domingo, 6 de septiembre de 2009

Episodio CVI

Uffff, no me costaba tanto escribir un capítulo desde el 67 o por ahí... Pero ha quedado demostrado que ha sido porque estaba metido en mi proyecto voluntario que me obligaba a escribir a diario, robándome las fuerzas para esto, pues tras dejarlo de lado lo he podido sacar en un par de días ;)

El próximo capítulo, el 107, muy probablemente sea el más difícil de hacer de toda la historia de los caballeros, y para ello pediré la colaboración de todas las personas que puedan aportar para su creación. Además, contará con la aparición de un invitado especial... ¡Yo! xD (ya me tocaba...). No puedo asegurar cuanto tardaré en hacerlo, pero el 108 saldrá como mucho dos o tres días después, a lo sumo, y volumen quedará cerrado ;)

Título: Gloomy, Ghastly and Full of Despair

Tamaño: 9

Dedicado: A la memoria de Yoshito Usui, creador de Shin-Chan, que el día 11 de Septiembre salió a hacer senderismo y no regresó a casa, siendo encontrado su cadáver bajo un precipicio más de una semana después, y como no es Michael Jackson, si no lo digo yo, no os enteraréis.

Agradecimientos: Al trailer del Final Fantasy XIII mostrado este finde en el Tokyo Game Show, que ha sido el empujón final para terminar este capítulo ^^


PD: Al final ha ocurrido... +400 páginas de volumen... xD



Episodio CVI




A

l acabar el relato, hubo un pequeño silencio. El caballero del rayo se había quedado cabizbajo mirando el dorso de su mano. Allí, aún había una pequeña cicatriz de la herida que le hizo su amigo en el barranco, cuando trataba de suicidarse.

“Aquél día… Yo valoré la justicia, que no me había aportado nada, por encima de mis amigos, que lo eran todo para mí. Cambié la felicidad por el sufrimiento tratando de hacer un mundo mejor, pero lo único que conseguí fue hacer mi mundo mucho peor. Destruí mi núcleo de amigos en vez de protegerlo…

Al día siguiente, Peter vino a verme con Shawn Stevenson. Me dijo que los rayos que causaron el derrumbamiento habían sido producto de mi desesperación, es decir, que los había causado yo. Se me ofreció el puesto de caballero del rayo, posiblemente habría sido compañero de Reik y Gabriel, pero me negué a permnecer en la ciudad. Ahora que mis amigos ya no estaban, no había lugar para mí. En su lugar, elegí proteger el Monte Paoz y a Andrés, a quien la edad amenazaba con una muerte cercana

Estaba solo, y solo debía continuar. Al encontraros, Andrés creyó que vosotros me llevaríais por un nuevo camino que me ayudara a superar mi pasado y por eso me dijo que fuera con vosotros. Hace poco, yo también llegué a creerlo, pero creo que ese sueño se acaba de esfumar para siempre”.

Pamela, que había permanecido al lado del caballero hasta ese momento, cayó de rodillas derrumbada ante la emoción de su historia.

“Sólo quiero saber una cosa, ¿cómo sobreviviste?”

“No sobreviví… Para alguien como tú… – dijo mientras desenvainaba su espada negra – Yo… ¡Sigo muerto a todos los efectos!” exclamó y salió volando en picado contra él.

“¡Su espada es negra! – exclamó Gabriel – ¿Significa eso que la mía debería ser rosa?”

“Si yo provoqué esos rayos, fue como si yo hubiese tratado de matarte – comentaba mientras veía a su antiguo amigo acercarse – Así que puedo entender que ahora quieras matarme tú a mí. No te detendré…” concluyó y cerró los ojos.

A los pocos segundos el caballero escuchó un sonido metálico y al abrirlos de nuevo vio que Arturo había bloqueado el ataque del Caballero Negro en su lugar.

“¿Por qué le proteges? ¿No te importa su pasado?”

“La única razón que necesito para protegerle es que no lo ha hecho él mismo. Y no, no me importa su pasado. Si nos importara el pasado no habríamos tenido en nuestro barco a un ladrón, ni habríamos cooperado con personas que han asesinado a sus familias”.

“No tengo nada en contra de vosotros, sólo le quiero a él – Exclamó mientras continuaba el forcejeo – Pero si interferís, no tendré más remedio que quitaros de en medio”.

“¡Adelante! ¡Si Jonyo no quiere defenderse, nosotros le defenderemos!” exclamó y le empujó para terminar el forcejeo.

“¡Habla por ti! – Exclamó el caballero del hielo – Aunque de todas formas… Mira, Jonyo, tu historia es muy dramática, pero la mía no tiene nada que envidiarle. Si pierdes la sensatez por al algo así, perderé el buen concepto que tengo de ti”.

“Yo también creo que hiciste lo correcto – opinó la pequeña – El deber de un buen amigo es hacer ver a la otra persona cuando está equivocada. A pesar de que debió ser duro para ti, mejor que hayas sido tú que otro”.

“Parece que ahora soy el único que no ha revelado su pasado – dijo Gabriel mientras se levantaba con esuferzo ayudándose con la espada – Si tengo que ayudar para que eso siga siendo así, aunque esté herido, lo haré”.

Los caballeros empezaron a bloquear el camino de Blackron, impidiéndole si quiera ver a Jonyo detrás de ellos.

“Tú descansa – le dijo el caballero del fuego a su compañero – Ya has hecho bastante esfuerzo contándonos toda esa historia. Déjanos el resto a nosotros”.

“¡Quitaos de en medio! ¡Sólo le quiero a él! ¡No lo repetiré!”

“¡Recuerda que debes quitarles las esferas!” le gritó Mesa desde el cielo.

“¿Esferas? ¿Qué esferas?” se preguntaron los caballeros.

“¿A ellos también? ¡Si ya tienes las otras!”

“Lo sé, y como muestra de que cumpliré mi palabra, te he traido ante él como un pago por adelantado, pero tienes que terminar tu trabajo”.

“¡¿De qué estáis hablando?! – Le gritó a Mesa el caballero del hielo – ¡Baja aquí si eres hombre y enfrentate a nosotros!”

“No trates de provocarme. No conseguirás nada. Yo hoy no voy a luchar. Con él será suficiente”.

“¿Que no va a luchar, dice? – se preguntó el caballero del fuego – ¿Por qué?”

“¡Eso da igual ahora! – Exclamó el caballero del hielo – ¡Por una vez las cosas se nos ponen más fáciles!”

Reik tomó la iniciativa en la batalla, posó la palma de su mano en el suelo y una capa de hielo surgió de ella, dirigida hacia el Caballero Negro. Cuando llegó a sus pies, empezaron a formarse cristales en sus piernas y a congelarse desde abajo. Antes de que fuera demasiado tarde, Blackron rompió el hielo de un puñetazo y saltó para escapar antes de que volviera a cubrirle.

“¡Es mío! – Exclamó el caballero de la rosa – ¡Pero sólo puedo atacar a distancia! Aún estoy débil…”

“Quejica…” dijo Reik.

Sacó una rosa amarilla de la manga y la lanzó contra el pecho de su adversario, quien en un primer momento y al estar dejándose caer hacia el suelo no notó ningún efecto sobre su cuerpo y creyó que se trataba de un falso ataque. No fue hasta que vio al caballero del fuego acercarse volando hacia él cuando al intentar defenderse se dio cuenta de que aquella rosa le había paralizado. No pudo evitar que Arturo le golpeara un rodillazo en el estómago con total tranquilidad y que después le dejara caer al suelo por el dolor. A pesar de la parálisis, logró aterrizar posando una mano y la rodilla, sin hacerse un daño considerable.

“Aunque estaba bajo los efectos de mi rosa amarilla, ha sido capaz de moverse un poco… Es bueno…” pensó Gabriel.

“Son más fuertes de lo que esperaba…”

“Claro, ellos son auténticos caballeros, no simples petorianos como los que te has enfrentado hasta ahora… - le advirtió Mesa - Si no te los tomas en serio, ¡acabarán contigo!”.

“¿Petorianos? – Preguntó Arturo al pisar el suelo – ¿A qué petorianos te has enfrentado tú?”

“Os vais a enterar igual cuando os muestre mi poder, así que mejor decíroslo directamente… Si no he venido antes a por el traidor de Jonyo ha sido solo porque tenía que hacer un trabajito en Petoria, y allí conocí a unos amigos vuestros llamados, pero sólo recuerdo el nombre de uno, Kevin”.

“Entonces seguro que también tuvo contacto con Eddy y los demás… – dedujo Gabriel – Dinos, ¿qué les has hecho? ¿Y qué fuiste a hacer allí?”

“Tranquilos… Siguen con vida… Al menos cuando yo me fui aún respiraban… Fui a por el poder del agua y de viento y se interpusieron en mi camino. Les permití elegir entre la vida y enfrentarse a mí, pero eligieron mal”.

“¿El poder del agua y del viento? – Se preguntaba Reik – ¿Esferas? ¿De qué va todo esto?”

“¡No tengo ni idea, pero no voy a quedarme a averiguarlo! – Exclamó Arturo y lanzó una llamarada azul contra el Caballero Negro – ¡Se acabó!”

Blackron no se molestó es esquivar el ataque, a pesar de que tenía tiempo suficiente. Se limitó a sonreír mientras veía el fuego azul acercarse, y en el último momento, una corriente de viento negro le envolvió, cubriéndole del ataque. Las llamas chocaron contra el ahora tornado oscuro y se quedaron tratando de atravesarlo hasta extinguirse.

“¡¿Qué es eso?! – Exclamó Pamela – ¿Viento negro? ¡Es imposible!”

“El Caballero Negro… El poder del agua y del viento… – Jonyo empezaba a unir cabos en sus pensamientos mientras contemplaba aquella escena – Espero que esta vez… Mis deducciones estén equivocadas, porque de no ser así, querrá tomar nuestras vidas…”

El viento negro se disipó y Blackron reapareció, intacto.

“¿Ha usado el viento para apagar el fuego?” preguntó Pamela.

“No – dijo Arturo – Si fuese un viento normal y lo hubiese utilizado para apagar el fuego, las llamas se habrían extinguido antes de siquiera alcanzarle, pero en su lugar, ha chocado contra ese viento negro como si fuera algo físico, ha destruido literalmente las llamas”.

“Y por si tratas de vovler a atacarme con esas llamas azules, tengo algo más eficaz para protegerme…” dijo mientras una hidra de agua negra aparecía a su lado.

“¿Agua negra?” volvieron a sorprenderse todos.

“Has robado los poderes de Verónica e Isabel, ¿verdad? – irrumpió finalmente Jonyo – Por eso fuiste a Petoria… Por eso Kevin y los demás se enfrentaron a ti… Y por eso estás aquí… Para terminar tu trabajo…”

“¡¿Robado?! – Exclamó Arturo – ¿Cómo? Si Isabel y Verónica están…”

“¿Haciendo una copia de su memoria, puede ser? La verdad, no lo sé, pero ese viento y esa agua negra son una prueba más que suficiente. Tenemos que dar graicas de que Fidel no esté aquí, saber todo esto podría incrementar su odio. Dinos, Blackron, ¿cómo le has arrebatado los poderes a Isabel y a Verónica?”.

“Ahora mismo lo veréis, ¡cuando os arrebate los vuestros!”

Blackron mandó atacar a la hidra de agua negra, directamente contra el caballero del fuego, quien en un primer momento trató de defenderse con fuego azul, creyendo que al ser un fuego más poderoso serviría contra el agua, pero no fue así. La hidra devoró con sus mandíbulas las llamas del caballero, deformándose un poco por la evaporación, pero resturándose a sí misma casi al instante.

“¡Mierda! ¡No funciona!”

Arturo optó por escapar volando, pero su combate contra Seagram había menguado su fuerza, y la hidra le ganaba terreno poco a poco, hasta que consiguió apresarle entre sus dientes y llenarle de agua negra, para después deshacerse.

“Perfecto…” pensó Blackron.

“Nada más pisar el suelo, el caballero empezó a notar los efectos del agua negra. Sin saber exactamente por qué, notaba que le costaba más moverse, mantenerse en pie, e incluso respirar, era como si le hubieran absorbido las fuerzas.

“¿Qué me pasa? ¿Ha sido ese agua, verdad?”

“Exacto, y ahora que estás débil – dijo acercándose a él y agarrándole del cuello hasta elevar sus pies del suelo – ¡Me apoderaré de tu elemento!”

“No se ha acercado a una velocidad demasiado elevada… eso quere decir que esa agua negra también ha reducido mis reflejos…” pensaba mientras trataba inútilemente de liberarse.

“¡A por él! ¡Hay que impedirlo!” exclamó Gabriel.

“¡Tranquilos! ¡Si ha extraído los poderes de Isabel y de Verónica, para robar los nuestros primero tiene que matarnos!”

“Como siempre, Jonyo, continúas equivocándote, ¡eso lo estás dando por supuesto!”

Al igual que las veces anteriores, el Caballero Negro creó una bola de energía del tamaño de su puño, de color negro con suaves rayitos violetas a su alrededor. Acercó la bola al cuerpo de Arturo y al entrar en contacto con su cuerpo comenzó a girar sobre sí misma a gran velocidad. La parte superior de la bola comenzó a abrirse mientras giraba hasta que se convirtió en un pequeño agujero negro y se produjo una corriente de aire hacia su interior. Un extraño polvo brillante de color rojo empezó a salir del cuerpo del caballero, introduciéndose en el agujero negro, mientras Arturo iba perdiendo el sentido paulatinamente. El polco brillante fue rellenando el agujero desde el fondo hasta crear una esfera roja y blanca en cuyo interior parecía estar encerrado el incandescente núcleo de una estrella.

“¡Ya tengo uno!” exclamó el Caballero Negro cuando la esfera terminó de formarse.

Fidel cayó al suelo de nuevo. Había estado tratando todo el rato tan solo de rozar a Mireia sin cesar, sin dejar pasar una sola oportunidad, pero lo único que consiguió tras todos sus intentos fue que le pusieran la cabeza en el barro.

“Bueno – dijo Mireia dando un falso bostezo de aburrimiento – ¿Te rindes ya o quieres que siga utilizando tu propia fuerza contra ti? Decías que con usar una mayor a la que pudiera controlar en tu ataque bastaría para derrotarme, pero después de haber encajado tantos golpes inútiles tuyos, lo único que he notado es que la fuerza de cada uno era menor según…”

Detuvo su discurso cuando miró hacia arriba por casualidad y se dio cuenta de que hacía un buen rato que su espada había dejado de absorber almas.

“Por hacerte caso no me he dado cuenta de que ya he terminado de abosrber energía. Ha debido de terminar la batalla… Ya no tengo nada más que hacer aquí. Has perdido tu oportunidad. Me voy”.

“¡No! ¡Por favor! ¡Llévame contigo! ¡Te lo ruego! – Suplicaba arrodillado con la cabeza apoyada en el suelo – ¡Necesito hacerme más fuerte! ¡Shawn es el único que puede ayudarme! ¡¿Sabes el dolor que produce ver cómo todos tus compañeros se vuelven más fuertes y tú que vas quedando atrás?! ¡El dolor de saber que en no mucho tiempo ellos tendrán la fuerza para cumplir sus objetivos y que tú nunca serás capaz de conseguirlo! ¡El dolor de la vergüenza de saber que estás dentro de un grupo de personas en el que no mereces estar y que tarde o temprano deberás abandonar! ¡Dime ahora! ¡¿Sabes lo que es eso?!”

“Eso… No es mi problema. Adiós.”

Blackron arrojó al suelo el cuerpo del caballero del fuego, que fue inmediatamente socorrido por sus compañeros, que trataron de reanimar su cuerpo inanimado.

“¡Arturo! ¡Despierta!” le gritaba Gabriel al oído.

“¡Déjame a mí! ¡Ya verás como espabila!” exclamó Reik y empezó a darle suaves bofetadas en las mejillas.

“No responde…” dijo Pamela, que también había tratado de despertarle agitándole por los hombres.

“¡Cabrón! ¡Te lo has cargado!” gritó Gabriel enfuecido.

“Tranquilos, no está muerto – dijo el Caballero Negro mientras soltaba la esfera y ésta se quedaba suspendida en el aire – Pero nunca más volverá a ser el de antes”.

“¿Qué quieres decir?” insistió el caballero de la rosa.

“Cuando despierte lo comprenderéis… Ahora, he de aduéñame del poder del fuego”.

La esfera del fuego, atraída por las que ya se encontraban en el interior del Caballero Negro, penetró a través de su pecho por sí sola, y una columna de fuego salió del interior del suelo, envolviendo a su nuevo poseedor. A los pocos segundos, el fuego que formaba esa columna se volvió negro.

“Esto… Es como la última vez…” dijo Jonyo al ver a todos tratando de reanimar el cuerpo de Arturo.

La columna de fuego fue haciéndose cada vez más pequeña, según iba el Caballero Negro absorbiendo el poder de su nuevo elemento. Finalmente, quedó su figura envuelta en llamas negras, y terminaron siendo abosorbidas también.

“Elemento asmiliado, ¡es hora de probarlo!” exclamó eufórico.

Proyectó un chorro de llamas negras contra el caballero del hielo, que trató de contrarrestarlas con un chorro de hielo, pero éste fue neutralizado sin ningún esfuerzo, obligando al caballero a apartarse para no salir ardiendo. El fuego continuó avanzando hasta que chocó contra unos escombros, que empezaron a arder, a pesar de que el fuego, en condiciones normales, no es capaz de mantenerse sobre las rocas por mucho tiempo.

“¡El fuego negro no descansa hasta que consume todo aquello que entra en contacto con él! ¡Arderá y arderá, si es necesario, por toda la eternidad!”

Emocionado por su nuevo poder, empezó a incendiar los alrededores, la arena, los restos de la torre de cristal, incluso a la parte inferior del cuerpo de Seagram que fue consumida en pocos segundos. Varias llamas cayeron cerca de la parte superior de su cuerpo, pero no llegaron a alcanzarle.

“Es… Exactamente lo mismo…” continuaba Jonyo dentro de sus pensamientos.

Un pequeño conjunto de llamas negras iba directo hacia Pamela, y Gabriel la cubrió con su espalda.

“¡Tú ya estás perdido!” gritó Blackron.

Rápidamente, el caballero de la rosa se arrancó la ropa, antes de que el fuego tocara su piel, librándose de la muerte. Sin pensarlo dos veces, Reik recogió el cuerpo de Arturo y se dispuso a salir de allí. Gabriel estaba demasiado débil para cargar consigo mismo, y mucho más para cargar también con Pamela, y en pocos minutos, los dos estaban rodeados de fuego negro.

“Mierda… Esto no va bien…”

“Pero está vez… – concluyó Jonyo – ¡No dejaré que acabe igual!”

Rápidamente, salió volando a rescatar a Gabriel y a Pamela, agarrándolos a cada uno de un brazo, y los llevó a un lugar seguro.

“¡Jonyo! ¡Has vuelto!” le dijo el caballero de la rosa mientras lo transportaba por el aire.

“Todo esto es por mi culpa, y yo lo solucionaré, ¡vosotros esperad aquí!” exclamó y los dejó sobre la arena.

“¿Que va a hacer ahora…?” se preguntaba Reik, estando ya también a salvo junto al cuerpo de Arturo.

El caballero del rayo sobrevoló incendiada por llamas negras que, aunque no eran capaces de consumir las rocas, el cristal y la arena, se mantenían encendidas, devorando los cuerpos poco a poco. Llegó hasta estar delante del que hasta ese momento llevaba considerando su amigo y le miró fijamente a los ojos.

“¡Detente! ¡Esta vez no voy a dejar que las cosas sean como aquella vez! ¡No voy a quedarme parado mientras todos mis nuevos amigos mueren! ¡¿Has venido a por mí, no?! ¡Pues adelante! ¡Mátame! ¡Envuélveme en esas llamas negras hasta que me consuma! ¡Pero a los demás déjalos en paz!”

“¡No me jodas! ¡¿Quieres morir y así acabar con todo?! ¡¿Crees que serás perdonado si sólo mueres?!”

“Entonces, ¡¿qué demonios se supone que debo hacer?!”

“¡Averígualo por ti mismo!”

Aquella respuesta sobresaltó un poco al caballero, y se quedó unos segundos meditando. Todos le observaban atentamente en espera de su próximo movimiento.

“¿Qué vas a hacer, Jonyo…?” pensó Pamela.

“Yo… Lo único que se me ocurre hacer… – dijo finalmente mientras sacaba su espada – ¡Es esto!”

Para sorpresa de todos, el caballero del rayo salió volando en dirección a su amigo, espada en mano, y dispuesto para el combate. Blackron le esperaba con su espada negra apuntándole y, al ver que los movimientos de su adversario eran muy predecibles, se puso en posición para contrarrestar su ataque y derribarle al primer golpe. Esperó cautelosamente hasta el último momento, haciendo creer al caballero que al tomar la iniciativa le había sorprendido y llevaba las de ganar, hasta que vio el momento de su ataque.

“¡Ahora! ¡Ya eres mío! ¡Getsuga Tenshou!”

El Caballero Negro asestó un rápido corte al aire y un haz de viento negro con forma de media luna salió disparado hacia delante. Sin embargo, cuando quiso darse cuenta, Jonyo había desaparecido, y el ataque se estrelló contra la arena, haciendo una raja de la que no se veía el fondo.

“¿Dónde está?”

Todos estaban tan sorprendidos como él, y buscaban la localización del caballero del rayo, hasta que una persona se dio cuenta de que una sombra se abalanzaba sobre él.

“¡Tú eres la causa de todo! ¡Y es contigo con quien tengo que acabar!”

Jonyo había pasado de largo a su viejo amigo y había ido directo a por Mesa, quien no se esperaba un ataque tan repentino y, a pesar de lograr esquivar el espadazo de milagro, no pudo evitar que su traje resultara dañado.

“Mequetrefe, ¿a quién te crees que estás atacando?”

“¡Has sido tú el que ha vuelto así a mi amigo, si acabo contigo, seguro que todod vuelve a la normalidad!” exclamó y volvió a tratar de cortarle.

“Pero, ¿quién te crees que eres paradecir todo eso? Se te va la fuerza por la boca – reía mientras esquivaba con relativa facilidad – ¿En serio crees que puedes vencerme tú solo?”

“Todos nosotros hemos mejorado mucho desde la última vez. No seré tan tonto de ofrecerte la posibilidad de que dejes de subestimarnos, si por culpa tu ego pierdes, ¡mejor! ¡Ganará la justicia!”

“¡No trates de hacerte el héroe! – le gritó Mesa mientras evitaba sus estocadas – Cuando estás en el campo de batalla, ¡los dos bandos son malos!”

“Si tratar de derrotarte me convierte en malo, ¡entonces ya estoy al mismo nivel que mi amigo!”

El sacerdote, cargando con el cuerpo de JesuCristo, apareció caminando junto a Peter, que habían visto las llamas negras desde la lejanía y habían decidido acercarse. Shinkan ya no estaba muy bien de la vista, pero había le parecido escuchar una voz conocida y esforzó su vista para tratar de ver con claridad a los que estaban en el aire, sin adentrarse en las llamas negras. Su vista fue ajustándose poco a poco, y tras un considerable esfuerzo de sus ojos, fue capaz de reconocer a una persona.

“Mesa, ¿eres tú?” preguntó finalmente.

Aquella intervención sí que sorprendió a todos los presentes, llegando a provocar que tanto Jonyo como el propio Mesa se olvidaran de que estaban combatiendo y le prestaran atención.

“Mario… Cuanto tiempo, no sabía que estabas aquí, pero ahora que recuerdo, tú siempre fuiste cristiano, era de esperar”.

“¿Dónde has estado todo este tiempo, Mesa? ¿Qué está pasando aquí?”

“¡Esperad un momento! – interrumpió Jonyo – ¿Os conocéis?”

“Sí” asintió el sacerdote sin dar ninguna otra explicación.

“¿Se puede saber de qué?” preguntó en esta ocasión Peter.

“Los dos fuimos profesores en el mismo centro educativo durante unos años” respondió con total normalidad, sin darse cuenta de en qué se había convertido su antiguo compañero de docencia.

“¡¿Profesores?!” exclamaron todos mirando a Mesa, que se mantenía cabizbajo.