domingo, 12 de julio de 2009

Episodio C

Ufff, por un momento llegué a pensar que este capítulo nunca saldría xD Es lo que tiene meterse en un jaleo gordo (encima por segunda vez...) Luego traté de escribirlo entre semana, pero volviendo del curro no hay manera... Pero hoy no podía fallar ^^ Por fin, y después de 4 - 5 años, hemos llegado al Episodio 100 de Los Caballeros, por cortesía del autor, enviado por MP a los lectores habituales.

Recientemente he averiguado que mis problemas con el script nuevo de Blogger se reducen a que las cosas se hacen de otra forma xD Llevaba negándome mucho tiempo a actualizar el script del blog porque no me aceptaba los gadgets ajenos, y resulta que no me los aceptaban porque no se agregaban de la misma forma. He probado con La Crítica de Rivas y todo ha salido bien, y el script está actualizado y el gadget de estadísticas está completamente operativo. El de este blog tardará un poco porque al actualizarlo te borran el diseño entero y hay que crear todas las columnas de nuevo ¬¬ Así que esperaré a terminar el volumen para que así las "obras" se realicen durante las "vacaciones" y no molesten a nadie. Eso sí, la columna de Episodios Anteriores no se actualizará hasta la reforma, para no sumarme trabajo.

Título: The Icecold Discord

Tamaño: 7 (por culpa de los 11 días de baja no ha podido ser más largo, a pesar de que debía celebrar el pleno de presentadas)

Dedicado a: A todo el que lo lea :D

Episodio

E

l holograma de Seagram se desvaneció. Reik estaba irritado, encendió un cigarro, aspiró una buena calada, contuvo el humo y extendió el brazo con la palma de la mano abierta hacia la torre.

“Chaval… El cristal lo rompe hasta una piedrecita…”

Lanzó una potente onda de energía contra la torre que estalló con el impacto, liberando una nube de fuego que el caballero decoró liberando el humo del cigarro con un soplo de respiro.

“Hala… Adios torre… ¿Nos vamos ya?” dijo volviéndose

“Reik, creo que no ha salido todo como esperabas” dijo Arturo señalando a la torre.

El caballero se volvió con una mirada de odio y pudo comprobar que, contrario a sus predicciones, la torre seguía en pie.

“No tiene ni un arañazo…” dijo el sacerdote.

“Vaya, parece que es cristal blindado… Puede que esto lleve un poco más tiempo del que esperaba, pero seguro que puedo derribarla como hice con la anterior”.

El caballero empezó a inspeccionar la torre, buscando grietas o impurezas por las que pudiera introducir hielo y recurrir a la gelifracción una vez más, pero por más que daba vueltas por la base, o que recorría volando todas las paredes, no era capaz de encontrar el más mínimo desperfecto en la torre, ni una junta, ni un arañazo.

“¡¡¿Qué coño pasa aquí?!! ¡¡¿Esta torre es una sola pieza o qué?!! ¡¡¿Cómo coño la construyeron?!!”

“Creo que es vidrio soplado…”

“Con que sí, ¿eh? Pues vas lista si crees que por ser ua sola pieza puedes escapar del gran poder del hielo, ¡torre de mierda! ¡Te congelaré entera y luego lanzaré un ataque contra la torre que te hará cachitos junto al hielo”.

“No sé por qué, pero creo que no saldrá del todo bien…” murmuró Arturo.

El caballero del hielo comenzó a lanzar sus ondas mezcladas con su poder de hielo, y cada una que estallaba contra la pared congelaba los alrededores. Lanzó y lanzó una lluvia de ondas hasta que toda la torre fue recubierta de una capa de hielo abrupta, con salientes punzantes, que, bajo la opinión del caballero, le daba un toque agresivo a la torre.

“Que bien queda la torre así… – suspiraba orgulloso de su creación – Lástima que haya que destruirla…”

El caballero volvió a donde se encontraban Arturo y el sacerdote y encendió su cigarro de la victoria.

“Arturo, haz los honores, con una onda ordinaria servirá”.

“Está bien…” susurró no muy convencido.

El caballero del fuego lanzó una onda de energía contra la torre, que estalló con el impacto, liberando una nube de humo y una lluvia de cristales de hielo en todas direcciones.

“Hala, ya no hay nada divertido que hacer aquí… Me voy a ir yendo…”

“Espera – le detuvo el sacerdote – El humo se está despejando”.

Reik se volvió para comprobar su éxito, pero se encontró con todo lo contrario. La capa de hielo había sido destruida, pero la torre estaba intacta, con algún pedazo de hielo aún pegado.

“Parece que las cosas no han salido como pensabas…” dijo Arturo.

“¡Ridiculo! Si la torre no se ha hecho pedazos junto con el hielo, significa que no se ha congelado, pero eso significaría que es inmune a las temperaturas, y para serlo debería tener un material aislante que no tiene, ¡tiene que haber un error!”

A pesar de haber fallado en su intento, el caballero del hielo no se rindió. Continuó examinando los efectos de su estrategia, por escasos que fueran. Pensaba que tal vez no hubiese destruido la torre, pero seguro que la había causado algún daño. Buscó fragmentos de cristal entre el hielo, grietas en la pared, o algún pedazo de hielo clavado que hubiera traspasado el vidrio. Registró toda la torre sin dejarse un solo rincón pero sólo consiguió retirar algo de escarcha en la cima.

“¡Mierda! ¡No ha servido de nada!” exclamó furioso dando un puñetazo a la torre.

Al dar el puñetazo notó una sensación distina que le hizo meditar. De pronto se puso a examinar de nuevo distintas partes de la torre, pero esta vez no parecía estar buscando partes debilitadas, pues únicamente se limitaba a tocar la pared en distintas zonas con la palma de la mano unos segundos. Arturo y el sacerdote le miraban perplejo, sin saber que ocurría.

“¿Qué haces ahora?” le preguntó su compañero.

“¡Jajajajaja! ¡La torre está fría!”

“¿Cómo fría?” insistió en su intentó por comprender de qué hablaba exactamente el caballero del hielo.

“Sí, el hielo la ha enfriado. Lo que significa que no es inmume a las temperaturas. Únicamente ocurre que el refuerzo de energía que le da la barrera hace que su punto de solidificación sea más bajo”.

“¿La torre da energía a la barrera y la barrera protege la torre?”

“Sí, es una retroalimentación. Muy bien pensado, sabiendo que la torre es una cámara sellada en la que no entrará nadie nunca, era una buena manera de asegurarse de que en el caso de que alguien llegase hasta así, sus esfuerzos fueran mermados”.

“¿Y de qué nos sirve saber que la torre puede congelarse si no tienes poder suficiente para llegar a su punto de solidificación?”

“Si las temperaturas le afectan, por poco que sea, existe una posibilidad de destruirla, pero necesito tu ayuda, Arturo”.

“¿Que tengo que hacer?”

“Calienta la torre con tus llamas lo más que puedas”

“Si el hielo no ha fincionado, ¿qué te hace pensar que el fuego lo hará?”

“No funcionará. Por eso te digo lo más que puedas. Hazlo y verás. Consigue que la torre arda más que el mismo infierno”.

“No entiendo muy bien a donde quieres llegar, pero tampoco se me ocurre nada mejor a mí – dijo extendiendo los brazos hacia el frente – ¡Flowing Flame!”

Una corriente de fuego salió de sus manos y empezó a calentar la torre desde la base. Con el primer roce, todos los restos de hielo que quedaban pegados se derritieron al instante.

“Tardaré un buen rato… Antes de empezar a calentar la torre tengo que contrarrestar el frío que le has metido tú…”

“Ese frío ha sido necesario para averiguar como tirar la torre, no te quejes tanto y quema”.

De pronto, dos explosiones surgieron cerca de Arturo, pillándole desprevenido y engulléndole en una deflagración.

“¡¿Qué ha sido eso?!” exclamaron Reik y Shinkan al escuchar el sonido de la explosión.

Al disiparse el fuego y el humo, Arturo apareció tendido en el suelo, con parte de la ropa quemada y todo el cuerpo manchado por la ceniza.

“Creía que esta zona estaba desprotegida por la seguridad excesiva que hay en el exterior – dijo Arturo mientras trataba de ponerse en pie – Pero estaba equivocado, ¡¿verdad, Seagram?!” exclamó mirando de nuevo a la cima de la torre, donde se había presentado de nuevo.

“Por supuesto, todo eso lo habías dicho tú sólo, en ningún momento yo lo confirmé. Esta es la zona mejor protegida de todas. No sé que plan tenéis para tirar la torre y no creo que funcione en absoluto, pero no puedo permitiros el beneficio de la duda, ¡acabaré con vosotros y la barrera seguirá aquí por y para siempre!”

“Vaya… – dijo el caballero del hielo – Parece que tendré que cubrirte…”

Fidel, Jonyo y Pamela observaron el estado de su oponente. Veían que tenía cortes profundos en varias partes de su cuerpo, que le faltaba un brazo y que estaba agotado.

“¿Qué clase de batalla habéis librado vosotros dos?” preguntó el caballero del rayo.

“Rematar entre los tres a alguien que está tan debilitado me parece ensañamiento” opinó el caballero de la tierra.

“Id con cuidado – dijo el caballero de la rosa, al cual habían dejado descansando apoyado en el trozo de pared de una mezquita – No importa cuanto le ataquéis, seguirá levantándose, y no importa cuanto le hiráis, nunca sangra”.

Aquel comentario hizo cambiar de actitud a los refuerzos, que se pusieron rápidamente en guardia.

“Pamela, ¿sabes algo de sus habilidades?” preguntó Jonyo.

“Lamento decepcionarte, pero este hombre ya es un misterio para su propio pueblo, imagínate para los demás. Había oído rumores de que ningún arma era capaz de herirle y que era inmortal, pero nunca pensé que se acercasen tanto a la realidad”.

“¿Es inmortal?” preguntó Fidel.

“¡Pues claro que no! – Exclamó la niña – Nadie es inmortal, acabo de decir que sólo eran rumores”.

Alá no quiso esperar a que terminaran de hablar de él. Alzó el brazo y el Kienzan se formó sobre la palma de su mano. Inmediatamente, lo lanzó contra Fidel a la desesperada.

“¡Cuidado! – le gritó Gabriel – ¡Esquívalo, Fidel!”

El caballero de la tierra se quedó mirando unos segundos al disco, que le parecía inofensivo, hasta que decidió hacer caso a su compañero por pura casualidad y dejó pasar el disco echándose a un lado, viendo después como cortaba el campanario de la mezquita sobre la que se apoyaba Gabriel como si fuera flan.

“¡¡Uuuooohhhh!! – Exclamó con la boca abierta – Menos mal que lo he esquivado…”

“¡¡Puede redirigirlo!! ¡Estad atentos!” volvió a advertir su compañero.

En efecto, el disco volvía para atentar contra un nuevo objetivo, el caballero del rayo, que trató de neutralizarlo lanzando una onda directamente contra el disco.

“¡A ver si puedes con eso!”

El disco avanzó a través de la onda, dispersándola en dos direcciones oblicuas, y continuó su avance hacia el caballero, que trató de escapar volando.

“Cualquiera que me vea… Huyendo como un cobarde… Pero no creo que ninguno de mis ataques sirviera para detener esto… Me está siguiendo – dijo al ver que su huída era inútil – Pero mientras me siga a mí, no seguirá a los demás, ahora mismo, es lo único que puedo hacer… ¡Que a alguien se le ocurra algo!”

Pamela veía como sus ahora compañeros de batalla hacían lo imposible por pensar una forma de enfrentar a su oponente y a la vez mantenerla a salvo sin que pareciese una carga. La pequeña sabía esto y no podía quedarse de brazos cruzados mientras todos se esforzaban al máximo.

“¡Es mi momento!” exclamó Pamela en sus pensamientos.

Pamela se quitó su diadema, que empezó a levitar sobre su mano y a girar sobre sí misma hasta volverse un aro de energía.

“¿Qué hace Pamela?” se preguntó Jonyo.

La pequeña apareció en medio de la trayectoria del ataque de su adversario. Agarró el aro con las dos manos y comenzó a dar vueltas para ganar impulso a la hora de lanzar su disco. Tras unas cuantas vueltas, soltó el aro en dirección al Kienzan.

“¡Diadema…! ¡Acción!”

Los dos discos dorados avanzaban el uno contra el otro, pero el aro lanzado por Pamela dejaba atrás una estela de polvo de estrellas.

“No importa la fuerza que le hayas puesto a ese aro al dar vueltas, no podrá competir con un tesoro imperial”.

Al chocar, la diadema de Pamela cedió en primera instancia, doblándose un poco hacia dentro, mientras saltaban chispas por la fricción. Sin embargo, el aro recuperó su forma a los pocos segundos, aumentó la velocidad de giro, y cortó en dos trozos simétricos el Kienzan de Alá, que se alejaron cada uno hacia un lado para terminar estrellándose contra el suelo cerca de Pamela. La Diadema Acción de la pequeña continuó avanzando por el aire ante la estupefacta mirada de su objetivo, que se había quedado anonadado y no se daba cuenta de que el aro avanzaba hacia su cuello. En un acto de compasión, Pamela giró el brazo y el aro le pasó dejándole únicamente un corte en la mejilla, que no sangró.

“¡Imposible! ¡No existe ningún arma convencional que sea capaz de derrotar a la piedra Magatama! ¡A uno de los tres tesoros imperiales!”

La diadema retornó hacia Pamela como un bumerán y dejó de girar sobre la palma de su mano. La pequeña la cogió con cariño y se la colocó de nuevo en la frente.

“¡No puede ser! ¡¿No será que…?!” exclamó al advertir un fulgor especial en la gema roja que había en el centro de la diadema.

“Es justo lo que estás pensando. Esta diadema está hecha con el cristal del Yata no Kagami, uno de los tesoros imperiales, igual que el tuyo”.

Tras ese descubrimiento, y después de haber visto como su arma se desvanecía ante sus ojos, Alá cayó de rodillas, rendido ante la clara superioridad de sus adversarios.

“Ya no tiene arma con la que atacar – dijo Fidel – Ahora ya no puede hacernos nada. No hay necesidad de matarle. Vámonos”.

Jonyo, Pamela y Gabriel miraron al que hasta ahora había sido uno de sus más fieros oponentes, de rodillas, derrotado, cabizbajo, impotente, y sin ninguna posibilidad de conseguir sus objetivos por la fuerza. Tras observarle unos segundos, se fueron sigilosamente, dejándole a solas con sus pensamientos.

En la zona limítrofe de la barrera, donde se erigía la torre de piedra, el pueblo cristiano buscaba a su mesías.

“La torre… No está” dijo uno al no encontrarla por ningún lado.

“Debió ser el temblor que notamos desde el pueblo” comentó una mujer.

“¿Quién habrá podido ser?”

“Más importante aún… ¿Qué ha sido de nuestro salvador? Él no habría permitido que esto ocurriera…”

“¿Significa esto que ya no está entre nosotros?”

“De no ser así, ¿dónde puede estar?”

“¡Yo sé que no ha muerto! – Exclamó una mujer con plena seguridad en sus palabras – ¡Él no moriría tan fácilmente! ¡Tiene que estar en alguna parte!”

Los demás peregrinos miraban hacia otro demostrando no estar tan convencidos como esa mujer.

“Muerto o no, – saltó un hombre para cambiar de tema y romper la tensión – sabemos por qué luchó, ¡por nosotros! ¡Y hemos venido a devolverle el favor! No se ve más que la torre central en pie, y cuando caiga, la barrera caerá con ella. En ese momento entraremos y nos haremos con el tesoro en honor a la memoria de nuestro Dios y su hijo!”

“¡No hables de él como si ya estuviera muerto!” insistió la mujer de antes.

“No sabemos donde está, así que tenemos que estar preparados para lo peor. Hasta que caiga la torre, puede aparecer, le daremos ese margen”.

“Aparecerá, estoy segura, más tarde o más temprano, pero aparecerá…”

Al otro lado de la barrera, el pueblo musulmán había llegado al lugar donde se levantaba la torre de madera.

“Es tan como dijo nuestro hijo… La torre ya no está, y parece que no es la única que falta…”

“¿Nuestro líder estaba luchando ahí dentro?” le pregutnaron de nuevo al niño.

El pequeño asintió con la cabeza y señaló al interior de la barrera.

“¿Y dónde está ahora? Yo creo que el niño solo quiere llamar la atención. No hay restos de sangre en las proximidades ni prueba alguna de que ahí dentro haya habido un enfrentamiento”.

“¿Estás llamando mentiroso a nuestro hijo? – le defendió su madre – ¿Cómo vas a encontrar evidencias de una batalla en un lugar que ya estaba en ruinas desde el principio?”

El hombre acusador se calló ante aquellos argumentos.

“No discutamos. Si mi hijo dica la verdad, – intervino su padre – la torre central caerá y la barrera desaparecerá. En ese momento podremos entrar a buscar a nuestro líder y conseguir el tesoro junto a él. Os pido a los que no creeis en sus palabras, que le demos una oportunidad”.

“Treinta minutos – dijo muy serio el que le acusaba de mentir – Ni uno más, ni uno menos”.

“Está bien, si en ese tiempo la barrera no ha desaparecido, yo mismo mataré a mi hijo por la ofensa causada”.

“Que así sea…”

domingo, 5 de julio de 2009

Episodio XCIX

Título: Nobody Beats

Tamaño: 7 (la semana que viene será bastante más largo ^^)

Dedicado a: N/A


Episodio XCIX






J

esuCristo divisó Midgar a lo lejos e hizo acelerar al chocobo. Esperaba una cálida bienvenida por parte de todos los peregrinos, como todo buen profeta merecía al regresar después de una dura batalla, pero por más que se acercaba notaba que nadie aparecía para recibirle, a pesar de estar a plena luz del día. Ya preocupado, volvió a acelerar y no paro hasta adentrarse de lleno en su hogar.

“Pero... ¿qué ha pasado aquí?”

El pueblo estaba vacío, no había nadie por las calles. Las casas estaban cerradas y había un silencio absoluto. Tras recorrer las calles principales gritando montado en el chocobo por si quedaba alguien y le oía, se bajó dejando a Peter sobre el animal y probó golpeando las puertas de algunos de sus conocidos.

“¡¿Hay alguien ahí?! – exclamaba mientras golpeaba con todas sus fuerzas – ¡¿Alguien puede oírme?!”

Tras probar en varias y cerciorarse de que nadie le contestaba empezó a pensar en lo peor. Sin embargo, no había signos de una batalla en la zona, y si fuera el caso, lo más seguro es que habrían mandado a alguien a buscarle

“¡¡¡¿Dónde está todo el mundo?!!!” gritó al cielo.

Cayó cabizbajo y observó el suelo por casualidad. Su propia aflicción le había impedido comprobar la prueba más evidente de la ubicación de sus conciudadanos. Una hilera de pisada confluía en la misma dirección. Las siguió corriendo hasta el final del pueblo, levantó la vista, y vio que se dirigían hacia la barrera.

“¡Oh, no! ¿Es que les ha entrado el espíritu guerrero a todos a la vez o qué?”

Volvió corriendo hasta el chocobo y se montó sin perder un segundo, pero cuando le mandó empezar a correr el animal cayó desfallecido. Había corrido desde Midgar hasta la torre de saikyum y había vuelto bajo el sol del desierto sin apenas descansar, y ya no podía dar ni un paso más.

“¡Mierda, ahora esto!”

Buscó por todo el pueblo pero no había ni un ejemplar en todo el lugar, los demás habitantes se los habían llevado todos y JesuCristo no tenía forma de alcanzar a su pueblo y hacerles volver a casa. Tampoco podía llevar a Peter al hospital, pues el único médico del pueblo también estaba ausente. Viendo que no tenía otra opción, fue a su propia casa y trajo agua y comida para el chocobo.

“¡Vamos! ¡Recupérate! – le gritó mientras casi le estrellaba el cubo de agua en el pico – ¡Te necesito para salvar a mi pueblo! Entre tanto, por favor no muráis ninguno”.

Gabriel volvió a colocarse en posición de combate, con la espada desenvainada y dispuesto a convertirla en los mil pétalos de rosa y atacar cuando fuera necesario.

“¿Técnica final? Vas a conseguir hasta que me entre la curiosidad?”

“Observa, pues...”

Alá alzó el Magatama, extendió la palma de su mano y la piedra levitó unos centímetros y empezó a girar a gran velocidad a la vez que se transformaba en una especie de disco de energía.

“¿Qué es eso?” preguntó Gabriel.

“¡Kienzan!” exclamó Alá y lanzó el disco contra él.

A pesar de ser un simple disco de energía girando sin cesar, el caballero notó algo extraño. Venía de frente y parecía fácil de bloquear. En un primer momento, Gabriel quiso detenerlo con sus propias manos, pero a medida que de acercaba desconfiaba aún más. En el último momento decidió esquivarlo, pero no pudo impedir que le hiciese un ligero corte en la mejilla. El disco siguió su andadura, y terminó cortando por la mitad una torre de las ruinas de una catedral cercana. Después, el disco regresó sobre la palma de la mano de su poseedor.

“Menos mal que lo has evitado, sino habría sido una victoria demasiado fácil”.

“Me habría cortado por la mitad...” pensaba el caballero.

“Antes dijiste que me derrotarías sin matarme, pero antes tendrás que preocuparte en no morir tú”.

“Cht...”

“¡Desaparece!” exclamó y le lanzó el disco de nuevo.

En esta ocasión, el caballero no esperó a que el disco se acercara. Saltó para evitarlo y ya se quedó en el aire. El disco le pasó de largo, pero nada más pasarle empezó a corregir su trayectoria, siguiendo a Gabriel.

“No importa que puedas volar o lo mucho que esquives, ¡el disco te seguirá hasta acabar contigo!”

El disco volvió a tratar de cortar al caballero, que salió volando mientras era perseguido.

Trató de despistar a su perseguidor pasando por el interior de algunas ruinas, bordeando

otras para que al disco no le diera tiempo a girar y se estrellara pero todo era inútil. No importaba lo que se pusiera en su camino, pasaba a través de ello cortándolo como si fuera un flan.

“Si esta es tu última técnica... me has decepcionado...”

Gabriel lanzó una pequeña bola de energía contra la arena, justo delante de su adversario, que al explotar levantó una nube de arena por toda la zona. En ese mismo instante, el disco perdió su rumbo y el caballero pudo escapar de él.

“Primer punto débil – dijo el caballero desde el aire – Como no puedes sentir la energía, al perder la visibilidad del objetivo tu ataque se vuelve inútil”.

La nube de arena no tardó en disiparse y Alá recuperó el control del disco.

“Gracias por el consejo, ¡te costará la vida!” exclamó y bajó el brazo con el que controlaba el disco con rapidez.

El disco apareció de lo más alto del cielo y bajaba a gran velocidad hacia el caballero. En el último momento sonrió y voló en dirección a su adversario.

“Segundo punto débil, puede volverse contra ti”.

“¡Ja! ¡Pretendes alejarte en el último momento para que me de a mí! ¿Y crees que un plan tan tonto va a funcionar?”

En efecto, el caballero subió al cielo en el último instante, pero su adversario ya lo había previsto y hacía un rato que el disco no le seguía a él, sino que le esperaba en el cielo para cuando esquivara. Para cuando Gabriel se dio cuenta de que el disco le venía de frente en vez de por detrás ya era demasiado tarde y terminó traspasándole como si fuera incorpóreo.

“¡Ah! ¡Era una ilusión! He caído en un truco barato...”

“Pues claro que era un truco – dijo el caballero mostrándose delante de él, ya en tierra – El disco está recubierto de energía, sabía donde estaba en todo momento”.

“¿Pero cuando hiciste la ilusión?”

“En el instante en que tú te esforzabas en corregir la trayectoria del disco para que no te cortase por la mitad”.

“Interesante... Esta vez iré en serio, conseguiré que te alcance”.

“Yo también iré en serio. Te he mostrado el peligro de los dos puntos débiles por separado. Ahora verás que si los juntas es tu perdición”.

Gabriel volvió a volar directo a su adversario, asegurándose de que el disco le seguía de cerca. Mientras se acercaba, lanzó una bola de energía una vez más cerca de su adversario, levantando con la explosión una nube de arena que anulaba su visibilidad. Inmediatamente, elcaballero salió de la trayectoria del disco, que fue directo a la nube de arena.

“Aunque no lo vea – exclamó Alá mientras se cubría los ojos para que no les entrase arena – ¡puedo oír su zumbido!”

Saltó saliendo de la nube de arena, mucho antes de que el discosi quiera entrase, pero Gabriel le esperaba arriba, previendo sus movimientos, y le asestó un codazo en la cabeza, mandándole de nuevo hacia la nube de polvo. Mientras caía, podía ver el disco acudiendo en la misma dirección.

“Por culpa del golpe en la cabeza no puedo controlar el disco bien... Si no hago algo mi propia técnica me cortará por la mitad”.

Viendo que si no hacía algo perdería la mitad de su cuerpo, decidió sacrificar solo una parte. Estiró su brazo izquierdo y lo utilizó para impedir que su cuerpo entero se estrellara contra el suelo. Todo el peso y la fuerza del impacto cayeron sobre el brazo, rompiéndose la mayoríande los huesos. De no haberse roto, podría haberse impulsado de nuevo hacia arriba, pero no fue así y el disco le secccionó el brazo izquierdo. Tras esto el disco dejó de girar y volvió a convertirse en una piedra. Alá se levantó derrotado, pero con ganas de seguir luchando hasta morir.

“No sangras, no pareces sentir solor, y no eres una máquina, eso lo sé, pero tampoco eres humano, ¿qué eres?”

“Yo soy yo, es lo único que importa”.

“Como quieras, al menos podrás decir que has perdido más brazos de los que una persona puede tener”.

“No me rendiré... – dijo caminando hasta el lugar donde había caído la piedra – ¡O gano o muero!”

Creó el disco en cuestión de segundos y volvió a lanzarlo contra el caballero, a sabiendas de que se arriesgaba a perder otro miembro del cuerpo o incluso la vida. Gabriel no quiso arriesgarse a rematar a su enemigo y empezó a esquivar las acometidas del disco volando de un lado para otro.

“Esta vez no será como antes” pensaba Alá mientras perseguía a su adversario con el disco.

De pronto salieron cuatro pinchos del interior del disco, uno en dirección a cada punto cardinal. El caballero no esperaba algo así y ni los vio, por lo que el que iba directo hacia él se le clavó en la espalda, debilitándole de forma considerable, y los otros tres se perdieron en el cielo. Tras el impacto, el caballero voy descendiendo altura hasta volver al suelo, donde se sacó el pincho de pura suerte porque le llegaba el brazo hasta la zona de la espalda donde estaba clavado.

“Eso ha sido juego sucio...” dijo mientras le salía sangre por la boca.

“No me hables de juego sucio cuando a mí me falta un brazo porque le tiraste arena a los ojos”.

“¿Y ahora qué? Ninguno de los dos está en condiciones de continuar”.

“Aún no hemos terminado. Queda el golpe final, esto no puede acabar así”.

“Cierto. Sé que a menos que te corte las piernas, seguirás levantándote, y no voy a hacer eso, ¡así que inutilizaré tu arma enfrentándome a ella directamente!”

“Creo que ya empiezas a conocerme – dijo mientras el disco levitaba sobre la palma de su mano – Con este ataque terminará todo, ¡Kienzan!”

Senbonzakura: Custom”.

La espada del caballero se dividió en mil pétalos que conflueron en una única corriente dirigida hacia su adversario, como si de una onda de energía se tratase, pero hecha con los pétalos. Al mismo tiempo, Alá lanzó el disco y ambos ataques avanzaban en direcciones opuestas.

“¡Te demostraré que puedo ganar sin matarte!”

“¡Moriré antes de ver algo así!”

Los dos ataques chocaron, y el disco empezó a abrirse camino separando la corriente de pétalos en dos corrientes, una a cada lado del disco. A pesar de que el roce continuo con ellos hacía perder velocidad y fuerza al disco, no era suficiente para impedirle continuar.

“No podías ganar contra uno de los tres tesoros imperiales” pensó su adversario.

El caballero se quedó anonadado mirando como el disco avanzaba hacia él sin que pudiera hacer nada. No tenía espada para defenderse, las manos desnudas no le servían, no tenía tiempo de huir... Estaba acorralado, así que se quedó quieto esperando la llegada de su terrible destino. Por suerte para él, cuando el disco llegó a su cuerpo había perdido casi toda su fuerza y le hizo un corte bastante profundo en el pecho antes de dejar de girar y caer al suelo jusnto a su víctima.

“Al final su ataque pudo con la piedra Magatama... Es increíble... Pero bueno, eso da igual, al final he ganado yo”.

Alá se acercó al herido caballero, lo agarró del cuello de la camisa y lo levantó hasta que sus pies no tocaron el suelo.

“¡Vamos! ¡¿Dónde está esa fuerza con la que destruiste la torre?! ¡¿Por qué no la usas?! ¡Los dos sabemos que eres más fuerte!”

“Es mi decisión el usarla o no... Y estaré de acuerdo en aceptar las consecuencias...”

“¡¿Acaso te estás riendo de mí?! ¡¿Qué mierda de victoria es ésta si mi enemigo no usó todo su poder?!”

“Puede que ese sea el castigo por tu ambición, creo que ya deberías saber que en una guerra, en realidad nadie vence. Ahora mátame si quieres”.

“He ganado, yo tampoco tengo por qué matarte, pero tampoco tengo interés en salvarte la vida, te dejaré aquí hasta que encuentres tu propia muerte”.

Dicho eso, lanzó el cuerpo del caballero por los aires y siguió su camino. A los pocos segundos notó que no había escuchado el sonido del cuerpo estrellándose contra la arena o alguna de las ruinas, y se volvió. A contrasol, vio tres figuras, y una de ellas sostenía el cuerpo del caballero de la rosa.

“¡Quieto ahí!” exclamó la voz de una niña.

“¿Quiénes sois?” dijo, al impedirle la inclinación de la luz del sol reconocerlos.

Pamela, Jonyo y Fidel habían hecho acto de presencia, y el caballero de la tierra había recogido a su compañero en su caída.

“¡¡Somos guerreros!! ¡¡Que luchamos por el amor y la justicia!! – Exclamaba Pamela mientras se imaginaba una alegre melodía en su cabeza y acompañaba todo con poses extrañas – ¡¡Guerrero Pequeña Luna!! ¡¡Y Elemental Hero Sparkman!!”

“¿Qué me has llamado?” dijo Jonyo.

“¡Eso! – exclamó Fidel – ¡Y a mí ni me presentas...!”

“Uy, perdona – mintió – me había olvidado de ti”.

“Ya, claro...”

“Fidel... Jonyo... Sois vosotros...”

“Tranquilo Gabriel – dijo la pequeña, abarcando todo el protagonismo – Del resto nos ocupamos nosotros”.

Arturo, Reik y el sacerdote observaban la torre de cristal. Empezaba con una base estrecha que se iba agrandando hasta pasada la mitad de la torre, y que después se volvía a cerrar hasta acabar en punta. No podían ver el interior, pues el cristal reflejaba sus cuerpos, pero los tres sabían lo que había en su interior.

“Por fin estamos delante de la torre que se ve desde cualquier punto de la isla – dijo Arturo – Y no me extraña, es el doble de alta que las otras”.

“Estos 249 metros son el último obstáculo que separa a los habitantes de esta isla de la dignidad que goza el resto del planeta” dijo Shinkan.

“¿Sabes cuanto mide la torre?” preguntó Reik asombrado.

“Te sorprendería saber lo que uno puede llegar a aburrirse”.

“Fuera de eso – dijo Arturo – Hay una clara diferencia de esta torre con las otras tres”.

“¿Diferencia?”

“Sí, fijaros. Esta es el doble de alta que las otras tres, pero las otras tres eran varias veces más anchas, seguramente porque su base estaba pensada como lugar de rezo, y requerían del espacio suficiente para albergar a decenas de personas. Sin embargo esta no, aquí como mucho podría vivir una persona, además no tiene ninguna entrada o salida, es una cárcel de cristal, una caja fuerte gigante”.

“Eso da igual – dijo Reik – ¿quién viviría solo dentro de una torre?”

“Pues sólo aquél que estuviera destinado a proteger lo que en ella se custodia, caballero” le aclaró el sacerdote.

Sin decir una palabra más, Seagram apareció delante de la torre como por parte de magia, interponiéndose en el camino de los caballeros.

“¿Me llamabais?”

“¿De dónde ha salido ese tío?” preguntó Reik.

“No le hagas ni caso, es otro holograma. Lo más probable es que el verdadero cuerpo esté dentro de la torre – dijo Arturo – Hasta que la tiremos abajo, podremos respirar tranquilos”.

“¿En serio crees que la torre no tiene dispositivos de defensa instalados para impediros destruirla?”

“Por supuesto que no los tiene. Todas las minas están en el exterior de la barrera y la torre según me han dicho es indestructible. En otras palabras, la torre es el propio sistema de defensa, puesto que nunca imaginaríais que alguien llegara hasta aquí. Y si lo hacía, estabas tú”.

“¡Jajajaja! – Reía orgulloso – Como queráis, entonces os dejaré en paz por el momento, y observaré desde el interior cómo caéis en la desesperación, ya que jamás seréis capaces de tirar esta torre abajo”.

“¿Quieres apostar? – dijo Reik mientras el holograma se desvanecía – Ya que he venido hasta aquí, al menos tratare de divertirme contigo un rato, chaval...”

“Eso si consigues tirar la torre abajo...” dijo un instante antes de desvanecerse.


Kienzan = Círculo de Energía Cortante