domingo, 12 de julio de 2009

Episodio C

Ufff, por un momento llegué a pensar que este capítulo nunca saldría xD Es lo que tiene meterse en un jaleo gordo (encima por segunda vez...) Luego traté de escribirlo entre semana, pero volviendo del curro no hay manera... Pero hoy no podía fallar ^^ Por fin, y después de 4 - 5 años, hemos llegado al Episodio 100 de Los Caballeros, por cortesía del autor, enviado por MP a los lectores habituales.

Recientemente he averiguado que mis problemas con el script nuevo de Blogger se reducen a que las cosas se hacen de otra forma xD Llevaba negándome mucho tiempo a actualizar el script del blog porque no me aceptaba los gadgets ajenos, y resulta que no me los aceptaban porque no se agregaban de la misma forma. He probado con La Crítica de Rivas y todo ha salido bien, y el script está actualizado y el gadget de estadísticas está completamente operativo. El de este blog tardará un poco porque al actualizarlo te borran el diseño entero y hay que crear todas las columnas de nuevo ¬¬ Así que esperaré a terminar el volumen para que así las "obras" se realicen durante las "vacaciones" y no molesten a nadie. Eso sí, la columna de Episodios Anteriores no se actualizará hasta la reforma, para no sumarme trabajo.

Título: The Icecold Discord

Tamaño: 7 (por culpa de los 11 días de baja no ha podido ser más largo, a pesar de que debía celebrar el pleno de presentadas)

Dedicado a: A todo el que lo lea :D

Episodio

E

l holograma de Seagram se desvaneció. Reik estaba irritado, encendió un cigarro, aspiró una buena calada, contuvo el humo y extendió el brazo con la palma de la mano abierta hacia la torre.

“Chaval… El cristal lo rompe hasta una piedrecita…”

Lanzó una potente onda de energía contra la torre que estalló con el impacto, liberando una nube de fuego que el caballero decoró liberando el humo del cigarro con un soplo de respiro.

“Hala… Adios torre… ¿Nos vamos ya?” dijo volviéndose

“Reik, creo que no ha salido todo como esperabas” dijo Arturo señalando a la torre.

El caballero se volvió con una mirada de odio y pudo comprobar que, contrario a sus predicciones, la torre seguía en pie.

“No tiene ni un arañazo…” dijo el sacerdote.

“Vaya, parece que es cristal blindado… Puede que esto lleve un poco más tiempo del que esperaba, pero seguro que puedo derribarla como hice con la anterior”.

El caballero empezó a inspeccionar la torre, buscando grietas o impurezas por las que pudiera introducir hielo y recurrir a la gelifracción una vez más, pero por más que daba vueltas por la base, o que recorría volando todas las paredes, no era capaz de encontrar el más mínimo desperfecto en la torre, ni una junta, ni un arañazo.

“¡¡¿Qué coño pasa aquí?!! ¡¡¿Esta torre es una sola pieza o qué?!! ¡¡¿Cómo coño la construyeron?!!”

“Creo que es vidrio soplado…”

“Con que sí, ¿eh? Pues vas lista si crees que por ser ua sola pieza puedes escapar del gran poder del hielo, ¡torre de mierda! ¡Te congelaré entera y luego lanzaré un ataque contra la torre que te hará cachitos junto al hielo”.

“No sé por qué, pero creo que no saldrá del todo bien…” murmuró Arturo.

El caballero del hielo comenzó a lanzar sus ondas mezcladas con su poder de hielo, y cada una que estallaba contra la pared congelaba los alrededores. Lanzó y lanzó una lluvia de ondas hasta que toda la torre fue recubierta de una capa de hielo abrupta, con salientes punzantes, que, bajo la opinión del caballero, le daba un toque agresivo a la torre.

“Que bien queda la torre así… – suspiraba orgulloso de su creación – Lástima que haya que destruirla…”

El caballero volvió a donde se encontraban Arturo y el sacerdote y encendió su cigarro de la victoria.

“Arturo, haz los honores, con una onda ordinaria servirá”.

“Está bien…” susurró no muy convencido.

El caballero del fuego lanzó una onda de energía contra la torre, que estalló con el impacto, liberando una nube de humo y una lluvia de cristales de hielo en todas direcciones.

“Hala, ya no hay nada divertido que hacer aquí… Me voy a ir yendo…”

“Espera – le detuvo el sacerdote – El humo se está despejando”.

Reik se volvió para comprobar su éxito, pero se encontró con todo lo contrario. La capa de hielo había sido destruida, pero la torre estaba intacta, con algún pedazo de hielo aún pegado.

“Parece que las cosas no han salido como pensabas…” dijo Arturo.

“¡Ridiculo! Si la torre no se ha hecho pedazos junto con el hielo, significa que no se ha congelado, pero eso significaría que es inmune a las temperaturas, y para serlo debería tener un material aislante que no tiene, ¡tiene que haber un error!”

A pesar de haber fallado en su intento, el caballero del hielo no se rindió. Continuó examinando los efectos de su estrategia, por escasos que fueran. Pensaba que tal vez no hubiese destruido la torre, pero seguro que la había causado algún daño. Buscó fragmentos de cristal entre el hielo, grietas en la pared, o algún pedazo de hielo clavado que hubiera traspasado el vidrio. Registró toda la torre sin dejarse un solo rincón pero sólo consiguió retirar algo de escarcha en la cima.

“¡Mierda! ¡No ha servido de nada!” exclamó furioso dando un puñetazo a la torre.

Al dar el puñetazo notó una sensación distina que le hizo meditar. De pronto se puso a examinar de nuevo distintas partes de la torre, pero esta vez no parecía estar buscando partes debilitadas, pues únicamente se limitaba a tocar la pared en distintas zonas con la palma de la mano unos segundos. Arturo y el sacerdote le miraban perplejo, sin saber que ocurría.

“¿Qué haces ahora?” le preguntó su compañero.

“¡Jajajajaja! ¡La torre está fría!”

“¿Cómo fría?” insistió en su intentó por comprender de qué hablaba exactamente el caballero del hielo.

“Sí, el hielo la ha enfriado. Lo que significa que no es inmume a las temperaturas. Únicamente ocurre que el refuerzo de energía que le da la barrera hace que su punto de solidificación sea más bajo”.

“¿La torre da energía a la barrera y la barrera protege la torre?”

“Sí, es una retroalimentación. Muy bien pensado, sabiendo que la torre es una cámara sellada en la que no entrará nadie nunca, era una buena manera de asegurarse de que en el caso de que alguien llegase hasta así, sus esfuerzos fueran mermados”.

“¿Y de qué nos sirve saber que la torre puede congelarse si no tienes poder suficiente para llegar a su punto de solidificación?”

“Si las temperaturas le afectan, por poco que sea, existe una posibilidad de destruirla, pero necesito tu ayuda, Arturo”.

“¿Que tengo que hacer?”

“Calienta la torre con tus llamas lo más que puedas”

“Si el hielo no ha fincionado, ¿qué te hace pensar que el fuego lo hará?”

“No funcionará. Por eso te digo lo más que puedas. Hazlo y verás. Consigue que la torre arda más que el mismo infierno”.

“No entiendo muy bien a donde quieres llegar, pero tampoco se me ocurre nada mejor a mí – dijo extendiendo los brazos hacia el frente – ¡Flowing Flame!”

Una corriente de fuego salió de sus manos y empezó a calentar la torre desde la base. Con el primer roce, todos los restos de hielo que quedaban pegados se derritieron al instante.

“Tardaré un buen rato… Antes de empezar a calentar la torre tengo que contrarrestar el frío que le has metido tú…”

“Ese frío ha sido necesario para averiguar como tirar la torre, no te quejes tanto y quema”.

De pronto, dos explosiones surgieron cerca de Arturo, pillándole desprevenido y engulléndole en una deflagración.

“¡¿Qué ha sido eso?!” exclamaron Reik y Shinkan al escuchar el sonido de la explosión.

Al disiparse el fuego y el humo, Arturo apareció tendido en el suelo, con parte de la ropa quemada y todo el cuerpo manchado por la ceniza.

“Creía que esta zona estaba desprotegida por la seguridad excesiva que hay en el exterior – dijo Arturo mientras trataba de ponerse en pie – Pero estaba equivocado, ¡¿verdad, Seagram?!” exclamó mirando de nuevo a la cima de la torre, donde se había presentado de nuevo.

“Por supuesto, todo eso lo habías dicho tú sólo, en ningún momento yo lo confirmé. Esta es la zona mejor protegida de todas. No sé que plan tenéis para tirar la torre y no creo que funcione en absoluto, pero no puedo permitiros el beneficio de la duda, ¡acabaré con vosotros y la barrera seguirá aquí por y para siempre!”

“Vaya… – dijo el caballero del hielo – Parece que tendré que cubrirte…”

Fidel, Jonyo y Pamela observaron el estado de su oponente. Veían que tenía cortes profundos en varias partes de su cuerpo, que le faltaba un brazo y que estaba agotado.

“¿Qué clase de batalla habéis librado vosotros dos?” preguntó el caballero del rayo.

“Rematar entre los tres a alguien que está tan debilitado me parece ensañamiento” opinó el caballero de la tierra.

“Id con cuidado – dijo el caballero de la rosa, al cual habían dejado descansando apoyado en el trozo de pared de una mezquita – No importa cuanto le ataquéis, seguirá levantándose, y no importa cuanto le hiráis, nunca sangra”.

Aquel comentario hizo cambiar de actitud a los refuerzos, que se pusieron rápidamente en guardia.

“Pamela, ¿sabes algo de sus habilidades?” preguntó Jonyo.

“Lamento decepcionarte, pero este hombre ya es un misterio para su propio pueblo, imagínate para los demás. Había oído rumores de que ningún arma era capaz de herirle y que era inmortal, pero nunca pensé que se acercasen tanto a la realidad”.

“¿Es inmortal?” preguntó Fidel.

“¡Pues claro que no! – Exclamó la niña – Nadie es inmortal, acabo de decir que sólo eran rumores”.

Alá no quiso esperar a que terminaran de hablar de él. Alzó el brazo y el Kienzan se formó sobre la palma de su mano. Inmediatamente, lo lanzó contra Fidel a la desesperada.

“¡Cuidado! – le gritó Gabriel – ¡Esquívalo, Fidel!”

El caballero de la tierra se quedó mirando unos segundos al disco, que le parecía inofensivo, hasta que decidió hacer caso a su compañero por pura casualidad y dejó pasar el disco echándose a un lado, viendo después como cortaba el campanario de la mezquita sobre la que se apoyaba Gabriel como si fuera flan.

“¡¡Uuuooohhhh!! – Exclamó con la boca abierta – Menos mal que lo he esquivado…”

“¡¡Puede redirigirlo!! ¡Estad atentos!” volvió a advertir su compañero.

En efecto, el disco volvía para atentar contra un nuevo objetivo, el caballero del rayo, que trató de neutralizarlo lanzando una onda directamente contra el disco.

“¡A ver si puedes con eso!”

El disco avanzó a través de la onda, dispersándola en dos direcciones oblicuas, y continuó su avance hacia el caballero, que trató de escapar volando.

“Cualquiera que me vea… Huyendo como un cobarde… Pero no creo que ninguno de mis ataques sirviera para detener esto… Me está siguiendo – dijo al ver que su huída era inútil – Pero mientras me siga a mí, no seguirá a los demás, ahora mismo, es lo único que puedo hacer… ¡Que a alguien se le ocurra algo!”

Pamela veía como sus ahora compañeros de batalla hacían lo imposible por pensar una forma de enfrentar a su oponente y a la vez mantenerla a salvo sin que pareciese una carga. La pequeña sabía esto y no podía quedarse de brazos cruzados mientras todos se esforzaban al máximo.

“¡Es mi momento!” exclamó Pamela en sus pensamientos.

Pamela se quitó su diadema, que empezó a levitar sobre su mano y a girar sobre sí misma hasta volverse un aro de energía.

“¿Qué hace Pamela?” se preguntó Jonyo.

La pequeña apareció en medio de la trayectoria del ataque de su adversario. Agarró el aro con las dos manos y comenzó a dar vueltas para ganar impulso a la hora de lanzar su disco. Tras unas cuantas vueltas, soltó el aro en dirección al Kienzan.

“¡Diadema…! ¡Acción!”

Los dos discos dorados avanzaban el uno contra el otro, pero el aro lanzado por Pamela dejaba atrás una estela de polvo de estrellas.

“No importa la fuerza que le hayas puesto a ese aro al dar vueltas, no podrá competir con un tesoro imperial”.

Al chocar, la diadema de Pamela cedió en primera instancia, doblándose un poco hacia dentro, mientras saltaban chispas por la fricción. Sin embargo, el aro recuperó su forma a los pocos segundos, aumentó la velocidad de giro, y cortó en dos trozos simétricos el Kienzan de Alá, que se alejaron cada uno hacia un lado para terminar estrellándose contra el suelo cerca de Pamela. La Diadema Acción de la pequeña continuó avanzando por el aire ante la estupefacta mirada de su objetivo, que se había quedado anonadado y no se daba cuenta de que el aro avanzaba hacia su cuello. En un acto de compasión, Pamela giró el brazo y el aro le pasó dejándole únicamente un corte en la mejilla, que no sangró.

“¡Imposible! ¡No existe ningún arma convencional que sea capaz de derrotar a la piedra Magatama! ¡A uno de los tres tesoros imperiales!”

La diadema retornó hacia Pamela como un bumerán y dejó de girar sobre la palma de su mano. La pequeña la cogió con cariño y se la colocó de nuevo en la frente.

“¡No puede ser! ¡¿No será que…?!” exclamó al advertir un fulgor especial en la gema roja que había en el centro de la diadema.

“Es justo lo que estás pensando. Esta diadema está hecha con el cristal del Yata no Kagami, uno de los tesoros imperiales, igual que el tuyo”.

Tras ese descubrimiento, y después de haber visto como su arma se desvanecía ante sus ojos, Alá cayó de rodillas, rendido ante la clara superioridad de sus adversarios.

“Ya no tiene arma con la que atacar – dijo Fidel – Ahora ya no puede hacernos nada. No hay necesidad de matarle. Vámonos”.

Jonyo, Pamela y Gabriel miraron al que hasta ahora había sido uno de sus más fieros oponentes, de rodillas, derrotado, cabizbajo, impotente, y sin ninguna posibilidad de conseguir sus objetivos por la fuerza. Tras observarle unos segundos, se fueron sigilosamente, dejándole a solas con sus pensamientos.

En la zona limítrofe de la barrera, donde se erigía la torre de piedra, el pueblo cristiano buscaba a su mesías.

“La torre… No está” dijo uno al no encontrarla por ningún lado.

“Debió ser el temblor que notamos desde el pueblo” comentó una mujer.

“¿Quién habrá podido ser?”

“Más importante aún… ¿Qué ha sido de nuestro salvador? Él no habría permitido que esto ocurriera…”

“¿Significa esto que ya no está entre nosotros?”

“De no ser así, ¿dónde puede estar?”

“¡Yo sé que no ha muerto! – Exclamó una mujer con plena seguridad en sus palabras – ¡Él no moriría tan fácilmente! ¡Tiene que estar en alguna parte!”

Los demás peregrinos miraban hacia otro demostrando no estar tan convencidos como esa mujer.

“Muerto o no, – saltó un hombre para cambiar de tema y romper la tensión – sabemos por qué luchó, ¡por nosotros! ¡Y hemos venido a devolverle el favor! No se ve más que la torre central en pie, y cuando caiga, la barrera caerá con ella. En ese momento entraremos y nos haremos con el tesoro en honor a la memoria de nuestro Dios y su hijo!”

“¡No hables de él como si ya estuviera muerto!” insistió la mujer de antes.

“No sabemos donde está, así que tenemos que estar preparados para lo peor. Hasta que caiga la torre, puede aparecer, le daremos ese margen”.

“Aparecerá, estoy segura, más tarde o más temprano, pero aparecerá…”

Al otro lado de la barrera, el pueblo musulmán había llegado al lugar donde se levantaba la torre de madera.

“Es tan como dijo nuestro hijo… La torre ya no está, y parece que no es la única que falta…”

“¿Nuestro líder estaba luchando ahí dentro?” le pregutnaron de nuevo al niño.

El pequeño asintió con la cabeza y señaló al interior de la barrera.

“¿Y dónde está ahora? Yo creo que el niño solo quiere llamar la atención. No hay restos de sangre en las proximidades ni prueba alguna de que ahí dentro haya habido un enfrentamiento”.

“¿Estás llamando mentiroso a nuestro hijo? – le defendió su madre – ¿Cómo vas a encontrar evidencias de una batalla en un lugar que ya estaba en ruinas desde el principio?”

El hombre acusador se calló ante aquellos argumentos.

“No discutamos. Si mi hijo dica la verdad, – intervino su padre – la torre central caerá y la barrera desaparecerá. En ese momento podremos entrar a buscar a nuestro líder y conseguir el tesoro junto a él. Os pido a los que no creeis en sus palabras, que le demos una oportunidad”.

“Treinta minutos – dijo muy serio el que le acusaba de mentir – Ni uno más, ni uno menos”.

“Está bien, si en ese tiempo la barrera no ha desaparecido, yo mismo mataré a mi hijo por la ofensa causada”.

“Que así sea…”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mu buen episodio si señor... si señor... ya queda poco para destruir la torre de cristal jejeje, espero que el proximo este igual de interesante. Me ha gustado muchisimo la verdad.

“¿Nuestro líder estaba luchando ahí dentro?” le pregutnaron de nuevo al niño. ===> le preguntaron

Jon dijo...

Bien ha estado bien como siempre pero muy corto y ha avanzado poco la trama, creia que el 100 lo ibas hacer mas largo(especial)

Al dar el puñetazo notó una sensación distina que le hizo meditar. (distinta)
“Si el hielo no ha fincionado, ¿qué te hace pensar que el fuego lo hará?”(funcionado)
“¿Nuestro líder estaba luchando ahí dentro?” le pregutnaron de nuevo al niño.(preguntaron)
“No discutamos. Si mi hijo dica la verdad,(dice)
Un saludo a todos