domingo, 26 de octubre de 2008

Episodio LXIX v 1.1

Al fin estamos aquí de nuevo (y a primera hora del día). Han sido un sin fin de complicaciones durante todo el año pero parece que según se acaba las cosas van cada vez mejor. En la uni hay días que estoy de 9 a 9 y la verdad, no me importa, me lo paso bien y encima soy algo más productivo. El retraso también se ha debido a que no tenía la saga perfectamente planificada, pero como pasó con la anterior, al final surgen muchas más cosas de las que uno piensa. Sin embargo, durante todo este tiempo he podido empaparme de experiencias y conocimientos que si hubiese cumplido los tiempos, no habría podido plasmar, al ser la última saga de la historia. Ahora puedo homenajear desde haber tenido mi primer curro de este verano, mi capacidad de leer caracteres japoneses, y por supuesto, todas las nuevas historias que he leído ^^ Será la última saga por la simple razón de que ya no hay gente nueva interesada en este proyecto, al abandonar el instituto, todos se han distanciado, y muchas jovenes promesas que hubieran podido dar lugar a un cuarto volumen de aventuras, se han desvanecido, por tanto, prefería que ésta quedase bien. Que sea la última saga no significa que sea el último volumen, después irá el último, el volumen con las batallas finales y el desenlace, pero una vez comenzado no se podrá hacer una saga como ésta o la anterior, con nuevos lectores que se ven ellos mismos plasmados en personajes secundarios. Muchos ya lo sabéis, pero otros no, hace tiempo que empecé a escribir el último capítulo de esta historia, tenía que ser algo especial y no podía dejarlo para última hora como hago siempre. Llevo ya unas 8 páginas y todavía no he dicho casi nada, yo calculo que rondará las 25, pero seguro que luego son más xD No quería que después de esperar tanto tiempo tuvierais encima un capítulo de 7 páginas, así que he seguido escrbiendo un porquito más para dejar a los lectores con un buen sabor de boca. La próxima semana el 70, sólo llevo 5 meses y medio de publicaciones de retraso XD conseguiré recuperar el tiempo perdido, basta con que a finales de Mayo vaya por el 96 ^^

Agradecimientos a Celia, cuyo diccionario de sinónimos, a pesar de contener únicamente la segunda mitad del abecedario, ha hecho algo más sencilla esta ardua tarea ^^

Título: N/A

Tamaño: 9'65

Dedicado a: N/A


Episodio LXIX

A

rturo no sabía qué hacer. Por un lado tenía las inaccesibles ruinas, por donde no podía avanzar, y que eran demasiado extensas como para rodearlas. A la espalda estaba el inmenso desierto que tanto le había costado atravesar, y estaba claro que no iba regresar por donde había venido después de tanto esfuerzo, y si se quedaba allí Seagram volvería tarde o temprano reclamando su vida. Miró al cielo, el sol estaba acercándose a la parte oeste del horizonte, calculaba que le quedaban un par de horas antes del anochecer. Si no encontraba un sitio donde guarecerse, el cambio brusco de temperatura añadido al frío y al viento de la noche harían peligrar su existencia.

En otra zona del desierto, dos jinetes montaban una especie de polluelo gigante con unas patas enormes que iban dejando su huella por la arena. Llevaban una túnica que les cubría las vestimentas y la cabeza, para protegerse del sol, viéndose sólo su nariz y la sombra de los ojos, por lo que no era posible identificarlos. Estaban envueltos en una tormenta de arena, y cabalgaban despacio, vigilando hacia ambos lados y cuidando de memorizar el recorrido por donde pasaban. Continuaron atravesando las dunas hasta perderse en el horizonte.

En el castillo de los caballeros, Eddy y David observaban los movimientos de Yolien. Deambulaba por el jardín buscando algo, destrozando las estatuas que había a su paso, pisando las flores y tirando abajo los árboles.

"¿Qué cojones está haciendo? Me pone nervioso" dijo Eddy.

"No podemos quedarnos aquí dentro. Tarde o temprano vendrá a por nosotros".

Yolien empezaba a desesperarse. Por más que destruía y registraba, no encontraba lo que andaba buscando.

"¡¡No lo encuentro!!" gritó al helicóptero.

"Está bien... - se escuchó desde el helicóptero - Ve a preguntar".

"Gracias" sonrió con la parte orgánica de su boca y miró hacia el castillo.

David y Eddy vieron como se acercaba hasta la puerta y empezaron a ponerse nerviosos.

"¡Ahora sí viene a por nosotros! - exclamó el capoeriano - ¡Corre, yo la frenaré!".

Abrió la ventana y saltó hacia el jardín cargando una patada en el aire.

"No caeré dos veces en el mismo truco".

Yolien saltó esquivando la patada y Eddy estrelló su pierna en el suelo, haciendo un agujero en la tierra, quedando su pierna encajada.

"¡¡Saaaaal!!" le decía a su propia pierna haciendo fuerza con las manos.

"Demasiado fácil".

Sacó un destornillador de uno de sus bolsillos y apuntó al cuello del joven. Haciendo uso de todas sus fuerzas, Eddy consiguió sacar la pierna y además aprovechar el impulso para dar una voltereta hacia atrás en el aire, agarró con los pies el cuello de su adversario y dio otra voltereta con ella agarrada, terminando lanzándola hacia el mar.

"¡Se acabó! ¡Ahora se te joderan los circuitos!"

Avanzaba de cabeza hacia el agua, pero mantenía la calma. Desenroscó de nuevo la pinza de su muñeca, y esta vez no salió nada en su lugar, sólo había un agujero. De pronto empezó a acumularse energía en su interior, para terminar lanzando un fuerte cañón de energía hacia el mar.

"¿Va a impulsarse hacia atrás con la onda expansiva del ataque?"

La onda chocó contra el mar provocando una gran explosión que a su vez generó una suave lluvia instantánea sobre el jardín del castillo de los caballeros, quedando todas las hojas como si hubiera rocío. Sin embargo, lanzar aquel cañón de energía no frenó su caída.

"¡Ja! - reía victorioso - ¡No te ha servido de nada!"

Yolien continuaba cayendo en dirección al lugar de la explosión. El cañón de energía había apartado por un momento las aguas del mar, dejando visible la arena. Aterrizó un instante y saltó de nuevo hacia el castillo, segundos antes de que las aguas volvieran a reunirse y cubrirlo todo.

"Mierda, he cantado victoria demasiado pronto".

"Y ahora uno para ti".

Encañonó a su joven adversario y su muñeca volvió a tornarse de una luz amarilla.

“Saborea mi cañón de energía”.

Una onda de energía bastante más grande y potente que la que había usado antes salió disparada contra el joven bisexual, que no veía otra cosa que una inmensa luz acercándose a él. No viendo una forma de evitar el ataque, se cubrió como buenamente pudo y encajó el golpe. David vio desde el interior del castillo como era arrastrado y posteriormente engullido por la onda, que siguió su camino hasta chocar con el muro del castillo, provocando una enorme explosión que dejó todo el muro hecho pedazos.

“¡No! ¡Esa parte del muro da al acantilado! ¡¡Eddy!!”

“Ha muerto...” dijo Yolien sin haber dado tiempo a que el humo se disipara.

Arturo se había decidido finalmente por tomar dirección este, en busca de algún poblado que le diera agua y comida. Estaba de nuevo exhausto y a punto de caer al suelo, y esta vez no parecía venir nadie a ayudarle. Empezaba a caer la tarde y las temperaturas estaban en su grado máximo, para después comenzar a descender. Un golpe de viento más fuerte de lo normal logró tirarle al suelo y ya no se levantó. Fue cerrando los ojos lentamente hasta que se desmayó. La brisa del desierto trasladaba la arena de un lado a otro, enterrando poco al poco al caballero.

Pasaron las horas. Apenas asomaban un brazo y parte de la cabeza de Arturo por encima de la superficie. Notó unos golpes en el costado y empezó a despertarse, sintiendo además un fuerte dolor de cabeza por haber estado expuesto tantas horas al sol. Alguien tiró de su brazo para desenterrarle y después le arrojó al suelo de nuevo. Fue entonces cuando reaccionó al golpearse de boca contra la arena.

“Levanta, muchacho” escuchó de una voz grave.

A su alrededor había un grupo de hombres, todos ellos de tez morena, con una barba que les cubría toda la cara, muchos de ellos tenían esa barba parcialmente blanca por la edad, se les veía sucios y castigados por una larga vida en el desierto, varios no tenían todos los dientes o mostraban alguno de oro, vestían con túnicas y turbantes e iban montados en camellos, salvo el que se había bajado para despertarle.

“¿Quién eres? ¿De dónde has salido?” repitió el mismo

“Mi nombre es...”

“No sé por qué le preguntamos – interrumpió uno de los que estaban montados en el camello, sin dejar si quiera al joven la oportunidad de defenderse – Está claro que no es de los nuestros, y tampoco tiene los rasgos de los que viven en lo alto de la montaña, con esas pintas, sólo puede ser... ¡¡un cristiano!! ¡¡Acabemos con él!!”

Todos desenvainaron un sable, apuntaron con el al sol y forzaron al camello a ponerse sobre dos patas durante unos segundos.

“¡¡¡Por Allāh!!!” gritaron y después se fue deformando hasta quedar en una especie de grito de guerra.

Todos se abalanzaron contra él sin bajarse siquiera del camello, pretendiendo primero pisotearlo y después cortarlo en pedacitos.

“¡Ya me estoy hartando de este país de locos!”

En el último momento el caballero se desvaneció, estrellándose todos los camellos unos contra otros, quedando los hombres tirados por el suelo, confundidos.

“¿Dónde está?” preguntó uno.

“¡Aquí arriba!” gritó Arturo desde el cielo.

Todos miraron al cielo, allí estaba el caballero, con una mano alzada en dirección al sol, preparándose para atacar.

“Esto les asustará un poco...” pensó.

Cargó una bola de fuego en su mano y apuntó hacia sus atacantes, que miraban aterrados.

“Este fuego es... distinto...”

Al querer lanzarla, la bola se esfumó, convirtiéndose en una inofensiva bola de humo que se llevó el viento.

“¡Maldición! Como llevo todo el día sin comer, no tengo energía ni para una triste bola de fuego”.

Miró abajó, y vio que sus oponentes ya estaban de pie y empezaban a sonreír, a la vez que preparaban sus sables para el ataque.

“Estoy en peligro...”

El caballero terminó perdiendo todas sus fuerzas y empezó a caer. Consiguió aterrizar medianamente bien, ayudándose de apoyar una rodilla y una mano. Sin embargo, antes de que se diera cuenta, sus enemigos ya le habían hecho un corralillo y le iban cerrando cada vez más.

“Vamos a devolverte el favor por haber tratado de atacarnos” dijo uno con un cuchillo en la boca.

Uno de ellos alzó el sable al cielo y se dispuso a acabar con el caballero. Arturo cerró los ojos de golpe esperando un golpe mortal. Pasados unos segundos, la estocada no llegó y el caballero abrió los ojos. El hombre que iba atacarle se había quedado quieto, con una expresión de dolor en su rostro. De pronto saltó un chorro de sangre de su espalda y tras dar un grito cayó al suelo. Tenía un corte horizontal en su espalda.

“¿Qué...?” pensó el caballero al verle tumbado en la arena.

Sus compañeros enfurecieron y se lanzaron a la desesperada. De nuevo, fueron cayendo uno tras otro con un certero pero no profundo corte en su espalda, hombro, o en uno de sus brazos.

Arturo, aún algo aturdido por la caída, no se había dado cuenta de que un jinete vestido con túnica, cubriéndole casi toda la cara, montado en un polluelo gigante, era el que estaba salvándole a golpe de espada.

“¡A por él! ¡Acabaremos con todos los que se opongan a nuestro pueblo!”

Unos cuantos fueron a por el jinete, mientras que otros insistieron en seguir atacando a Arturo. En esta ocasión decidieron atacar todos a la vez. Los sables se acercaban al rostro del caballero, hasta que una pantalla de luz le rodeó, bloqueando todos los ataques.

“¿Qué clase de brujería es ésta?”

“Esta barrera...”

Arturo miró hacia otro lado y descubrió a otro jinete de las mismas características, pero más bajito, con una mano extendida e iluminada, que parecía estar generando a barrera.

“Entonces tú... eres...”

“¡¡¡Senbonzakura!!!” exclamó el otro jinete.

La espada del otro jinete se convirtió en un montón de pétalos que se esparcieron rápidamente entre los enemigos, minúsculos asestándoles cortes por todo el cuerpo.

“Y tú eres...”

Ambos se quitaron la túnica y mostraron su verdadera identidad.

“¡¡¡Peter!!! ¡¡¡Gabriel!!!”

“Hola Arturo, cuanto tiempo sin verte” dijo Gabriel al recoger su espada.

“Lo mismo digo” dijo Peter.

“Jejeje – reía el caballero – por fin empiezan a cambiar las cosas”.

“¿¡Peter!? ¿Has dicho Peter? – preguntó uno de los hombres malheridos – ¿El presidente de Petoria y experto en barreras mágicas?”

“Sí, es él – confirmó Gabriel – ¿por qué lo preguntas?”

“Jajaja.. ¡¡¡Jajajaja!!! ¡¡¡JAJAJAJA!!! ¡¡¡Qué suerte hemos tenido!!! ¡¡¡Al fin lo hemos encontrado!!!”

Todos los demás rieron creándose un murmuro desagradable.

“¿Qué ocurre aquí? No entiendo nada” repitió Arturo.

“Le ruego nos acompañe a ver a nuestro jefe. Tenemos una petición que hacerle”.

“¿Y si me niego?”

“Me temo que tendremos que obligarle por la fuerza. Hay un asunto de vital importancia para nuestro pueblo que requiere de su colaboración”.

“No ayudaré a quien ataca a mis camaradas”.

“Hasta nosotros sabemos cuando admitir una derrota. Por ahora nos retiraremos, pero tenga por seguro que no nos daremos por vencidos tan fácilmente”.

Apoyándose entre ellos y ayudando a los heridos, fueron montándose en los camellos y retirándose, avanzando lentamente hasta perderse entre la calima.

“Al fin...” suspiró Gabriel.

“Decidme, ¿qué ha pasado? ¿Dónde estamos? ¿Dónde están los demás? ¿Están con vosotros? ¿Qué ha sido del barco?”

“Calma, calma... Sigues igual que siempre, Arturo – le dijo Peter – Pero siento decirte, que no tenemos respuesta a todas tus preguntas”.

“Me conformaría con saber que Fidel y Jonyo están vivos y a salvo”.

“Esa es una de las preguntas para las que no tenemos respuesta. No tenemos ni idea de donde están” contestó Gabriel.

“¿Cómo es que vosotros estáis juntos?”

“Tuvimos suerte y la ola nos dejó bastante próximos. Eres el primero al que hemos encontrado, pero, ahora que hemos dado contigo, estoy aún más convencido de que siguen con vida en algún lugar de esta tierra”.

“¿Y el barco?”

Peter negó con la cabeza.

“Tampoco sabemos nada de él”.

“Es decir, que estamos atrapados en este lugar horrible... A propósito, ¿de dónde habéis sacado estos bichos?”

“Ah, te refieres al chocobo – dijo acariciándole el pico – Nos lo prestaron para buscaros en el pueblo que nos encontró. Son rápidos y pueden atravesar cualquier tipo de área, ya sea una llanura, una montaña, un río o una zona desértica, como en este caso”.

“Ah, ¿qué aquí hay gente no violenta?”

“Sí, pero ya hablaremos de con más tranquilidad cuando estemos allí. Lo primero es que recobres la fuerzas. Ahora sube, yo te llevaré, Arturo”.

“Parece un pollo gigante con patas de avestruz...” comentaba mientras se subía.

“¡Agárrate bien! ¡Antes hemos ido lentos para poder buscaros, pero ahora vamos a ver lo que pueden hacer estos monstruitos!”

“Volvamos... ¡a Midgar!” exclamó Peter.

El chocobo comenzó a correr a gran velocidad. Arturo se agarró a Gabriel por la cintura un segundo antes de haberse caído y se pusieron en camino.

“Al fin puedo... descansar...” susurró y cayó dormido.

“Se ha desmayado” dijo Gabriel al darse cuenta.

“Mejor, que descanse. Presiento que va a necesitar de todas sus fuerzas para que salgamos de aquí”.

“Te has puesto muy dramático desde que llegamos aquí. Y no sé por qué”.

“Es por esa torre... – dijo señalando a su derecha – Tengo un mal presentimiento”.

Gabriel giró la cabeza y vio una enorme torre de piedra que se erigía en medio de la tormenta de arena a lo lejos.

“¿Te refieres s esa torre de piedra que parece una pieza de ajedrez gigante? ¿Qué tiene de especial?”

“Espero equivocarme, pero, si estoy en lo cierto, tiene que haber otras tres”.

“¿Otras tres torres de piedra? ¿Otras tres torres con forma de piezas de ajedrez? ¿Otras tres qué? ¡Sé más claro!”

“Preferiría no hablar de ello por el momento. Ya te he dicho que es sólo un presentimiento, no querría precipitarme”.

“Como quieras... – susurró y después pensó – Debe de esconder algo...”

En otro lugar de la isla, ya de noche, el grupo de hombres que había atacado a Arturo llegaba a un extraño poblado con tiendas de campaña, antorchas clavadas en la arena de manera aleatoria, tratando de iluminar un poco el lugar, camellos amarrados a palmeras, varios pozos de agua secos y abandonados, y la extrema pobreza manifestándose por doquier. Los hombres iban con túnica cubriéndoles todo el cuerpo salvo la cabeza, y las mujeres la cabeza cubierta salvo los ojos. Todos eran de un color de pile algo más oscuro de lo normal y parecían débiles de cuerpo, hombres con una edad no muy elevada ya presentaban signos de vejez. Avanzaron hasta un edificio que era algo más lujoso que los demás, dos guardias lo protegían con lanzas y al ver llegar al grupo, les cerraron el paso.

“¿Qué queréis?”

“Tenemos que ver al jefe, es muy importante”.

“Ya ha anochecido. Sea lo que sea, tendrá que esperar”.

“Pero es muy importante, es lo que habíamos esperado durante tanto tiempo, ¡por favor! ¡Os lo suplico! ¡Dejadme entrar!”

“Nuestras órdenes son no dejar entrar a nadie después de la puesta de sol, es una oportunidad para los invasores si no estamos alerta”.

“Pero... Yo...”

“Ya lo has oído, ¡lárgate, viejo!”

Le empujó con el mango de la lanza y cayó al suelo. Sin embargo, trató de levantarse de nuevo, tosiendo y temblando.

“No eres más que un viejo decrépito, ¿qué información podrías traer de vital importancia para el pueblo? Vete antes de que te mate”.

“Es suficiente, guardias, dejadle entrar”.

“Esa voz es...”

“Señor...” dijo el anciano.

“Hmpf... has tenido suerte esta vez. Puedes pasar”.

Los dos guardias se arrodillaron y dejaron entrar al anciano. Caminó por un largo pasillo con una alfombre roja mientras escuchaba el eco de sus pasos. Tras unos minutos andando lentamente, llegó a una habitación oscura con una extraña palabra escrita en caracteres arábigos en la pared. Allí, en un trono de mármol, había un joven muy alto, con el pelo castaño y corto, la piel del mismo tono que su visitante, la cabeza con forma rectangular, y algunos dientes de la parte frontal algo separados y echados hacia fuera.

“Se... Señor”.

“Dime, anciano – le habló con una voz grave pero calmada, que inspiraba tranquilidad – ¿De qué querías hablarme?”

“Durante nuestra ruta de hoy en busca de agua y comida, hemos encontrado a un inesperado visitante”.

“Continúa”.

“Se trata de Peter Griffin”.

“¿De verdad? – Aquella voz calmada pareció alterarse por un momento – ¿Le habéis traído con vosotros?”

“Lo lamento mucho, se negó...”

“Entiendo muchas gracias por informarme, anciano. Te darán pan y agua a la salida por tu valor. Y con respecto a Peter, no te preocupes, conseguiremos que nos ayude, es lo menos que podemos intentar por la única persona que puede sacarnos de este infierno llamado desierto”.

En Petoria también habían pasado varias horas, sin embargo, debido a la diferencia horaria, aún no era de noche. David estaba escondido en un rincón del castillo, mientras Yolien lo buscaba por doquier.

“No puedo salir de aquí... No debo salir de aquí... – pensaba aterrorizado mientras recordaba lo que había sucedido anteriormente – Sino, Eddy habrá muerto en vano...”

>>El humo de la explosión provocada por el ataque de Yolien terminó de disiparse. El muro que separaba el castillo del acantilado había sido completamente destruido y sus restos caían al mar o se estrellaban contra los arrecifes. Eddy había desaparecido sin dejar rastro.

>>“Se acabó, ahora iré a por ti”.

>>“¡¡¡¡Noooooo!!! ¡¡¡¡¡Eddy!!!!!”

>>Tras sucumbir a la desesperación, David corrió hacia el interior del castillo, buscando un lugar donde esconderse.

>>“No escaparás”.

>>“¡Entra ahí y encuéntrala!” se escuchó desde el altavoz del helicóptero.

“Eddy ha muerto por salvarme, por eso yo no puedo morir aquí – pensó llorando – Tengo que vivir para que su sacrificio no haya sido en vano”.

David llevaba horas escuchando a Yolien divagar por el castillo destruyendo muebles, lámparas y salas enteras buscándola. Cada vez que oía un destrozo el sonido le parecía más cercano, y se estremecía aún más. No tardó en escuchar los pasos de Yolien por el pasillo contiguo a la habitación en la que se encontraba. De la presión, contuvo la respiración y se estuvo tan quieto que cualquier lo hubiera confundido con un cadáver. Los pasos de Yolien se detuvieron un instante en la puerta de aquella habitación, segundos que parecieron eternos para David. Después siguió su camino y escuchó los pasos cada vez más distantes.

“Ufffff... – suspiró relajado – Creo que me he salvado por los pelos...”

De repente se hizo un agujero en la pared, apareciendo la pinza del brazo robótico de Yolien a la altura de su cabeza, justo delante suyo, tan cerca que la punta le pinchó un poco en la punta de la nariz. Tras eso, Yolien derribó la pared de una patada y descubrió al pequeño mayordomo.

“¡¡¡Aaaaaahhhhh!!!” gritó inútilmente.

Agarró a su víctima del cuello con la pinza y la levantó hasta que sus pies no tocaron el suelo. David agarró con todas sus fuerzas la pinza que lo sujetaba, tratando de soltarse, pero todo era inútil.

“¿Cómo me has encontrado?” balbuceó mientras se ahogaba.

“Mi ojo robótico está dotado de un escáner de localización llamado scouter que me indica la posición del enemigo y su fuerza de combate. No podías escapar”.

“¿Entonces has jugado conmigo todo este tiempo? ¿Sabías donde estaba desde el principio?”

“No del todo, la precisión del scouter es menor cuanto más débil, una energía grande es fácil de localizar porque ella misma destaca y se descubre. Pero con las energías pequeñas es distinto. El scouter tiende a omitir cantidades de energía irrelevantes para no confundirlas con animales o como en tu caso, personas débiles. Si quiero captar una energía de este tipo, tengo que estar muy cerca del objetivo, sino no funciona”.

“Me alegro... Al menos he ganado tiempo...”

“No hables sin que te pregunte”.

Yolien apretó aún más las pinzas, dificultando seriamente la respiración de David, cuya piel se volvía azulada por momentos.

“Si me dices donde está lo que busco, es posible que sea indulgente y te perdone la vida”.

“No sé lo que buscas... Ni donde está” gimió con la voz cada vez más apagada”.

“Quiero que me digas... La localización de los cadáveres de Verónica e Isabel”.