domingo, 21 de enero de 2007

Episodio XXXIX

Hola!!! Hoy la vida me ha vuelto a demostrar otra de mis debilidades, está claro que no sé elegir entre lo que me gusta y lo que me interesa, ya que hay cosas que las hago sólo cuadno no teno elección, que dura es la vida de un libre, hay veces no vendría mal no poder elegir (pero sólo de vez en cuando) En cuanto a los propostos del 2007, hay varios, pero el que interesa contar aquí es que me he propuesto sacar un ep cada dos semanas empezando en la primera del tuto, pr ahora voy bien pero, ¿cuanto duraré? ni idea si todo sale bien para cuando haga selectividad tendría hasta el ep LII wow, eh??? a ver si hay suerte. Bueno, aquí os dejo el primer ep de la saga de la tetas, disfrtuadlo jejeje.

Nº ep: 39
Título: N/A
Tamaño:10'55 (tamaño mínimo pero intensidad máxima ^^)
Dedicado a: Éste a nadie pero el siguiente sí, en un principio iba a ser éste, pero por ciertos motivos prefiero dejarlo parra el siguiente.

Episodio XXXIX

C

argados de alegría e ilusión, Arturo y Gabriel descendieron arduamente hacia el interior del barco, lugar donde descansaban sus compañeros para avisarles del avistamiento.

“¡Tierra a la vista! – exclamaron entrando en la habitación de golpe – Una isla, ¿qué tal si la exploramos?”.

El resto de caballeros estaban durmiendo, el ruido al abrir la puerta pareció despertar a algunos de ellos, quienes abrieron suavemente los ojos a la vez que estiraban los brazos, y los demás se despertaron al escuchar el grito.

“Mmmmmmmm – susurró Suso abriendo un ojo – ¿quién ha apagado la luz?”

“¡Vamos! – exclamó Gabriel – ¿No os apetece explorar la isla?”

Jonyo levantó el tronco, se inclinó para mirar por una ventana y vio la luna y las estrellas en todo su esplendor.

“Pero si es de noche, espérate a mañana”.

“Si tantas ganas tenéis, exploradla vosotros, algunos por la noche nos dedicamos a dormir” dijo Reik y se volvió a dormir.

“Mmmmmmm – repitió Suso – dejadme dormir”.

Cogió la almohada, la arrojó contra la cara del caballero de la rosa y todos volvieron a dormir. Gabriel quiso tirarle la almohada de nuevo, pero Arturo lo detuvo poniéndole la mano en el hombro. Cerraron la puerta con cuidado y ambos subieron a la cubierta de nuevo. Arturo agarró el timón y entre los dos atracaron el barco entre unas rocas cerca de una playa. Una vez detenido, Gabriel tiró el ancla.

“¿No será peligroso dejar el barco entre tantas rocas? – preguntó Gabriel observando a su alrededor – Me preocupa que puedan arañar o perforar el casco”.

“Aquí estaremos seguros, no sabemos que tipo de gente vive en esta isla, ni siquiera si está habitada por personas, lo menos conveniente es llamar la atención dejando el barco a la vista de cualquiera.

Por el barco no te preocupes, con el ancla echada no se moverá de aquí, por lo que no le afectarán las rocas”.

Arturo se asomó por proa y divisó la playa en la lejanía.

“Es una pena que no hayan querido ir a dar una vuelta, habrá que esperar a mañana”.

“No, – interrumpió Gabriel – yo preferiría ir a ver la isla ahora”.

“Como quieras, no me importa salir”.

“No, – repitió el caballero – si no te importa, querría ir yo solo para poder meditar”.

“Está bien, en ese caso me quedaré de guardia”.

“Gracias” dijo sonriendo agradecidamente y saltó del barco.

Arturo se quedó solo en la cubierta viendo como su compañero se alejaba saltando de roca en roca adentrándose en las sombras.

“Parece que aquí todo el mundo tiene algo por lo que luchar... menos yo”.

Gabriel continuó saltando de roca en roca hasta llegar a la playa, lugar donde comenzó su recorrido. Se quitó el calzado y comenzó a caminar por la orilla, sus huellas iban marcándose en la arena, las cuales, al subir la marea y mojar sus pies, se borraban paulatinamente. Mientras andaba no perdía detalle de todo lo que sucedía a su alrededor, prestaba atención al sonido de sus pies incrustándose en la húmeda arena, notando como cada grano le alcanzaba de forma diferente creándole un bienestar emocional. Escuchaba el sonido de las olas rompiéndose al chocar unas contra otra, luchando por llegar a la orilla donde las esperaba la muerte, a la vez que volvían a nacer en la lejanía. Observaba el reflejo de la luna en el mar, cuya tenue luz parecía indicar la ubicación de un tesoro en el fondo de la zona que señalaba y miraba a las estrellas con melancolía, dibujando en ellas la figura de una mujer.

Tras atravesar la playa llegó a un extenso yermo cuyo suelo estaba lleno de grietas a causa de la erosión. La noche había traído consigo un viento que levantó una nube de polvo obligando al caballero a cubrirse el rostro. Caminaba lentamente, el polvo y la arena chocaban contra sus ropas restándole velocidad. El viento no tardó en convertirse en una tormenta de arena de baja intensidad, que introducía pequeños granos de arena en las ropas y zapatos del caballero, así como ensuciaba sus cabellos y nublaba su mirada, la cual no podía observar otra cosa un suelo gris infinito dentro de un turbado horizonte.

Después de traspasar el yermo, llegó a un pequeño valle, en cuyo fondo circulaba un río. Descendió hasta él y decidió tomar un baño tranquilizador que además le serviría para lavar su cuerpo de los azotes sufridos en la tormenta de arena. Dejó sus ropas a un lado y se sumergió en el agua. Buceó hasta el fondo, permaneció unos segundos parado y su propio cuerpo empezó a subir lentamente de nuevo a la superficie. Al sacar la cabeza del agua se volvió a quedar mirando la luna y las estrellas unos minutos. Poco después salió del agua y partió de nuevo.

Finalmente y después de mucho caminar, llegó a un bosque de secuoyas de gran altura, tan altos que sus ramas se entrelazaban unas con otras a la vez que sus hojas formaban una densa capa verde impidiendo en gran medida que penetrase la escasa luz que era capaz de ofrecer la luna. Una vez se adentró lo suficiente se detuvo en medio de los árboles.

“Aquella vez – recordó – entre todos consiguieron distraer a la teniente para que yo pudiera atacar, y sin embargo, fracasé. Mi error pudo haber destruido la cuidad. No puedo consentir que vuelva a ocurrir. He de perfeccionar mi técnica, y éste, es el lugar adecuado para hacerlo” y en ese instante desenvainó su espada.

Muy lejos de allí, en otra isla, Shawn estaba placidamente en su casa en el campo, de pronto escuchó un sonido, miró por la ventana y vio a Mireia preparándose para partir.

“¿Ya te vas?” preguntó al salir por la puerta.

“Anoche llegaron a una isla” dijo comprobando el brillo de su espada con los primeros rayos de sol que ofrecía el amanecer.

Shawn entró de nuevo en la casa y observó una bola de cristal que estaba sobre un cojín morado en medio de la mesa del salón.

“Veamos...”

La bola se iluminó un instante y ofreció la imagen de una isla. Shawn estuvo observando durante unos segundos. De repente, algo cambió su mirada y salió de nuevo al exterior.

“No vayas, han ido a parar a una isla muy peligrosa, no creo que tenga que recordarte quien está allí y lo que está haciendo”.

“Lo sé, no te preocupes”.

“Si te descubren no regresarás”.

“No me cogerán, y no olvides que sus trucos no funcionan con mujeres”.

“Eso no está demostrado, sólo es estadística, nada impide que pueda hacerlo con mujeres, creo recordar incluso algún caso. De todas formas, pueden cogerte de otras muchas formas”.

“No lo harán, estaré oculta. Además, seguro que encuentro alimento para ella” dijo acariciando el filo de su espada.

“Haz lo que quieras, que es lo que haces siempre”.

“Gracias” respondió guiñando un ojo y se marchó.

Shawn caminó durante unos segundos hasta llegar a un árbol, llevó el puño hacia atrás e inmediatamente golpeó al tronco del árbol atravesándolo por completo. Al retirar el brazo las astillas le provocaron leves arañazos.

“Eres incorregible. Sin embargo, no soy capaz de detenerte después de lo que pasó”.

Bien entrada la mañana, Reik salió a la cubierta totalmente equipado y preparado para partir. Arturo se había quedado dormido apoyado sobre el timón. Reik tosió de forma exagerada, provocando el despertar del caballero, quien, algo sobresaltado, no pudo evitar sonrojarse.

“Ya veo lo seguro que está el barco si quien se supone que debe de estar de guardia se queda dormido. Está claro que los demás podemos descansar en paz”.

Arturo no contestó.

“¿Y Gabriel?”

“Anoche se marchó para explorar y aún no ha regresado”.

“Entiendo. Bueno, ya regresará, yo me voy también”.

“¿No esperas a que se levanten los demás?”

“Están despiertos, pero son bastantes lentos a la hora de prepararse, así que me marcho”.

“Como quieras” respondió en un tono pasivo.

Reik saltó del barco y se posó en una roca. Rápidamente comenzó a saltar de una a otra y no tardó en alejarse.

Acto seguido, Fidel apareció en cubierta ajustándose la espada a la cintura.

“Buenos días, Arturo – dijo saltando del barco – espero que hayas dormido bien. En fin, yo me marcho”.

“¿Te vas solo?”

“Sí, tengo que entrenar muy duro ¡adiós!”

Partió sin perder un segundo en otra dirección con una firme mirada de determinación.

Pocos segundos después; Jonyo, Peter y Suso salieron también a la cubierta.

“¿Vosotros también os vais a entrenar por vuestra cuenta?”

“¿Nosotros? – contestó Jonyo – Que va, todo lo contrario. A decir verdad, quería preguntarte si te importaría ayudarme con mi entrenamiento”.

“Será un placer” respondió sonriendo.

Salieron del barco y ocuparon las rocas que había por los alrededores. Arturo y Jonyo se posaron frente a frente a pocos metros de distancia, mientras que Suso y Peter se sentaron en rocas más alejadas para observar.

“Esto me recuerda – comenzó Arturo – a la vez que tuve que enfrentarme a ti cuando nos conocimos, jugaste bien tus cartas y estuve a punto de perder, fue divertido”.

“En esta ocasión también podrás divertirte cuanto quieras, sólo hay una diferencia, no te será tan fácil”.

“¿Qué quieres que haga exactamente?”

“Únicamente tienes que atacarme, usa los movimientos y técnicas que prefieras. Yo usaré mi capacidad para sentir los impulsos eléctricos que generes para evitarlos. Como recordarás de mi combate contra Eddy, utilizar esa capacidad que me ofrece mi elemento conlleva mucha concentración y ni siquiera puedo permitirme el lujo de pensar en como contraatacar. El objetivo del entrenamiento es eliminar esta debilidad. Con que pueda darte un único golpe el entrenamiento habrá merecido la pena”.

“¿Y si consigo dártelo yo?”

“No lo conseguirás”.

“Je, interesante” dijo Arturo y se colocó en posición.

“¡Esperad un momento! – interrumpió Suso – Yo creía que ibais a enzarzaros en una dura batalla con rayos, llamas y bolas de luz, pero visto que solo vais a dedicaros a esquivar golpecitos, para eso puedo ayudarte yo mismo. Con permiso, Arturo”.

“No hace falta que te molestes, Suso – dijo Jonyo – Arturo se basta para ayudarme”.

“Que no es molestia, hermano. Si lo que quieres es esquivar golpes, yo soy el más adecuado para ayudarte, ¡Kage Bushin no Jutsu!”

Cuatro clones de Suso aparecieron alrededor del verdadero.

“¡¿Kage Bushin?! – exclamó Jonyo sorprendido – ¿Desde cuando sabes usar tú esa técnica? Por lo que he escuchado de tus palabras, tenía entendido que sólo podías crear ilusiones, no clones reales, y menos a través de sombra, que, a diferencia de los utilizados a través de otros elementos, que aportan un pequeño porcentaje de energía a cada clon, que varía según la materia; éstos reparten la energía del individuo a partes iguales entre todos los clones, haciendo que sea la variante más efectiva de todas”.

“¡Ey hermano! – exclamaron los cinco Susos a la vez – ¿me tomas por alguien tan estúpido como para no poder mejorar? Ya os dije que el Bushin era la única técnica que conseguí dominar por completo, así que es normal que no tenga problemas en desarrollarla a fondo.

Y ahora, si quieres esquivar golpes, tienes cinco oponentes en vez de uno. ¡Demuestra que lo que sabes no es sólo teoría!”

Los cinco Susos saltaron de la roca y se abalanzaron contra Jonyo, quien, confiado, cerró los ojos al verlos venir. Los clones atacaron sin dilación a todas las partes del cuerpo del caballero, procurando no dejar ningún punto al descubierto. Aún así, todos sus golpes eran evitados sin ninguna dificultad por Jonyo, que continuaba con los ojos cerrados. Su velocidad al esquivar era tal que parecía tener varias cabezas, pares de brazos y puños, de lo rápido que los movía.

Tras varios minutos esquivando golpes, uno de los clones se detuvo un segundo para recobrar el aliento. En ese instante el puño de Jonyo se abrió paso entre la nube de golpes que evitaba extendiéndose hasta el estómago del clon, atravesando su cuerpo y provocando su posterior desintegración.

“Para poder captar tus movimientos, yo no puedo perder la concentración, pero eso no significa que tú sí puedas hacerlo, en una batalla real, el mínimo fallo equivale a la muerte.

Permíteme decirte una cosa más, los dos puntos débiles de tu estrategia. El convertirte en cinco hombres ha sido un error. Al hacerlo, tanto tu fuerza, como tu defensa y tu velocidad han quedado reducidas a un quinto de sus posibilidades, por lo que no tienes oportunidad contra mí. Ahora que uno de tus clones ha sido destruido estás a un cuarto de tus posibilidades, lo que te restaría algo de desventaja, si no fuera por el segundo punto débil. Verás, cuando te enfrentas a un enemigo que se multiplica, lo fundamental es recordar que sólo existe uno verdadero y que todos los demás son falsos. Por ello, tu objetivo debe ser encontrarlo y derrotarlo, así los clones desaparecerán. Normalmente ésta sería una tarea muy complicada, sobre todo en el caso del Kage Bushin, que todos los individuos tienen la misma energía, pero para mí es sencillo, ya que sólo el verdadero emite impulsos eléctricos al moverse, porque los demás se mueven por energía.

De manera que, el verdadero... ¡eres tú!” dijo señalando a uno de ellos.

Agarró el cuerpo verdadero de Suso por una pierna y le empezó a dar vueltas de forma que golpeaba a los tres clones restantes. Debido al choque, salieron disparados por los alrededores terminando impactando contra las rocas que había cerca de allí, momento en el que fueron destruidos. Una vez quedaba Suso sólo, Jonyo dejó de darle vueltas y le arrojó al mar. Suso impactó violentamente sumergiéndose varios metros bajo el agua. A los pocos segundos su cabeza emergió del agua y comenzó a toser.

“Perdona – se disculpó Jonyo – por eso no quería que me ayudaras. No es que infravalore tu intención o quiera despreciar tu ofrecimiento, únicamente es que tu fuerza y velocidad son muy inferiores a las de los oponentes que voy a tener a partir de ahora, por lo que no me sirve de nada practicar contigo, ya que no mejoraré. De todas formas, te lo agradezco”.

“Eso se dice antes, por tu culpa he tragado agua – respondió a la vez que tosía – Pues para no hacer nasa mejor será que me vaya. No quiero molestar”.

Salió del agua y se fue saltando sobre las rocas hasta perderse en el horizonte.

“Parece que se ha enfadado” dijo Peter.

“No será porque no intenté advertirle”.

“¡¿Has terminado ya de jugar?!” exclamó Arturo desde la otra roca.

“¡¿Has terminado tú de perder el tiempo?! No sé que haces ahí parado todavía”.

“Como quieras, entonces iré a por todas”.

Arturo se elevó unos centímetros de la roca en la que se encontraba, estuvo quieto, levitando unos segundos, los cuales Jonyo aprovechó para cerrar los ojos y concentrarse y al instante se desvaneció. Un segundo después apareció detrás de Jonyo, le envió un puñetazo a la nuca que el caballero del rayo evitó con soltura echando el tronco hacia delante. Arturo no se dio por vencido y continuó su ofensiva golpeando desde todas direcciones. Por su parte, Jonyo aumentó su concentración y fue esquivando uno a uno todos los ataques. El caballero del fuego retrasó el puño un centímetro para dar un golpe más potente, momento que Jonyo aprovechó para contraatacar. Arturo observó como el puño de Jonyo se acercaba rápidamente, cesó su ofensiva y se retiró hacia el cielo para evitarlo.

“Casi...” dijeron los dos sonriendo.

“Ha podido evitar todos mis golpes – pensó – tendré que pensar otra estrategia”.

Extendió el brazo y lanzó una pequeña bola de energía. Jonyo no se movió. La onda continuó descendiendo. Al llegar a la altura del caballero, pasó de largo y destruyó la roca en la que estaba posado, obligándole a permanecer levitando.

“Pretende poner a prueba mi concentración forzándome a hacer dos cosas a la vez, bien pensado”.

Arturo retomó su ofensiva lanzando una lluvia de pequeñas bolas de energía. Jonyo las desviaba sin problemas de un simple manotazo, y éstas salían disparadas en cualquier dirección, explotando contra lo primero que chocaban sin ningún control.

“¡Cuidado!” – exclamó Peter observando la cercanía de algunas explosiones con la posición del barco – ¡Vais a acabar destruyendo el barco!”

Arturo aumentó la intensidad de su ataque. Al instante cesó su ofensiva y avanzó volando a toda velocidad hacia Jonyo ocultándose entre la lluvia de bolas de energía. A medida que avanzaba, alzó el puño y fue aumentando aún más su velocidad para lograr un golpe más potente. Jonyo continuaba desviando las últimas bolas de energía mientras percibía como se acercaba Arturo. Una vez se libró de todas, extendió los dos brazos, abrió las palmas de las manos y tensó todo su cuerpo para recibir mejor el impacto.

Cuando Arturo llegó, chocaron con una violencia inaudita. El choque provocó una onda expansiva que originó grandes olas a su alrededor acompañadas de un fuerte viento que hizo perder el equilibrio a Peter, quien, hasta entonces sentado tranquilamente, fue impulsado hacia atrás y tuvo aferrarse a la roca para evitar caer al agua.

“Buen intento, Arturo – dijo Jonyo aún reteniendo el ataque con sus propias manos – Intentaste confundirme con las bolas de energía, pero se te olvidó un detalle, a ellas las percibo mediante la propia energía que las forma, cosa a la que aquí todos estamos más que acostumbrados, mientras que para conocer tus movimientos, tengo que captar tus impulsos eléctricos. Notar la energía es algo tan sencillo que no perturba mi concentración.

Y otro pequeño detalle, al estar en el aire, emites energía, por lo que no me hace falta concentrarme para saber donde estás”.

Arturo se retiró de nuevo hacia el cielo y pensó una nueva estrategia mientras observaba a Jonyo más abajo, quieto, con los ojos cerrados.

“Entiendo – pensó Arturo desenvainando su espada lentamente – si a mí puedes detectarme porque al ser un ser vivo, produzco electricidad al moverme o al respirar, la espada no lo es y no puedes percibirla, veamos como respondes a esto”.

Fijó su mirada en el pecho del caballero y lanzó su espada contra él.

“Demuestra que puedes evitarlo o morirás”.

Jonyo continuaba quieto, con los ojos cerrados, mientras la espada del caballero del fuego avanzaba velozmente hacia él. Cuando la espada iba a alcanzarle, Jonyo se desvaneció por un instante, apareciendo detrás de Arturo, al que golpeó provocando que cayera al agua. La espada continuó avanzando hasta dar con una roca, en la que penetró, quedándose clavada en ella.

“Entrenamiento terminado” dijo Jonyo.

Arturo salió del agua poco después de haberse sumergido, fue hasta la roca en la que se había clavado su espada y agarró la empuñadura.

“Dime una cosa – comenzó mientras sacaba la espada de la piedra – ¿cómo has sido capaz de detectar la espada?”

“Fue una buena estrategia, ya que una espada no desprende energía ninguna ni emite electricidad, pero se te volvió a olvidar que tú sí, lo único que tuve que hacer fue prever tus movimientos al lanzarla, la posición de tus dedos, la tensión de tus músculos y el movimiento de tu brazo fueron los que me indicaron la dirección y velocidad del ataque”.

“Vaya – dijo envainando la espada – fallo mío. Esta vez ganas tú”.

“Fuera de todo eso, lo que importa es que me ha servido para mejorar, no ha sido en vano, te lo agradezco.

Ahora vamos a dar una vuelta, con suerte encontraremos algo de comer en algún árbol frutal en la isla”.

Regresaron un momento al barco y se aseguraron de dejar cada cosa en su sitio. Después avanzaron hasta la playa donde tenían intención de comenzar su recorrido.

“No sé si debemos dejar el barco sólo – dijo Peter – ha costado mucho conseguirlo”.

“No nos alejaremos demasiado – dijo Arturo – pero necesitamos un descanso después del entrenamiento. No te preocupes, no tardaremos en volver”.

Comenzaron su paseo por la playa alejados de la orilla, caminando por la arena calentada por la luz del sol.

A los pocos minutos divisaron algo extraño en la lejanía. Según se iban acercando se percataron de que se trataba de dos personas. Ambas se encontraban tiradas boca arriba en la arena, en muy malas condiciones, presentaban golpes y rasguños por todo el cuerpo y estaban inconscientes.

Al darse cuenta de ello, Arturo se acercó corriendo y descubrió de quien se trataba. Una de las personas era el caballero de la rosa y la otra era un hombre desconocido. Nada más reconocer a Gabriel, lo cogió levantando su tronco y le agitó mientras repetía su nombre varias veces en un intento de que recuperara el sentido. El caballero abrió levemente los ojos y vio la figura de su compañero.

“Ar...tu..ro – susurró con un tono muy leve – por.. fin.. te.. enc...”

Sin terminar la frase, esbozó una sonrisa y se volvió a desmayar.

“Aquí no podemos hacer nada por ellos – dijo Peter preocupado – llevémosles al barco, allí los curaré”.

Jonyo cogió a Gabriel, Arturo cogió al desconocido y todos se dirigieron de regreso al barco. Una vez allí, Peter, atravesaron la cubierta y entraron en el interior para finalmente descender hasta los dormitorios, donde tumbaron a cada uno en una cama. Peter curó en primer lugar al desconocido, que se encontraba en peor estado y después a Gabriel. Tras ello, dejaron a ambos descansando y salieron a la cubierta.

“¿Qué habrá podido pasar?” dijo Arturo.

“No hay signos de que se hayan defendido, han debido cogerles por sorpresa” dijo Jonyo.

“En cuanto al desconocido no sé las razones por las que no se habrá defendido, pero me extraña mucho que Gabriel no haya atacado si estaba protegiendo a ese hombre”.

“Tal vez pudo atacar a distancia y por eso no lo notamos” sugirió Arturo.

“No, no ha atacado de ninguna forma”.

“¿Cómo lo sabes?” Preguntó Jonyo.

“Es fácil para mí después de haberle curado tantas veces. Como sabéis, toda rosa tiene espinas, y las de Gabriel no son una excepción. Debido a ello, al lanzarlas no puede evitar que éstas causen pequeñas heridas en las yemas de sus dedos. Sin embargo, cuando he ido a curarle, sus dedos estaban perfectamente, por lo que no ha podido lanzar ninguna”.

“Sea como sea, en cuanto uno de los dos despierte, sabremos lo que ocurrió” dijo Jonyo.

“Y encima esto pasa ahora, cuando todos están ahí fuera, en la isla – dijo Arturo – Esperemos que no les pase nada”.

En el interior de la isla, Reik estaba andando sobre un lago congelado. Caminó hasta el centro y allí desenvainó su espada, la alzó hacia el cielo y rápidamente hizo que descendiera clavando la mitad del filo en el hielo. A raíz de que la espada atravesara el hielo, surgieron innumerables grietas en la superficie helada, que se extendieron formando nuevas ramificaciones hasta abarcar toda la superficie del lago, disminuyendo la estabilidad del caballero del hielo. Sacó entonces la espada y pudo ver el agua del lago por agujero que había creado. Ver el agua lo enfureció y pisó con violencia la zona del agujero. El hielo se fracturó y todo el lago quedó lleno de pequeñas plataformas de hielo separadas entre sí por escasos centímetros, pudiéndose atravesar el lago a pie saltando de una a otra.

“Sólo consigo congelar la superficie de las cosas. Si en aquella ocasión, Snape hubiera sido un rival algo más fuerte – recordó mientras miraba su reflejo en el agua – hubiera podido librarse del hielo que lo aprisionaba sin demasiados problemas, menos mal que era un inútil.

Sin embargo, si quiero vencer a partir de ahora a cualquier rival, tengo que ser capaz de congelar hasta su alma. De lo contrario, su temperatura corporal subirá y terminará por descongelarse si no lo hace por sus propios medios.

Además, a eso hay que añadir otro asunto...”

Cogió con una mano un trozo de hielo de la plataforma en la que se encontraba y en la otra creó una pequeña onda de energía, acercó ambas manos lentamente y observó como el trozo de hielo se derretía con rapidez.

“Para colmo, la temperatura del no es lo suficientemente baja. Esto podría derretirlo hasta con un mechero gastado. Para lograr la completa inmovilización de mi adversario he de conseguir que la temperatura descienda hasta el cero absoluto”.

Tiró al lago el resto del trozo de hielo que le quedaba y se marchó.

En otra parte de la isla, Fidel se encontraba en lo alto de un acantilado, estaba quieto, sentado, con los ojos cerrados y meditaba.

“Cuando estábamos en la ciudad – pensó – me esforcé todo cuanto pude, ataqué sin cesar, procurando no dejar respirar a mis adversarios ni un solo segundo, cada vez que fui derribado me levanté al instante y continué luchando asta que me quedé sin fuerzas. Pero, aún así, aún así... Todo lo que hice no sirvió de nada. Mis ataques era evitados en la mayoría de los casos sin ninguna dificultad, mi velocidad era insignificante comparada a la mis compañeros y enemigos, incluso llegué a perder contra un simple ciudadano en los Juegos por infravalorarle. Tal vez logré tocar a Mesa en una ocasión, pero no fue más que eso, un simple roce. El resto consiguió mucho mejores resultados en ese combate aunque también fueran derrotados, va mejorando poco a poco, y yo voy quedándome atrás. En especial de cara a Arturo, que ha alcanzado un nivel superior, ¿cómo llamarlo...? ¿Super Guerrero? Es igual, aunque aún no lo controle, siendo él, no tardará en hacerlo. Quizás él sea un genio para esto, y yo un perdedor, pero creo firmemente que un perdedor puede superar a un genio con trabajo duro. Tampoco dudo de la posibilidad de que los demás puedan alcanzar ese nivel, al fin y al cabo, Suso fue el primero en hacerlo, aunque fuera gracias a un objeto, pero no tenía apenas adiestramiento en combate, luego Peter tiene razón, cualquiera debe ser capaz de lograrlo. A pesar de todo, los demás no parecen tener interés en hacerlo, primero van a perfeccionar sus habilidades a raíz de sus elementos, llegar a su límite. Sin embargo, en mi caso, la tierra no me proporciona demasiadas, por lo menos ofensivas, en defensa sí es bastante útil, pero estar a la defensiva sólo es retrasar la derrota. La mejor defensa en un ataque fulminante, así que si quiero mejorar para cumplir mi venganza sólo hay un camino... – en ese momento abrió los ojos y miró al horizonte – ¡alcanzaré el nivel de Super Guerrero!”

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, Bueno... esto empieza a ponerse muy interesante, la historia empieza a dar un giro de 180º, cada personaje buscando la forma de hacerse más fuerte sin importar como, jejeje. Espero al siguiente episodio para ver como va desarrollandose la acción. Un saludete

Anónimo dijo...

Ha estado muy bien como siempre pero me ha resultado corto pa lo que nos tenias acostumbrado,pero lo de los entrenamientos de los caballeros esta muy bien porque ya era hora de empezar a mejorar la tecnica y todas las habilidades,pero que mejoren tanto con los poderes como dando golpes con o sin espada.
Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Por cierto el del comentario anonimo soy Jon es que se me ha olvidao poner el nombre

£ëttÿ dijo...

Hola!!el capitulo genial,me gusto muxo...y nada a ver si tdos mejoran su tecnica,y nada ke sepas que espero muy impaciente el proximo capitulo,a una cosilla más excelente poesia la del caballero de la rosa tdo un artista,weno dew,bss,cuidate^^

Suso dijo...

el kapitulo komo siempre la polla, tenia ke aber sio mas largillo y mas accion pro todo pasara en un futuro espero, enga a por el siguiente ermano ke ya tengo ganas de leerlo

Anónimo dijo...

No a estado mal, t deja con las ganas de saber q le a pasado a Gabriel y quien es el hombre misterioso,admas toy seguro d q pronto todos alcanzaran un gran nivel y seran guerreros supremos,weno pos eso q asta otra.


posdata.Xfin consigo ponerme al dia, ya era ora XD.Saludos

Anónimo dijo...

e puesto anonimo sin querrer. Soy Oscar (Peter)