sábado, 28 de febrero de 2009

Episodio LXXXIV

Son las 23:30 y paso de esperarme a que sea domingo para publicar, que ya lo he terminado hace mucho rato... aquí lo dejo xD

Si es que cuando las cosas tienen que salir bien, salen bien. Ya están todos los reportajes hechos, el mapa borrado xD, el marco reconfigurado, y mañana tengo todo el día libre ^^ Sólo me queda saber la nota de Contabilidad de Costes, la cual nunca se puede estar seguro de haber aprobado, porque las condiciones del examen son abusivas, pero, haciendo balance ahora que es fin de mes, yo no recuerdo un Febrero tan bueno desde hace mucho mucho tiempo. Si Febrero va a seguir siendo el peor mes del año para mí, ¿cómo serán los siguientes? :D Hasta la semana que viene ;)

Título: Past Still Chase me

Tamaño: 7'7

Dedicado a: Álvaro (personaje Bill)



Episodio



LXXXIV




Princesa – le dijo Bill mientras veía acercarse al Caballero Negro –Parece que él cree que el caballero del hielo finalmente murió aquí. En parte tiene razón, pero no podemos contarle lo que ocurrió de verdad. Habrá que reducirle. Quiero que cojas a Llama Negra, os metáis los dos en la caseta y no salgáis pase lo que pase. No quiero involucraros a ninguno”.

“Está bien… - dijo ella – Iré a la caseta y dejaré a Llama Negra. Pero después yo haré lo que crea conveniente”.

“No aceptas órdenes de nadie, ¿verdad?”

“Exacto, lo aprendí de cierta persona”.

“Vale, ahora vete de una vez, ¡esto va a empezar!”

“No mueras” susurró antes de coger al perro y marcharse.

Tekkai” dijo Bill y se puso en guardia.

El Caballero Negro empezó dando lo todo. Mientras avanzaba, había colocado la espada mirando al frente con el fin de atravesarle de una estocada. Seguro de sí mismo, se había colocado con la suficiente antelación como para que Bill pudiera prever su movimiento. Sin embargo, lejos de parecer querer esquivarlo, había extendido un brazo, como si quisiera detenerlo por la fuerza.

“Un sobrado… – pensó el Caballero Negro – No durará mucho…”

Bill detuvo la hoja de la espada agarrándola con todas sus fuerzas. No obstante, la velocidad del Caballero Negro era demasiado elevada como para frenar su espada de golpe, por lo que se deslizó unos centímetros antes de detenerse, pero en vez de cortar la palma de su mano, saltaron chispas.

“¿Cómo? ¿No le he cortado a mano?”

Bill sonrió y propinó un puñetazo al Caballero Negro en el estómago, incrustando la mitad del brazo con el impacto. El Caballero Negro sintió la dureza del golpe y un segundo después estaba en el suelo, con dificultades para levantarse.

“Ese puñetazo... No tenía la fuerza ni la dureza de un humano normal...”

“¡Vamos! ¡Levanta! ¡Aún no he acabado contigo!”

“¡Tiene que haber sido una coincidencia!”

El Caballero Negro se levantó de golpe y preparó su espada de nuevo. Bill prefirió no hacer nada y su oponente trató de cortarle el cuello de un espadazo. De nuevo, en vez de cortarle, saltaron chispas.

“¿Estará mal mi espada?” pensó.

El Caballero Negro quiso probar entonces con un puñetazo, para descartar de una vez si el problema era su espada o su rival. Optó por un golpe en la frente, y lo único que consiguió fue hacerse daño él.

“Definitivamente, este tipo no es normal”.

“Antes no activaba mi Muro de Hierro en la cara porque su uso prolongado es malo para la piel, hasta que una vez me golpearon en ella. Desde entonces lo activo en todo el cuerpo”.

“Lo sabía, usa algún tipo de técnica que le da esa dureza y poder... Debí haber leído la ficha que me dio Mesa en vez de mirar solo la foto... Pero creía que todos serían igual de débiles que los de Petoria...”

Bill tomó finalmente la iniciativa, lanzando una patada contra el Caballero Negro, quien la bloqueó inútilmente con el brazo, llegando casi a fracturárselo. De un acto reflejo, dio un espadazo vertical que sólo consiguió deslizar la espada por todo el cuerpo de su adversario, liberando un montón de chispas a su paso. Viendo que no tenía manera de herirle, decidió agarrarle y lanzarle a lo lejos para pensar mejor qué hacer. Al ser un lanzamiento poco preparado, Bill logró aterrizar sin problemas.

“Eres bueno… Me vas a obligar a usar mi verdadero poder”.

“Tu... ¿verdadero poder?”

“¡Sí! ¡Toma esto!”

El Caballero Negro proyectó un chorro de agua negra contra su adversario, mojando todo su cuerpo.

“¿Agua sucia? No me esperaba algo así, me ha pillado por sorpresa...”

“He ganado...” pensó.

Ya era de noche cuando los caballeros llegaron a la entrada del pueblo del clan ShadowMoon. Guiados por Pamela, se adentraron sigilosamente para no despertar a los que ya dormían. Caminaron por varias calles hasta llegar a la residencia de Pamela, cerca del templo donde vivía Hilda. La pequeña abrió la puerta y todos entraron, salvo Jonyo, que se quedó fuera al ver la cara que traía la pequeña.

“¿Qué te pasa?” le preguntó.

“¿En serio tengo que irme?”

“Sí, ya escuchaste a Peter” le dijo el caballero del rayo.

“Pero es que es mi casa...”

“Todavía estás a tiempo de que seamos nosotros los que nos vayamos”.

“No, no. Yo os he ofrecido venir, y lo mantengo. Pero no me termina de hacer gracia... Me voy a ver si encuentro a Hilda, ¡no tardéis!” exclamó y se dispuso a irse.

“Pamela, ¡espera!”

“Dime” dijo al girarse.

“Gracias...” dijo el caballero guiñando un ojo, y la pequeña se marchó.

En el interior, cada uno de los caballeros estaba sentado en un sillón, reflexionando sobre la posición del tesoro.

“Algo que puedes ver... pero que no puedes ver...” pensaba Peter.

“¡Ya lo sé! ¡Un fantasma! – Dijo Gabriel – ¡Un fantasma puedes verlo pero sólo cuando se manifiesta, por tanto es algo que puedes ver y no puedes ver!”

“¿Qué dices? No puede ser algo así – le contradijo Fidel – Seguro que se está refiriendo a algo abstracto, ¡tiene que ser la amistad! Es algo que no puedes ver pero sabes que está ahí”.

“Eso es algo tan sencillo que hasta tú podrías adivinarlo – dijo Jonyo entrando por la puerta – por eso tienes que estar equivocado”.

“¡¡¡Serás...!!! ¡¡¡Si eres tan listo, ¿qué crees que es?!!!”

“Recuerda que tiene que ser o estar relacionado con un lugar, el lugar donde se encuentra el tesoro. No puedes relacionar la amistad con ningún lugar. Y los fantasmas no existen, así que sólo queda... ¡una buena comida! Es algo que en un principio no lo ves si no estás delante, pero que puedes percibir su olor desde lejos si está bien cocinada”.

“¿Insinúas que debemos oler el tesoro?”

Todos se miraron y luego bajaron la cabeza, aceptando que ninguna idea era convincente.

“¿Tú que piensas, Arturo?” le preguntó Fidel.

“La verdad, no tengo ni idea – dijo levantándose – Y no creo que estar encerrados en una habitación nos ayude a pensar. Yo voy a salir a dar una vuelta. Hace una noche preciosa y nosotros también necesitamos descansar”.

“¿Pasea para descansar? – Se preguntó Jonyo viéndole alejarse – Yo prefiero echarme una siesta”.

“Yo tampoco lo entiendo – dijo el caballero de la rosa – Es mucho más relajante escribir una poesía”.

“Que cada uno haga lo que le de la gana...” terminó diciendo Peter.

El Caballero Negro llevaba varios minutos evitando ataques de Bill, sin hacer movimientos innecesarios, únicamente ganando tiempo para que el agua negra mostrara sus efectos. Sin embargo, por más que esperaba, no ocurría nada.

“¿Qué te pasa? ¿Por qué llevas tanto tiempo sin atacar?”

“Es muy extraño... Aunque aún pueda moverse, al menos ya deberían empezar a notarse los primeros efectos, debería ser más lento, más débil, pero cada golpe que da – pensó esquivando uno de ellos – es tan fuerte como el anterior... ¡¿por qué?!”

“Vamos, aún me siento con la totalidad de mis fuerzas, no has conseguido mermarlas ni un poco, ¿tan débil eres? Ya decía yo que no podías ser un caballero”.

“¡¿Por qué?! – Terminó gritando – ¡¿Por qué no te afecta mi agua negra?! ¡¿Qué tienes de especial?!”

“¿Agua negra? Así que era eso... Suponía que esa agua debía tener algún efecto secundario, es lo debes estar esperando, pero para eso supongo que el agua debería haber penetrado en mi cuerpo, y no lo ha hecho”.

“¿Cómo que no? Te mojaste entero, tiene que haberte afectado”.

“Pero sólo se mojó la superficie de mi cuerpo, nada más”.

“La... ¿superficie?”

“Exacto, cuando activo el Muro de Hierro, todos los poros de mi piel se cierran, consiguiendo así la gran dureza de mi cuerpo e impidiendo que entre cualquier sustancia del exterior. Mi piel se vuelve como una escultura de acero, y el agua se desliza por ella hacia abajo hasta llegar al suelo, sin poder penetrar en mi cuerpo. Por eso, cualquiera que sea el efecto que tuviese que provocar tu agua negra, no lo ha hecho”.

“Mierda...”

“Son las consecuencias de atacar a alguien sin haberte informado primero, ahora, ¡acabaré contigo!”

Bill atacó con un fuerte puñetazo en la mandíbula, mandando al Caballero Negro a los cielos. Después saltó para rematarlo con una patada, pero a su adversario le dio tiempo a cubrirse cruzando los brazos, lo que amortiguó el golpe, pero aún así fue lo bastante potente para catapultarle de nuevo, esta vez hacia el suelo. El Caballero Negro fue capaz de controlar la caída y cayó de pie, pero sus pies se clavaron en la tierra hasta la rodilla de la velocidad que llevaba.

“Está bien, has conseguido evitar el agua negra – dijo sacando los pies de la tierra – A ver si puedes con esto... ¡Getsuga Tenshou!”

Realizó un corte diagonal al aire y un haz de viento negro con forma de media luna apareció de la nada, avanzando a tal velocidad que, Bill, estando todavía descendiendo, no pudo hacer nada por evitar. El ataque arrasó todo su pecho, causándole una herida a lo largo del mismo, la fuerza añadida del golpe le tiró para atrás, cayéndosele las gafas al suelo y aterrizando él sobre ellas, aplastándolas. El joven estuvo unos segundos tirado en el suelo y finalmente se levantó, no sin antes ver el deplorable e inservible estado en que habían quedado sus gafas.

“Ese Getsuga Tenshou tuyo... – comentó presionando su nueva herida – Se parece mucho a una técnica de un amigo mío al que yo mismo maté... Es curioso pero... Este combate me parece una continuación del de aquella vez, él también fue capaz de superar mi Muro de Hierro”.

“Bien, parece que al final sí he sido capaz de cortarte. No aguantarás un segundo golpe. Dime donde está el cuerpo del caballero del hielo ahora que aún no es demasiado tarde”.

“Ya te he dicho que eso no es posible, no es que no quiera, es que no está”.

“¿Los caballeros se llevaron el cuerpo?”

“No, porque...”

“¡Entonces tiene que estar aquí! ¡Ya me lo dirás cuando estés a punto de morir! ¡Getsuga...!”

De pronto sintió un resplandor a su espalda. Una flecha de luz avanzaba hacia él, pero la vio a tiempo y pudo evitarla agachándose.

“¡Él no es tu único enemigo! ¡También estoy yo!”

La princesa portaba orgullosa su arco de luz, generó una nueva flecha y apuntó al Caballero Negro con decisión.

“¡Princesa! ¡Os dije que no interfirierais!”

“Y yo te dije que no te haría caso”.

“Más problemas... – pensó el Caballero Negro – No puedo ocuparme de los dos a la vez, me libraré de la chica primero”.

Se lanzó contra la princesa, quien trató de acertarle con otra flecha. El Caballero Negro la esquivó y siguió avanzando, pero vio cómo impactaba en un cuervo que casualmente pasaba por allí. La flecha penetró hasta lo más hondo de su ser y empezó a iluminarse hasta convertirse en una auténtica figura de luz. Acto seguido, se consumió hasta quedar reducido a un punto de luz que terminó desapareciendo en medio del aire.

“¿Y después de ver eso pretendes que te deje tranquila como si nada?”

La princesa empezó a perder la calma y lanzó varias flechas seguidas, que su adversario esquivó con la misma facilidad mientras seguía avanzando.

“¡No! ¡Déjala! ¡Ella no tiene nada que ver con esto! ¡Yo soy tu oponente! ¡Estás combatiendo conmigo!”

“Demasiado tarde...”

El Caballero Negro llegó hasta la princesa y se dispuso a atacarla. Ella cerró los ojos un instante y se encogió un poco por el miedo. Espero unos segundos y, al ver que no ocurría nada, los abrió de nuevo. Para su sorpresa, el labrador negro había salido de la caseta y tenía sus mandíbulas clavadas en el brazo del Caballero Negro.

“¡Llama Negra! ¡No!” gritó Bill.

El Caballero Negro se libró del animal de un manotazo, para inmediatamente examinar la profundidad de su herida. Tenía varios agujeros por todo el antebrazo, sangraba, y sentía un fuerte dolor.

“¡Maldito chucho!” exclamó y le dio una patada en el vientre.

El perro se asustó con el golpe y salió corriendo, perdiéndose en la lejanía.

“¡Llama Negra! ¡Vuelve! – le gritaba su dueño – ¡Esta sí que no te la perdono!”

“A quien no debes perdonar es a mí – dijo la princesa – Todo ha sido culpa mía. Si te hubiera hecho caso ahora no estaríamos en esta situación”.

“¡Olvídate de eso y corre!”

“No. Ya es tarde para huir” dijo al ver la figura del Caballero Negro delante de sus ojos.

Lleno de furia y con el reciente mordisco aún sangrando en su brazo, el Caballero Negro cargó un puñetazo que amenazaba la vida de la bella joven.

“¡No! ¡A ella no! – Gritó y salió corriendo al ver que la princesa no huía – Será idiota, ¿por qué no corre?”

Ella cerró los ojos, pero en esta ocasión su rostro no mostraba miedo, sino templanza. La expresión de su precioso rostro conmovió al caballero y sólo le dio un suave bofetón que la dejó inconsciente en el suelo, con un pequeño hilo de sangre saliendo de sus carnosos labios. Al verlo Bill frenó de repente.

“No la has matado, ¿por qué?”

“Yo no mato a niñas pequeñas”.

“Es un año mayor que yo. No es pequeña”.

“Aún así no me gusta matar mujeres. Prefiero que se quede ahí y que no moleste. Sigamos con lo nuestro”.

“Bien... Aunque has dejado inconsciente a la princesa... Tengo que darte las gracias. Con ella presente no sería capaz de utilizar mi técnica secreta”.

“¿Tu técnica secreta?”

“Una técnica que me otorgó el poder de la oscuridad, que fingí olvidar, y que me juré no volver a utilizar nunca, además de ser la técnica con la que maté a mi mejor amigo y a la que, hasta el día de hoy, no había sido capaz de poner nombre”.

“¿Y cómo la has llamado?”

“Recibe... ¡El Toque de la Muerte!”

“No es muy original...” pensó el Caballero Negro.

“¡Te haré una demostración!”

Bill avanzó con sigilo y en un segundo ya estaba delante de su oponente, le dio un par de suaves golpes en el pecho y se retiró con la misma rapidez y sigilo. El Caballero Negro, que no había notado ningún dolor, se miró el pecho por curiosidad y vio que estaba enrojeciéndose.

“¿Qué es esta mierda? ¿Me tomas el pelo?”

“Ahora mismo, en las zonas que he tocado, tus venas han estallado y hay una hemorragia interna. El corazón no será capaz de enviar sangre a los órganos que haya alrededor y primero perderás movilidad y después dejaras de sentir en esa zona. Por último, como la sangre no tiene vía de escape, se acumulará en tu interior, impidiendo el cierra de las venas, se coagulará y lo pudrirá todo. A menos que me venzas pronto, tendrán que amputarte los miembros afectados”.

“Pero ahora que me lo has dicho, sé cómo puedo evitarlo, ¿por qué lo has hecho?”

“Tenía que hacerlo. Antes tú pudiste matar a la princesa, pero no lo hiciste. Debía devolverte el favor”.

“Muy bien – dijo haciéndose un corte en el pecho para que saliera la sangre – Entonces ahora ya estamos en paz. Pero ya no podrás volver a tocarme con tu técnica secreta. Lo único que tengo que hacer es no dejar que te acerques, y eso para mí es muy fácil... ¡Gestuga Tenshou!”

Realizó un nuevo corte, esta vez horizontal, al aire y otro haz de viento negro con forma de media luna apareció, avanzando hacia Bill a toda velocidad, pero con la diferencia de que en esta ocasión el joven se lo esperaba, y pudo evitarlo saltando, a la vez que avanzaba un poco. El Caballero Negro lanzó sucesivos ataques al haber sido inútil el primero y Bill siguió avanzando esquivando uno tras otro.

“Parece que no puede utilizar el Muro de Hierro y su técnica secreta a la vez, lo he notado cuando me ha golpeado, sus toques no tenían la dureza de las otras veces – pensaba mientras lanzaba varios ataques seguidos – Necesita desactivarlo aunque sea durante el tiempo que dura el ataque... tendré que aprovechar para atacar en ese minúsculo intervalo...”

El viento generado por la oleada de ataques del Caballero Negro estaba levantando las semillas recién plantadas y removiendo la tierra sin control.

“¡Esas son las semillas que tanto me ha costado plantar! ¡Pagarás por esto!”

Bill continuaba acercándose, y preparaba sus manos para un nuevo ataque mortal. Cuando se acercó lo suficiente y se dispuso a realizar su movimiento, notó que el Caballero Negro no atacó de nuevo, sino que sonrió.

“¡Mierda! ¡Es una trampa!”

“¡Te tengo!” exclamó y ejecutó un corte vertical con la espada.

viernes, 27 de febrero de 2009

Concierto Discípulos de Salieri 30/01/2009

Un mes después, pero aquí está, el reportaje sobre el concierto de Discípulos de Salieri del 30/01/2009, al que fui teniendo examen ese mismo día y al siguiente xD pero que no me impidió pasar un buen rato. Aquí os dejo con las fotos y los vídeos que hice, y los que el caballero de la rosa me envió de Mía. Disfrutadlo!!!











Célebre toda la actuación en general, pero se echó de menos la armónica en Antídoto, y nunca os perdonaremos que no la hayáis metido en el disco xD



Creo que estás tres fotos seguidas demuestran que teníamos cierto favoritismo por nuestro profesor y teclado xD



Y desde aquí, las fotos son cortesía de Mía ^^






lunes, 23 de febrero de 2009

This is... ESPAÑA!!!

Muy buenas, por fin tengo tiempo para hacer los reportajes ^^ En este en particular, mostraremos algunas de las peculiaridades de nuestro pequeño "gran" país. Juzgad vosotros mismos.


Esta es una de mis notas de este cuatrimestre, como se puede apreciar, a pesar de que es un 5, la asignatura está suspensa, pero eso no es lo peor, hubo compañeros que suspendieron con un 5 y pico, un 6, un 6 y pico, y el récord lo tuvo una desafortunada muchacha que suspendió con un 7'35!!! El que quiera saber por qué, que pregunte, que es muy largo para contarlo aquí.


Y aquí una oferta del supermercado, en la que podemos comprar una undidad de producto por 1'09 € y dos por... 1€!!!

domingo, 22 de febrero de 2009

Episodio LXXXIII

Vale, iba a salir a primera hora pero no ha podido ser, ha sido una semana de transición de cuatrimestre (no me gustan las transiciones, suelen salirme mal), he tenido que cambiarme de clase en una asingatura y tal (es que estoy en tres clases, por si alguno aún no lo sabe xD), no han abierto el aula de informática hasta el jueves creo... vamos, la semana en sí un caos... (tampoco he podido hacer los dos reportajes que tengo pendientes) pero la semana que viene ya sí que sí, tengo programada una pequeña obra de reforma en mi habitación que la inahibilatará durante unas 8 horas, y la he programado para el domingo aposta para tener el capítulo el sábado por la noche listo.

Título:

Tamaño: 10'25 (al menos siempre que hago esperar compensa :P)

Dedicado a: N/A

Episodio



LXXXIII



L

os caballeros volaron hacia el centro de la isla en dirección a las, que en pocos minutos pudieron ver a lo lejos. Pamela se balanceaba en el aire como si fuera una bandera. De pronto sintió que aterrizaban y que sus pies tocaban el suelo, pero cayó en redondo al suelo nada más pisarlo. Tanto sus ojos como su cabeza daban vueltas sin parar. Los caballeros se pusieron a su alrededor, tratando de examinarla.

“Se ha mareado...” dijo Gabriel.

“Parece que has ido demasiado rápido, Jonyo” dijo Fidel.

“Yo iba a la misma velocidad que los demás. No ha sido culpa mía”.

“Tardará un rato en pasársele el mareo – dijo Arturo tumbando a Peter a su lado – Dejémosla descansar. Tenemos nuestro objetivo en frente”.

Todos volvieron la cabeza. Unos metros más adelante comenzaba la pared de la barrera, cuya cúpula se extendía a kilómetros y kilómetros a los lejos, y en su interior se encontraron de nuevo con ruinas culturales de todo tipos, esculturas, cuadros, pedazos de iglesias, templos y mezquitas desperdigados por doquier y un silencio absoluto.

“No se ve ninguna de las torres exteriores desde aquí – observó el caballero de la rosa – Eso significa que estamos lo suficientemente lejos de cualquiera de los tres pueblos para que no nos descubran”.

“O no, puede que haya una tormenta en la zona de una de las torres e impida su visibilidad” dijo Fidel.

“Lo que sí que se ve siempre, sin importar donde estés – dijo Jonyo – Es esa torre de cristal que está en medio de todo. La veía desde Mariejoa, pero no imaginaba que se viera desde cualquier punto de la isla”.

“Una torre que se asemeja a un prisma, pero que sus caras son triángulos y acaba en pico. Curioso” añadió Gabriel.

“¿Atacamos ya o vamos a quedarnos mirando todo el día? – Dijo Fidel – Con un poco de suerte la destruiremos antes de que Peter despierte”.

“Aún no podremos atacar. Él se interpondrá” dijo Arturo.

“¿Él?” preguntaron todos.

Seagram apareció de pronto sentado sobre la pared de la barrera, como la última vez. Todos se giraron hacia su posición y se pusieron en guardia.

“Vaya, has vuelto, joven cazarrecompensas. Y muy bien acompañado”.

“¿Cómo es que puede mantenerse sobre la barrera como si nada?” se preguntó Fidel.

“Tranquilos. Bajad la posición – les dijo Arturo – No es él en realidad. Sólo es un holograma. La otra vez hizo lo mismo”.

“Si tan bien recuerdas nuestro último encuentro, también deberías recordar que no me hace falta estar presente para atacar”.

Dos pequeñas bombas con la mecha encendida se acercaron desde el interior de las ruinas, atravesaron la pared y se dirigieron contra el caballero del fuego.

“¡No juegues con nosotros!”

Arturo avanzó hasta las bombas, golpeó suave pero rápidamente a cada una y las envió contra el holograma, explotando poco antes de llegar a alcanzarle.

“Parece que no puedes controlar el tiempo que tarda la mecha en consumirse. Si nos movemos a suficiente velocidad, no podrás alcanzarnos”.

“Pero como ves ese tiempo es insuficiente para que las lances contra mí”.

Los caballeros se colocaron en posición y guardaron silencio, tratando de escuchar las bombas aproximarse.

“¡¿Es que nadie ha visto lo mismo que yo?! – dijo Fidel – ¡Las bombas han atravesado la barrera! ¡Eso es que se abre justo en el momento en que pasan!”

“No, Fidel, no se abre – le dijo Gabriel – Las barreras de energía no son como una cascada de agua que puedas atravesar”.

“Que sí, ya verás” dijo, y se acercó a la barrera esperando una oportunidad.

“Estúpido...” pensó Seagram.

En esta ocasión aparecieron 3 pequeñas bombas con la mecha encendida. Fidel esperó hasta el último instante y trató de atravesar la barrera en el mismo momento que lo hacían las bombas desde el otro lado. El resultado fue el caballero de la tierra despedido hacia el suelo por la onda de choque de la barrera.

“Ya te dije que no se abría – dijo Gabriel destruyendo las tres bombas con una sola rosa – Las barreras de energía están hechas para que no se pueda entrar pero sí se pueda salir. Son como los cristales de las salas de interrogatorio. Tú crees ver un espejo rodeándote, pero desde el otro lado te están observando sin que lo sepas”.

De pronto Fidel escuchó un pitido intermitente que se iba acortando hasta volverse un sonido continuo. Al no saber lo que era, acercó la oreja a la arena para escucharlo mejor.

“¡¡Idiota!! – le gritó Jonyo – ¡¡Salta!!”

La mina explotó delante de todos dejando una nube de fuego a su paso. Cuando se disipó, no quedaba nada de Fidel.

“Uno menos” dijo Seagram.

“No cantes victoria tan pronto”.

En el cielo estaba Gabriel, sujetando al caballero de la tierra por la pierna.

“Será mejor que estés más atento. La próxima vez no te salvaré”.

“Va... Vale” dijo estando boca abajo.

“Por otro lado... – reflexionó el caballero de la rosa – Ese tipo es peligroso. No se ha movido ni un centímetro, y ataca con una fiereza incalculable”.

“¡Seré clemente con vosotros! ¡Abandonad este lugar ahora mismo y os perdonaré la vida!”

“Lo siento, pero no podemos hacer eso – dijo el caballero del fuego – Hay una persona que no podrá dormir por las noches mientras no destruyamos esta barrera”.

El caballero del rayo quiso tomar la iniciativa y atacar, pero al desplazarse, notó que pisó algo metálico.

“Tienes que tener cuidado por donde pisas – le dijo Seagram, burlándose – Normalmente activo yo mismo las minas, pero si las pisas me lo ahorras. En cuanto trates de salir de ahí te quedarás sin una pierna”.

“¿En serio?”

Jonyo desapareció de su posición y la mina explotó al desparecer también la presión de su pie. El caballero apareció de nuevo en el aire un instante después.

“Ya te lo ha dicho Arturo, pero te lo repetiré yo. Esas minas son demasiado lentas para nosotros”.

“Además – dijo Arturo elevándose, al ser el último que había quedado en tierra – Si permanecemos en el aire, tus minas no podrán nada contra nosotros”.

“Sí, es cierto, ¿pero qué me decís de ella?”

Pamela se había levantado, seguía mareada, pero trataba de despejarse andando de un lado para otro para recuperar el equilibrio, y no se había dado cuenta de lo que ocurría. De pronto empezó a escucharse el pitido intermitente y todos se alarmaron.

“¡Pamela! – exclamó el caballero del rayo y voló rápidamente hacia ella – ¡Bastardo! ¡Atacas al débil!”

La mina estalló justo en el instante en que el caballero alcanzó a la pequeña, devorando a ambos una nube de fuego.

“¡Jajajaja! – reía el joven del pelo a lo afro – ¡Las cosas cambian!”

El fuego se disipó y se descubrió la figura del caballero del rayo con Pamela en brazos, estando ella ilesa, y él con una herida en la cabeza.

“¡Jonyo! ¡Estás herido!” exclamó Arturo.

“No es nada, uno de los pedazos de la bomba debió golpearme al estallar. Pero esto... ¡no te lo voy a perdonar!”

“Jonyo... Gracias” le dijo la pequeña.

“¡Espera, Jonyo! Yo sé una manera de detener todas las bombas que haya enterradas por los alrededores de una vez – Fidel bajó a tierra, se agachó y posó la palma de su mano en el suelo – Recordad que soy el caballero de la tierra. Dejadme esto a mí. Os compensaré mi error de antes”.

Los caballeros vieron su postura y parecían haber descubierto sus intenciones.

“Espera, Fidel, ¡no lo hagas!” le gritó Arturo.

Sabaku Rou...”

La arena se comprimió, aprovechando todos los espacios vacíos entre los granos, creando una capa de arena endurecida que abolló todas las minas enterradas con la misma facilidad que una apisonadora pasando sobre ellas.

“¡Noooo!” gritaron todos.

Todas las bombas que había en el radio de acción de la técnica empezaron a explotar una detrás de otra. El caballero del fuego, ayudado por el caballero de la rosa, fue capaz de rescatar el cuerpo de Peter a tiempo, antes de que varias minas que había bajo él estallaran. En cuestión de segundos, todo el lugar se había convertido en un mar de llamas con explosiones y nubes de fuego por todos lados.

“¡Todas tus bombas han sido inutilizadas! – Gritó el caballero orgulloso – ¡¿Qué piensas hacer ahora?!”

“Je, has creado el caos en toda la zona, has puesto en peligro a tus compañeros, y todavía te sientes orgulloso de tus actos, eres uno de esos estúpidos con los que hay que tener cuidado. Sin embargo, tienes razón. Al destruir todas las minas del lugar, mis posibilidades de victoria son casi nulas. No obstante, las vuestras de destruir la barrera son inferiores a cero absoluto. Me marcho por el momento, pero nos volveremos a encontrar”.

El holograma se volvió borroso y posteriormente se desvaneció tan rápido como había aparecido. Las explosiones ya habían cesado y sólo quedaban finos hilos de humo por la zona. Los caballeros se mantuvieron en el aire, salvo Gabriel, que al ser el único que tenía las manos libres, bajó hasta donde se encontraba el caballero de la tierra y empezó a calentar la muñeca moviéndola en círculos.

“¿Qué pasa, Gabriel?”

“¡¡¡No vuelvas a hacer algo así sin avisar!!! – gritó a la vez que le daba un puñetazo en la cara que lo tiró al suelo – ¡¡¡Casi te cargas a Peter!!!”

“Va... Vale” dijo por segunda vez.

Jonyo y Arturo descendieron también. El caballero del rayo dejó a Pamela en tierra y el caballero del fuego tumbó a Peter a su lado.

“Cuida de él, por favor” dijo Jonyo.

“Y será mejor que no os mováis de aquí pase lo que pase – dijo Arturo – No sabemos el alcance que ha tenido el ataque de Fidel, es posible que alguna mina cercana haya soportado la presión o que simplemente no haya sido alcanzada con suficiente fuerza. Por si acaso, nosotros nos mantendremos en el aire todo el rato”.

“Ya no hay nadie que nos moleste – dijo Gabriel – Hagamos lo que hemos venido a hacer”.

Los cuatro se elevaron de nuevo y empezaron a concentrar energía. Fidel hizo que un poco de arena ascendiera y se acumulara en su brazo, formando un gran pincho alrededor de su espada. Jonyo elevó la espada al cielo. Un rayo cayó sobre ella y se cargó de electricidad. Arturo creó una bola de fuego en su mano y Gabriel preparó una rosa.

“¡¡¡¡Al ataque!!!!” exclamaron los cuatro a la vez.

Fidel trató de atravesar la barrera con el pincho de arena comprimida. Jonyo lanzó el rayo, Arturo lanzó la bola de fuego y Gabriel lanzó la rosa, atacando cada uno a un punto distinto. El pincho de arena se iba deshaciendo mientras Fidel avanzaba, hasta que su espada chocó con la pared y le rechazó. El rayo de Jonyo fue devuelto, obligando al caballero a esquivarlo, y la bola de fuego fue desviada contra la rosa, haciéndola cenizas antes de que pudiera llegar a hacer algo.

“Todo ha sido inútil...” dijo Pamela resignada.

“Si los elementos no sirven – dijo Arturo – ¡Prueba un poco de nuestra energía!”

Los cuatro cargaron ondas de energía y atacaron sin cesar a la barrera como si de una ametralladora se tratase, sin importar a donde daban. El resultado no fue muy distinto. Las ondas se quedaban detenidas un instante al chocar contra la pared y después explotaban en centenares de pedazos que se dispersaban por la zona.

“¡Vamos! – Les animaba Pamela – ¡Vosotros podéis!”

Finalmente, el presidente abrió los ojos lentamente y descubrió a los caballeros atacando sin cesar.

“¿Qué estáis haciendo?” dijo al despertarse.

“¿No lo ves? – Dijo Fidel – Estamos tratando de destruir esta barrera para que dejes de sufrir”.

“Hacer eso no es posible. Parad por favor”.

“Antes de que te secuestraran estabas a punto de decirnos cómo podíamos destruirla – recordó Gabriel – Si nos lo dices ahora, pararemos”.

“No se puede destruir. No recuerdo que dije en aquél momento – mintió – Puede que me equivocara o que me entendierais mal”.

“Entonces parece que tendremos que seguir atacando hasta que ceda” dijo Jonyo cargando un nuevo rayo.

“¡No! ¡Dejadlo! ¡Moriréis antes de conseguir siquiera hacer un diminuto agujero! ¡Ya estamos todos aquí! ¡Ya sabemos donde está el barco! ¡¿Por qué no nos vamos de una vez?!”

“¡Peter!” le gritó Arturo para que se callara.

El caballero del fuego descendió hasta él y posó sus manos en sus hombros, obligándole a mirarle a los ojos.

“Escucha. Huir de tus problemas no aliviará tu dolor. Vamos a destruir esta barrera porque eres nuestro amigo y porque sabemos que te provoca un sufrimiento insoportable. Vamos a destruirla con o sin tu ayuda, sólo que sin ella, tardaremos un poco más. Tú decides”.

El presidente bajó la cabeza y no contestó. Arturo esperó unos segundos, y al ver que no respondía, le soltó y volvió al ataque.

Peter se quedó callado durante unos minutos, sin escuchar el ruido que hacían los ataques de sus compañeros, sin escuchar sus gritos al ser rechazados por la barrera, ni su aliento jadeando al volver a levantarse. De pronto Pamela le dio un bofetón cruzándole la cara.

“¿Es que no lo ves? Ellos están haciendo esto por ti, ¿y tú te quedas ahí sin ni siquiera animarles? Me das asco”.

Aunque el presidente no reaccionó del todo, al menos subió la cabeza y observó la situación.

“No...” pensaba mientras veía como el caballero del rayo era despedido hacia atrás por la barrera de nuevo, mientras veía como caía al suelo, y como se levantaba para atacar otra vez.

“Esta vez sí que sí, ¡rosa negra!” exclamó Gabriel.

La rosa negra fue directa hacia la barrera, impactando contra la pared de la misma, y siendo devuelta también contra su emisor, que la esquivó en el último momento, sin poder salvarse de un corte horizontal en la mejilla.

“Si Reik estuviera aquí podríamos intentar el ataque con el que derrotamos a la teniente...” dijo el caballero de la rosa.

“Podemos intentarlo aunque no esté – le animó Jonyo – No tendrá la misma fuerza, pero tampoco será en vano”.

“Está bien” aceptó y lanzó una rosa para trazar el recorrido.

Arturo lanzó una bola de fuego y Jonyo lanzó un rayo que la envolvió, creando un ataque combinado que fue directo a la barrera.

“La próxima vez haced este ataque a ras de tierra, o yo no podré colaborar” dijo Fidel.

El caballero de la tierra lanzó una onda para reforzar el ataque un instante antes de que éste impactara contra su objetivo. Los ojos de todos se iluminaron ante esta última esperanza. El ataque impactó provocando una fuerte explosión que desencadenó una nube de fuego y una de humo después, acompañado todo de un fuerte viento.

“¿Ha funcionado?” se preguntó el propio Peter.

La nube de humo se despejó, mostrando la barrera intacta, sin un solo signo de daño. Los caballeros se derrumbaron durante un instante, pero inmediatamente recuperaron el ánimo al recordar por lo que luchaban, sacaron sus espadas y se lanzaron de nuevo al ataque. Los cuatro trataron de destruir la barrera con la fuerza bruta, al ser el último recurso que les quedaba. Dieron un fuerte espadazo vertical a la pared y enseguida empezaron a notar que la onda de choque les empujaba hacia atrás. Sin embargo, ellos aguantaron y aumentaron la presión en la espada.

“No...” volvió a decir el presidente.

Fidel fue el primero en ceder y ser despedido por la onda de choque. Le siguió Gabriel, unos pocos segundos después. Jonyo aguantó medio minuto más y Arturo fue el último en caer. Todos fueron rechazados, pero todos se detuvieron en el aire, sin permitir que la onda de choque les tirara al suelo, y volvieron volando al ataque a toda velocidad.

“¡¡¡¡PARAD YAAA!!!!” gritó finalmente con todas sus fuerzas.

Los caballeros cesaron sus ataques por un momento, impactados por la fuerza del grito del presidente.

“Parad... – susurró esta vez – Así no conseguiréis destruirla”.

“¿Así no? – dijo Jonyo sonriendo – Eso quiere decir que de otra manera sí lo conseguiríamos, ¿verdad?”

“No... Me han pillado – pensó y después dijo – ¡No! ¡No hay ninguna manera!”

“Entonces déjanos seguir con lo que estamos haciendo”.

El caballero del rayo tiró una nueva onda contra la barrera, que fue devuelta contra él, colmando el vaso y tirándole finalmente al suelo, cayendo inconsciente cerca de donde estaba el presidente.

“Está bien... – cedió al ver vapor saliendo del cuerpo de Jonyo – Os lo contaré”.

De repente el caballero del rayo abrió los ojos, sonrió y se levantó como si nada.

“¡¿Pero qué...?!”

“Sabía que acabarías cediendo, así que me tiré al suelo a propósito”.

“¡¡¡¿Estabas fingiendo?!!! ¡¡Serás...!!”

“¿No creerías que algo así acabaría conmigo o con cualquiera de nosotros tan fácilmente?”

“Jajaja, ¡muy buena! – le felicitaron sus compañeros – ¡Todos estábamos pensando lo mismo!”

“Gracias, gracias” se pavoneó el caballero.

“Yo iba a tirarme ahora mismo – dijo Fidel – pero te me has adelantado...”

“Hasta yo me había dado cuenta de que era un engaño” dijo Pamela.

“Este es un mensaje de todos nosotros para ti – dijo Arturo – Si no has sido capaz de darte cuenta de que Jonyo estaba fingiendo, ¿cómo estás tan seguro de que la barrera es indestructible?”

“Vale... Vosotros ganáis, pero exijo dos condiciones” dijo mostrando los dedos índice y corazón.

“¿Dos condiciones? – Preguntó Gabriel - ¿Dos condiciones de qué?”

“¡Primera condición! – Exclamó levantando sólo el dedo índice – Esta barrera no es lo único que amenaza la libertad de esta isla, también ese maldito tesoro corrompe a los aldeanos, sobre todo a los del clan StormReaver. Si no lo encontramos nosotros primero, algún pueblo podría utilizar su poder indebidamente y desatar una masacre innecesaria. Por tanto, no diré ni una palabra hasta que no sepamos donde está”.

“¿Y la segunda?” preguntó Fidel.

“¡Segunda condición! ¡Quiero que esta niña no esté presente en nuestra conversación!” dijo señalándola fríamente.

“¡Halaaaa! ¡Eso no es justo! ¡¿Me estás discriminando por ser pequeña?!” exclamó ofendida.

“¡Sí! ¡Lo estoy haciendo! ¡¿Alguna objeción!? ¡Esto no es cosa de niños! ¡Además podrías usar la información a favor de tu pueblo, y tampoco quiero eso!”

La pequeña se quedó agachada, cabizbaja, removiendo la arena con el dedo para entretenerse.

“Eso no es justo... Yo no te he hecho nada para que pienses así...”

“Es mi última oferta”.

Los caballeros se miraron entre ellos y asintieron con la cabeza.

“Vale, Peter, aceptamos – dijo Arturo – Primero averiguaremos donde está el tesoro y luego nos dirás como romper la barrera”.

“¡Halaaaa! – volvió a quejarse la pequeña – ¿Os ponéis de su lado?”

“No ha pedido nada extraordinario – le dijo Jonyo – Sólo quiere prudencia y que no veas cómo nos dice cómo destruir la mayor obra de su vida. Es algo muy duro y entiendo que no sea capaz de hacerlo delante de alguien que apenas conoce. Intenta comprenderlo”.

“¡Entonces vamos a mi pueblo!” exigió ahora ella.

“¿Para qué?”

“No creo que vayáis a poneros a buscar el tesoro aquí, en medio de la nada. Digo yo que tendréis que descifrar la clave, y si no puedo estar presente, no me voy a quedar sola en medio del desierto, o en mitad de Midgar, donde nadie me quiere, correría peligro. Iremos a mi pueblo”.

“En parte tiene razón – dijo Gabriel – Ya hemos molestado bastante a Shinkan, y no creo que JesuCristo quiera volvernos a ver por ahí. Cambiar de aires es una buena opción, además, es posible que el viento puro de la montaña nos aclare las ideas”.

“¿Alguien tiene una idea mejor?” preguntó Fidel.

“Sí, yo – dijo Peter – Cuando estuve cautivo, Alá me dijo que ellos ya sabían donde estaba el tesoro, tal vez si le preguntáramos...”

“Claro – saltó Jonyo – Destruimos su aldea y él nos lo agradece dándonos información privilegiada. Prueba, seguro que accede a ayudarnos”.

“Más importante que eso – dijo Arturo – No sabemos si lo que te dijo era cierto o era sólo para asustarte. Aún en el caso de que fuera verdad, tal y como dice Jonyo, sería perder el tiempo. En el mejor de los casos nos echarían a patadas, y en el peor, tratarían de secuestrarte otra vez... Hagamos lo que dice Pamela”.

“Sabia decisión, caballeros – dijo la pequeña – Y esta vez... ¡volad más despacio!”

Bill, la princesa y el Caballero Negro se miraban mutuamente mientras éste último avanzaba hacia ellos sonriente. Bill dio un paso al frente y se puso delante de la princesa, con intenciones de protegerla.

“Es curioso – dijo Bill – No recuerdo haberte preguntado cómo podía llamarte. ¡Te he preguntado quien eres! ¡Tú no eres un caballero!”

“Mi verdadero nombre no es algo que deba importarle a alguien como tú. Ahora, después de lo que me ha costado encontrarte, quiero que hablemos”.

“Ahora que lo pienso, estamos muy lejos del pueblo, no creo que nos haya encontrado de casualidad” dijo la princesa.

“Parece que sólo me busca a mí – comentó el joven – ¿A quién has torturado para decirte donde estaba?”

“Esa doctora era muy amable” dijo el Caballero Negro.

“¡¿Qué le has hecho a nuestra Doctora?!” exclamó la princesa.

“Nada. Ya os he dicho que fue muy amable. Ella misma me indicó cómo llegar hasta aquí. No tuve que hacerle nada. Y lo mismo pasará con vosotros. Si cooperáis no os pasará nada”.

“¿Qué es lo que quieres?” le preguntó Bill.

“Quiero... ¡el cuerpo inerte del caballero del hielo!”

Bill y la princesa se miraron, como si no entendieran lo que estaba pasando, y después miraron de nuevo al Caballero Negro.

“Me temo que eso no va a ser posible – intentó explicarle Bill – dado que...”

“No me importan tus excusas – le detuvo el Caballero Negro mientras desenvainaba su espada, sin dejarle explicarse – Si no me lo quieres decir por las buenas, tal vez cambies de opinión cuando estés a punto de morir”.

Bill y la princesa volvieron a mirarse, tratando de aguantar la risa tan bien como podían. Finalmente, se calmaron al ver que la confrontación era inevitable, se encogieron de hombros y miraron los dos a su adversario.

“Está bien... ¡Ven!” dijo Bill y el Caballero Negro se lanzó contra él.



Sabaku Rou = Prisión del desierto