jueves, 17 de enero de 2013

Episodio CXLVII

Indignante... Me han tirado con una nota tan ridícula que no me creo que haya estado estudiando tres meses para algo semejante... En fin, el lunes es la revisión, más vale que todo sea un error, no me apetece quedarme con una puta asignatura colgando... Tenía el capítulo casi terminado desde hace varios días pero del disgusto no he sacado fuerzas para terminarlo hasta hoy.

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Episodio 

CXLVII

E
l ataque de Mesa había diezmado considerablemente el barco. A pesar de que no había sido alcanzado en ninguna zona crítica, los daños eran evidentes. La explosión del mascarón también había dañado el casco, quedando a punto de provocar una fuga, y la vela, junto al mástil, aun ardiendo sobre el mar, se iba quedando en la lejanía lentamente.

Los caballeros cayeron rendidos al suelo, pero no de agotamiento, sino por la presión, tanto física por la energía que aún residía en el ambiente, como psicológica por el agobio de que sus vidas dependieran de algo tan frágil como un barco, después de todo lo que habían sufrido y demostrado.

“Anda – dijo Reik – Haz que el barco llegue a la costa cuanto antes, no vaya a ser que nos ataquen de nuevo y nos terminen de hundir”.

“Estoy en ello – le contestó Peter – Pero hemos perdido una vela y la velocidad ha bajado bastante. Tardaremos unos minutos en llegar”.

“Ey – le dijo Jonyo al verle tan bien – ¿Cómo es que esta vez no te ha dado un chungo cuando te hemos pasado la energía?”

“No compares. La otra vez me pasaste un montón de energía de golpe. Ahora, lo más difícil ya estaba hecho, crear la barrera, la energía que he recibido después para potenciarla un poco no ha tenido nada que ver con la que tuve que soportar al destruir la torre. Y bueno, que yo también me estoy volviendo más fuerte, que cojones”.

“Y pensar que casi palmamos… – dijo Fidel – No me habría hecho ni puta gracia…”

“Claro, a los demás nos habría encantado…” le contestó Gabriel.

“Bueno, no empecéis, jóvenes – les calmó el anciano – Lo importante es que estamos todos bien”.

“Esto ya está. Aunque despacito, ya he encarrillado el barco para que vaya directo a la costa – el presidente se volvió, y descubrió que el caballero del hielo tenía varios rasguños y magulladuras por todo el cuerpo, resultado del fuerte impacto de lleno de la bala de cañón en su cuerpo – Reik, déjame que te cure eso”.

“Estoy bien, déjame en paz” fue lo único que contestó.

“No seas orgulloso – se acercó a él, la palma de la mano de Peter se iluminó con una tenue luz verde, y comenzó a curarle poco a poco – Que si luego pierdes por culpa de esto no me lo perdonaría en la vida, y sabiendo cómo eres seguro que vendrías a echarme la bronca por no haberte curado”.

“Yo no pierdo. Nunca”.

“Claro, por eso Arturo te mató en Arcadia” aprovechó Fidel para meter baza y todos se rieron del caballero del hielo.

En el interior del castillo, Mesa se levantó de la silla y salió de la sala. Se sorprendió al notar que los monitores no eran lo único que se había apagado en el lugar. Todas las luces del castillo habían desaparecido, estaba totalmente a oscuras.

“Vaya, parece que las explosiones no han destruido las cámaras, sino que se ha ido la luz. Esperaré aquí entonces”.

Volvió a sentarse en la silla y se encendió un puro. Fue la única luz que había en la sala. Después dejó el mechero sobre la mesa para que le continuara alumbrando, y se sirvió una copa de pacharán para amenizar la espera. Al rato, el suministro eléctrico fue restablecido, y los monitores volvieron a recibir energía.

“Muy bien, vamos a ver…”

En efecto, los monitores volvieron a encenderse, pero casi ninguno mostraba una imagen clara. La mayoría tenían la clásica pantalla de nieve con ruido de interferencias. Otras apuntaban al mar o a zonas deshabitadas de la isla y ya no respondían a los comandos que introducía Mesa en el ordenador. Quedaba una sola cámara apuntando a su objetico original, la que seguía al caballero del hielo, pero la imagen se veía borrosa y con interferencias. Algo enfurecido, dejó caer el puño cobre el teclado, a la vez que daba una fuerte calada al puro, y de pronto la cámara mostró una imagen clara de nuevo.

“Vaya… Estas máquinas no hay quien las entienda…”

Lo que mostraba aquel monitor enseguida llamó la atención de Mesa, llegando al punto de echarse hacia delante lentamente para fijarse detalladamente en la escena. En el cristal de sus gafas se reflejaba lo que aparecía en la pantalla.

El caballero del hielo, sentado en la cubierta, estaba siendo tratado por Peter, que con su mano iluminada acariciaba levemente las heridas de Reik, y al momento cicatrizaban y desaparecían.

La expresión en el rostro de Mesa no fue de sorpresa, sino de satisfacción. Una sonrisa de oreja a oreja cruzaba su cara, al haber descubierto por fin el motivo por el que los caballeros volvían al combate recuperados a los pocos minutos de derrotarlos.

Se levantó rápidamente de la silla y salió de la sala rápidamente pero sin llegar a correr, pues el traje no le permitía tanta movilidad, y según se colocaba la corbata, iba regocijándose en sus propios pensamientos.

“Con que era eso… Parece que habíais olvidado, caballeros, que se puede engañar a mucha gente durante mucho tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo siempre”.

La actividad continuaba en otra parte del castillo. Un regimiento de extraños soldados desfilaba desde el interior del castillo, avanzando a paso ligero. Ninguno ojos, nariz ni cabello, pero sí boca, y eran completamente negros. Cada batallón del regimiento portaba un arma distinta. Espada larga, corta, ancha, sable, lanza, hacha, maza… Todas las clases de arma blanca estaban allí.

Cuando todos los soldados salieron del castillo, se dieron la vuelta, quedando de nuevo mirando hacia la puerta, y manteniendo la formación, esperaban a su líder. No tardaron en escucharse pasos, que sonaban con eco, provenientes del interior del lugar, y enseguida apareció la teniente Jezabel, acompañada de una persona que iba cubierta con una túnica marrón con capucha, por lo que llevaba oculto todo el cuerpo y casi todo su rostro, sólo podía vérsele la boca y la punta de la nariz. Los dos caminaron hasta quedar justo enfrente del regimiento, momento en el cual la teniente hizo una reverencia a su acompañante.

“Enhorabuena por su ascenso a coronel”.

“Gracias, teniente”.

Acto seguido, Jezabel extendió el brazo derecho al frente, levemente inclinado hacia arriba, y al verla, todo el regimiento realizó el mismo movimiento.

“¡Ave, Lardo! ¡Los que van a morir te saludan!” exclamaron todos a la vez.

Dayuri respondió al saludo del regimiento haciéndolo él también. Después, chasqueó los dedos y señaló hacia la costa, dando la señal de partida a su ejército.

“¡¡Rompan filas!!” gritó finalmente la teniente.

En ese instante, todos los soldados pusieron rumbo a la costa por la que iban a llegar los caballeros. Sin embargo, Lardo y Jezabel se quedaron en la puerta del castillo.

“¡Un regimiento de cinco mil soldados! ¡Aplastarán a esos caballeros! ¡Ni siquiera tendremos que intervenir!” exclamaba eufórica la teniente.

“Bueno, al menos servirán para entretenerlos un rato. Vamos a tomar un café mientras llegan. Invito yo”.

“¿Me está diciendo que acabamos de enviar a todo nuestro ejército a la muerte, usted lo sabía y no ha hecho nada por evitarlo?”

“En la guerra, al igual que en el ajedrez, hay veces que es necesario sacrificar un peón para ganar la partida. Además, sería una falta de respeto hacia ellos si no les atacamos con todo nuestro poder, ¿verdad? Aunque ese poder sea totalmente insuficiente”.

Y tras esas palabras, Dayuri volvió caminando hacia el interior del castillo, seguido en silencio de su teniente.

En la costa, el barco de los caballeros atracaba en la playa después de un corto trayecto a escasa velocidad. Peter intentó detener el barco suavemente, pero debido a los daños no respondía como antes, y acabó frenando bruscamente al encallar en la arena, sacudiendo a todos los que estaban a bordo.

“Auuuu – se quejaba Fidel después de haber sido arrastrado por el suelo hasta chocar con una puerta – Creo que me he mareado…”

“Exageras, pero vamos, un viaje de ensueño tampoco ha sido” comentó Reik.

“Desde luego, estoy seguro de que no es el final que hubiese querido el barco” opinaba Gabriel mientras le hacía una caricia al casco.

“No estoy seguro de que podamos usarlo para volver – decía Peter mientras echaba un vistazo a los daños – Flotar flota, pero su manejo resulta muy complicado en estas circunstancias. Si nos topamos con una tormenta o cualquier otro imprevisto, el viento nos llevaría a cualquier lado”.

“El barco ha cumplido su misión, que era traernos hasta aquí – dijo Jonyo mientras bajaba a la playa de un salto – Ahora debemos devolverle el favor cumpliendo nosotros la nuestra”.

“Pero si todos tenéis asuntos personales – le replicó Gabriel – ¿De qué misión hablas?”

“Bueno, cada uno llama misión a lo que cree conveniente” se defendió el caballero del rayo.

Gabriel y Peter estaban ayudando a Shinkan a bajar del barco, cuando todos empezaron a escuchar un murmullo a lo lejos.

“¿Qué es ese ruido?” preguntó Peter mientras terminaba de ayudar a bajar a Shinkan Mario.

“Viene de allí – señaló Fidel – Percibo fuertes vibraciones en la tierra”.

El regimiento de soldados que había mandado el ahora Coronel Lardo no tardó en aparecer a lo lejos. El elevado número de enemigos que les venía de frente impactó a los caballeros, que desenvainaron sus espadas de inmediato y se pusieron en posición de combate.

“¡Mierda! ¡Son otra vez esos soldados! – recordaba Jonyo – ¡Los mismos que cuando asaltamos el castillo de Peter!”

“Pero, ¿cuántos son? – Preguntaba asombrado Gabriel – Si no puedo ni contarlos… Y siguen viniendo, por más que miro al fondo, no se acaban nunca”.

“Tranquilos, no os asustéis, eso es lo que quieren – trató de tranquilizarlos Peter – Recordad, o sabed, para lo que no os habéis enfrentado nunca a ellos, que no son personas, son soldados creados artificialmente a partir de polvo. No eran rivales para vosotros entonces ni lo son ahora. Hasta yo puedo vencerlos, pero alguien tiene que proteger a nuestro invitado. ¡Id a por ellos!”

“Nos vendrán bien para calentar – dijo Reik mientras se encendía un cigarro – Si queréis apartaos a un lado. Yo acabaré con todos”.

“Que te crees tú que vas a ser el único que se divierta – irrumpió Fidel – Esta isla está vacía de civiles, así que es una oportunidad perfecta para desatar nuestros poderes sin preocuparnos por nadie, y no voy a dejarla pasar”.

“Oye, que Mario y yo seguimos aquí” le dijo Peter.

“Pues activa una barrera y mantente alejado – respondió el caballero de la tierra – Ahora, al ataque, ¡tenemos trabajo, caballeros!”

Los cuatro caballeros se lanzaron contra el regimiento, que al estar formado por numerosos soldados, les permitió separarse e ir cada uno por su lado. Fidel clavó su espada en el suelo, muy cerca de los soldados, y varias piedras afiladas emergieron del suelo, pinchando y cortando a los soldados, que al instante de ser alcanzados se convertían en polvo y se los llevaba el viento.

“¡Y ahora… Do Ryu Sen!”

Al levantar la espada del suelo, el agujero que había dejado en el suelo creció hasta convertirse en una grieta que avanzaba hacia los soldados, y al alcanzarlo se abrió creando un foso por el que cayeron todos sin remedio.

“¡Senbonzakura!”

La espada del caballero de la rosa se dividió en mil pétalos que, envueltos en un remolino, despedazaban decenas de soldados sin piedad. Sin embargo, Gabriel continuaba su ofensiva lanzando varias rosas, que al pincharse en su objetivo les hacían desaparecer.

“¡Lightning Plasma!”

A la vez que daba un puñetazo, Jonyo proyectaba un rayo que acababa no sólo con el soldado que tenía delante, sino con todos los que había detrás, fulminándolos en un parpadeo.

“Hacía tiempo que un ataque tan básico no resultaba tan útil”.

“¡Sode no Shirayuki[1]!

Reik trazó un círculo en la tierra con su espada, rodeando a varios soldados, y al cerrarlo, toda el área en el interior de ese círculo se congeló. El hielo congeló los pies de los soldados e intentó seguir subiendo pero, aprovechando que el hielo apenas les cubría, los soldados hicieron un esfuerzo y saltaron, liberando sus extremidades del gélido ataque del caballero.

“Parece que se te han escapado, ¿eh?” se burló Fidel de él.

Misteriosamente, el caballero del hielo no parecía asombrado ni enfadado porque sus objetivos hubieran escapado de su ataque. Seguía mirando la superficie helada dentro del círculo, mientras los soldados continuaban ascendiendo en el cielo.

Pasados unos segundos, el caballero sonrió, y la zona helada se iluminó, proyectando una columna de hielo hacia arriba que engulló y congeló todo cuanto encontró de por medio.

Sode no Shirayuki no es una técnica para congelar el suelo – dijo Reik mientras clavaba su espada en la gélida columna – Todo lo que esté dentro de ese círculo, sea cielo o tierra, queda congelado”.

Sacó la espada, y el agujero que había creado al meterla comenzó a agrietar el hielo hasta que se rompió en un millón de pedazos, rompiendo con ella a todos los soldados que había en su interior.

“Esa técnica nueva me ha gustado, Reik – le dijo el caballero del rayo – Voy a improvisar yo también algo nuevo”.

Jonyo utilizó su espada para atraer un rayo, y aprovechando la velocidad que había adquirido durante el entrenamiento, saltó y se puso de pie sobre la superficie del rayo, deslizándose hacia abajo a la misma vez que él.

“¡Thunder Surf!”

Controlándolo a través de los pies, como si de una tabla de surf se tratase, el caballero corrigió la trayectoria del rayo para que arrasara a varios soldados y pulverizara la tierra de camino.

“Será mejor que no improvises más estupideces o terminarás dando a alguno de nosotros” le advirtió Reik.

“Parece que no nos va a hacer falta cubrirnos con la barrera, ¿eh, Mario?” le dijo Peter a su acompañante, al ver que los caballeros estaban dominando completamente la situación.

“No es por ser aguafiestas, pero por más que atacamos y destruimos a esas marionetas, siguen viniendo más y más – comentaba Gabriel – Hay que cambiar de táctica”.

“La idea era acabar con ellos con técnicas ligeras que no gasten mucha energía para no cansarnos demasiado aquí – dijo Jonyo – pero a este paso vamos a tener que hacer tantas que vamos a gastar más energías que con tres o cuatro ataques fuertes”.

“Pues hala, yo primero – el caballero de la tierra concentró energía en una mano durante unos segundos y apuntó contra el cúmulo de soldados – ¡Final Shine Attack!”

Justo antes de lanzar la onda, Mesa apareció en la línea de tiro. Al verle, Fidel se sorprendió, pero a la vez sonrió. No tenía ni que cambiar la trayectoria del disparo para acabar con quien venía buscando, así que no dudó ni un instante y proyectó la onda contra Mesa volcando toda la energía que pudo en ella, llegando al punto que el tamaño fue tan grande que Fidel no fue capaz de ver lo que tenía delante hasta que se agotó la energía. El resto de caballeros tuvieron que apartarse para no ser alcanzados por el ataque, y una vez finalizado, regresaron cerca de Fidel.

“¡La próxima vez avisa antes de hacer algo así! – Le dijo Jonyo – ¡Casi nos das!”

“No te preocupes, que como le haya dado no creo que necesite volver a hacerlo”.

Esperaron pacientemente a que se disipara el humo, y pudieron comprobar con sus propios ojos que todos los soldados se habían desvanecido completamente, pero Mesa seguía en el mismo sitio que había aparecido.

“Mesa…” pensó Mario al verle desde el final de la playa.

“No le ha hecho nada…” susurró Fidel impotente.

“No te sulfures, lo más probable es que se haya teletransportado y haya vuelto otra vez” opinó Gabriel.

El ataque de Fidel había levantado una nube de polvo y manchó el traje de Mesa en un hombro. Cuidadosamente, sacudió la zona afectada con los dedos hasta dejarla impecable. Después, carraspeó la garganta y comenzó su discurso habitual.

“Queridos niños, queridas niñas y público en general. Estamos aquí reunidos para aprender algo nuevo y ya sabéis cuál es nuestro lema: algo nuevo aprenderéis a poco que escuchéis, aunque solo sea a perder el tiempo con la misma dignidad con la que yo lo pierdo. 

El otro día, entre gritos de júbilo y satisfacción; pensando vosotros: cuánto aprendemos; pensando yo: es verdad, qué razón tenéis, qué suerte tenéis de haberme conocido; nos habíamos quedado viendo no sé qué. ¡Ah, sí…!”

Parecía que iba a continuar hablando, pero en vez de eso, se quedó en silencio durante un instante y después apunto al frente con el dedo índice. La punta de su dedo se iluminó y poco después disparo una estrecha onda de energía hacia delante. Sin embargo, la onda pasó entre todos los caballeros, muy cerca pero sin alcanzar a ninguno, siguió adelante y a los pocos segundos, la luz de las llamas de una explosión llamó la atención de los cuatro jóvenes, que se giraron para ver qué había ocurrido.

“Ahora ya no podréis resucitar” terminó Mesa la frase que había dejado a medias.

El cuerpo de Peter yacía boca abajo, chamuscado e inerte, con varias líneas de humo saliendo de su cadáver, mientras el anciano sacerdote le zarandeaba tratando inútilmente de hacerle despertar.

“Ha… ha matado a Peter…” susurró Reik.

“Y ninguno de nosotros ha sido capaz de hacer nada para evitarlo…” Gabriel.

“Otra vez… Otra vez... – Decía Fidel para sus adentros – ¡¡¡¡¿A cuántos amigos míos tienes que matar hasta quedarte contento?!!!!”

El caballero de la tierra se lanzó contra Mesa a toda velocidad, apuntando con su espada directo al corazón de su objetivo.

“Y el próximo día, ¡más! – exclamó mientras se llevaba los dedos a la frente para teletransportarse de nuevo – ¡Ah, no! ¡Que para vosotros no hay próximo día! ¡Jajajajaja!”

Mesa se desvaneció un instante antes de que el caballero de la tierra le alcanzara, y su espadazo terminó siendo un ataque al aire. Enfurecido, el caballero de la tierra comenzó a dar puñetazos a la arena con tanta fuerza que con cada uno provocaba un leve temblor terrestre en la playa.

“Tranquilízate, Fidel – le dijo Jonyo – Ya no podemos hacer nada. Así sólo estás malgastando tus fuerzas inútilmente”.

“Tienes razón… – susurró mientras se secaba las lágrimas de los ojos – ¡Mejor me voy a por él!”

“¡Espera! – Le detuvo rápidamente Shinkan Mario – ¡Creía que ibas a llevarme contigo para hablar con él antes de tu combate!”

“Es cierto… Te lo prometí… Pero voy a tener que faltar a mi palabra, viejo… Ya lo has visto… Mesa sabía que Peter no suponía ningún peligro para ellos, que no tenía poder ni fuerza suficiente para hacerles nada, pero aun así le ha matado sólo para no pueda seguir curándonos… Lo siento pero… ¡No quiero que muera más gente!”

Ninguno pudo rebatir las palabras del caballero de la tierra. Todos se quedaron impotentes, cabizbajos ante la cruda realidad. Fidel cargó un poco de energía antes de partir, e inmediatamente salió volando hacia su destino.



[1] Molino de Nieve Blanca


Curiosidades!!!


Sode no Shirayuki es un ataque de Rukia en Bleach.


No me había dado cuenta hasta ahora, pero es curioso, Peter, que tiene los poderes de Dende de Dragon Ball, también muere de la misma forma que él :p

1 comentarios:

Jon dijo...

Bueno un capítulo normalito, exceptuando el sobresalto de la muerte de peter( demasiado sencilla a mi parecer, lo que me lleva a pensar que su vida no se acaba aqui, pero sólo es una suposición)

Ninguno ojos, nariz ni cabello, pero sí boca, y eran completamente negros(tenía ojos)
para lo que no os habéis enfrentado nunca a ellos, (los que no)
pero aun así le ha matado sólo para no pueda seguir curándonos(para que no pueda)

Un saludo a todos
P.D A ver si tienes suerte y sólo ha sido un error al poner la nota