lunes, 4 de julio de 2011

Episodio CXXI

Último capítulo con narración en primera persona. Esta es una de esas ocasiones en la que puedo decirle tranquilamente al estilo narrativo "Ha sido un placer conocerte, pero espero no volver a verte" jaja.

Título: Mute Friendship

Tamaño: 11

Dedicado a: N/A


Episodio CXXI

L
a descarga de luz continuaba expandiéndose. La cúpula iba avanzando más y más, tragándose las calles, los edificios y las personas. Era una luz tan intensa que no se podía ver a través de ella. Lo único que pudimos ver fue el rascacielos del ataque de Arturo derrumbándose, porque se altura sobrepasaba la de la cúpula de luz, pero no teníamos constancia de los daños que estaba ocasionando al resto de la ciudad. Poco a poco empezó a acercarse a nosotros. Amenazaba con tragarnos también, sin embargo, ninguno de nosotros sentía miedo o la necesidad de huir. Fue algo bastante extraño.

Jonyo, Gabriel y yo nos quedamos en el aire, viendo como la luz se acercaba poco a poco hasta que estuvo tan cerca que no podíamos seguir mirando al frente sin cubrirnos los ojos. Poco después la luz nos engulló y el brillo era tan intenso que tuvimos que cerrar los ojos con fuerza para no quedarnos ciegos. Durante unos instantes sentí una tenue calidez, que seguro que encantó a estos dos, pero a mí, como caballero del hielo, no me agradaba para nada.

Un segundo después todo había terminado. Tan rápido como nos había tragado, se esfumó. Abrimos los ojos lentamente, con algo de miedo, pero pronto nos dimos cuenta de que no había nada que temer. La luz no nos había provocado ningún daño, ni a nosotros ni a nadie. Echamos una ojeada alrededor y nos dimos cuenta de que no había resultado dañado ni un solo edificio más, ni tampoco había muerto nadie más a causa de la cúpula de luz. Menuda suerte, porque todavía tenía una noche pagada en el hotel y no me habría hecho gracias que lo destruyeran. Todo estaba exactamente igual que antes, salvo el rascacielos que había destruido Arturo, claro. Y de ése tampoco es que se notase su ausencia. El agujero originado con el God Breaker Cannon había sido cubierto íntegramente con los escombros del propio edificio, y había quedado prácticamente a ras de suelo. Apenas un leve montoncito del amasijo de hierros, piedra y cristal sobresalía por encima de la superficie.

Todo estaba en silencio. No había viento, no había murmullo de la gente. Ni siquiera sonaban las alarmas de la policía o de los bomberos. El shock de la gente era demasiado fuerte como para que hicieran nada. La mayoría estaban  sentados con la mano en el corazón o en la cabeza. Otros simplemente se habían quedado de rodillas en silencio, y unos pocos elegidos tenían cerca un ser querido al que abrazar. He de decir que la estampa era bastante desoladora.

No sé si es que estaba muy cansado, o si lo estaban los demás, pero no podía sentir la energía de nadie. Ni la de Jonyo, ni la de Gabriel, ni la de Arturo, ni la de Lardo. Es posible que incluso yo estuviera en estado de shock, o que esa extraña luz hubiera tenido algún efecto sobre nosotros, no lo sé. Lo único cierto es que todo se quedó en silencio, hasta que alguien se atrevió a romperlo.

“Está muerto” dijo Jonyo.

“Yo también lo creo” afirmé.

“¿Quién creéis que está muerto? – preguntó Gabriel, que seguía en su mundo – ¿El Capitán Lardo o Arturo?”

“El Capitán Lardo, por supuesto – ya le contesté yo – Él no es capaz de controlar su energía, por tanto tampoco es capaz de ocultarla. Si estuviera vivo, lo sabríamos”.

“Todos vimos cómo le remató Arturo, y después de haberle derrotado completamente. Si a eso le sumas que no podemos sentir su energía, que no es pequeña precisamente, yo creo que no hay lugar a dudas”.

“Pero tampoco sabemos dónde está el cuerpo, Jonyo. Yo no daría por muerto a alguien así hasta haber visto su cadáver, como ya ocurrió con ese terrorista hace tiempo, que no enseñaron el cuerpo y el mundo no se lo terminaba de creer”.

“Sí sabemos dónde está el cuerpo – intervine – Está ahí, bajo ese montón de escombros. Sepultado en lo más profundo. Si te apetece buscarlo, ya puedes empezar. Puede que termines antes de morir y todo”.

“Aunque estemos hablando del Capitán Lardo… Estando tan debilitado, soportar ya no sólo el peso de los escombros del rascacielos más alto de la ciudad, sino también la presión del subsuelo, el aumento de la temperatura y la falta de oxígeno… Está todo muy claro. Arturo lo ha conseguido, y deberías alegrarte en vez de cuestionarlo”.

“Vale, ¿y Arturo? ¿Dónde está? ¿También está muerto?”

“Es cierto que Arturo sí sabía, antes de perder sus poderes, ocultar su energía, pero ahora mismo no sabría decirte – dudaba Jonyo – Lo que está claro es que ya no mantiene su forma de SuperGuerrero. Él estaba ahí abajo, con Lardo. Tal vez perdiera sus fuerzas con el último ataque y…”

“¡Me niego a creer eso!”

“Es una posibilidad y tenemos que contemplarla – dije yo – Es menos probable que Arturo también esté muerto, pero también es posible”.

“¡Arturo está vivo! ¡Lo sé!”

“Bueno tranquilízate – se estaba poniendo ya muy pesado – Si sigue vivo terminará apareciendo tarde o temprano. Desde aquí arriba ya no podemos hacer nada más. Busquemos a Peter”.

Con eso conseguí que se callara, y gané algo de tiempo. Yo tampoco creía que Arturo hubiese muerto sepultado junto a Lardo, pero hasta que no apareciera Gabriel no nos iba a dejar en paz.

Descendimos un poco y sobrevolamos la zona en busca de Peter. Él era uno de los que estaban sentados en el suelo en estado de shock, pero en su caso era más por el cansancio que otra cosa. Se le notaba que había estado manteniendo la barrera durante mucho tiempo. El cuerpo de Kevin reposaba a su lado, intacto, y a su alrededor todo estaba arrasado, así que tuvo que currárselo para conseguir que no le pasara nada ni a él ni al cuerpo.

Al vernos llegar, sonrío con las pocas fuerzas que le quedaban.

“Todo ha terminado” le dijo Gabriel ofreciéndole su brazo para ayudarle a levantarse.

“Me alegro de veros – dijo mientras se levantaba – Es una lástima que todo haya terminado también para Kevin”.

“Siento interrumpir este momento, pero echad un ojo a vuestro alrededor” les dije.

Los supervivientes nos habían reconocido y estaban empezando a acercarse mirándonos con la mirada llena de odio, a avisarse unos a otros, e incluso algunos se acercaban armados con una tubería o cualquier cosa que encontraban por el suelo.

“¿Qué coño está pasando?” preguntó Jonyo.

“¿No es evidente? Nos han visto luchas contra el Capitán Lardo y nos ven como responsables de lo que ha ocurrido en la ciudad. Además estamos al lado del cadáver del mayor responsable de la seguridad de toda la ciudad. Si tú fueras ellos, ¿qué pensarías?”

“¿Estás intentado decir que creen que lo hemos matado nosotros? – Dijo Gabriel – ¡Eso es absurdo!”

“Explícaselo a todos los que han perdido su casa o que han visto morir a su novia o a sus hijos – dijo Peter – Seguro que te entienden perfectamente”.

“Yo aquí veo una única salida. Ya que todo ha terminado para Kevin, debemos irnos para que no acabe todo para nosotros” expuse sin tapujos.

“Me parece un acto tan cobarde…” dijo Jonyo.

“Nosotros sabemos lo que hemos y lo que no hemos hecho. Ellos no – me comprendió Gabriel – Si nos llevamos el cuerpo, aunque sea con buenas intenciones de devolverlo a Petoria, sólo se agravaran las cosas. Nos guste o no ahora Kevin pertenece a esta ciudad, y es ella quien debe decidir qué homenaje darle”.

De pronto escuchamos un suave silbido a lo lejos. Como de algo precipitándose desde una gran altura. Miramos hacia todas direcciones pero no vimos nada. La gente continuaba acercándose y se nos acababa el tiempo.

“¡Es él! ¡Es Arturo! – Gritó Jonyo señalando a un punto vacío en el cielo – ¡Está ahí arriba!”

“¿Dónde? – Contesté – ¿Estás seguro? Yo no veo nada”.

“Concéntrate y sentirás su energía. Es muy débil pero está ahí”.

“Ya lo veo…” dijo también Gabriel.

“Vale, pues quedamos en la azotea del edificio más alto que haya por aquí. Nos separaremos y así les será más fácil seguirnos la pista” planifiqué la escapada.

“Perdónanos, Kevin. Pero nos despedimos aquí – Peter le acarició la frente – Siempre te llevaremos en el corazón”.

Salimos volando a toda velocidad cada uno en una dirección creando entre todos un viento que tiró al suelo a la mayoría de las personas que estaban a nuestro alrededor. Según me alejaba miré hacia atrás un momento y vi que la gente se había reunido alrededor del cuerpo de Kevin y lloraba su pérdida. Parece que por una vez, Peter tenía razón y no debíamos preocuparnos sobre el homenaje que merecía en su último adiós. Más tarde me fumé un cigarro en su honor.

Cuando llegué a la azotea del edificio ya estaban todos allí, mirando al cielo, que yo, seguía sin ver nada, así que me acerqué y me quedé en silencio.

“Le siento más cerca – dijo Gabriel – ¡Tiene que estar a punto de aparecer!”

“¡Ahí está! – exclamó Jonyo señalando a un puntito negro en el cielo – ¡Ya ha aparecido!”

Todavía no se le distinguía bien, así tuvimos que esperar un poco más para ver su estado. Ya no mantenía la forma de SuperGuerrero, su cuerpo no se movía, parecía que estaba muerto, pero se podía sentir su energía débilmente, así que algo de vida le quedaba. Era la primera vez que se mantenía transformado durante tanto tiempo. Esa forma debe tener todavía más inconvenientes de los que ya sabíamos.

“No lo entiendo, si estaba abajo – se preguntaba Jonyo – ¿cómo ha llegado hasta ahí?”

“¿Y qué te hace pensar que alguno de nosotros lo sabe?” le contesté.

Al ver que todos estaban mirando como pasmarotes, y sobre todo que tenían toda la pinta de seguir así, tomé la iniciativa y salí volando para recuperar el cuerpo.

“¿Dónde vas?” me preguntó Peter.

Ni contesté. Total, ¿para qué? Ya lo iba a ver ahora, así que fingí no haberle escuchado.

Alcancé el cuerpo de Arturo y le agarré de una pierna. Como estábamos en el aire no iba a chocarse contra nada así que para qué molestarse en cogerle con delicadeza. Le arrojé hacia la azotea y entre los tres le recogieron y le posaron con cuidado en el suelo, donde Peter empezó a examinarle.

“Sólo está cansado. Se ha desmayado por la falta de fuerzas. El SuperGuerrero ha debido chuparle toda la energía. Pero… No tiene ni una sola herida. Todos los golpes que le causó el Capitán Lardo han desaparecido. Es increíble”.

“Lo que es increíble es desde cuanta altura ha empezado a caer para tardar tanto en que le detectáramos” dijo Jonyo.

“Puede que tardara también en subir y por eso nos parece tano y en realidad es la mitad” dijo Gabriel.

“Entonces vuelvo a preguntar, si estaba abajo, ¿cómo ha llegado hasta ahí arriba?”

“¡Sssshhh! – les mandó callar Peter – ¡Silencio! ¡Se está despertando!”

Arturo abrió los ojos poco a poco. Parecía desconcertado, pero al vernos se despejó al instante y se puso de pie de un salto.

“¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Dónde está el Capitán Lardo?!”

“¿No recuerdas nada? ¡Le derrotaste! Ah, y también intentaste atacarme” dijo Jonyo.

“¿Eh? – Arturo se llevó una mano a la cabeza e intentó hacer memoria – Recuerdo… Recuerdo que estabais todos luchando contra él. Yo no podía ayudar, y no quedaba nadie para cubrirme… Entonces… Kevin me protegió… Estallé… Y tengo vagos recuerdos de haber estado luchando contra el Capitán, pero nada en concreto”.

No hubo más remedio, tuvimos que ponerle al día. Ya tenemos otro dato sobre el estado de SuperGuerrero. Si lo mantienes durante demasiado tiempo, es como si te emborrachas y luego no puedes recordar bien lo que pasó. Bueno, como es obvio, no vamos a contar dos veces lo mismo, así que nos saltaremos esta parte.

Una vez lo supo todo, se asomó al límite de la azotea a observar el legado que había dejado su poder. Se quedó callado unos minutos, durante los cuales extendió el brazo hacia delante y dejó la palma de la mano abierta unos segundos. También acercó la palma de la mano a su boca y sopló con delicadeza. Todos sabíamos lo que estaba haciendo y nos limitamos a observar. Pronto se rindió, y nos habló sin volverse.

“He tomado una decisión – Todos le miraron como si de verdad fuese a decir algo importante – Quiero ir a ver a Shawn Stevenson”.

“¡¿Qué?! – Exclamó Peter – ¡¿Por qué?!”

“Ya veis que sólo recuperé mis poderes de forma temporal. Ahora he vuelto a perderlos. Pero si los he recuperado un tiempo, puedo recuperarlos de forma definitiva. Ya he intentado hacerlo por mi cuenta y éste es el resultado. Está claro que necesito ayuda. Pero sobre todo, lo que más quiero, aun por encima de recuperar mis poderes, es controlar el SuperGuerrero. Vosotros no vengáis si no queréis. Puedo ir sólo y reunirme con vosotros cuando no sea un estorbo”.

“¿Estás de coña? ¿Te tomas vacaciones y piensas ir tú solo? No cuela, ¿eh? ¡Yo también voy!”

“Y yo” dijo Gabriel.

“No te vamos a dejar tirado cuando estás pasándolo tan mal – dijo Peter – Cuenta con todos nosotros. Sólo hay un pequeño problema. Shawn lleva escondido en una isla perdida desde hace años y no hay manera de dar con él. Cuando se fue ni si quiera me dijo a mí donde iba para evitar que le localizasen”.

“Pero sí que sabemos de alguien que sí sabe dónde está, ¿no? Sólo hay que preguntar a esa persona” dijo Arturo.

“Alguien que sabe dónde está… Mmmm… – pensaba Peter – ¡Ah coño! ¡Te refieres a esa chica! ¿Cómo se llamaba? María… Marta…”

“Mireia” dijo Jonyo.

“¡Eso! Ella si sabe dónde está. Le preguntamos y listo”.

“Se te olvida un dato importante, cerebrito – aclaré – Tampoco sabes dónde está esa niña. Va y viene por ahí como una cucaracha escondiéndose entre las sombras para robar su carroña energética y luego desaparece con sus bombas de luz, ¿en serio crees que vas a poder dar con ella tan fácilmente?”

“Entonces tendremos que esperar a que ella nos encuentre a nosotros. Siempre acaba haciéndolo” dijo Arturo.

“Esto… Creo que eso no será necesario – intervino Gabriel – Puede que yo tenga una idea aproximada de donde se encuentra”.

Los quedamos todos mirándole. Nos pidió que le siguiéramos y fue explicándonoslo por el camino. Como Arturo no podía valerse por sí mismo, Jonyo tuvo que cargar con él, que yo ya le había traído antes hasta aquí, no me iba a tocar dos veces.

“¿Cómo? ¡¿Está aquí?! ¿Y qué hacía esa tía aquí?” preguntó Peter.

“El Caballero Negro le dio una paliza mientras estaba de compras. Los encontré de casualidad y lo vi todo” dijo Gabriel.

“¡¡¿El Caballero Negro?!!” exclamó Jonyo.

“Mierda, no tendría que haber dicho eso”.

“No sé de qué te sorprendes – le dije – El Caballero Negro ha atacado todos los sitios por los que hemos pasado. Petoria, Arcadia, Azeroth… ¡Todos! Admítelo, no es la misma persona que conociste”.

“Pero también es cierto que tanto en Petoria como en Arcadia iba tras un objetivo concreto. Atacó Petoria para buscar los cuerpos de Isabel y Verónica. Fue a Arcadia porque pensaba que tú habías muerto allí. Y cuando se le acabaron los caballeros muertos vino a por los vivos en Azeroth, pero no tenía motivos para atacar a Mireia”.

“¿Y si ella también tiene esfera?” se preguntó Peter.

“No. No la tiene – aclaró Gabriel – Fue sólo una orden. Durante el combate tuve que intervenir y…”

“¡¿Otra vez?! – le interrumpí – ¡Tienes que dejar de meterte en jaleos cada vez que haya un chochete de por medio!”

“Tuve que intervenir – me ignoró – Y él fingió que estaba muerta cuando la derrotó para no tener que rematarla. También tuvo la oportunidad de derrotarme, o de intentarlo, y en vez de eso se fue. Tienes más control sobre sí mismo del que nos hace creer. Sólo pierde los papeles cuando Jonyo está delante”.

“Si los otros quieren matarla no debemos intervenir. Eso que nos ahorramos”.

“¡¡Reik!!” me gritó Arturo.

“No te jode, ella se lucra con las muertes de los demás, pues si se muere no voy a sentirme mal, te lo aseguro”.

“Ya estamos llegando – dijo Gabriel – La dejé al doblar esa esquina”.

Giramos la esquina y Gabriel señaló orgulloso a un lugar vacío, y luego el orgullo se transformó en vergüenza.

“¡Joder no está! – gritó – ¡Pero si la dejé ahí!”

“Tranquilo, no debe andar muy lejos. Dame un momento y la rastreo – Cerró los ojos y se puso en esa extraña posición. Le bastó con unos segundos – Ya la tengo. ¡Seguidme!” exclamó y salió volando.

“¡Peter y tú quedaos aquí! – les ordené – ¡Nosotros nos valemos para cazar a la presa!”

Gabriel y yo salimos tras Jonyo. En un par de segundos ya le habíamos alcanzado, y en otros tanto ya teníamos al objetivo a la vista.

“¡Ahí está!” exclamó Gabriel.

“No si al final me lo voy a pasar bien un rato y todo” comenté.

La pobre chiquilla corría despavorida con las pocas fuerzas que le quedaban. Nos había visto, y después de haber sido atacada por alguien que se hacía llamar caballero, seguramente se pensaba que nosotros también íbamos a acabar con ella, cosa que no me hubiera importado en absoluto, pero bueno, no estamos hablando de eso. De momento sólo nos reímos de su ingenuidad.

Lancé unos cuantos pinchos de hielo para cortarle el paso y tuvo que frenar en seco. Se notaba que no estaba en su mejor momento porque tropezó y se dio de cara contra el suelo. Jonyo se adelantó y trató de aprovecharse de que estaba tirada para reducirla fácilmente, pero la chica no perdió el tiempo y cuando sintió aproximarse a Jonyo rodó hacia un lado, y aprovechó el momento en que él aterrizó para levantarse. Cortó los pinchos de hielo con su espada y continuó corriendo.

No me apetecía nada jugar al ratón y al gato con la niña, así que la adelanté y aterricé violentamente en el suelo delante de ella. La verdad es que me pasé un poco porque rompí el suelo y agrieté la carretera, pero da igual. Ella iba ya tan despacio que ni siquiera frenó en seco, se paró de lo aterrorizada que estaba y ya está.

“Se acabó el juego, pequeña” le dije.

Intentó huir hacia atrás pero Gabriel ya había bloqueado el camino con rosas de grandes espinas. Jonyo no tuvo más que acercarse caminando y ya la tuvimos acorralada. Pero por si acaso, posé la mano en el suelo y extendí una fina capa de hielo sobre la superficie. Ella, que iba con zapatos, no tardó en resbalarse y caerse sin necesidad de que le hiciéramos nada. Entonces empezamos a acercarnos poco a poco.

“¡Fire Art! – Sí, encima se puso violenta. Estrelló una pequeña bola de fuego contra el suelo, derritió parte de la capa de hielo y ya pudo andar bien – ¡Lightning Art!”

Con la otra mano, generó un pequeño rayito y vino a por mí. Solamente tuve que sujetarla por el brazo para detener su triste ataque, pero giró la muñeca hacia abajo y consiguió alcanzarme.

“Uy, que cosquillas, jeje”

A la tonta no le bastó que anulase su ataque para rendirse y trató de darme un rodillazo que bloqueé con la mano que me quedaba libre. Después la levanté y le devolví el rodillazo en el estómago, porque yo soy un caballero, y no sólo me gusta recibir, también dar. Y como ya no tenía ganas de jugar más, la agarré de la cara tapándole la boca y la nariz y empecé a asfixiarla.

“¡Pero qué haces, animal! – Exclamó Gabriel – ¡Que te la vas a cargar! Vaya forma de complicarse la vida…”

Sacó una rosa turquesa y la calvó en la pierna de la chica. Ella cayó en redondo y se me acabó la diversión.

“Toma anda – le dije a la vez que le lanzaba el cuerpo – Que sé que te hace ilusión llevarla”.

Avisamos a Arturo y a Peter y para cuando llegamos ya lo teníamos todo preparado. Nos la llevamos a la azotea del edificio y allí la atamos a un poste, por si tenía un mal despertar.

“Ya vuelve en sí – dijo Arturo – Hablaré con ella”.

Estaba acabadísima. Tenía todo el pelo echado hacia delante y le cubría totalmente los ojos. Nos dimos cuenta de que se había despertado porque empezó a moverse.

“Que sea rápido…” dijo al ver acercarse a Arturo.

“No vamos a matarte, sólo queremos preguntarte algo”.

“El que me atacó era un caballero. Lo dijo él mismo. No trates de engañarme”.

“Además era amigo de éste – dije señalando a Jonyo – Así que si quieres vengarte ya sabes a por quien tienes que ir”.

“¡Calla que la vas a confundir más todavía!” exclamó Jonyo.

“Si no recuerdas mal – continuó Arturo – Gabriel te salvó del ataque del Caballero Negro. Si él fuera uno de nosotros le habríamos dejado acabar contigo, ¿no crees?”

“¿Qué quieres saber?” murmuró después de reflexionar unos segundos.

“Necesitamos ver a Shawn Stevenson, y eres la única persona que sabe dónde se encuentra. ¿Puedes llevarnos hasta él?”

“Yo no voy a volver allí ahora. Lo más que puedo hacer es un mapa”.

Incluso a mí me sorprendió la facilidad con la que nos dio la información. Debía estar todavía más hundida de lo que parecía. Había debido de comprender la diferencia de poder entre ella y… cualquier otra persona. Creo que hasta me dio pena, pero se me pasó rápido.

“Bien, pues suéltala para que lo dibuje y nos vamos cuanto antes. El barco sigue en los astilleros y si nos localizan pueden embargárnoslo y no saldríamos nunca de aquí” advirtió Peter.

“¡Joder! – Gritó Jonyo – ¡Eso sí que no! ¡Rápido, rápido!”

Después de que nos hiciera el mapa y le diera un par de instrucciones a Arturo, la dejamos en libertad, pero no se movió del sitio. Se quedó sentada en el mismo sitio que la dejamos, en silencio. Nosotros ya no teníamos nada que tratar con ella así que la dejamos en paz y nos fuimos de allí abandonándola a su suerte.

Atravesamos la ciudad volando rápidamente. El tiempo iba en nuestra contra, pero nuestra velocidad era superior. Llegamos a los astilleros y me puse a ver a el barco mientras Peter le soltaba un fajo de billetes a los carpinteros. Como se nota que es político…

“Ya está todo listo – dijo mientras se guardaba lo que le quedaba del fajo – Vámonos antes de que nos encuentren”.

Subieron al barco uno a uno, y Arturo se quedó en último lugar para despedirme formalmente.

“Muchas gracias por todo Reik – me dijo muy emocionado – Sin ti no lo habría conseguido y ahora estaríamos todos muertos. Que tengas mucha suerte, y esperamos volver a verte pronto”.

Me estrechó la mano y subió al barco, pero no se dio cuenta de que fui detrás de él. Cuando se dio la vuelta al llegar a la cubierta se sorprendió al encontrarme.

“¿Qué haces?” me preguntó Gabriel.

“¡Yo voy con vosotros!” Exclamé dejando asombrado al populacho.

“¿Qué? Pero si tú odias que te digan lo que tienes que hacer, no me creo que quieras entrenar con Shawn” acertó Arturo.

“Es cierto. Y no quiero. La razón es muy simple. Cuando me separé de vosotros fue porque estaba buscando algo. Pensaba que lo encontraría o me olvidaría de ello, me daba igual, lo que ocurriese antes. Pero hoy, en esta ciudad, he encontrado lo que andaba buscando. Y eso que busco os busca. Por tanto, necesito estar con vosotros para que llegue de nuevo a mí”.

“Creo que no preguntaré nada más – dijo Arturo – ¿Vosotros queréis preguntarle algo?”

“¡Yo sí! – Exclamó Jonyo – ¿Qué ha pasado con el hotel? ¿No lo tenías ya pagado?”

“Me han dado un vale”.

“Bueno pues nada, ¡bienvenido a bordo de nuevo!” contestó.

“Os estoy muy agradecido por aceptarme de nuevo de esta forma después de que me fuera por propia voluntad hace tanto tiempo. Aunque sea el caballero del hielo, también soy capaz de sentir cosas”.

“No pasa nada. No te imaginas el suplicio que ha sido comer lo que cocinaba Fidel. Tu vuelta es un regalo del cielo, por fin podremos comer algo de verdad”.

“Pero no mientas cabrón, si tú tenías comida guardada y no la compartiste con nosotros hasta que te pillamos – Le recriminó Peter – ¡Tú no lo pasaste mal en ningún momento”.

“¡No, no! A ver, las cosas como son. Si yo no compartí esa comida con vosotros fue únicamente porque eran palmeras de chocolate y no quería que os subiera el colesterol. Sólo un cuerpo atlético y ejercitado como el mío puede soportar esa dieta”.

“Con que era eso, ¡sólo me queréis para que sea la chacha!” Les señalé con mi dedo acusador.

“No, que va, hombre – intentó rectificar – Lo que quería decir es que con tu vuelta nos vas a llenar un vacío muy grande que teníamos todos desde hace mucho tiempo”.

“Sí, el del estómago, no te jode”.

“Bueno, aprovechando que estáis todos tan animados – interrumpió Gabriel – A mí sí que me gustaría deciros una cosa”.

“Pero cállate que ya ha dicho que sí, no lo estropees – dijo Jonyo de nuevo – ¿Es que no quieres comer comida de verdad?”

“¡¿Lo ves?! ¡Es sólo por eso!”

“Tranquilos. Lo que quiero transmitiros es algo totalmente fuera de ese tema”.

Gabriel tenía una extraña expresión en el rostro. Mitad felicidad y mitad tristeza. Ahí comprendimos que iba a contarnos algo serio y difícil para él, así que nos quedamos callados observándole.

“Habla, te escuchamos” trató de incentivarle Peter al ver que seguía callado pasados unos segundos.

“Bueno… Ha sido una decisión difícil… Pero después de que Reik Y Jonyo nos contaran aquello que escondían en su interior. Y sobre todo después de que nos contaran el sufrimiento que había detrás del comportamiento de Mesa, y de ver en primera persona como incluso Mireia tiene motivos para ser como es… De ver como todos lucháis por dejar atrás aquello que habéis perdido y que no es posible recuperar… Pues me he decidido. ¡Yo también quiero contar mi pasado!”

Sonreí. Yo era el único del grupo que sabía lo que le había pasado, así que también sabía lo duro que debió de ser para él tomar esa decisión. Fue por eso por lo que estaba tan raro durante el combate de Arturo y Lardo. Él no estaba atendiendo, estaba dentro de sí mismo, reflexionando sobre lo que debía hacer.

En fin, aquí acaba mi aportación. Y ya sabéis quien contará la última página de esta historia.