jueves, 1 de noviembre de 2007

Episodio LX

Hoy, hace un año, se publicaba el Episodio XXXVII, que cerraba el primer volumen de Los Caballeros, así que hoy... no vamos a cerrar volumen xD pero estamos muy cerca, así que honraremos a ese capítulo que cerró una época, y esperaremos cerrar otra dentro de muy poco, aunque ya en éste está prácticamente cerrada.

Título: Decisión Final

Tamaño: 10'1

Dedicado a: El ep 37, que salió hace hoy justo un año ^^


Episodio LX

G

abriel lanzó la rosa amarilla contra Miss Jewel, quien, totalmente camelada por las palabras del caballero, extendió la mano para recogerla con total confianza. La rosa viajaba por el aire recorriendo la distancia que separaba al emisor y a la receptora a una velocidad normal, pero que a los caballeros les parecía eterna. La punta del tallo estaba ya muy cerca de su objetivo, cuando alguien empujó violentamente a la mujer fuera de la trayectoria de la rosa y se puso en medio, recibiendo el pinchazo.

“¡¿Qué haces?!” exclamó Miss Jewel al caer al suelo.

Reik se había interpuesto en la trayectoria de la rosa, extendiendo sus extremidades para asegurarse de que no pasara de allí. El pinchazo se efectuó justo en el centro del pecho. A los pocos instantes unas pequeñas chispas salieron del interior del tallo y recubrieron a Reik por completo, paralizándolo por completo.

“No… no puedo moverme” dijo Reik intentando librarse de su atadura.

“¿Cómo? ¿Era una trampa?”

“¡Mierda! – Exclamó Gabriel – ¡Hemos fallado!”

La rosa amarilla comenzó a perder color lentamente, pero de forma continua. Los extremos de los pétalos estaban ya teñidos de blanco apenas unos segundos después de haber sido clavados.

“Mi… Mi Señora… ¡Huya!”

“No, Reik, no te dejaré aquí después de haberme servido tan fielmente”.

“¡¡¡Vete de una vez!!!”

Más asustada que convencida, se levantó y salió corriendo desesperada sin una dirección concreta.

“¡Se escapa! – Exclamó Arturo – ¡Hay que detenerla!”

“Tranquilo, no llegará muy lejos” dijo Peter.

De pronto Miss Jewel se estrelló contra algo de bruces y cayó al suelo de espaldas apretándose la cara con las manos del dolor. Pensado que había sido culpa suya, se levantó de nuevo y volvió a tratar de huir, con el mismo resultado. Una barrera invisible le impedía continuar. Al darse cuenta de la verdad, trató de romper esa barrera a puñetazos, consiguiendo sólo que un suave destello blanco iluminara la parte de la barrera que golpeaba. Viendo que no lo conseguía, empezaron a caer lágrimas de sus ojos, a la vez que se iba enrojeciendo su rostro.

“¡¿Qué has hecho?! ¡¿Por qué no puedo seguir?!”

“He creado una barrera de energía alrededor de nosotros cinco. Nadie puede entrar ni salir del recinto si yo no lo permito”.

“Puede que el plan no haya salido del todo mal – dijo Arturo – Queríamos usar la rosa para paralizarte a ti y extorsionarte para que nos dijeras la forma de devolver a la gente a la normalidad. Aunque, pensándolo mejor, esta situación es mucho mejor. Quizás estés en libertad, pero si no tienes nadie que te proteja, es como si estuvieras paralizada. Además, no puedes salir de la barrera”.

Los caballeros desenvainaron su espada y se acercaron a Miss Jewel lentamente.

“No… No… Esto no puede acabar aquí. Yo soy la Dueña y Señora de estos lares, no voy a perder ante unos hombres, ¡Eau de Toilette!”

“¡Oh, no! – Exclamó Peter – ¡Ese perfume otra vez!”

Una nube rosa cubrió toda el área interior de la barrera. Jonyo, Fidel y el Capitán Lardo eran incapaces de ver lo que ocurría desde el exterior.

“Parece que se equilibra la balanza” dijo el Capitán.

“Tenemos que intervenir, Jonyo – dijo Fidel preocupado – Ahora están bajo los efectos de ese perfume, si aprovecha para someterlos a los tres, estamos perdidos”.

“No hay nada que podamos hacer. Nosotros tampoco podemos atravesar la barrera de Peter. Confiemos en que no hayan inhalado el perfume”.

El perfume se despejó rápidamente. Cuando volvió la visibilidad, se podía apreciar que cada uno estaba en el mismo sitio que antes, nadie se había movido de su lugar.

“¿Qué ha pasado?” pensó Jonyo.

Miss Jewel, esperanzada, lanzó una mirada a los caballeros, pero para su sorpresa, parecían no haber resultado afectados por el Eau de Toilette.

“¿Cómo…? ¿Cómo habéis escapado del poder de mi Eau de Toilette? ¡Ningún hombre lo había hecho antes, es imposible que vosotros hayáis podido!”

“Lo cierto es que estamos tan sorprendidos como tú – dijo Arturo – yo sólo procuré no respirar para evitar caer en el influjo del perfume, pero en las anteriores ocasiones no se disipó tan rápido”.

“Lo mismo digo” dijo Peter.

“Perdonad no haber avisado, he sido yo”.

Gabriel portaba sonriente una rosa que parecía ser la explicación de lo ocurrido.

“Todo ha sido gracias a esta rosa” dijo orgulloso.

“¿Qué dices? Sólo es una rosa de color rosa como cualquier otra. Una cosa así no puede haber detenido el poder de mi fragancia”.

“Puede parecer una rosa normal y corriente, pero no lo es. Hace unos segundos era una de mis rosas blancas vírgenes que absorben cualquier poder. Ahora ha adquirido los poderes de tu fragancia y por eso tiene este color. Debo darte las gracias, no sólo he salvado a mis compañeros, sino que también he obtenido una rosa muy poderosa para mi colección, lástima que sólo tenga una. ¿Por qué no haces el Eau de Toilette unas cuantas veces más?”

“¡Ni lo sueñes!”

“Para una técnica que sabes… Si mueres todo se perderá”.

“Si crees que eso es lo único con lo que puedo defenderme estás muy equivocado”.

Se lanzó mostrando su anillo con la prominente piedra roja, lo estrelló en la cara del caballero y salió de él una onda de choque que le empujó hasta la pared de la barrera, donde finalmente cayó al suelo.

“Dicen que los últimos coletazos son los más fuertes. Si esto es todo lo que puedes hacer, será mejor que abandones” dijo Gabriel al volver a ponerse en pie.

“Acéptalo, has perdido. Dinos como devolver a la gente a la normalidad y dejaremos tu vida a juicio de los habitantes del pueblo. Ni siquiera nosotros queremos matar a una mujer, por malvada que sea”.

Arturo le colocó el filo de la espada en el cuello. Cuanto más cerca lo veía, más se desesperaba. Para desatar sus nervios del todo, el caballero le clavó suavemente la punta de la espada, derramando un fino hilo de sangre.

“¡Habla!” gritó Peter.

“No puedo dejar que esto acabe tan rápido. De ser así, no sería divertido”.

El Capitán Lardo saltó desde la roca de la que estaba sentado, desenvainó su espada en el aire y asestó un espadazo a la barrera de energía de Peter, rompiéndola en pedazos que se dispersaron en el aire.

“Ha roto la barrera con… tanta facilidad…” susurró Peter sorprendido.

“Estos cristalitos son muy molestos. Podrían clavarse en un ojo y tendríamos una desgracia” dijo el Capitán con toda tranquilidad.

La esperanza volvió a iluminar el rostro de Miss Jewel, que se empezó a reír a carcajadas sin cesar.

“¡Wajajajaja! ¡Sabía que vendrías a por mí! ¡Ahora sí que es vuestro fin! ¡Estáis muertos! ¡¿Me habéis oído?! ¡MUERTOS! ¡Mi amor acabará con todos vosotros sin ninguna piedad!”

“Ante todo me presentaré. Me llamo Dayuri Lardo y ostento el cargo de Capitán de los ejércitos de El Señor Oscuro”.

“¿Dayuri? ¿Qué clase de nombre es ese?” preguntó Gabriel.

“Significa en todas partes y en ninguna y está en bron, que era el idioma secreto de un gremio de artesanos de avilés en la edad media. Ahora continúo. Hasta ahora he preferido no intervenir por pura comodidad, pero me habéis obligado a entrar en el juego. Como he sido el último en participar os daré una pequeña ventaja. Permitiré que uno de vosotros, a vuestra elección, no se enfrente conmigo y pueda quedarse junto al caballero del hielo para tomar la decisión final. La única condición es que quien no lucha tampoco podrá tratar de atacar a Miss Jewel, de lo contrario yo en persona acabaría con ese tramposo de un golpe. Los que se enfrenten a mí podrán usar todas las estrategias y trucos que se les ocurran, no hay reglas. ¿Qué me decís?”

“¿Se está tomando esto como un juego?” pensó Gabriel.

“Si uno de nosotros no combate, tendremos menos capacidad de ataque – dijo Peter – Sin embargo, alguien debe tomar esa decisión final. Puedo aseguraros que este tipo no es lo que parece, y si te hace una oferta de cualquier tipo, sería un error rechazarla”.

“Tú le conoces mucho mejor que nosotros. Te haremos caso – dijo Arturo – Gabriel, quédate tú. Yo combatiré”.

“¡No! La doctora te ha prohibido combatir, aún no te has recuperado del combate contra Reik. Además, no es justo que hagas siempre lo más divertido, ya has tenido tu momento, ahora me toca a mí. De hecho, tú eres el único que puede tomar esa decisión final. Confío en ti”.

“Se ve que no tengo otra alternativa…”

“De nuevo, no están contando conmigo…” pensó Peter enfurruñado.

Gabriel se colocó en posición de combate, Peter se retiró a un lugar seguro y Arturo fue hasta Reik, que seguía paralizado, alzó su espada, y colocó la punta sobre el pecho del antiguo caballero, justo encima del corazón.

“¡Ya están todos los actores en el escenario! – Exclamó Dayuri – ¡Qué empiece la función!”

No muy lejos de allí, Bill continuaba corriendo apresuradamente con Shin a la espalda.

“¡Ya tenemos que estar muy cerca! ¡Corre Bill!”

“Si pero no hace falta que grites, estoy debajo y me revientas los oídos”.

Gabriel tomó la iniciativa en el combate y fue él quien se lanzó al ataque, intentando alcanzar con la espada al Capitán de cualquier forma posible. Golpe horizontal, vertical, diagonal, estocada, todos eran bloqueados sin ningún esfuerzo, y sobre todo sin quitar la sonrisa de la cara.

“Vamos caballero, ¿eso es todo lo que sabes hacer?”

La rosa amarilla que estaba clavada en el pecho de Reik había perdido más de la mitad de su color y el caballero comenzaba a recuperar movilidad, siendo capaz de mover las yemas de los dedos.

“Nuestro plan se ha dado la vuelta por completo, parece que no tendremos el antídoto para devolverte a la normalidad. Mi última oportunidad es convencerte con palabras”.

“Pierdes el tiempo” contestó Reik con total naturalidad.

“No puedo creer que hayas perdido el juicio completamente”.

“Es cierto, no lo he perdido. Esta es mi verdadera naturaleza”.

“No me estás ayudando nada…”

Fidel y Jonyo continuaban observando la situación desde su escondrijo.

“Parece que el asunto se ha torcido un poco” dijo Fidel.

“Sí, ya no está tan clara nuestra victoria. Creo que es hora de intervenir”.

“¡Ya era hora!”

“¡Sígueme! Creo que sólo hay una cosa que podamos hacer…”

Miss Jewel volvía a ser ella misma. La suerte la sonreía de nuevo. Animaba a su amor con furor y maldecía a los caballeros con la misma intensidad. Estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se percató de que la paloma blanca volaba hacia ella. De primeras le dio un picotazo en la frente que le hizo sangre. Enfadada, alzó el brazo para espantarla, y fue entonces cuando la paloma mostró sus verdaderas intenciones. Se lanzó directa al anillo de Miss Jewel con la piedra roja y la destruyó de un picotazo.

“¡No! ¡Has destruido mi piedra! ¡Ahora no podré hacer más pintalabios! ¡Morirás por ello!”

Gabriel lo vio todo y sonrió de alegría.

“Así que era eso, por eso te enfadaste tanto cuando tu casa fue destruida. Es allí donde fabricabas el pintalabios. ¡Bravo, paloma!”.

Cumplido su objetivo, la paloma se relajó un segundo y Miss Jewel la dio un fuerte manotazo que la estrelló contra un árbol cercano, para después al suelo, sin sentido. Miss Jewel avanzó hasta ella y alzó su zapato de tacó cuya punta brillaba de lo fina que era.

“¿Pensabas qué un manotazo sería tu castigo? No, no, no. Tú morirás por fastidiar mis planes. ¡Adiós!”

El caballero de la rosa vio a Miss Jewel con el tacón levantado e intentó ir hacia la paloma para salvarla. La espada del Capitán Lardo se cruzó en su camino, pasando cerca de su cuello, impidiéndole el paso.

“¿Dónde te crees que vas? Estás combatiendo contra mí.”

“¡No! Tengo que salvarla. Primero esa paloma me ofreció mi fruta favorita y ahora ha destruido la fuente de poder de Miss Jewel, no puedo dejarla morir”.

“Demasiado tarde, caballero – dijo Miss Jewel sonriendo – ¡Wajajajaja!”

“Exacto. ¡Demasiado tarde para ti!” exclamó una voz.

Jonyo apareció a su espalda, con un brazo le abrazó el cuello con fuerza y con la mano que le quedaba libre sacó su espada y le apuntó a la espalda, pinchando un poco para que se notase.

“¿Esto qué es?”

Fidel apareció por delante, sacó su espada y le colocó la punta en la nariz.

“Será mejor que te estés quietecita” dijo Fidel.

“¿Qué hacéis? ¡Soltadme!”

“Creo que optaremos por la opción B” dijo Jonyo.

“¡Deteneos! Si me matáis nadie podrá regresar al caballero del hielo a la normalidad”.

“De todas formas no ibas a hacerlo si te lo pidiéramos, ¿me equivoco?” dijo Jonyo.

Miss Jewel sonrió.

“En ese caso – dijo Fidel – no hay nada más que hablar... ¡muere!”

“¡Amor, ayúdame! ¡Quieren matarme!”

El Capitán Lardo estaba combatiendo contra el caballero de la rosa. Al escuchar gritar a la mujer, corrió hacia su oponente con el fin de darle un espadazo vertical. Gabriel puso su espada en horizontal y bloqueó el ataque, produciéndose un pequeño forcejeo.

“Te está llamando, ¿es que no vas a ayudarla?”

“Yo no oigo nada, caballero, ¿tú oyes algo?”

Esas palabras provocaron en Miss Jewel un dolor que cien mil cuchillos clavándose a la vez en su cuerpo no hubieran podido igualar. Tras oírlas, se quedó muda del shock y una lágrima recorrió su rostro.

“Ahora entiendo tus palabras, Suso…” susurró y cerró los ojos sonriendo en espera de su final.

“¡Esto va por Suso!” exclamó Jonyo.

“¡Y esto por todos los habitantes del pueblo que has sometido, por los que has matado, y por sus familias, que tanto has hecho sufrir!” exclamó Fidel.

Jonyo clavó su espada en la espalda de Miss Jewel. Atravesó por completo su cuerpo, rasgando sus pulmones y su corazón y apareciendo la punta entre los pechos de la mujer a su vez que Fidel hacia lo mismo por el lado opuesto. Clavó la espada en su estómago, atravesándolo por completo, partiendo la columna vertebral y saliendo la punta por la parte inferior de la espalda. Una vez clavadas las espadas, los dos caballeros giraron la muñeca hacia ambos lados retorciendo la espada dentro de las entrañas de su víctima, la cual ya había perdido prácticamente su vitalidad y se limitaba a temblar y escupir sangre a borbotones. Al sacar las espadas, el cuerpo cayó al suelo de inmediato y se quedó quieto en medio de un charco de sangre.

El Capitán Lardo había observado toda la escena de reojo mientras continuaba su forcejeo con el caballero de la rosa. El sonido de las dos espadas clavándose en sus carnes y desgarrándolo todo le provocaron una tremenda excitación. Cuando el cuerpo cayó al suelo estalló en un ataque de euforia.

“¡Jajajaja! ¡Wajajajajajaja! ¡Por fin soy libre! ¡Por fin ha desaparecido esa arpía! ¡Estoy contento! ¡¡Muy contento!! ¡¡¡¡Puede que os perdone la vida por haberme hecho este favor!!!”

En aquel momento apareció Wancho, caminando lentamente, y contempló horrorizado la escena. Su Señora estaba en el suelo en medio de un charco de sangre y no había podido hacer nada por evitarlo. Por el contrario, quien se supone estaba ahí para protegerla, no sólo no había hecho nada al respecto, sino que además reía a viva voz delante de todo el mundo.

Odio, ira, furia, miedo, tristeza, deseos de venganza, todos los sentimientos negativos que existen en este planeta se juntaron en el interior de Wancho. La marca de labios en su frente brilló como jamás lo había hecho ninguna otra. Sus ojos se pusieron en blanco y perdió el control. No le importaba quien lo había hecho, él ya había elegido a un culpable, y pagaría las consecuencias.

“Anda, pequeñín – dijo al verle – ¿Cómo tú por aquí?”

“Tú, no te atrevas a dirigirme la palabra. Mi Señora ha muerto tu culpa. Y tú morirás por ello”.

“¿Tengo que asustarme?”

Wancho se lanzó contra él a la mayor velocidad que le permitía el cuerpo después de su combate con Fidel. Gabriel, viendo lo que ocurría, se apartó de en medio y fue a por la paloma, cogiéndola con un elegante movimiento.

“Te tengo”.

El Capitán no había visto nunca en acción a Wancho, desconocía sus habilidades, cosa que lo costó caro. Su adversario se acercaba corriendo, sin molestarse siquiera en cubrir sus puntos débiles, así que no había motivo de preocupación. Para su sorpresa, cuando éste se acercó, en vez de intentar darle un puñetazo o patada, se abalanzó sobre su cara y le echó el aliento, haciéndole retroceder tosiendo repetidas veces.

“Eres bastante molesto, ¿nunca te lo han dicho?”

“No tengo a mis bichos – pensaba Wancho sin hacer caso de su comentario – Así que tendré centrarme en mis antiguas armas. ¡No me falléis!”

Wancho disparó varios de sus Pedos Atómicos contra el Capitán, que, de nuevo, no se molestó en evitar. Al alcanzarle, para Dayuri, el tiempo pareció detenerse. Pudo apreciar cómo los proyectiles se iluminaban un instante antes de liberar una ráfaga de fuego que acompañaba a la explosión. Cuando Wancho comprobó el éxito de su primera ofensiva, no tardó en comenzar una nueva, y lanzó un montón de proyectiles sin ningún tipo de control, todos hacia la misma dirección. Aún no se había disipado el fuego de la primera explosión, por lo que al llegar los demás proyectiles, fueron creando una fogata que aumentaba su tamaño cada vez más. Por más que crecía la explosión, no era suficiente para calmar las ansias de destrucción de Wancho, que continuaba disparando una y otra vez. Por suerte, sus gases se agotaron a los pocos minutos y no pudo continuar. Entonces se quedó quieto durante unos segundos, el fuego de la explosión se reflejaba en sus ojos, que lloraban la pérdida de Su Señora y única mujer que había amado jamás.

“Haaa, haaaaaa – jadeaba a la vez que trataba de contener sus lágrimas – Te he vengado, Mi Señora, y ahora me reuniré contigo”.

“Exactamente” dijo una voz.

El Capitán Lardo emergió del fuego de la explosión con el brazo extendido, avanzó hasta Wancho en un segundo y le agarró del cuello con mucha fuerza, llegando a impedirle respirar.

“¿Qué me dices ahora? – Dijo mientras le clavaba los dedos en la garganta – de esta forma no me puedes echar tu aliento. ¿A que está bien pensado?”

Dayuri llevó el puño que tenía libre hacia atrás y sonrió de oreja a oreja. Los ojos de Wancho estaban llenos de pequeños vasos sanguíneos, mezcla de la asfixia y del terror que soportaba en ese momento. No sólo no podía echar el aliento, tampoco podía gritar ni hablar para pedir ayuda”.

Los caballeros observaban atentamente el curso de los acontecimientos sin intervenir. En manos del caballero de la rosa, la paloma recobró el sentido. Al ver a Wancho, voló rápidamente de las manos del caballero.

“Eh, ¿Dónde vas?”

La paloma fue iluminándose hasta convertirse en una figura lumínica que fue variando su forma hasta adoptar una silueta humana. Tras ello la luz se desvaneció y para sorpresa de todos quien quedó a la vista fue la Princesa del Crepúsculo.

“¡¡¡¡Wooooow, es todavía más bella que Mireia!!!!” dijo Gabriel al verla, habiéndose transformado sus ojos en corazones.

“¡Detente, Capitán Lardo! ¡No hay necesidad de que haya más víctimas! ¡Miss Jewel ya no está entre nosotros!”

“Lo siento, pero no hago caso a niñas pequeñas”.

Llevó el brazo hacia delante y a Wancho le pasó toda la vida ante sus ojos.

“Mi Señora, voy con usted”.

Cuando el puño impactó en su rostro, reventó toda su cabeza en un instante. Un festival de sangre, vísceras, cabellos y trozos de carne salió disparado en todas direcciones, manchando al Capitán, aunque no parecía importarle. El resto del cuerpo de Wancho quedó inmóvil, brotando sangre desde el cuello.

“¡No! ¡Ha vuelto a ocurrir! ¡No he podido salvarle!” exclamó la princesa y rompió a llorar en los brazos del caballero de la rosa.

“Has hecho todo lo que estaba en tus manos, piensa que al menos nadie más sufrirá por Miss Jewel”.

“Al menos, entréganos el cuerpo para darle sepultura” pidió la princesa.

“Eso esta hecho”.

El Capitán lanzó el cuerpo hacia la princesa, ella fue a cogerlo, confiada. En el instante antes de agarrarlo el cuerpo explotó en mil pedazos a causa de una onda lanzada por el Capitán.

“¡Jajajaja! ¡Ya te dije que no hago caso de niñas pequeñas! Podría perdonaros la vida por haberme librado de Miss Jewel, pero no puedo regresar a la base sin haber hecho nada, así que tendremos que divertirnos un poco. ¡Vamos caballeros, ahora estáis todos juntos! ¡Venid a por mí!”

Un resto de las ropas de Wancho que había sobrevivido a la explosión fue a parar cerca de la princesa, que lo recogió con cariño, lo apretó con fuerza y de nuevo una lágrima recorrió su rostro.

“Por favor, que sea el último…”

Arturo continuaba con su espada apuntando al corazón de Reik. La rosa amarilla había perdido ya prácticamente todo su color, y al caballero del fuego se le acaban los argumentos.

“Miss Jewel ha muerto. Nada te obliga a seguir siendo así”.

“No necesito un líder para seguir mi propio camino. Ahora podré crear mi propio reino. Si vas a hacer algo, será mejor que lo hagas rápido. La rosa está a punto de perder su efecto, y cuando lo haga, os mataré uno por uno o moriré en el intento”.

“¿Nada de lo que hagamos te hará volver?”

“No tengo un sitio al que volver”.

“En ese caso, no me dejas otra opción. Sé que es lo que hubiera querido el verdadero Reik”.

En ese momento, Bill y Shin llegaban a donde estaban los caballeros. Podían ver de lejos a Arturo portando su espada, apuntando a Reik.

“¡¡¡¡No!!! – Gritó Shin – ¡¡¡¡¡¡No lo hagas!!!!!!”

Arturo creyó estar escuchando la voz de su corazón, cerró los ojos, y apretó con fuerza la empuñadura de su espada.

“¡Esta es… mi decisión final!”

Acompañando el acto con un grito, clavó su espada en el pecho de Reik, atravesando su corazón y saliendo por la espalda, tras romper el omoplato. Al momento, el antiguo caballero cayó al suelo lentamente mientras se iba desvaneciendo.

“Perdóname, Reik…”

Cuando Arturo abrió los ojos, Bill y Shin acababan de llegar, y observaban el cuerpo inerte del caballero en el suelo.

“Hemos llegado tarde…” dijo Bill.

“¿Shin? ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo que vienes con él? Concretamente a su espalda, ¿no estaba siendo manipulado por Miss Jewel?”

“Eso es lo que venía a deciros – susurró apenado – He descubierto la forma de devolver a la normalidad a los sometidos”.

“¡¡¡¡¡¡¡¿Qué?!!!!!!!” exclamaron a la vez todos los presentes.

“¡Rápido! – Gritó Jonyo – ¡Comprueba si Reik sigue con vida! ¡A lo mejor todavía podemos salvarle!”

“No – dijo Peter tratando de tomarle el pulso – Ha fallecido”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

... Muerto... ha muerto... Reik... siempre te recordaré... muerto... ha muerto...

Que osado ha sido el escritor habiendo matado a Reik...

Anónimo dijo...

Joder tio es mazo de triste el episodio, aunque tengo que decir que para mi hasta el momento ha sido el mejor episodio porque ha sido el que mas me ha llegado tengo que decir que me da mucha pena que se muera Reik no puede ser, estoy todavia que no me lo creo lo que acabo de leer...

Miss Jewel la dio un fuerte manotazo que la estrelló contra un árbol cercano, para después al suelo, sin sentido.(para despues caer al suelo)
Miss Jewel avanzó hasta ella y alzó su zapato de tacó cuya punta brillaba de lo fina que era.(tacón)
Tú, no te atrevas a dirigirme la palabra. Mi Señora ha muerto tu culpa.(por tu culpa)
Así que tendré centrarme en mis antiguas armas. ¡No me falléis!”
(tendre que centrarme)
Un saludo a todos y en especial a Reik

Anónimo dijo...

Como esque matas al pobre reik?? ... Juer... espero no acabar igual, muy bueno el capitulo !!