lunes, 16 de junio de 2014

Episodio CLXIX

Ya he perdido la cuenta de cuantas rondas de combate van ya. Creo que esta es la... ¿quinta? En cualquier caso, lo que está claro es que lo que no vamos a olvidar ninguno será tanto este capítulo como los que vienen por delante ;)

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Episodio CLXIX
M
esa extrajo el brazo que atravesaba el cuerpo de Fidel con un movimiento rápido y preciso. El cuerpo del caballero se tambaleó y cayó al suelo redondo. Se quedó unos segundos observándolo, buscando alguna reacción, alguna señal que le confirmara que había ganado el combate, pero precisamente lo que se encontró fue una total falta de ellas.

“No sangra…” susurró.

En efecto, a pesar de que el cuerpo del caballero seguía envuelto en el aura roja, no debería suponer ningún impedimento para que la sangre de la herida saliese al exterior, pues la propia mano de Mesa estaba completamente ensangrentada.

El cuerpo de Fidel comenzó a responder. Se retorcía en el suelo, como otras veces, a la vez que el aura se volvía inestable de nuevo, creciendo y tomando forma, ahora bien definida, de la cabeza de un dragón.

“No puede ser… Lo que estoy pensando no puede estar ocurriendo…”

La cabeza de dragón formada por el aura roja abrió sus fauces y trató de engullir a Mesa, que retrocedió rápidamente para evitar ser devorado. A partir de ahí, Mesa confirmó sus temores.

“La energía del caballero… Está aumentando otra vez…”

Poco a poco, la cabeza del dragón fue perdiendo su forma una vez más, dejando tras de sí una figura humana, en pie, completamente envuelta en el aura. Lo único que podía verse del caballero de la tierra era su silueta. Nada podía confirmar que en verdad él estaba ahí dentro.

“Creo que ya comprendo lo que ha ocurrido – se dijo Mesa – El cuerpo del caballero bajo el aura roja está sometido a una gran presión. A pesar de que con mi gran poder conseguí atravesar el cuerpo, al retirar el brazo todo volvió a la normalidad, siendo la propia aura la que tapona involuntariamente la herida, conteniendo la hemorragia.

Sin embargo, aunque no haya sangrado, los daños están ahí, eso es un hecho. Tal vez haya elevado el multiplicado a siete, pero no su cuerpo ya no tiene fuerza alguna, es una marioneta al servicio de su propia técnica.

Es como si ya estuviera muerto, pero es un muerto que todavía es capaz de enfrentarse a mí. Es posible que si logro atravesarle de nuevo, acertando en un punto vital, su vida se extinga por completo y la técnica se desactive… Debo hacerlo, ¡le atravesaré el corazón!”

No perdió un segundo más. Mesa volvió a la carga, apuntando con su mano, con los dedos extendidos y juntos, como si fuera una espada, directo al corazón del caballero.

Estando a escasos milímetros de su objetivo, el brazo de Mesa se detuvo por completo, o mejor dicho, fue detenido por el caballero de la tierra, que le agarró con fuerza antes de que lo lograra.

“No… No puedo liberarme…” pensaba Mesa mientras trataba de zafarse del caballero con todas sus fuerzas.

Con el otro brazo, Fidel retiró el puño levemente, y acto seguido lo lanzó contra su adversario. En un instante, la cabeza del dragón volvió a tomar forma, utilizando el brazo que asestaba el golpe, y a la vez que el caballero propinaba el puñetazo, el dragón abrió sus fauces y devoró a Mesa.

No se enteró de nada. Vio abrirse la boca del dragón y un instante después ya estaba dando botes por el suelo. Terminó boca abajo, con gafas llenas de polvo, y un profundo malestar en su interior.

Pero ahora, el caballero, o lo que quedaba de él, no iba a esperar a que levantase, se limpiase las gafas y se sacudiese el traje. Salió volando a ras de tierra, alzó el puño al frente, y el dragón volvió a hacerse realidad, abriendo ligeramente el suelo allá por donde pasaba.

Mesa no tuvo mucho tiempo para reaccionar. Echó las manos hacia delante y agarró con fuerza las fauces del dragón que se abalanzaban sobre él, sin poder evitar que lo arrastrara violentamente por los alrededores.

“Tan sólo es la cabeza de un dragón formada por el aura roja de la energía de ese caballero, pero aun así ha tomado sustancia, puedo tocarla y puede causarme daño...”

Antes de que Mesa terminara de reflexionar, Fidel le propinó una patada, y en un instante, la cabeza se desmaterializó del brazo para reaparecer en la pierna, surgiendo a gran velocidad, hacia arriba, enganchando a su víctima y precipitándola por los aires.

Tras flotar unos segundos, el cuerpo de Mesa cayó al suelo en seco. Su espalda chocó brutalmente contra la tierra y quedó paralizado durante unos instantes, con una mueca de dolor. Allí, tirado en el suelo, recordó todas las ocasiones que había tenido en el pasado, y también durante el propio combate, para acabar con la vida del caballero cuando todavía era muy superior a él.

“Ya es… Demasiado tarde – se dijo a sí mismo – Desde el momento en que se activó esa técnica, ya no había nada que hacer… Acaso… Acaso tú… Shawn…”

El caballero dio un salto, seguido de una voltereta hacia atrás en el aire, y cayó en picado directo hacia el suelo. Volvió a extender el brazo al frente, y la cabeza del dragón apareció de nuevo. Cuando su cuerpo impactó contra el suelo, se abrió paso sin problema, avanzando hacia las profundidades.

Durante unos segundos, se hizo el silencio. Sin embargo, a Mesa le parecía escuchar el aullido del dragón emergiendo desde el subsuelo. En cuestión de segundos, apareció ascendiendo desde el suelo, justo por debajo de donde descansaba su objetivo.

“¡No me vas a coger!”

Mesa ya había sufrido otros ataques subterráneos del caballero de la tierra. Sabía en qué consistían y cómo evitarlos. Rápidamente, se llevó los dedos índice y corazón a la frente y se teletransportó hacia el cielo, huyendo del ataque.

Apareció en el mismo punto, pero más elevado en el cielo, buscando el tiempo y la distancia necesarios para elaborar un plan de ataque, pero sin perder de vista el objetivo. Pero cuando miró hacia abajo, Fidel ya no estaba, a pesar de que su movimiento había sido completamente instantáneo. Al momento, escuchó el ruido de algo aproximándose, pero ya era demasiado tarde. El caballero de la tierra atacó con todo su peso, asestando a su adversario una fuerte patada en la espalda, con la cabeza del dragón materializada en su pierna.

El cuerpo de Mesa fue arrastrado por Fidel hasta el suelo, donde lo estrelló violentamente hasta sepultarlo por completo. Emocionado, el cuerpo del caballero, no se sabe si por propia voluntad o controlado por su técnica, daba pisotones al suelo y elevaba los brazos al cielo en señal de victoria.

La mano de Mesa emergió del suelo como si de un zombi se tratara. Su cuerpo en general tampoco es que estuviese en mucho mejor estado. Aunque había dominado durante todo el combate, eso son significaba que no hubiese tenido que hacer ningún esfuerzo, y el alargamiento innecesario empezaba a pasarle factura a él también.

“Jejeje – se reía de sí mismo – Por un momento, yo también he sido víctima de la emoción. Por un momento, me olvidé de que ya anulaste antes los efectos de mi Shunkanido, y pensaba únicamente en disfrutar del combate.

Hasta ahora, mi abrumador poder siempre ha logrado que alcanzase la victoria con extrema facilidad. Ni siquiera los más grandes dentro de mi círculo pueden hacerme frente. Derrotar a la teniente o al imbécil de Lardo no es más que un juego para mí. No fue hasta mi enfrentamiento con el caballero del fuego que sentí por primera vez el sabor de la derrota, y aun así, siempre he estado convencido de que fue un acto fortuito el causante de aquel desafortunado resultado. El factor sorpresa de la transformación y la repentina aparición de la chica fueron claves ese día, al no tener tiempo de adaptarme a las circunstancias”.

Mientras hablaba, el caballero volvió a parecer perder el control. De unas identificables poses de victoria, pasó a llevarse las manos a la cabeza, mientras temblaba sin cesar. El aura volvió a descontrolarse, creciendo mientras se materializaba la cabeza del dragón. Sin embargo, ninguno de estos sucesos alteró a Mesa, que continuaba su discurso.

“Pero hoy, las cosas son bien distintas. Puede que no me hayas superado como crees, pero es innegable que sí me has igualado, y en esta ocasión no hay excusa de por medio que valga. Elapsam semel occasionem non ipse potest Iuppiter reprehendere[1]. He tenido infinidad de ocasiones de acabar contigo, pero las he desperdiciado todas, y ahora, tú, la marioneta que yo mismo he estado controlando todo este tiempo, amenaza con privarme de mi último deseo. Pensé que esta vez sería igual de fácil que siempre, pero, por primera vez en mi vida, me equivoqué.

En cualquier caso, lo que quiero es darte las gracias, caballero. Verme en esta situación tan desesperada ha desatado en mí un torrente de emociones que jamás pensé que volvería a experimentar. La ilusión de ver que toda esa energía que has adquirido hará que el Caballero Negro se vuelva lo más poderoso posible y que mi esfuerzo no todo este tiempo no ha sido en vano. La incertidumbre de no saber qué va a pasar, si voy a lograrlo o no, cuando antes se daba por hecho, hará que, sin duda, desarrolle mi verdadero potencial. Vivir la emoción de un combate final al límite de mis fuerzas será sin duda el broche final a mi coronación. ¡Vamos! ¡Ven aquí, caballero! ¡Veremos quién es realmente el más fuerte!”

Se lanzó al ataque, sin esperar a que el caballero retomase el control. Al mismo tiempo, un aura blanca le rodeó completamente. Sin embargo, la técnica respondió a su acercamiento, volviendo a su forma original.

“Parece que de vez en cuando trata de tomar el cuerpo del caballero, pero al entrar en combate he interrumpido su intento”.

El cuerpo del caballero se movió inconscientemente, bloqueando el ataque de Mesa. No obstante, esto parecía estar ya previsto por el maestro, pues sin detenerse, adelantó el otro brazo y atacó con fuerza el cuerpo envuelto en aura de su adversario, que no pudo resistir la presión y salió rechazado hacia atrás.

Continuó su ofensiva, aprovechando que su objetivo todavía flotaba por los aires sin control. Voló hasta ponerse a su altura, pero cuando iba a golpearle, el caballero reaccionó, propinándole una poderosa patada en el estómago. La cabeza del dragón se materializó en su pierna, para después hundirse en el cuerpo del profesor, antes de lanzarle por los aires.

La situación se había invertido. Ahora era Fidel el que atacaba y Mesa el que acababa de recibir un golpe. El caballero ascendió para seguir con su ofensiva, pero cuando estaba llegando, Mesa lo derribó de una patada en el cuello, enviándole de nuevo hacia el suelo.

No se rindió. Un instante antes de estrellarse contra el suelo logró dar una voltereta en el aire y caer, aunque a duras penas, de pie. Sin perder más tiempo, se impulsó de nuevo hacia el cielo en busca de su adversario, una vez más.

Mesa salió a su encuentro. Comenzó a descender tan rápido como pudo a la vez que preparaba una patada directa al caballero. Fidel, instintivamente, copió su movimiento, extendiendo su pierna hacia arriba. La cabeza se materializó de nuevo, simulando un verdadero dragón rojo ascendiendo hacia los cielos.
Los dos combatientes se alcanzaron mutuamente, y sus patadas se cruzaron, impactando cada una en la mejilla del contrario. Por un instante, de manera casi inapreciable, hubo un forcejeo entre ambos. Los dos intentaban dar el golpe definitivo que decidiese el combate.

La longitud de las piernas fue la clave. A pesar de que el caballero de la tierra era bastante alto, Mesa lo era un poco más, sus piernas eran un poco más largas, y finalmente eso le permitió hincar el ligero tacón del zapato en el cuello del caballero, logrando además que todo su cuerpo retrocediera ligeramente, debilitando la potencia del ataque contrario.

En apenas un segundo, la situación cambió, y ya no era un choque de patadas, sino Mesa aplastando a Fidel, llevándoselo consigo hasta que lo estrelló contra el suelo. Sin embargo, debido a que el ángulo de la caída era casi horizontal, el cuerpo del caballero no llegó a incrustarse en el suelo, sino que simplemente rebotó varias veces en la superficie hasta detenerse.

Mesa descendió suavemente, observándole sin perder detalle. Ya no se levantó al instante. Tampoco se expandió su aura, pues ya no podía más, ni tampoco aumentó el multiplicador de su energía. El caballero de la tierra se levantó lentamente, mientras un suave humo rojo se escapaba de su cuerpo, perdiéndose en el cielo.

“Parece que al fin se acabó… Su técnica se está deshaciendo”.

El cuerpo envuelto en aura del caballero se retorcía. Cayó de rodillas, llevándose las manos a la cara, tratando de gritar, pero ya no era capaz de articular palabra. El único sonido que emitía eran unos alaridos propios de un monstruo.

“Está acabado, ya no puede ni hablar… Como el aura también le cubre la cabeza, la presión que ejerce sobre su cuerpo, al igual que tapona la herida, también distorsiona su voz, por eso ya no se le entiende. Seguramente sólo esté gritando de dolor, pero aunque estuviera diciendo algo realmente, lo que me llega no son más que rugidos, como si de un animal se tratara. Me pregunto si mantendrá alguno de sus otros sentidos… Es probable que su visión ahora mismo sea una nube de fuego roja, que él único sonido que oiga sea el chisporroteo del aura, y que lo único que sienta su cuerpo sea un calor insoportable. Si ese es el caso, tal vez se mueva detectando la energía o por puro instinto. Ha vendido su alma para ganar el combate y al final lo ha perdido todo. Un triste final para una vida patética y absurda”.

Por un momento, Mesa sintió lástima del caballero y cerró los ojos para no contemplar tan horripilante escena. Antes de abrirlos de nuevo, giró la cabeza y miró al suelo, para no tener que seguir viendo cómo Fidel terminaba de autodestruirse.

“¿Cómo? – Al abrir los ojos, Mesa se dio cuenta de que algo había cambiado. Hasta hacía un momento brillaba el Sol, pero ahora, todo a su alrededor estaba ensombrecido, y aunque no estaba seguro todavía, creía saber el porqué, aunque deseaba estar equivocado – Será…”

Alzó la cabeza para mirar al cielo, y allí estaba. Un nuevo meteorito, más grande que el anterior, descendía rápidamente, atraído por el humo rojo que salía del aura del caballero.

“Ciervo herido, peligroso enemigo – pensó – A pesar de que está condenado a muerte, da sus últimos coletazos para llevarme con él. ¡No lo conseguirá!”

Saltó, directo al cuerpo celeste que se le venía encima una vez más. Ya sabía que no tenía fuerza suficiente como para detenerlo con sus propias manos, pero al menos tenía que intentarlo. Trató de detener, una vez más, el asteroide con sus manos desnudas, utilizando toda su fuerza. Cerró los ojos de la presión, tensó todo su cuerpo, le salía humo de los dedos por el calor y se le marcaron las venas en la frente, pero nada pudo hacer por detener el avance de aquella gran masa de piedra ardiente.

“Ya he usado antes dos veces el Kamehameha… Si lo uso ahora otra vez podré detener el meteorito de nuevo, pero me quedaré prácticamente sin energía… Pero si no hago nada, aunque los daños que sufriré no serán letales, el castillo de la Fiera Deidad será destruido, y me han encomendado custodiarlo… Parece que sólo me queda una solución…”

Apenas conseguía frenar ligeramente el avance del meteoro, cuando decidió sostenerlo con una sola mano y retirar la otra. En ese momento, el meteorito aumentó su velocidad, mientras Mesa veía como se acercaba peligrosamente a tierra. Rápidamente, se llevó la mano que le quedaba libre a la frente y posó sobre ella los dedos índice y corazón.

“Je – sonrió durante un segundo mirando la caballero, pero enseguida volvió la cabeza hacia el meteorito y se puso serio – ¡Shunkanido!”

Mesa desapareció completamente, llevándose el cuerpo celeste con él. Cuando desaparecieron, una corriente de aire surgió tras de sí, llenando el vació que habían dejado.

Inmediatamente, el caballero se elevó de un gran saltó y comenzó a buscar alrededor, pues sabía que, por muy lejos que hubieran ido, todavía debería poder localizarlos a simple vista.

No tardó en hacerlo. El meteorito era demasiado grande como para no verse. Además, no estaba muy lejos. Mesa tan sólo se había teletransportado fuera de la isla, y ahora caía directo al mar.

A pesar de que ya se había alejado bastante, seguía temiendo por la seguridad del castillo a causa de la inminente explosión. Por eso, no huyó, no desapareció dejando todo a su suerte. Él se quedó hasta el final, ralentizando en la medida de lo posible la caída, hasta que finalmente el meteorito se estrelló, estando él en el epicentro del desastre.

La explosión fue fulminante. Aunque fue en el mar, en realidad no cambió nada. Había poca profundidad a esa distancia de la isla, y el calor del meteorito evaporó las aguas de alrededor, abriendose pasó hasta el fondo marino. Un destello surgió de la posición en la que se encontraba Mesa, engulléndolo por completo, mientras todavía gritaba al hacer fuerza para retrasar aún más el descenso. Un instante después, el estruendo del impacto ahogó su grito, y una nube de fuego envolvió al meteoro. Poco después era una columna de fuego que se perdía en el firmamento, mientras las violentas olas generadas por la onda expansiva se levantaban contra la isla.

Todos los caballeros sintieron el temblor de la tierra, soportaron el viento de la onda expansiva, contemplaron el fuego de la explosión, y se enfrentaron a las olas que acechaban. Jonyo y Blackron, al estar en el acantilado, al lado del mar, vieron como una ola gigante se abalanzaba contra ellos. Tuvieron que detener su enfrentamiento para escapar volando, mientras observaban cómo el agua se lo tragaba todo. Gabriel y Lardo, al estar en el corazón de la isla, el agua no llegó a alcanzarles, pero sí un poderoso viento que les obligó a cubrirse la cara y a esquivar varios escombros arrastrados por la corriente, al mismo tiempo que descubrieron la columna de fuego en el mar. Por otro lado, Reik y Shawn vieron cómo el lago recién destruido se volvía a llenar, aunque esta vez de agua salada.

La explosión dejó tras de sí un enorme cráter humeante. Sin embargo, el mar no alcanzaba a llenarlo, porque la tierra se había levantado por encima del agua, formando el borde del cráter, impidiendo que las aguas lo inundaran.

Allí, al fondo del cráter, sumido en una montaña de enromes rocas, y bajo una gran presión, Mesa respiraba aliviado por haber salvado el castillo y salir con vida, aunque tremendamente debilitado, más por el esfuerzo que había hecho por minimizar los daños del asteroide que por los daños de la explosión. Aprovechó esos instantes para reposar y pensar qué hacer a continuación.

En cuanto cesó la explosión, el caballero de la tierra salió volando a toda velocidad en dirección al cráter. No se sabe si captó la energía de su adversario, si se movió por instinto, o si simplemente no concebía la posibilidad de que pudiera ser derrotado por algo así, pero el caso es que sabía perfectamente que seguía vivo.

Una vez estaba sobre el cráter, cayó en picado hacia su interior, penetrando entre la nube de humo que todavía lanzaba varias bocanadas al cielo. Al alcanzar el fondo, penetró en la tierra, pero no fue hacia Mesa. Continuó descendiendo en línea recta, pasando de largo la profundidad a la que se encontraba su adversario, y una vez estuvo tan abajo como creyó necesario, se detuvo de repente, cargó energía durante unos instantes, y poco después liberó todo lo que había acumulado, formando una onda expansiva que apartó la tierra alrededor, originando una caverna subterránea artificial.

Fue todo un éxito. La tierra y las rocas apartadas quedaron comprimidas por la presión, dando lugar a unas paredes, suelo y techos sólidos y resistentes, que impidieron que el experimento cayera por su propio peso. La onda expansiva también alcanzó la posición en la que se encontraba Mesa, desplazando todo lo que estaba a su alrededor y dejándolo libre, cerca del techo de la recién nacida gruta.

Al principio, no se había dado cuenta de lo que pasaba. Su cuerpo simplemente comenzó a caer. Él detuvo la caída levitando y observó a su alrededor, buscando averiguar lo ocurrido, y fue entonces cuando descubrió al caballero, en pie, en el suelo de la caverna, con su aura como única fuente de luz en toda la zona, esperándole.

“Es la hora del final – comenzó Mesa mientras se llevaba las dos manos al costado – He estado guardando la energía que me quedaba para una ocasión como ésta – las dos manos estaban con las palmas abiertas, los dedos ligeramente flexionados, una frente a la otra, como si sostuvieran una esfera imaginaria – Es indudable que has obtenido un poder indigno de tu categoría, y capaz de hacerme frente, pero no pasarás de aquí – entre sus manos comenzó a surgir una bola de energía blanca  con el reborde azul, que fue creciendo hasta que tuvo que contenerla con las manos para controlar su tamaño – ¡Plaudite, acta est fabula[2]!”

Desde la posición del caballero, Mesa era una sombra iluminada por los destellos de la bola de energía que se escapaban entre sus dedos. Independientemente de si quedaba juicio o no dentro de aquella aura roja que lo envolvía completamente, lo que parecía quedar de sobra eran ganar de continuar. Rápidamente, Fidel saltó al encuentro de su adversario, en el momento en el que éste había logrado acumular toda su energía y el brillo de su onda estaba en su punto máximo.

“¡¡¡Kamehameha!!!” exclamó Mesa en cuanto vio saltar a su adversario, y echó las manos hacia delante, liberando su ataque final.

La onda salió proyectada con gran potencia. Su tamaño era muy superior al de las ocasiones anteriores, pero eso no intimidó al caballero de la tierra, que continuó su avance sin temor alguno. Extendió el puño hacia delante, y la cabeza del dragón rojo apareció en su brazo, directa hacia la onda, contra la que chocó, produciendo un forcejeo.

“Tal vez nuestras fuerzas se hayan igualado gracias a que multiplicaste por siete tu poder, pero eso sólo se aplica en circunstancias normales, donde la energía está repartida por todo el cuerpo. Ahora, enfrentándote a una onda de energía sobre la que he plasmado todo mi poder, esa igualdad se rompe y vuelvo a ser completamente superior – el Kamehameha de Mesa, enfrentado contra el morro de la cabeza del dragón, comenzó a ganar terreno rápidamente, acercando a Fidel de nuevo hacia la superficie – Ahora que el aura ha cubierto todo tu cuerpo, ya no puedes aumentar más tu multiplicador. Las técnicas prohibidas hay que usarlas con cuidado”.

La cabeza del dragón estaba a punto de estrellarse contra el suelo de la gruta, cuando empezó a cambiar de color. De rojo pasó a naranja, y detuvo el retroceso, manteniendo la distancia pero sin ceder más. Un instante después, de naranja pasó a amarillo, y comenzó a recuperar terreno, equilibrando de nuevo el choque a su altura inicial. Finalmente, de amarillo pasó a dorado, y la cabeza del dragón abrió sus fauces, engulló la onda de Mesa y la destruyó de un mordisco, sorprendiendo inesperadamente a su adversario.

“No puede ser… – Mesa no comprendía nada. En un instante, se puso a calcular la energía actual de su oponente, mientras el ahora dragón dorado avanzaba hacia él – Su multiplicador ha vuelto a aumentar… Ocho… Nueve… ¡¡Ha aumentado hasta diez!!”

Fue lo último que pudo decir. En ese mismo instante, la cabeza del dragón dorado se estrelló contra su pecho y le arrastró hacia arriba, estampándolo contra el techo. El impacto fue especialmente fuerte en la cabeza y Mesa cayó inconsciente, pero la ofensiva del caballero no había hecho más que empezar.

Empezando por el brazo que le quedaba libre, lanzó un nuevo puñetazo, que volvió a materializar la cabeza del dragón, hundiendo la cabeza de Mesa en el techo de la gruta. A partir de ahí, comenzó una lluvia de golpes alternando las dos manos, en el que cada uno se generaba una nueva cabeza.

Los impactos se fueron sucediendo por todo el cuerpo de Mesa, ya indefenso, y comenzaron a agrietar el techo de la gruta. Salían sin parar de los brazos del caballero, empujando a su objetivo a través de la tierra y de los escombros que el meteorito había dejado a su paso. Uno, otro y otro, se llevaron por delante a Mesa, golpeándole por todos lados, arrastrándole hacia arriba, así hasta un centenar de golpes, en el que el último consiguió finalmente atravesar la tierra y alcanzar la superficie, portando a su víctima entre sus fauces, mientras su esbelta figura dorada brillaba en el cielo.




[1] Ni siquiera Júpiter puede recuperar una oportunidad perdida.
[2] ¡Aplaudid! ¡La función ha terminado!”

Curiosidades!!!




El ataque final del caballero de la tierra es una mezcla entre el Gomu Gomu no Storm de Luffy en One Piece y el Rozan Hyaku Ryu Ha de Shiryu en Caballeros del Zodiaco.



Las dos frases en latín del capítulo son del videojuego Virtue's Last Reward: Como buen profesor de filosofía, Mesa tenía que hablar en latín :p

1 comentarios:

Jon dijo...

He de darte la razón cuando en la introducción del capítulo dices que es uno de esos capítulos que recordaremos. Muy bueno si señor, en algunos momentos mi mente me trasladaba algún capítulo de dragon ball.

eso son significaba que no hubiese tenido que hacer ningún esfuerzo(eso sólo)
“Je – sonrió durante un segundo mirando la caballero, pero enseguida volvió la cabeza hacia el meteorito y se puso serio(mirando al caballero)
Allí, al fondo del cráter, sumido en una montaña de enromes rocas(enormes rocas)
lo que parecía quedar de sobra eran ganar de continuar(eran ganas de)

Un saludo a todos.