domingo, 26 de abril de 2009

Episodio XCII

La semana pasada me fundieron en el práctico... tengo el retry el martes, a ver que tal xD Venga, si apruebo hago el 93 de mínimo 10 páginas ^^

Título: Oath Under the Rose

Tamaño: 8

Dedicado a: Raúl Campos (personaje JesuCristo)



Episodio XCII



L

os restos de la torre de madera habían terminado de esparcirse por la zona, a ambos lados de la pared de la barrera, quedando todo el lugar lleno de grandes trozos de madera, astillas y una nube de serrín. El caballero de la rosa envainó su espada y luego miró a sus dos espectadores, que seguían boquiabiertos.

“¿Vais a quedaros así mucho tiempo?”

“¿Pu... Puedes decirme donde has aprendido esa técnica?” preguntó el caballero de la tierra.

“No”.

“¿Y al menos cuanta fuerza tiene?”

“Calculo que tiene una fuerza más o menos igual a la cantidad de energía que tiene Mireia acumulada en su espada, aunque claro, ella sólo puede usarlo una vez. De todas formas, ha sido un golpe muy débil, podría haberlo hecho mejor”.

“¿Me... Mejor, dices? ¿Cuánto de mejor?”

“Mucho mejor. Más de lo que te imaginas”.

“¿Ma... Más? – el caballero de la tierra no podía dejar de temblar y de tartamudear de la expectación, de ver cómo todos eran más fuertes que él, y cómo conseguían con insultante facilidad objetivos que él no había sido capaz ni de rozar – ¿Y dices que esa chica es igual de peligrosa? ¿Ella también puede hacer algo superior a esto?”

“Sí, pero cuánto de mejor, ya no te puedo decir”.

“¿Que no lo sabes? – Pensó maldiciéndole – ¿Es que quieres decir que su poder es tan grande que no eres capaz de calcularlo? ¿Con que tipo de bestias camino?”

Gabriel colocó una rosa en el lugar en el que había clavado antes su espada para iniciar el ataque y cerró los ojos apenados.

“He incumplido mi juramento bajo la rosa, y dejo esta rosa como disculpa. Perdóname, Marta, no volverá a ocurrir”.

“¿Marta? ¿Quién es esa? ¿Tu novia?”

“Hacer más preguntas no te da más posibilidades de obtener una respuesta. Ya te lo dije, olvida todo lo que acabas de ver y preocúpate de ti mismo”.

“Es increíble... – pensó Alá – No imaginaba que el caballero de la rosa tuviera tanto poder... Creía que era que estos dos eran los más débiles... ¿Esconderá el otro algún arma secreta de similar poder? No importa, ya no puedo echarme atrás... Además, ha dicho que no lo volvería a hacer, esperemos que sea verdad”.

“Tarde o temprano haré que me cuentes todo ese misterio que te rodea, Gabriel”.

“Al fin y al cabo, soñar es gratis. Pero mientras te caes de la cama, ¿qué tal si echas un vistazo a eso?” dijo señalando a la torre.

De acuerdo con las predicciones de Peter, en el espacio que ocupaba la torre, ahora no había barrera. Un agujero del tamaño y la forma de la torre se había generado casi por arte de magia. El límite de la pared rota emitía chispas de energía, como si hubiera un cortocircuito. Inmediatamente, la barrera recibió un impulso de energía desde el centro y el agujero se cerró unos centímetros.

“Hhmpf... Va más lento de lo que esperaba, o hecho más daño del que deberíamos o la energía no llega bien a este punto. De cualquier forma, tenemos tiempo de sobra, ¡vámonos Fidel!”

Los dos caballeros comenzaron a caminar, abandonando a su guía.

“Ey, tienes que enseñarme esa técnica, Gabriel – le comentaba mientras avanzaban – Me sería muy útil para vencer a Mesa”.

“Ya te he dicho que no...”

“Venga, hagamos un trato, yo te guardo el secreto como me pediste y tú me enseñas esa técnica, ¿qué te parece?”

“¿Qué te parece a ti este trato?”

Gabriel golpeó a su compañero mandándole de cabeza contra la parte de la cúpula en la que sí había barrera, recibiendo un golpe al estrellarse contra ella y otro al estrellarse contra el suelo cuando lo rechazó la barrera.

“Vale... Trato hecho...”

“Un momento – dijo Alá, al ver que pasaban completamente de él – No hemos opuesto resistencia, os he guiado hasta aquí, he dejado que destruyerais la torre, ¿y ahora me vais a dejar aquí tirado? Hemos esperado este momento durante años, dejad que entré a recoger los restos de mi cultura”.

“A mí me da igual – dijo Fidel mientras se levantaba – Pero parece que aquí el amigo es el jefe, pregúntale a él”.

“No” respondió Gabriel con firmeza.

“¡Vosotros destruisteis nuestro pueblo! ¡¿Y ahora nos negáis esto?! Pensaba que érais honorables caballeros”.

“Dos cosas. Una, fue Arturo quien destruyó tu pueblo, no nosotros, y porque vosotros secuestrasteis a Peter, y dos, si vas a hacer lo que te la gana, ¿por qué preguntas? Mueve el culo y entra ahí...”

“No eres muy agradable”.

Gabriel se dio cuenta de que al haberse entretenido en la conversación, el agujero de la barrera ya era la mitad de su tamaño original.

“No estoy haciendo esto por ti. Lo hago por Peter. No tengo por qué ser amable con alguien que ha tratado de hacerle daño. Ahora vamos antes de que se cierre el agujero”.

Gabriel y Fidel entraron en primer lugar, seguidos de cerca por su no deseado acompañante. Al pasar la frontera tuvieron que caminar entre grandes rocas y pedazos de monumentos, y destruyendo obras de arte en cada pisada, pues no había ni un espacio libre en el suelo.

“¡Tened cuidado! ¡Estáis pisando los pedazos de nuestra cultura! ¡Un poco de respeto! ¡No piséis de forma tan indiscriminada!”

“No eras tan cuidadoso cuando torturabas a Peter”.

Alá se tuvo que callar, y los dos caballeros continuaron avanzando sin ningún cuidado por aquello que había bajo sus pies.

“¡Un momento!”

“¿Qué quieres ahora?” dijo ya Fidel, cansado de estar a un lado en la conversación.

“Deberíamos esperar a que se cerrase el agujero del todo”.

Los caballeros miraron hacia la pared de la barrera, aún estaba abierta, y a pesar de que ya era tres veces más pequeña que cuando cayó la torre, todavía quedaba un rato para que se cerrara del todo.

“¿Para qué vamos a esperar? – Preguntó Gabriel – La barrera se cerrará sola más tarde o más temprano”.

“Ya, pero no sabemos si alguien nos ha seguido”.

“Jonyo está en Mariejoa con Hilda y Pamela y Arturo y Peter están en Midgar con Shinkan y JesuCristo – dijo el caballero de la tierra – No es que no nos hayan querido seguir, es que no pueden, están todos ocupados”.

“Me refiero a algún civil. Cabe la posibilidad de que algún habitante de mi pueblo haya tenido curiosidad del lugar y nos haya seguido para poder entrar a recoger algún recuerdo del pasado. Ya os dije que no quiero más problemas, y desde luego no quiero que nadie más se vea involucrado en esto. Bastante han sufrido ya todos”.

Gabriel meditó sobre los argumentos del líder del clan StormReaver, evaluando la veracidad de sus palabras.

“Bueno, no tenemos mucho tiempo que perder, pero parece que hemos sido los primeros en derribar la torre. Muy probablemente los demás grupos hayan encontrado resistencia, y de habernos seguido un civil, no notaríamos su presencia por su diminuta energía... Está bien, creo que podemos esperar un poco”.

“Gracias”.

“Cinco minutos, ni más, ni menos. Si en cinco minutos no aparece nadie o no se cierra la barrera, nosotros dos nos iremos. Si de verdad nuestros compañeros están combatiendo, destruir la torre central hará terminar todas las luchas. No perderemos más tiempo”.

“Está bien” aceptó y los tres se quedaron de pie, parados, mirando la barrera y los alrededores.

La explosión producida por la Lanza del Relámpago había creado una cortina de humo que aún no se había disipado, y el caballero del rayo se mantenía a la espera, preparado por si su nuevo ataque no había sido suficiente para tumbar a su antiguo maestro. Finalmente, la cortina se empezó a disipar y la figura de Hilda apareció, aún de pie.

“¡No puedo creerlo! – Pensaba el caballero – Juraría que no he fallado”.

“Parece que sí te has vuelto fuerte, Jonyo”.

El cuerpo cayó al suelo en ese momento, y el haz de luz salió por la espalda de Hilda, desapareciendo con él el aura negra.

“Sigue avanzando, pequeño Jonyo, hasta que alcances tu objetivo”.

“Maestro, sabes que eso ya no es posible” dijo mientras veía desvanecerse el haz de luz.

Hilda se levantó con el cuerpo intacto, como si no hubiera tenido ningún combate. Apenas tuvo que sacudirse un poco el polvo y sonrió feliz de nuevo.

“Bien, ahora que ya estás preparado, ¿qué tal si pasamos a palabras mayores?”

“Vale, ¡vamos a la torre!”

“Creo que no. Aún no hemos terminado”.

“¿Cómo? Yo creía que ya había acabado todo”.

“¿Qué ya había acabado todo? Te dije que debías enfrentarte a mí, y hasta ahora sólo te has enfrentado a tu antiguo maestro. Ahora que le has derrotado, te has ganado el derecho de batirte conmigo”.

“¿Vas a invocar a más muertos?”

“No te preocupes, no me interesa recordarte el pasado”.

“¿Cómo? ¿Qué sabes tú de mi pasado?”

“Cuando tu antiguo maestro estuvo en mi cuerpo, además de recibir sus habilidades, también pude ver todos sus recuerdos, y algunos de ellos no han desaparecido con él”.

“¿Qué quieres decir?”

“Que ahora lo sé todo sobre ti, sé lo que te ocurrió en el pasado, y sé por qué ahora mantienes esa actitud tan pasiva con los temas problemáticos de todo el mundo y tratas de reír en todo momento, al igual que sé el verdadero motivo por el que me has hecho esa pregunta antes”.

La expresión del caballero del rayo se puso serie por un momento, pero no tardó en volver a reír.

“Únicamente pensaba que sería interesante poder batirse con algún poderoso guerrero del pasado...”

“Si quieres hacerte el tonto es tu decisión. Olvidar es más difícil de lo que cuentan, ¿verdad? Pero sabiendo lo que sé, no creo que obrases mal entonces”.

“Deja de hablar de eso y muéstrame tu poder, o déjame ir a la torre”.

“Como quieras. Satisfaceré tu petición, te dejaré batirte primero con algunos de los grandes guerreros de la historia, ¡Oversoul!”

Un haz de luz bajó del cielo y empezó a dar vueltas al igual que antes. Hilda lo agarró y se lo introdujo en el pecho, apareciendo de nuevo el aura negra. De pronto sonó una voz doble, grave y fuerte, que gritaba sin cesar.

“Soy Atila, el más poderoso de los hunos, gobernador del mayor de los imperios, conocido y temido en el mundo entero y no tengo rival. ¿Quién eres tú para molestarme?”

“Por mí como si eres Peter, ¡demuéstrame lo que vales!”.

Enfurecido, agarró una enorme piedra que había cerca y la tiró contra el caballero, que la evitó saltando y cargó contra su nuevo adversario. Atila le vio y preparó un puñetazo para cuando llegara. Jonyo lo bloqueó con el antebrazo sin problema y le dio una suave patada para dejarlo fuera de combate. El haz de luz salió de nuevo por la espalda de Hilda y se desvaneció en el cielo tras dar un grito ahogado.

“¿Ya? Pues no era para tanto...”

“A ver que te parece este... ¡Oversoul!”

Un tercer haz de luz apareció. Hilda lo agarró y se lo introdujo por el pecho. En esta ocasión el aura negra recubrió el cuerpo del nuevo huésped, asemejando la forma de una antigua armadura de guerra china al completo.

“Ahora que lo pienso, esas cosas se parecen a lo que mete esa chica en su espada... No será que...”

“Soy Genghis Khan, unificador de las tribus del norte de Asia y fundador del primer imperio mongol, ¿quién eres tú?”

“Soy el que va a derrotarte”.

El caballero avanzó a gran velocidad propinando un puñetazo en el estómago al guerrero, rompiendo su armadura fantasma y dejándolo fuera de combate. Al caer al suelo, el haz de luz salió por la espalda de Hilda y se desvaneció en el cielo.

“Basta ya de juegos, Hilda, muéstrame tu poder o vamos a la torre. Creo que con esto es suficiente”.

“Como quieras” dijo al levantarse.

Extendió los dos brazos con las manos abiertas y un báculo se materializó en cada mano. El de la mano derecha era de color morado, y tenía una esfera verde en el extremo superior, y el de la mano izquierda era de color rosa y tenía una esfera azul en el mismo extremo.

“Allá voy, caballero, ¡Black Magic!” exclamó.

La esfera verde del báculo se iluminó un momento y de pronto todo fue distinto para el caballero. La realidad se había invertido, los colores no existían, estaba como en el interior del negativo de una foto. No podía moverse, no podía escuchar nada, ni siquiera sus propios pensamientos, ni sentir nada de lo que llevaba encima o su misma espada. Únicamente podía ver aquel extraño mundo donde todo estaba parado. A los pocos segundos, vio que el cielo comenzó a agrietarse, después los árboles, los edificios, la figura de Hilda que veía también parada y por último su misma figura también se agrietaba. Cuando las grietas se unieron, la misma realidad en la que estaba inmerso se rompió en pedazos y volvió a sentirse en el mundo real. Su pulso estaba acelerado, sus pupilas dilatadas, sudaba, sus manos temblaban y le salía un poco de humo del pecho. Por último, y también lo último de lo que se dio cuenta el caballero, estaba tirado en el suelo boca arriba.

“Creo que tengo un problema” dijo sin haberse levantado todavía.

Peter mantenía la postura del puñetazo que acababa de asestar a JesuCristo mientras veía como por primera vez había sido capaz de golpearle y hacerle caer al suelo, al mismo tiempo que Arturo y Shinkan esperaban impacientes

“Me contestó a una frase cualquiera como si fuera un insulto y me dejó mal – pensaba JesuCristo desde el suelo, sin haberse levantado todavía – Creo que esto ha terminado, ahora toca...”

“¡Sí! – Exclamó feliz el caballero del fuego – ¡Lo hizo! ¡Ganó!”

Reik no dijo nada, se quedó sonriendo, y todos observaron después el cuerpo del Hijo de Dios, tirado en el suelo, como el de un humano más.

“Hmpf... – JesuCristo se levantó del suelo, se limpió la boca y vio que tenía un poco de sangre, entonces su rostro se enfureció – ¡Has osado manchar el traje del Hijo de Dios con su propia sangre! ¡¡Pagarás por ello!!”

“Cuando se pone así da miedo...” comentó Peter.

“Si te hiero no surte efecto, y además ya has conseguido dominar el Duelo de Insultos, eres un digno oponente.” “

“Gracias” dijo con un alarde de superioridad que no era normal en su actitud, y cuyo único fin era aliviar la tensión del combate.

“Esto se acaba aquí. El Duelo de Insultos deja de ser útil cuando los dos combatientes lo dominan”.

“¿Y eso? ¿Por qué?” preguntó el caballero del fuego.

“Si uno de los dos lo domina y el otro no, puede contestar con eficacia a los insultos del otro, o lanzar los suyos propios sabiendo que no serán bien contestados, pero cuando los dos lo dominan, lanzando un insulto te arriesgas a que el otro lo conteste y te dejé mal, paralizándote y dándole la oportunidad de atacar, por lo que las dos partes se deciden por esperar a que el otro hable primero para contestarle, lo que termina en que ninguno habla y se acaba el duelo”.

“Tiene sentido...”

“Pero ahora te mostraré... ¡el verdadero poder de mi espada!”

“¡¿Qué?! – gritó Peter con un tono de incredulidad – Yo creía que ya habíamos terminado”.

“¿Terminado? Ni siquiera hemos empezado. ¿En serio crees que mi espada, a espada Kusanagi, uno de los tres tesoros imperiales, serviría sólo para esto? ¿Creías que era una espada normal?”

“¡Oh, no!” pensó Peter, que ya estaba bastante cansado del Duelo de Insultos, como para enfrentar de nuevo a su oponente.

“¡Tú, que has osado desafiar al mismísimo Dios, ahora serás el blanco se su ira! Me prometí no volver a usar esta técnica, pero tú lo has querido. ¡Desataré todo mi poder!”

“¡Hazlo! ¡Te volveré a ganar!” gritó animado el presidente cogiendo la espada del caballero del fuego.

“Eres la segunda persona que ve esta técnica. El primero fue el anterior líder del Clan StormReaver, después de que su ataque matara a la mujer de Shinkan”.

Al decir esas palabras, el sacerdote se colocó la boina para que su sombra le ocultara los ojos.

“Pero al ser una técnica tan feroz, he de rezar una oración antes de ejecutarla, como disculpa por hacerlo”.

“¿Se va a poner a rezar? ¿En un momento como este?”

Guardó la espada, juntó las manos, cerró los ojos y dirigió su rostro al sol.

“Padre Nuestro que estás en los cielos

Santificado sea tu nombre

Venga a nosotros tu reino

Hágase tu voluntad,

Aquí en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día

Perdona nuestras ofensas

Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden

No nos dejes caer en la tentación

Y líbranos del mal

Amén”.

Nada más decir aquella última palabra, se abalanzó hacia Peter a una velocidad vertiginosa que ni siquiera permitió reaccionar al presidente.

“Despedaza, Kusanagi”.

Con un corte limpio y rápido, el Hijo de Dios seccionó el brazo derecho de Peter, que al perder las conexiones nerviosas soltó la espada y se clavó en el suelo. El brazo cayó al suelo mientras un chorro de sangre salía a borbotones del hombro del presidente.

“¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GYYYYYYYYYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!” gritó de dolor mientras JesuCristo sonreía.





PD: Juas juas juas para el que creyera que se habían acabado las hostias xD

domingo, 19 de abril de 2009

Episodio XCI

No sé ni como cojones he conseguido sacar este capítulo a tiempo, porque lo llevaba fatal, pero aquí esta!!! :D Espero que disfrutéis tanto leyendolo como yo haciéndolo, porque es de esos que molan ^^

Mañana me examino del práctico de conducir, así que me ha venido bien escribir para olvidarme un poco de eso, rezad por mí esta noche xD

Título: Desencadenado

Tamaño: 8'3

Dedicado a: Jon (Jonyo, caballero del rayo) Sí, otra vez xD

Agradecimientos a Reik, por prestarnos sus argumentos textuales, por supuesto, sin saberlo, que han servido para realizar este capítulo.



Episodio XCI



Cuando me has hablado sobre tus compañeros no has nombrado al caballero de la tierra. Dime, ¿a Fidel también le daña su elemento?”

¿Cómo? – Aquella pregunta descolocó al caballero del rayo. Había visto con sus propios ojos el momento en el que le sangraron las manos a Gabriel por utilizar demasiadas rosas, había sufrido un rayo en sus propias carnes hacía escasos minutos, pero no recordaba ningún caso similar sobre Fidel – Pues... Cuando le han estampado contra la pared de una montaña, que yo recuerde le ha dolido”.

“Pero Fidel no estaba controlando las rocas contra las que estrellaron. Del mismo modo, si coges a Arturo mientras duerme y le prendes fuego también se quemará, pero si controla su elemento reaccionará rápido e inutilizará las llamas para no morir carbonizado. Ese es la termino medio entre un logia y el nivel que tenéis ahora”.

“Ya veo, un logia puede controlar el elemento como un entero, sin importar la situación en la que esté. Lo que me pides es que al menos domine la cantidad de rayo que esté utilizando en cada momento para que no me dañe”.

“Exacto”.

“Y... ¿cómo puedo hacer eso?”

“Tienes que convertir tu piel en un conductor de electricidad, de manera que cuando un rayo te azote, pase por la piel hasta la tierra sin hacerte daño alguno”.

“Quieres que me convierta en un pararrayos que absorba y acepta todos los daños y perjuicios y los destruya... ¿Es que nací para eso?”

“No dejes que tu pasado te influya. Creía que ya lo habías superado... Quizá nunca lo superes del todo, pero ahora no es momento de pensar en eso. ¡Vamos! ¡Revuelve los cielos! ¡Invoca u rayo y recíbelo!”

Jonyo levantó su espada al cielo, un rayo apareció y fue directo hacia él. En el último momento soltó la espada para que la empuñadura recubierta de goma no le protegiera, recibiendo el impacto por completo. La intensidad fue mucho mayor que la vez anterior, puesto que la fuerza de un rayo entero no era comparable a la de un Lighthing Plasma retornado. El rayo sacudió con fuerza al caballero por completo y cuando se desvaneció éste cayó al suelo en redondo.

“Rara vez las cosas salen a la primera. Levántate”.

El caballero, aparentemente inmóvil, movió un brazo y apoyó la mano para levantarse. Todo su cuerpo temblaba, pero consiguió ponerse en pie.

“No he podido hacer nada, pero sí que he visto lo que ha pasado. He sentido todo el poder del rayo invadiendo mi cuerpo, destruyendo mis músculos, desgarrando mi piel, quemando mis órganos, pero no he sido capaz de echarle fuera... No tengo más remedio, lo intentaré de nuevo”.

Alzó la espada una vez más invocando un rayo y la soltó en el último momento. No hubo novedades, el rayo volvió a sacudir todo su cuerpo como a cualquiera, y volvió a caer en redondo al desvanecerse.

“Creo que esto no va a ser tan fácil como pensaba...” dijo desde el suelo.

Pamela se despertó en el interior del templo. Veía borroso, así que palpó a ciegas a su alrededor buscando sus gafas. Tenía una manta echaba por encima que ella no recordaba haber puesto, y tanto la televisión como la consola estaban apagadas.

“Ya es de día... – murmuró al ver luz al otro lado de la ventana – ¿Cuánto tiempo he dormido?” pensó aún algo amodorrada.

El reflejo de un rayo en la ventana despertó su atención, y se asomó para ver lo que ocurría. Al hacerlo su modorra desapareció de repente. Desde allí vio que Jonyo acababa de recibir su propio rayo, sus ropas estaban desgarradas de sufrir repetidas descargas y caía al suelo ante sus ahora llorosos ojos.

“¡¡¡Jonyo!!!” gritó y salió corriendo a fuera.

“Así no vas a conseguir nada – le decía su difunto maestro – Sólo estás recibiendo los rayos una y otra vez, pero no haces nada por controlarlos, lo único que esperas es que tu cuerpo se acostumbre a ellos, y eso no va a suceder”.

“Entonces dime, ¿qué debo hacer?”

“Yo no puedo ayudarte más. Tienes que descubrirlo por ti mismo”.

“Que respuesta más típica de maestro. Cuando más se os necesita salís con esas... – dijo sin mirarle a la cara y alzando de nuevo la espada – No importa como, pero lo lograré, con o sin tu ayuda”.

El caballero trató de levantarse, pero le dio un temblor en las manos al apoyarlas y estrelló su cara de nuevo contra el suelo. Lo intentó una vez más y consiguió ponerse sobre sus pies, pero le volvió a dar un calambre y se cayó con las piernas cruzadas.

“Los sucesivos rayos que te has ido impactando han terminado por aturdir a tu sistema nervioso y ahora son los restos de esos rayos los que dan órdenes falsas. No podrás aguantar mucho más tiempo”.

“Calla – dijo arrancándose la parte superior de la ropa, que estaba ya destrozada, y mostrando todos sus pectorales – Ya te he dicho que lo conseguiré”.

“¡¡Jonyo!!” gritó una voz infantil.

Pamela salió del interior del templo y al fin vio la situación.

“¡¡¡Jonyo!!! – Exclamó de nuevo – ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás así? ¿Y Hilda?”

Giró la cabeza y vio a su madrina con aquella aura negra a su alrededor.

“¡¿Hilda?!”

“Tal vez no...” respondió la voz doble.

“Esa voz doble... ese aura negra... ¿Estás usando el Oversoul contra Jonyo? ¿Por qué?”.

“Sólo trata de ayudarme. Por favor, no interfieras” le dijo el caballero.

El caballero volvió a invocar un rayo. Tensó los músculos con todas sus fuerzas para ver si así conseguía algo, pero el resultado fue el mismo. Tras la sacudida eléctrica cayó al suelo en redondo.

“No sé que espíritu eres, pero sé que aún hay parte de Hilda en ti. ¿Puedes decirme lo que ocurre?”

“El caballero del rayo está tratando de fortalecerse, pero sus esfuerzos están siendo en vano. Si continúa así, morirá, pero es mejor que muera aquí a que le mate un enemigo mañana”.

“¡No! ¡Yo no quiero que muera! ¡Le ayudaré!” exclamó y fue corriendo hacia su amigo.

“¡¡Espera, insensata!!”

Jonyo tenía la espada alzada y había invocado un nuevo rayo, cuando vio de repente que Pamela saltaba por encima de su cabeza para recibir el rayo en su lugar. No podía anular el rayo ni podía protegerla con la espada porque estaba encima, así que, en un acto reflejo, soltó la espada y alzó la mano, la echó hacia abajo y la abrazó para compartir el impacto. El rayo les sacudió a ambos por igual, pero esta vez, al desvanecerse, Jonyo no cayó al suelo.

“Que extraño – dijo – El rayo nos ha sacudido por igual, pero siento la mitad de daño. Debería haber recibido el mismo daño que cuando estaba yo solo, ¿por qué?”

“Eso es... – le susurró la pequeña, algo chamuscada – porque... la electricidad... también ocupa espacio... lo aprendí en el colegio”.

“¿También ocupa espacio? Eso significa que...” dijo al surgirle una idea.

“Me alegro... de haber podido ayudarte...”.

La pequeña no pudo soportar el rayo y se desmayó. Jonyo la llevó en brazos hasta la sombra de un árbol y la colocó para que descansara cómoda.

“Gracias Pamela. Tu sacrificio no habrá sido en vano”.

“¿Ya lo has averiguado?”

“Creo que sí. Voy a intentarlo”.

Cerró los ojos y empezó a concentrarse. Su cuerpo comenzó a iluminarse levemente con un tono dorado. Volvió a alzar la espada y un último rayo más grande que cualquiera de los anteriores descendió amenazante.

“Si no lo consigue, ese rayo lo matará” pensó su antiguo maestro.

El caballero sonrió confiado y el rayo impactó de nuevo contra él, creando una cúpula de luz cegadora a su alrededor.

“¿Lo habrá conseguido?”

La luz se disipó y apareció la figura del caballero del rayo, intacto y sonriente

“Tal y como lo esperaba de ti...”

“No fue fácil, maestro, pero lo comprendí gracias a Pamela. Si el rayo al invadir mi cuerpo de verdad ocupaba espacio, lo que hice fue llenar completamente los espacios vacíos de mi cuerpo con energía, para que lo único que pudiera hacer el rayo fuera pasar por la superficie de mi piel. Me da pena que haya tenido que sufrir una niña para que me diera cuenta, pero me servirá para protegerla cuando viva aquí”.

“No está mal... Ahora, venga ¡Desarróllalo! ¡Tu nuevo ataque!”

El caballero invocó un nuevo rayo, pero esta vez no dejó que le diera. En su lugar lo esquivó unos centímetros, permitiendo que impactara contra el suelo y en el mismo instante en que lo hizo, lo agarró con una mano, impidiendo que se desvaneciera. Flaqueó durante unos segundos al no controlar del todo su nuevo poder, su mano se ennegrecía y temblaba, pero, acompañado de un fiero grito, tiró con fuerza y arrancó un trozo de rayo de la longitud de una lanza, quedando en su poder.

“Interesante, y muy vistoso, por cierto, ese pedazo de rayo en tu mano queda bastante bien. ¡Pero eso no sirve de nada si el ataque no es efectivo! Utilízalo contra mí. Si me derrotas, mi labor aquí habrá terminado”.

“No quiero hacer daño a mi maestro”.

“No seas imbécil, no soy tan débil como me pintas. No en vano soy yo el que te ha iniciado en todo lo que sabes. Vamos, ¡hazlo! Si no lo haces rápido, el rayo se desvanecerá”.

“¡Lanza del Relámpago!”

El caballero lanzó el rayo contra su maestro, yendo a la misma velocidad que si cayera del cielo, por lo que no pudo hacer nada por evitarlo. El ataque le atravesó por el pecho, perdiendo toda su velocidad al hacerlo, y chocó después contra el suelo, causando una gran explosión.

“Gracias maestro. Ahora podrás descansar en paz” dijo mientras recogía y envainaba la espada.

Arturo y Peter observaban al caballero del hielo en la terraza de la torre mientras JesuCristo y Shinkan se preguntaban quien era aquél individuo.

“Re... Reik” susurró Arturo.

“¿Qué te trae por aquí, Reik? Pensaba que no volvería a verte” le preguntó Peter.

“Sentí la energía de Arturo en SuperGuerrero y decidí pasarme por aquí pensando que había ocurrido algo interesante, pero para mi sorpresa, os encuentro ayudando a una panda de malditos cristianos”.

“¿Cómo osas meterte con nuestra religión? ¡Nuestra fe es la única verdadera!”

Ninguna religión es verdadera. ¿Es que alguien con algo de cerebro puede seguir algo que no sea verdad? Todas las religiones son una mentira, creadas por gente que intenta controlarte y darte respuestas fáciles de entender, creadas por el miedo a lo inexplicable, cuando no hay explicación científica la iglesia dice que es una obra de Dios... Todas se crearon por el miedo a la muerte”.

“Reconozco que en el pasado nuestra Iglesia no hizo siempre las cosas bien, ¡pero ha aportado mucho a la historia!”

“Basar una historia en mentiras, no es historia sino pura falacia”.

“¿Qué hay de todas las obras de arte que inundaron la cultura del mundo durante tanto tiempo?”

“Y ahora todas esas obras están desperdigadas por las ruinas de aquí detrás. Dime tú, ¿qué hay de todas las mujeres que fueron quemadas en la hoguera acusadas de brujería? ¿Qué hay de todos los científicos acusados de herejía por decir que la tierra gira alrededor de sol? ¿Qué hay de todos los enfermos asesinados por estar malditos? ¿Y de todos los niños de los que han abusado sexualmente? ¿Y las personas que pagaban para que su alma no fuera al infierno?”

“¡Cállate! ¡No toleraré que sigas blasfemando de esa manera! ¡Nuestro pueblo actual no tiene la culpa de todo eso!”

“¡Eso! ¡Tú invéntate excusas! ¡Evade tu responsabilidad!”

“¡Cierra la boca! – dijo lanzándose hacia él – ¡He hablado con simios más educados que tú!”

“Me alegra que asistieras a tu reunión familiar diaria”.

Reik se dispuso a atacarle, pero antes de que pudiera hacerlo, una columna de fuego se interpuso entre ambos, obligándoles a retroceder.

“Es bueno... Ha sido capaz de devolverme el insulto, y no porque me estuviera enfrentando en combate, sino por pura naturalidad. Si tuviera que combatir contra él de verdad, tendría que emplearme a fondo”.

“¡Eh! – Gritó el caballero del fuego – ¡Ninguno de los dos va a convencer al otro! Asi que, ¿por qué no paráis de una vez? Y tú Reik, ya que se te da tan bien esto, ¿por qué no ayudas a Peter?”

“Je... No has cambiado nada, Arturo. ¿Qué te hace pensar que Peter quiere mi ayuda? Estoy seguro de que prefiere morir antes de ganar así. Mírale”.

Arturo se giró hacia Peter. Estaba de pie, con la espada en la mano, y completamente recuperado.

“Hace un momento no podía ni ponerse en pie”.

“Ha usado el tiempo que hemos discutido para recuperar fuerzas y calmarse. Es la mejor ayuda que podíamos darle – se dirigió a él – ¡Peter! ¡Si vuelvo a verte arrodillado ante tu enemigo! ¡Yo mismo acabaré contigo! ¡Tienes el suficiente potencial para ganar este combate! ¡Así que deja de hablar y hazlo!”

“Gracias, Reik – pensó – Sé que, a tu manera, tratas de animarme”.

“Nada de lo que digas cambiará el resultado. Y aunque te hayas recuperado, volverás a caer en unas cuantas rondas. Entonces te remataré”.

“Habla cuanto quieras, pero ahora te demostraré la oratoria de alguien de mi cargo”.

“¿Cargo? ¿Es que eres militar o algo así? ¡No pienso aguantar tu insolencia aquí sentado!”

“Ya te están fastidiando otra vez las almorranas, ¿Eh?”

JesuCristo se quedó paralizado unos segundos, pero Peter estaba tan convencido de que no iba a ganar que se dio cuenta tarde y no atacó, perdiendo una valiosa oportunidad.

“¡Idiota! ¡Ataca!” le gritó el caballero del hielo.

“Lo he hecho, he ganado el duelo... Puedo hacerlo...”

“¡Pues claro que puedas, pero procura no perder el tiempo la próxima vez!” volvió a gritarle.

“Ha debido ser una coincidencia... De todas formas has perdido tu oportunidad de atacarme, y no se volverá a repetir. ¡Nunca me verán luchar tan mal como tú lo haces!”

“¿Tan rápido corres?”

Esta vez Peter no perdió el tiempo y fue a atacar a su oponente. Sin embargo, los efectos de los ataques anteriores no se habían pasado tanto como él esperaba y eso repercutió en su velocidad. Cuando efectuó el corte JesuCristo ya fue capaz de reaccionar y consiguió esquivarlo.

“Mierda... He sido demasiado lento... ¡Probaré yo! ¡He oído que eres un soplón despreciable!”

“Que pena me da que nadie haya oído hablar de ti...”

Estando tan cerca, JesuCristo no tuvo problema en cortar a su oponente en los muslos, impidiéndole correr. Peter dio un pequeño grito y acto seguido presionó con fuerza sus heridas y al retirar las manos las heridas habían desaparecido.

“Sigues sin poder ganar... ¿Has dejado ya de usar pañales?”

“¿Por qué? ¿Acaso querías pedir uno prestado?”

Peter no quiso que le pasara lo mismo que antes, así que, a pesar de no estar en una postura adecuada, alzó la espada y dio un corte horizontal a la altura de la cabeza de su oponente, pero falló y sólo fue capaz de cortarle unos cuantos cabellos.

“Casi...” pensaba el caballero del fuego mientras observaba con atención.

“Que cagada...” pensó el caballero del hielo.

“Vamos Peter... – pensaba Shinkan – Devuélvele a la verdadera luz”.

“¡Esto se acabo! – Exclamó JesuCristo al ver que lo tenía delante y mal colocado tras su fallido ataque – ¡Mi pañuelo limpiará tu sangre!”.

JesuCristo se lanzó al ataque con un corte vertical sin esperar a que Peter respondiera, queriendo acabar lo más rápido posible con aquella batalla.

“Ah, ¿ya has obtenido ese trabajo de barrendero?”

Como el Hijo de Dios ya estaba atacando, Peter sólo pudo permitirse bloquear su ataque con la espada de Arturo, y empujarle hacia atrás tras unos segundos de forcejeo.

“¡Peter tiene la delantera!” comentó Arturo.

“¡No! ¡Aún están igualados!” corrigió Reik.

“No me puedo creer que haya dominado el Duelo de Insultos... No es algo que cualquiera pueda hacer... Pero aún hay algo que puedo hacer...”

JesuCristo se quedó callado y bajó la guardia, en espera de que Peter diera el primer paso.

“¡¿Qué te pasa?! ¿No haces nada? ¡Pues iré yo! ¡Luchas como un granjero!”

El Hijo de Dios sonrió y se colocó en posición.

“Que apropiado, tú peleas como una vaca”.

JesuCristo atacó aprovechando la respuesta y clavó su espada en el zapato de Peter, atravesándole el pie. El presidente cayó al suelo y tuvo que descalzarse delante de todo el mundo para poder curar su herida.

“El próximo irá al corazón”.

El presidente no se dio por vencido, a pesar de que, como había predicho el Hijo de Dios, el cansancio de realizar repetidas curas empezaba a manifestarse, pero ahora que tenía la oportunidad de ganar, no podía retroceder.

“¡Una vez tuve un perro más listo que tú!” dijo mientras se lanzaba al ataque.

“Te habrá enseñado todo lo que sabes”.

JesuCristo bloqueó el ataque de Peter, y trató de asestarse una estocada en el corazón. Sin embargo, al estar avisado, Peter se giró de un acto reflejo y todo quedó en un desgarrón en el pecho.

“Fallé...”

“Ya entiendo lo que está haciendo...” dijo Shinkan.

“¿El qué?” preguntó Arturo, que parecía no enterarse de lo que pasaba.

“Él sabe que si insulta él primero, vuestro amigo podrá responderle bien y perderá, por lo que ha optado por dejarle tomar la iniciativa, para poder responder y ganar”.

“Aún así... Peter ganará”.

El presidente ya se había curado el desgarrón del pecho, pero la camisa que llevaba estaba tan llena de agujeros y cortes que prácticamente parecía que no llevaba. Viendo que el cansancio estaba cada vez más presente, y que no podría aguantar más, hizo de tripas corazón y se la jugó a una última carta.

“¡Este será el ataque de la victoria!”

“¡Tonterías! ¡Ya no hay técnicas que te puedan salvar!”

“¡Sí que las hay! – dijo Peter soltando la espada y corriendo hacia JesuCristo – ¡Sólo que nunca las has aprendido!”

El Hijo de Dios se quedó paralizado durante unos instantes, en los que vio como el puño de Peter se estrellaba en su cara sin poder hacer nada, tirándole al suelo con suma violencia.

“Este es... ¡Mi estilo de lucha!” exclamó orgulloso mostrando su puño.