lunes, 23 de junio de 2014

Episodio CLXX

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Episodio CLXX

G
abriel y Dayuri, tras haber sufrido el viento  la onda expansiva del impacto del meteorito, y ver la nube de humo que salía del cráter, no pudieron evitar comentar la situación.

“Eso… ¿Ha sido Fidel?” se preguntaba anonadado el caballero de la rosa.

“El caballero de la tierra parece estar cumpliendo su papel en la función, algo que no se puede decir de ti”.

“¿Cómo te atreves? ¿Crees que por haber soportado uno de mis ataques ya puedes vencerme?”

“No creo que tenga problemas por soportar ni uno más de tus ataques”.

“¿De verdad crees saber el punto débil de mi técnica? Es más, ¿de verdad crees que existe un punto débil? Yo soy Gabriel, el caballero de la naturaleza, y con mi espada, puedo coger prestada la energía de todo el planeta. De esta forma, mi energía... ¡es infinita!”
El caballero de la rosa volvió a atacar con un movimiento brusco. Clavó su espada en el suelo, iluminándola completamente, y al extraerla asestó un espadazo al aire, liberando una gran cantidad de energía a través de su espada en forma de corriente de energía de grandes dimensiones, que por su tamaño, el Capitán Lardo no podía esquivar. Decidió cubrirse para tratar de recibir el menor daño posible. La onda le engulló y arrasó todo a su paso, hasta que un cambio de rasante hizo que saliera disparada al cielo y se perdiera en el firmamento. Dayuri apareció en medio de una humareda, con algunas quemaduras y rasguños nuevos, pero la misma sonrisa.
“Con que por eso dijiste que eras el más fuerte de todos los caballeros... Indudablemente, es un poder impresionante...”
“Alabarme no te servirá de nada”.
“Pero, la verdad es que te va a salir demasiado caro”.
“¿Qué dices?”
“Sí... El caballero de la rosa siempre había sido reconocido por todos nosotros por tener un estilo de manejar la espada superior a cualquiera de los demás caballeros. Sus movimientos, sus posturas, su fluidez, en realidad era como si el viento acariciara las rosas de un jardín, o como un las hojas de un boque otoñal cuando caen, bailando al son del viento. ¡Pero mírate ahora! ¡Por culpa de tu ambición, has destruido toda esa belleza! Tus movimientos son bruscos y muchos de ellos innecesarios, crees tener energía de sobra, y por eso la malgastas inútilmente. ¡Cualquier otro caballero con esa energía ya habría acabado conmigo con su propio estilo!”
“¡¿Qué dices ahora?! ¿Qué importa el estilo es una situación así? Los combates finales hay que ganarlos, sin importar cómo. ¿Estoy utilizando energía que no es mía para vencer? Sí, vale, es cierto. Pero eliminarte de este mundo es una causa más que justificada para hacerlo”.

“No has entendido nada, ¿verdad? A lo que me refería es que utilizar ese poder es precisamente lo que te hará perder este combate”.

Gabriel cayó en la provocación de su adversario, y quiso demostrar su superioridad por la fuerza una vez más. Clavó su espada en el suelo, en el mismo sitio que antes, pero ya no se iluminó tanto ni tan rápido como la última vez. A pesar de todo, el caballero no dudó en liberar la energía contra su oponente, que ahora, apenas tuvo que hacer ningún esfuerzo para aguantar el ataque.
“Ríndete, no puedes vencerme. Ya te lo he dicho antes, mi energía es infinita” continuaba insistiendo el caballero.
“Tu energía no es infinita ni mucho menos. Sólo hay que mirar alrededor para darse cuenta”.
El caballero de la rosa observó por el rabillo del ojo los alrededores. Todos los árboles se habían secado, el aire se había ido llevando las hojas según caían hasta que sólo quedaron un montón de ramas secas y frágiles. El suelo, hasta hace poco lleno de vegetación y vida, no era más que un trozo de tierra erosionado y muerto. La imagen que contemplaba ahora se parecía mucho a la que había imaginado antes de llegar, cuando fue teletransportado de forma remota a un lugar desconocido.

“¿Lo entiendes ahora? Incluso el planeta tiene energía limitada, y tú te has dedicado a robar y malgastar toda la que tenía este bosque. Ibas cambiando de lugar en el que extraer la energía para aprovechar los puntos de más vegetación, de más vida, de más energía, pero al final has terminado agotando todo. Ese es el primer punto débil de tu técnica”

“¡Tonterías!” El caballero clavó su espada en el suelo una vez más, pero no pasó nada. Algo asustado, pero manteniendo todavía una gran confianza, continuó clavando su espada en los alrededores, buscando una fuente de energía de la que poder alimentarse. Fuente de energía que no logró encontrar.

“Parece que lo empiezas a entender. El segundo punto débil viene de la mano de la segunda forma que tienes de extraer energía. Hablo del alcance de tu espada. Antes has comentado de manera acertada que no sólo puedes extraer energía de la tierra, también del aire, del agua, del viento, del Sol o de cualquier otra expresión de la naturaleza. Este hecho confirma que la energía de la que dispones sí es prácticamente infinita, pero no significa que puedas utilizar toda la con la misma facilidad. Cuanto más lejos está tu espada de la fuente de energía, más tarda en extraerse y acumularse en su interior. No es lo mismo clavar tu espada y sacar energía de una tierra fértil y llena de vegetación, que alzarla al cielo obtenerla de una estrella que está a millones de kilómetros de distancia. Por eso, lo único que tengo que hacer ahora, es derrotarte antes de que tengas la oportunidad de lanzar un ataque más con energía proveniente de lugares lejanos. Me has demostrado dejándote herir varias veces, que en el momento en el que extraes la energía debes permanecer inmóvil y quedas completamente desprotegido, por lo que te puedo asegurar que no tendrás tiempo suficiente para lanzar ni un solo ataque más”.

El caballero de la rosa estaba enmudecido por la trampa que le había tendido su adversario, y en la que había caído sin tener ni idea de lo que ocurría.

“Yo pensaba que él era el más atrevido e imprudente de todos nuestros enemigos, pero no, no es así. Es todo lo contrario… Es sólo una fachada, en realidad… es el más meticuloso de todos…”

“¡¿No lo entiendes?! ¡No puedes ganar este combate! ¡El que decía ser el caballero de la naturaleza ha renunciado a su propia naturaleza para ganar el combate! ¡Tu elemento te ha dado la espalda!”

Gabriel observó su espada. La mano le temblaba sujetando la empuñadura y el arma terminó por caérsele al suelo. La hoja se clavó en una tierra muerta sin una sola forma de vida de la que poder alimentarse. En ese momento, el caballero rememoró todas las ocasiones que había tenido para terminar el combate de manera rápida y fulminante con un uso adecuado de todo el poder que había estado disfrutando hasta hace un momento. Sin embargo, esa oportunidad pasó, y ahora estaba completamente derrumbado.

“Por eso tenías tantas ganas de que usase mi poder… ¡Éste era tu plan desde el principio!”

Lardo sonrió y salió al encuentro de su adversario, alzando su espada, que aunque partida por la mitad y sin punta, en sus manos seguía siendo un arma mortífera.

Gabriel estaba cabizbajo, lamentando su actuación, mientras su adversario se aproximaba con la espada al frente, cuando la imagen de Marta apareció en su cabeza, haciéndole saltar inconscientemente, librándose de una estocada mortal.

Ya en el aire, el caballero sobrevolaba la zona desesperadamente en busca de un lugar lleno de vida, de donde pudiera extraer nueva energía para ganar el combate, pero lo tenía extremadamente difícil. La mitad del bosque ya había dado toda su energía durante el transcurso del combate, y la otra mitad había sido devastada por sus propios ataques. Apenas quedaban árboles en pie, rosas en flor, o plantas sin marchitar. Por supuesto, había varias plantas con vida de manera aislada, pero su energía por separado no era suficiente como para ejecutar un ataque que pudiera hacer frente a semejante adversario.

La destrucción que él mismo había creado se reflejaba en sus ojos. Árboles derribados, flores marchitas, animales inocentes asesinados, madrigueras devastadas, todo por un supuesto bien superior que encima no había logrado alcanzar.

Al ver toda esa vorágine de muerte y desolación, el caballero de la rosa comprendió la gravedad de sus actos.

“Oh, no… Pero… ¿Qué he hecho? Se supone que esto es lo que tenía que proteger, pero en vez de eso, he hecho exactamente lo contrario, he colaborado en su destrucción”.

Antes de que se diera cuenta, Lardo apareció volando por encima de él y le derribó de un espadazo. Igual que ya no tenía energía para atacar, tampoco tenía energía para curarse. Sabía perfectamente que sin la energía natural no era rival para su adversario, y por cabeza sólo se planteaba una posibilidad.

“Perdón… – Pidió a toda la naturaleza, mientras caía en picado –  Perdonadme por haber tomado vuestra energía y vuestras vidas en vano… Prometo que cuando acabe este combate, me desharé de mi espada, y este poder no volverá a ser utilizado jamás, pero os pido, no… ¡Os ruego encarecidamente! ¡Os suplico! Prestadme vuestro poder una última vez”.

En ese instante se estrelló contra el suelo, levantando una nube de polvo que impedía a Lardo verle a simple vista. Como el ahora Coronel no era capaz de sentir la energía, tuvo que esperar a que el polvo se disipara.

La imagen que encontró al disiparse la polvareda era exactamente la que imaginaba. El caballero de la rosa empuñaba su espada, alzada, apuntando al cielo. Lentamente, muy lentamente, el brillo que obtenía la espada cuando estaba llena de energía iba apareciendo, aunque ahora tan sólo brillaban un par centímetros de la hoja, por encima de la empuñadura.

“Una vez más… – pensaba el caballero – Con un solo golpe bastará… No pido salir con vida, pues ya no soy más que un asesino que no merece vivir, pero por favor, permitidme lograr que todo esto no haya sido en vano…”

“Lo suponía… Como ya no tienes energía cercana que extraer, estás intentándolo con formas de vida lejanas, pero si me dejé golpear por ti la otra vez que hiciste esto fue sólo para comprobar el tiempo que necesitas para llenar tu espada. Ese tiempo que precisas es de un minuto completo, ¡¡que como ya te dije antes no vas a tener!!”

Lardo saltó hacia delante para ejecutar su ataque, y el caballero escapó hacia el cielo para evitarlo, sin mover su espada, que continuaba recogiendo energía muy despacio. Dayuri salió en su busca inmediatamente, dando un salto mucho mayor al suyo y derribándole de una patada. Su cuerpo salió disparado contra el suelo y se estrelló contra troncos de árboles que previamente habían sido abatidos por su propio poder.

Los duros y violentos ataques que sufría comenzaban a mermar sus fuerzas, pero no su voluntad. A pesar de estar tirado en el suelo entre ruinas de la naturaleza, su mano, aunque temblorosa, volvía a alzar su espada al cielo.

El antiguo Capitán aterrizó rápidamente y contempló aquella escena. La espada ya estaba cargada de energía a un cuarto de su capacidad, y su brillo se apreciaba a simple vista. Podría haber continuado humillándole, podría haberle rematado allí mismo, pero sus intenciones eran claras desde el principio, y en su lugar simplemente le dio una patada de la mano, despojándole de su espada, que cayó unos metros más atrás.

Gabriel se arrastró por el suelo lentamente, tratando de alcanzar la espada, pero cuando estaba a punto de alcanzarla, su oponente le pisó la muñeca, y alejó otro poco más la espada de un puntapié. Antes de que el caballero volviera a arrastrarse para alcanzarla, le agarró del cuello y le levantó del suelo, mientras observaba su afligida mirada.

“Con el paso del tiempo, la gente pierde la ilusión por la vida que tenía cuando no eran más que un niño. Yo sigo disfrutando de todo lo que hago como si fuera la primera vez. Mi ilusión más añorada era morir llevándome conmigo a un rival digno de mí, pero tú has resultado no ser más que un adversario cobarde y patético, cuyo supuesto gran poder no era más que una farsa”-

“Sí… Que necio he sido – farfullaba el caballero mientras trataba de zafarse del brazo opresor que presionaba su cuello – Me fue otorgado el poder de la destrucción precisamente a mí porque era quien más valoraba la vida, tanto de amigos como de enemigos, porque era quien más sabiamente lo podría utilizar… Pero no supe verlo… Pero lo he utilizado de forma incorrecta, acabando con las vidas de montones de plantas y animales que nada tenían que ver con nuestra lucha…”

“Ya es tarde para enmendar tu error. Acabaré contigo y esperaré un enfrentamiento mejor con el caballero del fuego a su llegada”.

Soltó el cuello de su víctima, que cayó de rodillas tosiendo, pero trató de ponerse en pie cuanto antes. Al hacerlo se dio cuenta de que la posición de su adversario había cambiado. Lardo había envainado su espada, pero mantenía su mano sujeta en la empuñadura.

Amakakeru Ryu no Hirameki” susurró Dayuri.

En un instante, desenvainó su espada a la vez que le asestaba un poderoso corte en diagonal, cruzando todo su pecho de una esquina a otra, con tanta fuerza, que además levantó el cuerpo del caballero por los aires, para terminar cayendo boca arriba, tras un fuerte impacto en la espalda.

“Esta es la técnica que utilizó la vez que nos enfrentamos a él en Arcadia… Es increíblemente rápida, no he podido ni reaccionar…”

“Mierda – se quejaba mirando su espada – Como está partida por la mitad, la potencia del ataque también ha disminuido y por eso sigues con vida…”

Gabriel había caído cerca de su espada, pudo agarrarla con la mano mientras su adversario estaba ocupado quejándose, pero en vez de alzarla al cielo para seguir acumulando energía, se quedó mirando su hoja, limpia y reluciente, con el brillo de la energía acumulada en la parte inferior, más próxima a la empuñadura.

“Enmendar mi error… – se decía mientras miraba su reflejo en su propia espada – ¿Acaso es la solución eso…?”

Sin estar muy seguro de lo que estaba haciendo, se puso en pie, tratando inútilmente de cubrir la herida que acaba de recibir de su adversario, y empuño la espada en posición de combate.

“Celebro que vuelvas a intentar atacar, será más digno por tu parte morir luchando aunque sea con un cuarto de energía en tu espada que seguir arrastrándote por un ataque final que no llegará nunca”.

“Jejejeje… – el caballero de la rosa se reía entre los delirios de su agonía – Los animales y las plantas son la mayor parte de la naturaleza, y ya no queda casi nada vivo a mi alrededor, es cierto, ¡pero las personas también formamos parte la naturaleza!”

Rápidamente, Gabriel comenzó a cargar energía, envuelto en un área blanca. Toda la energía que acumulaba iba siendo transferida a la espada, que vio cómo su brillo comenzaba a subir rápidamente, acercándose a la punta de la hoja.

“¡Imbécil! Si le das toda tu energía a la espada, ¡morirás!”

“¿Por qué iba a tener yo derecho a vivir si todo este bosque y los que habitan en él han perdido la vida por mi culpa? – le contestó, pero para sus adentros, sabía que sería un suicidio – Tengo que guardarme un poco de energía, la justa para realizar el golpe y ganar el combate. Después, poco importa lo que pase conmigo…”

Lo tenía bien claro, mas sus esperanzas de éxito se vieron menguadas cuando vio que a pesar de toda la energía que volcó en su espada, el brillo no había alcanzado el punto máximo, aunque se había quedado cerca. El caballero estaba seguro de que donando toda su energía sería suficiente y podría enmendar su error, pero para cuando se dio cuenta de que estaba equivocado ya era demasiado tarde. Un rodillazo de Lardo le impactó de pronto en la barbilla, arrojándole al suelo de cabeza.

“Iluso… Por muy caballero que seas, tu energía individual no se puede comparar a la de todo un ecosistema. Bastante que has conseguido llenar casi la mitad tú solo”.

Gabriel estaba tirado en el suelo otra vez, a punto de rendirse, cuando se dio cuenta de que había un rosa a su lado, completamente viva y en la plenitud de su belleza. El último golpe de su adversario le había mandado a una de esas pequeñas áreas aisladas del bosque que todavía conservaban algo de vida. En circunstancias normales, no sería una zona suficientemente amplia como para llenar su espada de energía, pero tal vez le sirviera para terminar de cargar la hoja al máximo.

No tenía tiempo que perder, pero por alguna razón, aquella rosa que tenía ante sus ojos, tan de cerca, le recordaba mucho a la que le regaló a Marta aquel día, la misma que sujetaba en sus manos en el momento de morir.

Su oponente todavía no se había percatado de sus intenciones, le creía ensimismado por el impacto de la derrota, pero en su cabeza había sentimientos contrarios luchando por tomar una decisión.

“Este bosque ya ha sido prácticamente destruido por mis egoístas acciones, ¿y ahora voy a volver a hacer lo mismo otra vez? ¿Voy a robar la poca vida le queda a esta rosa para salvarme yo? ¿Dónde queda entonces mi redención? Pero por otro lado, sino gano el combate, todo lo que he hecho hasta ahora habrá sido en vano… ¡¿Qué puedo hacer?!”

Los pasos de Dayuri se aproximaban lentamente. Había detectado algo raro y sabía que no podía ser nada bueno. Presa del pánico, el caballero clavó su espada en el suelo y logró finalmente llenar su espada de energía completamente, mientras la rosa que tenía delante se marchitaba ante sus ojos dando su vida por él.

Aquella visión fue demasiado para él. La rosa marchitándose, aun cuando pudo haberlo evitado, fue un reflejo demasiado claro de su pasado. Enloquecido, se puso en pie de un salto, portando su espada totalmente iluminada y llena de energía, preparada para dar el golpe final.

“Al final ha conseguido llenarla de nuevo – dijo el Coronel Lardo – Sin embargo, todavía no lo tiene todo ganado. Si quiere acabar conmigo de un solo ataque no podrá simplemente liberar la corriente de energía como otras veces. Requerirá de un golpe certero y poderoso si quiere que llegue a ser mortal. Un fallo y la victoria será mía…”

Pero el caballero ya tenía claras sus intenciones, que nada tenían que ver con las especulaciones de su adversario.

Todavía ciego de rabia por lo que acababa de hacer, Gabriel alzó su brillante espada, y un instante después la clavó en la tierra hasta el fondo.


“He aquí… ¡¡Mi redención!!”


Curiosidades!!!


Aunque ya salió en una ocasión anterior, recordemos que el Amakakeru Ryu no Hirameki es una técnica de Kenshin, que aprovecha la fuerza y velocidad al desenvainar la espada para asestar el golpe directamente

lunes, 16 de junio de 2014

Episodio CLXIX

Ya he perdido la cuenta de cuantas rondas de combate van ya. Creo que esta es la... ¿quinta? En cualquier caso, lo que está claro es que lo que no vamos a olvidar ninguno será tanto este capítulo como los que vienen por delante ;)

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Episodio CLXIX
M
esa extrajo el brazo que atravesaba el cuerpo de Fidel con un movimiento rápido y preciso. El cuerpo del caballero se tambaleó y cayó al suelo redondo. Se quedó unos segundos observándolo, buscando alguna reacción, alguna señal que le confirmara que había ganado el combate, pero precisamente lo que se encontró fue una total falta de ellas.

“No sangra…” susurró.

En efecto, a pesar de que el cuerpo del caballero seguía envuelto en el aura roja, no debería suponer ningún impedimento para que la sangre de la herida saliese al exterior, pues la propia mano de Mesa estaba completamente ensangrentada.

El cuerpo de Fidel comenzó a responder. Se retorcía en el suelo, como otras veces, a la vez que el aura se volvía inestable de nuevo, creciendo y tomando forma, ahora bien definida, de la cabeza de un dragón.

“No puede ser… Lo que estoy pensando no puede estar ocurriendo…”

La cabeza de dragón formada por el aura roja abrió sus fauces y trató de engullir a Mesa, que retrocedió rápidamente para evitar ser devorado. A partir de ahí, Mesa confirmó sus temores.

“La energía del caballero… Está aumentando otra vez…”

Poco a poco, la cabeza del dragón fue perdiendo su forma una vez más, dejando tras de sí una figura humana, en pie, completamente envuelta en el aura. Lo único que podía verse del caballero de la tierra era su silueta. Nada podía confirmar que en verdad él estaba ahí dentro.

“Creo que ya comprendo lo que ha ocurrido – se dijo Mesa – El cuerpo del caballero bajo el aura roja está sometido a una gran presión. A pesar de que con mi gran poder conseguí atravesar el cuerpo, al retirar el brazo todo volvió a la normalidad, siendo la propia aura la que tapona involuntariamente la herida, conteniendo la hemorragia.

Sin embargo, aunque no haya sangrado, los daños están ahí, eso es un hecho. Tal vez haya elevado el multiplicado a siete, pero no su cuerpo ya no tiene fuerza alguna, es una marioneta al servicio de su propia técnica.

Es como si ya estuviera muerto, pero es un muerto que todavía es capaz de enfrentarse a mí. Es posible que si logro atravesarle de nuevo, acertando en un punto vital, su vida se extinga por completo y la técnica se desactive… Debo hacerlo, ¡le atravesaré el corazón!”

No perdió un segundo más. Mesa volvió a la carga, apuntando con su mano, con los dedos extendidos y juntos, como si fuera una espada, directo al corazón del caballero.

Estando a escasos milímetros de su objetivo, el brazo de Mesa se detuvo por completo, o mejor dicho, fue detenido por el caballero de la tierra, que le agarró con fuerza antes de que lo lograra.

“No… No puedo liberarme…” pensaba Mesa mientras trataba de zafarse del caballero con todas sus fuerzas.

Con el otro brazo, Fidel retiró el puño levemente, y acto seguido lo lanzó contra su adversario. En un instante, la cabeza del dragón volvió a tomar forma, utilizando el brazo que asestaba el golpe, y a la vez que el caballero propinaba el puñetazo, el dragón abrió sus fauces y devoró a Mesa.

No se enteró de nada. Vio abrirse la boca del dragón y un instante después ya estaba dando botes por el suelo. Terminó boca abajo, con gafas llenas de polvo, y un profundo malestar en su interior.

Pero ahora, el caballero, o lo que quedaba de él, no iba a esperar a que levantase, se limpiase las gafas y se sacudiese el traje. Salió volando a ras de tierra, alzó el puño al frente, y el dragón volvió a hacerse realidad, abriendo ligeramente el suelo allá por donde pasaba.

Mesa no tuvo mucho tiempo para reaccionar. Echó las manos hacia delante y agarró con fuerza las fauces del dragón que se abalanzaban sobre él, sin poder evitar que lo arrastrara violentamente por los alrededores.

“Tan sólo es la cabeza de un dragón formada por el aura roja de la energía de ese caballero, pero aun así ha tomado sustancia, puedo tocarla y puede causarme daño...”

Antes de que Mesa terminara de reflexionar, Fidel le propinó una patada, y en un instante, la cabeza se desmaterializó del brazo para reaparecer en la pierna, surgiendo a gran velocidad, hacia arriba, enganchando a su víctima y precipitándola por los aires.

Tras flotar unos segundos, el cuerpo de Mesa cayó al suelo en seco. Su espalda chocó brutalmente contra la tierra y quedó paralizado durante unos instantes, con una mueca de dolor. Allí, tirado en el suelo, recordó todas las ocasiones que había tenido en el pasado, y también durante el propio combate, para acabar con la vida del caballero cuando todavía era muy superior a él.

“Ya es… Demasiado tarde – se dijo a sí mismo – Desde el momento en que se activó esa técnica, ya no había nada que hacer… Acaso… Acaso tú… Shawn…”

El caballero dio un salto, seguido de una voltereta hacia atrás en el aire, y cayó en picado directo hacia el suelo. Volvió a extender el brazo al frente, y la cabeza del dragón apareció de nuevo. Cuando su cuerpo impactó contra el suelo, se abrió paso sin problema, avanzando hacia las profundidades.

Durante unos segundos, se hizo el silencio. Sin embargo, a Mesa le parecía escuchar el aullido del dragón emergiendo desde el subsuelo. En cuestión de segundos, apareció ascendiendo desde el suelo, justo por debajo de donde descansaba su objetivo.

“¡No me vas a coger!”

Mesa ya había sufrido otros ataques subterráneos del caballero de la tierra. Sabía en qué consistían y cómo evitarlos. Rápidamente, se llevó los dedos índice y corazón a la frente y se teletransportó hacia el cielo, huyendo del ataque.

Apareció en el mismo punto, pero más elevado en el cielo, buscando el tiempo y la distancia necesarios para elaborar un plan de ataque, pero sin perder de vista el objetivo. Pero cuando miró hacia abajo, Fidel ya no estaba, a pesar de que su movimiento había sido completamente instantáneo. Al momento, escuchó el ruido de algo aproximándose, pero ya era demasiado tarde. El caballero de la tierra atacó con todo su peso, asestando a su adversario una fuerte patada en la espalda, con la cabeza del dragón materializada en su pierna.

El cuerpo de Mesa fue arrastrado por Fidel hasta el suelo, donde lo estrelló violentamente hasta sepultarlo por completo. Emocionado, el cuerpo del caballero, no se sabe si por propia voluntad o controlado por su técnica, daba pisotones al suelo y elevaba los brazos al cielo en señal de victoria.

La mano de Mesa emergió del suelo como si de un zombi se tratara. Su cuerpo en general tampoco es que estuviese en mucho mejor estado. Aunque había dominado durante todo el combate, eso son significaba que no hubiese tenido que hacer ningún esfuerzo, y el alargamiento innecesario empezaba a pasarle factura a él también.

“Jejeje – se reía de sí mismo – Por un momento, yo también he sido víctima de la emoción. Por un momento, me olvidé de que ya anulaste antes los efectos de mi Shunkanido, y pensaba únicamente en disfrutar del combate.

Hasta ahora, mi abrumador poder siempre ha logrado que alcanzase la victoria con extrema facilidad. Ni siquiera los más grandes dentro de mi círculo pueden hacerme frente. Derrotar a la teniente o al imbécil de Lardo no es más que un juego para mí. No fue hasta mi enfrentamiento con el caballero del fuego que sentí por primera vez el sabor de la derrota, y aun así, siempre he estado convencido de que fue un acto fortuito el causante de aquel desafortunado resultado. El factor sorpresa de la transformación y la repentina aparición de la chica fueron claves ese día, al no tener tiempo de adaptarme a las circunstancias”.

Mientras hablaba, el caballero volvió a parecer perder el control. De unas identificables poses de victoria, pasó a llevarse las manos a la cabeza, mientras temblaba sin cesar. El aura volvió a descontrolarse, creciendo mientras se materializaba la cabeza del dragón. Sin embargo, ninguno de estos sucesos alteró a Mesa, que continuaba su discurso.

“Pero hoy, las cosas son bien distintas. Puede que no me hayas superado como crees, pero es innegable que sí me has igualado, y en esta ocasión no hay excusa de por medio que valga. Elapsam semel occasionem non ipse potest Iuppiter reprehendere[1]. He tenido infinidad de ocasiones de acabar contigo, pero las he desperdiciado todas, y ahora, tú, la marioneta que yo mismo he estado controlando todo este tiempo, amenaza con privarme de mi último deseo. Pensé que esta vez sería igual de fácil que siempre, pero, por primera vez en mi vida, me equivoqué.

En cualquier caso, lo que quiero es darte las gracias, caballero. Verme en esta situación tan desesperada ha desatado en mí un torrente de emociones que jamás pensé que volvería a experimentar. La ilusión de ver que toda esa energía que has adquirido hará que el Caballero Negro se vuelva lo más poderoso posible y que mi esfuerzo no todo este tiempo no ha sido en vano. La incertidumbre de no saber qué va a pasar, si voy a lograrlo o no, cuando antes se daba por hecho, hará que, sin duda, desarrolle mi verdadero potencial. Vivir la emoción de un combate final al límite de mis fuerzas será sin duda el broche final a mi coronación. ¡Vamos! ¡Ven aquí, caballero! ¡Veremos quién es realmente el más fuerte!”

Se lanzó al ataque, sin esperar a que el caballero retomase el control. Al mismo tiempo, un aura blanca le rodeó completamente. Sin embargo, la técnica respondió a su acercamiento, volviendo a su forma original.

“Parece que de vez en cuando trata de tomar el cuerpo del caballero, pero al entrar en combate he interrumpido su intento”.

El cuerpo del caballero se movió inconscientemente, bloqueando el ataque de Mesa. No obstante, esto parecía estar ya previsto por el maestro, pues sin detenerse, adelantó el otro brazo y atacó con fuerza el cuerpo envuelto en aura de su adversario, que no pudo resistir la presión y salió rechazado hacia atrás.

Continuó su ofensiva, aprovechando que su objetivo todavía flotaba por los aires sin control. Voló hasta ponerse a su altura, pero cuando iba a golpearle, el caballero reaccionó, propinándole una poderosa patada en el estómago. La cabeza del dragón se materializó en su pierna, para después hundirse en el cuerpo del profesor, antes de lanzarle por los aires.

La situación se había invertido. Ahora era Fidel el que atacaba y Mesa el que acababa de recibir un golpe. El caballero ascendió para seguir con su ofensiva, pero cuando estaba llegando, Mesa lo derribó de una patada en el cuello, enviándole de nuevo hacia el suelo.

No se rindió. Un instante antes de estrellarse contra el suelo logró dar una voltereta en el aire y caer, aunque a duras penas, de pie. Sin perder más tiempo, se impulsó de nuevo hacia el cielo en busca de su adversario, una vez más.

Mesa salió a su encuentro. Comenzó a descender tan rápido como pudo a la vez que preparaba una patada directa al caballero. Fidel, instintivamente, copió su movimiento, extendiendo su pierna hacia arriba. La cabeza se materializó de nuevo, simulando un verdadero dragón rojo ascendiendo hacia los cielos.
Los dos combatientes se alcanzaron mutuamente, y sus patadas se cruzaron, impactando cada una en la mejilla del contrario. Por un instante, de manera casi inapreciable, hubo un forcejeo entre ambos. Los dos intentaban dar el golpe definitivo que decidiese el combate.

La longitud de las piernas fue la clave. A pesar de que el caballero de la tierra era bastante alto, Mesa lo era un poco más, sus piernas eran un poco más largas, y finalmente eso le permitió hincar el ligero tacón del zapato en el cuello del caballero, logrando además que todo su cuerpo retrocediera ligeramente, debilitando la potencia del ataque contrario.

En apenas un segundo, la situación cambió, y ya no era un choque de patadas, sino Mesa aplastando a Fidel, llevándoselo consigo hasta que lo estrelló contra el suelo. Sin embargo, debido a que el ángulo de la caída era casi horizontal, el cuerpo del caballero no llegó a incrustarse en el suelo, sino que simplemente rebotó varias veces en la superficie hasta detenerse.

Mesa descendió suavemente, observándole sin perder detalle. Ya no se levantó al instante. Tampoco se expandió su aura, pues ya no podía más, ni tampoco aumentó el multiplicador de su energía. El caballero de la tierra se levantó lentamente, mientras un suave humo rojo se escapaba de su cuerpo, perdiéndose en el cielo.

“Parece que al fin se acabó… Su técnica se está deshaciendo”.

El cuerpo envuelto en aura del caballero se retorcía. Cayó de rodillas, llevándose las manos a la cara, tratando de gritar, pero ya no era capaz de articular palabra. El único sonido que emitía eran unos alaridos propios de un monstruo.

“Está acabado, ya no puede ni hablar… Como el aura también le cubre la cabeza, la presión que ejerce sobre su cuerpo, al igual que tapona la herida, también distorsiona su voz, por eso ya no se le entiende. Seguramente sólo esté gritando de dolor, pero aunque estuviera diciendo algo realmente, lo que me llega no son más que rugidos, como si de un animal se tratara. Me pregunto si mantendrá alguno de sus otros sentidos… Es probable que su visión ahora mismo sea una nube de fuego roja, que él único sonido que oiga sea el chisporroteo del aura, y que lo único que sienta su cuerpo sea un calor insoportable. Si ese es el caso, tal vez se mueva detectando la energía o por puro instinto. Ha vendido su alma para ganar el combate y al final lo ha perdido todo. Un triste final para una vida patética y absurda”.

Por un momento, Mesa sintió lástima del caballero y cerró los ojos para no contemplar tan horripilante escena. Antes de abrirlos de nuevo, giró la cabeza y miró al suelo, para no tener que seguir viendo cómo Fidel terminaba de autodestruirse.

“¿Cómo? – Al abrir los ojos, Mesa se dio cuenta de que algo había cambiado. Hasta hacía un momento brillaba el Sol, pero ahora, todo a su alrededor estaba ensombrecido, y aunque no estaba seguro todavía, creía saber el porqué, aunque deseaba estar equivocado – Será…”

Alzó la cabeza para mirar al cielo, y allí estaba. Un nuevo meteorito, más grande que el anterior, descendía rápidamente, atraído por el humo rojo que salía del aura del caballero.

“Ciervo herido, peligroso enemigo – pensó – A pesar de que está condenado a muerte, da sus últimos coletazos para llevarme con él. ¡No lo conseguirá!”

Saltó, directo al cuerpo celeste que se le venía encima una vez más. Ya sabía que no tenía fuerza suficiente como para detenerlo con sus propias manos, pero al menos tenía que intentarlo. Trató de detener, una vez más, el asteroide con sus manos desnudas, utilizando toda su fuerza. Cerró los ojos de la presión, tensó todo su cuerpo, le salía humo de los dedos por el calor y se le marcaron las venas en la frente, pero nada pudo hacer por detener el avance de aquella gran masa de piedra ardiente.

“Ya he usado antes dos veces el Kamehameha… Si lo uso ahora otra vez podré detener el meteorito de nuevo, pero me quedaré prácticamente sin energía… Pero si no hago nada, aunque los daños que sufriré no serán letales, el castillo de la Fiera Deidad será destruido, y me han encomendado custodiarlo… Parece que sólo me queda una solución…”

Apenas conseguía frenar ligeramente el avance del meteoro, cuando decidió sostenerlo con una sola mano y retirar la otra. En ese momento, el meteorito aumentó su velocidad, mientras Mesa veía como se acercaba peligrosamente a tierra. Rápidamente, se llevó la mano que le quedaba libre a la frente y posó sobre ella los dedos índice y corazón.

“Je – sonrió durante un segundo mirando la caballero, pero enseguida volvió la cabeza hacia el meteorito y se puso serio – ¡Shunkanido!”

Mesa desapareció completamente, llevándose el cuerpo celeste con él. Cuando desaparecieron, una corriente de aire surgió tras de sí, llenando el vació que habían dejado.

Inmediatamente, el caballero se elevó de un gran saltó y comenzó a buscar alrededor, pues sabía que, por muy lejos que hubieran ido, todavía debería poder localizarlos a simple vista.

No tardó en hacerlo. El meteorito era demasiado grande como para no verse. Además, no estaba muy lejos. Mesa tan sólo se había teletransportado fuera de la isla, y ahora caía directo al mar.

A pesar de que ya se había alejado bastante, seguía temiendo por la seguridad del castillo a causa de la inminente explosión. Por eso, no huyó, no desapareció dejando todo a su suerte. Él se quedó hasta el final, ralentizando en la medida de lo posible la caída, hasta que finalmente el meteorito se estrelló, estando él en el epicentro del desastre.

La explosión fue fulminante. Aunque fue en el mar, en realidad no cambió nada. Había poca profundidad a esa distancia de la isla, y el calor del meteorito evaporó las aguas de alrededor, abriendose pasó hasta el fondo marino. Un destello surgió de la posición en la que se encontraba Mesa, engulléndolo por completo, mientras todavía gritaba al hacer fuerza para retrasar aún más el descenso. Un instante después, el estruendo del impacto ahogó su grito, y una nube de fuego envolvió al meteoro. Poco después era una columna de fuego que se perdía en el firmamento, mientras las violentas olas generadas por la onda expansiva se levantaban contra la isla.

Todos los caballeros sintieron el temblor de la tierra, soportaron el viento de la onda expansiva, contemplaron el fuego de la explosión, y se enfrentaron a las olas que acechaban. Jonyo y Blackron, al estar en el acantilado, al lado del mar, vieron como una ola gigante se abalanzaba contra ellos. Tuvieron que detener su enfrentamiento para escapar volando, mientras observaban cómo el agua se lo tragaba todo. Gabriel y Lardo, al estar en el corazón de la isla, el agua no llegó a alcanzarles, pero sí un poderoso viento que les obligó a cubrirse la cara y a esquivar varios escombros arrastrados por la corriente, al mismo tiempo que descubrieron la columna de fuego en el mar. Por otro lado, Reik y Shawn vieron cómo el lago recién destruido se volvía a llenar, aunque esta vez de agua salada.

La explosión dejó tras de sí un enorme cráter humeante. Sin embargo, el mar no alcanzaba a llenarlo, porque la tierra se había levantado por encima del agua, formando el borde del cráter, impidiendo que las aguas lo inundaran.

Allí, al fondo del cráter, sumido en una montaña de enromes rocas, y bajo una gran presión, Mesa respiraba aliviado por haber salvado el castillo y salir con vida, aunque tremendamente debilitado, más por el esfuerzo que había hecho por minimizar los daños del asteroide que por los daños de la explosión. Aprovechó esos instantes para reposar y pensar qué hacer a continuación.

En cuanto cesó la explosión, el caballero de la tierra salió volando a toda velocidad en dirección al cráter. No se sabe si captó la energía de su adversario, si se movió por instinto, o si simplemente no concebía la posibilidad de que pudiera ser derrotado por algo así, pero el caso es que sabía perfectamente que seguía vivo.

Una vez estaba sobre el cráter, cayó en picado hacia su interior, penetrando entre la nube de humo que todavía lanzaba varias bocanadas al cielo. Al alcanzar el fondo, penetró en la tierra, pero no fue hacia Mesa. Continuó descendiendo en línea recta, pasando de largo la profundidad a la que se encontraba su adversario, y una vez estuvo tan abajo como creyó necesario, se detuvo de repente, cargó energía durante unos instantes, y poco después liberó todo lo que había acumulado, formando una onda expansiva que apartó la tierra alrededor, originando una caverna subterránea artificial.

Fue todo un éxito. La tierra y las rocas apartadas quedaron comprimidas por la presión, dando lugar a unas paredes, suelo y techos sólidos y resistentes, que impidieron que el experimento cayera por su propio peso. La onda expansiva también alcanzó la posición en la que se encontraba Mesa, desplazando todo lo que estaba a su alrededor y dejándolo libre, cerca del techo de la recién nacida gruta.

Al principio, no se había dado cuenta de lo que pasaba. Su cuerpo simplemente comenzó a caer. Él detuvo la caída levitando y observó a su alrededor, buscando averiguar lo ocurrido, y fue entonces cuando descubrió al caballero, en pie, en el suelo de la caverna, con su aura como única fuente de luz en toda la zona, esperándole.

“Es la hora del final – comenzó Mesa mientras se llevaba las dos manos al costado – He estado guardando la energía que me quedaba para una ocasión como ésta – las dos manos estaban con las palmas abiertas, los dedos ligeramente flexionados, una frente a la otra, como si sostuvieran una esfera imaginaria – Es indudable que has obtenido un poder indigno de tu categoría, y capaz de hacerme frente, pero no pasarás de aquí – entre sus manos comenzó a surgir una bola de energía blanca  con el reborde azul, que fue creciendo hasta que tuvo que contenerla con las manos para controlar su tamaño – ¡Plaudite, acta est fabula[2]!”

Desde la posición del caballero, Mesa era una sombra iluminada por los destellos de la bola de energía que se escapaban entre sus dedos. Independientemente de si quedaba juicio o no dentro de aquella aura roja que lo envolvía completamente, lo que parecía quedar de sobra eran ganar de continuar. Rápidamente, Fidel saltó al encuentro de su adversario, en el momento en el que éste había logrado acumular toda su energía y el brillo de su onda estaba en su punto máximo.

“¡¡¡Kamehameha!!!” exclamó Mesa en cuanto vio saltar a su adversario, y echó las manos hacia delante, liberando su ataque final.

La onda salió proyectada con gran potencia. Su tamaño era muy superior al de las ocasiones anteriores, pero eso no intimidó al caballero de la tierra, que continuó su avance sin temor alguno. Extendió el puño hacia delante, y la cabeza del dragón rojo apareció en su brazo, directa hacia la onda, contra la que chocó, produciendo un forcejeo.

“Tal vez nuestras fuerzas se hayan igualado gracias a que multiplicaste por siete tu poder, pero eso sólo se aplica en circunstancias normales, donde la energía está repartida por todo el cuerpo. Ahora, enfrentándote a una onda de energía sobre la que he plasmado todo mi poder, esa igualdad se rompe y vuelvo a ser completamente superior – el Kamehameha de Mesa, enfrentado contra el morro de la cabeza del dragón, comenzó a ganar terreno rápidamente, acercando a Fidel de nuevo hacia la superficie – Ahora que el aura ha cubierto todo tu cuerpo, ya no puedes aumentar más tu multiplicador. Las técnicas prohibidas hay que usarlas con cuidado”.

La cabeza del dragón estaba a punto de estrellarse contra el suelo de la gruta, cuando empezó a cambiar de color. De rojo pasó a naranja, y detuvo el retroceso, manteniendo la distancia pero sin ceder más. Un instante después, de naranja pasó a amarillo, y comenzó a recuperar terreno, equilibrando de nuevo el choque a su altura inicial. Finalmente, de amarillo pasó a dorado, y la cabeza del dragón abrió sus fauces, engulló la onda de Mesa y la destruyó de un mordisco, sorprendiendo inesperadamente a su adversario.

“No puede ser… – Mesa no comprendía nada. En un instante, se puso a calcular la energía actual de su oponente, mientras el ahora dragón dorado avanzaba hacia él – Su multiplicador ha vuelto a aumentar… Ocho… Nueve… ¡¡Ha aumentado hasta diez!!”

Fue lo último que pudo decir. En ese mismo instante, la cabeza del dragón dorado se estrelló contra su pecho y le arrastró hacia arriba, estampándolo contra el techo. El impacto fue especialmente fuerte en la cabeza y Mesa cayó inconsciente, pero la ofensiva del caballero no había hecho más que empezar.

Empezando por el brazo que le quedaba libre, lanzó un nuevo puñetazo, que volvió a materializar la cabeza del dragón, hundiendo la cabeza de Mesa en el techo de la gruta. A partir de ahí, comenzó una lluvia de golpes alternando las dos manos, en el que cada uno se generaba una nueva cabeza.

Los impactos se fueron sucediendo por todo el cuerpo de Mesa, ya indefenso, y comenzaron a agrietar el techo de la gruta. Salían sin parar de los brazos del caballero, empujando a su objetivo a través de la tierra y de los escombros que el meteorito había dejado a su paso. Uno, otro y otro, se llevaron por delante a Mesa, golpeándole por todos lados, arrastrándole hacia arriba, así hasta un centenar de golpes, en el que el último consiguió finalmente atravesar la tierra y alcanzar la superficie, portando a su víctima entre sus fauces, mientras su esbelta figura dorada brillaba en el cielo.




[1] Ni siquiera Júpiter puede recuperar una oportunidad perdida.
[2] ¡Aplaudid! ¡La función ha terminado!”

Curiosidades!!!




El ataque final del caballero de la tierra es una mezcla entre el Gomu Gomu no Storm de Luffy en One Piece y el Rozan Hyaku Ryu Ha de Shiryu en Caballeros del Zodiaco.



Las dos frases en latín del capítulo son del videojuego Virtue's Last Reward: Como buen profesor de filosofía, Mesa tenía que hablar en latín :p

lunes, 2 de junio de 2014

Episodio CLXVIII

¡¡La Décima!! ¿Qué otra cosa puedo decir? :D

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Episodio 

CLXVIII

S
hawn Stevenson se encontraba suspendido en el aire, rastreando minuciosamente la energía del lugar en busca del caballero del hielo. A pesar de poner todos sus esfuerzos en conseguirlo, la cantidad de diminutas energías que detectaba le hacía imposible distinguir cual era la del caballero y cual la de un animal inocente.

“No me queda más remedio que arrasar con todo hasta dar con él… Ya me inventaré algo luego si es preciso engañar a alguien más”.

Extendió el brazo hacia el suelo, abrió la mano, y una bola de energía roja comenzó a gestarse. Creció hasta igualar el tamaño de la palma de su mano, y un instante después fue disparada hacia la superficie de la isla, en dirección hacia donde Shawn pensaba que había lanzado a Reik.

Debido a la considerable altura a la que levitaba Shawn, la bola de energía se perdió en la lejanía, no siendo hasta pasados unos segundos cuando una cúpula de energía roja apareció de pronto, consumiendo todo lo que se encontraba en su interior. Un fuerte viento azotaba las inmediaciones, torciendo los árboles, levantando la marea, arrastrando piedras y ahuyentando a cualquier animal que se encontrara cerca.

Mientras tanto, el caballero del hielo continuaba hundiéndose cada vez más en las profundidades del océano. Le quedaba un halito de vida, pero todavía era capaz de sentir levemente lo que pasaba a su alrededor. La onda expansiva de la bola de energía había llegado hasta donde estaba. Notaba cómo el agua se había revuelto, arrastrándole ahora de un lado a otro sin control, mientras continuaba descendiendo. No podía moverse, y era pasto de los caprichos de la marea.

“¿Qué está pasando ahí fuera? – Se preguntaba – Ese cabrón debe estar buscándome… Pero ya da igual… Me han robado mis poderes, y aunque saliese de aquí, no podría hacer nada. Es más, ya no tengo ni por qué hacer nada. He tardado mucho tiempo, pero por fin he terminado con la persona que mató a Cristina y Alberto, y además, he descubierto todo lo que ocurrió. Ya no me sentiré culpable nunca más. No tengo que volver a castigarme por lo que no pude hacer. Mi viaje ha terminado”.

El caballero estaba dispuesto a morir. Había perdido algo mucho más importante que sus poderes. Había perdido la determinación que tanto le caracterizaba. Se estaba conformando con una vida de sufrimiento cuando por fin había encontrado la paz y podía disfrutar plenamente de sí mismo. El dolor de la herida que le había provocado Shawn Stevenson se iba desvaneciendo poco a poco, pero aún no había desaparecido del todo.

“Todavía me duele un poco, pero sé que pronto desaparecerá. Ya queda poco para que todo este sufrimiento termine del todo…”

En medio de sus pensamientos, el eco de una voz familiar comenzó a escucharse a lo lejos.

>>“¡Reik! – Le decía la voz – ¡En realidad no has perdido tus poderes!” Eran las palabras del caballero del rayo resonaban en su cabeza.

“¿Jonyo…?”

>>“¡Incluso a mí me los ha robado hace un rato y los he recobrado! ¡Sólo ha roto el vínculo con tu elemento!”

“¿Qué dices? Apenas te oigo…”

>>“¡El vínculo con tu elemento! ¡El vínculo con tu elemento!” Aquellas palabras parecían repetirse una y otra vez.

“El… ¿vínculo?”

En la superficie, la cúpula de energía roja se había desvanecido por completo, dejando un descomunal socavón de cientos de metros de largo en medio de la isla, que desfiguraba completamente el paisaje.

“Pues no estaba por ahí – pensó Shawn en voz alta – A ver por ese lado…”

Volvió a lanzar una bola de energía, un poco más al norte, y la historia se repitió. Una cúpula de color rojo muy intenso apareció a los pocos segundos, borrando toda forma de vida, y sacudiendo también los alrededores con su onda expansiva. Pero una vez más, Shawn tampoco fue capaz de notar algo que le indicase que el caballero se encontraba allí. Ni restos de su ropa, ni su espada, ni un grito antes de morir, ni siquiera un rastro de sangre o de energía, que como el cuerpo, siempre tiene una ligera mejora antes de morir. Malherido o no, Reik era un caballero, y sin una prueba fehaciente no podía confiar en que de verdad hubiera muerto. Presentarse ante sus superiores ahora sería igual que haber fracasado la misión para la que había sido contratado.

Se puso nervioso, y ahora, en vez de una, lanzó cinco bolas de energía a diversas áreas alrededor de las ya atacadas. Una a una, las cúpulas de energía fueron apareciendo, y la intensidad de su color hizo que todo se volvería rojo durante unos minutos.

“¡Muere! ¡¡Muere!! ¡¡¡Muere!!!” exclamaba sin cesar.

Al mismo tiempo, Reik ya estaba sumido en las profundidades del océano, donde ni la luz de Sol era capaz de llegar. La oscuridad y el silencio reinaban bajo las aguas. Además, la temperatura era muy baja, tan baja, que había provocado que el caballero dejase de sentir. Sus nervios se habían dormido ante el frío, y ya no era capaz de sentir ninguna parte de su cuerpo, ni tampoco el dolor de su herida. Lo único que quedaba vivo era su mente, que continuaba dando vueltas a los últimos acontecimientos.

“Puede que siga siendo capaz de pensar, pero sé perfectamente que ya estoy muerto. Jamás me había planteado la idea de morir, ni tampoco se me había ocurrido de qué manera podía terminar todo.

No me hace gracia que todo acabe de esta forma, pero lo que pase a partir de ahora ya no es asunto mío. Jonyo también sabe la verdadera identidad de Shawn, así que uno u otro vendrá a por él y acabará lo que yo he empezado. No tengo nada de lo que preocuparme.

Por primera vez en años, no siento dolor por dentro ni por fuera. Mis pesares han desaparecido, y hace tanto frío aquí abajo que ya no me duele nada ni siento nada. Me siento completamente en paz”.

Se mantuvo en silencio durante unos instantes, tratando de disfrutar de la paz que tanto había estado buscando. De pronto, se dio cuenta de lo que acababa de decir.

“Un momento. No será…”

>>“El vínculo con tu elemento…” las palabras del caballero del rayo resonaron de nuevo en su cabeza.

“¡¡Eso es!! ¡Ahora lo entiendo!”

Shawn continuaba desolando la isla sin éxito, pero no se daba por vencido. Ampliaba una y otra vez su rango de búsqueda, devastando áreas cada vez más alejadas del punto inicial. Tampoco es que se le ocurriera una cosa mejor, así que continuaba, buscando la prueba definitiva de que su trabajo había terminado.

Una nueva bola de energía estaba preparada en su mano, cuando un estruendo captó su atención. Giró la cabeza y vio un torrente de agua ascendiendo desde la superficie del mar. Cuando parecía que iba a derrumbarse, toda el agua que lo formaba se congeló, y en la cima de la torre de hielo que él mismo había creado, se encontraba Reik, el caballero del hielo.

“¡Mierda! Había caído al agua – se percató Shawn – ¡¿Cómo no me di cuenta antes?! Y parece que ha recuperado sus poderes…”

“Al fin lo he comprendido… – dijo Reik, mientras Shawn se acercaba volando hasta su posición – He comprendido lo que significa el hielo para mí, lo que me une a él.

El hielo sirve para calmar, para tranquilizar, para apaciguar. Es capaz de detener la actividad molecular y conservar la materia intacta durante muchísimo tiempo. Puede llegar a quitar la vida, pero bien utilizado puede eliminar el dolor, puede silenciar las calles, e incluso detener una batalla.

En definitiva, el hielo sirve para proteger, y ha sido esta cualidad la que me ha ayudado a llegar hasta aquí. Ha sido el hielo el que se ha encargado de protegerme, de aislarme, de calmar mi dolor. Al perder mis poderes olvidé todo eso, pero por suerte he sido capaz de recordarlo a tiempo. Lo siento, pero no voy a renunciar a la vida ahora que por fin puedo empezar a disfrutarla”.

Shawn Stevenson estaba claramente molesto consigo mismo. Al fin y al cabo, había sido culpa suya todo lo que había pasado. Sin embargo, no tardó en tranquilizarse. Después de todo, Reik acababa de solucionarle su principal problema, ya no tenía que encontrarle, y recordaba perfectamente que el caballero estaba herido.

Llevó la vista hacia el estómago de Reik, donde antes había clavado su puño profundamente, pero para su sorpresa, la herida había sido cubierta con un cristal de hielo.

“¿Sorprendido? – Le preguntó Reik al ver dónde estaba mirando – Tapándome la herida con hielo no sólo he logrado detener la hemorragia, sino también eliminar prácticamente el dolor. Aunque todavía estoy algo debilitado por la sangre que ya he perdido, será suficiente para eliminar a una basura como tú”.

“Je – dijo Shawn mientras se posaba en la plataforma que coronaba la torre de hielo creada por el caballero – Dices muchas tonterías, pero estoy seguro de que ya sabes que sólo tengo que romper ese cristal de hielo para ganar el combate, e incluso aunque no lo haga, el paso del tiempo juega a mi favor. Sin una curación real a tiempo, estás perdido hagas lo que hagas”.

“Sí, lo sé, y por eso tengo la intención de terminar con esto rápido, ¡con la técnica suprema de elemento hielo!”

El caballero estiró el brazo al frente, y un montón de diminutos cristales de hielo comenzaron a levitar a su alrededor, lanzando pequeños destellos con la luz del Sol. Inmediatamente después, mandó los pequeños cristales contra su adversario, que se limitó a sonreír.

“Con que la técnica suprema de elemento hielo, ¿eh? Aquella con la que acabaste con la estúpida de la teniente. Pequeñas partículas de hielo que se introducen en el cuerpo del adversario, y a nivel microscópico, giran en sentido contrario de los átomos para detener la actividad molecular del objetivo y congelarle por debajo del cero absoluto, donde cesa toda forma de vida”.

“Exacto, y ahora será tu vida la que acabe sin que puedas evitarlo”.

“Estuve observando atentamente vuestro combate, ¿de verdad piensas que no contaba con la posibilidad de que utilizarás esta técnica contra mí también? ¡Necio!”

Shawn Stevenson comenzó a cargar energía con gran intensidad. Un aura roja le rodeó al instante, y la temperatura empezó a subir a gran velocidad. Al acercarse, las partículas se hielo se derretían según se aproximaban, anulando completamente la técnica del caballero.

“Parece que voy a tener que derrotarle por el método tradicional” pensó Reik.

Aprovechando la energía que acababa de acumular, Shawn Stevenson cargó contra el caballero volando a ras de la superficie de hielo, directo al cristal en su estómago que le protegía de morir. Reik vio claramente el propósito de su maniobra, y bloqueó su ataque con las dos manos, temiendo el potencial que había demostrado antes.

No se equivocó. A pesar de que antes había sido atacado en una situación de extrema debilidad, el poder de Shawn le obligó a utilizar todas sus fuerzas para impedir ser derrotado en el primer ataque. La enorme tensión generada en sus músculos provocó que se entumecieran momentáneamente, tiempo que su adversario utilizó para dar un segundo ataque, una patada, de nuevo dirigida al gélido protector del caballero.

Reik se echó hacia atrás para evitarlo, pero el golpe terminó alcanzándole en la barbilla, derribándole fuera de la plataforma de hielo. El cuerpo del caballero se precipitaba hacia el mar, pero él mismo creó un tobogán de hielo que lo recogió y lo llevó a salvo hasta la superficie del mar, previamente congelada también.

“Está procurando mantenerse rodeado de su elemento el mayor tiempo posible, porque sabe que eso le ayudará a recobrar todas sus fuerzas – pensaba mientras observaba el comportamiento del caballero – ¡Cree que puede torearme como si fuera un rufián de tres al cuarto!”

Dobló los codos hacia arriba y cerró los dos puños con fuerza, cargando dos bolas de energía, una en cada mano. La presión que ejercía en sus manos era más fuerte que la energía que formaba la bola, conseguía mantenerla aprisionada en el interior de sus manos, pero la luz que generaban escapaba entre sus dedos, iluminándole el rostro.

“¡¡Desaparece!!”

Bajó los brazos rápidamente, liberando las bolas, que salieron a toda presión y sin control. La primera cayó directamente sobre la plataforma de hielo, quebrando la columna que la sustentaba. La cima de la plataforma volcó, cayendo hacia el caballero. Sin embargo, él todavía tenía otro problema entre manos.

La segunda bola cayó al mar, cerca de donde estaba Reik, pero sin llegar a alcanzarle. No obstante, al explotar generó una onda expansiva muy fuerte, acompañada de un poderoso oleaje que arrastró al caballero hacia afuera. A los pocos segundos, la plataforma de hielo cayó sobre él, sepultándole de nuevo en el océano.

“¡¿No querías hielo?! ¡Pues toma hielo! ¡¡Jajaja!!”

Reik no tardó en salir de las profundidades, pero no fue al encuentro de su oponente, sino que regresó hacia la isla, volando a baja altura.

“Este tipo… Ha lanzado dos bolas de energía sin control y casi me mete en un buen problema… – el caballero reflexionaba sobre los últimos acontecimientos mientras continuaba su recorrido – ¿De verdad ha sido suerte o tenía todo planeado? Parece que sólo hay dos posibilidades, o es muy listo, o está completamente loco”.

Shawn no se hizo esperar. En cuestión de segundos, ya estaba encima del caballero, con el brazo retrasado para efectuar un golpe.

Se abalanzó contra el caballero, que trató de evadirle cambiando su rumbo de vuelo, pero, aunque eludió el golpe, Shawn fue capaz de agarrarle la pierna. Ahí Reik tuvo su primera oportunidad de ataque, derribando a su adversario propinándole una patada en la cara con la pierna que le quedaba libre. Él cayó momentáneamente, recuperando la compostura a los pocos segundos, y recobrando la altura de vuelo enseguida, para insistir de nuevo.

“No me lo quito de encima…”

Después de fracasar con el cuerpo a cuerpo, Shawn intentó un ataque energético para derribar a su adversario. El caballero detectó una fuente de energía concentrándose detrás de él y en seguida supo lo que estaba ocurriendo.

Dejó pensar a su adversario que no se había percatado de sus intenciones, y cuando disparó la onda de energía, esperó hasta el último momento, se giró, y pasó la palma de la mano de un lado a otro, levantando una pared de hielo para protegerse.

La onda se estrelló contra el hielo, derritiéndolo y evaporándolo en un instante. Una nube de vapor se desató rápidamente, impidiendo toda clase de contacto visual. En ese momento, el caballero descendió a tierra y continuó su avance conteniendo su energía.

“Has sido listo, caballero – pensó Shawn mientras volaba rápidamente para atravesar la nube de humo. Al salir de allí, miró a su alrededor. Reik había desaparecido. – Se ha escondido, pero creo saber hacia dónde se dirige…”

En la superficie de la tierra, el caballero del hielo continuaba avanzando. Fue entonces cuando descubrió la ola de destrucción que había provocado Shawn mientras le buscaba. Ya no quedaban bosques donde esconderse, montañas detrás de las que ocultarse, todo era un yermo totalmente despejado, pero él sabía que desde con la altura que les separaba, encontrarle a simple vista sería prácticamente imposible para su adversario.

Todavía quedaba un lugar al que dirigirse. Lo había visto mientras volaba, era un sitio alejado de la destrucción que además conservaba las propiedades ideales para ayudarle en su afrenta. El lago congelado donde se llevó a cabo su combate anterior.

Para asegurarse de que no podía detectar su energía, fue lo más despacio que pudo, tardando en llegar mucho más de lo que le hubiera gustado. Sin embargo, logró alcanzar su destino sano y salvo, sonriendo aliviado al pisar la orilla.

La alegría le duró poco. Un destello en el cielo le llamó la atención, y apenas un instante después, una serie de explosiones lo devoraron todo. En cuestión de segundos, no sólo el hielo que recubría el lago, sino el propio lago en sí, fueron completamente destruidos ante los ojos de Reik. Los pedazos de hielo que sobrevivían a la temperatura siendo arrojados a lo lejos por la onda expansiva caían por todas partes, y uno de ellos fue a parar a los pies del caballero, que se agachó para recogerlo con resignación. Lo miró fijamente, y en el cristal vio reflejado al autor de aquella fechoría.

“Te encontré” le dijo Shawn Stevenson desde el cielo.


“Sin lugar a dudas… Este tío está como una puta cabra” sentenció a la vez que estrujaba el cristal de hielo con sus propias manos.