domingo, 8 de marzo de 2009

Episodio LXXXV

La verdad es que este capítulo lo he empezado muy bien, pero luego me he bloquedado y no se me ha ocurrido como rellenarlo adecuadamente hasta última hora xD pero bueno, al final ha quedado bien ^^

PD: +200 páginas de volumen ^^

Título: Making Good Relations

Tamaño: 8'3

Dedicado a: N/A



Episodio



LXXXV



El Caballero Negro bajó la espada en el mismo momento en que Bill trató de corregir su trayectoria, impidiéndoselo y obligándole a resistir su ataque. El joven se cubrió con un acto reflejo, viéndose incapaz de evitar el ataque. La espada alcanzó sus manos y le hizo un corte en una de ellas en la palma y en otra en el reverso, pero en el resto del cuerpo por el que pasó la espada, saltaron chispas como antes.

“Mierda, no ha funcionado…”

“Si antes te dije que mantenía desactivada mi técnica en la cabeza porque su uso continuado dañaba la piel, era obvio pensar que podía hacer lo mismo en cualquier parte del cuerpo, y que solo mantendría desprotegida la parte del cuerpo imprescindible y durante el tiempo imprescindible para realizar mi ataque. Aún así, te felicito, has logrado alcanzarme – dijo mirando como salía la sangre – Tengo que darte las gracias, si en vez de dar un corte normal hubieras usado el Getsuga Tenshou, me habrías cortado las dos manos sin esfuerzo”.

“No. Te equivocas – dijo sonriendo – De haber acertado en mi teoría te habría cortado por la mitad, y te necesito vivo para que me entregues el cuerpo del caballero del hielo. No me des las gracias. Ha sido por mi propio interés. Ahora, tu capacidad de ataque se ha reducido a la mitad al poder usar sólo una mano”.

Bill no contestó y pasó directamente a la acción. El Caballero Negro se quedó quieto, en guardia, reflexionando.

“A pesar de que he conseguido alcanzarle, ahora será mucho más cuidadoso a la hora de atacar, si decide dejar de usar su técnica secreta y optar por un combate de desgaste, esto será mucho más difícil de lo que pensaba. Necesito que el agua negra le afecte para que debilite sus fuerzas y la balanza se incline a mi favor, pero, ¿cómo?”

El joven ya estaba delante de él con un puñetazo preparado para atacar. El Caballero Negro saltó y el puño impactó en el suelo, levantando un montón de polvo y tierra a su paso. Inmediatamente sacó el brazo del suelo y saltó para seguir a su adversario.

“Es bueno… Pero si sigo insistiendo y no desactivo el Muro de Hierro bajo ningún concepto, ganaré. Es una forma de luchar algo rastreara y fuera de mi estilo, pero no debo pensar sólo en mí mismo. Tengo que proteger a la princesa y a Llama Negra, e intentar un nuevo Toque de la Muerte significaría arriesgarme a que me alcance con la espada otra vez. Ha dicho que me necesita vivo, pero nada le impide cortarme las manos. Si pierdo, aunque le diga que el cuerpo del caballero del hielo no está aquí, no me creerá, y nos matará a todos”.

En el aire, Bill atacó de nuevo con una patada. El Caballero Negro sacó la espada para defenderse y ésta chocó con la pierna del joven, escuchándose un sonido metálico y rebotando después. Mientras ambos caían de nuevo a tierra, el joven no dejó de atacar y su oponente siguió bloqueando sus ataques con la espada, produciendo un sonido idéntico al de dos auténticas espadas al chocar.

>>“Cuando activo el Muro de Hierro, todos los poros de mi piel se cierran, consiguiendo así la gran dureza de mi cuerpo – recordó el Caballero Negro y después pensó – Si eso es cierto, entonces, todo lo que no sea piel tendrá una dureza normal…”

“Voy ganando…” pensaba Bill.

“Está bien. Probaré algo”.

El Caballero Negro intentó cortar el cabello de su adversario, asestando un corte horizontal. Bill no se molestó en esquivarlo y la espada chocó contra sus cabellos y rebotó tras escucharse un sonido metálico.

“¿Cómo? ¿El pelo también?” se preguntó desconcertado.

“Muchos otros lo han intentado ya, pero todos han fracasado. Cuando endurezco mi cuerpo, el nacimiento del pelo en el cuero cabelludo, actúa como un poro más de la piel y se cierra, por tanto, el pelo se tensa y se vuelve como agujas tan duras como el resto de mi cuerpo. De todas formas, ¿qué pensabas conseguir cortándome el pelo?”

“Únicamente demostrar que todo tu cuerpo no es duro como el acero. Tienes que tener un punto débil, y cuando lo averigüe, ¡te venceré!”

“¡Yo no tengo ningún punto débil!”

Bill acometió con un placaje con la cabeza, pinchando todo su pelo en la tripa del Caballero Negro. Él le agarró de los hombros para quitárselo de encima, y entonces vio algo que le llamó la atención.

“¡Claro! ¡Así sí puedo!” pensó.

Se impulsó hacia atrás utilizando los hombros de su adversario y así consiguió desclavarse los pinchos, aunque eso le causó un enorme dolor.

“Ahora... – dijo tapándose la herida del estómago - ¡Sucumbirás a mi poder!”

Generó una gota de agua negra en la punta de su dedo índice y se preparó para atacar.

“¿Otra vez ese extraño líquido? ¿No viste ya antes que no funcionó?”.

Bill no se preocupó por su adversario y volvió a retomar la ofensiva, pero se detuvo cuando vio que su oponente se multiplicó por cuatro y le rodeó, teniendo cada cuerpo una gota de agua negra en el extremo de su dedo índice.

“Vale... Ahora esto... – dijo tratando de no perder de vista a ninguno de ellos – Sólo hay uno real. Únicamente tengo que encontrarlo”.

El joven estaba a punto de lanzarse a atacar a cada uno, cuando los cuatro cuerpos del Caballero Negro apuntaron a su cabeza con la gota de agua negra.

“Ni siquiera así conseguirás que el agua entre en mí”.

Los cuatros cuerpos del Caballero Negro dispararon a la vez la gota de agua. Bill no se movió y las cuatro gotas fueron directamente a su cabeza desde cuatro direcciones distintas. La gota que iba hacia su frente y la que iba hacia su nuca, le atravesaron y se desvanecieron.

“Dos que eran ilusiones...”

Las otras dos entraron una en cada oído, siendo una la última ilusión que se desvaneció y la otra la verdadera, que penetró y se quedó en un interior.

“¡Ja! ¡Lo conseguí! – Exclamó deshaciendo la técnica de los clones – ¡El agua negra ha penetrado en tu cuerpo! ¡Puede parecer que una sola gota es inofensiva, pero es igual de mortal que una cascada entera!”

“Creo que ya te dije que no funciona... Si no lo he esquivado es por algo...”

Bill inclinó la cabeza por el lado que había entrado la gota y ésta salió del oído deslizándose con la misma facilidad que si hubiera chocado con cualquier otra parte del cuerpo.

“¿Por qué? Tu oído no es piel, no debería estar duro”.

“Pero no sería buena técnica si tuviera puntos débiles tan evidentes. Así que reforcé todas las zonas de mi cuerpo que tienen aberturas al exterior, como la nariz, la boca o los oídos, por eso antes, cuando me proyectaste el primer chorro, el agua no me entró por la nariz, si no los hubiera reforzado, podrían matarme con un disparo en el oído o en la garganta. Lo siento pero, a menos que atravieses mi piel, no podrás envenenarme con esa extraña sustancia”.

“Gracias, es justo la información que necesitaba”.

“¿Cómo?”

“¿Por qué no te miras las manos o el pecho?”

Una gota de sangre cayó al suelo desde la herida de una de sus manos y entonces se dio cuenta de lo que ocurría.

“Mierda... Me ha descubierto...”

“Pensaba que tus heridas, al ser poco profundas y estar la piel a su lado, era como si estuvieran cerradas y no te podía atacar por ahí, pero gracias a tu comentario ya sé lo que tengo que hacer”.

“¡Cobarde! ¡¿Vas a golpear en mis heridas para vencerme?!”

“No, aunque sea el Caballero Negro, sigo siendo un caballero, no soy tan rastrero – dijo levantando una corriente de agua negra a su alrededor – Pero dejar que el agua negra te devore poco a poco entrando a través de tus heridas... No me parece tan mala idea”.

Lanzó la corriente de agua contra su adversario en forma de una ola gigante, que evitó milagrosamente dando un salto en el aire. Sin embargo, el agua negra arrasó todo el campo de cultivo, penetrando en la tierra y matando todas las semillas y plantas de la zona.

“¡Has destruido nuestra cosecha! ¡Ahora seré yo el que no te dejará marchar sin derrotarte!”

“Fue un ataque un poco brusco, ahora lo haré mejor...”

Una serpiente de agua negra se generó a partir de los restos de la ola anterior, y acometió contra el joven.

“Ahora el ataque es más pequeño, aunque más preciso, pero creo que podré evitarlo con facilidad – dijo viéndolo venir – Pero no puedo estar esquivando eternamente, tengo que pensar algo...”

Se fijó en el Caballero Negro y vio el corte en el pecho que se había hecho él mismo poco antes.

“¡Claro! ¡Él también está herido! ¡Y seguro que le afecta el agua negra lo mismo que a mí!”

Esquivó la primera acometida de la serpiente dando un nuevo salto. La serpiente se estrelló contra el suelo deshaciéndose y recomponiéndose un segundo después y atacando de nuevo. Bill corrió entonces hacia el Caballero Negro a toda velocidad mientras le seguía incesante la serpiente acuática.

“Piensas venir hacia mí y esquivarme en el último momento para que la serpiente me de a mí en vez a ti, ¿eh? Un truco muy viejo...”

Aquellas palabras no detuvieron al joven, que siguió avanzando tan rápido como podía, para no ser alcanzado por la serpiente.

“Un truco muy viejo... – repitió – ¡¡¡Y muy fácil de evitar!!!”

El Caballero Negro también corrió hacia su adversario, quien frenó en seco al no entender la situación.

“¡¡¿Qué hace?!!” pensó confundido.

El Caballero Negro llegó hasta Bill y le agarró por el cuello de la camiseta, sin dejarle irse.

“¡¡Quita!! ¡¡Si no me sueltas rápido el agua negra también te dará a ti!! ¡¡¿Es que no te importa?!!”

No respondió. Se limitó a sonreír mientras veía desesperarse a su adversario al ver a la serpiente cada vez más cerca. Desesperado, trató de golpearle para liberarse, pero incluso la dureza de unos ataques con el poder del Muro de Hierro fueron insuficientes para hacerle cambiar de opinión.

“¡Mierda! ¿Le da igual que le ataque con tal de llenarme con esa porquería?”

Finalmente la serpiente impactó contra ambos, empapándolos por completo. El Caballero Negro soltó a Bill y éste trató de escurrirse la ropa inútilmente. El agua negra penetró por sus heridas y empezó a invadirle.

“He ganado...” dijo sonriendo, mientras veía a su adversario loco de rabia al verse cubierto de agua negra.

Arturo salió de paseo, iluminado por la luz de las estrellas. Ya no quedaba nadie por las calles de la ciudad, y el paisaje era todo para él. Subió al punto más alto del pueblo mientras los cerezos en flor dejaban caer sus pétalos por los alrededores. El punto más alto era otro templo, pero mucho más pequeño y sencillo que en el que vivía Hilda. Desde allí podía ver las ruinas a lo lejos, y de vez en cuando, durante un instante, el reflejo de la barrera, que se manifestaba para recordar a todos que estaba ahí, y que seguiría estándolo por siempre.

“¿Mucho en que pensar?” escuchó.

A su lado estaba Hilda, con un precioso vestido naranja adornado con un chal cuya parte de atrás se ondeaba con el viento.

“Vaya, eres Amaterasu... Que elegante vas”.

“Llámame Hilda. Cuéntame, ¿cómo va todo?”

“Me gustaría contarte todo para que pudieras ayudarme, pero Peter no quiere involucrar a ninguno de los tres pueblos en esto. No puedo contarte nada”.

“No hace falta, ya lo sé todo. Pamela vino a refugiarse a mi casa alegando que la habías echado de la suya. Ella me ha puesto al día”.

“Vaya... Debe odiarnos...”

“Sí, pero no porque la hayáis echado de su casa, sino por no haber contado con ella como una más para ayudaros”.

“Sólo es una niña... No queremos ponerla en peligro”.

“Tonterías. Hablando no se corre ningún peligro, que es lo que estáis haciendo ahora, di que discrimináis su juicio porque es una niña y acabamos antes”.

“A mí no me importaba que estuviera. Era Peter el que se negaba”.

“Entonces ve a verla y habla con ella”.

“No creo que quiera verme, y tampoco estoy seguro de sí podrá ayudarnos”.

“Tú sólo habla con ella. Es la única forma de saberlo”.

“Está bien, creo que al menos, se merece una disculpa...” dijo y ambos se fueron.

Bill había terminado de escurrirse la ropa y estaba listo para combatir otra vez.

“Ahora tú también estás impregnado de esa extraña agua, y también estabas herido, aunque podría haberte afectado de igual forma por los poros de la piel, pero desde la herida lo hará mucho más rápido. Aún así no te ha importado sacrificarte con tal de que cayera yo también, ¿por qué?”

“Si se coge a tiempo, los efectos del agua negra son reversibles con un buen baño caliente, por eso necesito vencerte rápidamente, sino mi vida también correrá peligro” dijo y se lanzó al ataque.

Cuando llegaron al templo, Hilda se detuvo delante de la puerta de la habitación de Pamela, dejando paso al caballero.

“A partir de aquí debes ir tú solo”.

“Gracias por traerme”.

“De nada caballero, suerte” dijo y se marchó.

Arturo abrió la puerta poco a poco y con suavidad, escuchaba ruido al otro lado de la puerta y se veía el reflejo de una luz azul en medio de la oscuridad. Asomó la cabeza y vio que la pequeña estaba jugando a una extraña consola azul con forma de prisma rectangular, con la luz apagada, tecleando con rabia los botones del mando y utilizando un personaje para matar a cuantos enemigos podía mientras la puntuación no hacía más que aumentar.

“¿Ya habéis acabado?” preguntó sin darse la vuelta si quiera.

“No... – respondió el caballero – De hecho, creo que cada paso que damos estamos más perdidos...”

“Genial... – dijo con sarcasmo – Con suerte podré volver a mi casa el año que viene”.

Pamela se despistó con el comentario y el personaje de su videojuego se topó con una puerta de cristal cerrada y durante unos segundos no pudo avanzar.

“Ya me he desconcentrado... Romperé la puerta para pasar...”

Con un puñetazo destruyó el cristal y los pedazos quedaron diseminados por los alrededores. Arturo se quedó viendo los pedazos de cristal en el suelo pensando hasta que el avanza del personaje hizo que se quedaran atrás.

“Cristales rotos...” pensaba.

“¿Quieres jugar?” le preguntó.

“Ah, perdona – dijo al volver a poner los pies en la tierra – La verdad, no querría molestarte, te veo muy metida en la partida”.

“Que va, sólo me estoy desahogando, puedo parar para que juegues tú. Además, ya que has venido, no te vas a quedar ahí de pie”.

“¿Tienes más juegos?”

“Sí, están todos en ese cajón, elige y ponemos el que quieras”.

“No, me refería a juegos tradicionales, no de la consola”.

“Ah, es cierto, a los viejos como vosotros no os gustan estas cosas... Sí, en ese armario hay, coge el que quieras”.

“No es que no me gusten... Simplemente ahora no me apetece”.

Abrió el armario y descubrió una pila entera de distintos juegos de todo en cajas polvorientas. Los examinó todos de arriba abajo buscando el ideal para la ocasión y uno de ellos pareció llamarle la atención.

“¿Encuentras alguno mejor?” le preguntó la niña.

Tras esperar unos segundos, vio que no obtenía respuesta, así que insistió.

“¡Arturo! ¡¿Qué pasa?!” exclamó.

Se giró y voy al caballero del fuego con la caja de uno de los juegos abierta, observando paralizado su contenido.

“¿A eso quieres jugar? Sólo es un...”

Antes de que pudiera terminar la frase, el caballero se volvió y le dio un fuerte abrazo.

“¡Gracias! ¡Gracias! – Exclamaba – ¡Ahora ya lo sé! ¡Y todo gracias a ti!”

“¿Sabes el que?” preguntó sonrojada por la repentina reacción del caballero.

Arturo soltó a la pequeña y salió corriendo hacia la salida.

“¡Lo siento! ¡Ahora tengo que marcharme! ¡Tengo que contarles todo a los demás! – gritaba mientras se despedía con la mano – ¡Te prometo que jugaré contigo otro día, cuando todo esto haya terminado!”

Pamela se quedó perpleja por el comportamiento del caballero del fuego y le despidió con la mano con un suave balanceo reflejo del suyo.

“¿Qué he dicho?” se preguntó un instante y cogió el mando de nuevo.

El Caballero Negro había tomado la iniciativa. Después de conseguir introducir el agua negra dentro del cuerpo de Bill, sabía que era cuestión de tiempo que aparecieran sus efectos, y atacaba sin cesar.

“¡Vamos! – gritaba mientras continuaba su ofensiva – ¿Cuánto tiempo más vas a seguir huyendo?”

Dio una estocada al frente que impactó contra su pechó y rebotó como de costumbre, pero esta vez fue Bill quien salió rechazado hacia atrás en el choque. El Caballero Negro atacó de nuevo antes de que recuperara el equilibrio, por lo que Bill sólo pudo evitar el golpe saltando.

“Si sigo bloqueando sus golpes me cansaré más rápido, tengo que esquivar mientras pienso qué hacer…”

De pronto notó que no avanzaba más en el aire. Miró hacia abajo y el Caballero Negro le había agarrado de la pierna.

“Ya está… Ya está surtiendo efecto. Antes tu velocidad era mayor y saltabas más alto. Ahora, ¡terminemos con esto!”

Tiró de la pierna hacia abajo y le estrelló contra el suelo boca arriba, quedando, por culpa de su dureza, incrustado en la tierra en un agujero con la forma de su silueta. El Caballero Negro le pisó con fuerza en los brazos y en las piernas, encajándole bien para que no pudiera salir y después fue él quien saltó y preparó su espada en el aire.

“Te ofrezco una nueva oportunidad, dime donde está el cuerpo del caballero del hielo y esto no será necesario”.

Bill se veía atrapado, encajado en la tierra y sin poder salir.

“Tengo un problema... – pensaba – Estoy inmovilizado... Esa agua negra de verdad te atrofia los músculos, me siento más débil... Si me lanza otra media luna negra de esas, correré un gran peligro, el agua negra también ha debilitado el Muro de Hierro... No tengo más remedio que hablar, sólo espero que crea lo que le diga...”

“¿Y bien?” dijo bajando la espada.

“¡Vale! ¡Te lo diré...! Escucha... – ganaba tiempo mientras se decidía del todo – ¡El caballero del hielo no llegó a morir aquí! ¡Por eso no te puedo dar su cuerpo! ¡Él no está aquí! ¡¿Lo entiendes ahora?!”

“Tonterías... El Capitán Lardo estaba presente cuando murió, en su informe ponía que el propio Peter verificó la muerte. No trates de engañarme y di la verdad”.

“Mierda... No me cree... Y no le puedo contar el secreto de nuestra gente, los pondría a todos en peligro... Y aunque lo hiciera no me creería... ¿Qué puedo hacer?”

El Caballero Negro notó que la conversación había acabado y volvió a colocar su espada en posición ofensiva.

“¡¡Te cortaré las piernas para que después puedas contestarme!! ¡¡Getsuga Tenshou!!”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen combate si señor, el Caballero Negro va a dar bastante pal pelo jejejeje, a ver si la saga empieza a terminar jajajajajajajaja

Anónimo dijo...

Jon:

Es una forma de luchar algo rastreara y fuera de mi estilo(rastrera)
Arturo se quedó viendo los pedazos de cristal en el suelo pensando hasta que el avanza del personaje hizo que se quedaran atrás.
(avance)
Se giró y voy al caballero del fuego con la caja de uno de los juegos abierta, observando paralizado su contenido(y vió)

No habia visto el capitulo puesto,me meti el domingo y el lunes y no aparecia y despues no volvi a mirar por eso no te habia dejado ningun comentario,weno me ha gustado el capitulo pero ha sido corto,pero weno el proximo mas largo y ya esta,haber en que desencadena este combate y el descubrimiento de como destruir la barrera
Un saludo a todos