domingo, 25 de enero de 2009

Episodio LXXX

Sí!!! Episodio 80!!! Al fin!!! Nueva decena y con nuevas noticias. Llegamos al primer episodio escrito en Officce 2007, y no es lo único a celebrar. Aparte de mi APTO en el teórico de conducir, [1 fallo, al parecer un cicloMOTOR no se considera vehículo de motor a efectos de la circulación (coño, pues que lo llamen de otra forma, que yo quería hacer pleno xD)]. Y bueno, la semana pasada mereció la pena el descanso, un 6'9 :) Ahora ya es imposible que me vaya peor que el año pasado, que ya he aprobado una xD. ¡¡¡Pero hay más!!! puesto que hasta los lectores más antiguos y que se supone deben llevar mejor lo de quien es cada personaje han tenido problemas de vez en cuando... Hay personas colaborando conmigo a través del tuenti (ya que yo NO tengo) para obtener las fotos que faltan de todo el mundo y hacer el Sumario de Personajes de Los Caballeros, únicamente con el nombre del personaje y la foto (para evitar spoilers), totalmente actualizado (el oyente, mi primo, el caballero negro, salvatierra y todos los nuevos incluídos) para que sirviera como guía a la hora de hacer la lectura y terminar con todas las equivocaciones. por lo que parece, no va a fallar ninguno y es posible que consigamos TODAS ;) aunque si falla alguna no pasa nada. Me siguen sorprendiendo la vueltas que da la vida y como el tuenti, que le tengo tanta manía, vaya a ayudarme. Dije que nunca me haría una cuenta, pero si falta alguna foto que sepamos que esté pero alguien se niegue a buscarla, tendré que ir personalmente... Dios, ya solo falta que me salga un amigo guiri... En cuanto tenga el sumario lo distribuiré como de costumbre vía mail a todos los lectores. Y mañana, la primera práctica de conducir ^^. Con todo esto, y sumándole los acontecimientos que no he nombrado porque ya sería pasarse, podréis haceros una idea de lo crecido que estoy ahora mismo (me durará hasta el lunes 2, que tengo el examen de mates de 1º xD) y esa crecida se ha reflejado "algo" en el capítulo, a ver si lo notáis xD. Bueno, aún me da tiempo a relajarme un poco con la PS2

PD:Me falta una semana de descanso, que será o la que viene o la siguiente, pero no se cual será, procuraré que sea la siguiente, a ver si publico la semana que viene tb.

Tamaño: 7'8

Título: El Regreso de los Olvidados

Dedicado a: N/A

Episodio LXXX

L

os caballeros se dispersaron rápidamente, buscando a la pequeña desaparecida. Jonyo, Arturo y Gabriel se dispersaron rápidamente por tierra, cada uno en una dirección, mientras que Fidel saltó para iniciar una búsqueda aérea. En un momento. JesuCristo y su sacerdote estaban solos de nuevo.

“Tal vez sería una buena idea que nosotros ayudáramos a buscar también a esa pequeña. Aunque no sea de aquí, nuestra religión nos manda ayudar a los demás”.

JesuCristo no respondió.

“Entiendo...” dijo cabizbajo el sacerdote y se dispuso a marcharse.

“Que la gente no salga de sus casas todavía – dijo de pronto el mesías – Si las calles se llenan de gente ahora, la búsqueda les será más complicada”.

“¡Eso está hecho!” exclamó encendiendo un puro a la vez que volvía a sonreír.

Salió corriendo a tanta velocidad como su barriga le permitía para asegurarse de que nadie salía de su casa, quedándose JesuCristo solo en sus pensamientos.

“No creo que vinieran tras la protegida de Amaterasu, ni en el caso de que supieran que está con esos caballeros. Saben perfectamente que el clan ShadowMoon no se quedaría con los brazos cruzados. Tiene que haber sido otro motivo, pero... ¿cuál?”

Viendo que no era capaz de encontrar una respuesta, clavó la espada Kusanagi en el suelo, la dejó allí y regresó a sus aposentos.

El Caballero Negro estaba recorriendo el pueblo de nuevo, en busca de Bill, con su ficha delante de los ojos por si lo veía entre la multitud. Se recorrió el pueblo entero, cada calle, cada puesto, cada rincón, cada esquina, sin apartar la foto de sus ojos, pero aún así no lo encontró. Empezaba a desesperarse, hasta que se le ocurrió buscar el cuerpo del caballero del hielo por su cuenta. Optó por la solución más sencilla, se dirigió al cementerio con la esperanza de que Reik estuviera enterrado allí. Para su desgracia, no fue así, y en su lugar encontró la tumba provisional de Suso, ahora abierta y profanada, pero nada más.

“¡Ya no sé donde buscar!” exclamó al perder los nervios.

Gabriel pasó por delante de la casa de Shinkan y se le vino una idea a la cabeza en ese momento.

“Peter lleva ahí todo el rato. Será mejor que lo despierte para que nos ayude a buscar a la pequeña”.

Entró en la casa y no encontró a Peter en la habitación en la que lo dejaron, por lo que miró en las distintas habitaciones, creyendo que se había despertado, pero no lo encontró por ningún lado. Después, con la esperanza de que hubiera salido a buscarlos, salió y rodeó la casa, hasta que dio con las pisadas de un grupo de personas.

“Oh, no... No me digas que...”

Fidel encontró a Pamela desde el aire. Bajó a examinarla y lanzó una onda al aire para indicar su posición a los demás. Mientras venían, vio que la pequeña estaba inconsciente, con un fuerte golpe en la mejilla. Le tomó el pulso en el cuello, temiendo por su vida, pero no tardó en respirar tranquila.

“Uf... Sigue viva...”

Jonyo y Arturo llegaron enseguida. El caballero del rayo, al ver así a la pequeña, se lanzó a socorrerla.

“¡Pamela! ¡Pamela! ¡¿Estás bien?! – exclamó agitándola – ¡Responde!”

“Tranquilo, sólo la han golpeado y ha perdido el conocimiento. Peter podrá curarla”.

La niña abrió un poco los ojos. Estaba aún algo atontada por el golpe, pero al ver a su amigo reaccionó.

“Lo... Lo he visto... Se han llevado a Peter... ¡Lo han secuestrado!”.

En ese momento llegó Gabriel.

“¿Qué? ¿Qué dices? Peter está en casa del sacerdote, bastante lejos de aquí. Lo habrás soñado” dijo Jonyo.

“Puede que lo que dice sea cierto – irrumpió Gabriel – Acabo de venir de casa de Shinkan y no he visto a Peter por ningún lado”.

“¡¿Cómo?!”

“¡Claro que es cierto! – exclamó la niña mientras se levantaba – ¡Yo vi como se lo llevaban! Les salí al frente, pero uno de ellos me derribó. Por un momento creía que iba a matarme... pero se ve que al final tuve suerte”.

“Pobre Peter – dijo Gabriel – Parece que sus miedos se hicieron realidad...”

“Estaba sufriendo... – dijo Fidel – Pero eso a ellos no les importa lo más mínimo... Seguramente sólo le quieran para que les diga como pasar la barrera...”

“¿Qué hacemos? Con todo el tiempo que ha pasado, ya deben estar a kilómetros de aquí” dijo Jonyo.

“¡Les atraparemos! – dijo Fidel convencido – ¿Verdad Arturo?”

Fidel no obtuvo respuesta del caballero del fuego.

“¿Verdad, Arturo?” insistió.

El caballero del fuego, de nuevo no respondió a la pregunta y ante el silencio prolongado el resto se giraron hacia él. Estaba cabizbajo, el flequillo le cubría uno de los ojos, apretaba los puños con fuerza y permanecía en silencio.

“Arturo, ¿estás bien?”

“Yo... No os perdonaré... Nunca... Ni a ti... Ni a ellos... – susurraba para sí mismo – No os perdonaré nunca... ¡¡¡¡No os perdonaré nunca!!!! ¡¡¡¡Alá!!!! ¡¡¡Clan StormReaver!!! ¡¡¡¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!!!!”

Tras gritar su fuerza comenzó a aumentar exponencialmente mientras generaba un fuerte viento en todas direcciones que hizo caer de nuevo al suelo a la pequeña Pamela.

“Esto...” dijo Jonyo.

“Es lo mismo que la otra vez...” dijo Fidel.

“¿Qué pasa?” preguntaba la pequeña desde el suelo, asustada.

El aspecto del caballero del fuego comenzó a cambiar. Las raíces de su cabello castaño se volvieron de un tono azul celeste intenso. Después, el color cambio a un naranja oscuro que se iba volviendo más claro según se acercaba a las puntas, terminando éstas en un amarillo chillón. Una vez cambió todo su pelo a esa combinación de colores, se empezó a poner de punta, salvo un pequeño mechón que se resistió, y caía cerca de su ojo derecho. Sus dos pestañas se volvieron rubias y el iris de sus ojos pasó de ser de color miel a un rojo escarlata, intenso y centelleante. Por último, un aura dorada, brillante y cálida le rodeó por completo. El destello que hizo surgir el aura fue tan brillante que los habitantes del pueblo que lo vieron de reojo lo confundieron con la luz del sol.

En aquel momento, todas las personas que eran capaz de sentir la energía de los demás pudieron percibir el poder de Arturo por muy lejos que estuvieran. JesuCristo salió inmediatamente de su casa al ver la luz brillante luminar el pueblo. El sacerdote hizo lo mismo y los dos fueron en dirección hacia la luz.

“¿Qué será eso?” Pensaba JesuCristo mientras corría.

En Mariejoa, Hilda estaba orando en una sala del templo con antorchas, cuando un fuerte viento entró por la puerta principal, llegando hasta los confines más reconditos del templo. La sala donde se encotraba Hilda no fue una excepción y todas las antorchas se apagaron por la fuerza del viento.

“Ha ocurrido algo...”

Seagram también sintió algo extraño cuando un viento asoló las ruinas por completo y manchó de arena su pelo a lo afro.

“¿Qué estará ocurriendo?”

Desde el castillo de la Fiera Deidad, todos notaron la energía del caballero. En primer lugar, Mesa notó aquella energía que le derrotó una vez.

“No hay duda... Ha vuelto a ocurrir...” dijo desde el escritorio de su habitación, donde se encontraba.

El Capitán Lardo también lo notó, mientras caminaba por uno de los pasillos del castillo.

“Así que… Este es el poder al que se refería Mesa… - cerró los ojos, como si disfrutara al sentirla – Interesante… Ahora tengo aún más ganas de enfrentarme a él” dijo y comenzó a reír.

La teniente percibió el poder desde su habitación, sabiendo perfectamente que aquella fuerza la derrotaría sin pestañear.

“Esto... Supera completamente mi nivel”.

El Señor Oscuro también sentía la energía desde su trono, y observaba al cielo desde la ventana, sin decir nada.

Mireia y Shawn no fueron menos, y también sintieron el poder del caballero llegar hasta su isla.

“Con una energía así en el interior de mi espada… – comentó ella – No me haría falta recolectar ni un alma más…”

“Olvídalo. Arturo no morirá tan fácilmente. Tendrás que seguir como hasta ahora”.

“Ya, pero… Tal vez debería pasarme por ahí…”

“Allá donde están no hay muchas muertes. No conseguirás nada útil”.

“Es posible que no las hubiera antes, pero no creo que la aparición del Super Guerrero vaya a ser en vano. Mate a alguien o no, está claro que este hecho va a hacer que los acontecimientos den un giro muy pronto”.

“¿Sabes? A veces das miedo”.

“No me digas eso, Shawn. Tan sólo hago lo mismo que todos, buscar mis propios intereses” dijo y se fue.

En un remoto rincón del mar, un pequeño barco velero de hielo surcaba el océano a la deriva. En su interior se encontraba Reik, tumbado en una hamaca hecha también de hielo, fumando un cigarrillo mientras disfrutaba de la brisa del viento y el aroma del mar, inmerso en sus pensamientos.

“Mmmmm” gimió de placer al dar una calada al cigarro.

De pronto sintió la energía de Arturo y su calma se perturbó. No tardó en levantarse y mirar en la dirección en la que venía la energía.

“¿Lo has vuelto a hacer, Arturo?”

Las personas que no eran capaz de percibir la energía del caballero, también notaban que ocurría algo raro. En Petoria, Kevin estaba en lo alto de un acantilado, observando la marea revuelta chocando contra los arrecifes, salpicando decenas de metros hacia el cielo hasta que algunas gotas de espuma del mar se precipitaron sobre el rostro del Comandante, mientras sujetaba una carta en la que se podía leer la palabra dimisión escrita en el reverso de la misma.

“Está sensación... Creo que ya la he sentido antes...” susurró.

Eivril, Jose y Eddy, estaban en el cementerio de Petoria. Eivril pusó unas flores en la lápida de Norris, mientras Eddy estaba de rodillas frente a ella, cabizbajo, cuando un fuerte viento pasó de repente por la zona.

“Esto... – dijo Jose – Es igual que la otra vez...”

Por último, El Caballero Negro, que estaba de nuevo caminando por el pueblo, sintió la energía de Arturo, quedándose paralizado ante tal poder.

“¿De quién es esa energía? ¿De dónde proviene?”

Un fuerte viento asoló la zona un instante después, tirando varios puestos de comerciantes, cuyas mercancías se hicieron pedazos al chocar contra el suelo.

“Que energía tan poderosa... ¿Será él? ¿Es posible que se haya hecho tan fuerte?”

Estaba tan concentrado en medir la energía del caballero del fuego, que no se dio cuetna de que la enfermera paseaba por allí cerca, cargando en sus manos con todas las cosas que había comprado, en su mayoría ropa y cerámica. Ella también estaba inmersa en sí misma, y no se percató de la presencia del Caballero Negro, por lo que ambos chocaron. Todas las compras cayeron sobre el Caballero Negro, rompiéndose toda la cerámica contra su cuerpo, y los dos se estrellaron contra el suelo de espaldas.

“¡Mira por donde vas! – exclamó y después pensó – No puedo llamar la atención... Yolien ya no está aquí para conseguir información por las malas, si me descubren ya puedo decir adiós al cuerpo del caballero del hielo... ¡y a mis objetivos!”

La enfermera se dio cuenta del estropicio que había causado y enseguida se levantó y empezó a disculparse haciendo reverencias y llevándose las manos a la cabeza.

“Ayyyyyyy... ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡De veras lo siento! ¡No era mi intención! ¡Estaba pensando en otra cosa! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!”

“No pasa nada – cambió a una posición más moderada – Yo también estaba distraído”.

“Si hay algo que pueda hacer por ti...”

“No... Nada... Sólo ten más cuidado...”

La enfermera se dio cuenta de que una de las piezas de cerámica, al romperse, le había hecho un corte en un brazo al Caballero Negro.

“Oh, estás herido... ¡Déjame curarte!”

“No es nada, no te preocupes – dijo al ver el corte, del que no se había dado cuenta hasta que ella se lo señaló – Se curará”.

“¡Qué dices! ¡Esa herida hay que desinfectarla y curarla bien! ¡Ven conmigo! ¡Te llevaré con la Doctora House!”

“De verdad, no es necesario...”

“¡Que sí, muchacho! – dijo agarrándole del brazo y tirando de él en dirección a casa de la doctora – ¡Aunque no lo parezca, soy enfermera!”

“Me parece que no me va a quedar más remedio que seguirle el rollo a esta chica hasta que me deje en paz...” se lamentaba mientras aceptaba su petición.

No muy lejos de allí, Bill continuaba arando el campo. Llevaba toda la mañana sin descansar y el sudor bañaba su frente. Golpeó la azada con más fuerza contra el suelo para dejarla clavada y decidió tomarse un descanso.

“Dime una cosa... Si nos han devuelto todo el dinero que nos había robado Miss Jewel, si hemos recuperado las rutas comerciales, si nos estamos enriqueciendo a cada segundo que pasa... ¿Por qué estamos aquí trabajando?”

Se giró, y a su espalda, al final del campo, estaba la Princesa echada en una tumbona, con las gafas de sol puestas y leyendo una revista mientras bebía, a através de una pajita, de un refresco con hielo adornado con una rodaja de limón.

“Muy fácil. Nosotros no tenemos casi mercancías, nuestras familias no eran comerciantes, así que tenemos que hacer algo con la tierra que nos han devuelto, no querrás depender eternamente del dinero devuelto de lo que robó Miss Jewel, ¿verdad? dijo retirandose un momento las gafas de sol y guiñando un ojo.

“Mmmmm... – reflexionaba – Ya... pero hay algo que no falla. Yo ya he trabajado mis tierras, estas son las tuyas. ¿Por qué estoy aquí trabajando cuando tú estás ahí tumbada disfrutadno del sol?”

“¿No me digas que ya no te acuerdas que te ofreciste voluntario a ayudarme?” le recordó con una voz melosa.

“Sí, pero dije ayudar, no...”

“Confío plenamente en ti” terminó y continuó leyendo su revista.

“Quien me mandará abrir la boca...” se arrepintió.

De pronto un fuerte viento llegó hasta donde estaban, llamando la atención de los dos, que sintieron como un escalofrío recorría todo su cuerpo.

“¿Qué ha sido eso?” preguntó la princesa.

“¿Habrá ocurrido algo?”

“¡¿Aquí?! ¡Imposible! ¡Otro invasor no!”

De pronto vieron unos arbustos revolverse. Bill se puso delante de la princesa para protegerla. Los dos miraban a los arbustos, sin bajar la guardia, preparados para cualquier cosa.

“Tranquila, pricesa. Yo la protegeré”.

De pronto un cachorro de labrador negro salió de los arbustos y corrió hasta Bill.

“¡Llama Negra! ¡Eras tú! Que susto...” dijo su dueño.

Bill empezó a acariciarle y el animal le lamía las manos en agradecimiento. Sin embargo, no podía olvidar la sensación de hace un momento.

“Ese viento... ¿Qué habrá podido producirlo? – al ver al perro se relajó y se olvidó de todos sus problemas – Bueno, supongo que sería natural...”

“Oooooooohhhh... – saltó de repente la princesa – ¡Llama Negra! ¡Precioso! ¡No nos des esos sustos!”

El perro empezó a lamerle las manos también a ella, hasta que vio algo que le llamó la atención, y emepzó a olisquear por ahí.

“¡Llama Negra! ¡Ven aquí! – le llamó su dueño – ¡Mira lo que tengo!”

El perro encontró heces de otros animales que había por la tierra y empezó a comérselas.

“¡¡¡Llama Negraaa!!! ¿¡¡¡Qué haces?!!!” gritó Bill mientras corría hacia él con la mano levantada para pegarle.

“No le pegues – defendió la princesa al animal – No sabe lo que hace...”

“Si es que siempre hace igual, ¡ya me tiene harto! ¡Y en casa lo rompe todo!”

“Pero aún así eres capaz de mantener la casa perfectamente limpia y ordenada, ¿verdad?”

“Sí... ¿Y...?”

“Pues entonces no le des tanta importancia, el perro terminará aprendiendo”.

“No quiero que mis padres crean que no adiestro al perro como es debido”.

“Seguro que tus padres están orgullosos de ti”.

“Mi madre está ahora en el cielo…”

“Oh… Lo siento – dijo avergonzada – No sabía que estaba muerta”.

“Y no lo está – contestó sonriendo – Es que es azafata”.

Peter estaba en el interior de la tienda de campaña de Alá, encadenado a una pequeña cruz de madera, de rodillas, con los brazos extendidos y la cabeza caída, inconsciente. Un cubo de agua estaba colgado de la viga principal de la tienda de campaña. Estaba lleno de agua, y tenía un minúsculo agujero en el fondo, suficiente para que cayera una gota de agua sobre la cabeza del presidente cada pocos segundos. El impacto de las gotas en su cabeza terminó por despertarlo. Se sentía deorientado por haber recibido varios golpes en la cabeza en tan poco tiempo, veía algo borroso y no recordaba exactamente lo último que le había pasado. Su vista se fue definiendo poco a poco hasta que distinguió a Alá delante de sus ojos, esperándole.

“Tenemos que hablar, presidente”.

sábado, 17 de enero de 2009

Biblioteca Universidad Rey Juan carlos (URJC)

Tengo examen el lunes, así que sólo podré publicar el episodio correspondiente si me fumo hoy todo lo que me queda de Hacienda Pública (sí, esa asignatura que te dice lo que el estado hace con tu dinero) Por tanto, me voy a la biblioteca de la uni, de la cual estoy muy orgulloso y siempre presumo frente al resto de universitarios xD Os dejo unas fotos ^^



Unas cuantas para haceros una idea general del tamaño...

Sillas de verdad, acolchaditas y todo, no como en las unis de hace 300 años que son de piedra xD
Como no, libros y máaaaasss libros
Y el puesto de lectura, que a pesar de ser pequeño, mirad para todo lo que da. hasta se ve ahí el librillo de repaso de final del carnét de conducir xD Todos los puestos tienen luz independiente, separadores a ambos lados salvo si son de un extremos, que solo tienen en un lado, enchufe para el portatil y conexión por cable a Internet, aunque muchos alumnos se han encargado de inhabilitar estas entradas por la fuerza, como la de este puesto, mismamente. Menos mal que hay Wi-Fi tb ^^

domingo, 11 de enero de 2009

Episodio LXXIX

Espero que no se os haya olvidado darle las gracias a Bart Simpson por la nieve xD

Este jueves tengo el examen teórico de conducir y el lunes que viene el primer examen de la uni, aunque no creo q me tome la semana libre, porque después si que tengo muchos examenes xD

Bueno, me bajo a sacar al chou chou y a disfrutar de los últimos momentos de nieve, esperemos que no haya que esperar otros cuatro años para vovler a verla...

Título: Not Negociation II (xq me parece q ya usé este titulo una vez)

Tamaño: 9'25

Dedicado a: N/A

Episodio LXXIX

T

odos se quedaron en silencio durante unos instantes. Fue entonces cuando escucharon el estruendo sonando cada vez más y más fuerte. El sonido de las pisadas de un centenar de personas, el sonido de una veintena de camellos, el sonido de un centenar de sables desenvainándose, y el sonido de una treintena de antorchas encendidas ondeándose al viento.

“¿Un ataque terrorista? ¿Ahora?” se preguntó Gabriel asombrado.

“¿Lo veis? Es todo por mi culpa. Ese hombre sabía que le estaba mintiendo, y ha venido a matar a todos los cristianos para darme una lección por no cooperar con él”.

“Tranquilízate Peter – intentó calmarle Gabriel – No es culpa tuya”.

“Sí. Sí lo es. Todo es culpa mía. No debí haber inventado nunca esa máquina infernal, esa cárcel de energía, esa prisión geotérmica...”

El Presidente empezó a desvariar. Respiraba con mucha intensidad y su pulso era cada vez más rápido y débil. Sudaba mucho y balbuceaba en vez de hablar.

“Creo que ha perdido el control” comentó Arturo.

De pronto una flecha rompió la única ventana acristalada de la casa, que estaba en otra habitación, pero los pedazos se deslizaron hasta los pies de Peter.

“Ya están cerca” dijo Pamela.

“Me buscan a mí – dijo Peter cogiendo un trozo de cristal del suelo – Si muero, tal vez se irán sin hacer daño a nadie”.

Apretó el cristal con fuerza de los nervios y terminó cortándose en la palma de la mano y los dedos.

“Peter, no hagas tonterías” le advirtió Jonyo.

“¡Es lo mejor para todos!”

El presidente se llevó el cristal con la punta directamente hacia su propio gaznate. Cuando estaba a punto de clavársela, paró de repente, el cristal se resbaló de sus manos y cayó al suelo al haberle propinado Fidel un golpe en la nuca con el filo de la mano.

“¿Qué pasa? – se defendió al ver que todos le miraban – ¿Es que ninguno iba a hacer nada? Así tendrá tiempo de tranquilizarse, con un buen sueñecito”.

“Creo que hablo por todos al decir esto – dijo Jonyo – Así que... ¡Bien hecho, Fidel!”

“Vaya gracias – contestó orgulloso – Ahora vamos ahí fuera antes de que ocurra algo grave”.

“Eh, eh – le dijo Gabriel – Que por haber hecho una cosa bien no te creas el líder del grupo”.

“Serás...” bromeó siguiéndole el juego mientras salían de la casa.

Todos salieron de la casa, dejando a Peter tumbado en un sofá. Pamela iba en primer lugar y de pronto se detuvo, frenando bruscamente el paso de los demás, que casi se caen al chocar con ella.

“Ey, ¿qué te pasa, pequeña? – le preguntó Fidel – ¿Por qué te paras de repente?”

“Es él... – dijo señalando al frente – Ya está ahí”.

JesuCristo estaba cerca de la entrada del pueblo, solo, esperando a los invasores.

“Es ese chico otra vez” dijo Gabriel.

“Pero algo falla – dijo Jonyo – Mirad al pueblo”.

Las casas tenían todas las ventanas cerradas, con las persianas bajadas los que las tenían y las puertas bloqueadas como cada uno podía. Las calles estaban completamente vacías. No había ni una sola persona fuera. Podía apreciarse, a través de los huecos de las ventanas y las puertas, la luz de una vela que alumbraba pobremente a los que se encontraban dentro de cada casa.

“¿Todo el mundo se ha encerrado en sus casas? – se preguntó Fidel – ¿Es que están locos? ¿Van a dejarle todo el trabajo a ese chico? ¿Tan bueno es?”

“Shinkan tampoco está por aquí” dijo Arturo.

JesuCristo escuchó el murmullo de una conversación y se giró, pensando que algún habitante del pueblo aún no se había refugiado en su casa, descubriendo así a los caballeros.

“¡Creí haberos dicho que os largarais de aquí! – les gritó – ¡Cuando acabe con esto, me encargaré personalmente de vosotros!”

“¡Ja! – contestó Fidel – ¡No digas tonterías! ¡Por muy bueno que seas, no podrás detener a toda esa gente tú sólo! ¡Deberías darnos las gracias por estar aquí para ayudarte!”

JesuCristo descubrió entonces a Pamela, a la que hasta entonces no había visto.

“Encima os aliáis con los otros pueblos, y osáis traer aquí a sus habitantes, seguro que todo esto es culpa vuestra. Lo dicho, en cuanto acabe con esto, vosotros seréis los siguientes” respondió ignorando por completo al caballero de la tierra.

“¡¡No pases de mí!! – gritó enfadado – ¡¡Me voy a reír cuando todos esos árabes te destrocen!!”

“No creo que pase eso – dijo Pamela – No mientras tenga eso”.

“¿Mientras tenga que?” preguntó el caballero de la rosa.

“Observad y lo veréis”.

“¡Desciende! ¡Kusanagi!” exclamó JesuCristo.

Una katana que era totalmente recta y que no tenía de empuñadura más que una parte de la hoja sin afilar cayó del cielo justo al lado de JesuCristo.

“¿Qué le pasa a esa espada? – se preguntó Arturo – ¿De dónde ha venido?

“In God... We trust...” susurró y arrancó la espada de la tierra.

Dos invasores venían montados en camello, dirigiendo el ataque. Él, al verlos acercarse, se limitó a elevar su espada al cielo y esperar.

“¿Qué va a hacer?” dijo Arturo.

“Va a hacer lo de siempre” dijo Pamela.

“Veo gente como vosotros arrastrándose por el suelo de los bares” les dijo JesuCristo.

“¡¡¡Tu maaaaadreeee!!!” le gritaron los invasores.

Al oír esa respuesta sonrió durante un instante, como si fuera lo que esperaba, y se lanzó en medio de ellos a la vez que bajaba la espada, asestando un corte en el pecho a cada uno de ellos que les tiró del camello y los dejó fuera de combate a los dos.

“No lo entiendo – dijo Arturo – La trayectoria de su ataque, así como sus movimientos, eran muy abiertos y predecibles, dejaba varios puntos desprotegidos. Cualquiera podía haber bloqueado ese ataque fijándose un poco. ¿O será tan grande la diferencia de nivel?”

“No es ninguna de las dos cosas – dijo Pamela – Y tampoco habrías podido evitar el golpe. Ni tú ni ninguno de vosotros”.

“¿Por qué no? Arturo ha dicho que se podía ver la trayectoria perfectamente – dijo Fidel extrañado – Y yo también la he visto”.

“Aunque os lo explicara, daría igual. Incluso yo he visto la trayectoria, pero de lo que os hablo, es algo que va mucho más allá. Es algo que sólo se comprende cuando luchas contra él. Y espero que no lo hagáis”.

“Vas a terminar asustándonos con esas historias” bromeó el caballero de la rosa.

Shinkan apareció de pronto, corriendo desde el corazón del pueblo, hasta llegar a la puerta de su casa junto a los caballeros.

“¿Dónde te habías metido?” preguntó Gabriel.

“Lo siento muchachos, tenía algo que hacer”.

“¿En un momento como este?”

“Déjalo, Gabriel. Hay cosas más importantes – dijo Arturo – Una pregunta, ¿por qué se encierra todo el mundo en sus casas?”

“Tan sólo están siguiendo el protocolo de emergencia que diseño Jesucristo. Ya os lo dije, todos los habitantes del pueblo odiamos la guerra y la violencia después de lo que ocurrió en el pasado. Por eso, ninguno quiere luchar por ningún motivo. Prefieren rezar a Nuestro Señor para que todo acabe pronto. Él es único que lucha por todos nosotros” dijo mientras le miraba derrotar a otro invasor.

“¿Y esa espada tan extraña?” siguió preguntando el caballero del fuego.

“Es la espada Kusanagi. Uno de los tres Tesoros Imperiales del Clan ShadowMoon”.

“¿Cómo es que la tiene él?”

“Cuando terminó la guerra civil de esta isla, y se determinaron los territorios, a pesar de que el clan ShadowMoon ganó al clan StormReaver, sabía perfectamente que estaba condenando a una vida en el desierto a un pueblo entero, que había sufrido lo mismo que los demás, pero también sabía que la convivencia era imposible, por lo que, para tener la conciencia tranquila, repartieron los tres tesoros entre los tres pueblos atendiendo a lo que le faltaba a cada uno. A nosotros nos dieron la espada Kusanagi, que representa el valor. Según ellos por no haber combatido en la guerra civil, al clan StormReaver le dieron la joya Yasakani no Magatama, que simboliza la benevolencia, justo lo que les falta a los árabes, y ellos se quedaron con el espejo Yata no Kagami, que representa la sabiduría”.

“Ya pero... – preguntó esta vez Jonyo – ¿Cómo ha caído del cielo?”

“Es una espada legendaria. Es normal que haga milagros. Yo ahí no me meto”.

“Claro... Es cosa de Dios, ¿verdad?” dijo Fidel.

“Ahora que ya está todo claro – dijo Arturo – Creo que ya nos toca intervenir”.

“Aunque a ese chico no le guste” dijo Gabriel.

Los caballeros avanzaron hasta rodear a JesuCristo, que se colocó en posición defensiva al verles llegar a todos a la vez.

“Tranquilo, venimos a ayudarte” dijo Fidel.

“No recuerdo haberos pedido ayuda” contestó.

“Sí, eso es cierto – dijo Arturo – Pero tenías razón en algo de lo que dijiste antes. Es posible que esto sea en parte, o incluso totalmente, culpa nuestra”.

“Por eso... – dijo Gabriel – No podemos eludir nuestras responsabilidades, y quieras o no, te ayudaremos a detener este ataque”.

“Hasta ella ha venido a ayudarte, fíjate” dijo Jonyo señalando a Pamela, que ya se había lanzado al ataque.

Pamela lanzó su bumerán atado a la cuerda alrededor de un invasor. Cuando el bumerán volvió a sus manos, la cuerda estaba rodeaba el cuello de su objetivo, y lo único que tuvo que hacer fue tirar de ambos extremos para que el hombre cayera al suelo de cabeza y quedara fuera de combate.

“¡Y ahora nosotros!” exclamó Fidel.

Los caballeros salieron al encuentro de la invasión. Fidel clavó su espada en el suelo y abrió grietas hacia la zona por la que venían los árabes. Todos los que venían en camello cayeron al tropezar el animal en la grieta. Después sacó la espada y Gabriel metió la mano en el agujero que había hecho Fidel con su espada. Una rosaleda creció al instante, pinchando a todos los que osaron acercarse. Con estos dos ataques, la mitad de las fuerzas invasoras ya habían sido derrotadas. Aún así, ellos seguían avanzando. Cortaban las rosas con sus sables, avanzaban aún pinchándose o tropezándose.

“Tan persistentes como siempre” comentó JesuCristo.

Jonyo agarró una de las ramas de la rosaleda y transfirió energía eléctrica por toda la planta, electrocutando a todos los que estaban en contacto con ella en ese momento y desintegrando la planta uno segundos después.

“Has destruido mi creación” dijo el caballero de la rosa.

“Es que quería comprobar una cosa”.

A pesar de haber sido tirados al suelo, pinchados y electrocutados, todos los que pudieron se levantaron de nuevo, avanzando y dispersándose por todo Midgar.

“Como pensaba, siguen levantándose”.

“Es el poder de no tener nada que perder – dijo Shinkan, que acababa de llegar, al no poder igualar la velocidad de los caballeros – Saben que si no mueren hoy aquí, lo harán mañana en el desierto, así que prefieren que su muerte sirva para algo”.

“Se están expandiendo por vuestra culpa – dijo JesuCristo – Si me hubierais dejado a mí, ya habría acabado con todos”.

“Pero ya te hemos dicho que no te vamos a dejar hacerlo solo – le recordó el caballero del fuego – Así que habrá que separarse para cubrir toda la zona”.

“¡Lo que tenéis que hacer es iros de esta isla!”

“Lo siento, no te he oído” se hizo el loco el caballero de la rosa y se fue por un lado.

“Lo mismo digo” dijo Jonyo y también se fue por su lado.

Uno a uno, todos se separaron, hasta que quedó solo Pamela, que antes de irse también, le dedicó una sonrisa de niña buena.

“Serán...”

“Jajaja – reía Shinkan encendiendo un puro – Vamos no seas tan duro con ellos. Ya deberías haberte dado cuenta de que no son malas personas”.

“Tal vez no lo sean... Pero... ¿acaso es eso suficiente?”

En Arcadia, el Caballero Negro había encontrado la casa de Bill, ayudado por la ficha, en la que venía su dirección, y la gente del pueblo, que le había indicado el camino sin sospecha alguna.

“Que descuidada es la gente de esta isla. Decir a un extraño como llegar a la casa de uno de sus habitantes... En fin, voy a entrar”.

El Caballero Negro entró en la casa, con una mano sobre la empuñadura de su espada, aún cubierta con la manta, para estar preparado para cualquier adversidad. Pasó al jardín y lo rodeó, encontrando dos platos de comida para perros, un con agua y otro con pienso, pero ningún perro. Caminó hasta la puerta y vio que estaba abierta. Entró, procurando hacerlo con el mayor sigilo posible. Registró primero la planta baja, sin encontrar a nadie, sólo aparatos electrónicos de alta tecnología. Una televisión enorme, una nevera que hace hielo por sí misma, un teléfono con línea interna para hablar entre los integrantes de la casa sin tener que gritar... Subió a la segunda, y lo único que encontró a su paso fue una limpieza absoluta, sin nada tirado por ahí, ni una mota de polvo, todo brillante y limpio.

“Este tipo debe tener asistenta para mantener una casa tan grande así de limpia”.

Registró las habitaciones y ninguna estaba ocupada. Terminó de registrar la casa subiendo a la buhardilla, donde tampoco encontró nada sospechoso. Finalmente, se rindió y volvió a la calle.

“¡Mierda! ¡No está en su casa!” exclamó el Caballero Negro.

En ese mismo momento, en otro lugar de la isla, una azada se clavaba en la tierra y se arrastraba una vez clavada haciendo un surco recto, paralelo a uno que había al lado. Bill estaba cultivando las tierras expropiadas de su familia, ahora devueltas a sus manos gracias a los caballeros. Debía llevar varias horas arando el campo, pues se le notaba cansado y se secaba la frente con frecuencia. Al dar un golpe con la azada más fuerte de lo habitual, levantó un poco de polvo y estornudó.

“Alguien debe estar acordándose de mí...” dijo y siguió cultivando.

Peter se despertó en el interior de la casa de Shinkan. Aún le dolía la cabeza del golpe y no recordaba con exactitud lo que había pasado. Se tocó la cabeza y notó algo húmedo, al verse la mano, la descubrió ensangrentada por el corte que se había hecho con el cristal. Recordó entonces todo lo ocurrido, pero ya se había tranquilizado y se le habían quitado las ganas de suicidarse, por lo que se curó a sí mismo y se dispuso a salir para ayudar a los demás.

“¿Dónde vas?” dijo una voz.

Un grupo de árabes le cortaron el paso. Dos entrando por la puerta y uno por la ventana. Peter se vio obligado a retroceder.

“¿Cómo me habéis encontrado?”

“Esta es la única casa que no tiene las puertas y las ventanas cerradas. Es normal que aquí haya alguien que no conozca el protocolo de emergencia”.

“¿Protocolo de emergencia?”

“Es igual. Acompáñanos. Nuestro jefe quiere verte en privado, sin esos molestos acompañantes tuyos”.

“¿Y si me niego?”

“¡Esto no es una negociación!” le contestó uno y se lanzó contra él.

“¡Cristal Wall!” exclamó Peter.

El presidente extendió los brazos hacia el frente y apareció una barrera transparente con destellos blancos cubriendo su parte frontal. El agresor dio un puñetazo a la barrera y la fuerza del impacto fue devuelta contra su cuerpo, acabando en el suelo retorciéndose.

“Creo que no contabais con esto” dijo Peter.

“Las barreras... Es cierto – dijo el que estaba en el suelo – Hemos sido algo imprudentes, pero no volverá a ocurrir”.

“Si crees conocerme tan bien ya deberías saber que ésta no es una barrera cualquiera. Devuelve los ataques físicos contra el atacante, Si tratáis de darme cualquier golpe, vosotros recibiréis el daño”.

Uno le tiró una piedra a la cabeza, pero también fue detenida por la barrera. Sin embargo, no fue arrojada contra quien la lanzó, sino que se quedó unos segundos suspendida en el aire, como si ella misma soportara la fuerza del impacto, y después cayó al suelo.

“Las armas arrojadizas tampoco os servirán, aunque no serán devueltas”.

“Lo sabemos, y también sabemos más cosas”.

“¿Ah, sí? ¿Cómo que?”

“¡Como esto!” exclamó otro y le golpeó con una palo de madera en el costado, por la espalda, dando en el blanco sin barrera alguna.

Peter cayó al suelo quejándose de dolor, mientras sus agresores reían.

“Sabemos tus puntos débiles. Sólo puedes proyectar la barrera en un ángulo de noventa grados hacia delante, es decir, que haces aparecer media cúpula para que cubra lo que viene de frente, porque necesitas extender las manos hacia donde quieres crear la barrera. Por tanto, es imposible que seas capaz de crear un cúpula entera que cubra todo tu cuerpo, porque no puedes extender los brazos hacia delante y hacia atrás al mismo tiempo”.

“Aún así... ¡No iré con vosotros!” exclamó mientras se levantaba y cogía el trozo de cristal de antes sin que nadie se diera cuenta.

“Me gustaría saber como piensas cumplir lo que dices”.

“¡Así!”

A pesar de saber que no tenía ninguna posibilidad, el Presidente se lanzó contra sus agresores con el cristal en la mano, directo al cuello del que tenía delante. Pero de nuevo, recibió un golpe en la cabeza con el palo de madera y perdió el conocimiento, cayendo al suelo en redondo.

“No... por... que...” susurró antes de desvanecerse.

“No nos odies – dijo el árabe – Tan sólo queremos un lugar mejor para vivir”.

Entre los tres le cogieron en volandas y salieron de la casa cargando con el cuerpo. Pamela estaba cerca de allí y los vio, por lo que fue directa hacia ellos gritando.

“¡Vosotros! ¿Dónde creéis que vais con ese hombre?”

“Ocúpate de ella – ordenó uno – Pero no la mates, si no el clan ShadowMoon nos atacará a nosotros”.

Un árabe fornido le salió al paso mientras los otros escapaban con el cuerpo.

“¿Te has perdido, pequeña? ¿Puedo ayudarte?”

“No me tomes por tonta. He visto a tus amigos huir con el cuerpo de Peter Griffin”.

“Me parece que eres una niña demasiado curiosa – dijo sacando un cuchillo – Habrá que calmar esa curiosidad”.

Algo atemorizada, lanzó su bumerán directo contra su agresor, que lo paró cogiéndolo con la mano con la misma facilidad que si fuera una pelota. El bumerán estaba atado a la cuerda, y la cuerda al brazo de la pequeña. El hombre se dio cuenta de ello y tiró de la cuerda, atrayendo de golpe a la niña hacia él.

>>“No la mates” recordó las palabras de su compañero.

Pamela iba volando directa a la punta del cuchillo. Cerró los ojos creyendo que era su final y derramó una lágrima pensando en el caballero del rayo y en la que para ella había sido como su madre, Hilda.

“Adiós, Hilda... Jonyo...”

Sin embargo, el agresor soltó el cuchillo y únicamente le dio un puñetazo en la cara que la dejó inconsciente. Ella cayó al suelo, dio varias vueltas y terminó boca abajo con los pelos revueltos.

“No te confundas – dijo su agresor – No es que quiera perdonarte la vida. Pero si tu sangre corre ahora, la sangre de mucha más gente de mi pueblo correrá también”.

El hombre se fue y terminó de ayudar a escapar a sus compañeros sin ser vistos por los caballeros o por JesuCristo. Montaron el cuerpo en un camello, y dos de los agresores se montaron delante y detrás del cuerpo, quedando uno de ellos en tierra. Cuando se alejaron lo suficiente, el que se quedó volvió a la ciudad y, desde un lugar que no le viese nadie, emitió un fuerte silbido que se oyó por todo el lugar.

“¿Qué es eso?” se preguntó Arturo.

Todos los invasores comenzaron a retirarse paulatinamente, dejando atrás cualquier cosa que hubieran perdido durante el combate. Los caballeros terminaron reuniéndose de nuevo al haber ido todos los árabes hacia la misma dirección.

“Es su retirada – dijo JesuCristo guardando su espada – Siempre la señalizan así. Si han decidido retirarse... Significa que, o bien se rinden, o bien ya han conseguido lo que querían. Y por el poco tiempo que llevaban, me temo más bien que es lo segundo, aunque espero equivocarme”.

“¿Qué podían querer?”

“Quien sabe... A veces roban comida... Otras veces solo quieren asustar... Pero Alá nunca lleva a su gente a un derramamiento de sangre sin causa justificada... Algo debían de querer...”

“Seguro que no era para tanto – dijo Jonyo – ¿Verdad Pamela?”

En ese momento, el caballero del rayo se dio cuenta de que no estaba, y comenzó a preocuparse.

“Lo que me temía...” dijo JesuCristo.

“No se la pueden haber llevado... Seguro que está por alguna parte... ¡Voy a buscarla! ¡Ayudadme!”