domingo, 28 de diciembre de 2008

Episodio LXXVII

Uffff, menos un minuto, esta vez casi no, eh? xD Que sí hombre, estaba cuadrando el capítulo para que fueran diez páginas. No os fieis de la hora que ponga ahí abajo, al final de la entrada, esa es la hora a la que abro el borrador para escribir la introducción anecdótica y esas cosas, fijaros en la hora a la que podéis leerlo. Bueno, último capítulo del año, disfrutadlo, y Feliz Año 2009 a todos ;)

Título: N/A

Tamaño: 10

Dedicado a: Patricia (Personaje Pamela)

Episodio



LXXVII

J

onyo se despedía con la mano de Hilda, que les había acompañado hasta la entrada del pueblo. Respiró hondo el aire limpio de la montaña y después miró hacia abajo, donde apenas se veía el suelo desde tanta altura.

“Vale, ¿cómo salimos de aquí?”

“Tenemos tres chocobos esperando en la ladera de la montaña, cerca de aquí, ¿sabes lo que son?” dijo Peter.

“No los he visto nunca, pero me han hablado de ellos. Parece que este pueblo está a demasiada altitud para ellos y por eso aquí no los tienen”.

“Son unos bichos muy raros, pero muy amables – dijo Gabriel – Enseguida los conocerás”.

“Pero hay que bajar volando hasta donde están, ya que no pudimos subir hasta aquí con ellos – dijo Arturo – La pendiente era demasiado pronunciada y nos vimos obligados a atarlos”.

“Bien, vamos”.

Los caballeros echaron a volar montaña abajo, salvo Jonyo, que al saltar notó que algo se le echaba encima.

“¿Qué pasa? Me he enganchado con algo...”

Los caballeros se detuvieron en el aire al oírle y se giraron para ver que pasaba. Para sorpresa de todos, vieron que Pamela se había abrazado a su pierna.

“¿Qué haces?”

“Quiero ir con vosotros” dijo decidida.

“¡¿Qué?!” exclamaron todos a la vez.

Al cabo de cinco minutos, estaban todos de nuevo a las puertas de Mariejoa, retrasando aún más su salida.

“Bien – dijo el caballero del rayo – Cuéntame por qué te ha dado por venir con nosotros. Que yo sepa no tienes nada que hacer por Tolbi, ¿o es que acaso crees que no voy a volver o algo por el estilo?”

“No. Es muy sencillo. Me necesitáis. No podréis encontrar Tolbi sin mi ayuda”.

Hilda también estaba por allí cerca y no pudo evitar intervenir.

“Eso es verdad”.

“¿Cómo que no? Sabemos donde está” dijo Arturo.

“No lo sabéis, ni siquiera sabíais donde estaba Midgar, hasta que os llevaron. La mejor prueba de ello es el tiempo que estuvo el caballero del fuego perdido en el desierto. Este pueblo lo encontrasteis porque teníais la montaña como referencia, pero de no haber sabido que estaba en la montaña no lo habríais encontrado jamás. ¿Y después de eso queréis que me crea que no os hago falta para encontrar Tolbi? Decid mejor que me estáis discriminando por ser niña, o por ser mujer, o incluso por ambas cosas”.

“Jonyo nos guiará” dijo Peter.

“Lo siento, nunca he estado allí. Sé de este lugar tanto como vosotros, pero no he salido de Mariejoa, ya os dije que os estaba esperando, no me podía mover”.

“Recuerda que podemos volar – dijo Gabriel – Tal vez no hubiéramos encontrado los dos pueblos en un periodo de tiempo tan corto sin ayuda, pero habríamos acabado localizando alguno de ellos por casualidad, únicamente inspeccionando la zona desde el aire. Que no nos haya hecho falta hacerlo hasta ahora, no significa que no podamos hacerlo todavía”.

“Te equivocas – sonrió Pamela como si hubiera estado esperando aquella respuesta durante toda la conversación – Sólo tienes que mirar a tu alrededor. Los chocobos no pueden llegar hasta aquí, habéis tenido que subir volando y sólo porque tenías la certeza de que el pueblo estaba aquí. Fijaros bien, si miráis montaña abajo, se ven algunas nubes que dificultan la visibilidad, y lo mismo pasa desde abajo. Este sitio está demasiado alto como para ser visto por casualidad. ¿Crees que los asentamientos del Clan Bleeding Hollow o del Clan StormReaver han sido al azar? Pues tampoco. En Midgar, la zona es tan frondosa que a veces parece que nunca es de día, dudo mucho que hubierais dado con ella por casualidad, y en Tolbi pasa exactamente lo contrario”.

“¿Qué el cielo está despejado y hay una perfecta visibilidad?” preguntó el caballero de la rosa.

“Esto... sí”.

“Te pillamos, ¿ves? No vienes” sentenció Gabriel convencido.

“¡No! ¡Ya os lo he dicho! ¡No podréis encontrarla! Hay una pequeña diferencia entre Tolbi y los otros dos pueblos”.

“¿Ah, sí? ¿Cuál?”

“Que Tolbi no es un pueblo”.

“¿Qué quieres decir?” preguntó Arturo.

“Ya deberíais saberlo, la zona de la isla en la que se encuentra Tolbi no tiene recursos naturales, hace un calor infernal durante el día y un frío glacial durante la noche. Ninguna edificación puede soportar esos cambios tan bruscos, primero se agrieta y luego acaba por derrumbarse. Por tanto, no es más que un puñado de hombres deambulando por el desierto. Pasan hambre, tienen enfermedades, y a veces tienen que soportar tormentas de arena, que les obligan a cambiar de asentamiento, por lo que no siempre hay una visibilidad perfecta como decías, Gabriel. Si vais volando a buscar el pueblo y os perdéis en el desierto, acabaréis como ellos, sino preguntadle a Arturo”.

“Es verdad – preguntó Jonyo – ¿por qué no fuiste volando para buscar un lugar poblado?”

“La ola me había engullido, había estado inconsciente varias horas y tenía muy pocas fuerzas. Si echaba a volar y se me agotaban las fuerzas antes de encontrar un lugar poblado, habría sido una muerte segura”.

“Si ningún pueblo les acoge, terminarán extinguiéndose, pero son demasiado radicales como para vivir con cualquiera de los otros dos clanes. Su líder es un hombre pacífico, pero la desesperación de ver morir a su pueblo le ha hecho refugiarse en el terrorismo para conseguir una tierra en la que sobrevivir. Por eso, ¡por favor! ¡Llevadme con vosotros! Yo soy neutral respecto a los pueblos, y he sido testigo de muchos enfrentamientos

“Esta niña no es normal” comentó Peter.

“¿Tú la dejas ir?” le preguntó Jonyo a Hilda.

“Yo no soy su madre, ni tampoco es oficialmente de ninguno de los tres pueblos ni clanes. La niña ya va siendo mayorcita para decidir por sí misma. Que haga lo que quiera”.

“¿Qué decís?” preguntó el caballero del rayo a sus compañeros.

“Resulta difícil decidir...” dijo Arturo.

“Está claro – dijo Gabriel – ¡No! Si estuviera aquí Reik ya te habría quitado las ganas”.

“¿Reik? – preguntó Hilda – ¿Es el compañero que os falta?”

“En realidad no – dijo Arturo – Es otro más, pero no está perdido en esta isla, decidió tomar su propio camino”.

“Volviendo al tema, yo creo que aún con la ayuda que puedes prestarnos, sigue siendo demasiado peligroso, y más después de lo que nos ha dicho sobre los musulmanes – dijo Peter – ¿Y si en algún momento no pudiéramos protegerla? No me gustaría verte con un sable incrustado en el gaznate, pequeña. Es mejor que no vengas, en cualquier momento te convertirías en una carga y podrían usarte de rehén”.

“¡Yo sé defenderme!”

“Recordad que fue capaz de encontrar a Arturo cuando estaba moribundo en el desierto sin ayuda de nadie – intervino Hilda – Muchos de los que viven en esta isla no son capaces de enfrentarse al desierto por miedo a perderse y morir. Sin embargo, gracias a la libertad que le concedí, ella se conoce toda la isla”.

“Así que sabes defenderte, ¿eh? Muy bien. Enfréntate a mí – dijo Gabriel – Si consigues dañarme de cualquier forma, podrás venir con nosotros, ¿todos de acuerdo?”

“¡Yo sí!” exclamó ella.

“Te estás pasando, es sólo una niña – dijo Jonyo – Sabes que no podrá hacerte nada”.

“¿Tú tampoco crees en mí, Jonyo-chan?”

“No es eso...”

“No la subestiméis. Puede sorprenderos” afirmó Hilda.

“Tal vez sería mejor que se enfrentara a mí – dijo Peter – Yo soy el más débil del grupo”.

“¡No! ¡Lo haré yo! – respondió el caballero de la rosa – Tranquilo, Jonyo. No sufrirá daño alguno. Únicamente quiero bajarle los humos”.

“Bueno, pero no te pases”.

“Claro que no... ¡Senbonzakura!”

“¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loco?! – exclamó Jonyo tan preocupado que se lanzó para detenerle – ¡¿Vas a usar tu ataque más poderoso contra una niña?! ¡¡Detente!! ¡¡La vas a matar!!”

Jonyo iba directo al caballero de la rosa para detenerle. Arturo y Peter tuvieron que echarse sobre él para tranquilizarle.

“¡¿Qué hacéis?! ¡Detenedle a él y no a mí!”

“¿Es tu compañero y no confías en él? – dijo Peter – Cálmate y observa, no va a pasar nada”.

La espada del caballero de la rosa se dividió en mil pétalos que cubrieron el espacio que había entre Pamela y él. En vez de atacar, los pétalos se quedaron en movimiento alrededor de ellos como si los transportara el viento.

“¿Qué es esto? Es precioso...” dijo la pequeña.

La niña fue a tocar uno de los pétalos con el dedo, pensando que por su belleza eran inofensivos.

“¡Cuidado! – le gritó Hilda – ¡No los toques!”

La advertencia llegó demasiado tarde y uno de los pétalos pasó accidentalmente cerca de su dedo índice, produciéndole un corte en la yema del dedo, del que salió un pequeño chorro de sangre. Inmediatamente se agarró con fuerza el dedo para tapar la hemorragia.

“Argh... Que daño...” se quejaba.

“Lo siento, se me olvidó advertirte. Cada uno de estos pétalos es como una pequeña cuchilla que ataca cuando yo lo ordeno. Teniendo en cuenta que hay un millar de pétalos en el aire rodeándonos, puedo atacar desde cualquier dirección y a la vez cortarte el paso si intentas atacarme. No tienes nada que hacer. Abandona, reconozco tu fuerza de voluntad, pero aún te quedan unos años para acompañar a gente como nosotros”.

“No pienso abandonar. Aún no he perdido”.

“Esperaba que dijeras eso. Por eso tengo otro as en la manga – dijo sacando una rosa turquesa de la manga – Esta rosa tiene un efecto especial, es una rosa somnífero. Te la clavaré y te dormirás al instante, y cuando despiertes en tu camita ya estaremos muy lejos de aquí. Te doy una última oportunidad para que recapacites. Ríndete, si te mueves mi Senbonzakura te hará pedazos y si te quedas ahí te dormiré con la rosa turquesa. No puedes hacer nada”.

“Es un farol. Estoy segura de que si voy a corriendo hacia ti apartarás los pétalos para no matarme”.

“No. Elegí este ataque a propósito. Recuerda que son mil pétalos a nuestro alrededor. Si haces un movimiento brusco que yo no pueda prever, no tendría tiempo de reaccionar a tiempo y, no te digo que te morirías, pero sí saldrías mal parada. No hagas una montaña de esto y admite tu derrota ya”.

“Déjalo, Pamela – le dijo Jonyo – Al menos lo has intentado”.

“Aún no... ¡He perdido!”

Pamela sacó una fina pero larga cuerda de un bolsillo, atada a un bumerán en un extremo. Lanzó el bumerán contra el caballero de la rosa, pero en vez de darle le rodeó, sujetándole con la cuerda, para después volver a las manos de Pamela, teniendo cogidos un extremo de la cuerda con cada mano.

“Un arma arrojadiza... No se me había ocurrido... Pero se ve que a parte de cordura tampoco tienes puntería y ni me has rozado. Se acabó el juego, ¡rosa turquesa!”

“¡Se acabó para ti!”

Pamela tiró intermitentemente de cada uno de los extremos de la cuerda. La fricción continuada de la cuerda con el cuerpo del caballero de la rosa empezó a quemar su piel y terminó haciéndole gritar.

“Ahhhh... Quema”.

“¡Lo conseguí! – gritó Pamela victoriosa – ¡Te has quejado! ¡Te he dañado! ¡Ahora no puedes negarte! ¡He ganado!”

Hilda la aplaudió, Jonyo siguió el aplauso y al final Peter también. Gabriel se le acercó y le extendió la mano.

“Está bien. Has ganado. Como prometí, puedes venir con nosotros”.

“¡Bien!” exclamó ella muy feliz.

“Vale, ahora sólo queda aclarar el tema de los pasajeros – dijo Peter – Antes éramos 3 personas y 3 chocobos, pero ahora somos cinco con el mismo número de chocobos”.

“¡Yo voy con Jonyo-chan!” exclamó la niña.

“Vale, pues Arturo, tú vas conmigo”.

“Yo sólo, más espacio para mí” dijo Gabriel.

“Tranquilo, que falta Fidel. Ahora vámonos de una vez, si os parece, antes de que nos junte otro miembro más” dijo Peter

Tdos salieron volando en dirección a donde estaban los chocobos. Jonyo llevaba a Pamela abrazada a la espalda y empezó a hacer piruetas en el aire junto a Arturo y a Gabriel mientras descendían cada vez a más velocidad.

“Otra vez... ¡me estáis dejando atrás!” gritó Peter.

Mesa le entregó las fichas al Caballero Negro, que acaba de llegar a la base, algo enfadado. Cogió las hojas con desprecio y empezó a examinarlas. En la esquina superior izquierda de cada ficha había una pequeña foto. La de la primera ficha era de Wancho. Empezó a leer y no tardó en pasar de página. Bill, Shin, incluso la Princesa del Crepúsculo, la Doctora House y la Enfermera estaban perfectamente detallados en aquellas hojas. Cuando terminó de leer se empezó a reír.

“¿Para esto me has hecho venir? Leo. Shin; estado, muerto en combate. Wancho; estado, muerto en combate. Doctora House; profesión, médico local. Y así todos, el único que puede oponer algo de resistencia es este tal Bill, y no creo que sea ningún problema. Con el tiempo que he tardado en venir a por datos de estos pedazos de basura podría haber conseguido la esfera del hielo”.

“Esos pedazos de basura fueron capaces de derrotar a Miss Jewel. Además, no sólo necesitas saber si alguien puede hacerte frente, eso ya sabemos que no. Necesitas saber a quien puedes preguntar sobre el cuerpo del caballero del hielo, y también sobre la geografía de la isla”.

“Derrotaron a la puta más poderosa del Capitán Lardo, aquella a la que llamaban reina de la seducción. Hmmmm, puede que merezcan mi atención. Jugaré un rato con ellos”.

“Cuando consigas la esfera del hielo, vuelve aquí y te llevaré junto a los caballeros. No los mates o no tendrás a nadie que te diga donde está el cuerpo y todo habrá sido inútil”.

“¡Genial! ¡Espérame! – gritó mirando al cielo – ¡Porque muy pronto te daré tu merecido!”

Los caballeros avanzaban por el desierto, con Jonyo a la cabeza, pues era Pamela quien indicaba el camino a seguir. De pronto, la pequeña se dio cuenta de que el caballero del rayo miraba cielo, como atontado.

“¿Pasa algo, Jonyo-chan?”

“No, nada. Sólo estaba acordándome de una cosa...” dijo para evitar la pregunta.

“Ya estamos llegando. ¡Es allí!” gritó la niña al resto de caballeros.

Al llegar al lugar, se bajaron del chocobo y los dejaron atados a una palmera que había cerca, mientras contemplaban la terrible vista que había ante ellos.

“La niña no había exagerado, no habríamos podido dar con este sitio tan pequeño desde el aire” comentó Gabriel.

Tolbi no era más que un conjunto de tiendas de campaña de diferentes tamaños, colocadas en medio del desierto mientras las azotaba el viento.

“No creo que aquí haya ni un millar de personas”.

“Ya os lo dije... No son más que un puñado de hombres que deambulan por el desierto. Por favor daros prisa en encontrar a vuestro compañero, no me gusta estar aquí”.

“¿Puedes conseguirnos una reunión con el líder del pueblo? – preguntó Jonyo – A lo mejor le ha pasado como a mí y está trabajando para él”.

“¿Fidel? ¿Trabajando? – dijo Gabriel sarcástico – Déjame dudarlo un momento...”

“Yo puedo deciros cual es su tienda, pero no os puedo asegurar que os reciba”.

“Vale, vamos”.

“Seguidme”.

Los caballeros caminaron entre moribundos, indigentes, desnutridos, enfermos, hasta llegar a una tienda de campaña que era algo más grande que las demás, pero no demasiado.

“Vaya, el líder, como siempre, la choza más moza” dijo Gabriel.

“No tiene la tienda más grande por ser el líder” dijo Pamela.

“¿Entonces por qué?”

“Enseguida lo verás”.

Pamela desplegó un poco la cortina de la tienda para entrar. Había alguien en el interior, sentado, que se levantó al ver entrar a alguien. Al ponerse en pie los caballeros vieron que llegaba casi a los dos metros de altura, con una espalda y brazos anchos, la piel morena, la cabeza alargada, con ojos negros y pequeños, el pelo negro y corto, y los dientes algo salidos hacia fuera.

“Hola, soy Pamela, la protegida de Amaterasu-sama. ¿Me recuerdas? Me gustaría tener una pequeña conversación contigo”.

“Ni siquiera el jefe del pueblo ha sido capaz de escapar a los efectos del desierto – pensó Arturo – Esperaba que al menos él estuviera en buenas condiciones físicas pero veo que no. Entonces, debe significar que en verdad no hay comida en condiciones para nadie”.

“¿Qué haces tú aquí? – le dijo al verla – ¿Y quienes son estos hombres? ¿Asesinos de Amaterasu?”

“Alá... Te pido disculpas por venir sin avisar. Venimos en son de paz”.

“¿Paz? ¿Cómo puedes llamar paz a esta situación? Mi gente se muere de hambre mientras vosotros tenéis las mejores tierras. No te atrevas a insultarnos viniendo aquí de esta forma. Si existiera justicia en este mundo, nosotros tendríamos esas tierras, porque nosotros ya estuvimos en el desierto cuando vivíamos en el exterior. ¿Por qué nos tiene que tocar la misma desgracia de nuevo? Incluso nuestra torre, el único lugar en el que podemos dar culto a nuestro Dios, es la más débil de todas, siendo sólo una frágil torre de madera”.

“¿Cómo puedes decir eso? – saltó Gabriel – La mujer de Shinkan murió en uno de vuestros ataques, ¿a eso le llamas justicia?”

“Oh, aquél hombre. En verdad, es una de las pocas personas de esta isla que admiro y respeto. Nosotros siempre nos hemos sentido muy apenados por aquél incidente, pero he decir que por aquél entonces yo no era el líder del clan StormReaver, no soy el responsable de aquellas muertes. Aquél incidente lo causó el anterior líder, y por eso mismo se le desterró del pueblo junto a su facción más allegada. Todos murieron a los pocos días de hambre e insolación. A pesar de todo, Shinkan nunca estuvo satisfecho con esta decisión. No le gusta ver morir a la gente, ni siquiera a sus enemigos. Después de aquello, me eligieron a mí como líder por ser más tranquilo y pacífico que el resto, pero podría haber sido cualquiera. Suelo intentar evitar los derramamientos inútiles de sangre”.

De pronto, Alá se dio cuenta de que Peter estaba en el grupo de los caballeros y cambió su tono a uno más amable.

“Bueno, ¿qué te trae por Tolbi, Pamela?”

“Mis invitados han llegado por error a esta isla y uno de sus compañeros se ha perdido. Nos preguntábamos si por casualidad había pasado por aquí”.

“Sí, es un chico alto, con el pelo negro y corto, morenito y con los ojos oscuros también” dijo Arturo.

“La mayoría de la gente de por aquí es así. No he visto a nadie fuera de lo común. Siento no poder ayudaros. ¿Hace cuanto no sabéis nada de él?”

“Un par de días”.

“Entonces iros haciendo a la idea de que ha muerto. Dos días sin agua y comida ahí fuera son una sentencia de muerte”.

“No puede ser...”

“A propósito – dijo Alá – ¿No serás tú por casualidad Peter Griffin?”

“No. – contestó Peter mientras miraba como le señalaba con el dedo – Debes estar equivocado”.

Los caballeros se quedaron tan asombrados al verle negar su identidad que prefirieron callar antes de meter la pata.

“¿Qué le pasa a éste?” pensó Arturo.

“¿Seguro? Juraría que te pareces mucho a él”.

“Ya, me lo dicen mucho pero no. Siento decepcionarle”.

“Está bien – terminó rindiéndose – Entonces, si no hay nada más que hablar, preferiría que os fuerais, que sea tranquilo y pacífico no significa que no proteja a mi pueblo, y vuestra sola presencia es una perturbación para la paz de este lugar. Por favor os pido que os marchéis”.

“Está bien. Muchas gracias por todo” se despidió Pamela.

Los caballeros salieron de la tienda de campaña algo desanimados.

“No me puedo creer que Fidel haya muerto” dijo Arturo.

“Aún queda la posibilidad de que llegara pero no le presentaran al líder – dedujo Peter – pudo preguntar a alguien como salir de aquí y a lo mejor nos está esperando en algún lugar o ha salido a buscarnos como hemos hecho nosotros mismos”.

“Es una posibilidad. Fidel es algo morenito y puede haber pasado desapercibido – dijo Jonyo – Si preguntó y creyeron que era alguien del pueblo no le pedirían ninguna explicación”.

“Vale, separémonos y preguntemos – dijo Arturo – Así cubriremos más terreno”.

Jonyo se acercó a un hombre que había sentado en la arena, a la entrada de una tienda de campaña, encapuchado, le tocó para llamarle la atención, pero al hacerlo el hombre se cayó y el caballero vio que llevaba muerto varios días. Gabriel quiso acercarse a un grupo de ancianos que había cerca, pero le miraron mal al hacerlo y cambió de idea. Arturo andaba algo desconfiado, después de todo, era gente de ese pueblo la que le había atacado anteriormente, por lo que se resistía a preguntar a nadie. Peter no preguntó a nadie. De hecho, se quedó en un rincón donde fuera lo menos visible posible, esperando que los demás encontraran a Fidel y así poder salir de allí cuanto antes.

Pamela buscaba por las diferentes tiendas de campaña que había por los alrededores. Había mucha gente sin tienda que estaba tumbada en la arena, hambrienta y desorientada, rezando o simplemente esperando la muerte. La descripción que le habían dado del caballero de la tierra era poco precisa y no encontraba a nadie fuera de lo normal. Tras caminar un rato por la arena, empezó a notar los efectos del calor. Había sido un viaje de varias horas en chocobo y ya tenía algo de sed. Sacó una botella y bebió agua delante de todo el mundo. Un hombre alto que estaba por ahí tumbado, cubierto con una manta, de manera que no se le veía la cara, hambriento y sediento, no pudo evitar levantarse y acercarse a la pequeña.

“Niña, dame agua... – le susurró con un tono terrorífico – Vamos se buena”.

“¡Noooo! ¡Es mía!” le gritó Pamela.

“He dicho... Que me des esa botella”.

El hombre misterioso trató de atacarla abalanzándose sobre ella. Pamela saltó instintivamente y evitó su placaje, para después salir corriendo y gritando. El hombre cayó al suelo al fallar después de cogerla, pero reunió fuerzas para levantarse de nuevo y salir detrás de ella.

“¡¡¡Gyaaaaahhh!!!” gritaba mientras huía de su agresor.

Los caballeros escucharon el grito y se dieron cuenta de lo que ocurría

“¡Lo sabía! – gritó Peter – ¡Es que lo sabía!”

“Ya nos quejaremos más tarde – dijo Arturo – Ahora vamos a salvarla”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante... muuuuy interesante! =D

Dani López

Anónimo dijo...

Jon:

Estoy segura de que si voy a corriendo hacia ti apartarás los pétalos para no matarme”.
(si voy corriendo hacia ti)
Tdos salieron volando en dirección a donde estaban los chocobos(todos)
Mesa le entregó las fichas al Caballero Negro, que acaba de llegar a la base, algo enfadado(que acababa de llegar)
De pronto, la pequeña se dio cuenta de que el caballero del rayo miraba cielo, como atontado.
(miraba al cielo)
bien me ha gustado el capitulo y nos has dejado a todos con la intriga de donde estara fidel porque muerto me supongo que no,hay demasiadas intrigas ya eh,hay que ir resolviendolas que nos dejas a todos a verlas venir
Venga un saludo a todos
PD. ¡¡¡FELIZ AÑO A TODOS!!!

Raúl dijo...

Hola, siento haber tardado tanto en leerlo. Como en el capitulo anterior no te deje comentario t lo dejo también aquí.
Los 2 capítulos estan muy bien en cuanto a historia, pero se va hechando en falta un buen combate.

Dew.