domingo, 29 de marzo de 2009

Episodio LXXXVIII

Aquí el primer episodio que probablemente tenga el número más largo en caracteres romanos de toda la historia, puesto que dudo de llegar al 188 (CLXXXVIII) pero nunca se sabe, me acuerdo cuando iba por el diez, que decía, a ver cuadno llego al cien... y toca el 19 de Julio ^^ Otra cosa, el otro día me desapareció el mp3, que ahora uso para guardar todos los borradores y demás, y al día siguiente apareció justo donde tenía que estar, ¿Qué pasaría? (No, no me he vuelto loco, y sí, había mirado bien ahí xD)

PD: Se me olvido decirlo la semana pasada: +700 páginas de historia ;)

Título: Tug your god out!

Tamaño: 7'2

Dedicado a: N/A


Episodio



LXXXVIII



L

os caballeros salieron volando nada más terminó la frase el caballero del fuego. Gabriel salió disparado en dirección sureste sin esperar a Fidel, que le siguió un momento después con no muy buena cara. Poco después, Arturo agarró a Peter del brazo y salió volando en dirección sureste, mientras ambos se despedían de Jonyo, que quedaba en tierra solitario.

“Pues allá voy yo también...” dijo girándose en dirección a casa de Hilda.

En el aire, Arturo y Peter volaban en silencio.

“Fiuuuuuuu” suspiró el presidente.

“¿Qué te ocurre Peter?”

“Nada... Sólo que no estoy seguro de que esto vaya a salir bien. Estoy a punto de intentar convencer a alguien que se cree un mesías de que abandone sus creencias por el bien de su pueblo...”

“¿Y por qué no puede salir bien? Al menos piénsalo”.

“Pensar que algo saldrá bien no implica que haya más posibilidades de conseguirlo”.

“Pero preocuparte con que no lo hará si ayuda a que salga mal”.

“Mmmmm... Tienes razón, trataré de ser positivo...”

“¡Genial! – exclamó viendo aparecer el pueblo a lo lejos – ¡Ya estamos llegando!”

El viejo sacerdote agitó los brazos con fuerza al verlos llegar, mientras daba fuertes caladas a un puro recién encendido. Al verle, Arturo descendió con suavidad.

“¡Bienvenidos de nuevo caballeros!” exclamó dándose unas palmadas en la barriga.

“Hola Shinkan. Nos encantaría quedarnos a hablar pero tenemos algo de prisa. Necesitamos hablar con JesuCristo”.

“¿JesuCristo? Está en la torre de piedra, sale hacia allá todos los días al amanecer. ¿Para qué queréis verle?”

“Queremos convencerle para que derrumbe la torre, pero no sólo a él, nuestros compañeros están tratando de convencer a los demás para que hagan lo mismo”.

“No hacía falta que se lo contarás todo, Arturo...”

“No pasa nada, ¿quieres acompañarnos?”

“Lo siento jóvenes, pero tengo que hacer. Ya iré para allá cuando acabe”.

“¿Tiene algo que hacer más importante que ver el final del único lugar de oración del mundo? Qué extraño...” pensó Peter.

“Como quieras – dijo Arturo – Nosotros nos vamos ya. ¡Hasta la vista!”

Volvió a agarrar a Peter sin preguntar y le arrastró hasta los cielos, donde se perdieron en el horizonte.

“Por fin alguien va a romper esta maldición que han llamado destino... ¡Pero entonces yo tampoco tengo tiempo que perder!” pensó salió corriendo tan rápido como podía.

Al otro lado del cielo, Gabriel volaba a gran velocidad, seguido a duras penas por el caballero de la tierra.

“¡¡¡¡Eeeeeehhhhh!!!! – Gritaba Fidel – ¡¡¡¡Podrías esperarme!!!! ¡¡¡¡Se supone que soy yo el que se ha ofrecido a ir a Tolbi y tú sólo el que le acompaña!!!!”

“Eso da exactamente igual, si no eres capaz de seguir mi ritmo, tendrás el rol de acompañante”.

“¡¡¡Mira si soy capaz o no!!!”

Fidel concentró sus energías y un aura blanca apareció a su alrededor. Cogió más velocidad y alcanzó a Gabriel.

“Vaya, no eres tan lento como pensaba”.

“¿Eso iba con segundas?”

“Piensa lo que quieras”.

“¿Cómo se supone que vamos a encontrar al clan StormReaver sin Pamela? Si han cambiado de asentamiento, no seremos capaces de dar con ellos en medio del desierto”.

“No han cambiado de asentamiento”.

“¿Cómo lo sabes?”

“Por lo mismo que deberías saberlo tú”.

“Mmmmmmm – Fidel trató de pensar, pero no daba con la respuesta – Pues no sé por qué... Dímelo”.

“No es necesario. Ya lo comprobarás con tus propios ojos cuando lleguemos”.

“Eso suena a que te lo estás inventando para quedar bien...”

“Arturo, cuando estaba en SuperGuerrero, destruyó completamente el poblado, viste la cúpula de energía igual que todos. No pueden haber cambiado de asentamiento porque no tienen cosas que llevarse, todo fue destruido”.

“Eso ya lo sabía, y sigo sin saber cómo vamos a encontrarlos. Arturo seguramente se guió para llegar por la débil energía de Peter, pero ahora no hay ningún compañero nuestro por allí”.

“Aquél ataque de Arturo tuvo que hacer un enorme socavón en el suelo, que no sé porque, tengo la impresión de que seguirá ahí... Joder, hay que decírtelo todo...”

“¿Ves? ¿Tanto te costaba explicármelo? ¡Ah, sí! ¡Y ya me estás explicando también eso de que no te caigo bien!” exigió el caballero.

“No hay nada que explicar. No me caes bien y punto. Pero soy lo suficientemente maduro como para no dejar que eso afecte a la estabilidad del grupo”.

“Pero si yo no te he hecho nada...”

“No es lo que haces, sino por qué lo haces. Actúas por tu cuenta y sin contar con nadie, sin evaluar los riesgos ni si terceras personas pueden resultar dañadas por tus actos, física o emocionalmente. ¿Y sabes una cosa? Todos pensamos igual, pero que Arturo te soporte no significa que los demás tengamos que hacerlo también”.

“¿A los demás también les caigo mal?”

“Si no me crees prueba a preguntarles”.

“¡Pues eso es lo que haré! ¡Preguntaré a Jonyo! ¡Y cuando me responda vendré a restregártelo a la cara!”

“Lo siento, no te escuchaba. Te estás quedando atrás”. Dijo mientras aumentaba la velocidad alejándose considerablemente.

“¡¡¡Ehhh!!! ¡¡¡Espera!!!” gritó a la vez que trataba de alcanzarle.

El Capitán Lardo llegó a Arcadia, buscando la zona donde tuvo lugar la batalla para encontrar evidencias que apoyasen tu teoría. Por suerte para él, aquella zona estaba desierta. Al ser cerca de la antigua base de operaciones de Miss Jewel, nadie quería acercarse allí, y el Capitán pudo examinar todo con total detenimiento.

“Aquí fue... Aquí yació el cuerpo del caballero del hielo”.

Dayuri observó con atención las marcas en el suelo. En primer lugar estaba la huella del cadáver de Reik, al lado otra huella similar del cuerpo de Shin, que el Capitán no lograba identificar y varios tipos de pisadas alrededor. Para tratar de aclararse, comenzó a contar.

“Estas pisadas tan pequeñas tienen que ser de la preciosa princesita, estas de zapatos caros tienen que ser del chaval que ayudó a los caballeros a combatirme, estas pequeñas y gorditas de Peter, y estas cinco tienen que ser de Arturo, Jonyo, Fidel y Gabriel. Un momento, solo son cuatro... y el tipo moribundo no pudo moverse por sí solo... ¿De quién son las últimas huellas? No pueden ser del caballero del hielo, él está muerto, pero por otro lado, están justo sobre la huella de su cuerpo muerto... No... No puede ser... Tiene que haber otra explicación...”

Dayuri se concentró, tratando de buscar la energía del caballero del hielo en los alrededores.

“¡Olvidé que no sé captar la energía!” exclamó tras estar un rato intentándolo.

Mesa le observaba de cerca, sin que él lo supiera, sonriendo alegremente.

“Creo que se acaba de dar cuenta de que ha perdido...”

Jonyo llegó a la entrada del templo en el que vivía Hilda. Ella le esperaba allí.

“¿Me estabas esperando? – preguntó sorprendido – ¿Sabías que iba a venir?”

“Es posible”.

“¿Y Pamela? ¿Dónde está?”

“Se ha quedado dormida”.

“Ah, bien... Es mejor así”.

“¿Ya habéis terminado de hablar?”

“Sí. Arturo descubrió la clave que andábamos buscando. No me preguntes cómo, pero hemos descubierto como destruir la barrera. Si todo sale bien, pronto todos podréis coger de nuevo los pedazos de vuestra cultura”.

“Si eso es cierto, ¿qué haces aquí todavía?”

“Necesitamos destruir las torres, y no queríamos hacerlo sin avisar y a traición, así que nos hemos dividido para consultarlo con el líder de cada pueblo. Así que eso, ¿nos dejarías destruir tu torre?”

“Mmmmmmm – Hilda se quedó pensando durante un momento – Bueno, está bien. Hacedlo”.

“¿En serio?”

“Sí, ¿por qué no?”

“¿No preguntas si hay otra manera o si nos hemos vuelto locos?”

“Si hubiera otra manera, no me lo pedirías”.

“Pero sabes que si hacemos eso, Seagram vendrá a por todos vosotros”.

“Sí, pero como bien has dicho, vais a destruir todas las torres, por muy poderoso que sea Seagram, no podrá con tres pueblos a la vez. Además, primero tendrá que enfrentarse a vosotros, que sois los que le desafiáis. Nuestro pueblo no utiliza esa torre para nada. Que desaparezca será más una recompensa que una pérdida”.

“Pues qué bien, no sabes el peso que me quitas de encima... Bueno, nada más, sólo era eso. Yo me voy a destruir la torre, ¡hasta luego!” exclamó sonriendo y comenzó a marcharse.

“Espera...”

Jonyo se detuvo de repente.

“Nunca dije que lo permitiera gratuitamente”.

“No entiendo” dijo volviéndose hacia ella.

“¡Observa la bandera de nuestro pueblo!”

Hilda señaló al cielo. En el punto más alto del templo, una bandera ondeaba al viento. Era una bandera negra con una luna blanca en cuarto menguante pintada en su interior.

“Los cuernos de la luna simbolizan el liderazgo. Por suerte o por desgracia, el clan ShadowMoon es la potencia hegemónica de esta isla, y como tal tiene ciertas obligaciones. Si los demás pueblos se enterarán de que hemos dado nuestro brazo a torcer sólo porque un desconocido nos lo ha pedido, la estabilidad de esta isla peligraría, y con ella, la vida de nuestros ciudadanos, porque todo el mundo nos atacaría creyendo que somos un enemigo débil”.

“¡No me vengas con chorradas políticas! ¡Hilda! ¡Creía que eras de otra manera!”

“Lo siento, caballero del rayo, pero si quieres destruir esa torre antes tendrás que enfrentarte a mí”.

Gabriel y Fidel divisaron desde el cielo el socavón producido por el ataque de Arturo.

“¡Ahí está! ¡Te lo dije!”

Los dos caballeros comenzaron a descender mientras observaban la situación del antes asentamiento del clan StormReaver y ahora cúmulo de restos diseminados por la arena. No había quedado ni una sola tienda de campaña en pie, había cuerpos inertes por todas partes, y los aldeanos que seguían con vida estaban socorriéndose unos a otros como buenamente podían. Al ver a los dos caballeros aterrizar, todos salieron gritando despavoridos temiendo un nuevo ataque.

“Tu cara les asusta” bromeó Fidel para vengarse de lo de antes.

Alá se giró al escuchar los gritos y descubrió a recién llegados. Sin perder un segundo, se dirigió andando hacia ellos. Gabriel le vio acercarse lentamente, tenía vendas en las piernas, brazos y el pecho y se notaba que caminaba con dificultad, mostrando que a él también le afectó con fuerza el ataque del caballero.

“¿Qué habéis venido a hacer aquí? ¿No tuvisteis suficiente con destruir nuestra tierra que venís a rematar vuestra misión acabando con todos nosotros?”

Fidel y Gabriel se miraron.

“Déjamelo a mí” dijo Gabriel.

Un grupo de ancianos y niños habían rodeado la escena, observando todos temblando de miedo.

“Mira, no voy a andarme con rodeos. Vamos a derrumbar vuestra torre. Y no venimos a pedirte permiso, venimos a informarte”.

“Pero Peter dijo que...”

“¡Cállate! Peter no está aquí – le gritó y se volvió de nuevo hacia Alá – Lo dicho, si tienes algo en contra, te derrotaremos nosotros también”.

“Está bien...”

“¿Cómo?” se preguntaron los dos caballeros.

“Que acepto vuestras exigencias. No opondremos resistencia”.

“¿No? ¿Y eso por qué? Si se puede saber...” preguntó Fidel.

“Sólo mira a tu alrededor. Ahora mismo no tenemos casa, no tenemos comida, no tenemos agua. Vuestro compañero acabó completamente con nosotros. Mi pueblo ya ha sufrido bastante. Es duro admitirlo, pero una vez más, hemos perdido la batalla. No derramaré más sangre inútilmente. Podéis hacer lo que queráis con la torre de madera. Vamos a morir igual, que sea Seagram quien nos mate o vosotros, poco importa”.

“Vaya... que bien – dijo el caballero de la tierra tranquilizándose – Por una vez las cosas se solucionan hablando y no tenemos que luchar”.

“Sólo una petición”.

“Ya sabía yo que había truco” dijo el caballero de la rosa.

“Dejadme acompañaros. No creo que sea mucho pedir ser testigo del final de lo que ha sido nuestra mezquita durante tantos años”.

“¡Que malpensado eres, Gabriel! ¡Y luego soy yo el que actúa sin pensar! ¡Sólo quiere venir con nosotros! – le regañó – ¡Claro! ¡Sin ningún problema! ¡Es lo menos que podemos hacer! ¡Y no os preocupéis! ¡No moriréis! ¡No dejaremos que Seagram os mate! ¡Cuando todo esto acabe, vendrá la verdadera paz!”

“Gracias” dijo Alá y los tres se marcharon hacia la torre.

Arturo y Peter aterrizaron a las puertas de la torre de piedra. Se asomaron con cuidado y vieron en el interior a JesuCristo, al fondo de la parte de la torre que estaba fuera de la barrera. La sala estaba muy poco iluminada, acababa de salir el sol, y el único rayo de luz que entraba venía de una ventana del lado del interior de la barrera e iluminaba estrictamente el área en la que estaba él. Posaba arrodillado en una capilla, con las palmas de las manos juntas, en posición de rezo, y los ojos cerrados.

“Ni os atreváis a entrar” dijo sin abrir los ojos.

“Nos ha pillado...” dijo Arturo.

“¿Qué habéis venido a hacer aquí?”

“Pues, no te lo vas a creer, pero veníamos a ver si nos dabas el visto bueno para tirar abajo esta torre – bromeaba el caballero del fuego – Ya sabes, la piedra está pasada de moda”.

“¡Jajaja! – reía JesuCristo siguiéndole el juego mientras se levantaba – ¿Y qué más? ¿Quieres también que te de la posición de líder del clan Bleeding Hollow? Al final vais a resultar graciosos y todo”.

“Perdona a mi compañero – dijo Peter – En realidad nosotros no queremos causar problemas. Déjame explicártelo. Hemos descubierto la manera de destruir la barrera, pero para eso tenemos que destruir primero esta torre. Si fueras tan amable de no interponerte...”

“Es justo lo que me faltaba para decidirme”.

“Parece que eso de las buenas formas no ha funcionado, ¿eh, Peter?”

“Destruir la barrera... Que insensatez... Esta barrera es lo que nos mantiene con vida... Nuestro pueblo ha sido perseguido después de dar al mundo no sólo una religión, sino también una cultura, ¡una identidad! Pero aún así nos repudiaron y nos desterraron a este lugar bajo pena de muerte si osamos levantarnos contra esta barrera. Hemos vuelto al inicio, nos encontramos en la misma situación que Adán y Eva cuando les dejaron vivir en el paraíso a condición de no comer manzanas del árbol prohibido. Por suerte, la historia está para eso, para evitar caer en las mismas tentaciones, ¡no permitiré que ocurra de nuevo un error semejante! ¡Mi pueblo mantendrá la paz que siempre a merecido!”

“¿En serio te crees todo eso que estás diciendo?”

“Yo antes también era ateo, a pesar de haber nacido aquí, pero la religión me salvó de la muerte en el juicio, ¡no puedo morder la mano que me da de comer! ¡No puedo traicionar a todos los que han creído en mí después de todo lo que hice!”

“Creo que no tenemos elección – dijo Arturo atreviéndose a entrar en la torre a la vez que desenvainaba su espada – Tendré que reducirte”.

“Déjalo, Arturo. ¡Yo me enfrentaré a él!” exclamó Peter con decisión.

domingo, 22 de marzo de 2009

Episodio LXXXVII

Yo que pensaba adelantar trabajo en el puente, y siempre me surge algo que echa por tierra mi planificación. Os presento mi nueva adquisición:


Sí, lo que ve atrás es el borrador del capítulo de hoy, cuando lo estaba escribiendo esta mañana xD Un señor NetBook de 8'9" procesador de un núcleo 1'6 Ghz, 1024 RAM, 17 Gb HDD... el punto fuerte, batería de 6 celdas de larga duración y el punto débil, con Linux xD Y como no tienen unidad de CD os preguntaréis, ¿cómo cojones metes el XP y quitas esa mierda? Pues yo lo he hecho ^^ Me ha costado todo el puente pero lo he hecho :D (Bueno me ha ayudado Bill, todo hay que decirlo...) Con esta nueva adquisición por nada más y nada menos que 180 € (no, no es de eBay, y NO, NO es del Media Markt xD) pretendo cubrir los tiempos muertos en la universidad (los descansos son de media hora y mis tiempos ente clases a veces llegan a las 4 horas... :o) y que al llegar a casa no me queden ganas de coger mi ordena. Los resultados se verán a partir de la semana que viene, espero no haber tirado el dinero ^^ pero me da que tendré que volver a vender en eBay una temporada...

PD: Como sabía que el capítulo iba a ser corto, me he entretenido viendo... cha channnnnn la peli de Dragon Ball de actores reales XD Si alguien tiene interés, aquí dejó el link para verla online : (Es Eng sub Esp)

http://www.megavideo.com/?s=seriesyonkis&v=OLG2X0D6&confirmed=1

Avisados estáis, coged una bolsa para vomitar mientras la veis jajaja

Título: Three Ways to Four Pillars

Tamaño: 5'7

Dedicado a: N/A


Episodio



LXXXVII



Habla ya, Peter – repitió el caballero del fuego – Ya sabemos todos donde está el tesoro. Y Pamela está en casa de Hilda. Ahora eres tú el que debe cumplir su parte del trato”.

“A decir verdad... Nunca pensé que llegaríais tan lejos como para descubrirlo, pero supongo que eso debí pensarlo antes. Soy un político honrado, y cumplo mis promesas electorales. Hablaré...”

Cerró los ojos un momento y cogió aire.

“Como ya os dije, el principal soporte energético de la barrera es la torre de cristal, pero está dentro de la barrera y si no podemos acceder no podemos destruirla ni tampoco la barrera”.

“Pero podemos, ¿verdad?” preguntó Arturo.

“Veréis… existe una manera… La barrera tiene un punto débil. Bueno, no es un punto débil, más bien un dispositivo de emergencia. Esta barrera es de tipo normal, se puede salir, pero no entrar y, por si alguien importante salía sin querer, pusimos este sistema para que pudiese volver a entrar”.

“¿Un sistema de seguridad para peces gordos?” preguntó Gabriel.

“Yo no lo veo así. Los peces gordos nunca están en el campo de batalla. Es más bien un sistema de seguridad para guerreros queridos por su batallón. Y es por este sistema de emergencia y no por otra cosa, el verdadero significado de la presencia de las tres torres exteriores”.

“¿El verdadero significado? – Preguntó Jonyo – ¿No dijiste que servían de soporte energético de la torre central?”

“Sí, y sirven, pero esa función no es más que una tapadera, como el que es gay y está casado con una mujer. Su verdadera función es servir de entrada bajo ciertas circunstancias”.

“Seguro que hay truco” dijo Fidel.

“¡Pues claro que hay truco! ¿Acaso pensabas que dejaría mi obra maestra con un punto débil reconocible? Os lo explicaré... ¿recordáis cuando Shinkan dijo que la mitad del interior de la torre era practicable, pero que, a pesar de ver por los cristales del otro lado las ruinas, no podían acceder porque la barrera pasaba también por el interior?”

“Sí. Me suena – dijo Arturo – Pero no entiendo que tiene que ver. Incluso en el interior de la torre, al barrera es igual de impenetrable”.

“Eso es cierto, pero tiene una pequeña diferencia con la parte que está fuera”.

“¿Pequeña significa irrelevante?” preguntó Gabriel.

“Nada es irrelevante, caballero de la rosa. La diferencia es que la barrera no puede atravesar la pared de la torre para acceder al interior, es decir, que la barrera se rompe en el punto en que conecta con la pared de la torre, puesto que no pueden estar las dos cosas en el mismo espacio”.

“¿Quieres que entremos en la torre, hagamos un agujero justo en la parte que conecta con la pared, aprovechemos que hay no hay barrera y nos colemos como termitas en un ataúd?” preguntó Fidel.

“Claro que no, ya te dije que había truco. Si fuera así de sencillo, el acceso habría sido descubierto al deteriorarse la torre con el paso del tiempo. La pared de la torre actúa como conductor de energía, permitiendo así que la barrera se manifieste en el interior”.

“Entonces significa...” comenzó a deducir Jonyo.

“Que si la torre desaparece, la barrera no conduce la energía al interior y se crea un agujero del tamaño de la torre”.

“Con un agujero así, entrarán todos a las ruinas. Será cuestión de tiempo” dijo Fidel.

“Por eso es un dispositivo de emergencia. La barrera no estará abierta permanentemente. Únicamente el tiempo que la torre central tarde en enviar de nuevo energía a la periferia. No os puedo decir cuanto tiempo será, dependerá de cuantas torres hayan sido destruidas antes y de si hay más agujeros abiertos. Si es la primera que se destruye, las otras torres periféricas también enviarán energía y el agujero se cerrará antes, pero si es la última, la torre central tendrá que hacer un esfuerzo mucho mayor para cerrar la grieta, y aún más si hay varias. Pueden ser desde unos segundos a unos minutos, pero no más. Debemos entrar rápidamente y asegurarnos de que se cierre el agujero antes de que entre nadie más o estaremos favoreciendo a alguno de los pueblos”.

“Y cuando lleguemos dentro – dijo Arturo – Seagram nos estará esperando”.

El Caballero Negro llegó a las puertas del Castillo de la Fiera Deidad, mostrando ante las cámaras de seguridad del portón, los efectos de su combate contra Bill. Las cámaras se giraron hasta enfocarle correctamente, se escuchó un bip de verificación y un led verde se encendió en el lateral de la cámara. Acto seguido, el portón comenzó a abrirse y Mesa apareció al otro lado.

“Parece que esta vez te ha costado, ¿verdad, ...?”

“¡No digas mi nombre! – saltó de repente – Hasta que no me encuentre con él, no existo de otra forma que no sea la del Caballero Negro”.

“Como quieras... Dime, ¿qué tal los poderes del hielo negro?”

“No tengo la esfera del hielo...” dijo cabizbajo.

“¿Cómo? ¿Fuiste derrotado?”

“No. Gané, pero no tengo la esfera del hielo”.

“¡Imposible! – exclamó ofendido – ¿No será que les mataste a todos y no encontraste el cuerpo del caballero del hielo?”

“No. Es que no había cuerpo”.

“¿Se lo han llevado?”

“No. Se fue por sí mismo. El caballero del hielo no llegó a morir del todo”.

“¿Del todo? ¿Estás ocultándome algo?”

“No es algo relevante para la misión. Simplemente, el caballero del hielo salió con vida de allí”.

“¿Entonces por qué no está con el resto de caballeros?”

“Parece que decidió ir por libre”.

“¿El Capitán Lardo lo sabía y nos engañó? Cómo se atreve a hacerme perder el tiempo...”

“Él tampoco lo sabía. De hecho le engañaron a él”.

“Interesante... Eso me da una idea...” dijo y se dio la vuelta para marcharse.

“¡Espera!”

Mesa se detuvo.

“¡Llévame con él! ¡Cumple tu parte del trato!”

“¡Jajajaja! ¡¿Bromeas?! En tu estado no derrotarías ni a una mosca. Ve a la cápsula de curación y ya hablamos luego...”

“Cabrón...” susurró para sí mismo mientras le veía alejarse.

Mesa fue hasta la habitación del Capitán Lardo, quedándose delante de la puerta un par de minutos antes de entrar, practicando distintos tonos de voz hasta decidirse. Después, volvió sobre sus pasos unos metros, y avanzó de nuevo hacia delante, pero de una forma mucho más agresiva, y más rápido, pisando fuerte en el suelo para que se le oyera llegar, terminando por abrir la puerta de golpe.

“¡¡Embustero!! – exclamó simulando un enfado al entrar – ¡¡Mentiste!!”

“¡¿De qué estás hablando!?” exclamó sobresaltado el Capitán Lardo.

“¡No te hagas el tonto! – le gritaba muy serio y señalándole con su dedo acusador – ¡Nos mentiste! ¡El caballero del hielo sigue vivo!”

“¡Ja! ¡Esa si que es buena! ¡Yo mismo le vi morir!”

“¿Entonces por qué el Caballero Negro no ha podido encontrar el cuerpo?”

“Tal vez porque es más incompetente de lo que piensas”.

“¡O tal vez porque mentiste!”

“¡Yo no mentí!”

“¡Mentiste!”

“¡No lo hice!”

“¡Sí lo hiciste!”

“¡¡No!!”

“¡¡Sí!!”

La conversación ya había llegado al clímax y estaban a punto de pasar al siguiente nivel, cuando de pronto Mesa se calmó, se colocó bien el traje, tosió y habló de nuevo, con un tono mucho más calmado.

“Está bien. Esto no va a ninguna parte. Hagamos una apuesta. El primero que demuestre que el otro se equivoca, podrá atacar a los caballeros”.

“Trato hecho” dijo Dayuri y ambos estrecharon la mano sonriendo maliciosamente.

“Perfecto – pensó Mesa – Sólo tengo que esperar a que el caballero del hielo entre en contacto con el resto de caballeros y habré ganado”.

“Perfecto – pensó el Capitán Lardo – Sólo tengo que ir a Arcadia, coger el cadáver y traerlo, para poder enfrentarme al SuperGuerrero y demostrar a Mesa que ese inútil al que llama Caballero Negro no es más que un estorbo”.

En el interior de la casa de Pamela, Peter y los caballeros continuaban discutiendo qué hacer.

“No creo que haya mucho más que hablar – dijo Fidel – Destruiremos una de las tres torres periféricas, entraremos por ahí, derrotaremos a Seagram con gran facilidad y destruiremos la torre central y la barrera al mismo tiempo”.

“No es tan sencillo. ¿Qué pueblo elegirás para destruir su torre? Recuerda que dije que no quiero favorecer a ningún pueblo, y destruir una sería humillar al pueblo en cuestión”.

“Pues nos cargamos luego las otras dos y listo”.

“¡No! ¡No! ¡Y no! Utilizas la violencia con demasiada facilidad, caballero de la tierra. Tenemos que pensar”.

“Pero Peter, es la única forma...”

“Aunque esta sea la única manera, seguimos involucrando a los tres pueblos inocentes que viven aquí. No quiero más derramamientos de sangre. ¡Ya sé! Iré personalmente a hablar con cada uno de sus líderes y les convenceré con palabras de que ésta es la mejor opción y que nos den permiso para hacerlo”.

“Puuuufffff... Como tengamos que llevarte de un pueblo a otro y esperar a que convenzas a cada uno – dijo Jonyo – Nos moriríamos de hambre antes de que convenzas al primero”.

“Tiene razón – dijo Gabriel – Es mejor que nos dividamos y que cada grupo vaya a un pueblo. Será todo más rápido y efectivo”.

“¡Pero este es mi problema! ¡No el vuestro!”

“No pusiste ninguna condición acerca del procedimiento para derribar las torres – dijo Arturo – Así que no tenemos por qué hacerte caso. Además, así, con uno de nosotros llegue al final, será suficiente. No dependeremos de una torre en la que nos encontremos todos. Si alguien falla, no pasará nada porque habrá otros dos grupos cubriendo las áreas restantes”.

“Prometedme que no lucharéis”.

“Te prometemos que no lucharemos si no es necesario – le respondió Gabriel – pero ni nosotros somos Presidentes de Gobierno con elevadas dotes de persuasión ni ellos tendrán intenciones de que destruyamos su lugar de oración sin oponer resistencia. Haremos lo que podamos”.

“No termino de quedarme tranquilo...”

“No te ibas a quedar tranquilo de todas formas, así que decidido – dijo Fidel – Nos dividiremos en grupos y el primero que llegue al interior que vaya directo hacia la torre central a derribarla, sin mirar atrás y acabe con esto”.

“Falta decidir quien va a cada pueblo...” dijo Gabriel.

“Somos cinco, así que si uno se va a quedar solo – dijo Jonyo – Creo que es evidente que ese debo ser yo. Me quedaré aquí y convenceré a Hilda personalmente. No creo que haya dudas de que soy el más adecuado para ello”.

“¿No será que no quieres moverte?” preguntó Fidel.

“Vale – dijo Arturo – Yo me ofrezco para ir a Tolbi”.

“Esto... – dijo el caballero de la rosa – No creo que sea lo más adecuado... Es posible que no quieran verte después de... ya sabes... destruir su pueblo y esas cosas...”

“Tal vez tengas razón...”

“¡Iré yo! – Exclamó Fidel – Me dieron agua cuando caí cerca de allí, les debo la vida. Me siento responsable y quiero ir allí”.

“Bueno, si insistes...” dijo Peter.

“Si vas sólo te comerán vivo. Te habrán salvado pero no perdonarán lo que les ha hecho Arturo, aunque su causa fuera justa – dijo Gabriel – No me caes muy bien, pero creo que será mejor que te acompañe...”

“¿Qué no te caigo bien? ¿Yo que te he hecho?”

“Tendréis tiempo para hablar durante el camino – dijo Peter – Parece que ya está decidido. Gabriel y Fidel irán a Tolbi, Jonyo se quedará aquí y Arturo y yo iremos a Midgar. Suerte a todos, y que ninguno tenga miedo de avanzar hasta el final sin mirar atrás”.

Los caballeros salieron al exterior y miraron al horizonte, donde empezaba a amanecer.

“Disfrútalo, barrera – dijo Arturo – Pues este será tu último amanecer”.