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Episodio
CLXXIX
A
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rturo y Mesa, ambos transformados y dispuestos a
enzarzarse en su duelo final, continuaban frente a frente, mirándose fijamente,
esperando cada uno a que el otro diera el primer paso. Mientras ambos
disfrutaban perdiendo el tiempo, el mundo continuaba su proceso de devastación.
A los chorros de lava espontáneos, los terremotos y las grietas, se le unían
ahora fuertes vientos y mareas. Lenta, pero inevitablemente, todo el planeta
estaba siguiendo el camino hacia su destrucción.
De la grieta que había surgido cerca de donde estaban,
comenzó a brotar lava suavemente, hasta formar un pequeño río que pasaba muy
cerca de la posición de Jonyo, quien no podía apartar la vista del flujo de
magma.
“Tranquilo – le dijo Gabriel – Es un planeta, no se
puede destruir tan fácilmente. Aunque lo que haya dicho Mesa sea verdad, cosa
que dudo, el planeta primero tendría que deteriorarse completamente por dentro,
luego por fuera, y después de todo eso, dependiendo del daño, ya se vería si
dejaría de existir o no. A lo que iba, no te preocupes por eso ahora, ya
veremos si podemos hacer algo después. Hay tiempo de sobra. Te lo dice el
Caballero de la Naturaleza”.
“Qué me vas a contar a mí del tiempo…” trató de
bromear para calmarse un poco.
Finalmente, fue Mesa el que, batiendo sus grandes
alas negras, dio comienzo al combate. Saltó hacia delante, y se lanzó contra el
caballero del fuego, volando a ras de suelo. Sin esperar a que llegase, Arturo
lanzó una onda directamente hacía él. La onda viajó a gran velocidad, pero
antes de llegar a impactar en su objetivo, Mesa desapareció, reapareciendo en
el mismo instante algo más adelantado. La onda pasó de largo, provocando una
fuerte explosión a lo lejos.
“¿Lo ha esquivado?” preguntó Gabriel.
“No. Ha sido uno de sus teletransportes – trataba de
aclarar Jonyo – Cuando esquivas algo a
tanta velocidad que parece que desapareces, normalmente permaneces unos
segundos desaparecido para tratar de sorprender a tu adversario. Pero él ha
reaparecido en una ubicación completamente distinta en el mismo instante, no hay
duda”.
“Pero, ¿no necesitaba ponerse dos dedos en la frente
para hacer esa técnica?”
“Al igual que le pasa a Arturo o que le pasaba al
Capitán Lardo – intervino Reik, que al igual que los otros dos, desconocía que
Mesa había adquirido esa mejora durante su combate contra Fidel – es posible
que su transformación también modifique parte de sus habilidades, para bien o
para mal. Realmente, ahora mismo no sabemos lo que puede llegar a hacer”.
Mesa alcanzó finalmente la posición de Arturo, y se
abalanzó sobre él con sus garras, como un depredador dispuesto a devorar a su
presa. El caballero se cubrió con su espada, bloqueando las garras, que
agarraron la hoja de su arma como si fuera un simple barrote sin filo,
produciendo un pequeño forcejeo.
Ahora que lo tenía tan cerca, Arturo pudo comprobar
lo mucho que le costaba reconocer al antiguo Mesa en ese cuerpo de monstruo. De
no ser por las deterioradas gafas que todavía llevaba sobre sus ojos y los
andrajos que quedaban de su traje, no estaba seguro de si sería capaz de
distinguirle sin haber visto cómo cambiaba.
Contemplar tan de cerca el nuevo aspecto de su
adversario le provocó auténtica repulsión. Casi de un acto reflejo, empujó
violentamente a Mesa hasta hacerle caer de culo. Como un animal, dio un salto para
levantarse, cayendo a cuatro patas. Arturo ya había dado comienzo a su
contraofensiva. Estaba muy cerca, por lo que en vez de pensar una nueva
estrategia, Mesa recurrió a su larga cola. Modificó el extremo con forma de
punta de flecha, cambiando ahora a ser una simple bola, pero bastante más
grande que antes. Movió su cola para enviar el extremo directo hacia su
objetivo, estrellando la bola violentamente en el pecho del caballero, que fue
claramente sorprendido.
“Ugh – el impacto le detuvo durante unos segundos la
respiración – ¿Qué es esto? Es como si fuera de algún metal pesado” pensó
mientras la observaba, incrustada en su cuerpo.
El ataque frenó en seco la ofensiva de Arturo, que
se quedó parado en el sitio. Mesa retiro su cola, restauró la forma original
del extremo de su cola y volvió al ataque. Antes de que el caballero tuviese
tiempo de reaccionar, recibió un zarpazo que le desgarró parte de sus ropas,
dejó cuatro surcos sangrando en su torso, y finalmente le tiró al suelo.
Mesa se acercó lentamente, saboreando el combate,
relamiéndose, con una lengua morada, larga y fina, que no le habían visto hasta
ese momento. Esos instantes bastaron para que Arturo recuperase la
concentración y sorprendiese a su enemigo con un espadazo de debajo de arriba
al mismo tiempo que se ponía en pie. Sin embargo, él volvió a evitarlo,
teletransportandose a su espalda.
Arturo fue capaz de verle, a través del reflejo de
su espada. Sin embargo, no fue capaz de evitar que le clavara sus garras en el
costado. Una nueva herida sangraba ahora en su cuerpo. Acaba de empezar el
combate y ya perdía sangre por distintos sitios.
El dolor le obligó a agacharse, apoyándose sobre una
de sus rodillas. A su espalda, Mesa se preparaba para rematarle, cuando el
caballero decidió efectuar un nuevo ataque, pero en vez de lanzarlo sobre Mesa,
lo hizo contra el suelo. Desde esa misma posición, propinó un fuerte puñetazo
al suelo que incrustó completamente su mano y agrietó los alrededores,
originando varios géiseres que lanzaron vapor de toda a toda presión a su
alrededor. No contento con eso, todos vieron como salían destellos del interior
del agujero donde tenía metida su mano. Estaba cargando una bola de energía,
que rápidamente hizo estallar, dando paso no sólo a simple vapor de agua, sino
a un torrente de lava que salió disparado hacia el cielo, engulléndole
completamente.
“¿De verdad pensaba que podría alcanzarme con eso? –
Pensaba Mesa mientras evitaba la lava con facilidad – No… No puede ser tan
estúpido. Tiene que haber algo detrás”.
La erupción fue perdiendo fuerza poco a poco,
dejando a Arturo a la vista de nuevo. Parecía haberse recuperado un poco de los
últimos golpes y sus heridas habían dejado de sangrar.
“Claro… Su elemento le ha curado” dijo Jonyo.
“Bueno, no es exactamente así – explicó Gabriel – Es
cierto que su elemento le ha prestado algo de ayuda al exponerse a él, pero no
tanta. Le ha devuelto un poco las fuerzas y le ha cerrado las heridas, pero
siguen estando ahí. Al mínimo golpe pueden volver a abrirse”.
“Tu estúpido amigo también hacía estas cosas cuando
se enfrentó a mí – le dijo, refiriéndose a apoyarse en el poder de su elemento
– Pero ninguno de esos trucos le sirvió para evitar su muerte”.
Arturo advirtió que Mesa sólo trataba de provocarle,
y tras unos instantes titubeando, finalmente pareció controlarse. Se alejó
levitando unos metros, y cuando nadie lo espera, arrojó su espada contra él,
directa hacia el pecho.
Durante los segundos que estuvo viajando por el
aire, nadie la perdió de vista. Tanto Mesa como el resto de caballeros no
alcanzaban a adivinar las intenciones de Arturo, pero su adversario sabía que
un ataque de ese tipo no suponía peligro alguno para él, por lo que no se
preocupó de las intenciones que pudiera tener. Podía esquivar el ataque, pero
cambiar de posición otra vez le parecía innecesario pudiendo solucionar el
asunto con un simple manotazo.
Extendió el brazo hacia atrás, y apuntó con una de
sus garras a la espada, que ya estaba muy cerca. Cuando estaba a punto
alcanzarla, Arturo apareció delante de él, agarró la empuñadura y recuperó la
espada, viendo como el zarpazo de Mesa golpeaba al aire. Rápidamente, Arturo
blandió la espada, practicando un corte horizontal sobre el pecho de Mesa.
“¡Bien hecho! – Reik no pudo evitar expresar su satisfacción
– Mesa necesita teletransportarse conscientemente. Como es lógico, no lo hace
de manera automática, así que ha creado una situación en la que no tenga tiempo
para reaccionar. Sabía que si lanzaba la espada, toda la atención recaería en
ella. En ese tiempo, él se ha desplazado a toda velocidad sin llamar la
atención, ha alcanzado y recuperado la espada y finalmente ha podido ejecutar
su ataque”.
No obstante, los resultados ofrecidos no eran tan
bueno como la estrategia tomada por el caballero. A pesar de que había logrado
atacar a su adversario con su espada, lo único que consiguió fue que saltaran
chispas de la fricción de la hoja con la piel de Mesa, pero no fue capaz de
infligirle daño alguno.
“Esa extraña piel blanca… No consigo cortarla, ¿por
qué? – se preguntaba sorprendido y confuso – Es como si fuese de piedra…”
Aunque el plan había tenido éxito, la ofensiva no lo
había tenido. El factor sorpresa había desaparecido, y ahora Mesa preparaba su
contraataque. Arturo vio cómo la cola de Mesa le rodeaba, tratando de
sorprenderle por detrás. La punta de flecha avanzaba hacia su espalda, pero él
ya la había visto y estaba preparado. Esperó hasta el último momento, y cuando
el extremo de la cola iba a hundirse en su cuerpo, escapó desapareciendo sin
dejar rastro.
“Ha desaparecido, ¿dónde está?” se preguntaba
Gabriel.
“Arturo no sabe teletransportarse, así que tiene que
estar por ahí, dando vueltas a gran velocidad. Pero… Yo tampoco consigo verle…”
añadió Reik.
“Es normal que no le vean – pensaba Jonyo, sin decir
nada – Incluso yo, que estoy acostumbrado a estas velocidades le veo muy
vagamente, ¿cómo van a verle los demás?”
De pronto, Arturo apareció en medio del cielo, a
espaldas de Mesa, disparó una onda de energía contra él, y volvió a desaparecer.
A pesar de estar de espaldas, Mesa movió una de sus dos grandes alas negras,
utilizándola primero como pantalla para cubrirse de la onda, y un instante
después, desvió el ataque de un alazo, sin girarse siquiera.
“Es extraño, no ha necesitado moverse para rechazar
el ataque de Arturo – Jonyo continuaba analizando la situación – Incluso aunque
la luminosidad le haya advertido de la presencia de la onda, sigue siendo
demasiado como para evitarla de esa manera, y más tratándose de un ataque
sorpresa. Y si… – fue entonces cuando se fijó en los ojos de Mesa, ahora
amarillos y brillantes, con esa pupila fina y alargada – No será que…
¡¡¡Cuidado Arturo!!! – gritó – ¡Él no…!!!”
No tuvo tiempo de terminar la frase. En un instante,
Mesa dio un salto que parecía no ir a ninguna parte, y en medio del aire,
asestó un codazo a la nada. Primero se escuchó un golpe, y acto seguido, el
cuerpo de Arturo apareció, clavado en el hueso puntiagudo que le había salido a
su adversario en el codo.
“Debí haberlo imaginado antes. Esos son ojos de
gato. Gracias a ellos, Mesa, al igual que los felinos, puede detectar mejor los
objetos en la oscuridad, y también, lo que en este caso sería una presa en
movimiento – Jonyo por fin compartía su teoría con el resto – Él sabía desde el
principio donde se encontraba Arturo, por eso fue capaz de bloquear la onda sin
girarse y de detectarle cuando ni nosotros le veíamos”.
La fuerza del golpe le hizo caer de cabeza contra el
suelo, dejando un chorro de sangre por el aire según descendía. Casi al llegar
al suelo, logró controlar medianamente la caída y aterrizar sin darse un golpe.
Ya en tierra, se dispuso a golpear el suelo de nuevo para que saliera más lava
y pudiese curarse una vez más, pero Mesa se dio cuenta.
“No te dejaré…”
Inmediatamente, se teletransportó hasta su posición,
y evitó que abriese la tierra de nuevo lanzándolo al aire de una patada. Como
sus pies también se habían convertido en poderosas zarpas, el caballero también
se llevó un nuevo arañazo. Para no dar tiempo a recuperarse a su adversario,
cargó una pequeña bola de energía negra en la punta de su antiguo dedo índice,
apuntando directamente contra su objetivo.
“Cero Oscuras”.
“Ese ataque… Yo, lo he escuchado antes – de repente,
varios recuerdos aparecieron en la memoria de Gabriel – ¡¡¡Arturo!!!
¡¡¡Esquívalo!!!” gritó en cuanto se acordó de aquel momento.
Un poderoso rayo de energía negro brotó de la
pequeña bola que cargaba Mesa, aumentando rápidamente su grosor a medida que
avanzaba. Arturo tenía pensado simplemente cubrirse ante aquella técnica, pero
las palabras de su compañero llegaron a tiempo y por suerte para él decidió
hacerle caso, moviéndose en el aire lo justo para que el Cero Oscuras pasase por su lado sin tocarle, pero lo
suficientemente cerca como para sentir su calor.
El rayo negro continuó avanzando imparable por el
firmamento. En su camino, se topó con una montaña, a la cual atravesó sin
perder poder ni velocidad alguna, consumiendo todo lo que se cruzaba en su
camino, hasta dejar un agujero limpio que cruzaba todo el monte, de cuyos
bordes manaba un extraño humo negro. Finalmente, la onda salió de la isla y se
perdió en el cielo.
“Parece que he hecho bien en esquivarlo –
reflexionaba Arturo – Era muy parecido a mi God
Breaker Cannon, pero con energía oscura…”
“Es verdad… Ahora que lo menciona – se preguntaba
Gabriel – Tiene ese ataque con el que destruyó ese edificio enorme por dentro,
desintegrando todo, y con el que luego casi gana a Fidel en Narshe, ¿por qué no
lo usa?”
“Bueno, creo que uno de los motivos es porque ya no
se le va la olla con la transformación. Antes era un despropósito de ataques
uno detrás de otro, con un enorme despilfarro de energía por esa agresividad y
ansia de destrucción que nacía en él cada vez que se transformaba – Jonyo
parecía tener la respuesta completa – Pero dejando eso a un lado, está claro
que hay algo más. Piensalo. Hasta ahora, ¿cuántos ataques de Arturo han dado en
el blanco?”
“Claro… El teletransporte…”
“Eso es. Es demasiado arriesgado utilizar un ataque
como el God Breaker Cannon sin estar
seguro de que no vas a fallar. Es demasiada energía gastada, y todavía nos
espera otro enemigo después. No es que tenga muchas opciones…”
“Mesa está jugando con ventaja – añadió Reik – Él ya
nos conoce a todos, pero nadie había visto nunca su transformación. Creo que
Arturo está haciendo lo correcto. Estudiar a su oponente”.
“Si vuelvo a intentar usar la lava para
beneficiarme, se trasladará instantáneamente de nuevo, impidiéndomelo – Arturo
valoraba sus opciones – Necesito que salga de manera natural…”
Llegado a ese punto, decidió echar mano de su
elemento. Aunque seguía en el aire, ya se había recuperado del golpe y podía
volar libremente. En pleno vuelo, comenzó a cargar energía. Su aura se
intensificó, acentuando su color dorado y su característico silbido. A medida
que cargaba energía, varias lenguas de fuego nacían dando vueltas a su
alrededor. Las lenguas fueron aumentando en número hasta envolver completamente
al caballero en un tornado de fuego que avanzaba imponente hacia Mesa.
Lejos de intimidarse, su adversario sonrió. Cuando
el tornado de fuego se acercó lo suficiente, abrió sus alas lo más que pudo y
comenzó a batirlas con fuerza, produciendo un poderoso viento que fue apagando
las llamas poco a poco, hasta extinguirlas por completo, dejando al caballero
al descubierto.
“Con el simple batir de sus alas – Arturo no daba
crédito a lo que estaba ocurriendo – Solo con eso, ha logrado sofocar todas mis
llamas…”
Una vez más, Mesa batió sus alas, pero esta vez para
servirse de ellas para volar sin gastar energía. Arturo todavía se encontraba
en estado de shock y no se percató de la llegada de su oponente, que aprovechó
para propinarle varios zarpazos con el fin de derribarle.
La caída fue precedida por un grito, pero lejos de
dejarle en paz, Mesa también descendió para rematarle. Aunque sus dedos, y
sobre todo sus uñas, se habían convertido en garras, Mesa todavía poseía la
anatomía propia de un ser humano. Conservaba la palma de la mano y sus cinco
dedos, por lo que podía agarrar y lanzar sin mayor problema. Cuando se puso a
su altura, la agarró de la cabeza, clavándole sus garras alrededor de la
frente, la cara y la nuca, y le acompañó en el descenso hasta que él mismo le
estrelló la cabeza contra el suelo, asegurándose de que el impacto fuera lo más
violento posible.
El cuerpo del caballero atravesó la tierra avanzó
hacia las profundidades, liberando la lava que aguardaba debajo una vez más. En
cuanto salió el chorro de magma, Mesa se apartó con rapidez, dejando al
caballero inundado de su elemento.
“Vaya… Me he pasado… Parece que todavía no controlo
bien mi fuerza…”
A los pocos segundos, el chorro cesó su potente
fuerza inicial, regresando a una erupción lenta pero indetenible, de la que
salió Arturo, otra vez con sus heridas cerradas, aunque tampoco curadas.
“Es mentira… – pensó el caballero, que había
escuchado la voz de su agresor – Lo ha hecho a propósito para que me cure… Es
como si se estuviera riendo de mí…”
Sin darse cuenta, estaba comenzando a ceder ante el
poder de su propia transformación. La ira y la sed se sangre que tanto trabajo
le había costado llegar a controlar, volvían a abrirse paso gracias a las
provocaciones de Mesa.
“¡¡A ver si estas puedes apagarlas tan fácilmente!!”
Cerró el puño con fuerza, y de pronto, quedó
envuelto en fuego azul. Acto seguido, dio un puñetazo al aire, proyectando una
llamarada de fuego azul hacia su adversario.
“Todavía no me lo puedo creer… – comentaba Gabriel
muy asombrado – A pesar de que Arturo está en SuperGuerrero, la forma con la
que derrotó a Mesa en su forma normal de dos golpes y con la que derrotó al
Capitán Lardo cuando se volvió loco, Mesa está controlando el combate con una
facilidad insultante…”
“Estábamos equivocados… – confirmó Reik – Da la
impresión de que van más o menos igualados, con los típicos vaivenes de
cualquier batalla. Pero realmente es Mesa quien controla la situación”.
“Y eso que todavía no los ha usado…” susurró Jonyo
sin querer demasiado alto.
“¿Todavía no los ha usado? – le escuchó su compañero
– ¿El qué?”
“Eso… – contestó Jonyo señalando hacia delante –
Para qué habré abierto la boca…”
Mesa extendió el brazo al frente, abrió su mano, y
una inmensa cantidad de llamas negras surgieron en unos instantes, bloqueando
el paso de las llamas azules.
“Es cierto… – se dio cuenta Reik – Por culpa de la
transformación me había olvidado de que ha absorbido todas las esferas
elementales. Por lo tanto si el Caballero Negro era capaz de usar los elementos
oscuros, era lógico pensar que Mesa también”.
Las llamas negras chocaron frontalmente contra las
llamas azules, provocando un pequeño conflicto. Sin embargo, en cuestión de
segundos, las llamas negras empezaron a devorar a las azules, consumiéndolas
totalmente. A medida que eliminaban el fuego azul, las llamas negras avanzaban
hacia el caballero, que termino en la obligación de cesar su ataque y retirar
su posición, derrotado por su propio elemento.
“El fuego negro ha sido capaz de quemar el propio
fuego… – comentaba Gabriel – ¿Acaso hay algo que Arturo pueda hacer?”
“Por lo que hemos contado, todos ascendimos de clase
tras superar una situación de tensión parecida – Jonyo se mostraba esperanzador
– ¿Es posible que con él pase lo mismo?”
“No podemos saberlo. También hay diferencias entre
ambas situaciones – Reik parecía ver las cosas de otra forma – En primer lugar,
nosotros estábamos solos. Parece una tontería, pero ese tipo de experiencias
siempre pasan en solitario. Si algo como lo que nos ha ocurrido le tiene que
ocurrir también a Arturo, nuestra simple presencia puede impedirlo. Y en
segundo lugar, nosotros no podemos transformarnos como hace él, así que no
sería de extrañar que él no pudiera hacer algo que sí podemos hacer nosotros.
En cualquier caso, no debemos intervenir, ni mucho menos contarle nada de lo
que nos ha pasado hasta que acabe el combate. De hacerlo, intentaría lograrlo
para cambiar las tornas del combate, y no se puede perseguir algo que ni siquiera
sabemos si realmente puede suceder”.
La última demostración de poder de Mesa, utilizando
su propio elemento, había calado hondo en el caballero, que veía cómo todas sus
puertas hacia la victoria se iban cerrando una a una. Sus ataques habían sido
inutilizados por el teletransporte, su espada había sido bloqueada por la piel
de Mesa, su velocidad por sus ojos, y sus llamas por las sus alas, y su fuego
azul por el fuego negro. Ahora temía que cualquier cosa que se le ocurriera
fuese también anulada rápidamente por alguna otra cualidad del nuevo cuerpo de
Mesa todavía no descubierta.
“Así que este es… El auténtico poder de Mesa… ¿Fidel
realmente se enfrentó a este monstruo y estuvo a punto de vencer? – La duda se
apoderaba del caballero – ¿Cómo lo consiguió? Es cierto que Mesa no estaba
transformado, pero Fidel tampoco, y yo sí, así que es lo mismo – en su mente no
dejaba de aparecer la imagen de su difunto amigo – Y no es sólo eso. Reik,
Jonyo, e incluso Gabriel están aquí. Eso significa que han derrotado a sus
adversarios. La teniente, el Capitán Lardo, el Caballero Negro… No puedo sentir
la energía de ninguno de ellos… ¿Es que me he quedado atrás? ¿Qué ha ocurrido
mientras estaba inconsciente?”
No se había dado cuenta, pero Mesa ya había
comenzado una nueva ofensiva. Extendió su mano hacia el cielo, con la palma de
la mano bien abierta y las garras tan separadas como pudo. Desde esa posición,
bajó el brazo dando un arañazo al aire, dejando tras de sí una estela de viento
negro con cada garra, las cuales salieron disparadas todas hacia Arturo en
cuanto la mano de Mesa tocó el suelo.
“¡Cuidado idiota!” le gritó Reik a su compañero, que
seguía enfrascado en sus propios pensamientos.
Al escuchar la voz, Arturo volvió al mundo real,
pero ya era demasiado tarde. Los cinco haces de viento estaban demasiado cerca
y avanzaban demasiado rápido. Apenas le dio tiempo a cubrirse pero dio igual.
Los cinco impactos simultáneos le rompieron la guardia, le desgarraron parte de
la ropa, le hirieron gravemente y finalmente le derribaron, todo en apenas un
par de segundos.
“Está totalmente fuera del combate…” susurró
Gabriel.
“Eso ha sido… ¡Getsuga
Tenshou! – Jonyo reconoció el ataque al instante – ¡¡Ha ejecutado cinco Getguga Tenshou al mismo tiempo y sin
usar una espada siquiera!! – Todavía no salía de su asombro – Blackron apenas
podía hacer uno y muy de vez en cuando… Es… Es realmente un monstruo…”
El caballero del fuego continuaba cayendo, sin mostrar
signos de una recuperación aérea que le impidiera estrellarse contra el suelo. Realmente,
su condición física le permitía perfectamente frenar la caída y retomar el
vuelo, pero su condición emocional bloqueaba toda posibilidad.
“Yo… Ya estoy acabado… – podía ver su cuerpo sangrar
por todas partes. El último ataque había sido tan violento que había reabierto
todas sus heridas de golpe. Aunque utilizase de nuevo el poder de su elemento
para curarse, ya no sería lo mismo. La gravedad de las heridas y la pérdida de
sangre marcaban una diferencia significativa que no podía subsanarse con una
curación parcial. En cambio, veía que su adversario seguía igual que al inicio
del encuentro – Está intacto… Ni siquiera he podido herirle una sola vez – Fue entonces
cuando advirtió de nuevo la herida que Mesa tenía en el pecho. Esa herida ya la
tenía cuando empezaron el combate pero, a diferencia del resto, no se había
curado con la transformación. Era la primera vez que veía una herida así. No
sangraba, parecía más bien la grieta de una edificio, un corte oscuro y
profundo, que no se sabía hasta donde llegaba – Esa herida… ¿Por qué no ha
curado también? Yo no se la he hecho, así que debió ser cosa de Fidel, pero está
claro que un arma normal no podría hacer una herida tan extraña como esa. Tal
vez fuese ese hacha que mencionaba Mesa en su relato, pero, ¿de dónde sacó
Fidel un hacha? Da igual… En cualquier caso, lo importante es que esa herida no
se ha curado cuando Mesa se transformó, ¡y pienso averiguar el motivo!”
Cuando estaba cerca de estrellarse, finalmente recuperó
algo de confianza y fue capaz de retomar el vuelo, directo hacia su adversario,
sin haber cerrado sus heridas ni tomado un respiro. Agarró su espada con fuerza
e inició su ofensiva.
“Ahora qua ya sabes que tu espada no puede hacerme
daño, no hay necesidad de seguir evitando tus ataques” dijo Mesa.
Arturo comenzó a asestar espadazos sobre todo el
cuerpo de su adversario sin recibir mayor respuesta que las chispas que
saltaban por la fricción de su espada. Costado, pecho, espalda… Todo soportaba
los golpes de Arturo por mucha fuerza que pusiera en ellos. Mesa esperaba
relajado a que el caballero se rindiera por sí solo, y cuando vio su
oportunidad, apartó su espada y asestó un puñetazo directo a la extraña herida
oscura que cruzaba el torso de su oponente. El ataque pilló por sorpresa a Mesa,
que no tuvo tiempo de reaccionar ni mucho menos de teletransportarse. Realmente,
el golpe no produjo ningún dolor en él, pero si activó el poder la herida, que
le hizo sentir una vez más como si todo su cuerpo fuera arrastrado hacia
interior de esa herida oscura.
“¡Le ha dado!” Exclamaron todos los caballeros que
estaban de espectadores.
“Parece que tu transformación tiene un punto débil –
le dijo Arturo – Ahora que lo he descubierto, ¡¡te venceré con el mensaje que
nos dejó Fidel antes de morir!!” exclamó con fuerza, refiriéndose a la herida.
1 comentarios:
bien un capítulo normalito, con no mucha chicha, pero siempre con ganas de leer el siguiente.
que lanzaron vapor de toda a toda presión a su alrededor.(¿¿de toda a toda??)
No obstante, los resultados ofrecidos no eran tan bueno (tan buenos)
Un saludo a todos.
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