domingo, 22 de agosto de 2010

Episodio CXIII

Sí, he vuelto a la plantilla antigua. El objetivo de la nueva era tener los diseños de algún personaje en portada donde estaba Lightning, pero como siempre, los dibujantes me dicen sí sí sí y luego pasan de mí, así que no tenía mucho sentido mantenerla...
Dios como ha costado este capítulo, y el siguiente será aún peor... Pero por suerte a partir del 115 por argumento ya no debería tener tantos problemas, a ver que tal...
Como veréis he creado un FaceBook para Los Caballeros, todavía no sé muy bien por qué, pero ahí está xD Algo me dice que me terminará siendo útil. La madre de Suso me ha recomendado agregar a Mesa como amigo, a ver si cuela jajaja Deberíais tener la invitación de amistad en el correo ya ^^

  • Título: The Lust
  • Tamaño: 6
  • Dedicado: A las rubias que están buenas :p

Episodio CXIII


P
or desgracia, estaba descubriendo mi propio límite. Mi estado era la mejor prueba de ello. Estaba tirado boca arriba en cubierta, después de caer rendido tras hacer mi última serie de ejercicios. Sudaba, jadeaba y no podía moverme. Mi olor corporal inundaba mi nariz. Antes no me molestaba oler a machote, pero sin poder echar un partido con los colegas no tenía la misma gracia. Quería darme otra ducha y comer algo para recuperar fuerzas cuanto antes, pero ni siquiera era capaz de moverme. Los dedos me temblaban por haber estado levantado peso y cerrando el puño durante tanto tiempo. Notaba los latidos de mi corazón sin necesidad de palparme el pecho, y el sol de la mañana pegando fuerte en toda la cubierta y estrellándose en mi cara no ayudaba mucho que digamos.

Es cierto que llevaba entrenando sin descanso desde que salimos de Azeroth, no sé cuántos días eran ya, perdí la cuenta, pero hasta ahora había mantenido el tipo perfectamente. Con el descanso para comer, la siesta y dormir por la noche me despertaba fresco a la mañana siguiente, aguantaba todo el día entrenando mientras todos estos se ponían a escribir poemas o a vaguear. Comprendería que estuviera cansado si estuviese ya anocheciendo, ¡pero es que no era ni mediodía!

Encima tanto pensar me estaba calentando la cabeza y agravando mi estado. Notaba como se me nublaba la vista, como se me dormía el cuerpo, y como se me cerraban los ojos sin poder evitarlo. La oscuridad me invadía por todas partes y en lo único que pensaba era en el tiempo que estaba perdiendo por no poder estar entrenando. Finalmente, aquella lucha conmigo mismo terminó por agotarme del todo y caí desmayado sin ni siquiera darme cuenta.

Abrí los ojos suavemente, pero pocos segundos después recordé que me había dormido y me levanté de un salto. Todos mis síntomas de cansancio habían desaparecido. Di un puñetazo al aire para volver a entrenar cuanto antes, pero con ese simple movimiento me di cuenta de que mi cuerpo aún no estaba totalmente recuperado. Si volvía a entrenar ahora, no tardaría en volver a caer.

“¡Joder!” Grité aprovechando que nadie podía oírme. Deseaba recuperar las horas perdidas, pero era una estupidez si luego iba a tener que descansar más aún. Recordé el rostro de Blackron y sobre todo su mirada antes de irse con Mesa. Esa no era la mirada de mi antiguo amigo, y mi objetivo era recuperarle. Sin embargo, seguir entrenando en esas condiciones podía no sólo hacerme caer rendido de cansancio de nuevo, también me arriesgaba a lesionarme. Viendo que no tenía alternativa, desabroché mi espada envainada de la cintura y la tiré al suelo sin ningún cuidado. Después, me llevé las manos a la cara y respiré hondo.

“¡¡¡Día libre!!!” grité alzando los puños al cielo y estirándome.

Tenía que mirar el lado bueno de las cosas. Hacía mucho que no iba de caza, y no me venía mal echar una calita al aire, dar un poco de mandanga o echar un pinchito después de tanto estrés acumulado por los acontecimientos, ya me entendéis…

No quería perder el tiempo, así que, aprovechando que estaba solo, fui a poner un poco de música de la que me gusta a mí, y también me fui desnudando de camino a la ducha. Me di cuenta de lo iluso que fui al pensar que en el equipo de música habría algo que pudiera poner, al fin y al cabo, los accesorios nunca vienen con la casa, así que puse la radio. Era todo un lujo poder ser yo mismo al cien por cien durante un rato. Me di una ducha al ritmo dance de la música tarareando lo que podía.

No no no no no no fire, no fire
I, I wanna feel the music higher
And touch the sky
No no no no you drive me crazy,
You crazy boy
I wanna live with you
A deja-vu

Sólo escuchar la canción de la radio conseguía subirme de tono, imaginando todo lo que iba a conseguir esta tarde. Me puse mis mejores galas, o mejor dicho, lo mejor que tenía por ahí, pues tampoco nos dejaron mucho tiempo para cargar un equipaje decente en su momento. Aun así logré encontrar una camisa y una chaqueta acordes para la ocasión. Después me inundé de colonia y por último no faltó la gomina, que si no, no soy yo.

Me daba no sé qué dejar el barco sin nadie que lo vigilase, pero me acordé que Peter alabó los sistemas de seguridad de la ciudad, así que pensé, si son tan buenos, no pasará nada porque me vaya...

Me preocupaba llamar la atención y sobre todo que me encontrara a Arturo o a alguno de los demás por casualidad. Así que en vez de entrar en la ciudad por la puerta, me colé desde arriba. Dejé mi espada en el barco, pues no la iba a necesitar, o al menos eso pensaba yo, y sobre todo no me iban a dejar entrar en ningún garito con ella, salí del barco, me aseguré de que nadie me veía y levité suavemente hacia arriba. Ese suavemente se tuvo que convertir pronto en rápidamente, porque subía y subía pero seguía viendo edificios y coches aerodeslizantes, y claro, que alguien volara sin una máquina llamaría la atención, aunque siempre podía decir que estaba usando un jectpack, ¡seguro que colaba!

Al fin perdí de vista todo tipo de movimiento y pude empezar a descender, pero había subido tan alto que me había topado con un banco de niebla estratosférico, así que bajé muy despacio para no darme la hostia contra un avión y cargármelo o algo así. Me sorprendió el tocar suelo demasiado rápido, tan rápido que aún no había desaparecido la niebla, pero podía caminar, eso era un hecho. No podía ver ni oír nada a mi alrededor, así que investigué un poco caminando y a los pocos segundos llegué al final de la plataforma y lo entendí todo. ¡Estaba en la azotea un rascacielos! Y a ver cómo me las apañaba para bajar sin que nadie me viera por las ventanas…

Terminé descendiendo por una esquina del edificio, que ahí nunca hay ventanas, eligiendo desde la que se viera menos tráfico. Además según bajaba vi un callejón desierto y me faltó tiempo para decidir aterrizar allí. Ya en el suelo me aseguré de no haberme manchado ni haber sudado. Cuando vi que estaba todo bien, me coloqué un poco la camisa y la chaqueta y salí del callejón, con tanta suerte que Gabriel estaba justo caminando por esa calle. Me volví en cuanto le vi esperando que no me hubiera visto y me quedé escondido observándole. Tenía la mirada perdida, caminaba despacio, como haciendo eses, y cuando pasó por mi lado noté un fuerte olor a alcohol.

“Pero que cabrón… ¿Éste no se supone que estaba con Arturo y Peter buscando a alguien para arreglar el barco? – Pensé – Que mentirosos… Seguro que se han ido por ahí de juerga y no me habían dicho nada. Estarán ahí todos borrachos, fardando de sus hazañas con las tías. Pues ya verán cuando me vean aparecer con una mejor que las que puedan optar ellos nunca. Pero, ¿por qué estará solo? ¿Se les habrá acabado el hielo y le han mandado a por más? Se sigue alejando y no parece tener intenciones de volver, así que no debe ser eso, y tampoco me importa, yo tengo claro a lo que he venido”.

Miré para asegurarme de que no había ningún otro conocido por ahí y a por fin salí a una calle principal en busca de fiesta. También fue el primer momento en el que pude ver la ciudad desde abajo. La verdad es que no estaba mal, puede que un poco grande, pero había que mirar el lado bueno, eso también significaba que tendría locales grandes llenos de mujeres con grandes… dotes.

Estuve caminando unos minutos disfrutando del paisaje, bueno si a un montón de edificios y personas se le puede llamar paisaje, cuando de pronto escuché una canción a lo lejos.

Push me,
And then just touch me
Till I can get my…
Satisfaction. Satisfaction. Satisfaction…

Esa última palabra rebotó en mi cabeza varias veces. Puede que el hecho de que la estuvieran repitiendo en la canción tuviera algo que ver, pero de pronto sentí la necesidad de seguir el origen de aquella canción. Su ritmo me envolvía y mi instinto me decía que si la encontraba, también encontraría mi propia satisfacción. No fue difícil encontrar el local buscando por donde la música se hacía más fuerte. Como esperaba, se trataba de una discoteca, en la que el gorila de la entrada no puso objeción a que pasase un caballero de mi calibre.

Tenía razón, al entrar encontré la satisfacción. La pista estaba llena de mujeres en celo esperando a que alguien como yo llegase a sus vidas, y en el escenario, cuatro gogos muy bien dotadas, una rubia, una castaña, una pelirroja y una negra, vestidas en bikini, animaban el ambiente con un espectáculo en el que simulaban hacer bricolaje con taladradoras, serruchos, martillos y demás herramientas, mientras bailaban y sudaban.

Me puse tan… enfermo sólo de verlas que tuve que ir a la barra a pedir un vodka con limón para refrescarme, y de paso que empezara a subirme un poco el puntillo. A la vez que me bebí la copa de un tragó, repasé la pista buscando a mi primera presa.
“¡Una rubia con el pelo corto! Así… Hasta el cuello… Como a mí me gusta… ¡A por ella!” susurré para mí mismo mientras me bebía el resto de la copa de un trago y me acercaba hacia ella sin perderla de vista.

Fly like you do it
Like you're high
Like you do it
Like you fly
Like you do it
Like a woman

Que cambiaran de canción fue un punto a mi favor. La nueva tenía mucha más marcha y pude fingir un encuentro casual en medio del baile. Primero se rozaron nuestras caderas, luego se cruzaron nuestras miradas, y comprobé que es cierto eso que dicen sobre que sabes si una persona te gusta en menos de dos minutos, porque antes de ese tiempo, y sin decir ni una palabra, ya se estaban fundiendo nuestros labios y yo ya estaba deseando palpar la humedad de su entrepierna.

“No eres de por aquí, ¿verdad? – Me dijo ella – No recuerdo haberte visto nunca”.

“La verdad es que estoy de paso”.

“¿Ah, sí? ¿A qué has venido?”

“Está claro, a conocerte”.

“Jajaja, me caes bien. Son las fiestas estos días, ¿te apetece venirte un rato conmigo?”

“A donde tú quieras”.

Salimos bien agarrados de la discoteca. Yo la abrazaba por el hombro y ella me llevaba de la cintura. Podía sentir las miradas envidiosas de los pringaos que nos cruzábamos por la calle, lo que hacía que me lo pasara todavía mejor. Cada vez que veía una de esas miradas la agarraba con más fuerza o la besaba, según me daba.

Al cabo de un rato llegamos a las fiestas. Había atracciones cutres de esas para niños, puestecillos de comida y varios tenderetes con diferentes actividades mientras sonaba de fondo música comercial. Nos tomamos un algodón de azúcar mientras veíamos lo borracha que iba la gente cuando vi una galería de tiro a lo lejos. Nos acercamos para mirar un poco y vimos a otra pareja. El chico estaba tratando de conseguir un premio para su novia, pero no daba ni una.

“Espérame aquí un momento. Voy a probar”.

Probé suerte con el fusil. Había disparar a unos patos que iban de un lado a otro. Pan comido después de haber tenido que acertar con la Lanza del Relámpago en la parte posterior del espejo de Hilda mientras giraba sobre sí mismo en el aire. Casi sin mirar acerté todos los patitos ante la vergonzosa mirada de aquel pobre chaval.

“Es que no estoy acostumbrado a utilizar una escopeta” se excusó el joven con su pareja.

“Esto no es una escopeta, es un fusil. Déjame explicarte la diferencia. – Me agarré de mis partes con una mano y con la otra agarré el fusil – ¡Este es mi fusil! ¡Esta es mi escopeta! ¡Una es para disparar, y la otra, para que la meta!”

Me empecé a reír yo solo y la parejita se fue bastante indignada. Que hubieran aprendido a disparar, así no habrían hecho el ridículo.

“¡Tenemos un ganador!” gritó el dueño de la galería de tiro y me dio un peluche de un pequeño lagarto naranja con los ojos verdes y la punta de la cola incendiada.

“Toma, para ti” dije sonriendo mientras la entregaba el muñeco.

Aquella tarde me lo estaba pasando bien de verdad por primera vez en mucho tiempo. Seguro que en este momento Gabriel soltaría una pastelada de esas tipo ojalá nunca terminara, pero yo no soy así. En el fondo de mí mismo sabía que sólo era un pequeño paréntesis, una escapadita, pero que tarde o temprano tendría que volver a la triste realidad. Supongo que fue mejor que fuese en ese momento, antes de que pudiera encariñarme con la chica que acaba de conocer y que probablemente no volvería a ver nunca. Sí, fue lo mejor, tenía la dosis de satisfacción necesaria, aunque estaba dudando de si lo que veían mis ojos me la iba a arrebatar. El Capitán Lardo y la Teniente Jezabel estaban también dando una vuelta por las fiestas como cualquier otra pareja. Estaban tan integrados que puedo asegurar que no los habría reconocido de no ser porque estaba parado y pasaron por delante de mis ojos, si me los hubiera cruzado andando ni me habría fijado.

“Mire lo que he robado del museo, Capitán – les oía hablar. Ella tenía una extraña lata de refresco roja en sus manos – Pone Coca-Cola”.
“Se supone que no íbamos a llamar la atención, ¿y si te ha visto alguien?”

“Es que tenía curiosidad. Quería saber cómo sabe esta bebida antigua – dijo mientras abría la lata y echaba un trago – Vaya, pues no está mal”.

“Durante un tiempo, fue el refresco más famoso del mundo, pero cayó en el olvido cuando aparecieron los refrescos alucinógenos. Probablemente esa fuera la última lata que quedaba”.

“Pues es una pena, porque está bien buena”.

“¿Te pasa algo?” me preguntó mi… Bueno, no sé cómo llamarla.

“No, es sólo que tengo que irme”.

“¡¿Qué?! Pero si es prontísimo, ¿te espera tu mamá en casa?”

“No es eso”.

“Ah, ya entiendo, tienes novia…”

“Tampoco es eso. Lo siento, me voy”.

Vi que el Capitán Lardo y la Teniente se alejaban, así que salí corriendo sin pensármelo dos veces. No tenía por qué dar explicaciones a una persona que conocía hace un par de horas y que no iba a volver a ver. Fue una pena no llegar a consumar, pero ya habría más oportunidades.

Al volver a tener a la vista a esos dos, frené en seco y traté de ser lo más sigiloso posible. La cantidad de gente que había en la calle me hizo todo un poco más fácil. No parecían haberse dado cuenta de mi presencia, seguían caminando tranquilamente por la calle como si tal cosa. Estuve a punto de pensar que sólo estaban de vacaciones, que debía volver rápidamente por si la rubia seguía en las fiestas, pero no lo hacía, continuaba siguiendo a esos dos aun sabiendo que estaba solo, desarmado y no tenía ninguna posibilidad contra los dos juntos. Cuando me quise da cuenta, la gente había desaparecido, y estábamos en un callejón sin salida.

“¿Es que no piensas salir nunca, Jonyo?”

“Vaya… ¿Desde cuándo sabíais que os seguía?” dije a la vez que me dejaba ver.

“Que guapo, caballero” dijo la Teniente.

“¿Seguirnos? ¿Tú? – Dijo el Capitán – Eso no ha pasado en ningún momento”.

“Ya entiendo… Me habéis liado para traerme hasta aquí. He picado. Y yo que pensaba que tenía todo bajo control…”

“¿Bajo control? Jajaja que gracioso, ¿qué pretendes al decir que tenías todo bajo control cuando estás solo y no llevas tu espada?”

“¡Los medios no importan! Lo único que cuenta es que has estropeado mi cita después de que me había costado tanto encontrar a una rubia con el pelo corto, ¡y eso no te lo perdonaré!”

“Tendrás más oportunidades de encontrar un buen chochete, todavía eres joven. Lo que va a pasar aquí y ahora es más importante”.

“¿Cómo? ¿Qué has venido a hacer aquí, Lardo?”

“Je. Muy simple. Te necesitamos, Jonyo. Serás nuestra llave para conseguir lo que queremos. Gracias a ti… ¡invocaremos al SuperGuerrero!”





Curiosidades!!!

Canciones Utilizadas (en orden de aparición)

Inna - Deja Vu


Benny Benassi - Satisfaction


Inna - Hot


La gracia del fusil y la escopeta es de Muñeco Diabólico III xD

El peluche es obviamente un Charmander, ¿qué va a ser si no? xD

Lo de la Coca Cola viene por una situación real. Un día Aberlardo explicaba la vida de los productos y dijo que todos mueren algún día. Ronald, muy ofendido exclamó Coca Cola nunca morirá!!! a lo que Abelardo respondió hábilmente No, Ronald, porque cuando haya bebidas que al beberlas te salga la tía que te gusta en pelotas encima de ti irás a un museo y dirás mira lo que he encontrado y pone: Coca-Cola.