domingo, 29 de septiembre de 2013

Episodio CLVII

Después de unas largas vacaciones con mucho calor de mierda y varios viajes, Los Caballeros vuelven con la tercera parte de los combates finales :D

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Episodio CLVII
M
esa observaba cuidadosamente la transformación del caballero de la tierra. Aunque externamente lo único que había cambiado era el aura roja que le envolvía, él se había dado cuenta de que el cambio más grande estaba en su interior, en su energía, en su poder.

Saltaba a la vista que Fidel no estaba acostumbrado a esa forma. Durante el cambio, el caballero esbozó un par de alaridos, sufrió varios calambres y su rodilla cayó al suelo un par de ocasiones, pues no siempre era capaz de mantenerse en pie y controlar la energía al mismo tiempo.

Tras unos minutos de calibración que Mesa aprovechó para colocarse las gafas y sacudirse un poco el traje, el caballero de la tierra ya había logrado estabilizar su transformación, y esperaba ansioso alzarse contra su oponente con una sonrisa en la boca.

Mesa le dio a un botón de la montura de la gafas, y el cristal de las lentes se convirtió en una pantalla que irradiaba una luz verde de fondo, cubierta de números y letras amarillas. Desde aquel visor, Mesa analizo el nuevo estado de Fidel. Un contorno amarillo rodeaba al caballero mientras un porcentaje de carga en una esquina aumentaba poco a poco hasta completar el análisis. Tras eso apareció una cifra en pantalla, momento en el que Mesa pareció entender la situación.

“Ya veo… – señaló decepcionado –Tu poder, exactamente, se ha duplicado, pero ese aura roja que te rodea no ha generado ningún cambio en tu cuerpo, es decir, no te has convertido en SuperGuerrero como tu compañero, ni en nada parecido. Simplemente esta es una de esas estúpidas técnicas que multiplican tu fuerza durante un breve lapso de tiempo y cuando se pasan los efectos te dejan un largo tiempo muy debilitado. Patético…”

“Bueno, pero si te mato antes de que se pasen los efectos no habrá ningún problema, ¿no?”

“Si una técnica barata como esta bastase para derrotarme a mí o a cualquier miembro de la organización, todos habríamos sido derrotados hace mucho tiempo. Probaré tu técnica y demostraré su ineficacia. Ahora es mi turno de atacar” sentenció y comenzó su ofensiva, lanzándose hacia su objetivo.

El caballero no quiso seguirle el juego a su adversario y saltar él también al ataque, se quedó quieto, espada en mano, esperando la llegada de su objetivo, que avanzaba cargando el puño. Un instante antes de que Mesa alcanzara su posición, posó la mano en el suelo y levantó una barrera de piedra que protegía su cuerpo. Mesa no podía ni quería dar marcha atrás, así que siguió adelante y golpeó la pared de piedra que le separaba del caballero, destrozándola en pedazos. Sin embargo, fue toda una sorpresa para él encontrarse el otro lado vacío, sin rastro del caballero de la tierra.

“¡¡Me ha engañado!! – Pensó Mesa – ¡No quería protegerse sino evitar que descubriese que iba a desaparecer!”

Fidel emergió de la tierra, detrás de él, portando su espada, pero con un pequeño añadido. En la punta de la hoja, había clavado un bloque de piedra cuadrado de un par de metros de lado, pretendiendo utilizar la espada como si fuera un potente martillo.

Mesa escuchó el estruendo del caballero al salir del subsuelo y se giró de inmediato. Fidel ya estaba ejecutando el ataque, y aquella mole de roca se acercaba a su cuerpo a toda velocidad. Logró cubrirse antes de que la piedra le golpeara, pero sus dimensiones, mayores que las de su cuerpo, volvieron inútil cualquier tipo de resistencia. El bloque de piedra sacudió con fuerza todo el cuerpo de Mesa, arrastrándole sin remedio por los aires.

El caballero de la tierra no había quedado satisfecho con ese golpe, sabía que necesitaba mucho más, y ahora tenía delante una buena oportunidad para rematar la faena. Salió volando a toda velocidad, persiguiendo el cuerpo de su adversario, que avanzaba por el aire sin control, y volvió a golpearle con el pseudo martillo, ahora golpeando de arriba abajo. Además, el caballero no se limitó a propinar el martillazo para catapultar a su oponente como la vez anterior, sino que descendió a la par que el cuerpo de Mesa, empujándole a toda la velocidad que pudo, hasta aplastarlo ferozmente contra el suelo.

El impacto consiguió incluso romper el martillo casero que había hecho el caballero, reventando el bloque de piedra en grandes pedazos de escombro que sepultaron el cuerpo de Mesa en medio de una nube de polvo. Fidel, ahora con la hoja de su espada libre de nuevo, la envainó lentamente.

“Es increíble… – se decía a sí mismo el caballero de la tierra, mientras observaba el aura roja que rodeaba sus manos – Incluso yo estoy sorprendido de los resultados”.

Se hizo el silencio, y el caballero escuchó un murmullo entre las rocas. Era muy débil, pero conseguía hacerse paso a través de las rocas. Fidel se imaginó el origen y la causa del murmullo y se acercó a investigar.

“Jeje… Ese panoli debe estar gimiendo de dolor. Voy a asomarme…”

Se acercó a la montaña de escombros y posó la oreja en un hueco entre varias piedras, intentando escuchar al otro lado.

Bang…” fue lo único que logró identificar.

“¡Mierda!” exclamó el caballero y salió corriendo de allí.

Attack!!!” se escuchó ahora sin necesidad de arrimar la oreja.

Una intensa luz empezó a salir de los huecos entre los escombros, dando paso, un instante después, a una gran explosión. A Fidel no le había dado tiempo a alejarse lo suficiente y la onda expansiva le tiró al suelo de cara. La explosión levantó y dispersó todas las rocas acumuladas por los alrededores, precipitando varias sobre el castillo de la Fiera Deidad, rompiendo ventanas, abriendo boquetes en las torres, y un par de ellas también golpearon al caballero, que se cubría la cabeza con las manos. Finalmente, en el epicentro de la explosión quedó un cráter no muy profundo, en cuyo centro se encontraba Mesa de pie, con varios signos de deterioro en su ropa.

“Vas mejorando. Ya tienes nivel para dañar mi traje. Quizá para la próxima vez ya puedas herir mi cuerpo”.

Fidel, por primera vez en su vida, no entró en la provocación de su adversario. No tenía ganas de hablar. El tiempo iba en su contra y él lo sabía, así que se lanzó al ataque. Su nueva fuerza no había sido suficiente para enfrentar a su oponente, así que debía poner sus esperanzas en otra cualidad.

Avanzó, en un principio, a la misma velocidad que lo hacía habitualmente, cuando todavía no había activado su última técnica, para después dar un fuerte acelerón y sorprender a Mesa con un codazo en el esternón, que impacto justo en medio de la corbata.

El impacto paralizó un instante a Mesa y cortó momentáneamente su respiración. Fidel continuó atacando, ahora con un combo mucho más completo, y con pleno uso de sus nuevas facultades.

Aprovechando que su rival estaba momentáneamente paralizado, le agarró de la chaqueta y salió volando llevándose a su enemigo consigo. Ya en el aire, cambio su trayectoria, descendiendo directamente hacia el suelo, para estrellar a su oponente contra él.

Mesa volvió a reaccionar cuando estaban en el aire, pero cuando se quiso dar cuenta, el caballero ya había cambiado de dirección. Al ver que avanzaba de cabeza a tierra, y que su adversario estaba literalmente pegado a él, no tuvo que complicarse mucho. Un fuerte derechazo impactó en el estómago del caballero en un instante. No fue muy fuerte, pero sí con la fuerza suficiente como para hacer que una persona se retuerza de dolor unos segundos.

Fidel sabía que iba a ser golpeado, sabía que iba a sufrir daños, sabía que iba a ser duro, pero también sabía que podría resistirlo. Al recibir el golpe, en vez de soltarse para llevarse las manos al estómago de forma inconsciente, canalizó su rabia hacia las manos y agarró la chaqueta de Mesa con más fuerzas todavía, el cual no tardó en darse cuenta de que su estrategia había salido al revés de lo que tenía planeado. Sin embargo, eso no apagó los ánimos del profesor, que continuó golpeando al caballero con el puño y con la rodilla, una y otra vez, pero cuanto más golpeaba, más se aferraba el caballero a sus hombros, hasta tal punto que le causaba auténtico daño.

El tiempo de Mesa se agotó, y los combatientes se acercaban inexorablemente al suelo. Mesa esperaba que el caballero le soltase en el último instante, y así poder teletransportarse a un punto seguro, evitando el impacto fatal. Para hacerlo, tenía que llevarse el dedo índice y corazón a la frente, pero sólo podía mover el codo, debido a la presión que ejercía Fidel sobre sus hombros, impidiéndole alcanzar su frente con la mano.

“No va a ser fácil – pensaba Mesa – para conseguir evitar el golpe tengo que llevarme la mano a la cabeza, decidir el lugar de escape y ejecutar la técnica entre que me suelte y toque el suelo… No creo que tenga ni medio segundo… Pero lo conseguiré”.

Estaba preparado. Miraba al suelo esperando el momento en el que Fidel soltara su cuerpo para poder hacer un teletransporte. Sim embargo, el caballero no se comportó como Mesa esperaba, no soltó a su objetivo, y se estrelló con él, es más, continuó avanzando por el interior de la tierra, arrastrando a Mesa con él.

“Mierda, como es su elemento, no le provoca daños, sino que lo fortalece – reflexionaba Mesa mientras las piedras del subsuelo impactaban contra su cuerpo según era arrastrado – No tenía ninguna intención de soltarme desde el principio…”

El caballero de la tierra arrastró a Mesa por el interior de la corteza terrestre durante varios minutos, provocándole múltiples heridas leves y moratones, hasta que se topó con una cueva subterránea, donde dejó caer a su adversario al fondo de la gruta.

“¡Esto no es suficiente para alguien como él! Esto… ¡¡Esto no es nada para alguien como él!! ¡¡Tengo que seguir atacando!!”

El cuerpo de Mesa avanzaba muy despacio por la gruta a los ojos del caballero y su recién adquirida velocidad, así que voló hasta alcanzarle y, de una patada en el pecho, le lanzó contra la pared de la gruta subterránea. El cuerpo de Mesa impactó con fuerza en la roca, haciendo un agujero con la forma de su silueta.

“Puede salir de aquí en cualquier momento con el Shunkanido, pero para hacerlo tiene que posar dos de sus dedos en la frente, ¡no puedo darle tiempo para lograrlo!”

Bajó a tierra en un instante y posó las manos sobre el suelo. El hueco en la roca que se había quedado clavado Mesa apenas un momento antes comenzó a cerrarse, apresando sus extremidades por completo y parte de su cuerpo, dejando visible tan sólo su cabeza y parte del pecho, mientras que el resto permanecía atrapado bajo presión.

“¿Ha parado? – Pensó Mesa cuando se dio cuenta de que la roca no continuaba aprisionándole – ¿Por qué? Creía que iba a encerrarme totalmente en la roca”.

“¿De qué me sirve darte el golpe de gracia si no estás delante para verlo?” contestó el caballero a su duda, sin necesidad de que la preguntara en voz alta.

“Je… ¿Crees que con medio paralizarme un poco ya puedes atacarme libremente? – Mesa trató de hacer fuerza para liberarse de la roca, pero todo se quedó en un intento – No tengo más que hacer el… – probó de nuevo, un poco más fuerte, pero siguió sin poder hacerlo –  Que hacer el… ¡Un momento! ¿No será qué…?”

“Se ha dado cuenta, tal y como lo esperaba de él… Pero lo que he hecho… ¡¡Sigue sin ser suficiente!!”

Sacó su espada, y empezó a cortar la pared al otro extremo de la gruta en bloques de piedra gigantes que iba lanzando contra su adversario según los extraía.

Ahora que Mesa sabía las intenciones del caballero de la tierra, lo primero era liberarse de la prisión pétrea en la que se encontraba. Viendo como la primera roca gigante se dirigía hacia él, comenzó a hacer fuerza de nuevo para tratar de soltarse, pero la presión a la que había sido sometido su cuerpo era descomunal.

“No podrás liberarte, Mesa – se decía a sí mismo el caballero mientras continuaba cortando el otro extremo de la gruta – He mandado parte de mi energía a esas rocas que te mantienen inmovilizado para reforzar su resistencia. No van a romperse tan fácilmente”.

Mesa continuaba aumentando la fuerza de sus brazos tanto como podía. La pared que lo aprisionaba comenzaba a dar signos de debilitamiento. Aparecieron algunas grietas, y la movilidad de sus extremidades en el interior de la pared aumentaba poco a poco.

La primera roca gigante estaba a punto de tocar a Mesa, cuando sus brazos y piernas se iluminaron un instante al ser rodeados de un aura blanca, y de un tirón se liberó de la roca que lo aprisionaba, arrancándola desde dentro.

“Si él puede utilizar la habilidad defensa crítica – pensó Mesa al liberarse – ¡¡yo puedo utilizar golpe crítico!!”

“Puede que te hayas liberado, pero ya es demasiado tarde para ti” susurró el caballero.

En efecto, la primera roca gigante se abalanzó sobre Mesa, pero el aura blanca alrededor de sus brazos todavía no se había disipado. Sin pensarlo dos veces, echó el puño hacia delante y partió la roca en dos. Las dos mitades cayeron a los lados, y estallaron en pedazos al estrellarse contra el fondo de la gruta.

Antes de que Mesa pudiera reaccionar, nuevas rocas se abalanzaron sobre él. Ahora un poco más pequeñas, pero igualmente letales y en grupos. Continuó destruyendo las rocas una a una sin ningún impedimento, pero pronto se encontró con un nuevo problema. Los pedazos de las rocas que destruía se estaban amontonando bajo sus pies, a pesar de que se encontraba flotando en el aire. Tener que lidiar con trozos de piedra para moverse le restaba velocidad, y Fidel lo sabía, por eso no dejaba de cortar la pared al otro lado y mandarle nuevos proyectiles.

Mesa intentaba avanzar, salir del montón de rocas que no hacía más que aumentar, pero el caballero cubría todos los huecos con nuevos lanzamientos gracias a su doble velocidad, obligando a su adversario a mantenerse al otro lado.

Los escombros cubrían a Mesa hasta la cintura. Una nueva roca venía hacia él, y al echar brazo hacia atrás para coger impulso para golpearle, su codo rozó los escombros, ralentizando su movimiento. Esa pequeña diferencia de tiempo fue suficiente para que la roca le alcanzara en el hombro izquierdo, incrustándose contra el montón de escombros, y dejando atrapado el brazo izquierdo de Mesa.

“¡Es el momento de salir de aquí! – Pensó al ver que el aura blanca de sus brazos se había desvanecido en el instante en que su brazo había quedado atrapado – ¡Shunkanido!”

Todavía le quedaba libre el brazo derecho, e inmediatamente, se llevó la mano a la frente para realizar la técnica. Sin embargo, ahora que había la parte izquierda de su cuerpo estaba sepultada, los pedazos de roca le llegaban al pecho, y al mover el brazo, lo arrastraba entre ellos, muy lentamente para su velocidad habitual.

Esa ralentización dio tiempo para que el caballero de la tierra encajara otra roca en el hombro derecho de Mesa, echando para atrás su brazo un instante antes de que sus dedos alcanzaran su frente, y sepultándolo también.

Mesa, que ya sólo tenía la cabeza y la parte superior del pecho, no pudo hacer otra cosa que mirar al frente, donde se encontraba Fidel, que le devolvió una mirada de odio antes de lanzar una última gran roca que lo encerrara para siempre.

A pesar de que ya estaba completamente sepultado, el caballero no quería correr riesgos, y continuó apilando rocas al fondo de la gruta, para aumentar la distancia que separa a su adversario de la libertad. Una vez quedó satisfecho, se acercó al comienzo de la montaña de rocas, y se sentó sobre una de las que estaba al pie del montón.

“Ahora, escúchame bien, Mesa. Te explicaré la situación. Voy a volar la gruta para que se derrumbe y te aplaste para siempre, y no puedes hacer nada para evitarlo. Estás inmovilizado, por lo que no puedes golpear las rocas para salir. Tampoco puedes utilizar el Shunkanido, porque me he encargado personalmente de separar tus manos para que no puedas tocar tu frente. Tu única esperanza sería utilizar el Big Bang Attack para tratar de levantar las rocas y abrir un agujero a la superficie, tal y como hiciste hace un rato, pero te diré una cosa sobre esa estrategia…

Estamos a más de cien metros bajo el suelo. Si ejecutas un ataque como ése aquí abajo, la onda expansiva no conseguirá salir a la superficie, sino que rebotará al no encontrar una vía de escape, multiplicando los daños que ocasionaría fuera, y provocando un terremoto que arrojaría todavía más rocas sobre ti. Si el peso y la presión que sientes ahora mismo ya son fuertes, imagínate cuando tengas toda la cueva encima, o si se te ocurre disparar. Morirías a manos de tu propio ataque. Ni siquiera alguien tan fuerte como tú tiene poder suficiente como para enfrentarse al poder de la tierra, que es el poder del planeta.

Es decir, no tienes escapatoria. Tu destino es morir aquí, sepultado, lentamente, a causa de la falta de oxígeno, para que puedas reflexionar, arrepentirte, y desear cambiar todo lo que has hecho para salvar tu miserable vida. Incluso los tipos más duros se derrumban al ver cara a cara a la muerte. Pero tranquilo, te daré una salida honorable. No me quedaré aquí para ver cómo mueres, te dejaré solo para que tu recuerdo no se mancille con tus últimos momentos.

Este es mi regalo de despedida, porque, por mucho que me pese, tenías razón en lo que dijiste al comenzar el combate. Tú me diste una razón para vivir, para luchar, para seguir adelante sin importar lo duro que fuera el camino, porque ahora tenía un objetivo, acabar contigo. Tengo que reconocer que de no ser por eso, nunca habría podido llegar a ser tan fuerte como soy ahora, y por ello debo darte las gracias, aunque seas mi enemigo”.

Alzó el brazo, apuntando con la palma de la mano al techo de la caverna subterránea, y disparó una ráfaga de pequeñas ondas de energía, que desestabilizaron la estructura de la cueva, la cual comenzó a derrumbarse.

“Con esto estamos en paz. Discúlpate con Peter y con Isabel cuando vuestras almas se encuentren. Adiós, Mesa”.

Y en el más absoluto silencio, el caballero de la tierra, envuelto aún en la misteriosa aura roja que le había provocado la victoria, se levantó, y saltando de roca en roca, fue avanzando hacia la superficie, pocos segundos antes de que la gruta terminara de venirse abajo, y sepultase a Mesa para siempre.