lunes, 26 de marzo de 2012

Episodio CXXXV

A pesar de que llevo cuatro semanas seguidas publicando, se acercan los exámenes y este ritmo peligra si me quiero licenciar (que seamos sinceros, es más probable que se licencie una persona que no se haya cogido todas las asignaturas a que me licencie yo, pero bueno hay que intentarlo.) pero aún así seguiré publicando, que para tres o cuatro capítulos que le quedan al volumen, hay que hacerlos. Luego viene el quinto y último volumen, Los Caballeros: Final Battle

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Episodio 

CXXXV


E
l caballero del fuego se quedó conmocionado con el discurso de Shawn, al que veía alejarse en el cielo, y aún con Peter en los brazos, mantuvo la mirada perdida durante unos segundos. Cuando reaccionó, dejó a Peter de nuevo en el suelo con cuidado, y se acercó a JesuCristo con paso desafiante.

“Detén esto” ordenó el caballero.

“Me temo que no puedo atender tu petición” respondió su adversario.

“No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando, ¡detén esto ya!”

“Arturo… Espera…” le dijo Peter, aún dolorido.

El caballero corrió a los brazos de su compañero, que todavía no era capaz de ponerse de pie.

“No lo entiendo. Ha sido un corte superficial, ¿por qué te duele tanto?”

“No te equivoques – intervino JesuCristo – Recuerda que el dolor no existe, es sólo la respuesta del organismo a una agresión. El organismo no entiende de fuerza ni defensa, lo que quiere decir, que el mismo ataque duele igual para todos. Otra cosa es que tú hayas aprendido a soportar el dolor a base de sufrirlo en repetidas ocasiones. Por eso da la impresión de que a Peter le duele más de lo que te dolería a ti. Seguramente si Gabriel hubiese recibido el dolor ni se habría inmutado, pero… ¿Y si lo hubieran recibido Pamela o Mario?”

“¡Ni se te ocurra! ¡Entonces haz que todo el dolor lo soporte Gabriel!”

“Jajaja – reía mirando al cielo sobre su cabeza – Ni siquiera yo puedo decidir eso. Este es un poder de la espada Kusanagi, el único de los tres Tesoros Imperiales que ha sobrevivido a la guerra, y sus decisiones no sólo escapan a tu entendimiento, sino también al mío y al de todos los mortales”.

“Arturo – volvió a llamarle la atención – Escúchame un momento, por favor”.

“Perdóname, Peter. Ha sido culpa mía”.

“No… Quiero decirte otra cosa… – de vez en cuando se mordía la lengua para soportar mejor el dolor – Durante tu otro entrenamiento, también estuvimos ahí, a tu lado. No sabíamos lo que iba a ocurrir, pero a pesar de todo fuimos sin dudarlo. Por suerte todo salió bien, y seguramente ahora no ocurra lo mismo, pero hemos vuelto a venir. Todos los que estamos aquí hemos sido salvados por vosotros de una u otra manera, y es ahora cuando tenemos una oportunidad para devolveros el favor. Estamos aquí porque queremos. Soportamos tu energía, tiramos piedras a Jonyo, recibiremos tu dolor, y todo lo que sea necesario. En esta ocasión nosotros seremos quienes os salven. Si de verdad te preocupamos tanto como dices, ¡vuelve ahí, y completa el entrenamiento!”

Un retortijón sacudió a Peter, que tuvo que dar por finalizado su discurso. A Arturo no le gustaba nada la idea de que otros cargaran con el peso de sus errores, aunque fuera con un buen fin. En alguna ocasión había recibido la ayuda de sus compañeros caballeros, como cuando perdió sus poderes y veía al Capitán Lardo masacrarlos mientras ellos se dedicaban a cubrirle en vez de preocuparse por ellos mismos. Sin embargo, esta era la primera vez que quedaba en manos de personas considerablemente más débiles que él, y que además había salvado en el pasado.

“Que vueltas da la vida – susurró el caballero – Aquellos a los que he salvado vienen a salvarme a mí… Está bien, Peter. Haré lo que me pides. Terminaré este entrenamiento”.

Arturo empuñó su espada y apuntó a JesuCristo, a la vez que decidía qué hacer.

“¡Quiero terminar esto cuanto antes! ¡Así que tomaré la iniciativa! – pensaba mientras estaba en posición – ¡He oído que eres un soplón despreciable!” le gritó.

“Que pena me da que nadie haya oído hablar de ti”.

Esta vez le clavó la espada levemente en el hombro, y Shinkan cayó de rodillas apretándose esa misma zona. La furia del caballero estalló al ver al pobre caer rendido por su culpa.

“Otra víctima innecesaria – pensó – ¡Pero no debo rendirme! ¡He hablado con simios más educados que tú!” exclamó.

“Me alegra que asistieras a tu reunión familiar diaria” contestó adecuadamente.

Ahora fue un corte horizontal en el estómago, pero nadie cayó al suelo. Simplemente, Gabriel se llevó la mano a la zona, pero permaneció erguido.

“Tranquilo – le dijo el caballero de la rosa – Esto no es nada para mí”.

“¡Otra vez! Menos mal que ahora ha sido Gabriel…”

“No sé de qué te sorprendes – le dijo JesuCristo – Estás tan preocupado de que tus amigos no sufran los daños que no piensas lo que dices, y has cometido el mismo error que yo antes. El insulto que acabas de utilizar es el que usé yo cuando Reik se interpuso en el combate entre Peter y yo, y la respuesta que te he dado es la misma que él me dio a mí”.

“Recuerdo que Reik apareció de repente y que animó a Peter, pero no recuerdo ningún enfrentamiento entre vosotros”.

“Como estás demasiado nervioso como para utilizar tu ingenio para crear tus propios insultos, tu mente, inconscientemente, repite los que ya ha escuchado, aunque tú ya no los recuerdes”.

“No… – Arturo veía cómo iban cayendo todos uno tras otro sin que pudiera hacer nada – ¡No voy a perder aquí! ¡He triunfado en situaciones peores! ¡Mis hazañas son reconocidas por todos lados!”

“Que pena que todas sean inventadas”.

JesuCristo apareció por detrás y asestó un corte en la espalda al caballero. Pamela se derrumbó, gritando y llorando. Además no podía presionarse la herida porque sus pequeños brazos no alcanzaban esa zona de la espalda.

“Has vuelto a olvidar otro detalle, caballero. El Duelo de Insultos no se basa únicamente en agredir verbalmente a tu adversario, la gracia está en saber dejarle mal incluso cuando no trata de agredirte. Tal y como Peter hizo cuando me derrotó, y tal y como te acabo de hacer yo ahora. Tu error le ha costado caro a Pamela, que ahora trata desesperadamente de calmar como sea su pena, pero te diré una cosa. Aunque Peter, Gabriel y Mario estén presionándose esa supuesta herida, y aunque ella también pudiera hacerlo, eso no les calma el dolor, porque la verdadera herida está en tu cuerpo, es esa la que tendría que ser presionada para calmarles”.

“¡No hay palabras para describir lo asqueroso que eres!”

“¡Sí que las hay, sólo que nunca las has aprendido!”

De nuevo, JesuCristo devolvió un comentario como si fuera un insulto, dejó mal al caballero y pudo atacarle de nuevo con un corte en las piernas, que provocó que Hilda, la última persona que quedaba por recibir el dolor del caballero, perdiera el equilibrio por el dolor y cayera finalmente al suelo junto al resto.

“Tal y como imaginaba – reflexionaba Peter al ver el transcurso del entrenamiento – Arturo no tiene un nivel dialéctico suficientemente alto como para ganar el combate. JesuCristo es muy bueno. Esa última respuesta fue la que utilicé yo para ganar el Duelo de Insultos la última vez, pero el insulto al que contesté era totalmente distinto. Se ve que no hay insultos y respuestas únicos, sino que su técnica es tan versátil que puede adecuar una misma respuesta a varios insultos si se crea el contexto adecuado.

Shawn sabía todo esto, lo sabía y por eso eligió hacerlo. Sabía que JesuCristo le derrotaría y que podría liberar el SuperGuerrero con la ayuda del Cross Sacrifice. Es un buen plan y muy en la línea de Shawn, pero no me quedo tranquilo.

Por otro lado, la agresividad de Arturo, característica de cuando está en SuperGuerrero, está empezando a hacerse notar. No hay más que ver la evolución de sus insultos. Ha pasado de la acción a la descalificación¿qué ocurrirá una vez se haya trasformado?”

“Felicidades, caballero. Has conseguido que todos tus amigos sientan tu dolor. Nunca había visto a nadie llegar tan lejos. Lo normal es que ya se hayan vuelto locos cuando caen los dos primeros, pero tú ya llevas una ronda entera y sigues ahí. Eres el primero que aguanta tanto, ya pensaba que moriría antes de ver algo así”.

A pesar de las palabras de su adversario, Arturo ya estaba al límite. Había dejado de escuchar. Su agresividad interna aumentaba por segundos, y un pequeño viento empezaba a formarse a su alrededor, pero todavía no mostraba signos claros de transformación.

“Su energía está aumentando considerablemente – pensaba Gabriel – Tiene que estar a punto ya…”

Shawn apareció en ese momento, pero se mantuvo apartado, no quería interferir.

“Esto va bien… Ya sólo queda el remate…” pensó.

Arturo volvió a coger su espada, pero esta vez no apuntó a su oponente, sino que la alzó al cielo, y el viento a su alrededor se volvió más fuerte.

“Tus posturitas no van a amedrentarme – le advirtió JesuCristo – Ya has herido una vez a todos, ¿qué crees que pasará ahora?”

“¡Soy el caballero del fuego! – Exclamó – ¡La gente cae a mis pies al verme llegar!”

“¿Incluso antes de que huelan tu aliento?”

JesuCristo volvió a iniciar el ataque. Él también sabía lo que estaba pasando, y pretendía detonar la transformación de Arturo con un ataque final. Saltó y le propinó un espadazo vertical que le recorrió el cuerpo desde el hombro derecho hasta la pierna izquierda, brotando sangre inmediatamente.

En esta ocasión, el dolor no fue transmitido a un único objetivo. Todos  pudieron sentir el dolor por igual. Peter y Mario, que ya se habían conseguido poner de pie, cayeron de nuevo, mientras que Hilda y Pamela, que continuaban en el suelo, empezaron a gritar y a retorcerse más. Incluso Gabriel resintió con este último corte.

Arturo vio caer a todos de nuevo y fue demasiado para él. Su furia estalló, liberando la transformación.

“¡Te lo advertí, caballero! ¡Puedo responder a cualquiera de tus comentarios y dejarte mal!”

El aspecto del caballero del fuego comenzó a cambiar. Las raíces de su cabello castaño se volvieron de un tono azul celeste intenso. Después, el color cambio a un naranja oscuro que se iba volviendo más claro según se acercaba a las puntas, terminando éstas en un amarillo chillón. Una vez cambió todo su pelo a esa combinación de colores, se empezó a poner de punta, salvo un pequeño mechón en medio de la frente, que se resistió, quedó a medias, y caía cerca de su ojo derecho. Sus dos pestañas se volvieron rubias y el iris de sus ojos pasó de ser de color miel a un rojo escarlata, intenso y centelleante. Por último, un aura dorada, brillante y cálida le rodeó por completo, completando la transformación con una onda expansiva que agrietó el suelo de alrededor.

“Transformado o no, si sigo dejándote mal, seguirás sin poder vencerme”.

“¡Idiota! – Le gritó Shawn – ¡Quítate de ahí!”

JesuCristo le miró un instante, y al volver la vista a Arturo vio que tenía el brazo extendido, apuntándole con la punta de la mano abierta, en la que estaba cargando una onda de energía.

“A ver con qué insulto devuelves esto, Hijo de Dios” le dijo y disparó.

Peter saltó de un acto reflejo y empujó a JesuCristo fuera del rango de alcance de la onda, que se abrió pasó en el hueco entre Hilda y Pamela, afortunadamente sin herir a nadie, y perdiéndose en la lejanía.

“Iba a matarme…” dijo aterrado cuando se dio cuenta de la situación.

“No es que no me importe – dijo Peter – Pero ahora tenemos cosas más importantes que hacer. Ya se ha transformado. Ahora, detén el Cross Sacrifice”.

“¿Cómo? ¿No os lo habían dicho? – Respondió – Yo no puedo detener el Cross Sacrifice por voluntad propia. Todos habéis firmado un contrato de sangre por el que mientras estéis cerca del caballero, sufriréis su dolor. Si os vais ahora, los efectos terminarían disipándose, pero no se rompería el hechizo. La única forma de anular el contrato es echando al caballero fuera del círculo que formáis vosotros”.

“¡¿Qué?! ¡¿No hay otra forma?!”

“Pensaba que lo sabíais…”

“¡Shawn! – Le gritó el Presidente – ¡¿A qué esperas?! ¡Haz algo!”

“¿Hablas en serio? Ni siquiera yo puedo enfrentarme a Arturo en ese estado. Además, el objetivo del entrenamiento es que controle la transformación. Os ha costado mucho dolor llegar hasta aquí, ¿verdad? El verdadero entrenamiento empieza ahora. Veamos cuanto se esfuerza por compensaros”.

“¡¿Qué tonterías dices?! – Exclamó, y un segundo después, el dolor volvió a pasarle factura – Ya ha atacado a JesuCristo, y menos mal que no ha pasado nada. Está claro que no lo controla, ¡detenlo de una vez!”

“Ya te he dicho que ni siquiera mi poder es suficiente para detenerle en este estado. Si de verdad quieres ayudarle, vuelve a tu posición en el círculo”.

Peter tampoco entendía muy bien lo que estaba ocurriendo, pero esperaba que Shawn sí, y sobre todo, que aquello sobre que no podía detenerle no fuera cierto.

“¡Eh! ¡Ven aquí! – Gritó el caballero – ¡Tenemos un combate que terminar!”

“Iré” dijo JesuCristo.

“¿Estás loco? – Le dijo Gabriel – Te matará”.

“No lo creo, pero si ese es el deseo de Dios, que así sea”.

JesuCristo clavó su espada en el suelo, extendió los brazos a los lados, y bajó la cabeza, como si estuvieracrucificado.

“En la hoja de tu espada encomiendo mi espíritu. ¡Reacciona, caballero!”

Arturo estaba demasiado enfurecido, y la transformación había aumentado su agresividad y reducido sus emociones. Empuñando su espada, se preparó para cortar en dos a JesuCristo, quien cerró los ojos y recitó su última oración.

“Perdónale, Padre, que no sabe lo que hace” murmuró y cerró los ojos.

Arturo blandió su espada y de pronto se escuchó un sonido metálico. JesuCristo abrió los ojos y levantó la cabeza. Gabriel estaba cubriéndole, enfrentándose a Arturo espada con espada en un forcejeo.

“Lárgate – le dijo a JesuCristo – ¡Ahora!”

El joven no se lo pensó dos veces y se apartó de la zona, dejando espacio al caballero de la rosa para su confrontación.

“Quítate de en medio, Gabriel – le advirtió su compañero – Esto es por vosotros, así que apártate o tendré que apartarte yo”.

El caballero de la rosa podría haber intentado convencer a Arturo para tranquilizarse, recordarle que estaba en un entrenamiento, que precisamente el objetivo de ese entrenamiento era que lograra controlarse ahora, y que por la fuerza había veces que aunque pretenda proteger, sólo lograría destruir. Podría haberle dicho todas esas cosas, pero en su lugar optó por una frase mucho más sencilla.

“¿Qué estás haciendo?” le preguntó.

Durante un instante, Arturo reaccionó. Su mirada se volvió apacible como de costumbre, aunque todavía mantuviera aquella temible forma. Gabriel aprovechó la oportunidad para contraatacar. Los ojos del caballero de la rosa se volvieron amarillo, sus pupilas tornaron forma elíptica y sus párpados y ojeras se volvieron de color rosa.

De un rápido y contundente empujón con el antebrazo, lanzó a su compañero fuera del círculo formado por los que estaban allí. Arturo cayó al suelo, y en ese momento, el Cross Sacrifice dejó de tener efecto en Peter, Shinkan Mario, Pamela, Hilda y el propio Gabriel, que de pronto respiraron aliviados, aunque, salvo el caballero de la rosa, el resto siguieron sin poder levantarse del suelo durante un rato, agotados por haber sometido a su cuerpo a tal tortura.

El dolor de todos los ataques regresó de golpe de Arturo, sacudiéndole violentamente, haciéndole caer desmayado y poniendo fin a la transformación.

“Parece que va a ser más difícil de lo que había planeado...” pensó Shawn.


Curiosidades!!!


La mini transformación del caballero de la rosa está basada en el modo Sennin de Naruto.

1 comentarios:

Jon dijo...

Bueno esperando ya el final de esta saga, para ver como termina y esperando sin duda el comienzo de la última. Suerte con los examenes.
Un saludo a todos.