domingo, 4 de noviembre de 2012

Episodio CXLV

Continuamos la trama esta semana, desvelamos quien es el ganador del combate, y los caballeros parten hacia su destino final. Y la próxima semana, ¡nos vemos en la fiesta!

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Episodio CXLV
U
n sentimiento estremecedor inundó a todos los caballeros de golpe. Sus miradas se tornaron de repente en una mezcla de asombro y terror. Shinkan Mario vio las caras de todos y tuvo un mal presentimiento, que le llevó a preguntar inmediatamente.

“¿Qué pasa? ¿Por qué estáis todos así?”

En un primer momento, nadie le contestó. Así que se dirigió a Gabriel y le zarandeó para que reaccionase.

“¡¿Qué está pasando?!” volvió a preguntar.

“Durante un instante… La energía de Fidel resurgió, se volvió muy fuerte, aunque la de Arturo seguía siendo muy superior, pero luego ambas han desaparecido…”

“El combate ha terminado – dijo Reik – Pero aun no sabemos quien es el ganador”.

“¿Y qué vamos a hacer?” preguntó el anciano.

“Nosotros no sabemos quien es el ganador – interrumpió Peter – Pero hay alguien que sí lo sabe – señaló al caballero del rayo – Jonyo, tú has podido leer sus movimientos con tu habilidad, cuéntanos qué has visto”.

El caballero del rayo no sabía qué contestar. Había visto perfectamente cómo el brazo de Fidel atravesaba a Arturo, y que Fidel había sido atravesado también por algo que no emitía electricidad. Ni siquiera podía creerse lo que había visto, mucho menos compartirlo con los demás.

Al ver que no respondía, Peter volvió a pedirle respuesta, pero el caballero continuaba sin decir palabra. Entonces Peter le agarró del hombro y le giró para obligarle a mirarle a los ojos. Fue en ese momento cuando, a través de su mirada, comprendió que había pasado algo que no se podía contar.

“¡Vamos a la isla! – exclamó Peter sin pensárselo dos veces – ¡Ahora!”

“Nos han dicho que esperemos aquí a que venga el ganador – dijo Reik – ¿Por qué tienes tanto interés en ir?”

“Porque el ganador no vendrá… ¡Así que venga! ¡Deprisa! ¡Antes de que sea demasiado tarde!”

Jonyo agarró de la ropa a Peter y salió volando llevándole consigo. Al verlo, Reik y Gabriel salieron detrás de él.

“¡Enseguida venimos, Mario! – le dijo el caballero de la rosa mientras se alejaba – ¡No queremos meterle en nuestros problemas!”

Tirado en el suelo, boca arriba, Fidel permanecía consciente. Arturo estaba a su lado, boca abajo, sin dar señales de vida. El caballero de la tierra notaba como se le nublaba la vista. Todavía tenía la espada de su compañero clavada en el pecho, la sangre continuaba derramándose y cada vez sentía menos partes del cuerpo. La vida le abandonaba y la oscuridad le abrumaba. Cerró los ojos suavemente para dejarse llevar al descanso eterno, pero cuando estaba sumido en la más absoluta oscuridad, la imagen de Mesa se le vino a la cabeza y volvió a abrir los ojos de pronto.

“No… No puedo morir aquí… – El caballero de la tierra había perdido la sensibilidad de gran parte de su cuerpo, pero todavía podía controlar su brazo derecho, el brazo con el que había ejecutado su ataque final – No de esta forma… No después de hacerle esto a Arturo… – Levantó ese brazo lo justo y necesario, y llevó la mano al filo de la espada de su compañero. Hizo un poco de fuerza, pero la hoja no se movía. Estaba clavada en el suelo, al otro lado de su cuerpo, poco, pero lo suficiente para estar fija, y extraerla ahora no iba a resultar tan sencillo –  No sin haberle derrotado – Respiró intensamente, cogió aire y se mordió la lengua – ¡¡No sin haber vencido!!”

Usando toda la energía que pudo encontrar en su interior, agarró con tal fuerza la hoja de la espada, que no sólo se cortó en la mano al hacerlo, sino que además el chorro de sangre salió disparada entre sus dedos de la presión. Después, comenzó a sacarla. Él quería hacerlo rápido para sufrir lo menos posible, pero el lamentable estado en que se encontraba se lo impidió. Iba librándose del acero poco a poco, y con cada centímetro que avanzaba se estaba volviendo a cortar a sí mismo por dentro, provocándole un inmenso dolor que trataba de paliar mordiendo su lengua cada vez con más fuerza.

En el último tirón, el dolor fue tan fuerte que hizo sangrar la lengua con sus propios dientes de la fuerza con la que tuvo que morder para contenerse. Inconscientemente, soltó la hoja de la espada en cuanto la sacó de su cuerpo, creyendo que lo peor ya había pasado. Sin embargo, ahora la herida de su pecho sangraba muchísimo más. Liberar el tapón que la mantenía cerrada estaba terminando de desangrarle por completo.

“Mierda… Lo olvidé… Cuando se produce una herida de este tipo, mientras la espada está clavada en el cuerpo, no se pierde mucha sangre. Es al retirar la espada cuando se produce la verdadera hemorragia… Claro, por eso yo he permanecido consciente todo este tiempo y Arturo no… Él está a punto de morir… Tengo que hacer algo…”

Intentó ponerse de pie, pero las piernas no le respondían. Apenas podía sentir una pequeña parte de su cuerpo, y tuvo que arrastrarse por el suelo tan sólo con la ayuda de los brazos para llegar hasta su compañero.

Quería verle la cara por última vez, pero estaba boca abajo y el pelo, caído hacia delante, le cubría el rostro. No tenía tiempo que perder, así que fue directo hacia el bolsillo de su compañero, de donde sacó el miryoku con el que había amenazado encerrarle.

“Con esto, el combate quedará decidido, y además, por una vez, seré yo quien te salve a ti, así que estaremos en paz. Adiós, Arturo”.

Estrujó el cristal con la mano y se rompió en infinidad de pedazos, que inmediatamente arroparon al caballero del fuego, iluminándole con una luz verde. Como Fidel había roto el miryoku con la mano que tenía herida de sacar la espada, algunos fragmentos se quedaron en la palma de su mano, curándole la herida.

A los pocos segundos, la barrera se formó alrededor del caballero del fuego, dejándole encerrado de forma indefinida. El borde de la barrera llegó casi a alcanzar a Fidel, que en su delicado estado, apenas había podido alejarse. Se quedó mirando como el poder de Peter encerrado en aquel cristal empezaba a hacer sus primeros efectos, deteniendo la hemorragia y comenzando a restaurar los tejidos dañados. Al ver que la vida de su compañero ya no corría peligro, Fidel respiró tranquilo.

“He ganado únicamente porque el filo de su espada es más estrecho que mi brazo y he hecho una hendidura mayor. Además, como yo sí retiré mi brazo de su cuerpo, liberé la hemorragia y por eso cayó, impidiéndole sacar la espada y hacer lo mismo conmigo. Ha sido un combate largo y muy duro, me has tenido bien jodido en más de una ocasión, amigo, pero ya ha terminado. Ahora, he de volver al barco…”

Trató de moverse para regresar a la costa, pero ya era demasiado tarde. Ya no le respondía ninguna parte del cuerpo, ni brazos, ni piernas, y continuaba sangrando sin cesar. Lo único que todavía sentía plenamente era la cabeza, pero también notaba como dejaba de llegarle oxígeno al cerebro e iba perdiendo al consciencia rápidamente.

“No… Ahora no… Ahora que he ganado… No me falles ahora, cuerpo… No me dejes aquí…”

Echó el brazo hacia adelante inconscientemente en dirección al barco, que lo veía a lo lejos, y un instante después de desmayo, con la imagen de su objetivo desvaneciéndose entre las sombras.

Al poco tiempo, llegaron los caballeros del barco, liderados por Peter, y se quedaron congelados del impacto de semejante escena.

“¿Qué han hecho estos dos? – Dijo Peter al ver a los dos sobre un charco de sangre – Menuda masacre…”

“¿Es que querían matarse? – Se preguntó Gabriel – Cada uno tiene un boquete en el pecho que le atraviesa por completo”.

“Está claro que podíamos esperar sentados en el barco a que llegase el ganador – dijo Reik – Bueno, tenemos que decidir nosotros entonces, ¿a quién nos llevamos?”

“Mira – Peter señaló al caballero del fuego – Arturo está dentro de la barrera que le di para encerrar a Fidel”.

“Entonces… ¿Realmente consiguió ganar? – Dijo Gabriel asombrado – Es increíble, si hasta notamos cómo se transformó en SuperGuerrero… Y aun así, Fidel ha sido capaz de sobreponerse a todo… Tal vez le había juzgado mal…”

“Pues ya está, nos llevamos a éste – dijo Reik agarrando los brazos del caballero de la tierra – Que uno le coja de las piernas no vaya a ser que se muera por el camino”.

“Bueno, podemos llevarnos a Fidel… – opinó Jonyo – O no…”

“¿Qué propones?”

“Podemos llevarnos a los dos. A fin de cuentas esto es prácticamente un empate. Ninguno está en pie”.

“Eso no es así – le refutó Peter – Para activar la barrera es necesario romper el miryoku y que los pedazos caigan sobre el objetivo, así que el que activó la barrera sobre el otro tenía que estar consciente, es decir, el ganador”.

“Bueno, esa es una hipótesis. Puede que ganase Arturo pero que sintiese que si no activaba la barrera curativa sobre sí mismo moriría de inmediato”.

“No tiene mucho sentido, la verdad – reflexionó Gabriel – Siendo Arturo, en esa situación habría hecho que la barrera les envolviese la los dos, o en su caso, sólo a Fidel. No habría elegido salvar su propia vida y condenar la de su amigo que tantas ganas tenía de salvar. Además, que raro que lo preguntes tú. ¿No pudiste leer sus movimientos y saber quien activó la barrera?”

“Dejé de hacerlo cuando volamos hacia aquí. En ese momento, los dos acababan de caer al suelo, pero recuerdo que está no era la posición del cuerpo de Fidel, así que ha podido ser cualquiera de los dos”.

“En cualquier caso estoy de acuerdo contigo. Deberíamos llevarnos a los dos”.

“¡¿Estáis tontos?! – Se quejó Reik – ¡¿No ibais tan de dignos porque habíais hecho una promesa?! ¡Pues ahora toca cumplirla! Arturo dijo que sólo abandonaría la isla el vencedor, no dijo él”.

“Ya bueno, pero es que Arturo ahora mismo no está en condiciones de decidir nada…” le aclaró Jonyo.

“Bueno, mientras decidís yo voy a empezar a curar a Fidel – se desentendió Peter – Está muy grave y si dejamos pasar más tiempo morirá”.

“Ya está todo decidido. Voy a coger a Arturo y nos llevamos a los dos”.

“¡Quieto! – Le detuvo Peter de un fuerte grito – Esa es una barrera inversa, de las que se puede entrar pero no se puede salir. Arturo está encerrado dentro y si te metes ahí te quedarás encerrado con él. Ahora mismo tenemos dos opciones. Dejarlos aquí a los dos y que sobreviva Arturo o llevarnos sólo a Fidel y que sobrevivan los dos. Vosotros elegís”.

“Mira que problema. No creo que tenga dificultades en romper la barrera desde dentro, si encima la mayoría de la energía del cristal está para curar. Tal vez un Arturo debilitado por el combate no pueda, pero te aseguro que yo sí”.

“No te burles de mi creación. La energía de la barrera ahora está al máximo porque acaba de comenzar el tratamiento, no la romperíais ninguno de vosotros tan fácilmente. Y aunque lo hicierais, eso supondría detener el proceso de curación de Arturo. ¿Tú has visto como están los dos? Con unas heridas tan graves, no creo que pudiera salvarlos a ambos yo sólo. Odio reconocerlo, pero que uno de los dos esté siendo atendido por el miryoku curativo es lo mejor que podría haber pasado”.

“¿Y por qué no esperamos en el barco a que Arturo se cure y pueda venir con nosotros?” preguntó Gabriel.

“Porque entonces volverían a luchar y ya seguro que se matan de verdad el uno al otro – le respondió Reik – Arturo ha jugado con sus propias reglas y ha perdido. Tiene que ser consecuente con sus actos”.

“Supongo que tienes razón… – se rindió el caballero de la rosa – Pero sigue sin hacerme ni puta gracia dejarle aquí…”

“Además así será más divertido, porque el primero de nosotros que acabe con su objetivo, podrá adelantarse e ir a por el Señor Oscuro”.

“Eso si vencemos” recalcó Peter.

“Pues hala, vámonos de aquí que tenemos muchas cosas que hacer” dijo Reik mientras agarraba él sólo el cuerpo de Fidel, al ver que ninguno de los otros se dignaba a ayudarle.

“Cógelo con cuidado y vamos despacio, para que pueda seguir curándole por camino. Temo que, de no hacerlo, no llegue vivo al barco”.

El caballero del rayo se resistía a marcharse. Se había quedado quieto, de pie, delante del borde de la barrera. Gabriel le vio y fue a buscarle.

“Venga, vámonos – le dijo a su compañero posándole la mano en el hombro – No te preocupes, seguro que cuando se cure volverá con nosotros por su cuenta”.

“Estoy seguro…”  

Los caballeros partieron cargando con Fidel, y abandonando al caballero del fuego a su suerte. Gabriel le dejó una rosa clavada en el suelo a su lado, en señal de despedida, y todos se fueron lentamente, sin mirar atrás.

Dos días después, el caballero de la tierra se despertó sobresaltado, levantando el torso de golpe. Estaba en un oscuro camarote del barco, iluminado únicamente por la tenue luz de una vela. No recordaba cómo había llegado hasta ahí, hasta que vio su cuerpo cubierto de apósitos y vendajes y empezó a rememorar el final de la batalla. Inmediatamente se llevó la mano al pecho de un acto reflejo, notó que ya no tenía ningún agujero y suspiró aliviado. No sabía cuanto tiempo había pasado, pero no tenía hambre ni sed. Su cuerpo estaba siendo alimentado con suero a través de una vía, así que podía llevar así mucho tiempo. No notaba sus piernas ni sus brazos atrofiados por un largo periodo de reposo, y se sentía con fuerzas para levantarse, así que se quitó la vía y salió a explorar un poco el lugar.

Al salir de su camarote, no escuchó ningún ruido. Todo estaba en silencio. Tampoco había ninguna luz encendida, y todas las puertas del resto de camarotes se encontraban cerradas. Atravesó el pasillo, caminando lentamente, con una mano apoyada en la pared hasta llegar a la puerta que daba a la cubierta.

Salió fuera, y una brisa helada sacudió su cuerpo. Tan sólo era un poco de viento, pero para él fue como si un aluvión de cuchillos atravesara su cuerpo.

“Ten cuidado, todavía estás muy débil – escuchó – Deberías irte a descansar otra vez”.

Era de noche, y la cubierta estaba completamente a oscuras. Tan sólo la luz de la luna iluminaba unas pequeñas partes de la cubierta del barco que no tapaban las velas.

“¿Quién eres?”

No tardó en escuchar pasos acercándose. El individuo caminó hasta una zona iluminada de la cubierta, pero a pesar de todo, Fidel no distinguió más que una figura corpulenta y la luz de un cigarro encendido.

“¿Reik?”

“No, soy yo”.

El caballero de la tierra se acercó un poco más y descubrió que la figura que estaba ante él no se trataba del caballero del hielo, sino de Shinkan Mario, y que lo que estaba fumando no era un cigarro, sino un puro.

“Ah, es usted”.

“¿Quieres un puro?” le ofreció el anciano.

“No, muchas gracias. No tengo yo el cuerpo para esas cosas... ¿Puede decirme qué ha pasado?”

“Baja un poco la voz. Es muy tarde, y todos están durmiendo ya”.

“Perdón – se disculpó y repitió, esta vez hablando en voz baja – ¿Puede decirme qué ha pasado?”
“¿Qué ha pasado? ¿No lo sabes? Ganaste. Por eso estás aquí”.

“No... No es cierto. Se suponía que el vencedor debía regresar al barco, pero yo caí justo cuando me tocaba volver. Por eso te pregunto qué ha pasado”.

“Los chicos fueron a rescataros al ver que vuestras energías desaparecieron, ¿hubieras preferido morir ahí?”.

“¿A los dos? ¿Quieres decir que también cogieron a Arturo?”

“No, sólo regresaron contigo. Dijeron algo de que no pudieron traer al caballero del fuego por no sé que de una barrera o algo, pero no les presté mucha atención. Yo no entiendo de esas cosas”.

“Ya veo… Como Arturo estaba dentro de la barrera no podían sacarle, así que tuvieron que dejarle ahí… ¿Y qué más? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dónde estamos?”

“El hombre que creó la barrera de nuestra isla te curó a los pocos minutos, pero dijo que habías perdido mucha sangre y que tu energía estaba completamente agotada. De hecho, teniendo en cuenta lo que dijo, me sorprende que te hayas despertado tan pronto”.

“Entonces, ¿ya estamos de camino a…?”

“Ya estamos llegando”.

“Me he comportado como un gilipollas, pero aun así me han rescatado, han abandonado a la persona que siempre les salva cuando están en peligro y se han metido sin pensarlo en la boca del lobo. Me han dado una lección…”

“No te sulfures, hijo. ¿Sabes una cosa? Todo esto que ha pasado entre Arturo y tú me ha recordado mucho a mí. Me siento bastante identificado con el caballero del fuego. Él se ha atrevido a hacer lo que yo nunca hice. Detener a un amigo antes de que sea demasiado tarde. Si te soy sincero, hubiera preferido que ganara él”.

“Lo siento, pero hice lo que consideraba correcto”.

“No, sino te culpo. Cada uno lucha por lo que cree, aunque sea una completa locura. Mírame, no soy más que un pobre viejo buscando una excusa con la que aliviar su culpa – le dio una fuerte calada al puro – ¿Qué voy a conseguir hablando con Mesa a estas alturas? Y tampoco tengo el poder suficiente para pararle… Pero, de todas formas, quiero pedirte un favor, caballero de la tierra”.

“Dime”.

“Tú has sido el ganador del combate, y tu premio es la oportunidad de enfrentarte a Mesa. Tan sólo quiero pedirte, que por favor, antes de librar tu combate final, me lleves contigo y me des la oportunidad de hablar con él para tratar de resolver esto sin violencia, ¿podrás hacerlo?”

“Está bien, te llevaré conmigo. Pero que sepas que si no lo consigues y tengo que luchar igualmente, no puedo garantizar tu seguridad”.

“Tranquilo. La vida de un anciano sacerdote no es algo que nadie vaya a echar en falta. Si tienes que luchar, ni siquiera pierdas el tiempo protegiéndome”.

Después de eso, los dos se quedaron en silencio. El anciano estaba empezando a ponerse nervioso. Daba cada vez caladas más intensas al puro, y el humo empezaba a invadir la cubierta, haciendo toser al caballero de la tierra.

“Bueno, cof, cof – tosió – Creo que yo me vuelvo a mi camarote. Ya les daré las gracias a todos mañana por la mañana”.

“Casi mejor que vayas a despertarlos, chico”.

“¿Cómo?”

“Hay tierra a la vista” le dijo señalando un pequeño punto en el horizonte.