todo ganado. Si
quiere acabar conmigo de un solo ataque no podrá simplemente liberar la
corriente de energía como otras veces. Requerirá de un golpe certero y poderoso
si quiere que llegue a ser mortal. Un fallo y la victoria será mía…”
Pero el caballero ya tenía claras
sus intenciones, que nada tenían que ver con las especulaciones de su
adversario.
Todavía ciego de rabia por lo que
acababa de hacer, Gabriel alzó su brillante espada, y un instante después la
clavó en la tierra hasta el fondo.
“He aquí… ¡¡Mi redención!!”
Curiosidades!!!
Aunque ya salió en una ocasión anterior, recordemos que el Amakakeru Ryu no Hirameki es una técnica de Kenshin, que aprovecha la fuerza y velocidad al desenvainar la espada para asestar el golpe directamente
1 comentarios:
Muy entretenido el capítulo, aunque tratándose de un capítulo de lucha me ha faltado precisamente eso.
tras haber sufrido el viento la onda expansiva del impacto del meteorito,(de la onda)
“No creo que tenga problemas por soportar ni uno más de tus ataques”.(creo que hay que quitar el ni)
o como un las hojas de un bosque otoñal(sobra el primer un)
Qué importa el estilo es una situación así? (en una)
¿Voy a robar la poca vida le queda a esta rosa para salvarme yo?(la poca vida que le queda)
Un saludo a todos.
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